Lo que nos trajo el Covid-19

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Cuando todo esto acabe, debemos ser conscientes de que las urgencias se deben usar para casos graves, en los cuales la vida corre realmente peligro y la atención debe ser inmediata. No son para saltarnos la lista de espera de una radiografía que nos han mandado en atención primaria, ni para hacernos una analítica de la cual hemos perdido la cita, ni para un catarro, ni para no ir a trabajar.

Cuando todo pase, necesitamos que ese aplauso se mantenga, que ese reconocimiento que día a día nos transmiten ahora los pacientes siga vivo. Necesitamos que se sepa que realmente nuestro trabajo es este, en época de COVID19, antes y después, que siempre hemos estado ahí y siempre lo estaremos, que la vocación se lleva por dentro, que un hospital, un centro de salud o una residencia, la construimos entre todos, entre los que trabajamos dentro, los que la defendemos fuera, los que hacemos un uso responsable de ella, los familiares que ayudan, etc.

Por fin llego a casa, un día más para olvidar. Me espera esa ducha calentita ya lista, con el pijama preparado, ese abrazo después de la ducha de una de las personas que siempre ha estado a mi lado, recordándome que esto pasará pronto, que lo estamos haciendo bien, aunque ni hoy ni ayer yo lo crea. Repitiéndome que trabajo en lo que me gusta, que gracias a eso los pacientes reciben una sonrisa y un poco de esperanza, que nos necesitan. Me prepara un entrenamiento para desconectar, para reponer energía, para libera la mente.

Una llamada a los abuelos y abuelas que tanto se echa de menos por no poder ver desde hace un mes. Todo por el maldito miedo al contagio, ese miedo que nos persigue día tras día. Esa llamada nos conecta con ellos, nos recuerda que están bien, que solo quieren que nosotros también lo estemos, y nos recarga las pilas para volver al día siguiente, para luchar, para luchar como sociedad, como equipo.

Seas reponedor o reponedora en un supermercado, limpiadora o limpiador, administrativo o administrativa, médico o médica, enfermero o enfermera, auxiliar de enfermería, personal de mantenimiento, celador o celadora, técnico o técnica de rayos, transportista, voluntario o voluntaria que, desinteresadamente, han hecho mascarillas, pantallas protectoras, gorros o todo aquello que hemos ido pidiendo para intentar fabricar medios que no teníamos.

Que hacen esos vídeos para que los niños y niñas que aguantan como campeones en casa estén un poquito más entretenidos y descubran cosas nuevas, esas organizaciones y asociaciones que han salido de la nada para que las personas más vulnerables no estén solas y no se pongan en riesgo mientras tienen cubiertas todas sus necesidades.

Esas video llamadas, esos WhatsApp preocupándose, interesándose por cómo estamos y un largo sinfín de personas que formamos esta sociedad y que hacemos que día a día esta batalla esté a nuestro favor, sin necesidad de que nadie nos diga cómo, sólo con nuestro esfuerzo, y nuestras ganas de que todo salga bien.


Capítulo 4

UN DÍA EN LA UCI

Suena el despertador, suena tarde, anoche tampoco dormí bien. Lo normal desde que comenzó esta pesadilla.

Me tomo el café con desgana, y algo de comer, ducha rápida y al hospital. Hay que salir antes de casa, el metro va lento y tardo mucho más en llegar, la parada del Hospital del Henares sigue cerrada y hay que coger un autobús. Siempre te encuentras a alguien del hospital, puedes hablar, incluso hacer alguna broma y reír. Algún privilegio teníamos que tener al trabajar todos los días, me consta que es lo que más echan de menos los que no pueden salir de sus casas.

Se ve el Hospital de lejos, y ya empiezo a temblar, tengo una mezcla de miedo y cabreo, pero generalizado. Una vez dentro me calmo, intento pensar que es un día normal, con pacientes normales, me concentro en mi trabajo, pero es difícil.

Al entrar en la UCI hay mucha gente, somos más del doble de lo habitual. Nuestra UCI cuenta habitualmente con 8 camas, en invierno hay 10, ahora tenemos 16. Se dice pronto, pero hemos doblado nuestra capacidad en un tiempo record, se ha contratado a mucha gente, gente estupenda que le está poniendo muchas ganas. No quiero ni pensar qué hubiera sido de mí si tengo que empezar a trabajar en una UCI en estas circunstancias. Llevo aquí 4 años y aún me quedan cosas por aprender. El problema es que estamos todos aprendiendo sobre la marcha.

