Lo que callan las palabras

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barriga La barriga, como bien se sabe, es el abdomen, especialmente el abultado. Dice la Academia en su diccionario que probablemente venga de barrica, ‘especie de tonel mediano que sirve para diferentes usos’ según la definición de ese repertorio, procedente del gascón barrique, cuyo origen es incierto, aunque Corominas y Pascual piensan que procede de una base latina *BARRICA, cuyo origen exacto –quizá galo– se desconoce. Sea como fuere, la forma barriga es genuinamente española, y responde a la evolución normal en nuestra lengua. Que se pasase a denominar el vientre abultado a partir del tonel responde a una comparación fácilmente comprensible, tanto por la forma externa como por la capacidad que tienen para alimentos y bebidas. La misma imagen aparece en otras acepciones de barriga en el diccionario académico, como la ‘parte abultada de una vasija, columna, etc.’ o la ‘comba que hace una pared’. Sebastián de Covarrubias (1611) dice: «barriga, latine dicitur venter, así en el hombre como en los brutos. Algunos quieren darle su etimología de la palabra griega barys, gravis, por ser lo que más gravedad y pesadumbre da en todo animal racional e irracional. En nuestros tiempos se vio un hombre que traía delante de sí un carretoncillo de dos ruedas, en que llevaban la barriga por no la poder sustentar. Otros quieren que sea nombre hebreo […]. Traer barriga la hembra es comúnmente estar preñada. Hacer una pared barriga estar desplomada. Barrigudo, el que tiene gran barriga».

bártulos Los bártulos son los ‘enseres que se manejan’, según la definición que ofrece el diccionario académico para la voz. Tiene su origen en el nombre del famoso jurista medieval Bártolo de Sassoferrato (1313-1357), cuyas obras fueron conocidas por toda Europa y se tenían como textos en los estudios de leyes en las universidades, por lo que los libros de estudio se llamaron bártolos, o bártulos, con una forma latinizante para darle una apariencia culta, designación que también recibieron los argumentos jurídicos. Por lo voluminoso de los libros, el nombre se aplicó a cualquier cosa de bulto, y finalmente fueron esos enseres de la definición del DRAE. No recoge la palabra ningún diccionario anterior a la fundación de la Academia, salvo el de Bernabé Soler (1615), precisamente destinado a los estudiantes que aprendían latín, en el dicho más sabe que un bártulo, que traduce a la otra lengua como prodico doctior, en una clara referencia a los saberes contenidos en un libro.

basílica Las basílicas que conocemos hoy son edificios religiosos, notables por algún motivo, aunque en su origen solo lo eran las trece primeras cristianas como recuerda la primera de las acepciones del diccionario académico, ‘cada una de las trece iglesias de Roma, siete mayores y seis menores, que se consideran como las primeras de la cristiandad en categoría y gozan de varios privilegios’. La palabra procede del latín BASILĬCA, tomado del griego basiliké ‘regia, real, perteneciente al rey’, derivado de basileýs ‘rey’. La basílica era, pues, un palacio, la casa de los reyes, como dice la tercera de las acepciones académicas. En Roma fue un edifico público, en cuya parte inferior se hacían las contrataciones, servía de lonja, mientras que los corredores del piso alto servían de deambulatorio. También se impartía la justicia en ellas. Con la llegada del cristianismo, y, especialmente, con la promulgación del Edicto de Milán (año 313) por Constantino el Grande (ca. 272-337) que proclamaba la libertad de religión y el fin de las persecuciones de los cristianos, se comenzó la construcción de edificios para sus oficios religiosos semejantes a las basílicas romanas, tomando también su nombre. A propósito de la voz dice Sebastián de Covarrubias (1611): «basílica, es nombre griego, basilika […]. A cualquiera casa o palacio suntuoso le daban el renombre de real, y así no solo en las que se juntaban los consejos y audiencias, mas aun las lonjas de los mercaderes se llamaban basílicas. Y porque en tiempo del emperador Constantino se dedicaron algunas de sus reales casas al culto divino, se llamaron estas y las demás que después se erigieron basílicas, como basilica sancta Petri, basilica Salvatoris, &c.»

