Lo que callan las palabras

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atril Según la definición del diccionario de la Real Academia Española, el atril es el ‘mueble en forma de plano inclinado, con pie o sin él, que sirve para sostener libros, partituras, etc., y leer con más comodidad’. La palabra procede del latín *LECTORILE, derivado de LECTOR, -ORIS ‘lector’. Esto es, se trata de un mueble que sirve para leer. En su evolución, la voz perdió la l-, absorbida en el artículo precedente: el letril > el etril, cambiando más adelante la e- por una a-, debido a lo inusual que resultaba como sílaba inicial. Cuando Sebastián de Covarrubias (1611) llegó a ella no anduvo muy acertado en su origen: «atril, el facistol sobre el cual ponemos el libro para cantar. Díjose de la palabra atrium, que comúnmente vale la entrada de la casa, el portal o el zaguán, o el corral que está en entrando la puerta o patio, como se usa en muchas partes, que en la delantera de la casa no hay más que el muro, y luego se entra en un patio, y al cabo de él está la casa y habitación [...]. La Sagrada Escritura hace mención de tres atrios que había en el templo y en el que estaban los sacerdotes que cantaban alabanzas al Señor; debieron de usar de los facistoles para ir extendiendo sobre ellos sus libros, y por haberse usado allí se llamaron atriles, o, lo más cierto, porque el coro donde residen los eclesiásticos se llama atrio, a semejanza del atrio del templo de Salomón, y porque aquel facistol está en medio del coro o en medio del atrio se llamó atril».

atroz Entre las definiciones que nos proporciona el diccionario de la Academia del adjetivo atroz están la de ‘fiero, cruel, inhumano’ y el sentido coloquial ‘pésimo, muy desagradable’, ambas de empleo frecuente. La palabra tiene su origen en la latina ATROX, ATROCIS ‘atroz, cruel, horrible, peligroso; feroz, duro, implacable’, a su vez derivado de ATER, ATRA, ATRUM ‘negro, oscuro; sombrío, aciago; pérfido’. El aspecto sombrío de lo negro y los malos presagios asociados a él, pasaron al otro adjetivo latino, y se conservan en el nuestro, aunque se ha perdido la vinculación con el negro, no así con los otros aspectos que encierra. Sebastián de Covarrubias (1611) recogió la voz y escribió: «atroz, latine atrox. Vale ‘áspero, cruel, de atroz y horrendo aspecto’. Los griegos llaman atrokia a las cosas que son crudas y acerbas […]. Algunos quieren se haya dicho del nombre trux, cis, ferox, crudelis, y entonces la a aumentará la significación. Llamamos delitos atroces los que en sí tienen infidelidad contra Dios y contra el rey; traición, crueldad e impiedad contra el prójimo [...]».

atutía La palabra atutía no se emplea correctamente por no saberse su origen, pues se trata de uno de los fósiles que quedan en la lengua, empleada también bajo la forma tutía. La atutía es un ungüento medicinal elaborado a partir de óxido de cinc que se utilizaba como remedio universal, de donde surgió la expresión de no hay atutía o tutía, con la que se quiere expresar que no hay manera de vencer una dificultad. La Academia la considera una expresión coloquial ‘U[sada] para dar a entender a alguien que no debe tener esperanza de conseguir lo que desea o de evitar lo que teme’. El desconocimiento de los elementos de la expresión hace que se segmente como no hay tu tía, pero nada tiene que ver con el parentesco, ni cosa que se le parezca, pues procede del árabe hispánico attutíyya, que a su vez viene del árabe clásico tūtiyā[‘], y este del sánscrito tuttha.

austral La palabra austral es un adjetivo derivado de austro, el ‘viento procedente del sur’ o el ‘sur’ mismo, aunque en la actualidad el sustantivo apenas tiene uso fuero del ámbito literario. La palabra austro procede de la latina AUSTER, -TRI ‘viento del mediodía’. Cuando Sebastián de Covarrubias (1611) consignó esa palabra puso: «austro, el viento que sopla de mediodía, dicho en latín auster, ab auriendis aquis, licet non aspiretur in principio [auster, porque pone las aguas de color dorado, aunque al principio no sea favorable]. Es nebuloso y húmedo, y por esta razón los griegos lo llamaron notus, del nombre notis, nitidos, humiditas, humor. Plaga austral, la que cae a medio día». Véase también el artículo boreal.

