En pos de la humanidad

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—Podéis levantaros la fase de despegue ha finalizado. —Sharon se acerca a las grandes escotillas se extasía observando el inmenso mar de estrellas, sin el filtro de la atmósfera pueden ver con más claridad muchos cometas y algunos planetas por la escotilla central la inmensa luna acercándose. Sharon exclama.

—¡Oh! Tau es maravilloso.

—Sí —responde él—, desde la Tierra no se puede imaginar este esplendor, desde la Luna tendremos tres meses para disfrutar de este firmamento. —Se quedan ensimismados contemplando el panorama y la Luna acercándose, hasta que oyen la voz que les manda.

—Sentaos y abrochaos los cinturones, vamos a iniciar el vuelco. —Obedecen y sienten algunas náuseas causadas por las variaciones de la gravedad durante la maniobra. Vuelven a oír la voz—. Podéis levantaros, maniobra de vuelco finalizada.

—Sharon se levanta rápido y se dirige a la gran escotilla central.

—¡Mira Tau la Tierra! —Él se acerca a la escotilla y exclama.

—Es magnífico la veremos alejarse hasta llegar a la Luna. —Absortos contemplando la Tierra y el firmamento horas después ya pueden divisar la base lunar, ven un edificio con una gran chimenea adonde se dirige la nave, está adosado a un gran complejo de varias plantas todo construido en una inmensa astroblema lunar. Les sobresalta la voz que les ordena.

—Sentaos y abrochaos los cinturones vamos a alunizar.

Aún sentados mientras desciende la nave hasta posarse se sienten raros, pasan de una gravedad de 10 m/seg a la lunar de 1,62 m/seg.

—¡Ay! Tau qué sensación más rara —exclama ella.

—Me parece que nos tendremos que acostumbrar —sentencia él.

Una vez posada la nave un conducto se acopla a la rampa, los dos asientos en que están sentados se deslizan por el conducto hasta el edificio luego todo queda hermético. Un robot se acopla a los asientos y les comunica.

—Bienvenidos os llevaré a vuestros aposentos. —Tau y Sharon han estado todo el tiempo en silencio, pasando del asombro a la perplejidad y viceversa.

Ya dentro de la habitación se ponen en pie y aquella rara sensación se hace intensa pero maravillosa a Sharon le da por reír.

—Mira Tau me siento ligera como una pluma —dice ella mientras da saltos sin ningún esfuerzo. A Tau se le contagia la risa y le contesta.

—Yo también parece que pueda volar. —En plena euforia Tau toma a Sharon en brazos y la tira hacia arriba, se llevan un gran susto. Ella ha estado a punto de estrellarse contra el techo. Han dejado de reír, se miran y Tau comenta—. Oye tendremos que tener más cuidado y acostumbrarnos a esto.

Ya más tranquilos se dedican a inspeccionar la habitación. Está en el segundo piso del enorme edificio, es amplia con un gran ventanal por el que se ve un impresionante paisaje lunar, tiene un sofá una mesa con dos sillas una gran cama y un pequeño armario. Sharon llama a Tau.

—Mira qué magnífico cuarto de baño.

—Me encanta Sharon, ahora ven conmigo al ventanal quiero contemplar a tu lado este magnífico paisaje lunar.

Y así pasan un buen rato ella rompe el silencio:

—Tau cuando el robot nos llevaba por el pasillo he visto que hay una barandilla, como un balcón, quiero ver qué se ve desde allí. —A él también se le despierta la curiosidad.

—Vamos a verlo —dice muy resuelto. Salen de la habitación a un largo y ancho pasillo, enfrente la barandilla. Cuando se asoman se quedan maravillados. Ella expresa sorprendida.

—Tau esto es lo que llaman el Oasis lunar. —Lo que ven sus ojos es increíble un gran parque de exuberante vegetación con un lago que tiene una caudalosa cascada y playas de arena fina.

—¡Guau! —exclama Sharon—, no lo veo muy bien pero creo que tiene hasta restaurante.

