Irlanda del Norte

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CAPÍTULO VI

Los intentos por conseguir la autonomía irlandesa: Home Rules (1886-1914)

El año en el que Benjamin Disraeli accedió a la jefatura del Gobierno británico, 1874, un nuevo partido político irlandés obtuvo más de la mitad de los escaños designados para Irlanda. Ese partido era la Liga por un Gobierno Propio (Home Rule League), heredero de la Asociación por un Gobierno Propio (Home Government Association), que había sido creada en 1870 por un pequeño grupo de protestantes y que pretendía, fundamentalmente, parar las reformas comenzadas por Gladstone ya que, según ellos, los valores, estructuras y la herencia consolidados con la unión de Irlanda a Gran Bretaña se estaban desmoronando. En definitiva, su máximo afán pasaba por conservar su influencia política bajo el esquema de un parlamento con sede en Dublín. A este grupo se unieron, por las perspectivas que abría la reivindicación de cierta autonomía, individuos de muy diversos intereses políticos, desde fenianos a terratenientes, pasando por conservadores o católicos. Por lo que respecta al sector protestante del movimiento, se asumía que era vital adaptarse a la situación política que pudiera resultar de una hipotética autonomía para asegurarse así un papel protagonista en la política irlandesa y de ahí su apoyo finalmente a las reformas. Evidentemente, las aspiraciones de los que provenían del sector feniano iban mucho más allá de la autonomía.

Entre los miembros fundadores de la Liga se encontraba Isaac Butt, claro ejemplo de esas contradicciones dentro del partido. Diputado por el partido conservador desde 1852 a 1868 y antiguo opositor a los postulados de Daniel O’Connell y su Repeal Association, su delicada situación económica provocó su implicación en cuestiones públicas inimaginables para él hasta entonces, en parte con la idea de rehacer sus finanzas. Así, a la par que defendió a finales de la década de 1860 a los prisioneros fenianos encausados en Manchester –más conocidos como los Mártires de Mánchester–, también vio la necesidad de la puesta en marcha de ciertas reformas políticas para evitar el paulatino ascenso de la causa feniana, y, por ende, separatista. Estas agendas paralelas le granjearon la simpatía y el apoyo tanto de los fenianos –siempre secreto– como de la Iglesia católica, que, si bien al principio miró con recelo a la Liga por su naturaleza protestante, acabó apoyándola al darse cuenta de la necesidad política mutua que se tenían. De un encuentro entre miembros de la Iglesia católica y del partido en 1873 surgió aquella nueva organización de la que hablábamos al principio del capítulo, la Liga por un Gobierno Autónomo (Home Rule League), mucho más popular que su predecesora y con más pegada política en años venideros.

El momento de la Liga, rebautizada en 1880 con el nombre de Liga Nacional Irlandesa (Irish National League) y férreamente liderada por Charles Stewart Parnell, llegó después de las elecciones generales de finales de 1885, que volvieron a poner al frente del gabinete británico a Gladstone. Éste vio con claridad que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda tendría los días contados si no se tomaba alguna postura conciliadora con las distintas versiones del nacionalismo irlandés aglutinadas en torno a la Liga Nacional Irlandesa, formación que había conseguido 86 escaños en las elecciones, es decir, todos los asignados a Irlanda menos los del Ulster y la circunscripción del Trinity College de Dublín. Parte del éxito de la Liga Nacional Irlandesa se debió a la reforma electoral de 1884 (Reform Act), que había ampliado el derecho al voto a todos aquellos varones propietarios o arrendatarios de las casas que habitaban. Así, el número de electores en Irlanda pasó de 220.000 a 700.000, muchos de los cuales eran agricultores partidarios de las tesis nacionalistas. De esta manera, la gobernabilidad del Reino Unido pasaba a depender del apoyo de los diputados irlandeses al gobierno de Gladstone. Por todo ello, Gladstone, y a pesar de las opiniones contrarias de los conservadores e incluso dentro del seno de su partido –algunos creían que había perdido realmente la cabeza–, presentó en 1886 el primer proyecto de ley de autonomía para Irlanda, comúnmente conocido como Home Rule, que contemplaba la creación de un parlamento irlandés dentro del seno del Imperio británico siguiendo el modelo de experiencias similares que ya se habían puesto en práctica en otros dominios británicos como Canadá o Australia. La propuesta fue rechazada no solo por los diputados conservadores, sino también por 91 miembros del propio partido de Gladstone.

