Rafael Gutiérrez Girardot y España, 1950-1953

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El investigador que se centra en un autor de talla internacional debe buscar en la correspondencia, diarios, conversaciones y entrevistas otras pruebas contundentes sobre las afinidades electivas de una figura intelectual. Rivas Polo pone de manifiesto que el carácter de un autor se ve cifrado en sus amores y odios académicos. El tono acre, incisivo y corrosivo que Gutiérrez emplea al referirse a España, esa gran rezagada del desarrollo europeo, no es una simple diatriba o un pasatiempo neurótico. Muy por el contrario, es un método que nos recuerda el estilo de las Catilinarias de Cicerón o las intempestivas de Nietzsche: si España es el problema intrínseco que los latinoamericanos han tenido que confrontar a diario para afianzar su independencia, Gutiérrez no tiene más que poner en tela de juicio al acusado para cuestionarle sus errores, matizándolos también mediante los aportes que nos trajo España. Mal que bien, Gutiérrez pudo empezar a vislumbrar algo de la cultura europea alemana gracias a Ortega y Gasset. Al viajar a España, pudo comprobar con fuentes de primera mano los baches y vacíos que quedaron en su formación académica.

Rivas Polo sabe entrelazar con suma habilidad las búsquedas personales del joven Gutiérrez. Tal como lo esboza Umberto Eco en El nombre de la rosa, se precisa de un maestro, de un guía intelectual, espiritual, un modelo a seguir para no perderse en el marasmo de modas y autores. En otras palabras, Gutiérrez supo ver en Zubiri un padre adoptivo que le amplió sus horizontes y le mostró una pauta de aprendizaje. Sin esta admiración, sin este acto de humildad hacia su maestro, tal vez Gutiérrez no habría podido avanzar en sus aspiraciones filosóficas.

Para el estudioso que desee acercarse a la imagen y representación del crítico de Sogamoso, resulta necesario considerar el punto de partida de Rivas Polo: “La presente investigación… constituye una inédita perspectiva de estudio. Dirigida al ámbito de su formación en lengua española, acomete un juicioso acercamiento a las experiencias vitales e intelectuales de los años transcurridos en Colombia y posteriormente en España, hasta su salida para Alemania a finales de 1953. Periodo caracterizado por las tensiones generadas entre su constitutivo arraigo a la tradición hispana y sus esfuerzos de apropiación del pensamiento moderno, su breve pero intenso transcurso se encuentra estrechamente vinculado al consenso de afirmación americanista transcurrido entre las décadas del 20 al 50, telón de fondo sobre el que se perfila el acontecimiento capital de sus años estudiantiles: ‘el descubrimiento’ —en España—de su propia tradición hispanoamericana”.

Nota bene

Esta biografía intelectual de Gutiérrez Girardot se distancia metodológicamente de modelos como la biografía de García Márquez por Gerald Martin o la biografía colectiva del boom por Xavi Ayén.50 Estas sucumben al indiscreto encanto de sus héroes, magnifican sus proezas y cultivan la devoción espectacular de cada uno de sus actos, los escenarios mágicos en que se mueven, las inolvidables obras que escribieron, sus éxitos mercantiles y la novedad de la literatura publicitada como bebida refrescante, etc. Así la literatura “degenera en mercancía y el lenguaje en elogio de esta”, para expresarlo con Horkheimer y Adorno. Identificaban Martin y Ayén, en forma depravada y más bien periodística, triunfo comercial con verdad estética. Deprecian el valor crítico de las obras que exaltan al rendir cortesía a la maquinaria empresarial y sus innumerables oportunistas con un lenguaje desgastado y conformista. Hiperbolizan en cada línea, en cada página, no sin reportar una inmensa masa documental y una apreciable habilidad comunicativa. Empero, la carencia de distancia, esto es, de una distancia histórico-crítica de sus biografiados, hace interesantes estos trabajos para no buscar imitarlos. Solo por esta virtud, a su modo inestimable, se hace digno señalar su discutible importancia.

