Hispanotropía y el efecto Von Bismarck

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

3.1.

ESPAÑA, PRECURSORA DE LA GLOBALIZACIÓN

JOSÉ SOLÁ Y EDUARDO BOIX

Aveces conviene acudir a lo obvio para que la claridad disipe las sombras. Globalización viene de «globo», y la confirmación de que el mundo era redondo quedó refrendada en los descubrimientos de tierras por los reinos ibéricos. Esto no es cuestionable.

Hasta la Era de los Descubrimientos, el mundo conocido era plano y abarcaba tres grandes continentes: África, Asia y Europa, este último ya bastante bien delimitado, pero la definición de los confines de los dos primeros era más extendida, pero poco más precisa que la de Estrabón.

Con el final del siglo XV se cierra la oscura Edad Media, un periodo de casi un milenio caracterizado por el feudalismo, trufado de conflictos y prácticamente estéril, pues durante esa etapa Occidente apenas experimentó progreso social, cultural o tecnológico alguno. A partir de este momento, la Edad Moderna se extiende por todo Occidente, ayudada por la expansión de la imprenta y los nuevos inventos. Comienza entonces un periodo de fuerte progreso y se desarrolla el humanismo y, con él, el Renacimiento, feraz para las artes y las ciencias.

En este contexto histórico, las inquietudes por la exploración de tierras ignotas de las dos naciones ibéricas, que por entonces ya se repartían el mundo con el beneplácito papal, propiciarán la llamada Era de los Descubrimientos y ocasionarán una serie de cambios sin precedentes.

La culminación de la primera globalización no es un momento, sino un proceso. Arranca con el ensanchamiento hacia levante emprendido por los comerciantes venecianos, que llegan a las tierras del Kan en el siglo XIII, y es impulsado por los navegantes portugueses en el siglo XV, que alcanzan el Maluco, introduciendo el África subsahariana y la India en la geografía occidental. El proceso es definitivamente rematado por los españoles, que en el siglo XVI establecen las rutas trasatlánticas y transpacíficas. Se puede afirmar que, con la línea de comunicación estable entre Acapulco y Manila en 1571, todo el mundo queda interconectado.

¿Cómo España, un país de apenas seis millones de habitantes, en apenas cincuenta años, provoca, con sus descubrimientos, un fenómeno de globalización, cambios y progreso de la actividad hasta entonces nunca visto? La respuesta está en un contexto histórico favorable y, de manera específica, en los factores que en ese momento afectaron a la Corona hispana, y que aquí destacamos:

Las vicisitudes dinásticas de los Trastámara desembocaron en la llegada de los Habsburgo. Con los Reyes Católicos emerge el Nuevo Mundo, pero es bajo el imperio de Carlos cuando se produce la eclosión de los descubrimientos. Carlos es ya un príncipe con todos los atributos renacentistas y que, mediante alianzas matrimoniales, la compra a crédito de pequeños Estados y los éxitos de sus armas, constituye el primer gran imperio europeo posromano. Este emperador de nuevo cuño verá con sumo interés la conquista de nuevos mundos.

Carlos, por más que rece en castellano y elija Yuste para entregar su alma, no es un príncipe español, sino europeo. Consume su vida campeando por Europa al frente de una amalgama de generales de distintos orígenes y tropas en gran parte mercenarias.


Con la línea decomunicación estableentre Acapulcoy Manila en 1571,todo el mundo quedainterconectado.

Por el contrario, los descubrimientos son básicamente ibéricos y, más allá de los muy meritorios logros lusos y de los visionarios Colón y Magallanes, netamente españoles. Es notable el espíritu de emprendimiento que impulsa a grandes navegantes, militares, aventureros y segundones sin beneficio a afrontar incertidumbres y penalidades en busca de gloria y fortuna. Pero no son solo estos, también acuden clérigos a cristianizar, maestros a enseñar, médicos a curar, botánicos en busca de nuevas especies… En la tercera expedición de Colón ya viajan 300 tripulantes que son de «lo común»: artesanos, granjeros, labradores, etc.