austro Véase austral.

avellana La avellana es un fruto seco bien conocido por la comercialización que se hace de él, y por la cantidad de avellanos que pueden encontrarse en el campo en terrenos húmedos. Su nombre procede del latín ABELLANA [NUX], esto es [la nuez] de Abella, o Avella en su grafía actual, municipio de la provincia de Avellino, en la Campania italiana, famosa por las avellanas que produce desde la Antigüedad. Sebastián de Covarrubias (1611) nos lo contó, aunque podemos encontrar la explicación en diccionarios anteriores: «avellana, fruta conocida. Latine nux, avellana. Y díjose así de Avela, lugar de Campania, donde hay abundancia de avellanas. Díjose también nux pontica, por haberlas traído del Ponto, de la ciudad de Heraclea, por lo cual, según Teofrasto, se llamaron nuces heracleoticas; y prenestinas, según Macrobio, porque los de Preneste, estando por Aníbal cercados, se pudieron entretener y sustentar con la copia de avellanas que tenían dentro del lugar, de que abunda la comarca». En algunas zonas del sur de España (Andalucía, Extremadura, Murcia) se llama también avellana (y variantes en la pronunciación, en ocasiones con alguna especificación como avellana americana, avellana castellana, avellana cordobesa, avellana fina) al cacahuete, otro fruto seco de procedencia exterior.

avestruz El avestruz es una ave que no nos resulta desconocida pese a su carácter más o menos exótico, ya que su nombre se utiliza en varias expresiones recogidas en el diccionario académico y que el animal comienza a criarse en España para el consumo, minoritario, de su carne, además de utilizarse sus plumas como adorno desde ahce mucho tiempo. La voz nos ha llegado a través del provenzal estrutz, procedente del latín STRUTHĬO, que lo tomó del griego struthós ‘gorrión, avestruz’. En nuestra lengua se antepuso ave al nombre dando lugar al compuesto con el que conocemos el animal, avestruz. Este nombre aparece en la lengua desde la Edad Media, tomado de los bestiarios, por lo que figura en los diccionarios desde Nebrija. Sebastián de Covarrubias (1611) nos dejó escrito: «avestruz, latine struthius, i; struthio camellus, i. Es la mayor de las aves, si ave se puede llamar, porque aunque tiene alas no vuela con ellas, tan solo le sirven de aligerar su corrida sin jamás levantarse de tierra. Tiene las uñas hendidas como el ciervo, y cuando huye va asiendo con ellas las piedras y las arroja a quien le sigue. Traga todo cuanto le arrojan y lo digiere, y es tan estólido y bobo que si esconde tan solamente la cabeza entre alguna mata piensa que está todo él encubierto y seguro de los cazadores. Sus huevos son hermosos de grandes y por devoción los cuelgan en algunos santuarios. Sus plumas, curadas y teñidas de varias colores, adornan las celadas de los soldados, las gorras y sombreros de los galanes [...]». Ese STRUTHIO CAMELLUS de que habla el canónigo de Cuenca es la traducción latina del griego struthokámelos ‘avestruz’, compuesto de struthós ‘gorrión’ y kámelos ‘camello’, pues resultaba difícil nombrar con la misma palabra al gorrión y al camello, aves los dos, pero de tamaño bien diferente, por lo que al segundo se añadió kámelos en griego, CAMELLUS en latín, en referencia a su tamaño, especificación que no ha pasado a las otras lenguas.

avión El nombre de la aeronave procede del francés avion, documentado por vez primera en esa lengua en 1890. Se formó en ella a partir de la raíz avi- ‘ave’, y el sufijo -on, presente en el vocabulario de la ornitología, aunque puede ser también por analogía con otras palabras francesas que poseen la misma terminación.