Con todo, el libro de Ayén, ciñéndonos a una evaluación metodológica de la historia intelectual, ofrece un rico aunque disperso material sobre la actividad editora catalana, como la figura de la marchand Carmen Balcells, y datos invaluables como el informe de censura franquista sobre Cien años de soledad o el incendio de la librería independiente La Cinc d’Oros por los Guerrilleros de Cristo Rey en 1972, a causa de la exhibición en vitrina de libros de los “tres Pablitos” (Neruda, Casals, Picasso). La dinámica ciudad editora del boom, Barcelona, vio emerger de la noche a la mañana nuevas editoriales como Lumen, Tusquets, Anagrama, Ediciones 62, La Gaya Ciencia, que se combinaban con viejas editoriales como Seix Barral, Bruguera y Salvat. Todas contribuyeron a catapultar a los emergentes novelistas latinoamericanos.51

Pero este trasfondo tiene un especial interés para la biografía de Gutiérrez Girardot, quien encontró en esos años del ápice del boom un resquicio para las más mordaces críticas, por marginales que se juzgaran, en otro editor catalán, Miguel Riera y sus revistas Viejo Topo y Quimera, y su editorial Montesinos, de donde salió Modernismo. Gutiérrez Girardot, pues, aprovecha el espacio catalán para poner de presente la temprana fetichización de la empresa comercial del “realismo mágico”, el dañino exotismo europeo y la pretensión por parte de esta mercantilización de sofocar hondas raíces literarias como el ensayismo de Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento y Manuel González Prada; el modernismo de Rubén Darío y José Asunción Silva, o la poética de Jorge Luis Borges y César Vallejo. Estas son tradiciones y corrientes literarias que preceden, condicionan y explican el boom novelístico, expuesto de forma cómoda y a-histórica como generación espontánea.

Por su naturaleza, podemos decir así que esta biografía de Gutiérrez Girardot combina varios elementos: los rasgos propios de una biografía convencional, tras los datos puntuales del autor investigado; los acentos indispensables de la historia de las ideas, con las obras capitales que definen los perfiles de una época, y las exigencias más contemporáneas de la biografía intelectual, ubicando al autor en sus contextos institucionales dinámicos. Esto hace de esta biografía un complejo compuesto que a veces se parece a un puzzle. No debe extrañar, sino que es de su esencia transgénero, que aventure diversos excursos, los cuales aparentan distanciar al lector de su objeto, a saber, Rafael Gutiérrez Girardot y España (1950-1953).

No debe extrañar, sino lo contrario: es de la esencia y propósito expreso del investigador taladrar sobre aspectos, personas, libros, sucesos o instituciones que están destinados a dar luz o relieve al personaje, su obra y su época. Como vimos, por la complejidad y la desarticulación tan profunda del mundo en la segunda mitad del siglo XX, hoy no es posible hacer una biografía complaciente, de fácil lectura o, incluso, de entretenimiento para el lector. Un biografiado es a la vez él y múltiples cosas más; es él y no él, en sentido dialéctico. Pero esta dialéctica del biografiado debe extremarse hasta el punto de que en largos apartados se pierde de vista al biografiado y se lo recupera del modo más inesperado páginas después. Ciertos pasajes parecerán, o serán, de otro libro, pero confío en que son, en realidad, de uno solo, en correspondencia con la demanda de un autor que se exigió vivir entre yuxtapuestas realidades; que él mismo intentó muchas veces no parecerse a sí mismo. Así, con esta narrativa o tópica “exótica”, creo rendir tributo al biografiado en su múltiple dimensión compleja de intelectual del siglo XX.

