Orden y progreso: Manuel Caballero y los géneros periodísticos

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CAPÍTULO 1
EL PERIODISMO DE OPINIÓN
1.1 El periodismo de opinión en el contexto histórico

El periodismo ha sido testigo privilegiado en la historia diaria. Pero ser espectador y actor en el siglo XIX mexicano, cuando todo era revueltas, cuando desde finales del virreinato incluso, hasta los tiempos de don Porfirio el ambiente era de luchas y guerras, exigía técnicas: para recopilar la información, para procesarla y para publicarla. Durante esa época, en periódicos y revistas se podían encontrar multiplicidad de textos de carácter político, en los que plumas y sables se blandían por igual, por lo que su carácter opinativo cortaba a liberales hoy, a conservadores mañana.

El ring político estaba en las páginas de la prensa, ya fuera de opinión o informativas. Ante el triunfo del liberalismo, sus actores y la idea de una nueva nación, llegó el momento de superar los géneros tradicionales como lo eran el boletín y el artículo, casi literarios en su forma, cultos muchas veces gracias a quienes los escribían, pero con la necesidad de alcanzar nuevos desarrollos antes de perecer entre los obituarios de todos los días. Las nuevas condiciones políticas y los reacomodos económicos, por decir lo menos, exigían la modernización del periodismo mexicano. Ya en ese siglo XIX en el que se gestó la nación, hubo una guerra de Independencia, Iturbide y su Imperio, el de Maximiliano, la República Restaurada, el Porfiriato, la Revolución y tantas guerras de tipo religioso, hubo también las condiciones formativas para el periodista que tomó las riendas de ese oficio con la intención de profesionalizarlo: Manuel Caballero.1

Cuando este visionario empresario comenzó a desarrollar a su manera el periodismo, en México había un ambiente pleno de liberalismo, romanticismo y positivismo que permeaba casi toda acción política, cultural, económica y social. Durante los años de gobierno de Porfirio Díaz la prensa logró en forma gradual transformaciones que fueron consecuencia de las modificaciones políticas y del desarrollo económico. Un gobierno que aspiraba a la transformación, como el de Porfirio Díaz, tenía que fomentar la modernización. El positivismo le dio las bases ideológicas, porque al buscar el orden, la paz y el progreso, buscó también fomentar el desarrollo del país y la inversión extranjera; al hacerlo incidió necesariamente en otras actividades como fueron las sociales y culturales.

Se procuró el desarrollo económico y se formó un Estado al servicio de los intereses financieros, protector de la propiedad privada y al servicio de la administración; todo esto contribuyó a la formación del México moderno. Las inversiones se concentraron en ferrocarriles, minería, industria, finanzas y comercio. Los ferrocarriles no sólo fueron importantes como vehículos de transporte, también contribuyeron al desarrollo económico del país. El periodismo formó parte de estos cambios, y compartió el espacio para seguir opinando, moralizar, y hacer rimas y versos con las noticias, al destacar en la información de los acontecimientos.

El quehacer gubernamental que llevó a la implantación del proyecto de modernización económica y política, con todas sus consecuencias al interior de la sociedad porfiriana, se entiende mejor al notar los avances tecnológicos que junto al proceso productivo promovieron el desarrollo. Así que los ferrocarriles, el telégrafo, la electricidad y el teléfono fueron de especial importancia en esta época para toda actividad económica, y en el caso particular del periodismo en su transformación modernizadora.

El trabajo periodístico también devino en moderno con la fuerza de aquellas transformaciones. El empuje mismo le hizo conocer, generar e impulsar mejores técnicas en la manera de allegarse la información y redactarla. Manuel Caballero incorporó diversas innovaciones tecnológicas a su trabajo periodístico y logró modernizarlo, seguido de El Imparcial que se sumó a los nuevos estilos cada vez más exitosos de hacer periodismo.

Pero un Estado feliz de ganarle al pasado necesitaba conformar un proyecto comunicativo que ayudara a la difusión de obras, logros y conocimiento, proyecto que incluyera al periodismo y su proceso modernizador en una consecuente convivencia, resultado de los cambios del país. Es así como se entiende el apoyo que el gobierno le dio a través de las subvenciones.