—Y mira Sharon cuántas personas desnudas bañándose, estamos viendo seres humanos cariño —exclama el alborozado, vuelven a la habitación son las 14,30 hora terrestre, están acostumbrados a almorzar a estas horas y ya más relajados después de tantas emociones. Tau comenta.

—Se me ha despertado el apetito. —Ella le contesta menos poética.

—Tengo un hambre atroz ¿crees que se acordarán de nosotros? —En aquel momento llaman a la puerta es el robot que les comunica.

—A las 15,00 hora terrestre os llevaré al salón comedor, vestíos con los albornoces que encontrareis en el armario, solo son necesarios para asistir al salón comedor y al salón club. —Sharon exclama contenta.

—Se han acordado de nosotros, ahora entiendo el pequeño tamaño del armario, solo es para guardar dos albornoces y nada más. —Puntual a las 15h aparece el robot con dos asientos adosados, ellos ya están vestidos con los albornoces, se encuentran cómodos y hasta atractivos. El robot les manda.

—Sentaos. —Bajan por una interminable rampa hasta el oasis y por un camino del jardín jalonado de vegetación entran en el restaurante. Sharon le dice con voz queda a Tau.

—Mira hay de todo. —Él le contesta.

—Nos pondremos las botas. —El robot les instruye.

—Cuando queráis regresar a vuestra habitación tomad el ascensor nº 43 al segundo piso vuestra habitación es la 2328. —Les entrega un anillo a cada uno—. Si tenéis algún problema pulsad el anillo podéis acudir al restaurante siempre que queráis. Mañana a las 9 a. m. terrestre os traeré el desayuno e instrucciones.

Sharon está feliz.

—Mira Tau estamos en contacto con seres humanos, hola, hola qué tal —va repitiendo contenta al cruzarse con alguno.

—Sharon ahora tengo hambre tenemos muchos días para hablar con ellos —contesta Tau mientras coloca en su bandeja las viandas que le apetecen. Opíparamente satisfechos, ella anuncia.

—Ya no puedo comer más, ahora tengo sueño.

— Yo también —contesta Tau—, vamos a la habitación.

A las diez de la noche hora terrestre se despierta ella.

—¡Tau! ¡Tau! —Le sacude Sharon porque el sigue durmiendo, abriendo los ojos pregunta.

—¿Qué pasa? —pregunta muy alarmado.

—¿Que si quieres volver al restaurante? —le pregunta ella.

—No, he comido mucho y estoy bien, me apetece una ducha.

—A mí también —contesta ella. Luego se tumban en la cama admirando el paisaje lunar al rato pregunta Sharon.

—Oye Tau. ¿Recuerdas los bonitos ratos que pasábamos así en la Tierra a la luz de la Luna?

—Claro que sí —contesta él sonriendo.

—Yo me siento ligera como una pluma, oye Tau. ¿Cómo serán estos ratos en la luna a la luz de la Tierra?

—¿Y si lo investigamos? —contesta Tau sonriendo.

Son las 12 de la noche hora terrestre Sharon muy feliz exclama.

—Esto es increíble, maravilloso ni siquiera nunca hubiera soñado estas sensaciones de ligereza es fantástico. Oye Tau te propongo escribir un libro entre los dos estos tres meses que estaremos en la Luna.

—¿Qué libro? —pregunta él.

—El Kama Sutra lunar —contesta ella.

Los dos ríen con ganas. A las 9 a. m. hora de la Tierra aparece el robot con el desayuno y les comunica.

—A las 5 p. m. hora de la Tierra vendré a buscaros para llevaros al laboratorio lunar. Mientras desayunan Sharon propone.

—Tenemos tiempo de ir a la playa hasta la hora de comer.

—Antes tendremos que ponernos los albornoces —comenta Tau riendo. Salen de la habitación desnudos, cogen el ascensor 43 hasta la planta oasis y caminan hasta que sus pies pisan la fina arena de la orilla del lago, se sientan en la blanda arena.

—Tau —observa Sharon— has visto lo hermoso que es todo esto, debe ser un lugar de vacaciones. ¿Verdad?