La UCI es un servicio súper especializado, manejamos mucho aparataje y medicación que sólo usamos aquí. No son sólo respiradores, que también, cada paciente tiene su respirador, su monitor, capnógrafo, BIS, sistema de aspiración cerrado, entre 4 y 6 bombas de perfusión, con drogas y aminas, catéter central, catéter arterial, sonda vesical, sonda naso-gástrica, sistema de nutrición enteral, a veces shaldom y hemofiltro. Todo esto en dos pacientes por enfermera.

Nuestro trabajo habitual en tiempos de coronavirus es una mala tarde de antes. A veces pienso que me conformo con que en mi turno no les pase nada, sólo sobrevivir al turno.

Hoy ha habido mala suerte, ha fallecido un paciente, así que tenemos una cama libre, eso significa que tendremos un ingreso. En principio viene un paciente de la CMA, eso significa que traerá todo hecho (intubado, con vía central y arteria ya puestas), pero al final hay una emergencia en urgencias, sube un paciente para intubar. Cambio de planes. Hay que buscar mascarillas para intubar, ffp3, son de las que menos hay, monta corriendo las gafas nasales de alto flujo, hay que preoxigenar. Viene muy malito, tiene miedo, cojo su mano: “no te preocupes, te vamos a dormir y todo va a salir bien”. Está asustado, y yo también. No siempre van bien, pero hay que intentar que su último pensamiento no sea de pánico, tiene que confiar en nosotros, a pesar de que apenas nos ve los ojos tras el casco y la gafas, la boca tapada con la mascarilla y esa bata tan larga, parecemos extraterrestres.

Nos cuesta intubarle, pero al final el intensivista lo consigue, no remonta, lo habitual, cuesta mucho ventilarles, apenas les queda pulmón para meterles aire. Está muy malito, mientras el intensivista le canaliza la vía central yo me centro en canalizar un catéter arterial, casi no tiene tensión, cuesta, pero no sé ni cómo lo consigo, otra compañera le pone la sonda vesical, la naso-gástrica nos cuesta más. Los compañeros de rayos le hacen un portátil, para comprobar el tubo y los catéteres, todo está bien, nos cuesta, pero le conseguimos estabilizar. En total unas 3 horas dentro del box. Sales sudando, jadeando, apenas se respira con esa puñetera mascarilla. Hoy ha habido suerte.

Mis compañeras me están esperando con un vaso de agua fría para recobrar el aliento, pero aún me queda otro paciente por ver.

Así mis 7 horas de turno de tarde, entre medias los mejores momentos cuando estamos fuera, risas y bromas que nos permiten mantener la cordura dentro de esta sinrazón. Nos sirven para evadirnos y desahogarnos.

Las cartas que les leemos a los pacientes. Mensajes de voz de sus familias. No sé cómo pero nos encuentran, y claro que se los hacemos llegar, aunque a veces no sepamos si los escuchan, hay que hacerles llegar las buenas vibraciones de sus familias y de anónimos que quieren levantarles el ánimo.

Son las 20h, nos aplaudimos a nosotros mismos para levantarnos el ánimo, ya que, cada vez es más difícil mantener la moral de la tropa. Los días pasan y no nos desatascamos en la UCI, dicen que están mejorando las cosas, pero aquí no nos ha llegado aún, y no sabemos si nos llegará…

El turno ha sido duro, salgo cansada, respiro algo de aire al salir a la calle, a pesar de la mascarilla, “mañana será un día mejor, seguro”, eso me digo cada noche al salir del hospital. Me despido de una compañera que coge el bus para irse al hotel que han habilitado para sanitarios. No quiere estar en casa para no contagiar a sus padres, ese es otro de nuestros miedos, nuestras familias, no queremos ser un caballo de Troya en casa.

En casa es peor, agotada, toda la ropa a la lavadora, y directa a la ducha. En silencio mentalmente repasas el día, qué has hecho, qué podías haber hecho. Mi sensación es que no hacemos nada, sólo les damos soporte hasta que ellos mismos pasan la enfermedad. Pero sé que no es así, es que no podemos hacer nada más.


Capítulo 5

Una iniciativa solidaria

Acabo de salir de trabajar, las 22:30 de la noche ya nunca salimos a nuestra hora, estoy rendida, ha sido una tarde muy movida. Ceno y me tumbo un ratito en el sillón a ver la televisión. Me suena el teléfono, un mensajito. ¡Anda, una propuesta chula!

