Hispanotropía y el efecto Von Bismarck

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1.1.

LA ESPAÑA DE HOY, RELEVANTE EN EL MUNDO

EDUARDO SERRA

Escribo estas líneas para un proyecto editorial que cuenta con una contribución coral de algunos españoles convencidos de la importancia y trascendencia que nuestro país ha tenido para la humanidad. Uno de tantos convencidos, Alfonso Guerra, escribió hace un par de años un libro titulado La España en la que creo, donde dice cosas que yo no había oído nunca. Me dejó gratamente sorprendido que se lamentara del trabajo que le cuesta a la izquierda aceptar la historia de España, así como sus símbolos. En ese libro descubrí afirmaciones asombrosas que desconocía, como, por ejemplo: «En lo ético, España se encuentra a la cabeza de la actual humanidad europea. El español es cultura ética hecha carne». Es un libro que se lee muy rápido, con alusiones a filósofos alemanes que hacen referencias sobre España desde posiciones muy reconocidas en la cultura moderna y que nunca hubiéramos soñado escuchar desde una perspectiva de «izquierdas». Me parece curioso porque dicho por Guerra no es lo mismo que expresado por otros.

Elvira Roca es una persona que ha conseguido pronunciarse contra el estatus, contra la doctrina y la historiografía oficiales, con una tesis valiente y arriesgada, donde dice lo que piensa. Nuestros historiadores han estudiado con los maestros ingleses y alemanes, defienden sus teorías y cuando ven algo nuevo las refutan o las desprecian, dicen que no tiene calidad y que no acude a las fuentes… una postura defensiva que pretende denigrar a quien se ha atrevido a decir algo en contra de la teoría oficial.


Nuestroshistoriadores hanestudiado con losmaestros inglesesy alemanes,defienden susteorías y cuandoven algo nuevolas refutan o lasdesprecian.

Volviendo a lo principal: la visión de una España moderna y valorada en el mundo. Empezaré por recordar mi sorpresa cuando dimos pasos para incorporarnos a la Unión Europea y a la OTAN, ante la enorme importancia que nos daban los extranjeros, tanto europeos como americanos. Ello se puede reflejar en dos anécdotas: en 1986, cuando se celebra el referéndum para corroborar la entrada de España en la Alianza Atlántica, aprendimos que todos los países serios tienen un ranking de embajadores que utilizan para sus nombramientos según la condición e importancia del destino. Por ejemplo, la Unión Soviética tenía dos embajadores en cabeza, el número uno era Andrew Gromyco, y el número dos, Yuri Dubinin; Gromyco era ministro de Exteriores y a Dubinin… lo destinaron a Madrid. ¿Cómo en plena guerra fría están destinando a Madrid al número dos del Kremlin? No se trataba de una purga, pues luego Dubinin fue representante de la URSS en Naciones Unidas y después en Washington, es decir, era el número dos en una jerarquía que no se hace pública, pero que tiene importancia. De 1982 a 1986, España fue un punto neurálgico en el mundo; la guerra fría era un tablero de ajedrez en el que todos estaban posicionados a un lado u otro, todos menos España. Que se situara en Occidente o en Oriente era capital. Los esfuerzos de todo tipo, también económicos, para que España no entrara definitivamente en la OTAN fueron enormes. Hasta que, al final, España fue miembro definitivo de la Alianza. Dubinin había perdido esa baza a pesar de ser un muy buen embajador. Eso me hizo reflexionar sobre lo más importante que tiene España, y en lo que no piensa casi nadie, que es su posición estratégica. El dominio en el mundo se decide por el control de los océanos; esa ha sido la teoría de la Royal Navy y también de la Navy americana hasta ahora y, en concreto, el control de los estrechos, entre los que se halla Gibraltar, uno de los cinco críticos, ya que se trata de la puerta de entrada a África desde Europa, como se ha comprobado en la historia y como se subraya ahora.

En la OTAN, el mando terrestre europeo estaba en Alemania, y el mando de la flota en Nápoles, la base más importante del Mediterráneo, situada a medio camino entre Gibraltar y Oriente Próximo, que ahora ha ido disminuyendo su importancia frente a Rota. Mientras pierde importancia estratégica Oriente Próximo, la gana África; ya no es tan importante estar en el centro del Mediterráneo, es más importante la cercanía a África. Somos los que unimos el Mediterráneo y el Atlántico, somos el puente entre Europa y África y también con América; visto en un mapa, el punto de Europa más cercano a América está en la península ibérica, no está en Gran Bretaña.

