Economía, salud y envejecimiento

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Model 3. Incident disability with Charlson
FTSRockwood FS
VariableORLLULORLLUL
Age1,0510,9801,1271,0921,0261,161
Sex (female)1,4750,7592,8682,0771,1523,744
Charlsom Index1,1290,9511,3411,0420,8791,235
Frailty I. *1,0311,0051,0581,0531,0121,095
Frailty II.**1,1651,0251,3251,2921,0601,576
Frailty II.***1,3581,0501,7571,6701,1232,482

6. El deterioro funcional y los costes sanitarios

Siendo pues el mantenimiento de la situación funcional el objetivo a perseguir en nuestro tiempo en las sociedades que están terminando o ya han completado la transición demográfica y epidemiológica, como es el caso de Chile, siendo la funcionalidad el principal predictor de eventos a mediano y largo plazo, ¿qué papel juega la funcionalidad como predictor y responsable de consumos sanitarios y, por tanto, en el cuestionamiento de la sostenibilidad (financiera) de nuestros Sistemas de Salud?

Ya hemos comentado previamente que el papel de la situación funcional, la pérdida de la misma, ha sido ignorado hasta muy recientemente en todos los análisis económicos, que se centraban en el papel que jugaba la enfermedad y sus tratamientos. La primera consecuencia de esta ceguera técnica es que cuando se ignora el principal componente de una estructura de costes, las medidas tendientes a mejorar la eficiencia del sistema se van a centrar en otros componentes que en realidad juegan un papel marginal, con lo que el efecto de tales medidas resultará finalmente superfluo, si no contraproducente, al poner el esfuerzo en lo irrelevante mientras que se ignora lo sustancial, que seguirá deteriorándose.

Otra cuestión a considerar, que ya se ha apuntado en las líneas precedentes, es sobre qué componente –de los muchos que se engloban bajo el epígrafe de deterioro funcional– debiera actuarse para maximizar la eficiencia de nuestra intervención. La respuesta a esta pregunta puede enunciarse desde los principios que engloban toda actividad preventiva: sobre la situación aún reversible, que sea fácil de identificar, que afecte a gran cantidad de personas, que haya un periodo de tiempo entre su detección/aparición y la producción del efecto que queremos evitar (esto es, la discapacidad), que este efecto sea difícil de revertir o mejorar, sobre la que dispongamos de un tratamiento/sistema de prevención eficaz a un coste asumible y que, una vez revertida, evite en gran parte sus consecuencias. Todas estas condiciones se dan en el síndrome de fragilidad, que llega a afectar (junto a la pre- fragilidad o fragilidad leve) al 40-50% de la población mayor de 65 años: es fácil y barato de detectar, si no se trata genera costes muy relevantes, y tenemos ya intervenciones de efectividad contrastada y de fácil aplicación que han mostrado ser capaces de revertir la situación de fragilidad y de prevenir la evolución hacia la discapacidad.

Aunque previamente ya hemos comentado algunas de las consecuencias de la fragilidad, un reciente meta-análisis las ha resumido, según se muestra en la Fig. 10, expresando el riesgo en términos de razón o cociente de riesgos (Hazard Ratio) entre los que presentan fragilidad y los que no la presentan.

Fig. 10. Consecuencias de la fragilidad según Kojima y cols (varias publicaciones).ABVD: Actividades Básicas de la Vida Diaria; AIVD: Actividades Instrumentales de la Vida Diaria


Siendo estas consecuencias graves, ¿qué problemas genera la fragilidad por sí misma? O, enunciado en términos económicos, ¿qué costes conlleva la fragilidad para los sistemas sanitarios? O ¿qué parte de los costes de estos sistemas se deben a los pacientes que presentan fragilidad?

A la primera pregunta ya han contestado en años recientes diferentes investigadores. Cabe aquí resaltar dos de estos estudios, realizados ambos en países europeos con sistemas sanitarios muy diferentes: Francia (Fig. 11) y Alemania (Fig. 12).