Una doctora de otro hospital nos anima a crear un correo, así la gente, desde sus casas, puede enviar cartas de animo a los pacientes.

Ni me lo pienso dos veces, me parece una buena idea, así los pobres se animarán un poquito y se distraerán un rato de todo. Manos a la obra, con la ayuda de las compañeras y de mis hijos creamos la carta de presentación del correo.

¡Nos ha quedado muy chula!

Solo hace falta subirla a la red, para que todo el mundo se entere y nos lleguen cartas. No estoy segura de cómo va a salir esto, ni de la respuesta de la gente, bueno ya veremos por lo menos lo hemos intentado.

Me está empezando a entrar el sueño, después de este día súper excitante en todos los sentidos, miro la hora y… las dos, ¡mierda! que tarde es y mañana trabajo.

 

Bueno la curiosidad me puede, tengo que mirar si nos han llegado cartas, ¡NO ME LO PUEDO CREER YA TENEMOS 50 CARTAS! GENIAL.

Estoy acelerada, eufórica, haber quien duerme ahora.

A la mañana siguiente el número de cartas fue en aumento, y a media mañana, tenía casi 300 cartas. Junto con mi hija nos pusimos a organizarlas e imprimirlas, ese día me lleve al hospital unas 116 cartas que distribuimos por todo el hospital.

Lo mejor la cara de los pacientes, fue una noche de las más emotivas que hemos pasado tanto yo como mis compañeras. Los pacientes se emocionaban leyendo las cartas y nosotros con ellos, a los que no podían leer por ellos mismos, por diversas razones se las leíamos nosotras, con mucha dificultad todo hay que decirlo, entre el empaño de las gafas y que estábamos tan emocionadas como ellos, para leer una carta estábamos tres.

Sería más de media noche, cuando nos damos cuenta de que una de mis compañeras no estaba, ¿dónde se habrá metido?, la llamamos para ver si necesitaba algo, nos responde que no.

Minutos más tarde aparece con las gafas súper empañadas, y nos dice: que estaba leyéndole cartas a una paciente que no se podía dormir, como si fuera los cuentos de los niños antes de dormir, pero a una abuelita, sin embargo, lo ha tenido que dejar, porque se había pillado la llantina del siglo, entre las gafas empañadas por la respiración y la llantina no veía nada.

Cuando tuvimos un ratito libre y todos estaban durmiendo y tranquilos aprovechamos para meternos en la página, y seguir clasificando respondiendo una por una todas esas cartas, e imprimiendo para el día siguiente. En seguida nos dimos cuenta que íbamos a necesitar ayuda para poder responder a tantas cartas, pero si este bicho a sacado algo bueno, es la solidaridad de la gente, al día siguiente ya tenía voluntarios para clasificarlas, responder e imprimir cartas.

La iniciativa ha sido todo un éxito, nos llegan cartas de todas partes, de personas de todas las edades, incluso de las prisiones, tanto los pacientes como nosotros estamos encantados, de haber vivido esta pequeña experiencia, que ha hecho tanto bien, no solo a nosotros o a los pacientes, yo creo que a todo el mundo en general, que ha encontrado una manera de hablar con alguien y contar lo que siente.


JUNTOS SOMOS EQUIPO


MUCHAS GRACIAS POR LAS CARTAS DE PARTE DE TODO EL EQUIPO DE ENFERMERÍA.

Cartasalhenares@yahoo.com.

Capítulo 6

El alta

Ya llevamos varios días a tope, el cansancio va haciendo mella en nosotros, no dormimos mucho, la ansiedad, la situación nos hace que estemos más tensos que de costumbre, y sobre todo muy sensibles, cualquier cosa aunque parezca insignificante nos hace saltar las lágrimas.

Hoy es un día como otro cualquiera, salgo de casa y me dirijo al hospital, por el camino notas la soledad de las calles, ese silencio que se palpa en el ambiente, alguna persona a lo lejos paseando a su mascota, un coche de policía haciendo ronda para que nadie se salte el confinamiento, y tú con la música puesta en el coche continuas hasta llegar al trabajo.

Te cambias y te diriges a la planta, allí están tus compañeros, raro el que no tiene marcada toda la cara por las gafas, la mascarilla y las orejas doloridas y enrojecidas, averiguas que parte de la planta vas a llevar y coges el parte.