Esta investigación toma la extraña figura de ensayos zurcidos, los cuales, episódicamente, desvanecen el asunto central, hasta tender al carácter fantasmagórico del aforismo. El entrecruce de las lindes entre el pensar analítico, propio de las ciencias, y el figurativo, propio de la poesía, se debe a la disgregación espacio-temporal de la maciza filosofía de la historia, tras la gran hecatombe europea de 1918. Tampoco el individuo pudo permanecer impávido en su yo firme decimonónico: es el caso de tratar de depurar, por medio de fragmentos ensayísticos, la supuesta dignidad de la unidad temática del sujeto biografiado y la coherencia espléndida del entorno que lo acompasaba. En nuestro entender, el último que intentó, y con éxito de encrucijada, armonizar época, individuo y obra fue Dilthey en Vida y poesía de 1905, al tratar sus genios del Sturm und Drang.

Pero en nuestro Rafael Gutiérrez Girardot y España subyace una fuerza que tiende a expresar, como exigencia epistemológica, la desesperación de la época, el arrojo mismo del biografiado para replantear, permanentemente, las bases de nuevos orígenes, pues los ya dados son hechizos y carcomidos por la mentira filosófica, la desidia intelectual y la injusticia generalizada. Ya el hombre, como en épocas del pasado inmediato, no se eleva sobre su propia autodiagnosis y domina su futuro de modo planificado. Ahora no solo se ha perdido la fe en su proyecto de humanidad ascensional, sino que todo acto habría que cribarlo sobre ese nihilismo abarcante. En este sentido, fue Gutiérrez Girardot un heideggeriano raizal. Para una biografía intelectual como la que tenemos en estudio, se trata de desordenar el pasado petrificado y arrumar esto y aquello de un modo inesperado, aun a costa de la paciencia cómoda del lector. No es esto precisamente una deconstrucción picassiana de la ciencia histórica, pero sería una noble aspiración. Mucho más modestamente, se trata, pues, de darle un aire de época en ebullición, un aire de periferia.

Hoy, antes de culminar este capítulo metodológico tan abstruso, salí a tomar unos tragos a un bar cercano, Centro Agencia. Medio ebrio escuché “El cóndor herido” del ídolo vallenato Diomedes Díaz: “Mejor me voy (bis) / como hace el cóndor herido / ¡Ay! mejor me voy, mejor me voy como hace el cóndor herido”.

 

De modo que a quien se resistió a entender le otorgo como colofón estas coplas populares que resumen y condensan una vida académica a contracorriente.

Un curriculum vitae

En una carta fechada en Bonn el 3 de mayo de 1992 a su amigo Bernardo Hoyos, periodista cultural que lo promocionaba para un premio de talentos colombianos (premio que por supuesto no le fue concedido), Gutiérrez Girardot le adjuntó un curriculum vitae, no sin antes advertirle: “mi país me trató a patadas”.52 El currículum, al escribirlo, le resulta magro, pese a que desde hacía más de cuatro décadas había escrito una cantidad significativa de reseñas y ensayos, el primero de los cuales “estuvo dirigido contra lo que había dicho sobre nuestra literatura el entonces embajador Guillermo León Valencia”.53 Luego, le sale una especie de manifiesto espontáneo que autorretrata su combativa vida intelectual:

Como colombiano radical, antipatriotero, sanamente anárquico (“digan, digan pa’ contradecir” es muy nuestro), nunca he buscado ingresar a ninguna Academia ni a ninguna asociación, cosa muy buscada por los intelectuales de todas partes del mundo, y, en especial, en Alemania. En una tertulia me siento como un pez en el agua. Pero ante un Decano o Presidente con orden del día y demás, me siento irritado y como en una cárcel. Detesto la solemnidad. Cuando diplomáticos latinoamericanos me preguntan ¿qué hace Usted? Les respondo: trabajo en la universidad. No les digo que soy profesor para evitar que me digan que ellos son también profesores. En general, he “ofendido” a todos los “solemnes” no solo por solemnes sino porque toda solemnidad está acompañada necesariamente de simulación.54

El curriculum vitae dice:

RAFAEL GUTIÉRREZ GIRARDOT

Nació en Sogamoso (Boyacá) el 5 de mayo de 1928.