El diccionario académico registra otra entrada avión, la primera, que vale ‘pájaro, especie de vencejo’, sin más especificaciones, pues son varios pájaros los que pueden recibir este nombre, todos de la familia de las golondrinas. En este caso, parece procedente del latín GAVĬA ‘gaviota’, que debió perder la g- por influjo de ave, como explica Menéndez Pidal, por más que Corominas y Pascual vean dificultades para el paso de la denominación de una ave a la otra, pues no son parecidas. Sebastián de Covarrubias (1611) recogió esta denominación, proponiendo otra procedencia nada verosímil: «avión, pájaro conocido, que por otro nombre se llama vencejo, y arrijaque en arábigo. Díjose avión, de aviar, por ‘andar vía’; anda de ordinario en el aire y no se sienta en el suelo por tener los pies muy cortos. Es avecica peregrina, que viene a estas tierras los veranos y vuelve a invernar a otras calientes».

azafata Es una palabra que había caído en desuso y que el vocabulario español de la aviación ha relanzado. Designaba, según la acepción que todavía hoy recoge el diccionario académico, a la ‘criada de la reina, a quien servía los vestidos y alhajas que se había de poner y los recogía cuando se los quitaba’ para lo que utilizaba una bandeja llamada azafate, voz de la que procede la que nos interesa ahora, derivada del árabe hispánico *assafáṭ, que a su vez viene del árabe clásico safaṭ ‘cesta de hojas de palma, enser donde las mujeres ponen sus perfumes y otros objetos’. Cuando se reintrodujo en español para la mujer encargada de atender a los pasajeros a bordo de los aviones se quería dar a entender que el trato a los pasajeros era regio. Después se ha aplicado a las que atienden a los pasajeros de otros medios de transporte, incluso en otros servicios que no son el vuelo, de donde ha pasado a nombrar la que, contratada para la ocasión, proporciona informaciones y ayuda a quienes participan en asambleas, congresos, etc. Y como los hombres han accedido a esos puestos de trabajo, se ha creado un masculino azafato, ya admitido en el repertorio de la Academia.

azor El nombre de esta ave de rapiña viene del latín vulgar ACCEPTOR, -ORIS, procedente del latín clásico ACCIPĬTER, -TRIS ‘azor, ave de presa en general’, que no parece derivado del verbo ACCIPĔRE ‘coger, recibir, acoger, aceptar’, sino una forma paralela al griego okýpteros ‘que vuela rápidamente’, con influencia fonética, por etimología popular, del verbo latino. Sebastián de Covarrubias (1611) escribió: «azor, es ave de volatería conocida. Latine accipiter, de donde pudo tomar nombre, aunque con mucha corrupción. Llámase humípeta por cuanto vuela por bajo, y su prisión ordinaria es la perdiz. Díjose azor, según algunos cuasi astor, porque los azores se crían en Asturias [...]».

 

azorar Azorar o azorarse, en la segunda acepción del diccionario académico es ‘conturbar, sobresaltar’, esto es, estar inquieto o intranquilo por algún motivo. La voz es una formación parasintética con azor. Se aplica a las personas a partir del temor que sienten sus presas cuando son perseguidas por el ave de rapiña, como puede interpretarse a partir de la primera acepción del diccionario académico, ‘dicho de un azor: asustar, perseguir o alcanzar a otras aves’. El término ya fue recogido por Nebrija en su diccionario de ¿1495? español-latino. Sebastián de Covarrubias (1611), al tratar la voz azor dejó escrito: «[...]. Azorarse vale alborotarse de alguna cosa súbita, y azorado el alborotado, como la perdiz cuando ha visto el azor. Perdiz azorada, medio asada, porque está muy tierna a causa de la congoja que tomó de verse en sus uñas y así está tierna».

azulejo A menudo he oído la pregunta de por qué los azulejos se llaman así cuando frecuentemente son de color blanco, o de cualquier otro color. Lo cierto es que el nombre nada tiene que ver con el color azul, pues se trata de una palabra procedente del árabe hispánico azzuláyǧ[a], como pone el diccionario académico en la etimología de la voz, y que significaba lo mismo. La confusión por el color azul viene de lejos, y ya Sebastián de Covarrubias (1611) explicaba que son «ladrillos pequeños, cuadrados y de otras formas, con que se enladrillan las salas y aposentos regalados en las casas de los señores, y en los jardines las calles de ellos […]. Dijéronse azulejos porque los primeros debieron ser todos de esta color azul, y después se inventaron las otras, o porque entre todas es la azul la que más campea. En Valencia llaman rajoles a los azulejos, por ventura, por ser en respeto de los ladrillos como rajuelas o ripios, que en latín se llaman assulas, y de allí assulejos. Maestro Sánchez Brocense dice ser arábigo, zulaja». Y, como vemos, no le faltaba razón al Brocense que escribía sus Etimologías españolas hacia 1580.