—Yo creo que sí —contesta él. Al rato comenta—. ¿Has visto qué hermosas tetas tienen las mujeres?

—Claro tonto —contesta ella—, la poca gravedad se las mantiene erguidas en la Tierra las verías muy diferentes.

—Bueno —contesta él divertido— pero aquí están majísimas y mira a sus culos les sucede lo mismo también. —Acaban riendo.

El alto cielo del oasis es una gran bóveda acristalada Sharon la observa.

—¿Tau para qué son estos globos de distintos tamaños que flotan en la bóveda? —le pregunta ella.

—Mira son como «parches» —le explica él—, si impacta un meteorito y hace un agujero la corriente de aire llevara a los globos que lo taparán mientras lo reparan. —Al rato le propone—. Vamos a dar una vuelta para conocer todo esto. ¿No?

—Cariño ve tú —contesta Sharon—, estoy muy a gusto aquí sentada.

—¿Sí? ¿Me dejas? —contesta él sorprendido.

—Claro —le responde ella— ya sabes que tienes toda mi confianza mientras… no te pierda de vista. —Tau se va riendo.

Sharon se ha quedado porque cerca de ella acostada en la arena esta una mujer de unos treinta años, embrazada, luce una gran barriga a punto de estallar. A Sharon la atrae y la mira con envidia, ella y Tau querían tener descendencia pero inmersos en sus trabajos de investigación lo fueron posponiendo hasta que al final fue tarde. Se acerca a ella y le dice.

—Hola qué tal, me llamo Sharon. —La mujer le contesta muy simpática.

—Y yo Frigia, a ti es la primera vez que te veo.

—Llegamos ayer —le aclara Sharon—, veo que estas a punto de ser madre. ¿Qué será niño o niña?

—Será niña y le pondré Adara.

—¿Adara? —se extraña Sharon.

—Sí —le aclara Frigia— antes era moda los nombres de astros y de partículas atómicas, ahora la moda empieza con nombres griegos y romanos antiguos.

—Bueno, es bonito me gusta —termina Sharon.

—La concebimos en la Luna y queremos que nazca en la Luna —le aclara Frigia.

—¿Estás sola? —le pregunta Sharon.

 

—Bueno mi compañero está en la Tierra y está por llegar. —Al momento se presentan del servicio sanitario el implante de Frigia les ha avisado del inminente parto, se despiden con un abrazo. Frigia comenta—. Mi compañero se lo va a perder.

—Suerte Frigia —le desea Sharon.

Sharon quiere bañarse en el lago pero con su poco peso casi no se moja, se queda muy frustrada, es lo primero que no le gusta de la Luna mira a su alrededor y ve a Tau con un grupo de hombres y mujeres charlando alegremente se acerca al grupo y le increpa.

—Cariño te estaba buscando es hora de ir a comer. —Es su manera de anunciar que Tau no está suelto. El tiempo se les hace corto por el buen ambiente.

—Bueno tenemos que despedirnos —sugiere Tau.

—Todavía no —contesta una guapa chica del grupo—. Nosotros también comemos ¿eh? —Y el buen ambiente sigue en el comedor hasta que Tau y Sharon tienen que despedirse.

—Hasta mañana —dicen los dos. Están en la habitación son las 16h hora de la Tierra, están pensando de qué tratará su visita al laboratorio.

—Pronto lo sabremos —asegura Sharon.

A las 17 horas de la Tierra se presenta el robot, lleva acoplados dos asientos, les entrega dos quimonos y les dice:

—Vestíos con estos equipos. —Cuando se han colocado los extraños quimonos les manda—. Sentaos. —Discurren por el largo pasillo hasta llegar frente a una gran puerta que tiene un encuadrado «Zona cero», la puerta se abre y entran en lo que parece un espacioso montacargas, empiezan a descender. Ella le pregunta a Tau.

—¿Dónde nos llevan? Estamos bajando mucho.