basura La basura, como bien sabemos, son los ‘residuos desechados y otros desperdicios’, según la segunda acepción del diccionario académico, de la cual nacen las demás que posee la voz. Procede del latín VERSURA, un derivado del verbo VERRERE ‘barrer’, esto es, VERSURA significa ‘acción de barrer’. El paso desde este valor al de los desperdicios es fácil de imaginar. Sebastián de Covarrubias (1611) fue muy escueto al tratar la palabra, recogida con la forma habitual en la Edad Media, la etimológica: «vasura, la vascosidad y polvo que se coge del suelo con la escoba, cuasi versura, del verbo verro, is por barrer».

batata Véase patata.

batiburrillo Si miramos en el diccionario de la Academia la palabra batiburrillo veremos que coloquialmente es la ‘mezcla desordenada de cosas, que no guardan relación entre sí’ como, también coloquialmente, ‘en la conversación y en los escritos, mezcla de cosas inconexas y que no vienen a propósito’. Batiburrillo se formó a partir de la voz baturrillo, derivado nominal del verbo batir con el valor de ‘mover y revolver alguna sustancia para que se condense o trabe, o para que se licue o disuelva’, que se debió cruzar con zurriburri ‘barullo, confusión’, pasando de baturrillo a batiburrillo. El único de nuestros repertorios anteriores al Diccionario de Autoridades que registra la palabra baturrillo es el Tesoro de la Lengua Castellana (1693) de Juan Francisco de Ayala Manrique, de la que dice atinadamente: «voz popular y poco seria que significa cosa líquida que se incorpora como betún o caldo de diferentes mixturas; díjose del verbo batir, porque se puede menear y se mezcla batiéndolo, como los huevos». Por su parte, batiburrillo es una forma reciente en la lengua, que no aparece en el DRAE hasta 1925 (15ª ed.), aunque ya se documenta en 1769.

baturrillo Véase batiburrillo.

bauxita Define la Real Academia Española en su diccionario la bauxita como el ‘óxido hidratado de aluminio que contiene generalmente cierta cantidad de óxido de ­hierro y suele ser de color blanquecino, gris o rojizo’. De ella se extrae el aluminio. El nombre se deriva de Les Baux, localidad de Provenza (Francia), donde fue identificada por vez primera.

bechamel o besamel o besamela El diccionario académico registra la palabra bajo esas tres formas, aunque prefiere las que tienen -s-, cuyo significado es el de ‘salsa blanca que se hace con harina, crema de leche y mantequilla’. Procede del francés béchamel, por Louis de Béchameil (1630-1703), marqués de Nointel, a cuyo cocinero se atribuye el invento para acompañar al bacalao, por más que, al parecer, la receta fuese llevada a Francia por los cocineros italianos de Catalina de Médici (1519-1589), casada con Enrique II de Orléans (1519-1559) en 1533. La salsa, con modificaciones, y más o menos espesa, según los usos que se haga de ella, no tardó mucho en popularizarse y difundirse por todas las cocinas.

berlina Es el coche de cuatro puertas, así llamado porque los primeros se fabricaron en la ciudad alemana de Berlín, aunque entonces eran los tirados por caballos y de dos asientos.

berrear En cualquiera de los usos generales de berrear significa ‘dar gritos’, sean los animales, especialmente los becerros, sean los niños (‘llorar o gritar desaforadamente’) o las personas mayores (‘gritar o cantar desentonadamente’). Se trata de una voz de origen onomatopéyico, según la Academia, o de un derivado del latín VERRES ‘cerdo, verraco’, seguramente por sus sonoros gruñidos. Si se trata de una onomatopeya, no está de más recordar que berr es voz para llamar a las ovejas y cabras (son los becerros los animales que berrean principalmente), e igualmente la voz de algunos animales. Véase también el artículo berrinche.

