Mujer, ¡apuéstale a la familia!

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4. Todo tiene solución… si se quiere encontrar

Los problemas y dificultades existen desde que aparecieron el hombre y la mujer sobre la tierra. Cuando dos o más personas conviven es normal que surjan conflictos ya que piensan de distinta manera, poseen necesidades y deseos diversos y algunas de esas necesidades y deseos no se acoplan.

Los conflictos en el matrimonio no tienen que ser necesariamente malos o negativos: son, simplemente, una realidad en cualquier relación sana.

Ante una situación problemática, tenemos tres opciones:

 Encerrarnos en nuestra postura y esperar que el otro lo resuelva o ceda, lo cual genera distanciamiento, actitudes negativas, enojo e incluso conflictos más serios que el original.

 Permanecer pasivos, ignorando la situación, lo cual, aunque parece una solución, solo acumula tensión que muy probablemente se manifestará en otros aspectos de la vida matrimonial.

 Esforzarse ambos por solucionarlos, con apertura y generosidad. Este esfuerzo generalmente no solo resuelve el conflicto, sino que fortalece la relación conyugal, pues supone la disposición para salir de sí mismo y abrirse al otro, lo cual significa crecer en la capacidad de amar.

Un buen matrimonio no es el que menos problemas tiene, sino aquel que sabe solucionarlos, y un problema se resuelve cuando ambos colocan el matrimonio por encima del conflicto, proponen acciones concretas para solucionarlo y se comprometen a llevarlas a cabo.

¿Cómo hacer esto? Te propongo una técnica sencilla y práctica que puede ayudarte en la vida diaria con tu pareja.

Busca el momento oportuno para dialogar: cuida el cuándo, cómo y dónde. Que ambos se encuentren dispuestos y tranquilos.

Define previamente el problema: analizar cuál es verdaderamente el problema para expresarnos con claridad y evitar malos entendidos.

Comunica el problema: centrarnos primero en lo positivo y en las áreas de oportunidad, y luego expresar lo que sentimos y pensamos. Si es difícil hacerlo verbalmente, lo puedes hacer por escrito.

Recopilar toda la información posible: después de expresar el problema es importante buscar comprender al otro lo más posible: por qué lo hizo, qué no le gusta, cómo quiere que se mejore.

Parafrasear lo que se entendió para evitar malentendidos: «Entonces, lo que sentiste fue… y te sentiste así porque…».

Retroalimentar: dar una respuesta ante lo que se nos ha compartido: «Entiendo que te hayas sentido así; quiero que sepas que no fue mi intención…».

Asegurar a la otra persona nuestro amor por ella: es importante recordarnos que nos amamos y hacérselo saber al otro.

Analizar juntos el problema de manera racional y buscar posibles soluciones: cada uno propone una entendiendo el punto de vista del otro.

Analizar las propuestas, examinando juntos los pros y los contras de cada una de las soluciones propuestas.

Escoger la mejor solución posible: y proponerte hacer todo lo posible por cumplirla.


5. Infidelidad financiera

¿Eres infiel financieramente hablando? Si estás casada o vives con alguien, ¿le mientes a tu pareja sobre lo que realmente te costó tu compra?, ¿tienes alguna tarjeta de crédito o débito, o quizá una cuenta de ahorro, cuya existencia desconoce tu pareja?

Este tipo de conductas son más comunes de lo que imaginamos. Cuando un hombre y una mujer se casan, usualmente resienten perder su autonomía, ya que llevan años satisfaciendo sus propias necesidades y gustos sin tener que dar explicaciones. Sin embargo, una vez casados, la situación es distinta.

A lo largo de nuestra vida de matrimonio hay ciertos eventos financieros o etapas que son un «gatillo» en la relación:

 Comprometerse o vivir juntos: un acuerdo prenupcial, manejo del dinero y aportaciones de cada uno.

 Casarse: gastos de boda, luna de miel y el inicio de una vida en pareja.

