Rompamos el silencio

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Justamente no se trata de un problema de perdón, sino de no olvidar y, más aún, de recordar lo repetitivo de las pautas de la conducta violenta. Sólo así será posible encarar un verdadero trabajo de restauración profundo y duradero.

La concepción correcta de todos los aspectos que hacen a la violencia familiar se irá desarrollando con más amplitud a lo largo de los capítulos siguientes.

Causas de la violencia familiar

Dado que es un fenómeno complejo, la violencia familiar no es algo que se explique fácilmente. Desde distintas líneas teóricas se pueden alegar diferentes causas o dar más peso a unas que a otras (biológicas, psiquiátricas, sociales, familiares, etc.). Cada vez existe mayor consenso en utilizar un «modelo ecológico», que nos ayuda a comprender un poco mejor las múltiples variables que intervienen en este fenómeno y también a integrarlas.

El modelo ecológico fue propuesto por un psicólogo estadounidense, Urie Bronfenbrenner.20 Se utilizó originalmente para explicar las diversas causas que confluyen en el maltrato infantil, luego se aplicó a la comprensión de la violencia juvenil, y más recientemente a la violencia en la pareja y otras formas de maltrato.

Aunque en capítulos más adelante se retomará el modelo ecológico, especialmente en relación con el maltrato en la pareja, adelantamos ahora sintéticamente que se trata de una mirada integradora a los distintos contextos de los que participa un ser humano en su desarrollo. Comprende, entonces, una dimensión individual, donde se examinan los factores biológicos y la historia personal, una dimensión relacional, que incluye las relaciones cercanas de un individuo (familia, amigos), una dimensión comunitaria (la escuela, el lugar de trabajo, el barrio, la iglesia) y una dimensión social, que toma en cuenta factores sociales más generales (normas, actitudes, legislación, políticas, etc.). Cada uno de estos ámbitos puede propiciar o desalentar, potenciar o neutralizar, según el caso, la aparición y perpetuación de las conductas violentas en general y en la familia en particular.

Al pensar en la violencia, tenemos que ponderar el «efecto cascada» de la misma. Esto significa que nunca la violencia se detiene en quien la recibe. De alguna forma, se descarga o se reproduce sobre otros. Se va armando así una larga cadena que empieza en los más fuertes y se perpetúa en los más débiles. Esto se puede verificar en cada uno de los niveles si los tomamos por separado, como también «bajando» de un nivel a otro en la cascada. Así, por ejemplo, si tomamos las relaciones en la familia, veremos que la violencia baja desde un adulto hacia un menor, y éste puede descargar la agresión recibida maltratando a las mascotas o a hermanos o compañeros más débiles. Si tomamos las relaciones laborales en su dimensión comunitaria, también es claro quiénes detentan mayor poder y cómo pueden abusar de él. A su vez, los que sufren algún tipo de abuso pueden reproducirlo, en algún momento, sobre otros. Incluso desde el nivel macrosocial se violenta a los individuos y a las familias a través de políticas socioeconómicas injustas y abusivas, que obviamente producen su mayor impacto nocivo sobre los más vulnerables de una sociedad.

En este sentido, también hay que tomar en cuenta el fenómeno de la «naturalización de la violencia», es decir, la aceptación, como natural o normal, de algo que no lo es. Desde el nivel individual y relacional, la persona que ha vivido desde su familia de origen hasta su familia actual dentro de interacciones violentas puede llegar a no registrar las conductas abusivas como algo disfuncional o éticamente incorrecto. La persona incorpora el maltrato a su repertorio de respuestas habituales, tanto en el caso de quien lo ejerce (victimario) como de quien lo de recibe (víctima).

El nivel comunitario también aporta a la naturalización de la violencia al tolerar pautas abusivas en sus múltiples expresiones (violencia en el colegio, violencia en los medios masivos de comunicación, violencia en la iglesia, violencia en el deporte y en el arte, etc.).

En el nivel más amplio —el social—, la tolerancia a la violencia se expresa en asuntos tales como las concepciones distorsionadas sobre qué es un hombre y qué es una mujer, que terminan avalando la violencia masculina, la impunidad de los agresores, la precaria legislación para proteger a las víctimas, las profundas desigualdades sociales debido a políticas perversas, que son una violencia en sí mismas, etc. Todo esto da por resultado que todos, aun los cristianos, seamos cada vez más tolerantes y más pasivos frente al maltrato, en nuestros hogares, en nuestras iglesias, en nuestra sociedad en general.