—No tengo ni idea —contesta él— pero aquí abajo estarán todos los sistemas para hacer habitable el edificio de arriba Oasis incluido. —El ascensor se detiene se abre una gran puerta y el robot les conduce a través de un largo pasillo hasta una sala se para delante de una mesa, se desprende de los asientos y desaparece. Ella mira a su entorno y comenta:

—Tau mira qué robots tan impresionantes.

—Sí Sharon imitan perfectamente la figura humana como si fueran maniquís de escaparate.

—Sí Tau pero estos me dan mucho miedo —contesta ella. Detrás de la mesa una puerta se abre y entra el doctor Fermión, a Tau y a Sharon se les ha puesto la cara de gran sorpresa.

—¿Cómo estáis? —pregunta Fermión.

—Bien —balbucea Sharon.

—Bien, bien —atina a decir Tau.

—Me alegro —responde Fermión con un poco de sorna—. Voy a empezar a introduciros en los grandes temas de la zona cero.

»Para colonizar los planetas y las lunas del sistema solar son indispensables robots con una fiable inteligencia artificial. Si queréis preguntar algo hacedlo en cualquier momento.

—Doctor sabemos que en Marte y en varias lunas hay equipos humanos y de robots muy eficaces —dice Tau.

—El problema es —contesta Fermión— que estos eficaces robots no pueden estar sin la vigilancia humana y en astros que sería interesante explorar no podemos hacerlo porque el ambiente es demasiado hostil para el ser humano.

—Hay robots que con su inteligencia superan al ser humano —añade Tau. Fermión se dirige a Sharon.

—Tú Sharon te dedicas al campo de cibernética, investigas de qué manera ha de usar el sistema del robot los flujos de información que capta de su entorno exterior para ser capaz de controlarse a sí mismo.

—Así es —confirma Sharon. Fermión se dirige a Tau.

—Y tú Tau te dedicas a la inteligencia artificial, investigas cómo dotar a un robot de capacidad para pensar y tomar decisiones.

—Cierto doctor y para hacer la programación me ayudan los informes de Sharon —le contesta Tau.

—Y se han conseguido logros importantes, pero todos los procesos de computación se rigen por largos caminos matemáticos de los que resulta la lógica acción del robot pero si la computadora capta y admite un dato digamos «raro» el camino matemático se tuerce y puede inducir al robot a una acción fatídica y desastrosa, porque físicamente son poderosas máquinas y no tienen sentimientos ni nociones del bien y del mal, digamos ética.

»Los seres humanos también tomamos decisiones siguiendo caminos de lógica matemática, pero matizamos los resultados para nuestras acciones con nuestros sentimientos y nuestra ética, que no tienen nada que ver con las matemáticas y creo que estos valores humanos son imposibles de programar a una máquina, nuestro trabajo es conseguir que los robots se parezcan más a los humanos, aunque nunca serán perfectos y habrá que vigilarlos y controlarlos —termina Fermión.

Sharon y Tau están anonadados y no saben qué decir ni preguntar. Fermión les conmina.

—Levantaos y seguidme iremos al laboratorio de robótica. —Mientras caminan detrás del doctor Sharon con voz queda le dice a Tau.

—Cada vez siento más curiosidad y también más miedo.

—Pero es muy interesante —le contesta Tau.

Una puerta se abre y se introducen en la gran sala del laboratorio, hay muchos robots, como los que han visto en la entrada con aspecto humano, haciendo tareas y muy pocos humanos.

—Como os voy a mostrar bajo la vigilancia de humanos los robots se construyen a sí mismos. —Sharon se sorprende al ver la enorme fuerza que demuestran los robots en algunas operaciones y pregunta.

—¿Qué servomotores llevan, doctor?

—Ninguno —responde Fermión—, acercaos a ver a este robot desvestido.

Sharon exclama.

—Pero si es como un ser humano sin piel, sus músculos son iguales pero metálicos.

—En efecto —responde el doctor—, hemos conseguido unas fibras metálicas cuyas moléculas son capaces de estirarse o encogerse según la intensidad de un campo eléctrico.

—Igual que los músculos humanos —apunta Tau.

—Sí —responde Fermión—, pero muchísimo más fuertes, una central actúa como un centro neurológico actuando según las órdenes de la computadora para los movimientos.