Terminó el Bachillerato en el Instituto de La Salle de Bogotá en 1946. Estudios de Derecho en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y de Filosofía en el Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional entre 1947 y 1950. Con beca del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid, estudió Filosofía en los cursos privados de Xavier Zubiri, Ciencias Políticas en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid y un curso de Doctorado de Derecho en la Universidad Central de Madrid.

Comisionado por el Director del Anuario de Filosofía del Derecho, Profesor Enrique Gómez Arboleya, para escribir un trabajo sobre filosofía fenomenológica del derecho, viajó a Friburgo de Brisgovia, en 1953. En la Universidad de Friburgo estudió filosofía con Eugen Fink, filosofía del derecho con Erik Wolf, sociología con Arnold Bergstresser y romanística con Hugo Friedrich. Asistió a los seminarios privados de Martin Heidegger.

En octubre de 1955 obtuvo una beca de la Fundación Alejandro de Humboldt, solicitada por Hugo Friedrich y que no pudo aceptar por razones personales. En ese mismo mes viajó a Gotemburgo, Suecia, donde fue docente del Instituto Iberoamericano de la Escuela Superior de Comercio de esa ciudad.

En enero de 1956 fue nombrado Canciller de la Embajada de Colombia en Bonn. Ocupó los cargos de Agregado cultural y de prensa, Jefe de la sección consular y Encargado de negocios a. i.

En abril de 1966 fue trasladado al Ministerio de Relaciones Exteriores.

Fue profesor de medio tiempo de Filosofía del derecho en el Externado de Colombia, y dirigió Seminarios en el Instituto Caro y Cuervo, en la Universidad de los Andes (ciencia política) y en la Universidad la Gran Colombia (filosofía).

En octubre de 1967 fue nombrado colaborador del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Münster en Dortmund. Fue encargado del curso de sociología en la Universidad de Münster. Profesor invitado de sociología en la Universidad de Bochum y de Hispanística en la Universidad de Bonn.

En octubre de 1969 fue nombrado profesor invitado de Hispanística en el Barnard College de la Universidad de Columbia en Nueva York.

Desde abril de 1970 es profesor ordinario (catedrático titular) de Hispanística en la Universidad de Bonn, que inauguró esa cátedra por primera vez en Alemania.

Como Agregado Cultural organizó en colaboración con el agregado cultural argentino y el Departamento de Prensa del Gobierno alemán los primeros coloquios germano-iberoamericanos de literatura (1962, 1964) y sociología (1965). Fue encargado de la cátedra de historia de la cultura hispanoamericana en la Escuela de Periodismo de Madrid (1952-53).

Ha colaborado en la Revista Mexicana de Literatura y Texto crítico de México; Revista Nacional de Cultura, Escritura, Zona Franca de Caracas; Revista de las Indias, Bolívar, Mito, Eco, etc., de Bogotá; Sur, de Buenos Aires; Cuadernos Hispanoamericanos, Índice, Ínsula, Cuadernos para el diálogo, Anuario de filosofía del derecho, Arbor, Revista de Occidente de Madrid; Camp de l’arpa, El viejo topo, Quimera de Barcelona; Casa de las Américas, La Habana; Merkur de Múnich; Cuadernos, de París; en los semanarios Die Zeit de Hamburgo; Marcha, de Montevideo, y en revistas especializadas (filología, sociología, filosofía del derecho, literatura comparada) alemanas.