Bueno vamos a ver qué tal se nos da la tarde, lo primero que hago después de recoger el parte es preparar lo que voy a necesitar y preparar las cartas para los pacientes, hoy me han llegado un montón, las reparto por las plantas y me quedo las suficientes para mi planta.

Estoy sorprendida de la cantidad de cartas con mensajes de ánimo que recibimos, jamás pensé que íbamos a recibir tantas, y es que el llamamiento ha volado y recibimos cartas de otras comunidades e incluso de fuera de España.

Serán las cuatro de la tarde aproximadamente cuando aparece por el pasillo la doctora, llamándonos. Chicas, chicas, que voy a dar de alta al matrimonio de la 81, viene ilusionada y todo, será porque, aunque siempre es agradable darle el alta a un paciente, en estos momentos la alegría es máxima.

Todas dejamos lo que estamos haciendo en ese momento y nos colocamos en fila junto a la doctora para despedir a ese matrimonio con aplausos, porqué han luchado como jabatos. Es un momento muy emotivo para todos, los pelos se te ponen de punta, ver cómo se van los pacientes a su casa, ver sus ojos y saber que desde hoy ven la vida de otra manera no hay palabras para describirlo.

Pero no todas las veces tenemos tanta suerte, en este caso resulta que nos fallece un paciente, pero a pesar de ello, te quedas con que, aunque no tiene a sus familiares al lado, se marchó escuchando las palabras de sus familiares, de la voz de una compañera que un rato antes le ha leído una carta destinada a él en concreto, como si estuviera esperando ese momento para poder marcharse tranquilo.

De alguna manera el poder leerles las cartas ya sean para ellos en concreto o de gente anónima te reconforta, y te hace vivir esto de otra manera, tanto a ellos como a nosotros, sacar cinco minutitos para darles un poco de charleta, porque los pobres están muy aburridos, y te lo dicen, muchas gracias por este ratito.

Entre el miedo al virus, el que no respiran bien, la fiebre, el malestar general, que parece que les han metido una paliza, un ratito de charla, una carta y sobre todo el haber ganado la batalla al virus, cuando se van de alta. Por todo esto se han ganado un aplauso en toda regla y así se lo hacemos saber

Todo esto hace que te sientas bien y ahora en este momento eso es el impulso que necesitas para seguir y que no te cueste venir a trabajar. Cada alta de un paciente es un logro para ellos y para nosotros

PORQUE TODOS SOMOS UN EQUIPO


Capítulo 7

Un día más

Un día más. Un día cualquiera dentro de este caos que se nos ha venido encima. Me encuentro a cargo de ocho pacientes agudos. Todos han dado positivo en la PCR de este “Bicho” (lo llamo Bicho por qué no creo que se merezca otro nombre menos despectivo) o están pendiente del resultado, aunque tienen síntomas compatibles.

Tengo sobre mí la presión de vigilar monitores, frecuencias respiratorias, saturaciones de oxígeno, temperaturas y cualquier signo que nos indique empeoramiento de algún paciente.

Parece que la tarde transcurre tranquila, pero nunca debes pensar eso cuando trabajas en esto. Eso es lo primero que te enseñan cuando te metes en este mundo: Nunca, pero nunca, debes decir, pensar ni siquiera insinuar que el día va a ser tranquilo.

Observo como la saturación de un paciente que llevaba varios días con nosotros comienza a bajar. Intento recolocar el dedal que mide el oxígeno. Ajusto la mascarilla del respirador improvisado y mejorado para que no tenga fugas. No aumenta. El paciente se queda ausente.

- ¡Compañeras llamadme al médico! ¡Traedme un ambú! ¡Teodoro! ¡Teodoro! ¡¿Me escucha?!

Colocamos al paciente de lado, según algunas recomendaciones, y parece que comienza a remontar y a responder, pero no puede. El paciente no puede más. Lleva varios días luchando por respirar con una mascarilla que le oprime la cabeza para que se quede bien ajustada y le insufla aire oxigenado. Está agotado. La saturación de oxígeno no termina de subir.

- ¡Hay que intubar! -Nos indica el médico. - Pero mejor en la sala de Emergencias.

- ¿¡Qué medicación necesitas?! - Le pregunto a la intensivista que también se encuentra allí.

- ¡Compañeras llamar a la emergencia que vayan preparando la medicación!

Desconectamos rápidamente al paciente del monitor y ponemos rumbo a las Emergencias por un pasillo que parece eterno. Me duele el cuerpo del cansancio acumulado, pero una especie de calambre interior hace que mis piernas corran con el único pensamiento de que el paciente no se muera.