Una de las consecuencias más trascendentales que tuvo la introducción de este primer Home Rule para la historia de Irlanda fue el desarrollo en el noroeste de la isla del unionismo como corriente política en las antípodas del nacionalismo irlandés y fuente de muy serios conflictos en la historia irlandesa más reciente. Para Gladstone, el Ulster y el autogobierno para Irlanda no eran términos excluyentes. Pensaba que la minoría protestante sería integrada por la mayoría nacionalista en las instituciones que emanaran del Home Rule sin mayores problemas ya que lo que buscaba la ley era mejorar las condiciones de vida de todos los habitantes de la isla. Lo que Gladstone no contempló fue la lectura que los protestantes del Ulster hacían de sus antiguas alianzas con Parnell o de las perspectivas separatistas que, según ellos, se abrían con un hipotético Home Rule. Para ellos, el autogobierno supondría la destrucción del Acta de Unión y la pérdida de la identidad británica a la que se sentían tan ligados. La consecuencia más inmediata de la introducción del Home Rule fue la creación, en 1886, del Partido Unionista (Unionist Party). Este partido nacionalista británico surgió de la coalición entre el movimiento liberal presbiteriano y el conservador anglicano, apoyados incondicionalmente por la Orden de Orange. Los lazos de unión de los protestantes del Ulster con Gran Bretaña, cuestiones religiosas aparte, tenían mucho que ver con factores de carácter económico o político como el hecho de que la revolución industrial en Irlanda se hubiese localizado prácticamente en el noroeste, o que el comercio derivado de esta se realizara fundamentalmente con Gran Bretaña. De esta manera, el desarrollo y prosperidad de esta zona de Irlanda dependía de sus buenas relaciones con la metrópoli, fomentándose así una ideología que separaba a los irlandeses del norte de los del resto de la isla.

Mientras llegaba el segundo intento de introducir el Home Rule para Irlanda, las filas nacionalistas fueron testigos de la caída en desgracia de su líder, Parnell, por un asunto de carácter privado muy alejado del mundo de la política. Hacía tiempo que Parnell mantenía una relación con una mujer casada, Katharine O’Shea, con la que tenía su propia familia. Esta relación, conocida y tolerada por el marido de Katharine, el capitán William Henry O’Shea, saltó a la luz pública cuando la tía de Katharine murió y dejó una importante cantidad de dinero a su sobrina, excluyendo a su marido de la misma, circunstancia que probablemente motivó que éste, por venganza, hiciera pública su situación en 1889. Las reacciones en Irlanda y en Gran Bretaña no se hicieron esperar. El electorado liberal pidió a sus líderes que rompieran de forma inmediata sus relaciones con la Liga Nacional Irlandesa –o Partido por el Autogobierno, como también era conocido–, a no ser que Parnell dimitiera de su cargo. En Irlanda, la Iglesia católica no podía seguir apoyando a una persona con una “conducta moral tan desviada” y el resto del partido consideraba que, dadas las circunstancias, la situación de Parnell limitaba muchísimo las posibilidades de conseguir el autogobierno. A pesar de las peticiones de dimisión, Parnell se negó y provocó la división del partido entre los que seguían apoyándolo y la Federación Nacional Irlandesa (Irish National Federation) que aglutinaba a sus opositores por considerar que había traicionado al partido, al país y a la causa autonomista. Parnell y Katharine se casaron en junio de 1891, después de que los tribunales de justicia hicieran firme la resolución de divorcio, aunque su matrimonio no duraría mucho ya que él moriría cuatro meses después. Pronto su memoria como héroe traicionado por los suyos se sumó a la larga lista de mártires de la causa irlandesa. En el aniversario de su muerte, bautizado como el Día de la Hiedra (Ivy Day), se le recordaba celebrando solemnes ceremonias. Y autores como William Butler Yeats o James Joyce escribieron sobre él recalcando la idea de la traición al gran líder, aunque también simplificando la compleja realidad de su vida.