El tercer factor determinante es el elevado nivel de perfeccionamiento en el oficio de la navegación que, según los estándares de la época, alcanzan no solo a los navegantes, sino también a los navíos, tanto a los comerciales como a los adaptados para la batalla que formaban las flotas ibéricas. Era impensable que los navíos ingleses o franceses tuvieran la osadía de afrontar una travesía rumbo a lo entonces desconocido y por tiempo impredecible.

Pocos hechos han transformado tanto la historia del mundo como la llegada de los españoles a América, la conquista que la siguió y la apertura de las rutas oceánicas al tráfico mundial. En el siglo XVI, España no solo estaba ya expandida por toda América, sino con una presencia plenamente consolidada.


Pocos hechos hantransformado tantola historia del mundocomo la llegada de losespañoles a América.

Los recursos llegados de ultramar tras los asentamientos castellanos contribuyen sobremanera a una rápida expansión económica y poblacional de Europa. Todo ello provocará, en apenas una generación, formidables cambios en los equilibrios políticos y económicos de las potencias europeas y asomará a los pueblos de las tierras descubiertas a la Edad Moderna. Pero las consecuencias de los descubrimientos no fueron solamente políticas y económicas, sino que supusieron, además, una formidable aportación al conocimiento, con el hallazgo de nuevas especies animales y vegetales, un gran desarrollo de la astronomía y de la cartografía y, por ende, de las técnicas de navegación. Pero sobre todo lograron que pueblos y razas, que hasta entonces se ignoraban, entraran en contacto.

En los párrafos que siguen, en rápidas pinceladas, trataremos de componer un fresco de las importantes consecuencias que tuvieron las nuevas rutas trasatlánticas y traspacíficas hasta bien entrado el siglo XVIII. Si consideramos que la globalización modifica la forma en que interactúan los países y los sujetos, con los impactos económicos y culturales que ello supone, no hay duda de que España impulsó la primera globalización.

LA CONEXIÓN TRASATLÁNTICA

Los dos grandes viajes determinantes de esta primera globalización, patrocinados por la Corona hispana, tenían un objetivo común: acceder al pingüe comercio de las especias. En este sentido, la azarosa primera travesía atlántica fue un fiasco: en las Américas no había especias. El área del Caribe, la primera a la que se accede, era exótica en especias, pero pobre, salvo algunos tipos de pimienta, para el comercio estratégico. A medida que se fue ampliando, en arco de flecha, el perímetro explorado, aparecieron metales muy preciados que eran la base del comercio de la época: el oro y la plata.

En los inicios, la búsqueda del legendario El Dorado fue objetivo prioritario. Si bien al principio su extracción resultó alentadora, se agotó en ciento cincuenta años. Según Earl Hamilton, de acuerdo con información extraída del Archivo General de Indias, en ese periodo arribaron a Sevilla 185 toneladas métricas. Mucho más relevante a todos los efectos fue el hallazgo de la plata. Extraída en Perú y más tarde en México, su acarreo hasta las economías europeas y a China generó ejes de comunicación mercantil internos y el desarrollo de importantes puertos americanos. Este tráfico de plata fue muy importante: según los clásicos cálculos de Gunder Frank, entre 1500 y 1800 América habría producido el 87 % de la plata mundial, con un volumen total próximo a 1,2 millones de toneladas métricas.

Los efectos, en forma de impulso inflacionario en las economías europeas, fueron formidables. El incremento de los precios acrecentó los beneficios de los comerciantes y de los fabricantes, ya que los precios se colocaron por delante de los costes y los salarios y, por consiguiente, estimularon la formación de capital y el crecimiento industrial. Esta plata financió no solo las guerras de la Corona española, sino el enorme auge que experimentó el comercio mundial, fomentando la exportación de manufacturas europeas, la importación de objetos suntuarios de China y posteriormente el comercio esclavista.

Los viajes hacia Europa, largos e inseguros, por lo que requerían ir en flotilla, solo se justificaban para el trasporte de mercancías valiosas, básicamente el oro y la plata, así como objetos de lujo de Oriente. Los viajes de retorno de Europa a América llevaban mercaderías muy importantes para los colonos, pero de un valor incomparablemente menor, como aceite, vino, ropa y calzado, pólvora, manufacturas metálicas y mercurio para decantar la plata.