Libros: La imagen de América en Alfonso Reyes, Ínsula, Madrid, 1956 (2.ª ed. como prólogo a la Antología de Alfonso Reyes. Vocación de América, Fondo de Cultura Económica, México, 1989); Jorge Luis Borges. Ensayo de interpretación, Ínsula, Madrid, 1959; En torno a la literatura alemana contemporánea, Taurus, Madrid, 1959; Nietzsche y la filología clásica, Eudeba, Buenos Aires, 1966; El fin de la filosofía y otros ensayos, Editorial Papel sobrante, Medellín, 1966; Poesía y prosa en Antonio Machado, Guadarrama, Madrid, 1969; Horas de estudio, Colcultura, Bogotá, 1976; Modernismo, Editorial Montesinos,

Barcelona, 1983 (2.ª ed., Fondo de Cultura Económica, Bogotá y México, 1988); Aproximaciones, Procultura, Bogotá, 1986; Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana, Cave Canem, Bogotá, 1989; Hispanoamérica: imágenes y perspectivas (comp. de Juan Guillermo Gómez y José Hernán Castilla), Temis, Bogotá, 1989; La formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX, Latin American Studies Center Series, Maryland, 1991; Estudios sobre César Vallejo, Mills Batres, Lima (en prensa).

Artículos en Homenajes a Georg Lukács, Harri Meier, Hugo Friedrich, José Luis Romero, Jorge Luis Borges.

Traducciones al castellano de Hölderlin, Gottfried, Peter Huchel, Paul Celan y de Martin Heidegger, Hans Albert, Theodor Schieder, Hilde Domin.

Fundó la editorial Taurus de Madrid. Fundó y codirigió la colección “Estudios alemanes”, publicada primeramente en Sur de Buenos Aires y en Alfa ibérica de Barcelona. Dirige la colección “Hispanistische Studien” de la editorial Lang de Fráncfort/Meno, Berna, Nueva York, Las Vegas.

Fue nombrado Rockefeller Humanities Resident Fellow de la Universidad de Maryland (1990).

Ha dictado conferencias y cursos en Universidades alemanas y españolas, norteamericanas y latinoamericanas, belgas, suizas y francesas.55

Este curriculum vitae tiene la virtud de resumir toda una trayectoria académica e intelectual que resulta desconcertante por la variedad, amplitud y, sobre todo, la heterogeneidad de las disciplinas, autores y temas tratados por el crítico colombiano. Es una plena certificación de la múltiple pertenencia a “los más diversos círculos” de la vida intelectual, para retomar la categoría simmeliana.

La peculiaridad de esa laberíntica trayectoria resulta hoy difícil de reconstruir en la trama interior, es decir, en las motivaciones institucionales, vocacionales y emocionales que la determinaron y condicionaron. Esa trama interior es, por principio, evasiva y precisa de ciertas y muy complejas perífrasis, si se nos admite la anotación metodológica, para reconstituirla en sus múltiples significaciones. En esta investigación, solo nos aventuramos por los entresijos de un episodio corto o breve de su trayectoria, su estancia en Madrid como becario del colegio guadalupano, pero que resulta sustancial a la hora de hacer el primer balance para la historia de este joven intelectual de derechas, en una Colombia tan profundamente polarizada por las violentas confrontaciones políticas, tras el asesinato del líder liberal José Eliécer Gaitán.

Si la llegada de Gutiérrez Girardot a Madrid en 1950 tiene una prehistoria en un conservadurismo criollo muy arraigado y su admiración al líder monárquico José Calvo Sotelo (asesinado al iniciarse el levantamiento de los generales antirrepublicanos el 13 de julio de 1936), deseamos, no obstante, hacer un recorrido por los fundamentos de la hispanidad, entendidos como la columna vertebral del conservadurismo nacional-franquista que respiraron a pleno pulmón todos los jóvenes becarios del colegio guadalupano.