En las postrimerías del siglo, la situación política de Irlanda no varió demasiado, a pesar del segundo intento de Gladstone por convertir el proyecto de autonomía para Irlanda en una realidad. Esta vez, en 1893, sí fue aprobado por la cámara baja británica, la de los Comunes, pero fue rechazado por la alta, la de los Lores, quienes tenían la potestad de vetar las resoluciones tomadas por la Cámara de los Comunes. Esta segunda propuesta no difería mucho de la primera, es decir, ambos proyectos de ley contemplaban la creación de un Parlamento irlandés encargado de legislar las cuestiones de índole doméstica, mientras que Londres mantendría las competencias en política exterior, fuerzas de seguridad, comercio, aduanas e impuestos, además del derecho a veto sobre cualquier ley que se aprobara en Dublín. La única diferencia entre ambos borradores estaba en la organización parlamentaria. El primer proyecto contemplaba una estructura bicameral de veintiocho miembros pertenecientes a las clases más altas y 75 provenientes de las clases medias respectivamente. La composición de las dos cámaras en el segundo borrador difería un poco: el Consejo Legislativo (Legislative Council), con cuarenta y ocho miembros elegidos entre la clase alta, estaba pensado para proteger los derechos de la minoría protestante, y la Asamblea Legislativa (Legislative Assembly) tendría 103 miembros elegidos por el resto del electorado. Ambas cámaras serían independientes y tendrían mutuo derecho a veto. A pesar de las evidentes concesiones a los unionistas, éstos rechazaron diametralmente la proposición y sus protestas adquirieron mayores dimensiones que las producidas durante la discusión del primer Home Rule. Es de destacar en este orden de cosas la convocatoria de la Convención Unionista del Ulster (Ulster Unionist Convention) que, en la primavera de 1892, convocó a 12.000 delegados pertenecientes a todo el abanico social protestante. El tono de los documentos allí aprobados había subido; mientras se reafirmaba más que nunca el carácter británico del Ulster, también se advertía que nunca se aceptaría una autoridad nacional irlandesa bajo amenaza de hacer estallar la violencia. Por su parte, los orangistas afirmaron que, de prosperar el Home Rule, promoverían la separación por la fuerza del Ulster. También se fundó en aquellos días una de las organizaciones paramilitares más longevas del protestantismo norirlandés, la Unión para la Defensa del Ulster (Ulster Defense Association, UDA), que comenzó casi de inmediato a recibir armamento y muchas adhesiones del otro lado del mar de Irlanda.

 

El tercer y último intento de otorgar a Irlanda su autonomía política llegó tras las elecciones generales en el Reino Unido de 1910 que dieron una pírrica victoria al Partido Liberal. Éste necesitó para gobernar el apoyo del Partido Irlandés (Irish Party), resurgido en 1900 de las cenizas de lo que había quedado del movimiento liderado años atrás por Parnell y ahora dirigido por John Redmond. A pesar de la posición inicial contraria a la autonomía irlandesa tanto de los liberales como de su líder, Herbert Asquith, su dependencia respecto al Partido Irlandés les obligó a presentar en 1912 un nuevo proyecto de ley de autogobierno para Irlanda ante el Parlamento de Westminster. En esta ocasión había más posibilidades de que el Home Rule prosperara ya que, gracias a la nueva Ley del Parlamento (Parliament Act) –aprobada un año antes–, el veto de la Cámara de los Lores sobre las leyes aprobadas por los Comunes sólo podía tener una vigencia de dos años, pasados los cuales las leyes entrarían en vigor.

Como era bastante factible que esta vez se aprobara el Home Rule, el movimiento unionista, opuesto a la autonomía y que en ocasiones anteriores había ejercido una tímida resistencia, mostró su rechazo con más determinación, sobre todo a raíz de la aprobación de la Ley del Parlamento. Los unionistas fueron apoyados por el Partido Conservador británico, que encontró en este asunto la excusa perfecta para unir a una formación política inmersa por entonces en disputas internas.