berrinche La palabra berrinche es de uso coloquial, empleándose en España con el solo sentido de ‘coraje, enojo grande, y más comúnmente el de los niños’. Es un derivado de la voz latina VERRES ‘cerdo, verraco’, por los fuertes gruñidos que emite este animal, o por su respiración anhelante. El término latino es una onomatopeya de esa respiración, formada sobre la base werr. Por otro lado, como ha quedado dicho en la palabra anterior, berr es la voz de algunos animales. Véase también el artículo berrear.

berza La berza es la col, así como el nombre de algunos potajes regionales que la tienen como ingrediente. Procede de la voz del latín vulgar VĬRDĬA plural de VĬRDIS, del clásico VIRĬDIS ‘verde’. Esto quiere decir que la berza se llama berza porque es verde. Y si es así, ¿por qué se escribe con b inicial y no con v? Por un lado está la confusión que se producía en las grafías desde la Edad Media. Por otro, una decisión de la Academia: cuando los primeros académicos redactaban el Diccionario de Autoridades, le tocó el turno a la palabra berza el 12 de diciembre de 1720. Los académicos estaban convencidos de que debía escribirse con v por su etimología, pero D. Antonio Dongo escribió un largo alegato defendiendo la procedencia de BRASSICA (‘col’ en latín), convenciendo a la mayoría. Como las decisiones en la Institución se adoptan por votación, resultó ganadora la grafía berza, que la apartaba de lo verde.

También se utiliza berza para designar coloquialmente la borrachera, aunque el diccionario académico no recoge este sentido. No sé yo cuál haya podido ser el paso de la col a la borrachera, aunque probablemente se deba a que tradicionalmente ha sido considerada buena para prevenir y curar la intoxicación etílica, como decía Catón, cuyas enseñanzas recogió Sebastián de Covarrubias (1611) en un largo artículo: «berza, una especie de col muy conocida y usada en Castilla […]. Púdose decir berza, cuasi bresza, de brassica, su nombre latino. Las que venden todo género de verduras toman el nombre de las berzas, y las llamamos berceras, las cuales, estando unas cerca de otras, suelen reñir y tratarse muy mal de palabras, y así, cuando dos o tres mujeres se han dicho los nombres de las Pascuas, decimos haberse tratado como unas berceras. La berza dicen ser enemiga de la vid, y con todo eso la suelen poner por ramo en la taberna, y lo mismo hacen de la yedra la una y la otra verdes, y resisten a la borrachez; y así están pregonando templanza a los que entran a beber, y al tabernero pena si echa agua al vino, porque, según Catón, si el vino aguado se echa en un vaso hecho de yedra, se sale el vino y se queda el agua […]».

 

Es un derivado de berza el término berzotas (‘persona ignorante o necia’ según la definición del diccionario de la Academia, aunque no explica el origen), formado con el sufijo aumentativo de carácter despectivo -otas.

besamel o besamela Véase bechamel.

besugo Define la Academia en su diccionario la palabra besugo como ‘pez teleósteo, acantopterigio, provisto de algunos dientes cónicos en la parte anterior de las mandíbulas, y de dos filas de otros tuberculosos en la posterior. El besugo común con una mancha negra sobre la axila de las aletas torácicas, y el de Laredo, de mayor tamaño y con la mancha sobre las aletas, son comunes en el mar Cantábrico y muy apreciados por su carne’, pero nada dice del origen de su nombre, que no parece muy claro. Corominas y Pascual exponen que quizás proceda del occitano besu(c) o besugue ‘bizco’, por los ojos abultados del pescado, del mismo origen que bisojo ‘bizco’. Es también la forma de los ojos, y el aspecto de su cabeza, lo que ha llevado a la otra acepción que vemos en el DRAE, ‘persona torpe o necia’, que nada tiene que ver con el comportamiento del animal. El nombre es conocido desde antiguo en la lengua, y Sebastián de Covarrubias, ponderando la calidad de su carne, puso en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611): «besugo, cuasi belsugo, por ser la carne de este pescado delicada y sabrosa y libre de espinas, fuera de la que tiene en medio, que con facilidad se despide y aparta de la carne. Decimos estar uno helado como un besugo porque se traen en tiempo que hace muchos hielos y caminan de noche con ellos, porque no se corrompan, y así hay un casi proverbio del vizcaíno que dice besugo mata mulo, y da mulo, porque fatiga los machos, por la prisa que traen con ellos, pero con la ganancia se repara todo el daño».