¿Cómo despertar de este letargo de conciencia y hacer algo al respecto, no admitiendo ninguna forma de violencia, sutil o abierta, en nuestras interrelaciones? Al respecto, en esta obra quisiéramos proponer pautas de prevención aplicables en los distintos ámbitos, en particular en el nivel relacional, tanto individual como comunitario. Al hacerlo, en especial quisiéramos referirnos a la iglesia de Jesucristo, no sólo porque consideramos que Dios tiene mucho que decir sobre este ser humano —creado a su imagen y semejanza, hombre y mujer—, acerca de su interrelación en la pareja y su vida en familia, sea la familia humana o la familia de la fe; sino también porque la familia de la fe tiene mucho para aportar a una familia que experimenta violencia entre sus miembros, sobre todo porque es mucho lo que se puede hacer desde un enfoque preventivo dirigido a los niños, adolescentes, jóvenes y matrimonios.

1 Graciela Ferreira, La mujer maltratada, Sudamericana, Buenos Aires, 1989, p. 25.

2 Por ejemplo, en la Argentina se han dictado buenas leyes sobre violencia de género y se han logrado avances significativos en este terreno durante los últimos años. Sin embargo, no siempre esto se traduce en correcta implementación en vastos sectores del país o en la asignación de fondos para cubrir la protección que las víctimas de maltrato deben recibir.

3 Consulta Regional sobre relaciones de género, violencia hacia la mujer y Misión Integral, Red Miqueas, Agosto 2011, p. 74.

4 Dentro de las cuatro paredes. Infografías. Paz y Esperanza, Comunidad y Cambio. Con el apoyo de Restored. Ending violence against women. (www.restoredrelationships.org)

5 Organización Panamericana de la Salud, Oficina Regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud, Informe mundial sobre la violencia y la salud, Washington, D.C., 2003, pp. 98-99.

6 Jorge E. Maldonado, Crisis, pérdidas y consolación en la familia, Libros Desafío, Michigan, Grand Rapids, Estados Unidos, 2002, p. 17.

7 Informe mundial sobre la violencia y la salud, op. cit., p. 5.

8 «Víctimas de delitos», Documento de Trabajo preparado por la Secretaría de las Naciones Unidas para el Séptimo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, Milán, 26 de agosto a 6 de septiembre de 1985 (A/CONF.121/6), traducción española del original en inglés, parágrafo 18, p. 10.

9 Mujeres maltratadas. Los mecanismos de la violencia en la pareja. Hirigoyen, Marie-France. Paidos, 2006. Pág. 53

10 Unicef Argentina. Comunicación. Ante el abuso sexual infantil, la indiferencia es aceptación. https://www.unicef.org/argentina/spanish/media_13782.htm

11 Informe mundial sobre la violencia y la salud, op. cit., p. 5.

12 Autores varios, Paidós, Buenos Aires, 1994, pp. 36-39.

13 Emilio Viano, Violencia, victimización y cambio social, Editora Córdoba, Córdoba, 1987, p. 18.

14 Ibid., pp. 34-35.

15 ONU. MUJERES. Hechos y cifras. Acabar con la violencia contra mujeres y niñas. http://www.unwomen.org/es/what-we-do/ending-violence-against-women/facts-and-figures#sthash.yp1bSSVm.dpuf

16 OMS, OPS. Comprender y abordar la violencia contra las mujeres. Hoja informativa, 2013, p. 3. Versión electrónica: http://www.paho.org/hq/index.php?option=com_docman&task=doc_view&Itemid=270&gid=23944&lang=es

17 Agencia Latinoamericana y Caribeña de Comunicación (ALC) http://alc-noticias.net/es/2016/11/18/40-de-las-mujeres-que-su sufren-violencia-domestica-son-evangelicas-dice-reciente-investigacion/

18 Priscila Singh, Las iglesias dicen “no” a la violencia contra la mujer. Plan de acción para las iglesias. Iglesia Evangélica Luterana Unida, 2005, pp. 39, 45.