Fig. 11. Costes de la fragilidad en Francia en personas mayores de 65 años ambulatorias. En el eje de la izquierda (Population) se representa el porcentaje de individuos robustos, pre-frágiles y frágiles por quinquenio de edad. En el eje de la derecha se presentan los costes de atención ambulatoria para cada uno de estos quinquenios


El estudio de Sirbe N y Rapp T, publicado en el European Journal of Health Economics, mostraba como la pre-fragilidad suponía un coste ambulatorio (se excluía hospitalización) adicional de 750€/persona/año, mientras que este coste subía en los frágiles a los 1,500€/persona/año. Estos costes se incrementaban conforme aumentaba la edad de la población, desde los 65 hasta los mayores de 90, a la vez que aumentaba el porcentaje de pre-frágiles y frágiles para cada quinquenio de edad.

El estudio alemán ofrece algunos datos adicionales, ya que considera también los costes de hospitalización y de atención en Residencias, a la par que ofrece el gasto global. Mientras que en este caso la pre-fragilidad no parece suponer un incremento adicional de costes, o lo hace de manera muy escasa y no significativa (440 € persona/año), la fragilidad incrementa los costes de atención en 4.932 €/persona/año. La mitad de estos costes corresponderían a gastos de hospitalización, un 44% a costes ambulatorios y el 6% restante a los gastos de estancia en Residencias (Fig. 12)

Fig. 12. Distribución del incremento de costes asociados a la fragilidad en Alemania.


Pero junto a estos datos de costes directos recientemente se han publicado trabajos que muestran la enorme importancia de la fragilidad en las estructuras de costes de diferentes sistemas y servicios de salud. Quizás algunos de los más interesantes son los publicados por KE Joint y por JF Figueroa en 2017, sobre costes atribuibles en más de 6.100.000 personas atendidas en Medicare (Fig. 13)

Fig. 13. Distribución de costes totales y costes evitables entre 6 categorías de pacientes atendidos en Medicare (Joint y cols., BMC Healthcare 2017 y Figueroa y cols., An Intern Med 2017)


Según estos datos, los sujetos frágiles solo supusieron el 8,6% del total de la población atendida en Medicare, pero representaron el 40% de aquellos que se encontraban dentro del 10% que más recursos consumió. Mucho más que los que tenían comorbilidades complejas o simples o enfermedades aisladas, que en conjunto no sumaban más que el 34% de los sujetos que cumplían los criterios de alto coste. Pero con ser este dato importante, quizá el más relevante de todos es que, al analizar los gastos potencialmente evitables entre los incurridos por estos pacientes, el 50% de los gastos en sujetos frágiles eran evitables, mientras que solo lo eran el 30% de los gastos en los que incurrían los sujetos que presentaban enfermedades múltiples o únicas. Es decir, que los sujetos frágiles no solo causaban una desproporcionada cantidad del gasto teniendo en cuenta su escasa presencia en el total de sujetos atendidos, sino que precisamente eran esos gastos los que ofrecían mayores posibilidades de ser evitados, de ser ahorrados. Esto puso de manifiesto que la intervención sobre estos sujetos frágiles era la que ofrecía una mayor oportunidad para contribuir a la sostenibilidad de Medicare.

¿Disponemos de alguna evidencia que avale el que las intervenciones sobre la fragilidad pueden suponer algún ahorro de costes y alguna mejoría en la eficiencia de nuestros sistemas de salud? La respuesta es contundentemente sí. Tanto a nivel individual, esto es, de intervenciones centradas en actuar sobre la fragilidad en grupos aislados y concretos de pacientes, como a nivel colectivo, es decir, de intervenciones que reforman gran parte de los Sistemas de Salud poniendo el foco en la intervención sobre las personas en riesgo de deterioro funcional y también en las que ya tienen diferentes grados de deterioro.

