365 días con Jesús de Nazaret

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Jesús te quiere con una fe fuerte, segura, pronta y sin miedos. Quiere oír de ti las grandes necesidades que tienes y que acudas a él sin dudar, con necesidad, con pobreza, con la espera de que solo él te puede sanar. Que en tus oraciones descubras al dueño del verdadero sentido de la vida y, con fe, te dejes curar e imponer las manos sobre tus cegueras.

Quiero esforzarme en conseguir las condiciones que necesito para ver, pero requiero, Señor, tu ayuda. Que descubra los secretos de la luz. Abre mis ojos para verte en todo: personas, acontecimientos... Y que así descubra tu Espíritu. Limpia mis ojos. A ti, Madre del amor, acudo para que me devuelvas la vista y descubra el amor de tu Hijo, que siempre está atento a mis cegueras.

Marzo

 1 de marzo No juzgar

Así es la vida de Jesús. La gente, admirada, decía: «Nunca se ha visto cosa igual» (Mt 9,32). En cambio, los fariseos decían: «Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios» (Mt 9,34).

Se te presenta Jesús actuando ante un demonio mudo. Te hace pensar y aplicar esto a tu vida. Muchas veces estás oprimido y mudo para comunicar el mensaje de Jesús. Te dominan muchos obstáculos y tienes que ponerte en manos de Jesús. Te da vergüenza testimoniar a Jesús, tienes muchos prejuicios, suspicacias, recelos. ¿Es así tu cristianismo? ¿Tiene tu forma de pensar esta doble cara de la gente y de los fariseos? ¿Cuáles son tus formas mudas de anunciar el reino de Dios? ¿Juzgas y condenas sin saber ver lo bueno de los demás? Ten mucho cuidado con el demonio mudo que se puede infiltrar solapadamente en tu vida. Abre tu interior para que realmente entre Jesús en tu vida.

Te tienes que plantear tu forma de pensar ante los demás. Acepta el pluralismo de ideas y que en tu corazón no anide más que el saber aceptar, disculpar y amar. Suplica, pide, insiste al Señor: Señor, libera de mi interior el demonio mudo que domina muchas veces mis acciones. Que sepa juzgar con amor a los demás. Que sepa valorar sus acciones y me llene de la bondad de tu corazón. A tu Madre confío mi vida, mi forma de actuar y mi forma de pensar. Solo ella me ayudará a acudir a ti para que me liberes del mal.

 2 de marzo Hacer el bien

La fama de Jesús se extiende. Él fue curando a todos mandándoles que no le descubrieran (Mt 12,15). Sus curaciones, sus milagros, hacen que las multitudes le sigan por todas las partes. A los dirigentes civiles y religiosos esto les hace entrar en conflicto y quieren que desaparezca, así que deciden acabar con él: «Al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús» (Mt 12,14).

Si pasas estas reacciones a tu vida, puedes sentirte identificado ante las distintas reacciones de quienes ves que hacen el bien. Te molestan, desean quitar importancia a tus hechos. Otras veces te verás como en este relato: quieres admirar a estas personas que pasan sin dejarse notar pero que dejan un rastro inconfundible e imitable. ¡Cuántas personas pasan por tu vida con una huella ejemplar! ¡Pero cuántas veces apagas la luz de los que brillan a tu lado! Sé como esas gentes humildes y sencillas. Admira la reacción de Jesús. Sigue su camino curando, enseñando, dando misericordia... ¿Cómo son tus reacciones? ¿A quién valoras? ¿A quién desprecias? Reflexiona y comprueba las reacciones que salen de tu interior.

Cambia mi corazón, Señor, para que mis reacciones sean como las tuyas. Que haga el bien sin hacerme notar. Te lo pido con toda fe. Y a María le insisto que me ayude a tener un buen corazón y que sepa valorar las acciones de Jesús en mí.

 3 de marzo El Señor te llama

Tienes a la vista un magnífico ejemplo a seguir: Jesús «llamó a sus discípulos, escogió entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro; su hermano Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo»... (Lc 6,12-14). ¿Y qué hace? Se retira y pasa toda la noche orando y dejándose orientar por su Padre. Este es el ejemplo a seguir. Ante cualquier momento importante o ante cualquier dificultad, hay que pedir ayuda al Señor.