19 Restaura. Poniendo fin a la violencia doméstica. Manual para las iglesias, p. 6 http://www.restoredrelationships.org

20 Urie Bronfenbrenner, La ecología del desarrollo humano, Paidos, Barcelona, 1979.

 

1

La violencia en la pareja

No es mi cumpleaños o ningún otro día especial; tuvimos nuestro primer disgusto anoche y él me dijo muchas cosas crueles que en verdad me ofendieron. Pero sé que está arrepentido y no las dijo en serio, porque él me mandó flores hoy.

No es nuestro aniversario o ningún otro día especial; anoche me lanzó contra la pared y comenzó a ahorcarme. Parecía una pesadilla, pero de las pesadillas despiertas y sabes que no es real; me levanté esta mañana adolorida y con golpes en todos lados, pero yo sé que está arrepentido; porque él me mandó flores hoy.

Y no es el Día de San Valentín o ningún otro día especial; anoche me golpeó y amenazó con matarme; ni el maquillaje o las mangas largas podían esconder las cortadas y golpes que me ocasionó esta vez.

No pude ir al trabajo hoy, porque no quería que se dieran cuenta. Pero sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy. Y no era el Día de la Madre o ningún otro día. Anoche, él me volvió a golpear, pero esta vez fue mucho peor.

Si logro dejarlo, ¿qué voy a hacer? ¿Cómo podría yo sola sacar adelante a los niños? ¿Qué pasará si nos falta el dinero? ¡Le tengo tanto miedo! Pero dependo tanto de él que temo dejarlo. Pero sé que está arrepentido, porque él me mandó flores hoy.

Hoy es un día muy especial. Es el día de mi funeral. Anoche por fin logró matarme. Me golpeó hasta morir. Si por lo menos hubiera tenido el valor y la fortaleza de dejarlo... Si hubiera aceptado la ayuda profesional... hoy no habría recibido flores.

Relato anónimo

«¡Crimen pasional!». Cada día, y desde hace muchos años, recibimos noticias tituladas de este modo a través de los medios masivos de comunicación. Pero sólo en los últimos tiempos comenzó a asociarse el mal llamado «crimen pasional» con casos graves de la violencia familiar que llegan al homicidio de la pareja y en algunos casos al posterior suicidio del agresor, además de las víctimas colaterales: femicidios vinculados, es decir, muerte de familiares, hijos que se quedan sin madre, o que también son muertos en la masacre. En esta misma semana fuimos sacudidos, en nuestro país con la noticia de un hombre que mató a sus cuatro pequeños hijos para luego suicidarse. ¿El motivo de tamaño horror? Castigar a la esposa que había abandonado recientemente la relación debido a los constantes malos tratos recibidos de su esposo. Estos hechos tienen una frecuencia alarmante. Se estima que en la Argentina cada treinta horas muere una mujer asesinada por su pareja, su ex pareja, o alguien muy próximo de su entorno. La mayoría de las veces se trata del hombre que, llevado por celos enfermizos y una ira incontrolable mata a su compañera, en muchas ocasiones cuando ésta se ha separado de él, haya o no formado otra pareja. También suceden casos muy aislados en que es la mujer la que mata a su pareja en defensa propia o empujada por el miedo y la desesperación al verse acorralada en una relación de maltrato de la que no puede ni sabe salir de otra manera. Y es cierto: el maltrato en la familia o en una pareja puede llevar a estos extremos.

Algunos datos estadísticos para ilustrar:

En Argentina

La Organización Civil Casa del Encuentro se dedica desde hace varios años a relevar los datos relativos a femicidios que llegan a las primeras planas de los medios de comunicación. Se descuenta que estas cifras sólo son una proporción menor respecto de las cifras reales difíciles de conocer. Un periódico local refiere:

Mientras se discute la efectividad de las medidas para proteger a las víctimas de la violencia de género, los femicidios siguen ocurriendo.

Durante 2015, 286 mujeres murieron en todo el país a manos de hombres que, en el 71% de los casos, tenían algún vínculo cercano con ellas. Los asesinatos, la mayoría cometidos con armas, dejaron a 214 chicos sin su madre.