bicoca La palabra bicoca es de uso coloquial tanto para referirse a la ‘ganga (bien que se adquiere a bajo precio)’ como a la ‘cosa de poca estima y aprecio’, como puede leerse en la segunda y primera acepciones del diccionario académico, siendo de mayor empleo aquella que esta. El DRAE nos explica el origen de la voz, procedente del italiano bicocca, y este de Bicocca, población italiana al oeste de Milán, y nombre de la batalla que en este lugar libraron franceses y españoles en 1522, con lo que se relaciona el tercero de los sentidos que vemos aparecer en el repertorio de la Academia, aunque ya anticuado, ‘fortificación pequeña y de poca defensa’. En esa batalla, las tropas imperiales estaban fortificadas en Bicocca, siendo atacadas por las francesas, muy superiores en número. Sin embargo, la mejor táctica española, y el empleo de arcabuces, armas de fuego portátiles, hizo que el desigual enfrentamiento se convirtiera en una fácil y aplastante victoria, conseguida sin bajas. De ahí que lo logrado sin mucho trabajo o esfuerzo sea una bicoca. Sebastián de Covarrubias (1611), en cuyo diccionario se recoge la palabra por primera vez, proporciona la siguiente información: «bicoca, es un modo de garita hecha de tablas, como torrecilla en que está el soldado que hace la centinela. Díjose del nombre griego bicos, dolium, que se puede romancear cubeta, y el aposento cuando es muy estrecho, que no se puede uno espaciar en él, decimos ser una bicoca».

bidé La palabra bidé es de reciente introducción en la lengua, y en el diccionario académico no aparece hasta la edición de 1899, la 13ª, en el suplemento, por más que ya la registraban algunos diccionarios a mediados del siglo XIX. Decía la Academia entonces que el bidé es un ‘mueble que contiene una cubeta de figura de caja de guitarra, la cual sirve para lavarse ciertas partes del cuerpo’. Después, claro, el objeto ha cambiado su apariencia y el lugar donde se halla (ha pasado del dormitorio al cuarto de baño) por la evolución que supuso la llegada a las casas del agua corriente, de modo que hoy es el ‘recipiente ovalado instalado en el cuarto de baño que recibe el agua de un grifo y que sirve para el aseo de las partes pudendas’. La forma de guitarra era la originaria, y aunque los bidés modernos son frecuentemente ovalados, no quiere decir que no existan los otros. El bidé fue un invento francés del que ya hay noticias a principios del siglo XVIII. Cuando se produjo su expansión por Europa, nos llegó con la voz que se empleaba en francés para nombrarlo, bidet, que es un derivado del verbo bider ‘trotar’. El término bidet servía para nombrar a un caballo de montar y de trabajo, de poca alzada, rechoncho y resistente, parecido a un póney, hoy desaparecido debido a la mecanización de las tareas agrícolas. La imagen de quien, a horcajadas, se acomoda sobre el aparato sanitario para asearse debió recordar la de quien cabalgaba sobre el caballito, y así la voz con que se conocía al animal pasó a valer también para el recipiente donde se hacen las abluciones íntimas.