Una vez que ha consultado a su Padre, ya de mañana selecciona a sus discípulos y escoge a los que quiere, los llama por su nombre para que le acompañen, aprendan su vida y sean sus compañeros. Son personas muy sencillas. Ellos serán los ejes de la nueva comunidad. También nombra a Pedro como cabeza del grupo.

El Señor también te llama hoy a una nueva vida. Te mira y te dice: «Sígueme». Sé valiente y ve con él. Nunca te decepciona. Pero, ¿qué has hecho con la llamada de Jesús a la santidad? ¿Qué haces con la vocación de ser testigo? ¿Cómo la cuidas? ¿Agradeces que Jesús se haya fijado en ti para estar con él y seguirle? Escúchale en tu corazón y déjate alcanzar por su mirada. Dale gracias y pide ayuda para no defraudar la llamada que te ha hecho con tanto amor.

Gracias, Jesús, por fijarte en mí y seleccionarme para la misión de curar, dar paz y amor en este mundo. Que no te defraude y tenga oídos sordos para lo que tú quieres de mí. Ayúdame a cuidar mi llamada.

 4 de marzo El programa de vida

¡Magnífica carta magna la que te deja Jesús! Hoy le ves rodeado de mucha gente y de sus ya seleccionados discípulos en el monte, pronunciando su programa de vida: bienaventurados, felices, dichosos. ¿Quiénes son a los que da la seguridad de ser felices? A los que eligen ser pobres: «Bienaventurados los pobres de espíritu» (Mt 5,1), porque su verdadera riqueza es heredar el reino de Dios y porque es la señal de ser hijos de Dios. Son felices los que llevan el sufrimiento sabiendo que el único consuelo es aceptar la voluntad del Padre. «Bienaventurados los afligidos...» (Mt 5,5). Son felices los que no son violentos, porque el reino de Dios es paz, amor y alegría. «Bienaventurados los no violentos...» (Mt 5,9). Son felices los que tienen siempre sed de hacer el bien. Este es el verdadero camino que nos dará la felicidad.

Vive los valores del Reino. Dichoso serás si llevas a la práctica el camino de la humildad, de la mansedumbre, de la justicia, de saber aceptar los males que te invaden cada día. Trabaja por una vida llena de entrega, una vida que merezca la pena. Y ahora, ¿haces vida el mensaje de la felicidad de Jesús? Escucha a Jesús en el fondo de tu corazón y suplícale: Como tus discípulos y la muchedumbre que te rodeaba, quiero escuchar tu mensaje de felicidad. Hazme dócil y abierto al camino que me conduce a la felicidad. Dame la mansedumbre, la docilidad, el hacer siempre el bien. Madre nuestra, acompáñame en este camino y hazme muy feliz.

 5 de marzo ¿En qué consiste la felicidad?

Aquí ves a Jesús en el monte, rodeado de sus discípulos y de la muchedumbre, dándote el camino de la felicidad.

No puede seguir en su proyecto sin explicar el camino feliz que conduce a su Padre. Cada bienaventuranza es un camino a seguir. Los que practican la misericordia, los que tienen un corazón bueno, limpio, alcanzarán la misericordia y verán a Dios (cf Mt 5,8). Jesús te propone el ejemplo de santidad y de felicidad. ¿Quiénes son? Los que viven limpios de todo lo negativo y llevan una vida sin doblez, los que donde estén luchan por la paz y la concordia, los que siempre están ofertando ayuda a los demás y son compasivos. Estas son las siete fuentes de donde brota la felicidad.

Realmente es para pensar: ¿crees que estas normas de vida están dirigidas a ti personalmente? ¿Eres misericordioso, limpio de corazón, pacífico, luchador por la paz, por la concordia, alegre? ¿Qué tienes que cambiar en tu vida para seguir a Jesús? Acude una vez más a la verdadera fuente de la felicidad.

Señor Jesús, dame fuerza para comprender tu camino. Ayúdame a no contentarme con vivir de una manera fría tus normas de vida. Que sepa agradecer tu carta magna. Que el espíritu de las bienaventuranzas ilumine y conduzca mi vida. Virgen y madre, en tu Magníficat me dejaste claro este camino. Que sepa entonar en mi vida muchas veces tu Magníficat de humildad, limpieza y misericordia. No me dejes de tu mano.