Sin embargo, cercanía y convivencia no se pelearon con independencia y autonomía, porque aquel periodismo hubo de favorecer las pretensiones de progreso de la nación con la condición de que la temática política no fuera diferente a la del Estado. Visionario o no, el periodismo también sacó provecho de las nuevas tecnologías que se desarrollaban en el país. Los ferrocarriles se empezaron a establecer desde la década de los setenta, la luz eléctrica en 1881, y en esa década la telefonía también empezó a desarrollarse. Felipe Gálvez afirma que sin la tecnología no podríamos entender las innovaciones que tuvo la prensa:

Porque la etapa porfírica de nuestro diarismo estuvo acompañada por la feliz coincidencia de la entrada en uso, a escala del orbe, de maravillosos ingenios tecnológicos que contribuyeron a liberar el potencial laboral y creativo de tipógrafos y redactores.

Pensemos por un momento en lo novedoso y aligerador que para el trabajo periodístico resulta el solo anuncio, en el México de 1874, de la posible irrupción en nuestras redacciones de la máquina de escribir, patentada en 1872 por Cristopher Lathan Sholes[…] la estilográfica llegó doce años más tarde hasta los bolsillos internos de sus levitas: en 1884, cuando junto con el teléfono se adueñó de un sitio de relieve en las sombras de las redacciones.2

Más que herramientas, estos avances tecnológicos fueron facilitadores para que el trabajo periodístico mexicano cambiara poco a poco en forma y organización. Respecto al fondo temático, el impulsor del cambio fue la política y sus agitados acontecimientos quienes le permitieron avanzar por rumbos diferentes a los heredados por sus predecesores. El nuevo periodismo, moderno y modernizante, más apto para los nuevos tiempos, se gestaba irremediablemente.

En resumen, para que el periodismo sufriera cambios radicales en su concepción y desarrollo, tenían que existir las condiciones tecnológicas, políticas, económicas y sociales que le permitieran transformarse. El ferrocarril generó y transportó noticias; el telégrafo las acercó; el teléfono posibilitó la inmediatez y la electricidad facilitó el trabajo. Manuel Caballero supo vincular estos elementos al periodismo, su trabajo fue producto de aquellas circunstancias. La tecnología revolucionó el trabajo periodístico y Caballero apreció su valor desde el primer momento. El uso del cable mexicano en El Noticioso contribuyó a ampliar la visión de los lectores al recibir noticias extranjeras. Con el recurso del teléfono y la aparición de la electricidad se ofrecieron noticias inmediatas y oportunas. En ese periódico, bienvenida la tecnología a casa, se contó con una línea telefónica para su servicio; para establecer comunicación sólo había que marcar el número nueve.

Los telegramas, otro inusitado avance de la época, obligaron a Caballero y a todo periodista o corresponsal, la generación de noticias sintetizadas, libres de comentarios a diferencia del estilo de opinión anterior. Nació así la economía informativa que llevó, en el futuro, a dar la entrada de la nota a manera de resumen.

Ya sea crítico o informativo, el trabajo que realizó Manuel Caballero se dividió en dos etapas: la primera consistió en un periodismo más de corte editorial sobre los acontecimientos políticos del país: la reelección de Lerdo de Tejada, de quien tenía una postura firme y en contra, la llegada de Porfirio Díaz al gobierno, la oposición a la elección de Manuel González y el apoyo hacia Trinidad García de la Cadena, para ejemplificar. En la segunda etapa se realizó un periodismo informativo más desarrollado, mejor estructurado y acorde más bien con el pensamiento positivista de aquellos momentos e, inevitable, con el gobierno de Porfirio Díaz.

Manuel Caballero abrevó del pensamiento que permeó la época y que estuvo integrado por la reminiscencia de ideas ilustradas, románticas, liberales y positivistas. Tuvo estudios profesionales, su paso por la escuela de derecho le permitió tener una formación general y como muchos hombres de su tiempo convertirse, a través del periodismo, en guía y vigilante de lo que sucedía en materia política, económica y cultural. Este tipo de trabajo lo desarrolló en la primera etapa de periodista a través de la gacetilla, el boletín y el artículo; en la segunda se dedicó a utilizar los géneros informativos que son la nota informativa, la entrevista, el reportazgo, actualmente el reportaje, y la crónica informativa.