Como no podía ser de otra forma, la Corona española trató por todos los medios de mantener el monopolio del comercio trasatlántico. Vano intento poner puertas al mar, y más frente a la confabulación del resto de las potencias, que reclamaban su tajada. Primero el contrabando y la piratería, y después el acceso de los Borbones, propiciaron ventajas a Francia y, por fin, el Tratado de Utrecht obligó a concesiones a Inglaterra. Finalmente, todas las potencias europeas acabaron beneficiándose de este gran tráfico intercontinental, como no podía ser de otra manera.

Más allá del análisis macroeconómico y político, conviene destacar el efecto en los usos y costumbres de las gentes. Así, llegaron a Europa simientes y plantones del maíz, la patata, la calabaza, el frijol, el tomate, el pimiento, con el consiguiente impacto en usos alimentarios que mantenemos en nuestros días.

Desde Europa y África llegaron a América cereales, vid, cítricos, caña de azúcar y café. Estas especies no alterarían la alimentación indígena, pero la caña y el café serían fundamentales para sus economías: con el paso del tiempo, se convertirían en cultivos claves y muy demandantes de mano de obra, favoreciendo la trata esclavista, con el enorme impacto humano que ello supuso. En lo que concierne a la cabaña animal, la aportación europea fue muy significativa: equina, lanar, porcina y avícola. Desde la otra orilla, la única aportación significativa fue el pavo.

 

El tabaco merece un comentario específico. Desde principios del siglo XVII, su empleo se fue extendiendo, a través de los marineros, a todos los pueblos portuarios europeos. Su consumo en pipas o masticado era propio de gente de baja extracción social hasta ser sublimado en delicadas cajitas, en forma de rapé perfumado, por los petimetres del siglo XVIII, y alcanzar finalmente la actual condición de fenómeno social universal en forma de cigarrillos, que lo convierten en fuente de importantes ingresos fiscales.

El descubrimiento de la flora americana supuso una auténtica revolución, tanto en la horticultura productora de alimentos como en la destinada a la ornamentación o a los jardines. Bajo el impulso de Felipe II, los jardines del Palacio de Aranjuez se constituyeron en centro de aclimatación y cultivo de nuevas especies y de emisión y difusión por toda Europa de los excelentes y curiosos resultados obtenidos. La relevancia de España como primer país receptor y, más tarde, promotor de misiones botánicas fue reconocida por el propio Humboldt.

El tráfico humano también fue muy significativo. No hay aproximaciones a la migración española en el siglo XVI, pero a partir de entonces fue importante. Rowland estima que en el siglo XVII fueron 100 000 los migrantes y, en el XVIII, al menos 120 000. Si consideramos que el 90 % eran varones, con el esperable ímpetu genésico, el mestizaje fue muy intenso, y no necesariamente coactivo. Aunque tanto indígenas como migrantes eran ciudadanos del imperio, estos últimos eran considerados de clase superior, por muy arrastrada que fuera su vida en su lugar de origen. Para el indígena, el mestizaje fue, pues, una vía, en los primeros años, de librarse de la «encomienda» y siempre de ascensor social. Con el paso de los siglos, la migración entre ambos continentes, en ambas direcciones, acabará por convertirse en aliviadero de tensiones políticas y económicas nacionales.


La relevancia de Españacomo primer país receptory, más tarde, promotor demisiones botánicas fuereconocida por el propioHumboldt.

El impacto cultural que recibieron las Américas fue intenso e inmediato. Al margen de sus intenciones extractivas, los colonizadores llevaban claros propósitos evangelizadores y, con criterio de cultura superior, civilizadores. Los españoles siguieron el modelo de expansión romana para los nuevos poblamientos, tomando el diseño urbano en planta de las pequeñas ciudades y, de forma más específica, el de San Cristóbal de La Laguna. En pocos años llegaron los equipamientos importantes, algunos de ellos con antelación al de grandes ciudades europeas. La catedral de Santo Domingo (1514), la iglesia de Santiago, en Panamá (1522), el Hospital de La Limpia Concepción, en México (1524), la Universidad de Santo Tomás de Aquino, en Santo Domingo (1538), la Universidad de San Marcos, en Lima (1548)… Cuando en 1810 España abandonó América, dejaba fundadas 25 universidades y 21 colegios mayores. La primera universidad instaurada en Brasil, en Paraná, tuvo que esperar hasta el año 1913.