 6 de marzo Los ayes de Jesús

¡Qué triste es oír los «ayes» de Jesús! Asiste hoy a las quejas dolorosas de Jesús que, rodeado de sus discípulos, predice las malaventuranzas con sus famosos y dolorosos «ayes». «¡Ay de vosotros, los ricos...! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados...! ¡Ay de los que ahora reís...! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!» (Lc 6,24-26). Jesús se lamenta porque buscas la felicidad inmediata y olvidas lo que él valora. Él llama «felices y dichosos» a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de la fe; y se lamenta y dedica sus «ayes» a cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son ensalzados por el mundo. ¡Qué diferentes son nuestros valores y conceptos! Y tú, ¿dónde pones tu felicidad?

¡Cuántas veces llegas incluso a confundir la felicidad con el bienestar! Sin embargo, piensa que tus insatisfacciones se deben a tus vacíos y a tu falta de motivos para trabajar, luchar, gozar, sufrir y esperar. Hay poca gente feliz. Así no podemos ser felices. ¿Jesús tendrá que pronunciar sobre tu vida sus dolorosos «ayes»? ¿Te has planteado por qué no eres feliz? Piensa y reflexiona: Sé, Señor que tu camino es un camino distinto a mi forma de pensar y actuar y que la felicidad es otra. Ayúdame a buscar el verdadero mensaje que me llega de ti. Que sepa vaciarme para llenarme de tu riqueza. Que no tengas que quejarte y pronunciar tus «ayes» sobre mi vida con mi forma de actuar.

 

 7 de marzo Ser sal y ser luz

Hoy estás ante la llamada de Jesús en el famoso Sermón de la Montaña. Después de pronunciar sus buenas y malas bienaventuranzas Jesús, viendo a sus recién estrenados discípulos, les dice cómo han de ser con los que les rodean. «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? (...). Vosotros sois la luz del mundo (...). Brille así vuestra luz ante los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,13-16). La vida de cualquier seguidor de Jesús tiene que dar sabor de eternidad, tiene que iluminar. Él los ha elegido para ser lumbreras que iluminan y liberan de la oscuridad.

También a ti te ha elegido para ser su imitador y seguidor. Tienes que iluminar, sea como sea. Tienes que ser signo para cuantos te vean y así, con tu vida, convencer de la realidad del Evangelio. Reflexionemos: ¿eres luz u oscuridad para los demás? ¿Qué clase de luz desprendes? ¿Eres la sal de la alegría, de la fe, de la acogida, de la misericordia para los demás? Cuestiónate tu forma de vida con exigencia para ayudar y favorecer a los demás. Sé signo del Evangelio vivido con todas las consecuencias.

Te pido, Señor, con insistencia que sea antorcha que irradia luz y ejemplo para quien me vea. Señor, quiero ser tu luz y tu sal que dan fuerza al existir. Quiero ser claridad y no oscuridad. Quiero ser cauce de amor y misericordia. Que mi testimonio lleve a quien me trate a vivir la alegría de tu Evangelio.

 8 de marzo Cumple las normas con amor

Comprende hoy cómo Jesús instaura un orden nuevo sin quitar nada de la Ley. Él viene a darle plenitud, perfeccionamiento: otro sentido. Viene a llenarla de espíritu que le da vida, porque la letra sin amor es letra muerta. Pero, ¿qué perfeccionó Jesús? Muchos preceptos morales que agobiaban y no tenían sentido, muchos rituales y ceremonias que quedaron superados con su vida. Te enseña a vivir todas las normas y las leyes desde el amor. Pero Jesús es el primero que quiere cumplir con todo lo que su Padre le manifiesta: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud (...). Antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse la última letra o tilde de la Ley...» (cf Mt 5,17-19).

Dedícate un momento a considerar cómo vives todas las normas de vida cristiana y vida interior. ¿Pones amor en ellas? ¿Las ves como un mero cumplimiento? ¡Cuántas veces te dejas llevar por la rutina, el formalismo, y haces de tu religiosidad unas normas sin vida y sin espíritu! Este formalismo Jesús lo condena fuertemente. Jesús poco a poco va planteando el nuevo estilo de vida. Acógelo con cariño.

Permíteme, Señor, comprender que mi fidelidad a ti consiste en vivir con amor todo lo que hago. Que no me deje invadir por el conformismo, la rutina y la superficialidad. María, madre del «sí», ayúdame a ser dócil, a vivir con alegría y espíritu todo lo que me acerque más al corazón de tu Hijo.