Un buen ejemplo del primer caso lo tenemos en los resultados del estudio MID-FRAIL recientemente publicados. Este estudio se centró en la evaluación de la efectividad y la eficiencia de una intervención multidimensional en pacientes mayores de 70 años con diabetes, frágiles o pre-frágiles. La intervención incluía, junto a un ajuste en los objetivos glicémicos y de presión arterial, un programa de ejercicio individualizado y una educación nutricional. Los resultados mostraron una mejoría en la situación funcional en los sujetos en los que se había realizado la intervención en comparación con los que habían seguido un manejo estándar, esto es, recibido un tratamiento habitual. Pero junto a estos hallazgos el estudio MID-FRAIL mostró una reducción de costes en el tratamiento del grupo al que se le realizó la intervención (Tabla II)

 

Tabla II. Coste medio anual por grupos (intervención vs. cuidados estándar) en EUR 2016 por paciente


Intervention (n=236)Mean (SD)Intervention (n=387)Mean (SD)
Intervention Costs331.75 (127.75)0
Primary Care costs506.14 (1,698.07)611.50 (1,832.78)
Medical visits, specialist244.73 (275.51)265.68 (316.56)
Medical test/examinations142.69 (201.15)140.84 (179.58)
Hospitalizations540.93 (2,113.08)1,176.75 (3,736.92)
Health-care cost1,766.25 (3,159.89)2,194.78 (4,914.18)
Formal care cost-18.22 (3,245.17)166.33 (3,829.40)
Informal care cost-255.90 (6,297.36)-194.23 (2,100.05)
Non healthcare cost-274.12 (6,387.03)-27.89 (4,323.04)
Total Care cost (HC Cost + non HC Cost)1,492.12 (7,455.79)2,166.88 (6,736.83)

El ahorro total (costes de cuidados sanitarios más costes de cuidados no sanitarios) se acercó a los 700 €/persona/año. El principal ahorro vino de los gastos de hospitalización, pero también se observó un pequeño ahorro en los gastos no sanitarios, explicados mayoritariamente por una reducción en los gastos asociados a los cuidadores de los pacientes.

Pero siendo este un buen ejemplo de cómo las intervenciones aisladas sobre la fragilidad pueden ser coste-efectivas, es también útil pasar de la perspectiva micro a la perspectiva macro. Evidentemente aquí los resultados son más difíciles de encontrar, ya que han sido muy pocos los sistemas que han tenido el arrojo, pero también la visión de futuro, de hacer modificaciones sustanciales, en algunos casos casi globales, de sus sistemas, reenfocándolos hacia la funcionalidad, los cuidados integrales y los cuidados continuados, que son los tres pilares que debieran orientar la organización de los sistemas de salud modernos que, inefablemente, atienden y van a atender cada vez con mayor intensidad a la población adulta mayor. Este es un hecho, no una opción, y cuanto antes lo asuman los gestores y planificadores menos tiempo se demorarán los sistemas en adaptarse a las necesidades de su principal población objetivo, de sus principales clientes, los adultos mayores.

Las autoridades sanitarias escocesas emprendieron hace ya una década un proceso de cambio en su Sistema Nacional de Salud (National Health Service), tras un periodo de análisis en el que encontraron una serie de ineficiencias e inequidades que decidieron resolver. Tras este análisis se diseñó un programa de reforma en el que participaron además entidades privadas, grupos de ciudadanos, ayuntamientos, entre otros, y que financiaron también entre todos estos grupos y entes (Fig. 14).

Fig. 14. Bases de la reforma del Sistema de Salud escocés, centrado en la provisión de cuidados según la funcionalidad de los pacientes adultos mayores.


Pasados dos años tras la reforma realizaron una primera evaluación de la misma, en la que midieron su impacto en diferentes variables, tanto de procesos como de resultados. Cabe destacar que junto a una disminución en los ingresos en Residencias, un aumento muy significativo de los días que las personas permanecieron en sus domicilios, una caída en las visitas a los departamentos hospitalarios de urgencias o un descenso significativo en las estancias inapropiadas en los hospitales, pasados esos dos años ya se había producido un ahorro sustancial de recursos financieros, con lo que la inversión inicialmente empleada entre los años 2011-2014 empezaba a recuperarse a buen ritmo y se calcula que estaría amortizada antes de 2021. Estos resultados, junto a algunos otros, se muestran en la figura 15.