LA CONEXIÓN TRANSPACÍFICA

Tras el descubrimiento del archipiélago de San Lázaro (Filipinas) por Magallanes, Carlos V decretó que se organizaran expediciones que, partiendo de Nueva España, buscaran nuevas rutas comerciales en el Pacífico y se estableciera una base territorial permanente que permitiera acceder al lucrativo mercado de las especias y al ambicionado comercio con Cipango y Catay.

El archipiélago parecía óptimo para establecer esa base de operaciones. Además, por la dificultad existente en la determinación del antimeridiano con los medios de la época, se juzgaba que se encontraba dentro de la delimitación del Tratado de Tordesillas correspondiente a la Corona de Castilla. Se hallaba, además, prácticamente equidistante del Maluco y de China. En consecuencia, se convirtió en el objetivo del emperador y de sus exploradores en el mar del Sur.

Pero, a diferencia de lo acontecido en los asentamientos americanos, en los que el imperio se expandió velozmente, ocupando vastos territorios, en el Pacífico todo fue más despacio. El territorio estaba repartido en miríadas de islas habitadas por autóctonos, a veces belicosos, lo que complicaba la logística de la comunicación y los desplazamientos. Solo el archipiélago filipino, formado por multitud de islas, pareció centrar el interés inicial del imperio. No fue fácil, se consumieron más de cuarenta años. La dificultad de retornar hacia Nueva España navegando desde el oeste haría fracasar a la mayoría de esas expediciones. No será hasta 1564, ya reinando Felipe II, cuando finalmente López de Legazpi tomó posesión del archipiélago, que pasará a integrarse en el Imperio español.


Habiendo Urdanetalogrado navegarhacia el este con eltornaviaje, las miradasde Felipe II se vuelvenhacia Japón y China.

En el ínterin, Carlos, casado con Isabel de Portugal, y harto de las permanentes quejas y disputas con los portugueses, que cuestionaban el tránsito de buques españoles y disputaban la ocupación de tierras, firma en 1526 el Tratado de Zaragoza, mediante el cual «venderá» a Portugal los derechos de explotación de las especias.

Así pues, en contraste con lo acontecido con los asentamientos americanos, en los que la intervención española se orientó fundamentalmente al aprovechamiento de sus recursos naturales, en el Pacífico —donde Filipinas era un territorio pobre y hostil, poco dotado de recursos naturales de provecho— los objetivos de la Corona se orientarían al establecimiento de bases para el intercambio comercial de productos de lujo con los países vecinos.

Así pues, afianzada ya la base en Filipinas, abandonado el comercio de las especias y habiendo Urdaneta logrado navegar hacia el este con el tornaviaje, las miradas de Felipe II se vuelven hacia Japón y China, atraído por las importantes posibilidades de lucro del comercio con sus valiosas mercaderías: perlas, seda de extraordinaria calidad, porcelanas, ámbar, marfiles, manufacturas lacadas…

No resultaría sencillo. La China de la dinastía Ming, que ya conocía a los occidentales —Portugal había obtenido licencia para el establecimiento de una pujante base en Macao— era una sociedad muy desarrollada, refinada y, sobre todo, muy tradicional y, por ello, recelosa del contacto con pueblos desconocidos. Consideraban que no necesitaban nada del exterior y apenas sentían curiosidad por culturas ajenas.

Estos apuros para establecer relaciones comerciales, junto al afán de Felipe de cristianizar, produjeron una sucesión de fracasos diplomáticos con China. El hecho de que Manila sufriera un brutal ataque de piratas chinos en 1574 provocó que Felipe II, animado por el nuevo gobernador de Filipinas, Francisco de Sande, se planteara el ambicioso e irracional proyecto de conquistar China, por aquel entonces frontera de la Monarquía Hispánica.

Afortunadamente, el insensato proyecto nunca llegó a realizarse. Felipe II estaba demasiado ocupado con los preparativos de la Gran Armada y el desastre que siguió le quitó de la cabeza su aventura oriental. El proyecto contaba con iniciar la invasión por Macao con un ejército que llegaba a los 25 000 efectivos. China, además de una administración extraordinariamente organizada y eficiente, disponía de un poderoso ejército de más de un millón de infantes.