 9 de marzo Perdona siempre

¡Qué bien te sientes cuando no tienes nada contra nadie y tu corazón está en paz! Otra lección de vida te da Jesús hoy. Ahora se te dice que no te enojes con tus hermanos y que les pidas perdón antes de acercarte al altar. Jesús no solo prohíbe el «no matarás», sino también la ira, el insulto a cualquier persona, ya que es tu hermano y pertenece a la misma familia de Dios: «Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado (...). Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano» (cf Mt 5,21-26). Jesús quiere que vivas una vida con amor. Desea que tu convivencia sea pacífica y llena de comprensión ante cualquier fallo de tus hermanos.

Jesús muchas veces te preguntará: ¿cómo es tu relación con tus hermanos? ¿Cómo es tu convivencia? ¿Revisas con frecuencia el amor que domina en tus actos, palabras y formas de pensar? ¿Revisas tu amor como nos dice san Pablo en la Carta a los corintios, capítulo 13, donde se te dice cómo es el amor?

Sé, Jesús, que en el amor eres muy exigente. Dame paciencia, amor en mis palabras y hechos ante las diferencias de mis hermanos. Dame fuerza para revisar cada día el amor que conduce mis actos. Madre del amor, ayúdame en el trabajo de amar.

 10 de marzo Quita lo que te estorba

«Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo (...). Si tu mano derecha te induce a pecar, cortártela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ser echado entero en el fuego» (Mt 5,27-30).

Este es el mandato que Jesús te da hoy: no solo basta que evites el pecado, es necesario que quites todo lo que te induzca a pecar. Esta es la radicalidad del Evangelio. No te valen las medias tintas. A Jesús se le sigue por completo y ante todo limpio de corazón.

¿Cuáles son tus ocasiones de pecado? ¿Qué tienes que cortar y tirar de tu vida? ¿Qué es lo que no es digno del amor de Dios? Necesitas limpiar tu existencia. Necesitas que Jesús corte y pode todo lo que no sea de su puro amor. Necesitas mirarte por dentro y advertir lo que molesta a los ojos del Señor. Necesitas ser transparente y no cubrir tu vida de falsedad y engaños.

Limpia, Señor, mi vida. Corta y tira lo que te estorba de ella. Purifica mi corazón para que no pueda enturbiarse con todo lo que no te agrada. Ayúdame a esforzarme por examinarme, corregirme y limpiar todas las estancias de mi interior. Que sepa cortar desde el inicio la raíz de todo lo que estorba. Dame perseverancia para seguirte con radicalidad cada día. Ayúdame a rechazar todo lo que te estorbe. A tu Madre confío este trabajo de limpiarme por dentro y por fuera, como buena madre.

 11 de marzo No jures en falso

Jesús está en su llamado Sermón de la Montaña depurando las normas, ya que en su tiempo se abusaba de muchos y falsos juramentos, y cuando no se atrevían a jurar en nombre de Dios, lo hacían en nombre de la tierra o del cielo o del templo de Jerusalén. «Pero yo os digo que no juréis en absoluto, ni por el cielo, ni por la tierra (...). Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Mal» (cf Mt 5,34-37).

Jesús quiere que tu hablar sea con sencillez y con fidelidad; no hace falta andar con rodeos, ni con juramentos, ni con suspicacias. Ese hablar es una falta de amor. Tu hablar tiene que hundir sus raíces en la sinceridad, fidelidad y lealtad hacia los que te rodean. A Dios no le gustan ni las dobleces ni hablar por delante una cosa y otra por detrás. Esto lo recrimina el Señor.

¿Eres noble y limpio en tus relaciones? ¿Guardas la lealtad ante los demás? ¿Ayudas con tu ejemplo a hablar con dignidad y sin fingimientos?

No pases hoy sin darle gracias porque te enseña formas que van purificando tu caminar: Gracias, Señor, por avisarme y educarme en el bien hablar y obrar. Que hable con el corazón, que mi corazón sea sincero y así pueda hablar desde la verdad. Quiero ser sincero contigo. Tú sabes todo. Tú conoces mi pensar y mi actuar. Tú eres mi Maestro de vida. Gracias, Señor. Gracias, Madre nuestra.