Los años de Gutiérrez Girardot en España fueron años de juventud entusiasta, de los que nunca renegó o se arrepintió. Por el contrario, independiente de su contenido emotivo, fueron años de formación decisivos. En ellos se descubrieron temas y contratemas dominantes, amigos entrañables, relaciones institucionales determinantes y experiencias estudiantiles imborrables. En Madrid, Gutiérrez Girardot conoció y participó en los seminarios privados de Xavier Zubiri; se distanció de la figura de Ortega y Gasset, y apreció a la de Luis Rosales, Gómez Arboleya y Laín Entralgo; hizo amigos entrañables como Gonzalo Sobejano, José Ángel Valente, José Agustín y Juan Goytisolo, o el librero hispano-argentino Francisco “Pancho” Pérez González, quien testimonia: “Nos hicimos tan amigos que decidimos crear juntos una editorial dedicada a libros de pensamiento. Así nació Taurus”.56

El ambiente activo del colegio guadalupano, cuyas entrañas institucionales están por estudiar, será aquí esbozado, complementariamente, como paso de la vida de un estudiante colombiano. Es parte de una experiencia personal, nada traumática, por cierto. Este contacto y experiencia de la España franquista fueron decisivos en la formación del joven Gutiérrez Girardot. El becario del colegio guadalupano, que huía de una estremecedora realidad política en Colombia (después del asesinato de Gaitán), encontró en el ambiente madrileño de esos años estímulos indelebles de su posterior personalidad como diplomático, traductor, ensayista, crítico literario, polemista y profesor universitario. En España, se forjó una personalidad inconfundible, absorbió un modelo de vida académica, una postura ante el mundo circundante, como miembro de una élite intelectual, con una sensibilidad aguzada y un horizonte cultural que le fue no solo propio, sino singularmente característico, vale decir, descubrió la España intelectual y al tiempo el universo ignoto de las letras y las figuras más representativas de la América Latina. El ambiente oficial español impregnado de tradicionalismo hispánico en cada uno de los poros surtió un repertorio temático y, sobre todo, un motivo central, que luego fue objeto de su perspectiva crítica, es decir, que revirtió los términos de esa temprana experiencia, llamada para servir a la causa cultural del Caudillo de España, a una crítica fundada y renovadora de la discusión de la España eterna como parte de la vida de la cultura de Nuestra América.

Hemos explorado, tentativamente, solo algunos pozos de la cultura política e intelectual española que, creemos, incidieron en la vida y la obra crítica de Gutiérrez Girardot, que sirvieron de estímulo a algunas reiteradas controversias sobre el problema español y que contribuyeron a definir su amplio horizonte de la cultura de España y, por consecuencia, de América Latina. Sin esa experiencia madrileña de la década de 1950 sería inexplicable, en realidad, la obra del crítico colombiano. Los breves pero decisivos años en la España franquista perfilaron así una imagen de la historia cultural del mundo hispánico, de un lazo común español-latinoamericano acuñado por la Contrarreforma (elemento estructural del mundo hispánico que contribuyó al ocaso del Imperio español). En la España franquista, pudo Gutiérrez Girardot compenetrarse con el peso enorme de la Iglesia católica, con el dogmatismo religioso que seguía íntimamente imbricado en la vida pública y que había retrasado la secularización y la modernización de nuestras naciones, con el autoritarismo político y la violencia asociada a un mundo de tensiones irresueltas en la sociedad de masas y, finalmente, con las notas dominantes de la intelectualidad española: su gestualidad irresponsable, su aventurerismo arrogante, sus temas obsesionantes y en últimas estériles (el tema de la identidad). Las glorias de la España del Siglo de Oro, sus hazañas colonizadoras y su fe católica inquebrantable constituían y asfixiaban, en forma obsesiva, la vida intelectual, artística y académica de la España del franquismo.

 

Deseamos en las páginas siguientes reconstruir el debate de la hispanidad, eslabón genético de las tareas intelectuales del becario colombiano en el colegio guadalupano. Del forzoso recorrido de las líneas dominantes de la espesa discusión intelectual española, que bien puede incluirse en la no menos espesa especie de “la revolución conservadora” del siglo XX (sus máximos exponentes son los alemanes Carl Schmitt, Oswald Spengler, Thomas Mann, Ernst Jünger, Hans Freyer),57 se infiere la decisiva importancia para el becario colombiano que, como ya dijimos, se vio envuelto en esta atmósfera altamente enriquecedora.