Fig. 15. Algunos resultados de la reforma del Sistema de Salud escocés tras dos años de su puesta en marcha


39%Change fund spend 2014/15 Supported Carers2 MillionMore days in own home than ‘expected’
17% lowerOlder people conveyed to hospital after a fall (non-injured)10% ReductionIn rate of 75+ emergency beddays over 4 years
1300 per dayFewer people aged 65+ in hospital beds than ‘expected’Over 4 in 5In receipt of formal care at home have telecare
4000 PER DAYFewer people in care homes than ‘expected’19% FewerPeople delayed in hospital over 2 weeks

Estos resultados han animado a varias organizaciones nacionales e internacionales a promover activamente reformas de los sistemas de salud, destacando entre estas reformas las que promueven la Organización Mundial de la Salud, la que está desarrollando toda una estrategia basada en el programa ICOPE (Integrated Care for Older People), o la propia Unión Europea, que finalizó en diciembre de 2019 una Acción Conjunta (Joint Action ADVANTAGE) centrada en el diseño y provisión de un programa de afrontamiento de la fragilidad en el ámbito europeo, aportando criterios y herramientas a los generadores de políticas de salud y a los gestores de dichos programas con el fin de dar una respuesta adecuada a este reto. Entre las diferentes aportaciones de ADVANTAGE al desarrollo de políticas y acciones encaminadas a mejorar la gestión de la fragilidad y de los que la padecen en la Unión Europea, cabe destacar las herramientas de cribado y diagnóstico a utilizar en el despistaje de la fragilidad, una nueva definición de cuidados intermedios (incluyendo los llamados de transición), siempre mal definidos e inconcretos y que ahora por primera vez encuentran una definición clara y concisa, y un esquema de actuación que puede ponerse en práctica en cualquier sitio, dada su simplicidad (Fig. 16).

Fig. 15. Abordaje de la fragilidad según el documento de la Acción Conjunta de la Unión Europea (diciembre 2019)


7. Conclusiones

En resumen, podemos establecer que los cambios demográficos que han experimentado las sociedades a lo largo del siglo XX y principios del presente siglo XXI, han traído consigo una serie de consecuencias epidemiológicas que exigen de una transición tanto de los fundamentos de la atención clínica prestada a cada uno de los pacientes mayores, como de los modelos de organización de los Sistemas de Salud, que deberían cambiar estos modelos pasando de centrarlos en la atención a la enfermedad aislada o en grupo (comorbilidad) a un modelo centrado en la atención a la autonomía funcional y la calidad de vida, sus causas y sus consecuencias. Es la situación funcional, mucho más que la enfermedad, la que es capaz de predecir de manera más precisa resultados relevantes para la población adulta mayor, incluyendo el desarrollo de discapacidad, la hospitalización o la muerte. Existe abundante evidencia de que, actuando sobre las etapas más precoces del deterioro funcional, la denominada fragilidad, pueden evitarse o retrasarse la aparición de estos efectos adversos que la pérdida de función lleva aparejados. Pero junto a estas consecuencias para el individuo aislado, también es el deterioro de la función, incluyendo la fragilidad, la que explica de manera más rotunda los incrementos de costes que vienen experimentando los Sistemas de Salud y que erróneamente se han venido explicando por los costes asociados a la presencia de múltiples enfermedades crónicas y al puro proceso de envejecimiento. Disponemos ya de varios estudios que demuestran que el incremento de costes se asocian de manera principal a la presencia de fragilidad y discapacidad y que tanto la intervención sobre los mismos de manera individual como la remodelación de los Sistemas de Salud orientados hacia el abordaje del deterioro funcional (incluyendo su prevención desde los estadios incipientes de la misma) y la promoción de la autonomía personal pueden generar sustanciales ahorros y mejoras dramáticas en la eficiencia de dichos Sistemas de Salud. Su transformación, orientada al logro de estos objetivos, redundará no solo en un beneficio individual, sino en un beneficio colectivo al contribuir sustancialmente a su propia sostenibilidad.

Referencias

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Fried LP, Tangen CM, Walston J, et al. Frailty in older adults: evidence for a phenotype. J Gerontol A Biol Sci Med Sci 2001; 56A: M146-56.

García-Nogueras I, Aranda-Reneo I, Peña-Longobardo LM, et al. Use of health resources and healthcare costs associated with Frailty: The FRADEA Study. J Nutr Health Aging 2017; 21: 207-14..

Kojima G, Iliffe S, Walters K. Frailty index as a predictor of mortality: a systematic review and meta-analysis. Age Ageing 2017; 13:1-8.

Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI). Documento de consenso sobre prevención de fragilidad y caídas en la persona mayor. Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el SNS. 2014. Disponible en http://www.msssi.gob.es/profesionales/saludPublica/prevPromocion/Estrategia/docs/FragilidadyCaidas_personamayor.pdf.

Organización Mundial de la Salud. Informe mundial sobre el envejecimiento y la salud. Año 2015.

Rodríguez-Laso A, Caballero Mora MA, García Sánchez I, et al. State of the art report on the prevention and management of frailty. Joint Action ‘724099 / ADVANTAGE’. Accesible en: http://www.advantageja.eu/images/State-of-the-Art-ADVANTAGE-JA.pdf.

Rodríguez-Mañas L, Solano-Jaurrieta JJ. Bases de la atención sanitaria al anciano. Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG). 2001

Rodríguez-Mañas L, Fried LP. Frailty in the clinical scenario. Lancet 2015; 385(9968): e7-e9.

Vermeiren S, Vella-Azzopardi R, Beckwée D, et al. Frailty and the prediction of negative health outcomes: A Meta-Analysis. J Am Med Dir Assoc 2016; 17: 1163.e1-1163.e17.

World Health Organization. Integrated care for older people. Guidelines on community-level interventions to manage declines in intrinsic capacity. Año 2017.


CAPÍTULO 3

Programas para el adulto mayor: situación actual en Chile

OCTAVIO VERGARA ANDUEZA,

FELIPE HERRERA MUÑOZ Y

CARMEN LUZ BELLONI

1. Introducción

Este documento presenta una revisión de la oferta programática del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), identificando las características y alcances de la misma. La oferta programática se establece como la materialización de la agenda del SENAMA respecto al envejecimiento, la cual busca, por una parte, impulsar programas y políticas públicas articuladas con una perspectiva interministerial e intersectorial y, por otra, la operación de programas propios que promuevan un cuidado integral, así como la integración plena de este grupo etario a la sociedad, en igualdad de condiciones que el resto de la población.

El documento se estructura en tres secciones: i) Proceso de Envejecimiento Mundial y Nacional, ii) Oferta Programática de SENAMA y iii) Comentarios Finales. En la primera sección se hace una revisión del proceso de envejecimiento a nivel mundial y en Chile, haciendo un diagnóstico del país respecto a otros países y respecto de las diversas temáticas asociadas al envejecimiento. Entre estas están la estructura poblacional, situación de pobreza, dependencia demográfica y funcional, perspectiva de género y la participación en actividades sociales.

 

En la segunda sección se presenta el desarrollo de la oferta programática del SENAMA, explicando los principales objetivos y alcances de la misma. La oferta programática responde principalmente a dos líneas de acción, una de servicios sociales y cuidados socio-sanitarios y otra de participación e integración comunitaria. Esta oferta abarca desde acciones orientadas a asegurar cuidados integrales, de acuerdo a las necesidades y características que puedan presentar las personas mayores, hasta promover, visibilizar y potenciar la participación de personas mayores en los distintos espacios sociales.

Finalmente, se presenta una sección con los comentarios finales donde se realiza una reflexión respecto a los programas que se están desarrollando, destacando en esta la importancia de plantear a futuro políticas públicas que permitan abordar los desafíos del envejecimiento poblacional con una mirada inclusiva, donde el envejecimiento no sea un tema enfocado solo en las personas mayores, sino que también involucre a la sociedad en su conjunto, para poder valorizar esta temática, y que junto a las políticas desplegadas, exista una adecuada articulación entre los distintos actores sociales que permita hacer frente a este importante desafío país.

2. Proceso de envejecimiento mundial y nacional

La presente sección tiene como objetivo caracterizar el fenómeno del envejecimiento poblacional en el contexto mundial y nacional. Para este propósito en primer lugar se muestra la tendencia de crecimiento de la proporción de personas adultas mayores en los últimos 40 años, a nivel global y regional, y se compara a Chile con países de la región respecto de variables que muestran un envejecimiento acelerado, como son la esperanza de vida y la tasa de fertilidad.