1.2 La gacetilla

Era común en los periódicos del siglo XIX dar información de noticias a través de la gacetilla; al encargado de realizar ese trabajo se le denominó gacetillero. A Manuel Caballero le tocó dar sus primeros pasos en la labor informativa en esa sección. La gacetilla de esa época puede definirse como una sección del periódico que presentó diversos temas, generalmente seleccionados de información obtenida de otras publicaciones. Muchas veces el gacetillero se limitaba a recortar la información de otros periódicos y acomodarla en la página destinada a dicha sección. Regularmente las notas incluidas en esta sección fueron informativas, aunque en ocasiones también hubo opinión. La información de la gacetilla fue diversa, desde política, hasta social y cultural. Irma Lombardo la describe de la siguiente manera:

 

En la gacetilla se ofrecían notas informativas sobre cualquier suceso, ya fuera de la capital, del resto de la República o del extranjero. Los temas eran sumamente variados, puesto que dependían del criterio de selección del gacetillero o encargado de esta sección. Esta persona se dedicaba a recortar con tijeras –de allí el nombre de “tijeretazos” a muchas de las informaciones del siglo XIX– noticias procedentes de otros periódicos, nacionales o extranjeros, que se intercambiaban por correo o bien llegaban por transporte marítimo. Los gacetilleros seleccionaban, elegían, sintetizaban y daban un título al material adaptado; de acuerdo con el criterio del director del periódico se daba o no punto de vista sobre los sucesos que se incluían, pues como menciona Heriberto Frías, el gacetillero era una apersona “polemista y ardía en la ira política del periódico, cuyo programa se asimilaba a toda conciencia, y empleaba, amén de las tijeras, la ironía y el sarcasmo en sus comentarios, y el énfasis, la hipérbole y el lirismo de sus ataques”. Como se observa, si bien la gacetilla era una de las formas de proporcionar actualidad, oportunidad y variedad al periódico, no estaba exenta de comentarios.3

La gacetilla fue, para quienes la hacían, toda una escuela periodística pues a través de ella se escribió sobre todos los temas que no cabían en las otras secciones, bastaba redactar pequeñas cabezas para ir indicando de qué trataba cada parte del conjunto de la nota. Manuel Caballero fue el encargado de la gacetilla del periódico El Siglo Diez y Nueve del 7 de junio al 15 de julio de 1876. De marzo a octubre de 1877 redactó la gacetilla llamada “Párrafos” en el periódico La Época.

El estilo periodístico de Caballero se fue delineando poco a poco, fundamentalmente cuando se permitió comentar las noticias, hay que aclarar que muchos otros periodistas hicieron lo mismo. En la gacetilla se escribió de todo. Caballero no dejó tema citadino sin registrar, así fuera con información tomada de las páginas de otros diarios.4 En eso radicó su importancia, en la selección de información general o variada. De tal forma que hoy se puede reconstruir su idea periodística comenzando por esta sección, porque no resulta inocente el recorte de tijeras y engrudo hecho por este gacetillero. En la selección de la información y en el comentario estuvo el trabajo de este periodista. El aprendizaje y la experiencia que adquirió en la gacetilla se reflejaron en el desarrollo de su trabajo periodístico de los años siguientes, en géneros como el boletín, el artículo y la crónica. Un ejemplo de gacetilla:

Las Noticias.- Según las que publica el Diario y que en otro lugar de Tulancingo por los pronunciamientos, y que dimos el sábado, con referencia a las noticias que en ese día circulaban: se nos ha informado que el telegrama recibido dice algo distinto de lo que se publica, y aunque la diferencia es poca, sin embargo, por lo que pueda valer, diremos lo que se nos ha comunicado.

El ataque comenzó a las ocho de la mañana; en la tarde llegaron dos columnas de las fuerzas del gobierno: una de ochocientos hombres al mando del general Altamirano, y otra de mil doscientos a las inmediatas órdenes del general Alatorre; ambas columnas entraron a la población, sin embargo, los pronunciados continuaron su ataque hasta las nueve de la noche, a cuya hora se retiraron.