bigote Mucho se ha escrito acerca del origen de esta palabra, y de su época de llegada a nuestra lengua. Parece que está emparentada con la expresión germánica bî Got o alemana bei Gott, que en ambos casos significa ‘por Dios’. Debía ser empleada por los lansquenetes (soldados de la infantería alemana), dados a blasfemar, los cuales, mientras proferían el juramento, se pasaban la mano por la zona del bigote. Quienes los veían pusieron en relación el gesto con la frase, y comenzaron a emplearla para denominar el bigote. El gran Nebrija ya en su Diccionario latino-español (1492) puso: «mustax, acis, por el bozo o bigot de barba», y en el Vocabulario español-latino (seguramente de 1495): «bigot de barba, mustax, acis», por lo que la introducción de la palabra tuvo que ser anterior a los contactos con las gentes que vinieron con Felipe El Hermoso (1478-1506) tras su matrimonio con Juana I de Castilla (1479-1555), Juana la Loca, en 1496. Otros lexicógrafos han proporcionado etimologías pintorescas, como Fr. Diego de Guadix (1593), que, pretendiendo que la voz viniese del árabe, escribió: «bigote llaman en España a una parte de la barba del hombre que es los extremos del bozo. Consta de bi, que en arábigo significa ‘con’, como si dijésemos cum, y de gat, que significa ‘cubierta’ o ‘cobertura’, así que todo junto, biyat, significa ‘con cubierta’ o ‘con cobertura’. Vale o significa tanto como decir ‘rostro con cobertura de barba’ o ‘boca con cobertura de barba’, como si dijésemos cubierta de barba, y corrompido dicen bigote y bigotes». No es menos pintoresca la propuesta del médico cordobés Francisco del Rosal (1601): «bigotes, es cosa de dos puntas, de bis, dos, y copton, griego, que es la punta o cosa puntiaguda». Y ya puestos a buscar orígenes peregrinos, recordemos a Sebastián de Covarrubias (1611): «bigotes, es vocablo francés, y son unos rollitos de pan y azúcar para los niños, y porque tienen esta forma los pelos largos del labio superior de la barba se llamaron bigotes, como en el italiano mostachos, porque también son semejantes a otros rollos que se hacen en Italia de pan, azúcar y canela, o el mostacho tomó el nombre del bigote con el nombre griego de donde trae origen nam mýstaks, labrum, significat barbam in superiori labro [pues mýstaks, labio quiere decir barba en el labio superior] [...]», aunque también aduce la autoridad del Brocense, quien atinadamente había puesto en sus Etimologías españolas (hacia 1580): «teut. bigod, per Deum, y jurando asen los mostachos».

bikini Véase biquini.

biquini La Academia prefiere la grafía biquini a bikini para el ‘conjunto de dos prendas femeninas de baño, constituido por un sujetador y una braguita ceñida’, como lo define en su diccionario. La palabra tiene su origen en Bikini, uno de los atolones de las Islas Marshall en el Pacífico. Este nombre parece haberse formado con los términos de la lengua autóctona pik ‘superficie’ y ni ‘coco’. El bikini posee ya una larga historia, pues fue presentado en 1946 por el ingeniero francés Louis Réard (1897-1984), quien le puso el nombre tomándolo del atolón, donde los EEUU habían comenzado sus pruebas con bombas atómicas. Parece que el nombre le vino a Réard cuando la modelo encargada de presentarlo le dijo que iba a ser más explosivo que la bomba atómica. La primera sílaba de la palabra bikini nada tiene que ver con el elemento compositivo bi- ‘dos’, pese a que el bañador tenga dos piezas. Esta falsa segmentación es la que ha llevado a creaciones posteriores como monoquini o triquini (o monokini y trikini), según el número de piezas del atuendo.