La otra anécdota, de distinto calibre, es que recuerdo una ocasión en la que presidiendo una empresa italiana, la filial española de una empresa de telecomunicaciones, su primer ejecutivo, italiano, me dijo que los Pirineos forman una cordillera norte-sur; yo le decía que era una cordillera este-oeste, pero no, él insistía en lo de norte-sur. Resultaba que como en los mapas escolares de Italia su península se presenta en posición vertical, los Pirineos y España aparecen al oeste, con la cordillera girada. Pero los mapas no cambian la realidad, como he dicho antes, somos el punto de unión entre Europa y América y entre Europa y África, la geografía ha determinado nuestra historia. En 1434, en el Concilio de Basilea, se discute sobre quién debe tener preeminencia: Inglaterra o Castilla; todavía antes de los Reyes Católicos, siendo el representante de Castilla un judío converso llamado Fray Alonso de Cartagena, quien expuso allí sus razones. Fueron las de Inglaterra que tenían muchos tipos de tejidos, de tintes, de armas… a las que Alfonso de Cartagena, en una exposición magistral, planteó:

Si ustedes tienen tantos tejidos, nosotros tenemos más; si ustedes tienen tantos tintes, nosotros, más; pero yo pensé que veníamos a hablar aquí de cuestiones espirituales y no materiales y, en cuestiones espirituales, los únicos que hemos derrotado a los infieles somos nosotros.

… con lo que se gana la disputa y Castilla obtiene la preferencia. Es decir, en el siglo XV, antes del imperio, antes del descubrimiento de América, España ya era muy importante en Europa.

Creo que esa situación estratégica de España es la clave de nuestra importancia; la geografía determina la historia, determina la importancia de España y que seamos uno de los países más importantes del mundo.


La situación estratégicade España es la clavede nuestra importancia;la geografía determinala historia, determinala importancia deEspaña y que seamosuno de los países másimportantes del mundo.

Al igual que la geografía determina la historia, la historia determina el presente. España, hoy, tiene algunas cualidades que no es que no conozcamos, es que no queremos conocer. Me pregunto por qué España, viniendo de donde venimos, ha decaído. Ha caído y creo que se está levantando mucho, porque tenemos realidades que nos acreditan en el mundo como la sanidad, el turismo, las infraestructuras y algunos sectores económicos de éxito, pero la importancia de España a nivel internacional viene de que tenemos, además de una posición estratégica, una lengua que une a más de 550 millones de personas. La Fundación Telefónica realizó un estudio coordinado por el profesor José Luis García Delgado (del que tuve ocasión de hablar en la Academia de la Historia) sobre la influencia de lengua española en la economía, donde trasladé sus conclusiones, que otorgan un valor a la lengua española equivalente al 15 % de nuestro PIB.

Otra cualidad insigne, que no conocemos, es que probablemente somos el país con más experiencia de interlocución del mundo. ¿Qué es experiencia de interlocución? Otra anécdota: cuando nuestras Fuerzas Armadas estuvieron en Móstar, en los Balcanes, como contingente de la ONU en misión pacificadora, se dedicó una plaza a España (y el propio rey Juan Carlos la inauguró) porque España era un país que se había distinguido en esa pacificación; cuando estábamos allí, invitamos a treinta periodistas de las tres etnias a que visitaran España. El problema era muy grave porque confluían lo étnico y lo religioso. Los bosnios eran musulmanes y árabes; los serbios, eslavo-ortodoxos, y los croatas y eslovenos, arios y católicos. Cuando los despedíamos, tras una semana de visita en España, les pedí, por razones de brevedad, que solo hablara uno de ellos. Me dijeron que o hablaban los tres, un representante de cada etnia, o no hablaba ninguno. Al final, se aceptó que hablasen brevemente los tres. El primero comentó que quería agradecernos el viaje, pero…

… ustedes están perdiendo el tiempo. En cuanto se marchen, nos volveremos a matar entre nosotros. Pero quería decirles a ustedes que tienen el mejor ejército del mundo, y no es porque tengan las mejores armas, en eso las hay mejores que las suyas, pero cuando una viejecita en Mostar o Sarajevo quiere atravesar una calle con tráfico, el soldado norteamericano no se para a ayudarla, ni el alemán, ni el inglés; el español se para, la coge por el brazo y la ayuda a cruzar. Cuando hay un niño que tiene cara de hambre, no se para el americano, ni el inglés, ni ninguno, pero el soldado español saca su bocadillo del bolsillo y se lo da al niño.