Olvidado, pues, el absurdo propósito, se incrementaría paulatinamente un intercambio mercantil entre ambos países, que perduraría durante varios siglos. Desde Filipinas se establecería una intensa red comercial con China, alcanzando Manila un esplendor que rivalizaría con muchas ciudades europeas y en la que llegaron a afincarse hasta 15 000 mercaderes chinos.

Así, conociendo ya cómo cruzar el Pacífico y volver hacia Nueva España, se establece la línea comercial regular más larga, ambiciosa y de mayor duración de la historia: el Galeón de Manila. Fue este un proyecto de éxito que habría de durar casi tres siglos y en el que embarcaban, rumbo a Acapulco, todas las mercancías que venían de China. Desde Acapulco eran trasladadas por tierra a Veracruz para ser embarcadas de nuevo hasta Sevilla, primero, o Cádiz, años más tarde. De los 110 galeones que surcaron el Pacífico, que, a diferencia de la Flota de Indias, nunca fueron escoltados por barcos de la Armada, solo cuatro se perdieron en combate con piratas chinos, holandeses e ingleses y veintiséis fueron víctimas de tifones locales en esas largas y terribles travesías.


Establece la líneacomercial regularmás larga, ambiciosay de mayor duraciónde la historia:el Galeón de Manila.

Otro de los destacados asentamientos españoles en el Pacífico fue Guajam (hoy Guam, en las islas Marianas), poblada en 1668 con colonos, incluido Diego Luis de San Vítores, un misionero jesuita. Entre el siglo XVII y el XVIII, Guam fue una escala fundamental para los galeones españoles que hacían la ruta Manila-Acapulco. Tras casi 300 años de jurisdicción española, pasó en 1898 a formar parte de los Estados Unidos. Sus habitantes todavía hoy hablan un derivado del castellano: el chamorro.

El que no se ocuparan territorios con bases permanentes no fue óbice para que, tanto desde Filipinas como desde el puerto del Callao (Perú), marinos y aventureros erraran por los mares del Sur añadiendo nuevas islas a la cartografía de la época, en constante mutación. Ejemplos de ello son Álvarez de Mendaña (Salomón y Marquesas), Isabel Barreto (Samoa), Fernández de Quirós (Fiyi), Gaitán (Hawái), Grijalba (Revillagigedo), etcétera. La Corona española sacó poco partido de estas expediciones, pero facilitaron en el siglo siguiente la entrada de holandeses e ingleses, que fundarían sus imperios aprovechando esos «caminos del agua que abrieron los españoles», en palabras del cosmógrafo español Pedro de Medina.

Esta orientación mercantil y volcada sobre una sociedad tan poco permeable como la china condujo a que los efectos de los intercambios entre los europeos fueran muy inferiores a los de la conexión atlántica y sin apenas consecuencias para la gente común. La emigración española fue escasa y la colonización, cuando se hizo, lo fue básicamente con mestizos de Nueva España. Respecto al intercambio de productos, las nuevas tierras eran pobres en especias y España y Europa solo estaban interesadas en los productos de lujo, que solo alcanzaban a las clases altas. El arroz había llegado siglos antes de manos de los árabes.

El impacto monetario fue, no obstante, muy apreciable, a caballo, una vez más, de la plata. Los comerciantes chinos no aceptaban el trueque de sus refinadas mercancías por los productos occidentales, que consideraban de baja calidad, poco más que baratijas, y exigían el pago en plata. El intercambio mercantil fue tan intenso que las cantidades de plata que llegaron hasta China procedentes de las minas de Potosí alcanzaron cifras asombrosas. El historiador canadiense Timothy Brook cifra entre 150 y 350 toneladas la remesa anual de plata que a finales del siglo XVI viajaba desde Acapulco hasta Filipinas.

Desde el punto de vista estrictamente cultural y civilizador, la impronta española se limitó prácticamente a Guam y de manera específica a Filipinas. Manila se convirtió en la primera ciudad europea de Asia Oriental. Sus equipamientos fueron tempranos. La catedral data de 1581, el Hospital para Naturales de 1582, la primera Real Universidad de Santo Tomás se funda en 1611… Pero hoy todo ello queda en el olvido. Tanto la huella monumental de Guam como la de Filipinas fueron masacradas en la Segunda Guerra Mundial en la permanente batalla americano-japonesa a lo largo del Pacífico. Posteriormente, la pujanza política y cultural estadounidense acabó por ocultar las raíces civilizadoras hispanas.