- Por favor, Teodoro, aguanta- No pienso nada más.

Según llegamos a la sala de Emergencias mi mente se pone en modo robot, supongo que la tensión no me deja tiempo para el miedo o la duda. Un compañero asiste a la intensivista con el tubo y yo me dedico a la medicación.

- ¡Compañeras, necesito una batea con jeringas con suero! ¡¿Dónde está el propofol, el midazolam y el rocuronio?!

- ¡Monitor! ¡Tensión! ¡¿Cuánto satura?! - Pide la intensivista.

- ¡60% y bajando! - dice una de todas las voces que nos encontramos alrededor.

- ¡Propofol! ¡80 mg! - Me indica.

- ¡Puesto!

- ¡Repetid otros 80 mg!

- ¡Puestos otros 80 mg!

- ¡Vamos a ello! ¡Relajación!

- ¡Puesta! – Le indico.

- ¡Oh, mierda! No consigo verlo bien. (En estas situaciones nos permitimos hablar mal delante del paciente)

- ¡Espera, te ayudo en la colocación de la garganta! - Le digo mientras intento apretar el cricoides del paciente.

- ¡Ahora! ¡Sujetad el tubo! ¡Dadme oxígeno!

Miro el monitor del paciente y observo como sube la saturación. El ventilador comienza a ventilar sus pulmones y el color de su piel mejora.

Respiro profundo, salgo de ese trance mecánico en el que me encontraba sumida y miro a mi alrededor. Somos al menos cuatro enfermeros, cuatro auxiliares de enfermería y varios médicos. Cada uno ha aportado su grano de arena. Mientras yo estaba concentrada en la función de administrar fármacos, cada uno de ellos ha estado concentrado en otra función, incluida la de asistirme a mí con la medicación. Entre todos hemos conseguido que un paciente agotado de respirar por sí mismo, ventile y tenga una oportunidad.

Yo también respiro. Me tranquiliza observar una saturación de oxígeno de más del 95%. Miro al paciente y le digo para mi interior que lo hemos conseguido. Hemos conseguido llegar a la ayuda que tanto necesitaba y llevaba días pidiendo a gritos sin hablar. Ahora le queda una lucha en la UCI dónde deberá ganar al “Bicho”.

21:45h. Hoy ha sido un día más, y, por lo tanto, un día menos. Juntos podremos vencer.


Capitulo 8

Un mundo en dos días

Me levanto a las 6:45 como cualquier otro día que voy a trabajar por la mañana, mientras desayuno mis pensamientos se disparan ¿seguirá bien el paciente de la 85, y el de la 66 o la señora de la 61? Aunque quieres desconectar tu cabeza no piensa lo mismo. Me marcho hacia el hospital, a ver qué tal se nos da hoy.

Llegas al hospital y es como llegar a una batalla, te angustia el solo hecho de atravesar el pasillo y comprobar que se ha convertido en una sala para los pacientes (que ya no tenemos más huecos), solo para los posibles covid-19, echas un vistazo rápido mientras caminas y piensas bueno por lo menos no están muy mal, a pesar de que las condiciones no son las idóneas.

Llegas a la planta y las cosas no han mejorado mucho, más bien nada, por un lado, los pacientes y por el otro lado tus compañeras. Ya tenemos varios casos de compañeros y compañeras positivos y la cifra va en aumento, y no solamente de nosotros (técnicos de enfermería, enfermeros, médicos), sino también TIGAS, limpieza, todos estamos muy expuestos al contagio, los EPIs escasean, o no son los apropiados.

Varias de tus compañeras comienzan al igual que tú a no sentirse muy bien, tenemos más cansancio de lo habitual, dolores generalizados, presión en el pecho, temperatura más elevada de lo habitual, pero sin ser fiebres, tos que no sabes si es que estás infectada o el estar tanto tiempo con las mascarillas que te la producen, la sequedad de la garganta. Todo se une y empiezas a comerte la cabeza, ¿me habré contagiado?, ¿será ansiedad?

Pero bueno todas estamos igual, si no comenzamos con fiebre o dificultad para respirar todo bien, ¿seremos asintomáticos?, aunque las preguntas no se apartan de tu cabeza, procuras que no te afecte y te animas a ti misma, “venga que estamos bien”. Cogemos el monitor de constantes y temperatura y comenzamos ronda, bueno no empezamos mal no hay fiebres y tus pacientes están estables, comienzas a repartir ropa, ayudar a asear a los que no pueden y levantas a los que están más estables, la medicación, el desayuno, y por supuesto el correo, ese montón de cartas que te han llegado para ellos.