La historia del movimiento unionista en el siglo XX comenzó con la aparición de una voz discordante con el discurso establecido. En 1904, y creada por el unionista liberal conde de Dunraven, apareció la Asociación Irlandesa por la Reforma (Irish Reform Association) que proponía la devolución a Irlanda de algunas competencias administrativas. La creación de esta efímera organización provocó un terremoto en el mundo unionista que se aplacó con la formación, al año siguiente, del Consejo Unionista del Ulster (Ulster Unionist Council, UUC), organismo permanente y representativo de todos los sectores unionistas del Ulster que, como era de esperar, no toleró aventuras heterodoxas como las del conde de Dunraven. La ortodoxia unionista se vio reforzada en 1910 con el ascenso al liderazgo del movimiento de sir Edward Carson. Su oposición al Home Rule se basaba en la idea de que el progreso de Irlanda pasaba por su permanencia dentro del Imperio británico. Obviamente, lo que Carson defendía eran unos intereses de clase, los de la clase dominante, o dicho de otro modo, el mantenimiento del estatus de privilegio que el Ulster tenía tanto dentro de la Unión como en relación al resto de la isla. Carson vio en la persona de James Craig, verdadero ideólogo de la oposición unionista al Home Rule, al colaborador ideal para sus proyectos y así, mientras sus obligaciones parlamentarias lo mantenían en Londres, sabía que tenía en casa a alguien en quien podía confiar plenamente. Para Craig, que entró en política en 1903, todas las energías en esos días difíciles para el Ulster debían dirigirse a reforzar la causa unionista. De esta manera, organizó grandes mítines, como el de Craigavon el 23 de septiembre de 1911 donde se congregaron unas 50.000 personas, o promovió también la movilización paramilitar de los orangistas con la formación, en 1913, del UVF (Ulster Volunteer Force-Fuerza de Voluntarios del Ulster).

El nuevo proyecto de Ley para el Autogobierno de Irlanda (Home Rule Act) fue introducido por Asquith en los Comunes el 11 de abril de 1912. Había pocas diferencias entre este y los dos anteriores y se seguía enfatizando la supremacía de Westminster sobre las decisiones que pudiera tomar la futura Asamblea irlandesa. Para calmar las inquietudes de los unionistas, el borrador de la ley contemplaba una serie de medidas destinadas a acomodar sus reivindicaciones. Así pues, la futura Asamblea irlandesa estaría dividida en dos cámaras: el Senado o cámara alta, elegida a dedo en Westminster y con una mayoría garantizada de unionistas pertenecientes a las clases dirigentes, y el Parlamento o cámara baja, donde habría una representación proporcionalmente mayoritaria de parlamentarios unionistas, además de mecanismos que obligaran a las dos cámaras a adoptar resoluciones conjuntas, con lo que el poder de decisión de los representantes unionistas quedaba asegurado. A pesar de estas concesiones, la desconfianza por parte del unionismo fue tan evidente que reaparecieron en el debate viejas ideas como la expuesta por Joseph Chamberlain en 1886 sobre la división de la isla para resolver el problema. De los nueve condados que forman el Ulster, en cinco de ellos –Donegal, Monaghan, Cavan, Tyrone y Fermanagh– los nacionalistas habían obtenido la mayoría en las elecciones de 1910, mientras que en los cuatro restantes –Londonderry, Antrim, Down y Armagh– habían sido los unionistas. Según estos datos, y tal y como se planteó durante el debate de la ley, lo más razonable sería dejar a los cuatro condados de mayoría unionista fuera del Home Rule, pero Carson propuso que, al menos, fueran seis, es decir, los cuatro antes referidos más Tyrone y Fermanagh, posibilidad que fue aceptada a regañadientes por el gobierno de Asquith después de contemplar cómo el 28 de septiembre de 1912 miles de ciudadanos de origen protestante firmaban, a instancia de Carson y Craig, el Pacto por el Ulster (Ulster Covenant), mediante el cual se comprometían a defender su estatus como ciudadanos del Reino Unido ante cualquier injerencia contraria a alterar dicha situación. El rechazo de los nacionalistas no se hizo esperar y proclamaron que, si bien estaban dispuestos a entenderse con los unionistas en muchas cosas, la única cuestión innegociable era la división de la isla. Ante esta respuesta, el Gobierno británico modificó su planteamiento inicial anunciando que la separación duraría cinco años, pasados los cuales el Ulster pasaría a depender del Parlamento irlandés a no ser que Westminster decidiera otra cosa. Aunque esta idea no era del agrado de los nacionalistas, se vieron obligados a aceptarla ya que las circunstancias políticas habían variado en el seno del Parlamento británico. En esos momentos la posibilidad de alianza entre conservadores y liberales en contra del Home Rule era factible si se rechazaba esta última propuesta. Dentro de los esfuerzos para dar una solución al problema irlandés, el propio rey de Inglaterra, Jorge V, decidió involucrarse convocando a todos los líderes políticos implicados en el asunto. Entre el 21 y el 24 de julio de 1914 se celebró la Conferencia del Palacio de Buckingham, a la que asistieron Asquith, los conservadores, los unionistas del Ulster y los nacionalistas. Por desgracia, no se llegó a ningún acuerdo definitivo sobre la división del Ulster y, para complicar más las cosas, pocos días más tarde estalló la Primera Guerra Mundial, con lo cual los esfuerzos del Gobierno británico se centraron en ese nuevo frente. Con el trasfondo de la guerra, el 18 de septiembre de 1914 el rey sancionaba dos leyes: la nueva Ley de Autonomía para Irlanda, o Home Rule, y otra que retrasaba su entrada en vigor un año o hasta que acabara la contienda, lo cual ocurriría cuatro años más tarde… con la cuestión del Ulster todavía por resolver.