—¿Y la fuente de alimentación? —pregunta Tau.

—Para hacerlo claro —contesta Fermión— usaré similitudes humanas. El robot ingiere materia y su «estómago» la gestiona en combustible atómico.

—¿Podrían subsistir eternamente en cualquier planeta con cualquier ambiente? —pregunta Sharon.

—Segurísimo —contesta Fermión. Les lleva a la vista de un pozo.

—Mirad, este robot está siendo revestido por una computadora 3D con una aleación plástica a 5000 ºC, este revestimiento será su piel y una vez solidificado continuará elástico y soportará temperaturas de 10 000 ºC, será prácticamente indestructible.

—Doctor —pregunta Sharon muy alarmada—, no serán un peligro para la humanidad unos seres eternos, indestructibles capaces de fabricarse a sí mismos dotarles de una inteligencia sin que sean capaces de sentimientos.

—No —contesta Fermión— porque los hemos creado con «dos talones de Aquiles» que ellos jamás podrán manipular y nosotros siempre podremos controlar.

—Que así sea —dice Tau suspirando. Continúa Fermión.

—Vuestra inmediata misión será un informe sobre los robots que están trabajando en una mina lunar, mañana os instruirán para llevar los trajes espaciales y pasado mañana os llevarán a la mina por un periodo de tres horas.

»¡Ah! Se me olvidaba cada día es obligatorio dos horas de gimnasia para compensar los negativos efectos de la baja gravedad. ¿Alguna pregunta?

—Doctor tengo tantas que no se me ocurre ninguna —contesta Sharon sinceramente.

Mientras hablan el doctor les acompaña a la sala donde les recibió.

—Sentaos —les pide—, ahora vendrá el robot para llevaros a vuestra habitación. Y buena suerte —les desea Fermión.

A Sharon y a Tau cada vez que el doctor les desea buena suerte se les pone la piel de gallina pero muy educados responden.

—Gracias doctor.

Mientras esperan el robot ella le dice a Tau.

—Todavía me cuesta creer lo que he visto, es fantástico tengo miedo e impaciencia por visitar la mina y ver cómo actúan los robots.

—Yo también siento una gran curiosidad —contesta él.

El robot se acopla a los dos asientos donde están sentados iniciando el camino de regreso. Están tan atentos a los detalles de por donde pasan que no pronuncian palabra, cuando entran en el gran ascensor y el robot pulsa la subida Tau activa su cronómetro y lo para cuando el ascensor se detiene. Le dice con voz queda a Sharon.

—Hemos bajado algo más de cien metros si es un ascensor normal. Una vez el robot les deja en la habitación les informa.

—Habéis estado en el estrato 320.

—Tau, evidentemente no es un ascensor normal. —El robot les sigue informando.

—Mañana os vendré a buscar a las 7 a. m. de la Tierra para llevaros al gimnasio no tenéis que poneros nada de indumentaria. —Sharon consulta su reloj, son las 20h de la Tierra y propone.

—Oye Tau. ¿Y si nos quitamos esto que llevamos, nos ponemos los albornoces y vamos a cenar?

—Encantado —responde él— has tenido una idea genial. —En el restaurante Sharon advierte a Tau.

—Mira nuestros amigos de la playa acerquémonos.

Él contesta:

—De acuerdo pero piensa que no podemos contar nada de lo que somos ni de lo que hacemos.

—Sí —le contesta Sharon—, aunque no nos hayan advertido silenciar estas cosas, me siento vigilada.

—¿Como si estuviéramos a prueba? —le contesta Tau.

—Exactamente —certifica ella. Al llegar al grupo Sharon saluda con alegría—. ¡Hola a todos! Ya estamos de vuelta. —Del grupo se destaca a saludarlos Alena una guapa mujer rubia cuarentona y de muy buen ver, abraza a Sharon diciendo.