Luego se caracteriza el envejecimiento en Chile abordando este nuevo escenario demográfico desde sus distintas temáticas y ángulos. Se hace una revisión de temas como estructura poblacional, situación de pobreza, dependencia demográfica y funcional, género y la participación de las personas mayores en actividades sociales.

2.1. Envejecimiento poblacional en el mundo y la región

Una forma de dar cuenta del fenómeno del envejecimiento poblacional a nivel mundial es evaluar el incremento de la proporción de personas mayores. Para este propósito se entrega una comparación de la estructura poblacional entre los años 1980 y 2020. En 1980, el promedio del porcentaje de personas mayores a 65 años fue 6% en el mundo. Sin embargo, en este caso destacan principalmente los países europeos y Estados Unidos, cuyos porcentajes eran el doble del promedio mundial (Ilustración 1). Por otro lado, en América Latina y el Caribe el promedio se situaba en 4%, donde Uruguay y Argentina destacaban por estar en niveles muy por encima del promedio regional, 11% y 8% respectivamente. Chile, por su parte, se situaba justo por detrás de estos dos países con un 5%, lo cual lo colocaba levemente por sobre el promedio de la región (Naciones Unidas, 2019).

Ilustración 1: Porcentaje de personas de 65 y más años, 1980


Fuente: Naciones Unidas (2019), disponible en: https://doi.org/10.1787/4dd50c09-en

Esta situación cambió radicalmente en las últimas cuatro décadas. Para 2020 se puede evidenciar un significativo incremento en la proporción de personas de 65 y más años en el mundo. Si bien Europa sigue siendo la región con mayor proporción en promedio (19%), destaca el caso de Japón, que pasó a ser el país con mayor proporción de personas mayores del mundo, pasando de 9% en 1980 a un 28,3%.

Por su parte, en América Latina y el Caribe Uruguay continúa siendo el país con mayor porcentaje de personas mayores (15%) para 2020. Sin embargo, Chile (12%) supera a Argentina (11%) y se sitúa en el segundo lugar. Adicionalmente, cabe mencionar que en el periodo 1980-2020, Chile es el país que mostró el mayor incremento en el porcentaje que representa este grupo etario (7 p.p.) de la región. Finalmente, considerando las proyecciones poblacionales, para el año 2050, Chile tendría un 25% de su población en el grupo etario de 65 y más años, superando a Estados Unidos (22,5%) y acercándose al promedio de Europa (28%) (Naciones Unidas, 2019).

Ilustración 2: Porcentaje de personas de 65 y más años, 2020


Fuente: Naciones Unidas (2019), disponible en: https://population.un.org/wpp/Maps/

Dos razones principales que explican el envejecimiento acelerado de la población en Chile son el aumento de la esperanza de vida al nacer y la disminución de la tasa de fertilidad. El Gráfico N°1 muestra la relación entre estas variables para los países sudamericanos, donde se toma el promedio de los países en el periodo 2015-2020 para clasificarlos en cuatro cuadrantes. Cabe mencionar que para este grupo de países el promedio de esperanza de vida es de 75,6 años y la tasa media de natalidad es de 1,95 hijos por mujer.

Al observar la realidad nacional en este contexto se puede visualizar como Chile, con 80 años promedio y 1,65 hijos por mujer, sería el país que presenta la mayor expectativa de vida al nacer y la menor tasa de fecundidad. Esta combinación podría explicar la velocidad del proceso de envejecimiento chileno. La tasa de fecundidad es menor incluso a la necesaria para la renovación poblacional, que es de 2,1 hijos por mujer (Donoso et al., 2009).

Gráfico 1: Esperanza de vida al nacer y tasa de fertilidad Sudamérica quinquenio 2015-2020


Fuente: Unidad de Estudios SENAMA, en base a: Naciones Unidas, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2019). World Population Prospects 2019, Online Edition.

Esta revolución demográfica sin duda genera impactos y requerimientos específicos en diversas áreas, tales como la salud y la seguridad social, el mercado del trabajo, los servicios e infraestructura necesarios para una adecuada participación e integración social de los adultos mayores, entre otros.