birria La palabra birria comienza a documentarse muy tardíamente en nuestra lengua, a finales del siglo XIX. Dice la Academia, en la primera acepción de su diccionario, que significa ‘persona o cosa de poco valor o importancia’. No dice nada de su origen, mientras que Corominas y Pascual creen que se trata de un dialectalismo leonés procedente del latín vulgar *VĔRRĔA, a su vez del latín clásico VERRES ‘berraco’, con el significado de ‘terquedad, rabieta, capricho’, de donde surge el valor de ‘cosa despreciable’. Antonio Alvar ha demostrado que se trata de un nombre propio que se ha hecho común, y después se aplicó también a las cosas. Se trata de Birria, un mísero y esclavo, holgazán, esto es, alguien sin relevancia ninguna, de la comedia Geta de Vidal de Blois (s. XII). Es, pues, un personaje, como Pánfilo, de la comedia elegíaca del siglo XII, ambos unidos en otra obrita de ese mismo siglo, Pamphilus, Gliscerium et Birria.

bisoño, -ña No parece que sea muy frecuente el adjetivo bisoño pese a su carácter coloquial para el ‘nuevo e inexperto en cualquier arte u oficio’, como lo define el diccionario académico en su segunda acepción. El primer sentido que pone esta obra nos acerca a su origen, ‘dicho de la tropa o de un soldado: nuevo (principiante)’. Se trata de una voz italiana, bisogno ‘necesito, necesidad’, con la que en aquella península se designaba en el siglo XVI a los soldados españoles recién llegados, mal vestidos y mal alimentados. La forma italiana parece proceder del germánico BISÔNJÔN ‘poner cuidado’. Cuenta Sebastián de Covarrubias (1611): «bisoño, el soldado nuevo en la milicia. Es nombre casual y moderno. Dióseles con esa ocasión, que pasando a Italia compañías de españoles y no sabiendo la lengua, la iban aprendiendo conforme a las ocasiones, y como pedían lo necesario para su sustento, aprendieron el vocablo bisoño, que vale tanto como he menester, y decían “bisoño pan”, “bisoño carne”, etc. Y por esto se quedaron con el nombre de bisoños [...]». Unos años antes, Fr. Diego de Guadix (1593), cuya obra era conocida de Covarrubias, daba origen árabe a la palabra: «bisoño, también llaman en España a el soldado tirón o nuevo en la milicia. Es la misma algarabía que acabo de decir, conviene a saber, bicinaâu, y significa lo mismo, conviene a saber, ‘con su oficio’, como si dijésemos “no en balde ha tomado armas”, aunque sepa poco de ellas, sino que hace oficio de soldado y suple por soldado. Finalmente significa ‘hombre ocupado y con oficio de pelear’».

bizco, -ca Define el diccionario de nuestra Academia la palabra bizco como ‘estrábico. Apl. a pers.’, que, en la medicina, es a su vez, ‘dicho de una persona: que padece estrabismo’, por su parte también término especializado, con el valor de ‘disposición anómala de los ojos por la cual los dos ejes visuales no se dirigen a la vez a un mismo objeto’, procedente del griego strabismós, derivado de strabós ‘bizco’. La etimología que ofrece el repertorio académico es una supuesta forma latina VERSĬCUS, derivado de VERSUS ‘vuelto’, siguiendo una propuesta de Menéndez Pidal. Esto querría decir que quien padece esta afección tiene vuelto un ojo hacia un lugar diferente del otro, en la concepción vulgar hacia el tabique nasal, si bien hay otros tipos de estrabismo. Tal origen es rechazado por Corominas y Pascual, pues supone unos cambios fonéticos que no se dieron, y se inclinan por una creación expresiva de origen desconocido. Véase también el artículo tuerto.