Referentes todos de la huella de los españoles por el Pacífico, el mar del Sur, que durante más de 300 años se conocería como el Lago Español.

UNA RECAPITULACIÓN

La historia trata de reflejar el flujo de la vida en la tierra de los humanos y de las estructuras sociales en las que se articulan: tribus, civilizaciones, países, Estados. Las más de las veces, los individuos y los países son arrastrados por el flujo. Puntualmente, algunos países no solo son capaces de determinar su futuro, sino que condicionan el de los demás. Este es el caso de España en los siglos XVI y XVII. Como diría el gran filósofo francés Hipólito Taine: «Hay un momento superior en la especie humana: la España desde 1500 a 1700».

 

El Pacífico, el mardel Sur, que durantemás de 300 añosse conocería comoel Lago Español

Lógicamente, un país no especialmente grande ni rico tenía que contar con algún activo, amén del aprovechamiento de la oportunidad histórica. Este activo eran sus gentes y una virtud sin la cual aquellas gestas no hubieran sido posibles: el coraje. No es fácil imaginar hoy, con el conocimiento actual, las penurias y las peripecias de los marinos que posibilitaron aquellas hazañas, navegando durante periodos tan prolongados, con lo precario de los medios utilizados, con los escasos conocimientos sobre la geografía y la meteorología, sin poder determinar con fidelidad su posición, con aquellas naves atacadas por la broma —el gusano de barco, molusco que devoraba la madera sumergida— y con sus difíciles condiciones de vida a bordo en cuanto a higiene, proliferación de enfermedades y hambrunas. Pero no fue solo el coraje…

José Manuel Palencia Luaces afirma que «la hegemonía española en el mundo conocido durante el siglo XVI no solo fue debida a su superioridad militar, sino también a su superioridad intelectual». Más allá de la probable incorrección política de tan gruesa afirmación, no se puede cuestionar que había mucho talento y capacidad de gestión. Un ejemplo paradigmático fue el establecimiento, a principios del siglo XVI, de la Casa de Contratación de Sevilla.

Institución inicialmente creada para registrar y fiscalizar las mercancías que transportaban las Flotas de Indias, se fue enriqueciendo paulatinamente con nuevos cometidos y responsabilidades, formando y calificando pilotos y maestros, enseñando cartografía y cosmografía, de tal manera que llegó a ser el centro de referencia europeo para todas las disciplinas relacionadas con el «arte de marear». En sus prestigiosas aulas se desarrollaron importantes avances en materias de astronomía, cosmología y cartografía, y de ellas brotaron trascendentales escritos, como el Breve compendio de la Sphera y de la Arte de Navegar, con nuevos instrumentos y reglas, ejemplificado con muy sutiles demostraciones, de Martín Cortés, en 1551. Esta obra, que ya describía los secretos del magnetismo terrestre, fue traducida al inglés y al francés, habiéndose editado en Inglaterra y Francia casi una docena de ediciones. Con mucha razón, el almirante Guillén afirmaba a mediados del siglo pasado que «Europa aprendió a navegar con libros españoles».


El almirante Guillénafirmaba a mediados delsiglo pasado que «Europaaprendió a navegar conlibros españoles».

Otro aspecto muy relevante de la posición dominante del Imperio español fue el monetario. Aupada por el ingente flujo argénteo trasatlántico, la Monarquía Hispánica se convirtió en la ceca mundial. En principio, llegaba bajo la forma de plata corriente, que pronto daría paso a las toscas macuquinas, fáciles de mutilar, por lo que perdían su valor. Tras la reforma monetaria de 1497, aparece una moneda perfectamente acuñada: el real de a ocho, que, emitida de forma masiva, fue prontamente aceptada como circulante universal. El real de a ocho ha sido la moneda de curso legal que mayor difusión y duración ha tenido en el mundo. Durante casi cuatro siglos, España se convirtió en la mayor fábrica de moneda del mundo y su moneda la divisa de referencia en el comercio internacional. Circularía por Europa, Asia y en los Estados Unidos hasta 1857, donde daría paso al dólar, cuyo símbolo se basaba en el columnario de la moneda española.