La importanciade España a nivelinternacional vienede que tenemos,además de unaposición estratégica,una lengua queune a más de 550millones de personas.

En España tenemos, probablemente, dos mil años de historia de relacionarse con otros, por aquí ha pasado todo el mundo. Una cosa que les gusta mucho a los norteamericanos es que se les explique el símbolo del dólar, que tiene su origen en el escudo español, porque no lo saben. España fue, durante miles de años, el fin del mundo (finis-terrae), las columnas de Hércules, los dos montes del estrecho de Gibraltar, uno en África y otro en Europa, que tienen los nombres de los invasores del año 711, Tarik y Muza, y se llaman Yebel Muza el de Ceuta y Yebel Tarik (con el tiempo Gibraltar) el de España. Todo el mundo quería llegar al fin del mundo: los fenicios, los cartagineses, los griegos, los romanos. Todos querían llegar aquí. Por lo tanto, hemos tratado con todos. Luego, tras la conquista romana que penetra por toda la península, vienen los visigodos y después llegan los árabes, que se quedan aquí casi 800 años, que son 25 generaciones. Somos un país que conoce y ha sido conocido por muchos.

 

Elvira Roca defiende que los ingleses no han llegado a tener un imperio, porque para construir un imperio debe alcanzarse una cierta duración en el tiempo, creo que 300 años, y sobre todo haber hecho mestizaje. Aunque ahora parezca lo contrario, el único imperio que ha logrado mestizos en la Edad Moderna es el nuestro. No se encuentran mestizos en América del Norte, ni en los países del África francófona; solo en el caso español, esa es la idea de interrelación e interlocución.

Una anécdota más: en el año 2000, vino a España el número tres del Departamento de Estado de Estados Unidos, y yo era ministro de Defensa. Pidió verme discretamente y me dijo:

—Nosotros tenemos la idea de que, en las relaciones en materia de Defensa con Europa, el interlocutor debiera ser España.

A lo que respondí, con un gesto de incredulidad:

—Nada me gustaría más que ser el interlocutor, pero ustedes tienen una especial relación con el Reino Unido.

Reaccionó rápido con una pregunta:

—¿Pero… el Reino Unido está en Europa?

Ya se anticipaba la salida veinte años antes. Mis argumentos objetivos apelaban a que nuestro presupuesto de Defensa era la sexta parte del inglés, la quinta del francés y la cuarta parte del alemán. Era muy extraño pensar que pudiéramos ser interlocutores. Sin embargo, me respondió:

—Nosotros hemos tenido un problema muy grave en Timor Oriental y los únicos que nos han comprendido son ustedes y los ingleses, porque ambos tienen memoria de imperio.


Los ingleses no hanllegado a tener unimperio, porque paraconstruir un imperiodebe alcanzarse unacierta duración en eltiempo, creo que 300años, y sobre todohaber hecho mestizaje.

La posición estratégica es un valor de España; la capacidad de interlocución es un atributo de los españoles. En el extranjero lo saben, y mi referencia al Departamento de Estado americano, cuando propuso que España liderara las relaciones entre los EE. UU. y Europa en materia de Defensa, es una prueba. Creo que hemos superado un periodo maldito al estar excluidos en el momento de la creación del sistema moderno de relaciones internacionales al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Por otra parte, se nos reconocen virtudes que nacen de la experiencia de ser un país viejo. En el año 295 de nuestra era, hace casi 2000 años, el emperador Diocleciano dividió el Imperio romano en seis «diócesis»: Germania, Britania, Galia, Hispania, Italia y África. África se perdió a comienzos del siglo VII; las otras cinco son hoy los cinco PIB más grandes del Europa. Atención a los complejos con el separatismo. España es uno de los países más importantes de Europa, sin duda, pero también de los más antiguos, y no solo como nación, sino también por el origen del Estado moderno que nace con los Reyes Católicos, a la par que Francia e Inglaterra. Nuestro contrapunto con Europa viene de que España, por razones muy dispares, no recibió los beneficios de la Revolución Industrial, como tampoco recibió después los del Plan Marshall.