Tal como ocurrió en otros relevamientos, la gran mayoría de los hechos de violencia de género se cometieron dentro del hogar. Setenta y seis de los crímenes sucedieron en la vivienda de las mujeres. En tanto, 72 de los homicidios ocurrieron en el inmueble que la víctima compartía con su pareja.1

Pese al esfuerzo de muchos sectores sociales que se movilizan para visibilizar y alertar sobre esta realidad, a la par que reclamar por los derechos humanos de las mujeres y su protección por parte del Estado, como las marchas promovidas por el colectivo “Ni una menos”, los femicidios en el país lamentablemente no han disminuido. Por el contrario, en 2016 se registraron 290 femicidios en el país y, como consecuencia, 401 hijos perdieron a sus madres (242 de ellos menores de edad). La mayoría de esas mujeres tenía entre 19 y 30 años (102 casos), y entre 31 y 50 años (103). Cada 30 horas en promedio, una mujer es asesinada en Argentina por su género. En lo que va del presente año -2017- incluso estas cifras han ido en aumento.

En el mundo

Los datos de una gama amplia de países indican que la violencia en la pareja es la causa de un número significativo de muertes por asesinato entre las mujeres. Estudios efectuados en Australia, Canadá, los Estados Unidos, Israel y Sudáfrica revelan que en 40% a 70% de los asesinatos de mujeres las víctimas fueron muertas por su esposo o novio, a menudo en el contexto de una relación de maltrato constante. Esto contrasta notablemente con la situación de las víctimas masculinas de asesinato. En los Estados Unidos, por ejemplo, sólo 4% de los hombres asesinados entre 1976 y 1996 fueron muertos por su esposa, ex esposa o novia. [...]

Los factores culturales y la disponibilidad de armas definen los perfiles de asesinatos cometidos por la pareja en diferentes países. En los Estados Unidos, el número de asesinatos de mujeres con armas de fuego es mayor que el cometido con todos los otros tipos de armas combinados. En la India, el uso de armas de fuego es raro, pero las golpizas y la muerte por fuego son comunes. Una treta habitual consiste en rociar a una mujer con queroseno, prenderle fuego y luego afirmar que murió en un «accidente de cocina». Los funcionarios indios de salud pública sospechan que muchos asesinatos de mujeres quedan ocultos por las estadísticas oficiales como «quemaduras accidentales».2

El concepto de femicidio permite visibilizar las muertes violentas de mujeres por razones de género y, de esta manera, alcanzar una comprensión más acabada del fenómeno y sus causas. En el marco de la “Declaración sobre el Femicidio” del año 2008, se definió este término como: la muerte violenta de mujeres por razones de género, ya sea que tenga lugar dentro de la familia, unidad doméstica o en cualquier otra relación interpersonal; en la comunidad, por parte de cualquier persona o que sea perpetrada o tolerada por el Estado y sus agentes, por acción u omisión.3

Estos no son hechos aislados, sino cotidianos y recurrentes, a los cuales tenemos que prestar mucha atención. Cerca nuestro puede que la vida de una mujer esté corriendo riesgo.

La opinión pública se conmociona ante estos casos límite y los supone extraordinarios. Sin embargo, por cada crimen conocido, hay millones de «crímenes ocultos» que no llegan a la muerte, al menos de esta forma, y que están silenciados e invisibilizados dentro de las cuatro paredes del hogar. Es que la violencia en la pareja, como los otros tipos de violencia en la familia, suele ser escondida, por distintos motivos, tanto por parte del agresor como de la víctima. Y no sólo por ellos; también la sociedad ayuda a negar la existencia de esta problemática. Hasta en las iglesias hemos intentado ignorarla, sobre todo a través de prejuicios tales como: «esto no sucede en las familias cristianas», «los cristianos soportan toda clase de malos tratos», etc., que hemos comentado en nuestra introducción.

Para tomar conciencia de la magnitud del problema, veamos algunos párrafos del Informe mundial sobre la violencia y la salud, publicado en inglés en octubre del año 2002 por la Organización Mundial de la Salud:

En 48 encuestas basadas en la población efectuadas en todo el mundo, entre 10% y 69% de las mujeres mencionaron haber sido agredidas físicamente por su pareja en algún momento de sus vidas [...] Para muchas de estas mujeres, la agresión física no era un suceso aislado sino parte de una pauta continua de comportamiento abusivo.