En el ataque a Pachuca murió Tito Flores. Creemos que ahora no habrá inconveniente en que se ponga en libertad a su familia.

Se confirma la traslación del Gobernador del Estado de Hidalgo a la ciudad de Tulancingo, sobre lo que habían guardado silencio los periódicos del gobierno.

En todos estos sucesos se nota parte de los revolucionarios un principio de organización de que hasta ahora había carecido, y como consecuencia, toman la iniciativa en las operaciones. Debe creerse, pues, que próximamente tendrá lugar sucesos de mayor importancia, lo que es de desear para que cuanto antes tenga una solución las presentes dificultades.

Defunción.-Tenemos el sentimiento de anunciar que antes de ayer falleció víctima del tifo, la Sra. Leoncia Díaz Covarrubias, esposa de nuestro amigo, el Sr. D. Juan Sánchez Azcona, senador por Tabasco. Damos a nuestro amigo y a la apreciable familia de la finada, el más sentido pésame.

San Ángel.- Hemos oído decir que ayer a las nueve de la mañana, una fuerza de infantería de 60 o 70 hombres, se fugó de San Ángel, marchando a unirse con los pronunciados. En el momento de la deserción hubo una ligera escaramuza en la que resultaron dos heridos de la fuerza que permaneció fiel, los cuales fueron traídos a esta capital. Por la tarde estuvo el señor ministro de la guerra en la citada población, custodiado por una fuerza de caballería. ¿Habrá llamado su atención las frecuentes desgracias de San Ángel?

Tropelías.- Menciona el Diario las que recientemente se han cometido con los pasajeros del ferrocarril de Veracruz, y a ser cierto esos hechos, merecen toda condenación. Decimos a ser ciertos, porque el origen de esa noticia es un periódico reeleccionista de Veracruz, que siempre está dando noticias de sensación sobre el ferrocarril; admitimos, sin embargo, que sea cierto, y condenamos enérgicamente esos hechos.

Pero el Diario, que tiene frases tan enérgicas contra esos actos de los pronunciados ¿No las encuentra para el general de una de las fuerzas de Oriente, que ha ido a las haciendas cometiendo incalificables exacciones, y llevándose al administrador y a los peones cuando no se han satisfecho sus exigencias?

Uno de los hechos escandalosos es el de la hacienda de la Concepción, donde hubo necesidad de dar quinientos pesos para libertar al administrador y a tres peones. Se puso al primero en libertad, pero no a los últimos; el ministro de la guerra mandó devolver los quinientos pesos, pero ni pesos ni peones han vuelto a la hacienda. ¿Qué diferencia encuentra el Diario entre estos actos y lo que él censura? La diferencia es que son más punibles los cometidos por los gafes del gobierno, en razón a que estos tienen la obligación de proteger la propiedad después que se pagan las contribuciones al gobierno.

Postulación.- Dice un periódico que ya son numerosos los periódicos que postulan el Sr. Lerdo. Creemos que en toda la república al llegar lo mucho que se saca de la tesorería para subvencionar periódicos. A este propósito secundamos una idea del Monitor. No nos atrevemos a dudar de lo que afirmen los colegas que postulan al Sr. Lerdo, si bajo palabra de honor, asientan en sus columnas, que ni sus editores ni sus redactores están subvencionados, y que no reciben dinero del gobierno ya general, ya del Estado respectivo, para el sostenimiento de su publicación, o a causa de ella. Respecto de algunos colegas, convendría que manifestaran también si están redactados por empleados del gobierno federal o del Estado respectivo.

El Sr. General Alatorre.- Pasajeros llegados por el tren de anoche nos aseguran que el Sr. Alatorre se encontraba ayer de regreso en Apam. Creemos que la noticia puede ser cierta y en tal caso, ¿por qué habrá retrocedido sin que librar la batalla a que parecían orillados los contendientes?

Chusma.- Hemos tenido a mal que el general Alatorre llame chusma a los revolucionarios; y lo hemos tenido a mal, porque en los combates que con ellos ha tenido dicho general, han mostrado que no son chusmas. No nos hubiera extrañado que otro jefe hubiera usado de esa frase; en el general Alatorre lo extrañamos y lo sentimos.