b

Decía Gómez de la Serna en una de las greguerías que la B es el ama de cría del alfabeto, sin duda, por sus abultadas formas, pero es que también son abundantes las palabras que comienzan con ella, y lo serían muchas más si los romanos no hubiesen mantenido la distinción entre esa letra y la v, pese a que ya confundían los sonidos representados con ellas, que entre nosotros suenan del mismo modo (pese a que algunos ignorantes hipercultos se empeñen en pronunciarlas como en otras lenguas), por lo que para ciertos reformistas de la ortografía bastaría con una sola. Si conservamos las dos es por recuerdo del pasado, aunque también hay confusiones, pues se escriben con b algunas palabras que deberían haber llevado una v como sucede con basura, berza o bochorno. Con la letra b parece quererse representar el modo de hablar torpe, del que no lo hace bien por cualquier motivo, o para nombrar a aquellos a los que no se entiende bien o al lenguaje incomprensible, imitando con ella, con las formas en que se encuentra, el movimiento de los labios. Por ello están aquí voces como bable, balbucir, bárbaro o bobo. También se emplea en otras onomatopeyas, como la de lo que hace un ruido sordo, así las explosiones de las bombas, o la del agua que produce burbujas. A ellas habría que añadir alguna que hace referencia al aspecto exterior de lo nombrado, como la balanza o el besugo. En otras ocasiones son los lugares de procedencia de lo nombrado, o que le han dado nombre, los que hacen que las palabras comiencen con b, como baldaquín, bargueño, bauxita, berlina, bicoca, brabant o brabante y bujía, junto a las que hay que poner las que se parten de nombres propios de persona, como bártulos o bechamel, o de personajes literarios, como birria. Algunas de las voces que recogemos aquí tienen un origen que no deja de sorprender, como berrinche, bigote, biquini o boato.

baba La palabra baba, conocida de todos, es en la primera de las acepciones del diccionario de la Real Academia Española la ‘saliva espesa y abundante que fluye a veces de la boca del hombre y de algunos mamíferos’. Procede de una hipotética forma latina BABA, formación de carácter onomatopéyico del movimiento de los labios al hablar, ­especialmente del balbuceo de los niños que comienzan a pronunciar sus primeros sonidos. Fr. Diego de Guadix (1593) hacía proceder la voz del árabe: «baba, llaman en España y en Italia a una saliva que a los hombres muy descuidados y bobos se les corre y cae de la boca. De este mismo nombre, sin quitarle ni ponerle letra alguna, y en este mismo significado, usa la lengua arábiga, y de aquí componen a la castellana este verbo babear, y de aquí babas». Algo más acertado fue Sebastián de Covarrubias (1611): «baba, el humor pituitoso que suele salir de la boca a los niños y a los bobos, y a los descuidados o traspuestos y embebecidos en mirar o pensar alguna cosa la boca abierta. Y así pienso que baba se dijo de bobo, y bobo a bove […]. El niño llama al agua baba, porque le es fácil de pronunciar la b, enseñados especialmente de la madre, y lo mismo es papa por pan. Y es la razón porque la p y la b se pronuncian con solos los labios y son las más fáciles de proferir de todas. Púdose decir del verbo griego babazo, inarticulate loquor [hablar de manera inarticulada], porque los que tienen muchas babas no pronuncian bien las palabras ni las letras; sola la b, como tenemos dicho, les es fácil, y de allí creo se dijeron balbucientes. Los arábigos dicen que baba es propia voz suya. Babazas, todo aquello que se resuelve en un humor a manera de baba. Desbabar, echar babas».

bable El diccionario de la Academia define bable como el ‘dialecto de los asturianos’, y en la etimología dice que es voz onomatopéyica. Pero onomatopeya ¿de qué? Si acudimos a la opinión de Corominas y Pascual encontramos la explicación: «onomatopeya para indicar el habla confusa y balbuciente de las personas de lenguaje imperfecto», con la que se quiere remedar el movimiento de los labios de quien habla de una manera torpe o incomprensible. Sería, pues, una denominación despectiva de quienes no entendían ese modo de hablar, para ellos balbuciente y poco comprensible, algo rudo.

bacilo Es un tecnicismo de la biología para designar la ‘bacteria en forma de bastoncillo o filamento más o menos largo, recto o encorvado según las especies’, según la definición que figura en el diccionario de la Academia. Es precisamente su forma la que le dio el nombre, pues se formó a partir del latín BACILLUM, que significa ‘bastón o báculo pequeño’. Véase también el artículo bacteria.