 Nacimiento del primer hijo: embarazo, parto y gastos. También el pensar si ella dejará su empleo o regresará a trabajar.

 Perder el empleo: en ambos integrantes, algo que impacta tanto en lo emocional como en lo financiero.

 Jubilación: cuando alguno o los dos debe retirarse.

 Una enfermedad o una situación difícil: ya sea en los cónyuges, hijos o algún familiar cercano.

 Divorcio: además del efecto emocional, tiene un impacto económico.

 Padres ancianos: cuando deben hacerse cargo de ellos.

Para establecer una relación duradera, la pareja debe hablar abierta y francamente de temas financieros. Establecer citas de dinero, en las cuales se hable del ingreso de ambos, de cómo piensan gastarlo y ahorrarlo y, ¿por qué no?, establecer para cada uno una cantidad para gastos en gustos personales.

En su libro Financial Infidelity, Bonnie Eaker Weil relaciona la actitud que tanto el hombre como la mujer tienen hacia el dinero, con la forma de expresar sus afectos y sentimientos:

 El avaro: guarda el dinero solo para él, esperando que su pareja realice los gastos fuertes. Estas personas no son afectuosas y hablan poco.

 El controlador: controla el gasto llevando cuentas exactas de ingresos y egresos. En la parte emocional suelen controlarse tanto que pueden terminar solos.

 El impulsivo despilfarrador: no puede controlar sus gastos ni sus deudas, tampoco tiene control de sus impulsos emocionales; es irresponsable y cambia de humor bruscamente.

 El que esconde y espía: no se sabe si tiene dinero, esconde las cuentas y lo que compra. Emocionalmente son personas reprimidas y pasivo-agresivas.

 El que se sabotea: tiene deudas fuertes, pierde el trabajo o lleva a la ruina su negocio. Provoca crisis en las relaciones y le cuesta trabajo tener intimidad.

 La persona abierta y segura: no le da miedo hablar de dinero.

Lo importante de la infidelidad financiera no es el costo del dinero, sino las razones de fondo por las cuales en la pareja uno desconfía del otro.


6. Los celos, un sentimiento tóxico

Revisar sus bolsillos, mirar su teléfono y su mail, preguntar constantemente a dónde fue y con quién estuvo, son sensaciones molestas e inquietantes, una necesidad imperiosa de saber y controlar que trae como consecuencia crisis en las parejas.

Sentirnos celosos es una experiencia que se basa en la sospecha (seguida de intranquilidad y reclamos) de que la persona amada cambie su cariño o amor y los traslade a otra persona. El celoso quiere exclusividad; ser poseedor único del amor.

Una pareja embargada por los celos pierde la paridad, la equidad que debe existir para aceptar la autonomía, la historia previa de cada uno y los deseos de proyección hacia el futuro.

Los celos son normales, pero en exceso demuestran una gran inseguridad y definitivamente afectan a la relación de la pareja.

El problema no reside en el hecho de sentir celos, sino en su intensidad, en su frecuencia, en la manera de manifestarlos y en cómo estos influyen en nuestra conducta.

¿Cómo te das cuenta de que los celos se convierten en un problema? Si tu pareja hace lo siguiente o tú lo haces con tu pareja:

 Coarta tu libertad de usar cierto tipo de ropa.

 Te busca insistentemente cuando desapareces y cuando estás presente no te hace caso.

 Prefiere que en las reuniones te quedes callada y no hables con desconocidos.

 No quiere que veas o salgas con amigos del sexo opuesto.

 Te hace un dramón si llegas tarde a casa.

 Te llama constantemente al celular o te manda demasiados correos electrónicos.

 Te desalienta cuando quieres hacer alguna actividad y siente su estabilidad emocional en riesgo.

 Te ha hecho perder posibilidades de trabajo, viajes, diversión o negocios con el argumento de que «alguien quiere algo contigo».

 Te hace sentir que sin él tu vida no tiene sentido.

 Devalúa constantemente tu persona y tus acciones.