La investigación indica que la violencia física en las relaciones de pareja se acompaña a menudo de maltrato psíquico, y en una tercera parte a más de la mitad de los casos también hay abuso sexual. En el Japón, por ejemplo, entre 613 mujeres que en un momento dado habían sido maltratadas, 57% habían sufrido los tres tipos de abuso: físico, psíquico y sexual. Menos de 10% de estas mujeres habían experimentado sólo maltrato físico. [...]

La mayoría de las mujeres que son víctimas de agresión física por lo general se ven sometidas a muchos actos de violencia con el transcurso del tiempo. En el estudio de León (Nicaragua), por ejemplo, 60% de las mujeres maltratadas durante el año precedente habían sido agredidas más de una vez, y 20% habían experimentado violencia grave más de seis veces. Entre las mujeres que notificaron una agresión física, 70% denunciaron maltrato grave. El número promedio de agresiones físicas durante el año precedente entre las mujeres que actualmente sufrían maltrato, según una encuesta efectuada en Londres, Inglaterra, fue de siete, mientras que en los Estados Unidos, según un estudio nacional realizado en 1996, fue de tres.4

Una nota periodística de nuestro país sintetiza:

 En Brasil, cada 4 minutos una mujer es agredida en su hogar o por una persona de su entorno afectivo.

 En México, el 70 por ciento sufrió algún tipo de violencia por parte de su pareja.

 En Estados Unidos, cada 15 segundos una mujer es golpeada, por lo general, por su compañero íntimo.

 En Francia, cada mes mueren entre 10 y 15 mujeres por agresiones de su pareja.

 En Inglaterra, una de cada 10 sufre algún tipo de violencia física en una relación de pareja y una de cada ocho fue violada por su compañero.

 En España las estadísticas arrojan cifras de altísimo riesgo en las mujeres que se separan o en las etapas posteriores a la ruptura. En 2003, 68 mujeres perdieron la vida. Siete de cada 10 asesinadas estaban en trámite de divorcio.5

El maltrato familiar puede ser protagonizado, como víctima, victimario o testigo, por cualquier miembro de la familia, en cualquiera de sus roles. Sin embargo, debemos subrayar nuevamente que los miembros más vulnerables dentro de una familia por su género, edad o condición, son las mujeres, los niños, los discapacitados y los ancianos.

En este capítulo nos referiremos al maltrato que sucede dentro de la relación de pareja. En el concepto «pareja» incluimos noviazgos, matrimonios, uniones de hecho, concubinatos, y toda forma de convivencia en pareja más o menos estable.

Como ya se mencionó, el maltrato hacia la mujer es histórico, atravesó todos los tiempos y todas las culturas. Sólo en los últimos años se lo ha puesto de relieve como violación a los derechos humanos. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha subrayado que a pesar de que cualquier mujer –de distintos rangos etarios, sociales, económicos, raciales– puede ser objeto de maltrato, reconoce que hay sectores como “las mujeres indígenas, las refugiadas, las mujeres migrantes, las mujeres que habitan en comunidades rurales o remotas, las mujeres indigentes, las mujeres recluidas en instituciones o detenidas, las niñas, las mujeres con discapacidades, las ancianas y las mujeres en situaciones de conflicto son particularmente vulnerables a la violencia”6

En la sesión plenaria de diciembre de 1993, la ONU dictó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, entendiéndola como:

Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real, un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.7

Nuevamente nos conmueve que una relación tan íntima, tan comprometida, destinada a ser una fuente de placer y de crecimiento para ambos miembros, se convierta en un espacio destructivo y de tanto sufrimiento.

Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios.

 

Salmo 55.12-14 (RV60)

Estos textos son una alusión profética a la traición que Jesús experimentaría de parte de Judas, que nos muestra que el efecto del dolor es mayor cuando es causado por alguien en quien se ha confiado, del ámbito íntimo, o en quien se han puesto expectativas de cuidado, seguridad y bienestar.