 

Momento que te agradecen un montón, les hace mucha ilusión y se ponen a leerlas en cuanto se las das, los dibujos se los pegamos en la pared, algunos incluso te piden celo para pegarlos en sus cabeceros.

Eso te hace sentir bien, muy bien. Ya ves tú qué tontería pegar un dibujo en la pared, y es que ahora tenemos otra visión del mundo, la cosa más insignificante es un todo, cuando estas entre cuatro paredes aislado, sin familia, enfermo y sin saber cómo te irá, ese pequeño detalle reconforta.

Sales al pasillo y te juntas con la doctora, te pones a hablar con ella, ya sea porque ella te pregunta algo o tú a ella de algún paciente, y notas que te mira de forma distinta, y le preguntas ¿Qué pasa? Y al segundo te das cuenta que las preguntas son hacia ti, ¿respiras bien?, ¿dolor de cabeza?, ¿dolor de garganta?... y acaba diciendo súbete a la primera, a salud laboral.

De pronto te da la vuelta la cabeza, tus temores se han incrementado un doscientos por cien, te quitas el traje con mucho cuidado, para irte, tu mente se nubla, ¿estaré contagiada?, y ahora estarán contagiados en casa. La incertidumbre te mata, avisas a tus compañeras, a la supervisora y te subes a la primera planta, a salud laboral

Cuando llegas allí, resulta que no estás sola varios compañeros también están igual, sin darte cuenta has cambiado el rol, te toman las constantes, pasas con las doctoras y te manda automáticamente a realizarte una placa y el test. Tus compañeros te van animando en el proceso, pero tu mente está en tu casa, y ahora, ¿cómo me lo monto?

De camino a realizarte la placa vas hablando con tu casa, avisándolos de que vas a estar en aislamiento en casa dos días en principio, hasta que te den resultados, el nerviosismo se aprecia también en ellos. Después de la placa, el palito y ahora a esperar, vuelves a pasar con las doctoras, te dan las instrucciones y para casa, pero antes hay que avisar.

Bajas a la planta y comunicas a tus compañeros de que te han mandado para casa, ya que conlleva que asuman tus pacientes, le cuentas a la supervisora y te marchas, de camino a casa vas como en una nube, te pasan por la cabeza todas las imágenes del hospital, buscas posibles fallos en tu actuación, no llegas a ninguna conclusión. Y piensas seguro que es una falsa alarma.

Al llegar a casa pasa directamente al baño y te duchas como si no lo hubieras hecho en años, te colocas la mascarilla, la cual va a ser tu compañera durante dos días mínimo, noche y día. Y durante todas las horas que pasan hasta que te llaman para darte la respuesta, tu mente no deja de dar vueltas, porque si los pacientes no saben cómo puede evolucionar tu sí. Y solo esperas no estar contagiada, y si no es así que no lo pillen los tuyos.

Solamente de la ansiedad que produce la espera tus síntomas se agravan, te da más tos, fatiga dolor general, sueño...los tuyos te gastan bromas para bajar la tensión, y hacerlo un poco más llevadero, tus compañeros lo mismo, están todos pendientes, que es de agradecer.

Intentas dormir lo más posible así no lo piensas, pero es inevitable y más con todo lo que ves en el hospital trabajando en una planta covid-19, las horas se te hacen interminables, no te separas del móvil, si antes lo tenías controlado ahora más todavía, te tomas la temperatura cada vez que ves el termómetro, la saturación, todo va bien, y te vuelves a decir no puede ser, estoy bien.

Y por fin te llaman, antes de descolgar tu corazón casi se sale del sitio, y con el alma en vilo escuchas tus resultados. NEGATIVO. Respiras y te dan ganas de llorar de la alegría, tiras la mascarilla, y cuando consigues relajarte, llamas a tu supervisora para que cuente contigo de nuevo para ir a la batalla.

Porque a pesar de todo no dejas de ser sanitario y eso es una forma de ser, eres una parte de un engranaje que se une para formar el equipo. Y lo mejor que esa alegría vuela como el viento y se reparte en todos y cada uno de los que te conocen ya sea familia o amigos.

To koniec darmowego fragmentu. Czy chcesz czytać dalej?