—Bienvenida querida. —Y abraza a Tau diciéndole—. Estoy feliz de volver a verte. —Tau corresponde al efusivo abrazo. Durante la cena, Alena sentada frente a Tau le ríe todas las gracias y con el albornoz juega con gracia y salero a mostrar y no enseñar. Tau se lo está pasando bien ¡Sharon no! Terminada la cena Sharon les comunica.

—Tenemos que retirarnos, mañana tenemos que madrugar.

—Nos hemos apuntado al gimnasio —aclara Tau.

—¿Nos veremos en la playa? —pregunta Alena dirigiéndose a Tau descaradamente. Antes de que Tau pueda contestar Ovidio, uno de los guapos del grupo, que no le ha quitado ojo a Sharon y ella lo sabe, pregunta con voz muy dulce:

—Vendrás tú también Sharon. —Ella le contesta mirándole con picardía y con un tono estudiado.

—Claro que sí. —Después de lo de Alena Sharon está feliz ha visto cómo a Tau le cambiaba la cara. ¡Está celoso! Ya en la habitación ella le comenta.

—Me lo he pasado muy bien Tau tengo ganas de ir mañana a la playa.

—¿Y si descansamos aquí? —propone él molesto.

—¡No! Quiero ir a la playa —contesta ella con decisión.

—Sí —explota Tau— a ver al tontaina de Ovidio. ¿No?

—Y tú a pelar la pava con la coqueta de Alena —le contesta ella mordaz.

De pronto ambos se dan cuenta de la absurda situación y se echan a reír. Tau le dice.

—¡Tonta!

—¡Tonto! —le contesta Sharon. Al rato Tau se sienta y está muy serio.

—¿Y ahora qué te pasa? —le pregunta ella.

—Estoy reflexionando —dice él—, fíjate en este grupo hay hombres guapos y simpáticos y chicas jóvenes y muy guapas. Oye Sharon que no quiero herir nuestros egos pero nosotros tenemos cincuenta años y el tonto de Ovidio ¿qué tendrá? unos treinta y cinco años va descaradamente tras de ti y Alena que tiene diez años menos que yo y está muy sexi va descaradamente tras de mí. Sospecho que los motivos nada tienen que ver con nuestros atractivos. ¿Qué opinas tú?

—Pues… Aunque me duela te digo sin dudarlo que tienes razón.

A las 7 a. m. de la Tierra se presenta el robot para llevarlos al gimnasio.

—Aquí tenéis el equipo de gimnasia. —Les da una toalla a cada uno, y les comunica—. A las nueve os vendré a buscar para llevaros a la habitación a desayunar.

El gimnasio es una sala grande adosada al Oasis, con todo tipo de aparatos sin pesas, todo es por resistencias elásticas.

— ¿Sois Sharon y Tau? —preguntan un hombre y una mujer de aspecto fornido y deportivo.

—Sí —responden.

—Yo soy Giles y ella es Idola, somos vuestros entrenadores.

—Este entrenamiento tenéis que tomarlo muy en serio —les habla Idola—, la falta de ejercicio, la inmovilidad descalcifica rápidamente los huesos por la escasa gravedad, en los tres meses que será vuestra estancia aquí en la Luna, sería notorio. Ahora empezaremos, tú Sharon ve con Giles y tú Tau ven conmigo.

 

—De acuerdo —contesta Tau—, no faltaremos ningún día.

A las nueve el robot los recoge los lleva a la habitación y les comunica.

—Cada día iréis al gimnasio por vosotros mismos. A las 16 p. m. de la Tierra os vendré a buscar para llevaros a la sastrería espacial. —Entran en la habitación y tienen el desayuno preparado, descansan un rato y Sharon propone.

—Oye vamos un rato a la playa allí se está muy bien.

—De acuerdo, luego recogemos los albornoces y vamos a comer —propone él. Sharon coge de la mano a Tau y le dice.

—Pues vamos, quiero que tengamos un pacto de complicidad con las atenciones de Alena hacia ti y las de Ovidio hacia mí, nos lo podemos pasar muy bien y averiguamos qué pretenden.

—Eres muy mala Sharon —le aclara él riendo.