CAPÍTULO VII

El largo camino hasta la consecución de la República para Irlanda

Los acontecimientos que se dieron en Irlanda durante el primer cuarto del siglo XX definieron la organización política y territorial actual de la isla. Uno de los aspectos más dolorosos para todos los habitantes de la isla fue la escisión de la isla en dos: el norte, que incluye seis de los nueve condados de la provincia del Ulster; y el sur, que engloba a los 26 restantes. Esta medida, en principio tomada con carácter temporal, se asentó y ha sido fuente de conflictos desde su creación. Calificábamos esta separación como dolorosa porque, en definitiva, no satisfizo las aspiraciones de nadie y fue una solución intermedia para salir de la crisis política en la que se vio sumida la isla a partir del tercer intento por parte del Gobierno británico de otorgar la autonomía a Irlanda, un nuevo Home Rule. Esta nueva propuesta de autonomía desató un proceso plagado de capítulos violentos que comenzaría con el Levantamiento de Pascua (Easter Rising) de 1916 y culminaría con la proclamación formal de la República de Irlanda, o Eire, en 1949.

La Gran Guerra y el Levantamiento de Pascua

Casi toda la Irlanda nacionalista apoyó el nuevo Home Rule, a pesar de que sus aspiraciones habían sido en parte cercenadas. Decimos casi porque ciertos sectores del espectro sociopolítico consideraron insuficiente lo conseguido. Entre los contrarios a la ley estaban , los fenianos, o los socialistas republicanos de James Connolly y el Sinn Féin (‘Nosotros mismos’), un nuevo partido de corte independentista creado por Arthur Griffith en 1905. Antes de la aprobación de esta ley, Irlanda se había convertido en un país militarizado debido, precisamente, a los temores que provocó la presentación del proyecto de ley en 1912. Como se mencionó anteriormente, la Fuerza de Voluntarios del Ulster (Ulster Volunteer Force, UVF) se había creado en 1913 a instancias de James Craig con el único fin de oponerse al proyecto de autonomía. En poco más de un año, el UVF llegó a contar con unos 100.000 miembros dirigidos por oficiales británicos en la reserva, curiosa circunstancia si tenemos en cuenta que el Ejército británico estaba, en teoría, aislado de toda cuestión política. La realidad demostró que no era así y, de hecho, la mayoría de los altos rangos militares simpatizaban con los postulados de los unionistas del Ulster en cuanto a su pertenencia al Reino Unido. Por ello, el Gobierno británico desconfiaba de la lealtad del ejército ante una posible sublevación en el Ulster, sobre todo después de que las fuerzas de seguridad hicieran la vista gorda cuando en abril de 1914 permitieron el desembarco de material de guerra procedente de Alemania y destinado a armar al UVF.

La respuesta a la formación del UVF en el sur no se hizo esperar y, a finales de noviembre de 1913, se creó otra organización paramilitar: los Voluntarios Nacionales Irlandeses (Irish National Volunteers). Entre sus promotores se encontraban el IRB, el Sinn Féin e, incluso, algunos miembros del moderado Partido Irlandés de Redmond. Todos ellos crearon un Comité Provisional de los Voluntarios (Volunteer Provisional Committee) compuesto por treinta miembros y presidido por Eoin MacNeill. La presencia de elementos moderados en el Comité Provisional favoreció el apoyo popular a los Voluntarios ya que en su seno se encontraban representadas prácticamente todas las sensibilidades de la familia nacionalista. Los Voluntarios, claramente superiores en número al UVF pero no en armamento, buscaron la forma de compensar este desequilibrio. Se pensó que sir Roger Casement, miembro del Comité Provisional y funcionario consular, se encargara de conseguir las armas. Estas llegaron en dos pequeñas embarcaciones a Kilcoole (condado de Wicklow) y Clontarf, pero la intervención policial impidió que todas alcanzaran su destino, Dublín. Los disturbios que se dieron poco después en la capital irlandesa causaron la muerte de varias personas a manos del Ejército, acontecimiento que se sumó a la larga historia de represión sobre la población civil que siguió alimentando el rechazo a la presencia británica en la isla.