bizcocho El bizcocho es, en la primera acepción del diccionario de la Academia, la ‘masa compuesta de la flor de la harina, huevos y azúcar, que se cuece en hornos pequeños’. La palabra procede del latín BIS que significa ‘dos’ y CŎCTUS ‘cocido’, esto es, el significado etimológico dice ‘cocido por dos veces’. Pero ¿el bizcocho se cuece dos veces? Parece que no. Esto se hacía con el pan, recocido para que durara mucho tiempo, especialmente en las travesías por mar, pues estaba resecado, y duro, designación que se ha conservado en algunas partes con larga tradición marinera como las Islas Canarias, donde recibe el nombre de pan bizcochado, que parece responder a la segunda acepción académica de bizcocho: ‘pan sin levadura, que se cuece por segunda vez para que se enjugue y dure mucho tiempo’. Ahí tuvo su origen el bizcocho esponjoso y dulce. Dice Sebastián de Covarrubias (1611): «bizcocho, el pan que se cuece de propósito para la provisión y matalotaje de las armadas y de todo género de bajeles. Díjose así, cuasi biscocto, ‘cocido dos veces’, por la necesidad que tiene de ir enjuto para que no se corrompa. Apud latinos, panis bucellatus. Hay otros bizcochos regalados que hacen del polvo de la harina, de azúcar y de huevos». Véase también el artículo galleta.

 

boato El diccionario de la Academia registra dos acepciones para la palabra boato. La primera de ellas es la ‘ostentación en el porte exterior’, mientras que la segunda, anticuada, es la ‘vocería o gritos en aclamación de una persona’. ¿Qué relación puede haber entre ellas? Encontramos la explicación en su etimología, pues procede de la voz latina BOATUS, que significaba ‘grito, alboroto’ y también ‘mugido del buey’, derivado del verbo BOO, BOAS, BOARE ‘gritar, vociferar, mugir’, que tiene, a su vez, principio en el verbo griego boao ‘gritar’. Corominas y Pascual explican que, ya en latín, este derivado de boé ‘voz’ había sufrido el influjo de bos ‘buey’, por etimología popular, convirtiéndose en ‘mugido, voz poderosa’, que se aplicó preferentemente, en castellano, a la voz de los predicadores, especializándose en ‘voz arrogante y enfática’, de donde pasó a designar la ampulosidad, y de ahí a la ostentación, valor con el que la empleamos habitualmente. Nuestro Sebastián de Covarrubias (1611), en un artículo bien breve explicó: «boato es el sonido de la voz fuerte y clamosa de algunos hinchados vocingleros. Del verbo griego boao, clamo, vocco, boo».

bobina Una bobina es un ‘cilindro de hilo, cordel, etc., arrollado en torno a un canuto de cartón u otra materia’, como la define la Academia en la primera de las acepciones que consigna en su diccionario. La palabra es prestada del francés bobine ‘carrete’, donde parece una creación tomando como base la forma popular babine, por alusión a los bordes del carrete. La voz bobine tiene un origen onomatopéyico, a partir del elemento bob, que quiere reproducir el movimiento de los labios (véase lo que se explica en los artículos bobo y memo), de donde pasó a significar los labios mismos y un objeto hinchado, cilíndrico, con lo que no fue difícil aplicarlo a la bobina.

bobo El diccionario de la Academia define bobo como tonto en su acepción de ‘falto de entendimiento o de razón’. Procede de la voz latina BALBUS ‘balbuciente, tartamudo’, que no es sino una onomatopeya del movimiento de los labios al hablar, similar a memo. Fr. Diego de Guadix (1593) estaba convencido del origen árabe de la voz al escribir: «bobo llaman en España a un hombre de tan mal discurso y de tan estragado juicio que más peca de ignorante que de malicioso, o más peca de simple que de loco. Consta de ba, que en arábigo significa ‘con’, y de abu, que significa ‘su padre’, así que todo junto, baabu, significa ‘con su padre’, conviene a saber, cum pater eius; significa, denota o moteja de hombre tan niñatón y tan para poco, que menos que apadrinado con su padre no es para nada ni vale cosa, y corrompido dicen bobo, y de aquí bobear». Tampoco andaba muy certero Sebastián de Covarrubias (1611): «bobo, propiamente es el hombre tardo, estúpido, de poco discurso, semejante al buey, de donde trae su etimología, porque de bos bobis se dijo bobo [...]». A lo que añade en el siguiente artículo: «bobo llaman cierto tocado hueco que echan por debajo de la barba, aludiendo a que los bobos son ampollados y carrilludos. Y así, los que tienen semejante fisionomía decimos tener carrillos de bobo [...]». Y en el Suplemento que dejó inédito: «bobo, algunos quieren que bobo se haya dicho no de la palabra buey, sino de la voz de la oveja [...], y de esta palabra repetida, be be, se pudo decir bobo [...]». De todos modos, nuestro canónigo apuntaba hacia la onomatopeya.