2.2. Características del envejecimiento en Chile

A continuación, se presenta una revisión a las temáticas más relevantes relacionadas con el envejecimiento en Chile. Esta revisión nos permitirá conocer el fenómeno desde distintas perspectivas, las cuales dirán cuáles son las áreas en las que se tiene que poner especial atención en el corto y mediano plazo.

a. Estructura poblacional

Si se compara la estructura poblacional en Chile entre los años 1980 y 2020, se observa que la población de menor edad se reduce mientras la de edades más adultas crece considerablemente. En 1980 el 44% de la población tenía entre 0 a 19 años, el 48% se ubicaba en el tramo de los 20 a 59 años y solo el 7% tenía más de 60 años.1 Por su parte, en el 2020 el 26% corresponde a menores de 20 años, el 57% a personas entre 20 y 59 años y el 17% a personas de 60 y más, lo que implica que en la actualidad la mayoría de la población se encuentra en edades económicamente activas.

De acuerdo a las proyecciones poblacionales realizadas por CELADE (2019), en Chile el 2020 hay un total de 3.322.634 personas de 60 y más años. De estas el 56% serían mujeres y el 44% hombres. Por otra parte, el grupo de adultos mayores entre 60 y 69 años es el más grande, representando un 54% del total, seguido del grupo de 70 a 79 años con el 30% y finalmente, el grupo de 80 o más completa el 16% restante.

Gráfico 2: Pirámide de población, Chile 1980-2020 (en miles).


Fuente: Elaboración U. Estudios en base a: CELADE - División de Población de la CEPAL. Revisión 2019 y Naciones Unidas, Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, División de Población (2019). World Population Prospects, 2019, edición online.

Por otra parte, analizando los datos desde una perspectiva regional, se observa que la proporción de la población de 60 y más años varía según región, desde un 13,9% en la región de Antofagasta hasta un 23,3% en la región de Valparaíso, tal como se puede observar en el gráfico N° 3. Además, se observa que 9 de las 16 regiones están por encima del promedio nacional para 2017 (19,3%) (Gráfico 3). (CASEN, 2017).

Gráfico 3: Proporción de personas mayores por región, Chile 2017.


Fuente: Elaboración Unidad de estudios SENAMA, en base a CASEN 2017.

b. Pobreza

Otro aspecto que cabe mencionar es el referido a la situación de pobreza de este grupo etario. Si bien este grupo es el que presenta menores niveles de pobreza por ingresos (4,5%), es el segundo con mayor pobreza multidimensional (22,1%) después de los menores de edad (22,9 %) (CASEN, 2017). Al desagregar este análisis a nivel regional se puede observar que la región de la Araucanía, con 29,5% y 10,2% respectivamente, es la que presenta los mayores niveles de pobreza multidimensional y por ingresos del país (Gráfico 4). A esta región le sigue Ñuble, la cual además se constituye como la segunda región con mayor proporción de adultos mayores. En el otro extremo se encuentra la región de Magallanes, con 13% de personas adultas mayores con pobreza multidimensional y un 1,1% con pobreza por ingresos, siendo esta región la que presenta menores niveles de pobreza con ambas medidas.

Gráfico 4: Incidencia de pobreza por ingreso y multidimensional en personas mayores, según regiones, Chile 2017 (%).


Fuente: Elaboración Unidad de estudios SENAMA, en base a CASEN 2017.

c. Dependencia demográfica

Otro aspecto sobre el cual el proceso de envejecimiento tendrá efectos será en los niveles de dependencia de la población adulta mayor, concepto ligado de cierta forma al mercado laboral. Una forma de estimar la dependencia es mediante el “Índice de Dependencia Demográfica de Vejez”, el cual se utiliza para medir la necesidad potencial de soporte social de la población adulta mayor por parte de la población en edad activa (CEPAL, 2006). Este índice da cuenta del número de personas mayores (60 y más años) por cada 100 personas de 15 a 59 años.

Al observar el gráfico N° 5 se aprecia cómo se ha incrementado este índice, pasando de 9,6 personas mayores por cada 100 personas de 15 a 59 años en 1950, a 27,4 en el 2020. Al proyectar la cifra al año 2050 esta alcanza las 58,5 personas mayores por cada 100 personas activas, lo que sin duda implicaría una alta presión al sistema económico para poder satisfacer las necesidades potenciales de las personas mayores.

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