 Te vigila velada o abiertamente ante la posibilidad de que tengas una posible relación paralela.

¿Eres una mujer celosa? ¿Se puede lograr ser menos celosa? Algunos consejos para lograrlo:

 Piensa que todos los vínculos son diferentes.

 Acércate al otro sin supuestos previos.

 Dale a tu pareja lo mejor de ti.

 Descarta pensamientos que te generen celos.

 Aprende a confiar y a valorarte más a ti misma.

 Quítate de la cabeza la idea de que el otro te pertenece.

 Una relación de pareja debe ser una relación de crecimiento constante, no de sufrimiento eterno.

 Aprende a convivir con tu pareja, no a rendir un informe de actividades para el otro.

 Evita caer en el chantaje emocional.

 Considera a tu pareja como un ser humano y no como una de tus propiedades.

 Si se convierte en una conducta incontrolable llamada «celotipia», acude con un profesional para solicitar ayuda y corregirla.

 

7. Cómo llevarte bien con tu familia política

Cuando una persona toma la decisión de compartir su vida en pareja, no solo lo hace con el ser amado. Quiéralo o no, la relación también incluirá a la familia política.

Convivir con estos familiares es inevitable y, en gran medida, la buena o mala relación con ellos determinará el rumbo de la pareja. Esto incluye el trato con los suegros, los cuñados e, incluso, con los tíos.

A veces, estos familiares pueden contribuir a terminar una relación en su afán por ayudar a consolidarla, porque utilizan los métodos equivocados.

Comparto contigo algunas reglas que pueden ayudarte:

 Quiere a tus suegros, pero recuerda que no son tus padres. No los uses como confidentes hablándoles mal de tu marido, ni les llames para quejarte, llorar o reclamar cuando él se porta mal.

 Ten atenciones para con ellos y procura siempre recordar los cumpleaños y fechas importantes para felicitarlos o tener algún buen detalle.

 Si tu pareja está alejado de ellos, incentiva su reconciliación o acercamiento.

 No andes con chismes; la discreción es una virtud que no debes olvidar.

 No acuses a tu suegra con tu marido. Si tienes alguna diferencia con ella, es mejor aclararla de manera diplomática.

 Cuando vayas a casa de ellos ayuda en las tareas sencillas.

 Si tienes hijos, jamás les hables mal de sus abuelos paternos o maternos.

 Nunca te pelees ni faltes el respeto a tus suegros. Recuerda que son la mamá o el papá de tu cónyuge y que él también los quiere. Si la relación es insoportable, antes de perder el estilo, mejor aléjate.

 Las diferencias entre tu cónyuge y tú solo competen a ustedes dos, no hagan escenitas frente a los familiares.

El padre, la madre y los hermanos de la pareja nunca van a dejar de serlo y como tal hay que asumirlo. La realidad en nuestro país demuestra que los conflictos de pareja son uno de los principales motivos de consulta psicológica, y un aspecto que los provoca es una mala relación con los familiares políticos.

Debemos aceptar esta realidad. Crear y mantener una relación sana con ellos es sinónimo de salud emocional, que seguramente robustecerá la vida en pareja.

Los roles adecuados serían los siguientes:

 Que los suegros respeten el espacio de la pareja.

 Mostrar independencia económica y emocional.

 Tener una vida afectiva satisfactoria.

 Que los suegros respeten las decisiones de pareja y dejen que resuelvan solos sus conflictos.

 Que la pareja asuma su rol de padres cuidando a sus hijos.


8. Claves para ser una buena nuera

Se habla mucho de las suegras, ¿pero cuál es el papel de las nueras, la otra cara de la moneda? Hablaremos sobre algunos de los consejos propuestos por Isabel Llorente en su libro Suegras y nueras.

No creas que la familia política o la suegra está observando todos los pasos que das. Por eso, evita reacciones de ira; no te precipites ni actúes de manera nerviosa o asustadiza. Entre más serena estés, el clima de la relación será más estable. La seguridad en ti misma te dará la tranquilidad que anhelas para actuar asertivamente.