Niall Ferguson describe en su libro Civilización: Occidente y el resto el origen de la humanidad en la cabecera del Nilo, en África, desde donde se emigra en dos direcciones: hacia Europa por un lado y hacia Oriente por otro. Se ha discutido mucho sobre cuál de esos dos tipos humanos era el más inteligente y se plantean esquemas muy curiosos sobre quién va por delante; Oriente toma la delantera con descubrimientos como el de la pólvora; con el tiempo eso cambia y Occidente se despega, en 1776, con la invención de la máquina de vapor, que nació para desaguar las minas de carbón, y allí empieza la Revolución Industrial que proporciona a Occidente una asombrosa ventaja. Probablemente, con la globalización del siglo XXI, todos se están equiparando, pero antes el proceso daba clarísima superioridad a Occidente. España quedó al margen de dicha Revolución Industrial. Nuestra singularidad hoy es que somos una economía emergente. Inglaterra, Alemania, EE. UU., Japón, Francia e Italia son países que llevan 200 años industrializándose y enriqueciéndose. España, en el año 1935, tenía 300 dólares de renta per cápita. Cuando muere Franco, en 1975, la había multiplicado por diez; en 2014, cuando abdica el rey Juan Carlos, era de 30 000 dólares, es decir, en total se había multiplicado por cien. Ahora somos uno de los cuatro países del mundo que ha multiplicado por 100 su renta per cápita en setenta años. Somos una economía emergente porque hace setenta años éramos una economía tercermundista. Durante todo el siglo XIX, con sus excepciones, porque hubo épocas buenas, España era el lugar extravagante y romántico para los viajeros ingleses o franceses que hablaban de una España exótica.


Ahora somosuno de loscuatro países delmundo que hamultiplicado por100 su renta percápita en setentaaños.

Lo más importante es habernos integrado en el mundo occidental. España estaba aislada, y nos quedan algunos complejos del aislamiento. Es verdad que con Franco hubo mucho más aislamiento, no porque él lo quisiera, sino porque lo rechazaban los demás. Es verdad también que Alfonso XIII fue una personalidad importante en la Primera Guerra Mundial, pero la secuela que ha dejado el régimen anterior, no solo el franquismo, sino esa España que no entró en la Revolución Industrial, nos marginó de Europa y nos tipificó como el extraño, el raro, el extravagante, el romántico. Esa es, a mi modo de ver, la principal secuela y la nueva España, es la España integrada, en lo político, y sobre todo en lo económico. Si algo nos ofrece hoy tranquilidad en esta coyuntura es Europa. La Unión Europea nos va a dar ayuda condicionada, pero lo que nos diferencia del 36 es que éramos muy pobres y ahora somos ricos, una diferencia fundamental.

Cuentan una anécdota del general americano Vernon Walters, que trabajó íntimamente con diez presidentes norteamericanos desde Eisenhower. Todos le reconocemos, porque estaba presente, como traductor, en el encuentro que, en diciembre de 1959, mantuvieron en Madrid Franco y el presidente americano. Después, fue segundo en la CIA, embajador en Naciones Unidas y, en los primeros 70, asesor del presidente Nixon, pero siguió viniendo a España con asiduidad. Cuando yo era secretario de Estado, tuvimos bastante relación y me contaba, asombrado, que Nixon le pidió que viniera a ver a Franco y, entonces, pidió a través del Ministerio del Ejército una audiencia en la que le dijo:

—Mi general —hablaba lenguaje militar—, el presidente Nixon tiene mucho interés en conocer qué piensa vuestra excelencia de la guerra fría.

Y Franco le dijo:

—Mire, general, al presidente Nixon no le importa nada lo que yo piense de la guerra fría, al presidente Nixon lo que le importa es qué va a pasar con España cuando yo falte, y le puede decir que, cuando yo falte, España será un país europeo normal. Cuando yo llegué en el 36, la clase media española era un 17 % de la población; ahora, la clase media es el 75 % y ya no habrá bandazos.

Esa visión de Franco de que España sería un país europeo normal, porque ya había una clase media estabilizadora, es una garantía que tenemos, aparte de la Unión Europea, de que no volveremos a una situación como la del 36, donde el 80 % de la población tenía escasamente para vivir y no tenía nada que perder. Hoy la situación, afortunadamente, no es la misma, pienso que no vamos a repetir esos tiempos, aunque tengamos un gobierno socialcomunista, de frente popular, etc. Creo que la situación es radicalmente distinta.