Notas

1México, Siglo XXI, 1992, p. 123.

2Cfr. Jean Lacouture, André Malruax. Una vida en el siglo, 1901-1976, Valencia, Alfons el Magnànim, 1992.

3Cfr. Roland Barthes, Sobre Racine, México, Siglo XXI, 1992.

4Ibid., p. 87.

5Esta pregunta sobre los escenarios intelectuales y medios sociales en que se movía Racine está precedida por la siguiente consideración contra la historia anecdótica de la literatura: “Pero si se concibe el medio de un escritor de una manera más orgánica, más anónima, como ámbito de las costumbres de pensamiento, de los tabúes implícitos, de los valores ‘naturales’, de los intereses materiales de un grupo de hombres asociados realmente por funciones iguales o complementarias, en resumen como porción de una clase social, los estudios son mucho más raros”. Ibid., p. 177.

6Ibid., p. 179.

7Max Kommerell, Lessing y Aristóteles. Investigación acerca de la teoría de la tragedia, Madrid, La Balsa de la Medusa, 1990, pp. 51-62.

8François Dosse, El arte de la biografía. Entre historia y ficción, México, Universidad Iberoamericana, 2007, p. 377.

9Walter Biemel, Martin Heidegger in Selbstzeugnissen und Bilddokumenten, Hamburgo, Rowohlt, 1973, p. 20.

10El maestro del estructuralismo Claude Lévi-Strauss, por tanto, profundamente antihistoricista, “revisó el manuscrito [de la biografía] e hizo anotaciones. Le escribió [al biógrafo, que no antropólogo] una carta magnífica diciéndole que rechaza casi todos sus análisis, pero que no puede decirse que no haya comprendido su razonamiento”. Nada mejor puede esperar un biógrafo de su biografiado. Anthony Rowley en Dosse, El arte de la biografía, p. 413.

11Frédéric Worms sobre Bergson. Dosse, El arte de la biografía, p. 398.

12Georg Simmel, Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, México, Fondo de Cultura Económica, 2014. Selnich Vivas, en un ensayo inédito titulado “La obra filosófica de Rafael Gutiérrez Girardot. Su debate aplazado” (ca. 1998), emplea diestramente una cita del personaje Hans Castorp de Thomas Mann para dilucidar esta misma perspectiva simmeliana: “El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino que también, consciente o inconscientemente, participa de su época y la de sus contemporáneos”, excepto que esta participación de “su época y sus contemporáneos” no se hace de manera simétrica e indiferenciada para todos, como veremos a continuación.

13Karl Mannheim, Ensayos de sociología de la cultura (trad. Manuel Suárez), Madrid, Aguilar, 1963.

14Georg Simmel, Sociología. Estudios sobre las formas de socialización (trad. José Pérez Bances), México, Fondo de Cultura Económica, 2014, p. 245.

15Ibid., p. 429.

16Simmel, Sociología, p. 429.

17Ibid., p. 430.

18Loc. cit.

19Ibid., p. 433.

20Citado por Detlev Claussen, Thedor W. Adorno. Uno de los últimos genios (trad. Vicente Gómez Ibáñez), Barcelona, Universidad de Valencia, 2006, p. 19.

21Leo Löwenthal, “Die biographische Mode”, en Literatur und Massenkultur, Fráncfort, Suhrkamp Verlag, 1990, pp. 231 y ss.