Sé inteligente: actúa con ecuanimidad y madurez emocional desde el principio de tu matrimonio; evita ser demasiado susceptible. Esto dará más estabilidad a tu hogar.

Es lógico que tu suegra, como madre de tu esposo, conozca muchos detalles sobre su vida. ¡Que esto no te cause celos! Mejor disfruta lo que te platique sobre sus años de niñez y juventud. Finalmente acabarás conociéndolo más tú, por ser él ya parte de ti.

Si amas tanto a tu esposo y es un hombre valioso, agradece a tu suegra que fue quien lo formó. Si tu esposo sabe amar, es que sus padres le enseñaron a amar y tú estás recibiendo los frutos.

Respétala mucho. No sabes a ciencia cierta qué hay dentro de su corazón: soledad, quizá años de lucha y cansancio muy comprensibles.

Acepta de buen agrado los consejos que te dé tu suegra. Comprende que las madres tienen un instinto maternal que les impulsa a seguir cuidando a sus hijos, aunque sean mayores.

Trata de no ver sus defectos. Llevas su apellido, que será también el apellido de tus hijos. Da a tus hijos ejemplo de gran corazón. No rompas la armonía familiar.

Tan abuela es la abuela materna como la paterna. Llévale también tus hijos a tu suegra, y enséñalos a amar a las dos por igual.

Generalmente un buen hijo se convierte en un buen esposo. Permítele que cumpla libremente con sus deberes de hijo.

Irás madurando, y debes aprender a tomar en cuenta lo bueno de las personas, principalmente de tu suegra.

Los celos pueden extenderse también a las cuñadas. Tú eres la esposa. Confía en ti misma. El amor de esposo no significa que él deba dejar de amar al mundo entero, incluyendo a sus hermanos y amigos.

Procura tener salud mental: no le des tantas vueltas a las cosas. Cuando haya un malentendido, habla con tu suegra, perdonen y olviden, dando pronto vuelta a la página.

Transmite a tus hijos la herencia familiar de sus abuelos paternos y maternos; verás cómo en un futuro esto te permitirá tener a todos tus hijos juntos, con tus nietos felices, en un cálido ambiente familiar.



Cuando los problemas aparecen... y crecen

1. Anorexia emocional

Fue hace poco cuando escuché este término y me pareció curioso. La anorexia es una trastorno alimenticio en el que la persona limita su comida al máximo de forma voluntaria. Sin embargo, en la pareja también existe la anorexia a nivel emocional: se trata de aquellas que han perdido el sabor del amor y se niegan a alimentarlo.

Existen personas que padecen de anorexia en sus emociones; se niegan a recibir amor, regalos, una buena conversación, se aíslan en sus sentimientos y en su manera de corresponder.

En la anorexia emocional se tiene miedo al compromiso, a sentirse gratificados con una pareja. Las personas que la padecen solo exigen o simplemente se cruzan de brazos y se cierran a que se les nutra emocionalmente. Son personas que presentan un empobrecimiento en términos afectivos, es decir, se niegan a recibir afecto, abrazos, caricias e intimidad; rechazan recibir amor y bloquean gran parte de sus emociones.

Los anoréxicos temen comer porque saben que subirán de peso. Quienes sufren de anorexia emocional, por su parte, lidian con grandes temores en su vida: a ser lastimados, abandonados, a ser criticados… y ese miedo los paraliza.

Esta enfermedad puede ser consecuencia de experiencias traumáticas durante la niñez, de imitar la conducta de los padres que nunca les expresaron afecto, o bien de algún trastorno escolar en el que su físico los marcó de por vida.

¿Cómo saber que tu pareja o tú misma sufren de anorexia emocional? He aquí algunas señales:

 Llevan un registro de lo que hace o deja de hacer la pareja y desean ser el centro de atención.

 Son obsesivos con la vida en pareja y llevan un recuento de las llamadas, detalles y expresiones de amor.