bacteria Es un tecnicismo de la biología para designar al ‘microorganismo unicelular sin núcleo diferenciado, algunas de cuyas especies descomponen la materia orgánica, mientras que otras producen enfermedades’, tal como lo define el diccionario académico. Su nombre procede del griego baktería, que significa ‘báculo, bastón’, por la forma que tienen algunas de ellas. Véase también el artículo bacilo.

bailar Pese a las diferentes acepciones que tiene la voz bailar todos conocemos lo que significa el verbo, e interpretamos sin dificultad las acepciones que se derivan de la de ‘ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies’ como figura en primer lugar en el diccionario académico. La forma española bailar es una alteración del provenzal balar, seguramente por cruce con bailar en el sentido antiguo en nuestra lengua de ‘mecer, mover la cuna’ (que está en relación con el provenzal baila ‘ama’); balar procede del latín BAIULARE ‘llevar a cuestas, cargar’, que se originaría en el latín tardío BALLARE ‘bailar’. El sentido de ‘danzar’ aparece registrado en los primeros repertorios léxicos que tenemos. Sebastián de Covarrubias (1611) puso: «bailar, lo que en latín llamamos tripudiare, saltare, a verbo graeco ballizo, tripudio. Es frecuentativo de ballo, iacio, vibro, porque los que bailan se arrojan en alto con las cabriolas y se tuercen a un lado y a otro en las mudanzas. Algunos quieren sea hebreo […]».

bala La palabra bala aparece en el diccionario académico con el valor general de ‘proyectil de forma esférica o cilíndrico-ojival, generalmente de plomo o hierro’, y el específico del comercio de ‘fardo apretado de mercancías, y en especial de los que se transportan embarcados’, entre otros. En cualquier caso, nuestra voz procede del francés balle ‘pelota’, a través del catalán, cuyo origen es el fráncico *balla, también ‘pelota’. Así pues, los proyectiles tienen el nombre de bala porque originariamente eran esféricos, por más que con el transcurso de los siglos su forma haya cambiado. Igualmente, los fardos poseían esa forma esférica, más o menos regular. El término es antiguo en la lengua, y Sebastián de Covarrubias (1611) dijo: «bala, la pelota con que se cargan las piezas de artillería y los arcabuces. Del verbo griego ballo, iaceo, iaculor, por arrojarse con furia y violencia. En lengua italiana algunas veces significa bala el fardel de ropa muy apretada, de papel o libros, del mismo verbo, por la fuerza con que está puesto y arrojado uno a otro. Embalar, hacer estas balas».

balada Los aficionados a la música saben que una balada es una ‘canción de ritmo lento y de carácter popular, cuyo asunto es generalmente amoroso’, si seguimos el diccionario de la Academia, en el cual aparecen otras dos acepciones más, la segunda ‘composición poética provenzal dividida en estrofas de varia rima que terminan en un mismo verso a manera de estribillo’, y la tercera ‘composición poética de origen nórdico, en la que se narran con sencillez y melancolía sucesos legendarios o tradicionales’, que sirven para entender el significado de la palabra, al menos en su desarrollo histórico. Procede del provenzal balada ‘baile’, ‘poema que se baila’, derivado de balar ‘bailar’ (véase lo dicho en el artículo bailar).

baladí El adjetivo baladí significa ‘de poca importancia’, siendo la única acepción de uso general en la lengua, pues la otra que consigna el diccionario académico, ‘propio de la tierra o del país’, es calificada como anticuada. La voz procede del árabe hispánico baladí, que en el clásico es baladī, con el valor que la Academia marca como anticuado, derivado de bálad ‘tierra, provincia’. Quiere esto decir que de aplicarse a lo de la tierra, lo más cercano, pasó a designar a las cosas de poca importancia, intrascendentes, por el poco aprecio o estimación que se confiere a lo que tenemos más próximo. Así, Sebastián de Covarrubias (1611) escribió: «baladí, la cosa que está hecha a menos costa y de poca dura y provecho. Algunos quieren se haya dicho cuasi baldrí, de baldrés, cuero flojo y de poca dura. Otros de baldrana o badana, que casi es de la misma calidad. Y, según esto, será tomada la similitud del calzado de este ruin cuero, y extendiose a significar cualquier otra cosa en su género falsa, de poco valor y de poca dura. Algunos quieren decir es nombre arábigo, corrompido de beledi, que significa lo mismo. El padre Guadix dice que este nombre beledi vale tanto como ciudadano en arábigo, y los moros aldeanos le usurpan por toda cosa falsa y engañosa, porque yendo a comprar algo a la ciudad, como de ordinario son gente simple, los engañan, dándoles las cosas falsificadas».