 

El tercer movimiento paramilitar existente en la convulsa Irlanda de principios de siglo fue el Ejército Ciudadano Irlandés (Irish Citizen Army), dirigido por James Connolly y fundado en 1913 para defender a los huelguistas durante las protestas laborales que desde agosto de ese año se venían dando en Dublín con el fin de reclamar la mejora de las condiciones de vida del proletariado irlandés. Connolly concebía la necesidad de tener una organización de este tipo para enfrentarse a la explotación capitalista y la represión policial, aunque su visión iba más allá ya que logró aunar socialismo y nacionalismo. Pensó que los problemas de la clase obrera irlandesa sólo se solucionarían cuando la isla se convirtiese en una república de corte socialista donde los irlandeses fueran dueños de la tierra, de los medios de producción, distribución e intercambio. Esta fue la razón por la que el Ejército Ciudadano superó su función inicial y desempeñó un papel destacado en los acontecimientos de 1916.

El cuarto grupo paramilitar era la Hermandad Republicana Irlandesa o IRB (Irish Republican Brotherhood). Formado por pocos miembros y reunificado después de las divisiones internas de finales del siglo XIX, vio una muy buena oportunidad de conseguir la independencia con el estallido de la Primera Guerra Mundial siguiendo la máxima de que cualquier acontecimiento que hiciera a Gran Bretaña desviar su atención sobre Irlanda sería positivo para una sublevación exitosa. La implicación del Reino Unido en la guerra provocó el desplazamiento de tropas desde Irlanda hacia el continente europeo. Esta situación de indefensión en la que se dejaba a Irlanda motivó que Redmond propusiera que la isla fuera defendida tanto por el UVF como por los Voluntarios Nacionales Irlandeses, cada uno en su zona de influencia. Dicha proposición la hizo antes de que el nuevo Home Rule fuera aprobado, lo que motivó el rechazo inicial de los Voluntarios que condicionaron el papel sugerido por Redmond a la sanción de la ley, circunstancia que se solventó en muy poco tiempo. Otra de las ideas que lanzó Redmond fue la del alistamiento voluntario de los irlandeses en el Ejército británico bajo el prisma de que una rápida victoria británica favorecería la pronta autonomía de Irlanda. La campaña de alistamiento fue apoyada de forma masiva, aunque unos pocos miembros de los Voluntarios Nacionales, ligados a los fenianos del IRB, junto con el Sinn Féin y sectores nacionalistas radicales pensaban que ese colaboracionismo no interesaba a Irlanda. Esta diferencia de criterios provocó una crisis entre los miembros del Comité Provisional. Veinte de ellos abandonaron sus puestos y, bajo la dirección de Eoin MacNeill, organizaron otro cuerpo paramilitar, los Voluntarios Irlandeses (Irish Volunteers), también conocido como Voluntarios del Sinn Féin (Sinn Féin Volunteers). Esta organización logró reunir tan solo a unos 13.500 miembros de los 188.000 que tenían los Voluntarios Nacionales, quienes iban paulatinamente perdiendo el apoyo popular ante la larga duración de la Primera Guerra Mundial y el desgaste que suponía el alistamiento en la moral de los irlandeses. Si a esto añadimos que, ante la falta de soldados en el frente, el Gobierno británico se planteó iniciar una campaña de alistamiento forzoso en Irlanda, se entiende fácilmente que muchos de los Voluntarios Nacionales se pasaran a las filas de los Voluntarios Irlandeses que estaban diametralmente opuestos a esta medida y a cualquier forma de colaboración con el esfuerzo bélico británico. Tanto los Voluntarios Irlandeses como el Ejército Ciudadano seguían manteniendo la tesis de que la debilidad británica suponía una oportunidad para la insurrección armada y esta idea comenzó a cristalizar cuando en mayo de 1915 los dirigentes del IRB formaron un comité militar destinado a organizar una rebelión que llevara a Irlanda a independizarse del Reino Unido. Ese comité estaba formado por el poeta Joseph Plunket, Eamon Ceannt –miembro destacado de la institución cultural Liga Gaélica– y Patrick Pearse, profesor y fervoroso republicano, a los que poco después se les unieron Tom Clarke y Sean MacDermott. Buscaron el apoyo de los enemigos de Gran Bretaña y lo encontraron en Alemania. Sir Roger Casement –quien había renunciado a su puesto en el cuerpo diplomático británico en 1912 y se había unido al IRB– fue enviado a este país para, por un lado, reclutar una brigada irlandesa entre los prisioneros de guerra que Alemania tenía en su poder, por otro, asegurarse de que este país reconocería a la República Irlandesa una vez se consiguiese la independencia y, finalmente, acordar el envío de armas y tropas para apoyar la insurrección. La misión de Casement no tuvo demasiado éxito ya que solo consiguió reunir un puñado de prisioneros y el armamento enviado por Alemania estaba muy por debajo de lo que se esperaba conseguir. El Consejo Militar fijó la fecha del 23 de abril de 1916 para iniciar las hostilidades. El plan era que una vez se recogieran las armas procedentes de Alemania, los batallones de voluntarios las distribuirían por todo el país y ocuparían lugares estratégicos como puestos de policía o de la Administración, pero sin definir cuáles o cómo se procedería a continuación. Desde un punto de vista militar, y como luego se demostró, todo lo previsto era inútil ya que, para llevarlo a cabo, se necesitaba un ejército numeroso y bien armado, y ese no era el caso de los Voluntarios Irlandeses.