 No se sienten a gusto consigo mismos y sufren, por lo que no se alimentan afectivamente

 Sienten una gran necesidad de ser queridos y valorados, pero en el fondo se privan del goce de la afectividad.

 Se enredan en relacionas conflictivas porque no se aceptan como son.

 Generalmente son personas celosas.

 No comprenden el hecho de que sus parejas sí gocen y acepten la vida.

Las consecuencias son reales: casi todas sus relaciones sociales se ven afectadas; su autoestima y crecimiento espiritual se deterioran; presentan depresión y estrés y pierden la capacidad de apreciar la vida.

La pareja perfecta no existe, pero el comportamiento de los anoréxicos se dirige siempre hacia la perfección.

Si tú o tu pareja están viviendo esta situación deben de reconocer si el mecanismo de rechazo en el afecto es natural o aprendido; tomar los riesgos de dar y recibir afecto, y resaltar las cualidades y no las carencias.

Si es necesario, soliciten asesoría psicológica profesional, ya que uno de los dos no disfruta el hecho de recibir todo lo bueno del otro.


2. Lo que comunicamos sin hablar

Los gestos, las posturas, las miradas, los tonos de voz y otros signos y señales no verbales constituyen un lenguaje complementario al de las palabras. Tan importante es aquello que decimos con palabras como aquello que mostramos sin hablar.

Las investigaciones han demostrado que la comunicación no verbal tiene más influencia que las palabras en las reacciones que provocamos. Sin embargo, le prestamos poca o ninguna atención, ya que muchas de estas señales son inconscientes.

Algunos de los gestos que se manifiestan en nuestro rostro:

 Elevar una ceja: señal de incredulidad, sospecha o desafío. Llevarla hacia arriba es un acto inconsciente de que lo que escuchas no te convence.

 Gesto de hartazgo: cuando los ojos giran hacia arriba dejando ver el blanco inferior.

 El gesto de frotarse los ojos es una señal de agotamiento debido al cansancio físico o mental.

 Sonrisa: expresa un auténtico estado de gozo o alegría, acompañado por la formación de arrugas alrededor de los ojos.

 Tristeza: las cejas se levantan en sus extremos y el labio inferior sube un poco.

 Cuando hay temor: las cejas se elevan rectas y tensas, los ojos se abren y surge una sonrisa antinatural que encubre el temor.

 Asco: se frunce la nariz, la contracción de los músculos arrastra las cejas hacia abajo y contrae los párpados.

 Al aparecer el enojo o la ira, las cejas se bajan en forma tensa, la mirada se focaliza y los ojos brillan con intensidad.

 Al experimentar sorpresa o emoción se elevan las cejas, los ojos se abren y los párpados están relajados.

Las posturas también dicen mucho: tocar a las personas, generalmente en el antebrazo, denota un clima de cordialidad y entendimiento.

La forma en que estamos sentados: inclinados hacia delante o recostados; con los brazos cruzados o libres, con las piernas derechas o sueltas.

Al estar de pie: con una postura recta y de frente, o de lado y sin mirar a la persona; con las manos en los bolsillos o sueltas; asintiendo o ignorando al otro.

El contacto visual es sumamente importante: mirar a los ojos en el momento del saludo o durante una conversación señala apertura, interés y buena disposición. Alguien que no te mira a los ojos cuando le estás hablando denota una falta de interés total.

Las cualidades de la voz tienen una enorme influencia en nuestras reacciones emocionales y valoraciones. Voces ásperas, demasiado agudas o chillonas, y un volumen innecesariamente elevado pueden irritar. Un ritmo rápido muestra excitación; uno lento, tristeza o apatía.

En las conversaciones entre la pareja las posturas y ademanes son muy importantes: la forma en que estamos sentados, los gestos de afirmación al escuchar, el movimiento de las manos, la mirada a los ojos, el movimiento de la cabeza. Todo cuenta para lograr que el diálogo sea empático y productivo.


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