22Fromm decía así: “El grado en que el hombre común norteamericano se siente invadido por este sentimiento de miedo y de insignificancia parece expresarse de una manera eficaz en el fenómeno de la popularidad del Ratón Mickey. En esos films el tema único —y sus infinitas variaciones— es siempre este: algo pequeño es perseguido y puesto en peligro por algo que posee una fuerza abrumadora, que amenaza matarlo o devorarlo; la cosa pequeña se escapa y, más tarde, logra salvarse y aun castigar a su enemigo. La gente no se hallaría tan dispuesta a asistir continuamente a las muchas variaciones de este único tema si no se tratara de algo que toca muy de cerca su vida emocional”. Erich Fromm, “Los dos aspectos de la libertad para el hombre moderno”, en El miedo a la libertad (trad. Gino Germani), Buenos Aires, Paidós, 2008, pp. 165-206.

23“Es ist niemals ein Dokument der Kultur, ohne zugleich ein solches der Barbarei zu sein”. Walter Benjamin, “Über den Begriff der Geschichte”, en Gesammelte Schriften, vol. I-2, Fráncfort, Suhrkamp, 1991, p. 296. La primera traducción de este texto, titulada “Tesis de la filosofía de la historia”, apareció en Ensayos escogidos (trad. Héctor A. Murena), Buenos Aires, Sur, 1969. El volumen forma parte de la Colección de Estudios Alemanes, dirigida por Victoria Ocampo, Ernesto Garzón Valdés y Rafael Gutiérrez Girardot.

24La filosofía de la historia es, como asegura Reinhart Koselleck, la joya de la corona de la filosofía de la Ilustración, tanto por su autoconciencia del devenir histórico cifrado en la voluntad utópica como por ser el explosivo racional contra el absolutismo monárquico. Reinhart Koselleck, Crítica y crisis, Madrid, Trotta, 2007. Pero esta autoconciencia de la fuerza modeladora del hombre de su propio destino secular y joya de la corona antiabsolutista, si nos atenemos a Hannah Arendt, resultó siendo más bien un premio cognitivo de consolación ante el reconocimiento de la imposibilidad del hombre del siglo XVIII de conocer con exactitud las leyes de la naturaleza. Hannah Arendt, La condición humana, Barcelona, Paidós, 2016. El concepto de progreso indefinido de la humanidad procede de Nicolas de Condorcet, Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano, Madrid, Editora Nacional, 1980, p. 225.

25Citado por Claussen, Theodor W. Adorno, p. 272.

26Horkheimer, Max y Theodor Adorno, Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta, 1964, p. 79. Las cursivas son mías.

27El argentino Carlos Altamirano hace una amena ambientación del caso Dreyfus, muy aprovechable para nuestro medio. Carlos Altamirano, Intelectuales. Notas de una investigación, Bogotá, Norma, 2006.

28Así lo estudia Christophe Charle, Los intelectuales del siglo XIX. Precursores del pensamiento moderno, Madrid, Siglo XXI, 2000.

29Cfr. Edward W. Said, Representaciones del intelectual, Bogotá, Paidós, 2007.

30Mi asesoramiento quedó registrado el 20 de diciembre de 2010 en constancia de la División de Bibliotecas de la Universidad Nacional de Colombia. Luego del primer envío del archivo desde Bonn, en el embalaje de los libros, una cincuentena de cajas enormes, Bettina hizo llegar a Leonor Gutiérrez de Happel en Bogotá un paquete considerable de correspondencia aparte, el cual entregamos al entonces vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la sede de Bogotá, Jorge Enrique Rojas. Hay que decir que dicho fondo bibliográfico en lengua alemana, depositado en principio en los sótanos de la Biblioteca de Posgrados de Ciencias Humanas, fue afectado por una inundación, lo cual motivó el traslado a la Hemeroteca Nacional Universitaria Carlos Lleras Restrepo, contigua al Centro Administrativo Nacional (CAN). Allí se clasificaron y se reenviaron los libros a la Biblioteca de Posgrados y el material de archivo personal a la Biblioteca García Márquez, donde actualmente se encuentra bajo apropiada custodia. En el hallazgo de esta primicia documental, conté con la colaboración cómplice de José Hernán Castilla, Anita Jaramillo y Diego Zuluaga.