Últimas noticias.- Por personas llegadas del rumbo de Cuernavaca, sabemos que ayer en la mañana los pronunciados atacaron a Cuernavaca; esto explica la salida del coronel Valle anoche, con caballería, rumbo a Cuernavaca, sin duda con el fin de auxiliar a los de la población. El general Alatorre regresó a Apam sin novedad, y parece que los pronunciados que habían asediado a Tulancingo se retiraron rumbo a Chignahuapan.5

1.3 La crónica

El periodismo fue, durante el siglo XIX, un terreno fácil para sembrar ideas de las distintas facciones políticas con la finalidad de convencer y ganar aliados a sus causas. Durante los primeros cuatro años del gobierno de Porfirio Díaz se pudo realizar este periodismo proselitista porque la situación política lo permitía. En la medida que se avivaron las pasiones políticas el periodismo también estuvo ahí, impulsando los géneros de opinión que tomaron mayor fuerza cuando el campo político estuvo en lucha. También, claro, los periodistas cultivaron sus géneros de información; en la medida en que Porfirio Díaz se reeligió impidió las disertaciones políticas que lo afectaran negativamente. De ahí que los géneros periodísticos fueran viables para fundamentar su gobierno.

Un género utilizado con frecuencia en el periodismo fue la crónica. Este género se distinguió por relatar los acontecimientos tal y como iban sucediendo. A la luz de nuestros días, uno de sus valores está en que contribuyó con datos gracias a la minuciosidad de la narración, con nombres, lugares y detalles en orden cronológico, porque el tiempo se percibía sólo en una forma lineal, tal como ocurría en “la realidad”, y con la condición fundamental de que hablara de la actualidad. Manuel Caballero escribió crónica para dar información, pero también para comentar.

Una modalidad de la crónica informativa fue la parlamentaria, que como su nombre lo indica se dedicó a contar acontecimientos y decisiones tomadas en las distintas sesiones del Congreso. En el periódico El Siglo Diez y Nueve Caballero comenzó a publicar este tipo de crónica a partir de 1877. Al escribirla señaló cronológicamente el desarrollo de las reuniones. Comenzó con la hora en la que se leía la lista de presentes, se daba lectura de la sesión anterior y un resumen de lo tratado; luego redactó la discusión del tema del día, señalando quienes fueron los oradores. Escribió de manera dialogada cuando fue necesario y al final señaló la hora del término de la sesión.

Meses después volvió a realizar el mismo trabajo en la gacetilla de La Época, que se tituló “El Congreso”. La redacción de ésta fue igual que la realizada en su primer periódico: cronológica y en forma dialogada. De la experiencia de la crónica en estos dos periódicos, Caballero tomó las ideas políticas para definir una posición a favor de la construcción del país y del gobierno de Porfirio Díaz.

Desde el comienzo de su trabajo periodístico Caballero realizó crónica de sucesos cotidianos, pero, a diferencia de la crónica parlamentaria, escribió sus impresiones, en ocasiones emitió juicios y describió el entorno. El tiempo, es decir, el momento en que sucedieron los hechos, y por lo tanto la actualidad, fueron los requisitos indispensables para su narración, además del espacio donde se desarrollaron los hechos para ubicar al lector en el lugar de los acontecimientos.

También hizo crónica de situaciones que no necesariamente presenció y reconstruyó con su pluma combinando la noticia y el comentario. Este es el caso de la información sobre Porfirio Díaz y su viaje de incógnito en un barco en 1876, que publicaron varios periódicos de Veracruz, y trata de lo difícil que fue para este personaje llegar a ese puerto. Los datos los confirmó con entrevistas que le ayudaron a validar el hecho, al narrar el suceso y comentarlo tomó una posición política abiertamente a favor de Díaz, de esa manera política y periodismo se fueron desarrollando.

El texto es muy atractivo y desde el comienzo da al personaje un aire de misterio, luego procede a describir el lugar, el entorno del barco, la gente e incluso los tiburones de su alrededor. A la mitad de la nota, la intensidad de la expectación va en aumento al descubrirse que quien iba en el barco era Díaz y cómo de manera inesperada se arrojó al mar. Relató cómo lo rescataron para luego hacer una reflexión en la que tomó abiertamente partido por el personaje, además de darnos un elemento constante en sus posteriores escritos, pues iba descubriendo que los hechos raros, extraños o integrantes llamaban mejor la atención de los lectores.