 12 de marzo Devuelve el bien al que te hace daño

Hoy Jesús te pone a la vista las formas de amar al que te hace daño y es tu contrario: «Habéis oído: “Ojo por ojo. Diente por diente”. Pero yo os digo: “No hagáis frente al que os ofende. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra... No lo rehúyas”» (cf Mt 5,38-42). La Ley del Talión era una ley romana en la que se castigaba con el mismo daño que te hiciera el otro. Era una ley que apoyaba la justicia y no la misericordia. Jesús vino a proclamar que lo primero es la misericordia.

Como cristiano y seguidor de Jesús no te es permitido devolver mal por mal; no puedes hacer daño a nadie, aunque te lo haga. Tienes que oponer el bien al mal. El cristiano nunca es violento, sino caritativo y paciente. Para el odio y la violencia la única respuesta es el amor. Tienes que amar a tus enemigos, aunque te sea muy difícil.

Hoy declara: no a la violencia, no a devolver mal por mal. Sí a amar al hermano difícil, sí a derrochar siempre el bien, sí a la paz y a la justicia. Si tienes buen corazón, tu actuar será bueno. Si imitas y practicas lo que te dice Jesús, siempre devolverás bien por mal.

Ante tus palabras, Señor, que muchas veces me resultan muy difíciles de cumplir, te quiero imitar y te pido fuerza para no responder sin pensar en el mal que hago al hermano que me ha hecho daño con sus formas de hablar o actuar. Dame las verdaderas actitudes de un cristiano, que son el perdón y la generosidad. Que mi lema sea devolver siempre bien por mal. A ti te lo pedimos, María.

 13 de marzo Reza por el que te hace mal

Agradece a Jesús que continúa especificando todo lo relativo al amor de nuestros enemigos. Se dirige a su gente, tan sencilla y tan hambrienta de oír este lenguaje liberador. «Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial» (Mt 5,44). ¡Qué excelente lección! Amar al prójimo que no te aprecia y mucho más: rezar, pedir por él, rezar por los que te persiguen, por los que te calumnian.

Tienes que trabajar tu corazón para que en él nazca el amor, el perdón a tus enemigos. Pero piensa: ¿quién es enemigo para ti? Todo el que te desprecia, te critica. A este es a quien tienes que amar y por él debes rezar.

Esta es la norma de perfección que nos reclama Jesús. Nos exige vivir su vida, imitarle en todo, ser portadores de paz y bondad con nuestros semejantes. Examina tu vida personal. ¿Quiénes son para ti enemigos? ¿Cómo te comportas con ellos? ¿Sabes amarlos con un corazón lleno de comprensión y compasión? ¿Rezas por ellos? No pierdas este mensaje de Jesús tan práctico y necesario en tu vida diaria.

Tú me dices, Señor, que ame y rece por nuestros enemigos o por las personas que no nos caen bien. Así lo haré. Pero a la vez te pido con insistencia tener un corazón bueno, ser mejor, ser más perfecto, como tú quieres. Amar y siempre amar. Esta será mi meta y mi forma de actuar. Ayúdame, Madre del amor y de la misericordia.

 14 de marzo Haz el bien

Así quiere Jesús que sea tu obrar: «Por tanto, cuando des limosna... Cuando oréis, no seáis como los hipócritas... Cuando recéis, no uséis muchas palabras... Cuando ayunéis, no pongáis cara triste como los hipócritas» (cf Mt 6,1-8.16).

Aprende hoy las lecciones de este magnífico texto donde se te indica el buen hacer no para que se te recompense, sino para que Dios, nuestro Padre, vea el amor que pones al realizarlo. La limosna, la oración y el ayuno son las obligaciones principales de los judíos, pero esta piedad estaba llena de hipocresía, era un obrar para ser vistos, un obrar exterior sin una recta actitud interior.

Debes hacer el bien no para ser visto por Dios, no para anunciarte como fiel y piadoso a los ojos de los demás. Esta es la hipocresía. No, no. Debes ser auténtico. Tus obras deben ser testimonio viviente del Señor. Deben contagiar que están llenas de él sin querer más que agradarle. Y «tu Padre, que ve en lo secreto, nos recompensará» (Mt 6,6).

Reflexiona: ¿qué obras de piedad haces? ¿Con qué intención las haces? ¿Buscas satisfacerte, quedarte tranquilo por cumplirlas o por el contrario solamente quieres alabar y agradar al Señor?