En febrero de 1916 y a través de John Devoy, líder feniano residente en Estados Unidos, el Consejo Militar envió la orden a Alemania de que las armas deberían llegar a la costa de Kerry entre el viernes 21 y el domingo 23 de abril. Una embarcación alemana, el Aud, cargada con 20.000 rifles y diez ametralladoras, salió para Irlanda el 9 de abril. Después de zarpar, el Consejo Militar decidió que el barco tenía que llegar el domingo, pero esa noticia nunca llegó al Aud, que arribó a la bahía de Tralee el viernes 21. Ante la ausencia de los Voluntarios para recoger el cargamento, los tripulantes del Aud decidieron navegar por las cercanías hasta que llegaran. Quien lo hizo fue la Marina británica, que capturó el barco y lo hundió.

Mientras todo esto sucedía, el Consejo Militar tenía que resolver otro problema: la movilización de los voluntarios para que estuviesen listos el lunes de Pascua. Estos solo lo harían si su comandante en jefe, Eoin MacNeill, se lo ordenaba. La dificultad principal residía en que MacNeill solo contemplaba la posibilidad de entrar en acción si el ejército británico intentaba desarmar a su grupo, y ese no era el caso en aquellos días. El miércoles 19 de abril apareció en los periódicos un extraño documento que contenía una lista de nombres de personas que iban a ser detenidas por las autoridades. Este documento, que venía del centro del Gobierno británico en Irlanda, el Castillo de Dublín, había sido falsificado casi con seguridad por MacDermott y Plunkett, pero MacNeill creyó que era auténtico y ordenó de inmediato a sus voluntarios que se resistiesen a la acción gubernamental. Al día siguiente, 20 de abril, MacNeill fue informado de que iba a producirse un levantamiento durante la Pascua y se dirigió a ver a Pearse, que le confirmó que el IRB era quien lo había planeado. El 21 de abril MacNeill comenzó a cancelar todas las órdenes que había dado a sus seguidores, pero Pearse y MacDermott le hicieron una visita y le contaron lo de la llegada de las armas el domingo 23 procedentes de Alemania. Asumiendo que el enfrentamiento era inevitable, MacNeill volvió a dar las órdenes del miércoles a los Voluntarios Irlandeses. El sábado 22 de abril, las noticias sobre el apresamiento del Aud con todo su cargamento llegaron a Dublín y, ante el fracaso evidente de la insurrección, MacNeill volvió a cancelar todos los actos y maniobras de los Voluntarios Irlandeses previstos para el domingo 23. Ese día, mientras el Gobierno consideraba que el levantamiento no se produciría por lo acontecido en días anteriores, el Consejo Militar se reunió y, a pesar del caos de órdenes y contraórdenes, decidió juntar al mayor número de efectivos para comenzar la lucha. A pesar de que eran conscientes de sus escasas posibilidades de éxito, estaban dispuestos a realizar el gesto y mantener vivo el espíritu nacional.

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