Ya en la playa tienen una sorpresa el grupo no está, Sharon se siente frustrada en sus maquiavélicos planes que tendrán que anularse si ya no aparecen más.

—Pasaremos una mañana muy relajados —aventura Tau.

— ¡Caray! Me hubiera gustado que estuvieran —exclama ella contrariada. Todo transcurre tranquilo. Al mediodía de la Tierra Sharon propone.

—Me aburro vamos a buscar los albornoces y vamos a comer.

—Sí y luego descansaremos porque a partir de las cuatro tendremos una tarde muy movida —contesta él.

Son las16 p. m. de la Tierra, Sharon y Tau ya están preparados vestidos con sus quimonos, puntual como siempre aparece el robot, lleva acoplados dos asientos. Manda.

—Sentaos. —Obedecen y se inicia el camino hasta el gran ascensor que ya conocen. El robot pulsa el botón y avisa—. Bajaremos hasta el estrato 40.

Sharon comenta jocosa:

—Estamos dejando la Luna hueca. —Tau sonríe.

Unos instantes después el ascensor se para, circulan por un amplio pasillo jalonado de puertas a derecha e izquierda, el robot se para ante una de ellas, la pesada puerta se abre y da acceso a una gran sala.

—Fíjate Tau aquí sí que hay muchas personas y máquinas trabajando pero no hay robots.

—Es evidente que fabrican los trajes espaciales —contesta él.

El robot se desconecta de los asientos y se va dejándolos allí sentados.

—Y ¿ahora qué? —pregunta Sharon.

—Pues no lo sé —contesta él. Unos minutos después aparecen dos hombres.

—¿Sois Sharon y Tau? —preguntan.

—Sí, lo somos —responde ella, pensando que la pregunta es tonta, no deben de recibir tantas visitas. ¿No?

—Contento de conoceros, yo soy Argus se presenta el mayor—, responsable de la sastrería espacial y él es Anker —dice señalando a su compañero más joven— es mi mano derecha y segundo de a bordo.

—Encantados de conoceros —responde Sharon por ella y por Tau.

—Os voy a explicar el programa de hoy —empieza Argus—, en primer lugar os describiré los trajes que vais a usar. —Mientras habla van andando y se acercan a uno de los trajes. Sharon mira el traje y exclama.

—Es enorme. —Y se le escapa un tonto comentario—. Yo me voy a perder ahí dentro. —Argus sonríe.

—Seguro que no y es bastante cómodo —explica—, os ha de aislar de la temperatura de la Luna, que por la noche lunar es de -153 ºC y por el día alcanza de media los 107 ºC

—No me gusta —dice Sharon.

—No lo notareis —le contesta Argus— y además, muy importante esta presurizado a la presión exacta de la Tierra, la Luna prácticamente carece de presión. Para que podáis respirar incorpora un depósito de oxígeno líquido que irá reponiendo el que consumáis ya que siempre respirareis el mismo aire, tendréis oxígeno para setenta y dos horas. El traje es flexible y súper resistente, sería fatal un desgarro y que se despresurizara, es casi imposible que ocurra, además incorpora un comunicador entre vosotros y entre vosotros y la base, desde luego lleva su tiempo vestirse este traje —termina Argus.

—Argus —dice Sharon poniéndose colorada—, no sé cómo decirlo para no parecer vulgar.

—Habla, habla no te preocupes di lo que sea —la anima Argus.

—Pues… —continúa Sharon—, en caso de necesidad ¿cómo se llega a tiempo al baño? —Tau no dice nada pero está súper interesado con el tema. Argus se ríe.

—No tenéis que preocuparos, el traje lleva una especie de «pañal» que procesa y limpia perfectamente el producto de todas las necesidades fisiológicas.

—¿Y si me pica la nariz? —pregunta Sharon muy preocupada. —Argus sigue divertido.

—Esto no tiene remedio —le contesta. Ahora continúa Argus—. Anker mi segundo, os ayudara a cada uno a colocaros un traje espacial, estaréis con él dos horas aquí en la sala comentándonos los problemas que podáis tener. Anker dice.