Señor, te pido que nunca busque recompensa en lo que te haga a ti y a los demás. Que solamente me mueva agradarte. Que no haga todo para que me lo reconozcan. Que haga el bien sin notar, con todo amor. Gracias, Señor, por tu enseñanza. Gracias, Madre.

 15 de marzo ¡Señor, enséñanos a orar!

Jesús te ha dejado esta maravillosa oración para dirigirte a su Padre: «Vosotros orad así: Padre nuestro, que estás en el cielo... Santificado sea tu nombre... Venga a nosotros tu Reino...» (cf Mt 6,9-13). Detente a reflexionar cada petición.

Padre nuestro. Es la mejor expresión de un hijo llamar a Dios «Padre» y «nuestro», no mío, porque todos somos hijos y además hermanos.

 

Que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Y porque este Padre no es un padre terreno, sino que sobrepasa lo humano; está donde no hay odio y todo es amor.

Venga a nosotros tu Reino y hágase tu voluntad. Es la mejor petición de deseo que puedes hacer, que venga el Reino del amor, la justicia y la paz. Que sepa vivir en la aceptación de tu voluntad.

Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas. Sí, porque estás lleno de necesidades vitales, pero también necesitas el Pan de la fuerza, el Pan de la Eucaristía.

No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Eres muy débil, vacilas. Tienes toda clase de tentaciones; por esto necesitas pedir: líbrame del mal que me acecha.

Repite muy despacio y con mucho amor: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Que venga a mí tu Reino. Que se haga tu voluntad... Dame hoy nuestro pan. Perdona mis ofensas, como también perdono a los que me ofenden. No me dejes caer en tentación y líbrame del mal. Amén. Así sea.

 16 de marzo ¿Dónde está tu verdadero tesoro?

Sigue muy atento los consejos que Jesús te da acerca de las riquezas de la tierra: «No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen... Haced tesoros en el cielo... Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón» (cf Mt 6,19-21). Te dice que los tesoros de la tierra perecen. No así los tesoros del reino de Dios; en esos no entra la destrucción.

Y te preguntarás: ¿cuáles son los tesoros del cielo y los tesoros de la tierra? Los del cielo son imperecederos: la experiencia del amor de Dios, las buenas obras, la oración, el servicio y la caridad hacia los demás... Y los de la tierra sí que terminan y perecen, como el dinero, la fama, las posesiones.

¿Dónde está tu verdadero tesoro? ¿En dónde pones el corazón?

Debes dar a lo material la importancia debida sin caer en los excesos. No te dejes entibiar por las preocupaciones terrenas que te llevan a perder la confianza y el apoyo de Dios. La mayor miseria del hombre es reducir el corazón a cosas materiales. No lo olvides. Pon tu corazón en Dios como tu mejor tesoro.

Señor, mi riqueza imperecedera eres tú. Mi riqueza es tu mensaje lleno de valores que nunca fenecen. Dame fuerza para poner mi corazón en ellos. Que mi vida responda a una persona que cimenta su vida en el corazón de Dios como su mejor tesoro.

 17 de marzo Mira con la mirada de Dios

Magnífica imagen que Jesús te da hoy. Si tu mirada es limpia, todo lo veremos con este cristal que lo miramos, todo será bondad y comprensión: «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz, pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras» (cf Mt 6,22-23).

Hoy Jesús te aconseja que mires cómo están tus ojos y si tu vista es buena; si es así captarás lo que te rodea con una mirada buena, gozarás de la belleza que te brinda el amor de Dios. Si por el contrario tu vista es deficiente, turbia, enferma y mala, todo lo que verás será superficial, distorsionado, no reconocerás la bondad de las personas que te rodean, serás incapaz de captar la luz y vivirás en la oscuridad.

Pero, ¿cómo mantener tus ojos sanos y limpios? Cuidando lo que ves, no fijando la vista en lo que no es bueno, digno de Dios. Cuida tu mirada, limpia tus cristales y reflexiona qué es lo que te hace estar en la oscuridad y no ver la luz de Dios. Más que nunca debes gritar al Señor: «Necesito que tú limpies mi mirada y mi forma de ver la vida».

Más que nunca necesitas en tu vida tener una mirada buena, serena, bondadosa y limpia. El mal nos abruma y te dejas invadir por él. Solo tú, Señor, puedes poner sobre mis ojos unos cristales nuevos con los que admire tu amor y descubra la bondad que hay en el fondo de cada persona. «Señor, que vea». Madre nuestra, limpia mi forma de ver la vida y a las personas.