En la Fundación Transforma España, hemos trabajado en un programa denominado «Un proyecto para España». En España, durante el periodo constitucional, no hubo proyectos que se vieran culminados por el éxito, tan solo hubo el de la Transición, con sus luces y sus sombras; como todo, nada es perfecto. En la Transición hubo un proyecto que era Europa: queríamos ser un país europeo. La gente de mi generación NO nació en Europa, yo nací en una España que no estaba en la Europa política, estábamos en la Europa física, pero no en la política. Ahora, desde el ingreso en 1986, se nace en Europa, estamos en ella, somos europeos. Este proyecto salió bien, pero cuando culminas un proyecto, deja de serlo; desde entonces, España no tiene proyecto. Nuestros ciudadanos necesitan plantearse dónde querrán que estén sus hijos y sus nietos. Hemos tenido un crecimiento económico asombroso, pero por debajo de eso hay que ofrecer un contenido. Antes queríamos estar en Europa. Ya estamos, ¿y ahora qué hacemos? No se sabe, y si no lo sabemos, no iremos a ningún lado. El último en llegar es siempre el que no sabe dónde va.


España no tieneproyecto. Nuestrosciudadanos necesitanplantearse dóndequerrán que estén sushijos y sus nietos.

Nuestro proyecto, que probablemente tendremos que dejar en hibernación, porque la situación actual lo único que promueve es un radicalismo entre las dos Españas por enésima vez, defiende que España puede desempeñar un papel esencial en la construcción de Europa. Lo que estamos viviendo en este momento histórico, a mi juicio, está incardinado en dos principios: uno es la revolución tecnológica y el otro es la globalización. Ambos afectan a los Estados nacionales, que se han quedado pequeños, pero no dejan de ser una idea que nació en Europa. En el año 2000, Europa tenía cuatro economías entre las diez más relevantes del mundo. En el año 2050, no quedará ninguna, ni siquiera Alemania, que será la última en salir. Hoy, España es el segundo exportador de Europa en relación con su PIB. Alemania es el primero porque exporta el 49 % de su PIB; España, el 33 %; después, siguen Francia, Inglaterra e Italia, y si el papel de España ha de ser esencial en la construcción de Europa, debe ser contribuyendo a cerrar la brecha que se abre entre el norte y el sur.

La salida del Reino Unido deja una Europa en manos de Francia y Alemania, con Italia y España a distancia, pero con capacidad de suavizar al eje París-Berlín. Podríamos ser los interlocutores entre los que lideran y los demás. Ahora somos 27, y las dos naciones que han mandado tradicionalmente tienen la tentación de todo el que manda: la prepotencia; mientras que nosotros no la tenemos, porque hasta hace poco no nos dejaban ni entrar. Sin esa temible prepotencia, podríamos ser muy importantes en la construcción definitiva de Europa.

Si hoy es el momento de los Estados supranacionales, nosotros deberíamos ser destacados miembros en esa construcción europea y potenciar nuestro papel de interlocutor. Si superamos el complejo de aislamiento, podemos convertirnos en el portavoz de Europa. Creo que otros grandes países europeos, esos que también tienen 2000 años, poseen otras cualidades, pero nosotros podríamos ser referentes por el valor de la interlocución. Además, hay sectores económicos en los que somos la segunda o tercera potencia mundial, como el turismo. Vamos a ser una potencia en la industria agroalimentaria, lo estamos siendo ya, y en otros sectores hacemos aportaciones relevantes.


Hoy, Españaes el segundoexportadorde Europa enrelación con suPIB. Alemania esel primero porqueexporta el 49 %de su PIB; España,el 33 %.

Por otra parte, una vez que estemos convencidos de que somos Europa, tenemos que jugar a que somos la cabeza de la «hispanidad», igual que Inglaterra es la cabeza de la Commonwealth. Yo creo que ese es el futuro; si no lo hacemos, nos iremos diluyendo en Europa. En mis intervenciones ante los militares iberoamericanos, sugiero siempre algo parecido cuando les invito a que vayan pensando en la unidad iberoamericana, porque no van a progresar desde el aislamiento países pequeños como Panamá, El Salvador u Honduras si no forman una Centroamérica fuerte. En nuestro caso, seríamos irrelevantes sin Europa, y en Europa, hemos de considerarnos, sin complejos, iberoamericanos.