Al comenzar la crónica antes referida, hace la descripción de un personaje del que no da el nombre, en un buque salido de Nueva Orleans; y narra con aires de misterio cómo era y cómo se comportaba. Como buen narrador, nos ubica en el lugar del acontecimiento tanto inverosímil como noticioso, igual que el comportamiento del personaje no identificado. Manuel Caballero quiso ir incrementando el tono de suspenso, asociando el peligro a un tiburón que rodeaba al buque, al tiempo que resaltaba la audacia del hombre quien en un acto de escape decidió arrojarse al mar. Después de la audacia descubrió que el personaje era Porfirio Díaz. Caballero, ya del lado de este personaje, hizo hincapié en lo enfermo que estaba. La idea era mostrar a los demás la simpatía que el héroe despertaba. Para dar autenticidad al trabajo periodístico mencionó sus fuentes, que fueron los periódicos y el recurso de la entrevista a testigos presenciales del evento.

 

Caballero fue insistente en la capacidad del hombre para sortear el peligro, característica de unos cuantos, con lo que deja ver su formación positivista y su interpretación del periodismo a partir de la visión de la época que vivía. Con esto señaló, según su formación y el estilo de hacer periodismo de la época, que eran los grandes hombres los triunfadores en la vida, y ellos eran los que hacían la historia y conducían al país por el camino del bien. Comparó a Díaz con la grandeza de Juárez y la pequeñez de Lerdo de Tejada, con quien tenía pleito político por considerarlo incapaz de gobernar el país. En el remate de la crónica afirmó que Porfirio Díaz era un hombre particular y lleno de virtudes, llamado a cambiar al país y a la historia del mismo; a la vez que recordaba la pequeñez política de Lerdo de Tejada. Por escribir de esta manera fue duramente criticado por periódicos como El Eco, además de calificar su redacción risible y sus datos inverosímiles. La crónica no tuvo título.

Desde la salida del vapor de Nueva Orleans llamó la atención un pasajero, excéntrico en sus costumbres y que se mantuvo retraído en su camarote durante la navegación. Se le atribuía nacionalidad alemana, y era asistido por un médico alemán también. Según éste, aquel acceso de extravío, necesitaba asiduos cuidados y era conducido a México para que aquí se distrajera y tuviera un remedio en la distracción. Los vestidos que usaba el viajero confirmaban este parecer: guardaba constante silencio y evitaba el trato con sus compañeros de viaje. Nadie extrañó ésta costumbre excéntrica después de sabido el estado de la salud del viajero.

Se aproximó el vapor a Tampico: el calado de estos vapores no les permite entrar al puerto, y se mantienen fondeados lejos de la costa, a una distancia que no baja de tres millas. Embarcó allí una fuerza, y desde entonces más retraído estaba el viajero. Se ofreció una comida a bordo del vapor a la que concurrieron algunas personas de Tampico y varios oficiales de los buques americanos de guerra, fondeados en aquélla rada. Súpose el estado del viajero, y se propusieron algunos divertirse a costa de su monomanía. Así lo hicieron, pero el desconocido acudió a su pistola, y con enérgicas interjecciones hizo comprender que si se proseguían las burlas estaba resuelto a hacerse respetar. Se supuso que éste era uno de los accesos a que el viajero estaba expuesto y todos se retiraron.

Un tiburón rodeaba al buque, y las demás personas que en este se encontraban, se divertían en arrojarle mendrugos de pan; repentinamente la monotonía de aquélla diversión se interrumpió con el grito de “un hombre al agua”. Era el desconocido viajero que, sin ser percibido se había desnudado y lanzado al mar: se notó que el golpe de la caída le había de pronto hecho perder la dirección: no tardó en orientarse, y entonces se presentó el espectáculo del hombre que, venciendo y dominando al elemento, hendía las olas y se dirigía con maravillosa agilidad y destreza hacia la costa.