Asimismo, porque sabemos que en nuestra sociedad la violencia en la pareja se subsume, en su mayor parte, bajo la violencia de género, en este capítulo usaremos deliberadamente el masculino para el agresor y el femenino para la víctima. Ser mujer, en este caso, constituye el primer factor de riesgo para ser víctima de violencia en la familia, en una sociedad en la que todavía el machismo está vigente en sus formas más crueles.

Ésta es una violencia con un componente específico que nunca se debe perder de vista. El factor riesgo es ser mujer y el mensaje que envía es de dominación o sumisión: es una estrategia necesaria para el sostenimiento de las relaciones patriarcales, tanto en el espacio público como en el privado.8

Para advertir sobre factores sociales que favorecen este tipo de violencia, la Organización Panamericana de la Salud expresa:

Los estudios en diversos entornos han documentado muchas normas y creencias sociales que apoyan la violencia contra la mujer, como las siguientes:

 El hombre tiene derecho a imponer su dominio sobre una mujer y es considerado socialmente superior.

 El hombre tiene derecho a castigar físicamente a una mujer por su comportamiento “incorrecto”.

 La violencia física es una manera aceptable de resolver el conflicto en una relación.

 Las relaciones sexuales son un derecho del hombre en el matrimonio.

 La mujer debe tolerar la violencia para mantener unida a su familia.

 Hay veces en las que una mujer merece ser golpeada.

 La actividad sexual –incluida la violación– es un indicador de la masculinidad.

 Las niñas son responsables de controlar los deseos sexuales de un hombre.9

No desconocemos que en una ínfima proporción son los hombres las víctimas de la violencia femenina (se considera en un 3% a 5% para la violencia física). Por razones de fuerza física, es más probable que, sobre sus parejas, ellas ejerzan maltrato emocional y verbal antes que maltrato físico. Recordemos que la violencia es propiciada por el abuso de poder de los más fuertes sobre los más débiles. En ocasiones, el «débil» es el hombre, en especial en estos tiempos de tanta desocupación que causa desvalorización y depresión en el varón. A esto se suma el avance de la mujer en el mercado laboral, lo que la pone a veces en situación de mayor poder que su marido.

En los casos de «violencia cruzada», ambos miembros de la pareja tienen conductas de maltrato, protagonizando episodios recurrentes y cíclicos para volver más tarde a etapas de mayor tranquilidad y calma. Cabe destacar que en la así llamada «violencia cruzada», ocasionalmente uno de ellos –generalmente la mujer– aprende a defenderse usando las mismas armas con las que fue atacada reiteradas veces. En lugar de salir del círculo abusivo, ahora ella también responde con violencia como respuesta al maltrato recibido por parte de su compañero y como modo de defensa frente al mismo.

Una de las formas más comunes de violencia contra la mujer es la infligida por su marido o pareja masculina. Esto contrasta sobremanera con la situación de los hombres, mucho más expuestos a sufrir agresiones de extraños o de conocidos que de personas de su círculo íntimo. El hecho de que las mujeres a menudo tengan vínculos afectivos con el hombre que las maltrata y dependan económicamente de él, ejerce gran influencia sobre la dinámica del maltrato y las estrategias para hacerle frente.

La violencia en la pareja se produce en todos los países, independientemente del grupo social, económico, religioso o cultural. Aunque las mujeres pueden agredir a sus parejas masculinas, y la violencia también se da a veces en las parejas del mismo sexo, la violencia en la pareja es soportada en proporción abrumadora por las mujeres e infligida por los hombres. Por este motivo, en el presente capítulo se abordará el tema de la violencia infligida por los hombres a sus parejas.

Desde hace mucho tiempo, las organizaciones de mujeres en todo el mundo han venido denunciando la violencia contra la mujer, en particular la infligida por su pareja. Gracias a sus esfuerzos, la violencia contra la mujer en la relación de pareja se ha convertido en un motivo de preocupación internacional. Considerada inicialmente como un tema sobre todo de derechos humanos, la violencia masculina en la pareja se ve cada vez más como un problema importante de salud pública.10

Tipos de maltrato

De acuerdo al tipo de fuerza que se emplee, la violencia puede ser:

 física;

 emocional o psicológica;

 sexual;

 patrimonial o financiera;

 simbólica.