balanza Una balanza es un ‘aparato que sirve para pesar’, según define la voz el diccionario de nuestra Academia. Procede de la forma del latín vulgar *BILANCIA, que en el clásico era BILANX, BILANCIS, compuesto de BI ‘dos’ y LANX, LANCIS ‘plato, platillo’. Esto es, se trataba de un instrumento para pesar que tenía dos platillos, en uno de los cuales se ponía aquello que se iba a pesar y en el otro las pesas. Cada uno de esos platillos pendía de un brazo, entre los cuales se encontraba un fiel que señalaba la exactitud del peso. Con el tiempo, la forma de la balanza ha ido cambiando, siendo su característica la de poseer los dos platillos, pues hay instrumentos que cumplen la misma función aunque de distinta manera, por lo que reciben otras denominaciones, como la de romana (con dos brazos muy desiguales, en el más corto de los cuales se cuelga lo que se va a pesar, y en el otro la pesa), báscula (con una plataforma o plato donde se pone lo que se va a pesar y un mecanismo con un muelle que señala el peso o con un contrapeso) o el general peso. Sebastián de Covarrubias (1611) explicó en qué consistía el instrumento: «balanza, este nombre está compuesto de bis, que vale en lengua latina adverbialmente ‘dos veces’, y lanx, lancis, el plato, y particularmente el que servía en los sacrificios. Y entre otras maneras de pesos tenemos una de dos platos distantes en fiel y en equilibrio: en el uno se echa lo que se ha de pesar y en el otro las pesas. Y por ser dos estos platos o lances, se dijeron bilances y balanzas, y porque no tienen constancia ni firmeza hasta igualar el peso de ambas, decimos andar uno en balanzas cuando está a peligro de descaecer de su estado, el cual no tiene firme ni seguro. Abalanzarse, arrojarse sin consideración a alguna cosa, como hacen las balanzas con desigual peso, subiendo la una y bajando la otra […]».

 

balbucear Véase balbucir.

balbuceo Véase balbucir.

balbucir Es ‘hablar o leer con pronunciación dificultosa, tarda y vacilante, trastocando a veces las letras o las sílabas’, procedente de la palabra latina BALBUTIRE, que venía a significar lo mismo. Se trata de una voz onomatopéyica de la pronunciación vacilante. A partir de balbucir se ha formado balbucear y su derivado balbuceo.

baldaquín o baldaquino Es, de acuerdo con el diccionario académico, la ‘especie de dosel o palio hecho de tela de seda’. Se llama así porque era la denominación de esa tela, que procedía de Baldac, nombre que se daba a Bagdad durante la Edad Media. Fr. Diego de Guadix (1593) buscaba una explicación más compleja: «baldaquino llaman en Italia al palio con que hacen autoricida reverencia y cubren al santísimo sacramento, papas y reyes en las procesiones. Consta de bal, que en arábigo significa ‘con el’, y de daq, que significa ‘delgado’ o ‘subtil’, así que todo junto, valdaq, significa ‘con el delgado’ o ‘con el sutil’; hace este sentido con el cendal o con el tafetán. Debieron de llamarle así aquel palio porque es, o debería ser, de tela delgada y de poco peso, para que con facilidad y sin mucha pesadumbre se pudiese llevar sobre aquellas varas, y aconchándolo a la latina o a la italiana lo dicen en este diminutivo, baldaquino, que significará ‘con el delgadillo’ o ‘con el sutilillo’, conviene a saber, con el palio delgadillo o con la tela delgadilla».

balón El balón es la ‘pelota grande, usada en juegos o con fines terapéuticos’, tal como la define la Academia en su diccionario. Para ella es un aumentativo desusado de bala, mientras que Corominas y Pascual la hacen proceder del italiano pallone, aumentativo de palla ‘pelota’. En este caso, el balón es una pelota grande según la formación italiana. Si nos atenemos a lo dicho por la Academia, se estaría tomando para el balón la imagen de las antiguas balas esféricas de piedra, las mayores, o de plomo o de hierro, las de armas de fuego pequeñas.