boca La palabra española boca tiene su origen en la latina de origen celta BUCCA, que significaba ‘mejilla’, aunque en latín ya desarrolló el sentido de ‘boca’, en un cambio de las partes de la cara fácil de imaginar.

bochorno Según el diccionario académico, bochorno es el ‘aire caliente y molesto que se levanta en el estío’, sentido del que se han derivado los otros, que son de uso habitual. La palabra procede de la latina VULTURNUS, empleada para nombrar al viento del este. Sebastián de Covarrubias (1611) quiso buscarle una motivación más específica y escribió que «es el tiempo de mucha calor, cuando corre un viento caliente que lo abrasa todo. Y díjose buchorno, cuasi boca de horno; en la boca de horno, cuando está encendido, cosa es notoria, que sale un aire calentísimo», explicación que han dado por buena algunos autores sin pararse a pensar en su verdadero origen.

bocina Véase rebuznar.

bodega Los valores que registra el diccionario académico para bodega están relacionados, unos, con el vino (‘lugar donde se guarda y cría el vino’, ‘almacén de vinos’, ‘tienda de vinos’), y, otros, con el lugar donde se guardan o almacenan cosas (la del barco, la despensa, la troje). Las del primer grupo, y en especial la primera de todas, resultan de una especialización del término, procedente del latín APOTHECA, que significaba, precisamente, ‘almacén, bodega’, a su vez tomado del griego apotheke, que también significaba ‘depósito, almacén’, relacionada con el verbo apotíthemi ‘poner aparte, guardar, depositar’, y compuesta de apó ‘aparte’ y theke ‘depósito, receptáculo’. El sentido de ‘almacén, depósito’ es, pues, el originario, de donde pasó al latín y al español, y como en los almacenes se vendían los productos almacenados, pasó a ser el establecimiento donde se vendían cosas, en especial el vino. Nuestra bodega procede del latín, no del griego, por más que apotheke nos haya dejado otra palabra, algo más tardía, como demuestra el cambio de la e en i, propio del griego bizantino, botica, que originalmente valía ‘tienda’, adonde se había llegado desde el sentido de ‘almacén’, y que entre nosotros se ha especializado para nombrar la ‘farmacia, laboratorio y despacho de medicamentos’. La palabra farmacia va desplazando a botica, considerada más popular, y tradicional, por no decir que remite a épocas pasadas del ejercicio del boticario. Dicho de otra manera, farmacia es el término moderno, prestigioso, frente a botica, que no está revestido de esa consideración social. Del mismo origen es otro galicismo de reciente introducción en la lengua, boutique, que registra el diccionario académico con dos sentidos, ‘tienda de ropa de moda’ y ‘tienda de productos selectos’, cuando en francés posee el genérico de ‘tienda’. De botica se ha hecho el diminutivo botiquín, ‘mueble, caja o maleta para guardar medicinas o transportarlas a donde convenga’, sentido del que se han derivado los otros de la palabra que registra nuestro diccionario oficial. Sebastián de Covarrubias (1611) dio cuenta de la palabra bodega refiriéndose a la del vino: «bodega, cueva donde se encierra cantidad de vino. Latine cellarium, cella vinaria. Díjose así, cuasi potheca, mudando la p en su media b, y la th en d, perdiendo la a del principio, porque había de decir apotheca, del nombre griego apotheke, es, horreum, repositorium, reconditorium, cella vinaria. Otros quieren se diga de las botas de vino, o cubas, en que le encierran, cuasi botega».