Se echó un bote al mar para alcanzarle, lo que se logró a más de mil quinientas varas del buque: esta distancia había sido recorrida a nado por aquél desconocido: se le recogió y se le trajo a bordo; el incógnito había desaparecido, el disfraz ya no existía; aquél desconocido era el general Díaz, se había creído descubierto, y estado en medio de fuerza enemiga, vio la espectativa de una prisión al llegar a Veracruz. Buscó en su audacia y en su serenidad un medio de salvarse, y aventuró su vida en medio del mar, sin más esperanza que su valor y su fortuna. Los que conozcan esa costa, los peligros que en ella se corren y la larga distancia de la playa al feudesdero (sic) de los vapores, pueden comprender la magnitud del peligro, y que hay mucho de heróico en arrostrar con él a trueque de no caer en las manos de un adversario.

El general Díaz fue vuelto a bordo y le sobrecogió una fiebre que le duró dos días: el delirio que le sobrevino no dejó duda de su identidad: durante la noche del segundo día desapareció de su camarote, sin que los demás pasajeros tuvieran noticia de él. Su primera aparición ha sido en Jalapa: es de suponer que tomó un nuevo disfraz y que desembarcó en Veracruz, atravesando así en medio de sus contrarios.

Estas aventuras tienen un carácter novelesco e inverosímil, porque todo lo que sale de las esferas de las acciones ordinarias tiene aquél carácter. No nos es posible, sin embargo, dudar de lo que acabamos de referir: todos los pasajeros lo relatan, y a varios de ellos los hemos oído: los periódicos y las correspondencias de Veracruz lo reproducen, y si se ha puesto en duda, es solo por lo inverosímil del caso y porque son acciones verdaderamente extraordinarias, las acometidas por el general Díaz para trasladarse de la frontera a oriente.

Pudo atravesar el interior desde Monclova por lugares poco frecuentados, pero comprendió que lo más audaz era lo más seguro; nuestros lectores percibirán que esto es exacto, pero no podrán menos de confesar que solo los caracteres bien organizados son los que buscan su seguridad en la audacia: pasar por entre sus enemigos, solo y en medio de los peligros consiguientes, burlar a sus contrarios son propósitos que no a todo el mundo es dado tener. Que una persona insignificante proceda así, nada tiene de particular porque su propia oscuridad es su mejor disfraz, pero que el jefe de la revolución arrostre con tanto peligro, que una persona generalmente conocida, a quien la menor indiscreción puede perder, se aventure como lo hizo el general Díaz, por exigirlo así los intereses de la causa que defiende es lo que impresiona vivamente la imaginación y da la medida del arrojo y de las pasiones generosas de D. Porfirio Díaz.

El rasgo de arrojarse al mar cuando se creyó descubierto, para liberarse de sus enemigos, prefiriendo los mayores peligros a caer en manos de aquéllos, es de un hombre de extraordinario carácter. Descubierto verdaderamente, y sin embargo, no desmayar en su empresa; huir de la vista de sus enemigos en un vapor donde se transportaban cuatrocientos hombres de la federación, en reducidísimo recinto aislado en medio del mar, son acciones que enaltecerán el carácter de cualquier hombre.

No conocíamos el secreto de la popularidad del general Díaz, pero sus recientes hechos nos lo manifiestan: ese secreto es el que tienen los grandes caracteres para sobreponerse a los demás hombres, es el que tuvo el gran Juárez para hacerse estimar aún de sus propios adversarios: los hechos de un hombre dotado de gran carácter impresionan a la generalidad, porque salen de la esfera común. No cabe duda que el Sr. Lerdo es la autoridad legal hasta el 30 de noviembre [1876] por cuyo motivo estamos de su lado; pero la imparcialidad nos obliga a reconocer que entre el Sr. Lerdo, por una parte, evadiendo la responsabilidad de la prisión de Bianchi para que recayera sobre el gobernador del Distrito, negando a la corte de justicia que la causa de esa prisión fueran los mártires del pueblo, y atormentando a los presos políticos, y, por otra, el general Díaz aventurándose solo entre sus enemigos, entregándose a las olas cuando se creyó descubierto, prefiriendo pasar por grandes peligros a trueque de no caer en manos de sus contrarios, hay una distancia de tal manera inmensa que la más audaz imaginación se puede medir. ¡Tanta pequeñez hay de aquél lado, tanta grandeza de pasiones en éste!6