 18 de marzo No a la doble vida

¡Qué tajante se muestra hoy Jesús! Nos dice: «Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (cf Mt 6,24).

Jesús emplea la palabra «servir», que en el fondo es estar bajo el dominio de un señor; y para que lo entiendas te pone el ejemplo de los dos señores que dominan al ser humano: el dios del dinero y el Dios del amor. Pero piensa: no puedes llevar una doble vida, una vida entregada al Evangelio y otra entregada a tus caprichos y comodidades.

La lectura reposada de este texto te hace considerar qué clase de vida llevas. ¿A quién sirves, a Dios o a tu plan de vivir como quieres? Debes dar una respuesta sin ambigüedades.

Piensa: ¿qué lugar ocupan las cosas materiales en tu vida? ¿Cuáles son tus dualidades? ¿Dónde está Jesús en tu vida? No, no puedes tener el corazón en dos dioses. Tienes que centrarte y dejar que te domine Dios. Esto es lo central.

Necesitamos pedir: Señor, ayúdame a descubrir todo lo que me aparte de ti. Que no juegue a tener doble vida. Mira mi vida y dime qué es lo que me aleja de ti y de tu Evangelio. Madre nuestra, ayúdanos en este camino de purificación.

 19 de marzo ¿Por qué agobiarte?

¡Bendita la llamada a la tranquilidad que Jesús te da hoy! «No andéis agobiados... Buscad el reino de Dios... No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia» (cf Mt 6,25-34).

Hoy Jesús quiere que sepas vivir tranquilo confiando en su providencia. Sí, porque vives pensando cuál será tu futuro, cómo será tu vida, y Jesús te quiere liberar de estos miedos y desconfianzas. Hoy te dice con enorme amor que por muy oscura que parezcan las situaciones de tu existencia, si él tiene cuidado de los lirios del campo, del alimento de los pájaros, ¿cuánto más tendrá cuidado de ti, que eres su hijo querido?

No te agobies. En los momentos duros pide al Señor una respuesta a lo que te está pasando. Muchas veces no la oyes y piensas: ¿y por qué me pasa esto? Quiero las soluciones a mi medida y los pensamientos de Dios son otros. ¿Confías en la mano amorosa de Dios que te cuida? ¿Ves la voluntad de Dios en lo que te ocurre?

Hoy tienes la oportunidad de entregarle al Señor todo lo que te preocupa. «Venid a mí todos los que estáis cansados, que yo os aliviaré» (cf Mt 11,18). Él jamás te abandonará. Aprende a dejar cada día las cargas a sus pies.

¡Señor, aumenta mi fe! En tus manos dejo mi existir. Me abandono a tu corazón. «En ti he puesto mi confianza y nunca jamás seré abandonado». Gracias, ¡Señor!, por cuidarme y amarme tanto.

 20 de marzo No al juicio. No a la crítica

Hoy tienes delante la gran lección práctica en el trato con el otro: no juzgar, no condenar al hermano: «No juzguéis y no seréis juzgados. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?» (cf Mt 7,1-5). ¡Qué advertencias tan prácticas y tan exactas te da Jesús!

El juicio y la crítica son verdaderas faltas de amor que te hacen duro con el hermano y fino observador de sus defectos, sin ver las enormes manchas que llevas en ti. Agradece a Jesús que poco a poco te va modelando a su estilo de vida y a poner el amor por encima de todo.

Cuida las intenciones y las motivaciones. No te está permitido censurar a las personas; al contrario, tienes que justificarlas y cubrirlas con el manto de la misericordia. Observa tu vida. Observa tu forma de mirar a los demás. ¿Por qué eres tan agudo para ver los defectos de los demás y tan ciego para ver los tuyos? ¿Por qué juzgas y condenas en tantas ocasiones? Necesitamos mucho amor para no rechazar a nadie.

Con tu ayuda, ¡Señor!, haré el propósito firme de amar sin medida. No juzgar y pensar siempre bien de todos. Enséñame a ser más misericordioso y más comprensivo. Dime las cegueras que estorban y me privan de la luz verdadera que eres tú. Madre del amor, ayúdame.

 21 de marzo La oración de petición

Jesús se te muestra como un gran maestro de oración: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá, porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre» (cf Mt 7,7-11).

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