Independientemente de la intencionalidad consciente del agresor, siempre que hay maltrato se produce un daño a la persona agredida. Por lo general, la relación abusiva incluye distintos tipos de maltrato, los que se superponen, refuerzan o complementan. El maltrato puede ser físico, psicológico o patrimonial, pero el daño común a todas las formas de maltrato es el emocional, el que deja en la víctima huellas a largo plazo, muchas veces invisibles pero no por eso menos reales.

Por lo común, la violencia comienza ya desde el noviazgo11, y se perpetúa y agrava en el matrimonio o en la convivencia.

Incluimos a continuación una lista descriptiva de variadas expresiones de maltrato, a fin de identificar con claridad los comportamientos violentos. De todos modos, la lista no agota todas las posibilidades de maltrato que encontramos frecuentemente al trabajar con personas que padecen violencia conyugal:

Violencia física: darle a la víctima golpes, pellizcos, cachetadas, empujones; producirle quemaduras con combustible o con objetos calientes; intentar estrangularla; tironearla o arrastrarla del pelo; escupir o ensuciar el cuerpo de la mujer; hacerle comer o tragar por la fuerza la comida u otros elementos; provocarle cortes y heridas con objetos útiles a tal fin; arrojarle objetos o pegarle con ellos; aprisionarla contra la pared o los muebles; encerrarla en el baño o en el dormitorio; mantenerla a oscuras; perseguirla por toda la casa; arrojarla del auto; abandonarla en lugares desconocidos o peligrosos; patearle el vientre durante el embarazo; despertarla a cada rato para no permitirle descansar; atormentarla físicamente con todo tipo de torturas; matarla.

Violencia emocional, psicológica y verbal: insultar y usar adjetivos degradantes; proferir amenazas (de muerte, de llevarse los chicos, de echarla); criticarla por todo cuanto ella dice o hace; gritarle y darle órdenes (frente a los hijos, y a veces frente a otros); humillarla, burlarse de ella y hacerle bromas que la hieren; culparla por todo lo que sucede en el hogar; no tomar en cuenta sus gustos, sus opiniones y sentimientos; mostrarse cínico, prepotente o insolente con ella; acusarla de traidora o desleal si ella cuenta lo que sucede a otros; manifestarle desprecio por ser mujer; humillarla y denigrarla de múltiples maneras; compararla con otras mujeres; confundirla con argumentos contradictorios y doble mensajes; hacerle creer que es ella la que está loca o trastornada; ignorar su presencia; no hablarle; mirarla con desprecio; reírse de ella; agraviarla al sospechar de ella continuamente; acusarla de infidelidad; querer tener la última palabra en todo; no admitir ser contrariado en nada; no permitir explicaciones ni reproches; ser negligente con respecto a las necesidades de ella; amenazarla con suicidarse o con matarla; mentirle; no cumplir las promesas o acuerdos matrimoniales; no responsabilizarse de sus errores; tomar a los hijos como aliados frente a la madre; desautorizarla frente a ellos; elogiarla y humillarla alternativamente, confundiéndola; exigirle sometimiento y obediencia; hacer que tema el futuro si no está con él; intimidarla de múltiples maneras (con amenazas, rompiendo objetos de valor para ella, etc.); criticar a su familia y demás relaciones todo el tiempo; expresar una moralidad religiosa rígida, perfeccionista, haciéndole sentir culpa y estar en falta; etc.

Violencia sexual (incluye todo tipo de contactos sexuales en contra de la voluntad del cónyuge, con o sin penetración): exponerla involuntariamente a pornografía; nunca aceptar un «no» como respuesta, tratarla de manera grosera e insultante durante el coito; burlarse de ella y descalificarla por su rendimiento sexual; obligarla a tener relaciones sexuales delante de los hijos o de otras personas; violarla cuando está dormida; pedirle que realice gestos o actitudes que la humillan o incomodan; acusarla de frígida; obligarla a hacer el amor cuando está deprimida, cansada o enferma, o incluso luego de golpearla; no mostrarse cariñoso con ella ni respetar su tiempo diferente; obligarla a tener relaciones sexuales amenazándola con armas; compararla con otras mujeres o hablarle de otras mujeres con las que se acuesta; etc.