Za darmo

Un año en quince minutos

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Julia. Lo sé.

Luis. Cómo!..

Julia. Es decir, lo adivino. Se despertó.

Luis. Justamente.

Julia. En fin…

Luis. En fin, señora, estaba ya á punto de adelantar estraordinariamente en mi conquista, cuando de repente siento que mis fuerzas me abandonan, mi cabeza se inclina, una languidez mortal se apodera de todo mi cuerpo, y mis ojos empiezan á disminuir de diámetro, y por lo tanto de circunferencia.

Julia. (Riendo y levantándose). Era el ópio!..

Luis. (Levantándose). Si señora, el ópio, que hacia su oficio de narcótico eficaz, pero poco inteligente. Cuando me desperté, mi bella desconocida habia desaparecido: me hallaba solo en el carruaje.

Julia. Y eso es todo?

Luis. Todo, señora.

Julia. Pero, y el desenlace de la novela?

Luis. No llega mas que hasta ahí.

Julia. Y espera usted volver á ver á su desconocida?

Luis. Volver á verla, no, porque no tuve el placer de verla; pero encontrarla… oh! sí, la encontraré.

Julia. Cómo!.. Sabe usted acaso su nombre?..

Luis. No.

Julia. Pues entonces, qué medios piensa emplear para?..

Luis. Tengo una prueba de conviccion, un objeto dejado por ella en el carruaje, y que siempre llevo conmigo. Cuando voy á alguna parte, lo saco de vez en cuando, como ahora (Saca el pañuelo.); y si por casualidad pertenece á mi desconocida, no podrá menos decir al verlo…

Julia. (Levantándose). Mi pañuelo!..

Luis. Precisamente.

Julia. Y entonces…

Luis. Entonces la pediré su mano; y quince dias despues me casaré con ella.

Julia. Y si se burla de usted?

Luis. Esperaré á que haya concluido de burlarse.

Julia. Y si es casada?

Luis. Esperaré á que haya concluido… Pero no… si es casada… entonces, me arrojaré desesperado al canal. (Julia se echa á reir. Don Luis vá andando detrás de ella, y al llegar al velador vé el pañuelo). Pero… Dios mio! Qué veo!.. No es ilusion!.. Es igual!.. (Lo coge). La misma marca!.. (Saca su pañuelo). El mismo bordado!.. No es un sueño!.. Pero, entonces mi desconocida, el ángel de mis sueños, aquella á quien busco hace tanto tiempo, es usted…

Julia. Yo!.. usted se equivoca!.. Yo no…

Luis. Oh! Si señora… esa turbacion… esta prueba irrecusable… bien claro lo dicen.

Julia. Pues bien, sí, caballero; yo soy. Qué tenemos con eso?

Luis. Que soy el mas feliz de los hombres; que voy ahora mismo á la Vicaría…

Julia. Caballero!.. Está usted loco?

Luis. Es que la amo tanto!..

Julia. No decia usted eso ahora poco.

Luis. Es que ahora poco no sabia que usted fuese usted, es decir ella; y si no la amaba á usted, era porque mi amor á usted me impedia que la amase á usted, es decir, á ella.

Julia. Basta de bromas, caballero, y vengamos al verdadero objeto de su visita. Le agrada á usted el cuarto, si ó no?

Luis. Me agradaria si lo habitásemos juntos.

Julia. Ya he dicho á usted que dentro de dos semanas estará á su disposicion; por lo demas, caballero, permítame usted que me retire.

Luis. Pero, señora…

Julia. El casero le enterará de las condiciones. (Váse).

ESCENA V

LUIS. – Despues DOLORES

Luis. Habráse visto hombre mas desgraciado que yo!.. Con que es decir que despues de tanto como me ha costado el encontrarla, he de dejar escapar la primera ocasion favorable que se me presenta?.. Oh! no… (Vá á entrar por donde se fué Julia, y sale Dolores).

Dolor. A dónde va usted?

Luis. Déjame, Dolores. Quiero hablar á tu ama, quiero verla.

Dolor. Lo siento mucho, pero no puede ser: me ha dicho que vea usted si le acomoda la habitacion, y que concluya de una vez.

Luis. Ay, Dolores! Estoy enamorado de tu ama furiosamente: la amo como un loco, como un desesperado.

Dolor. Jesús, qué miedo! – Pero y si ella no le ama á usted!

Luis. Que no me ama? eso lo veremos… Pero no; dime que me amará, esto al menos será un consuelo.

Dolor. Pues bien, si, le amará á usted; pero sosiéguese por Dios.

Luis. Sosegarme cuando abrigo la dulce esperanza de ser amado por ella! Mira, Dolores… quieres ganarte para un vestido?..

Dolor. Que si quiero?.. Eso no se pregunta. Veamos de qué modo.

Luis. Diciéndome, en primer lugar, qué es preciso hacer para ganar su corazon, y ayudándome despues en la empresa.

Dolor. Corriente, lo haré con mucho gusto: ante todo, para empezar, le repetiré á usted las palabras que mi señora estaba diciendo no hace un cuarto de hora. Escuche usted.

Luis. Con mis cinco sentidos.

Dolor. Para que yo volviese á querer á alguno, seria preciso que este no se pareciese á nadie!..

Luis. Cáspita!.. Pues yo me parezco mucho á mi padre.

Dolor. «Es decir, que no hiciese lo que hacen los demas.»

Luis. Bien, bien; adelante.

Dolor. «Desde luego si empezaba haciéndome la córte le despediria acto contínuo…»

Luis. Está bien; no la haré la córte.

Dolor. «Y si tenia la nécia pretension de solicitar mi mano sin hacerme la córte, le daba calabazas.»

Luis. Pero, señor, entonces de qué modo?..

Dolor. En fin, don Luis, segun yo pude entender, lo que mi señora quiere es, que el paciente recorra en un dia el camino que los otros hacen en un año.

Luis. Ah! Vamos, ya entiendo: á la altura del siglo; un pretendiente al vapor; amores de ferro-carril; con un novio que sea una especie de locomotora.

Dolor. Eso, eso.