—Ven Sharon empezaremos por ti. Desnúdate. —Una vez desnuda le pide—. Pásate este arnés por debajo de los sobacos y átalo en el pecho, ¿ves el traje que está vertical con un ancho cuello? Te izaremos y te introduciremos en él, luego le fijaremos un collarín y finalmente le encastaremos el casco y ya está te podrás ir a paseo. —Sharon alucina. Al rato están los dos paseando con sus trajes.

—Tau ¿qué tal? —le pregunta ella por el comunicador.

—Muy bien —contesta él—, pero fíjate en el entorno hay pozos obstáculos escaleras, creo que vamos a hacer una yincana. —Empiezan a deambular y sortear obstáculos.

—Es muy divertido —comenta Sharon con arrogancia no se da cuenta de que a su lado esta Anker que le da un empujón y la derriba. Ella, cae de bruces y se lleva el gran susto.

—¿Y ahora qué? —pregunta angustiada.

—Pues levántate —le contesta Anker. Tau observa con mucho interés.

—No puedo —contesta ella acongojada.

—No puedes porque estas boca arriba —le dice Anker—, estira las piernas y procura rodar para ponerte boca abajo entonces podrás usar tus rodillas tus codos y tus manos para levantarte. —Ella lo consigue y expresa.

—Bueno, tampoco es tan difícil.

Dos horas después les quitan los trajes lo primero que hacen es rascarse la cara, la nariz, las orejas… En realidad ahora que pueden rascarse no les pica nada.

—¡Qué felicidad! —exclama Sharon.

—Ni que lo digas —contesta Tau.

—Mañana tendréis que llevar estos trajes tres horas —les advierte Argus—, y no me habéis comentado si teníais algún problema.

—Bueno es que no lo hemos tenido —aclara Tau.

—Pues me alegro —exclama Argus—. Mañana a la misma hora que hoy os espero, os vestiré para ir a la mina.

El robot viene a buscarlos son las 19h de la Tierra. Ya en la habitación Sharon le dice a Tau:

—Esto de respirar siempre el mismo aire no me gusta nada.

—¿Por qué? —pregunta él.

—¿Es que no lo entiendes? ¿Tendré que decírtelo? —le contesta ella airada.

—¡No, no lo entiendo! Dímelo tú —contesta Tau molesto.

—Pues ahí va. —Y le cuenta de corrido y de un tirón—. Si te tiras un pedo lo respiras hasta que te quitan el traje.

Tau ríe porque le hace mucha gracia y le propone.

—Vamos a cenar y a ver qué comes, ¡no vayan a ser dos! —le dice Tau burlándose y riendo.

—¡Te odio! —le dice ella.

—Bueno —le contesta él, sin perder su buen humor.

—Como sé que a ti el odio no te quita las ganas de comer ¿qué te parece si nos vamos a cenar?

—Vamos —contesta Sharon— pero que sepas que a mí el odio me da ganas de morder.

—Vamos, vamos que me das miedo. —Se ríen los dos.

En el restaurante se extrañan el grupo no está.

—¿Qué les habrá pasado? —dice Tau—, eran cinco personas y no están. —Ella comenta de buen humor.

—Seguro que volverán y la venganza es un plato que es bueno frío. —En la habitación Tau recuerda.

—Mañana a las 6,30 a. m. de la Tierra nos despertarán para ir al gimnasio. —Ella le pregunta a Tau.

—Oye… ¿Cómo te va con Idola? Tu maciza profesora no me has comentado nada. ¿Eh?

—Y tú tampoco me has comentado nada de cómo te va con Giles tu macizo profesor. ¿Vale?

—¡Ven aquí! —le grita ella a Tau—, voy a hacer que mañana Idola te pille gastado.

—Si yo pretendo gastarte a ti lo que me va a encontrar es muerto. —Sharon se ríe con ganas. Después del gimnasio y de desayunar van a descansar a la playa como es de rigor.

—Es raro —comenta Tau—, hoy tampoco está el grupo.

—Sí muy raro —asiente ella—. Oye hoy querría comer temprano y descansar para ir a la mina.