Sin embargo, este papel capital de España en un momento clave de la evolución de la historia de la humanidad no siempre ha sido aceptado ni reconocido. Ya desde el intento portugués de contraprogramar la circunnavegación magallánica con la filtración del mapamundi del Atlas Miller, falsificación geopolítica que planteaba una tierra plana, hasta la porfía negacionista de estos logros por parte de historiadores interesados en poner en valor el aprovechamiento posterior que hicieron las nuevas potencias europeas.

Cuando los hechos son incontestables, se proyectan sombras para oscurecer los logros. Con la coartada de los ciertos e inexcusables abusos sufridos por los indígenas, se han opacado, cuando no obviado, indudables efectos benéficos de estos descubrimientos para los mismos y para toda la humanidad. Mezclando estos abusos con la iniquidad de la Inquisición y las tropelías en las guerras flamencas, los descubrimientos, y sus protagonistas españoles, se han visto contaminados por el chapapote de la leyenda negra. Pero la realidad es que, a pesar del denuedo de los actuales revisionistas, ninguna de las potencias que tomarían el relevo en el protagonismo universal desplegarían la energía civilizadora que entonces caracterizó a la Monarquía Hispánica.

Si repasamos la historia, no han sido muchos los imperios que han dejado impronta secular o han resultado determinantes de cambios incontestables para países y personas. Sin duda, el español de los siglos XVI y XVII lo fue. Estos párrafos han tratado de ilustrarlo.


José SoláIngeniero aeronáutico, ha desarrollado toda su carrera profesional en la División Espacial de Airbus, antes Construcciones Aeronáuticas S. A. (CASA). Presidente de AGNYEE (Amigos de los Grandes Navegantes y Exploradores Españoles), cuyo proyecto estrella es la réplica de la primera circunnavegación de Magallanes y Elcano.


Eduardo BoixLicenciado en Empresariales y Derecho por la Universidad de Deusto (Bilbao). Ha desempeñado posiciones de responsabilidad en importantes grupos financieros españoles. Tesorero y Coordinador de Actividades Culturales de AGNYEE (Amigos de los Grandes Navegantes y Exploradores Españoles)

3.2.

1188:

EL ANTECEDENTE DE LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA

LEÓN M. GÓMEZ RIVAS

Aunque sin duda ya eran bien conocidas por los juristas o historiadores de la Edad Media, las Cortes de León del año 1188 han cobrado un cierto protagonismo mediático en los tiempos recientes. Se trataría de esa impronta liberal que encontramos en algunos acontecimientos pasados de nuestra historia, muchas veces injustamente olvidados.

En efecto, en 2013 se propuso a los Decreta de León para su inclusión en el Registro de la Memoria del Mundo, una iniciativa de la UNESCO. En su página web se puede leer que:

El corpus documental de los Decreta (o Decretos) de León de 1188 contiene la referencia más antigua al sistema parlamentario europeo que se conozca hasta el presente. Estos documentos, cuyo origen se remonta a la España medieval, fueron redactados en el marco de la celebración de una curia regia, en el reinado de Alfonso IX de León (1188-1230). Reflejan un modelo de gobierno y de administración original en el marco de las instituciones españolas medievales, en las que la plebe participa por primera vez, tomando decisiones del más alto nivel, junto con el rey, la Iglesia y la nobleza a través de representantes elegidos de pueblos y ciudades.

Algo para estar orgullosos, puesto que tradicionalmente se atribuía a la Magna Carta Libertatum de Juan I de Inglaterra (1215) un carácter pionero en el reconocimiento de algunos derechos y libertades civiles. Con todas sus deficiencias e incumplimientos, que fueron muchos, siempre ha servido para alimentar un cierto aire de «superioridad democrática» en el mundo anglosajón… Pero no es de extrañar que también en los reinos ibéricos de la Reconquista se respirase un espíritu de libertad, en ocasiones mayor al de otros territorios europeos.

To koniec darmowego fragmentu. Czy chcesz czytać dalej?