bancarrota La bancarrota es, entre otras cosas, la ‘quiebra comercial, y más comúnmente la completa o casi total que procede de falta grave, o la fraudulenta’. La voz procede del italiano bancarotta, esto es, banca rotta ‘banco quebrado’. La denominación se remonta a la época en que las transacciones comerciales, especialmente el cambio de moneda, se hacían en la lonja, o en cualquier otro lugar público. Quien llegaba a la situación en que no podía hacer frente a sus obligaciones financieras, o se demostraba que había actuado con falsedad o engaño en su cometido, el gremio lo desposeía del permiso para su actividad, y se rompía el asiento sobre el que trabajaba, en señal de cese de sus operaciones. Parece que los cambistas engañaban más de lo deseable a sus clientes, procedentes de otros lugares con otras monedas y que no siempre entendían las equivalencias que aquellos anotaban en números romanos sobre el banco o la mesa.

bárbaro En la primera de las acepciones del diccionario académico, bárbaro ‘se dice del individuo de cualquiera de los pueblos que desde el siglo V invadieron el Imperio romano y se fueron extendiendo por la mayor parte de Europa’. La voz procede del latín BARBĂRUS ‘extranjero’, que a su vez viene del griego bárbaros, con el mismo valor. Se trata de una onomatopeya del movimiento que hacen los labios al hablar, como otras voces recogidas en este libro, y que se aplica al lenguaje incomprensible, el hablado por los extranjeros o por los rústicos. Decía Sebastián de Covarrubias (1611): «bárbaro, este nombre fingieron los griegos de la grosera pronunciación de los extranjeros, que procurando hablar la lengua griega la estragaban, estropeándola con los labios, con el sonido de barbar, y la gala de la pronunciación consiste en ellos y en la lengua, y por eso la palabra labium significa el lenguaje [...]. De aquí nació el llamar bárbaros a todos los extranjeros de la Grecia, adonde residía la monarquía y el imperio. Después que se pasó a los romanos, también ellos llamaron a los demás bárbaros, fuera de los griegos. Finalmente, a todos los que hablan con tosquedad y grosería llamamos bárbaros, y a los que son ignorantes, sin letras, a los de malas costumbres y mal morigerados, a los esquivos que no admiten la comunicación de los demás hombres de razón, que viven sin ella llevados de sus apetitos, y finalmente los que son desapiadados y crueles».

baremo Un baremo es, en la primera acepción de las registradas en el diccionario académico, el ‘cuaderno o tabla de cuentas ajustadas’, y también el ‘cuadro gradual establecido convencionalmente para evaluar los méritos personales, la solvencia de empresas, etc., o los daños derivados de accidentes o enfermedades’. La voz procede del nombre del matemático francés François-Bertrand Barrême (1638-1703), uno de los fundadores de la contabilidad, a través de su forma francesa barème.

bargueño Define la Academia en su diccionario la palabra bargueño como ‘mueble de madera con muchos cajones pequeños y gavetas, adornado con labores de talla o de taracea, en parte dorados y en parte de colores vivos, al estilo de los que se construían en Bargas’. Bargas es un pueblo de la provincia de Toledo cuyos muebles de cajones y asas para transportarlos adquirieron gran fama, hasta el punto que se llamaron así, procediesen o no de la población.

barón Véase varón.

barquillo Los barquillos hacen las delicias de los niños, y también de los mayores. Se trata de una ‘hoja delgada de pasta hecha con harina sin levadura y, además, azúcar o miel y, por lo común, canela, la cual, en moldes calientes, hoy suele tomar forma de canuto, más ancho por uno de sus extremos que por el otro’, como define el término el diccionario académico. El origen de la voz es el que parece, un diminutivo de barco, por la forma convexa o de barco que se le daba. El nombre se mantiene aunque no sea esa la forma que pueda adoptar el barquillo, como la de canuto a que se refiere el DRAE. Sebastián de Covarrubias no incluyó la palabra en su Tesoro (1611), aunque la empleó en su interior: «oblea, es una hojarasca hecha de masa muy delgada. Y porque es en la forma y tamaño de las obladas se dijo oblea. Las medio torcidas llamaron barquillos. Las hechas en cañutos, por ir muy plegadas, se dijeron suplicaciones».