 

Es frecuente plantear la cuestión de los mejores países, lo que lleva a opiniones siempre personales y subjetivas. Dicen que España es el mejor país del mundo para vivir; dicho de otra manera: es el mejor país del mundo para nacer. Esos 1785 motivos por los que hasta un noruego querría ser español los reconoce todo el mundo, pero no siempre lo creen así los propios españoles, pues cuando se realizan encuestas —el Real Instituto Elcano publica una cada año—, las menores valoraciones sobre España las dan nuestros propios ciudadanos. Eso ocurre en muy pocos países y es paradójico si se compara con el deseo de todos los expatriados, para los que España es el cuarto destino preferido del mundo.

Un libro colectivo titulado Los fines de siglo de la España contemporánea explica que, en 1900, España no llegaba al 30 % del nivel del Reino Unido en diversos indicadores: exportaciones, salud, renta per cápita, educación, pero en el año 2000, la posición de España había superado el 80 % en esos mismos indicadores. Es una referencia del crecimiento de un país que no había recibido apenas las ventajas de la Revolución Industrial, excepto en el País Vasco y en Cataluña, lo que quizás es la raíz del problema del independentismo, pero en el año 2000, éramos ya un país plenamente integrado en Europa, con parámetros de comparación que demuestran esa integración en lo político y en lo económico. Si se perdiera la estabilidad que ha logrado España, perderíamos todos, pero perderían también las grandes empresas internacionales que han invertido aquí miles de millones; esa es una gran diferencia con la situación anterior.

Donde tenemos un gran reto es en relación con la educación, en la que permanecen criterios anclados en el siglo XIX y es evidente que está muy atrasada a pesar de contar con magníficos docentes. En 2010, la Fundación Transforma España presentó ocho propuestas de reforma para que España fuera un país mejor: la más urgente era cambiar el modelo económico, pero la más importante era la reforma de la educación, planteada en nuestro segundo documento, «Transforma Talento», de 2012, en el que participaron doscientos expertos españoles y extranjeros. En este documento se presentaba el talento potencial de un niño al nacer y cómo iba evolucionando a lo largo del sistema educativo, que, paradójicamente, contribuía a reducirlo durante los años de educación para volver a ampliarlo solo en el postgrado.

En una ocasión, un periodista me preguntó:

—¿No cree que se tira dinero en Defensa?

Estábamos en el Museo Aeronáutico, y decía: «Estos sistemas de armas están sin estrenar».

Era evidente que no los habíamos necesitado precisamente por disponer de ellos, y por eso respondí:

—No, en absoluto.

—Entonces… ¿dónde cree que se tira el dinero? —preguntó.

—En Educación —le respondí, lo cual pareció una aberración.


Donde tenemos un granreto es en relación conla educación, en la quepermanecen criteriosanclados en el siglo XIXy es evidente que estámuy atrasada a pesar decontar con magníficosdocentes.

Estamos formando, con un coste aproximado de 8000 euros al año, a un 27 % de la población española, que obtienen sus títulos, y gran parte de ellos, para acceder directamente al paro, con lo que, además del gasto, están amargados y frustrados. Todo por no plantearnos formar a quienes puedan tener trabajo y vincular la universidad con el sistema económico.

Si pasamos al terreno de la ciencia, es sorprendente que el 99 % de los científicos que han aportado valor a la humanidad desde Arquímedes estén vivos hoy. Ahora somos más, pero el crecimiento de la ciencia ha sido exponencial. Hasta el año 1800, la riqueza del mundo creció 1,5 veces en una economía de la escasez. Desde entonces hasta nuestros días, ha crecido más de 120 veces. ¿Quién necesitaba antes educación? Quienes vivían en los pueblos y se dedicaban al único trabajo que existía, la economía agrícola, no necesitaban aprender prácticamente nada, lo sabían por tradición oral de sus padres y no había nada nuevo que aprender. Hoy, un porcentaje grande de la población debe tener formación. La universidad cumple dos funciones: la primera es la de alumbrar a la sociedad nuevos caminos y la de transmitir el acervo cultural recibido de generaciones anteriores. La otra función es la de formar profesionales necesarios para un mundo tan complejo y sofisticado como el de nuestros días; entre ellos, los profesionales del sistema económico, trabajadores y empresarios.


Después de la leyendanegra es posible quequeden españoles queconsideren que Españaes un país inferior,pero es gente que separapeta en nuestropaís para no reconocerque la falta está enellos mismos.

Aunque se observan cambios de actitud, muchos responsables universitarios han frenado el contacto de las empresas con sus centros, no por oponerse a ellas, sino por creer que defendían la pureza de la universidad. No ha ocurrido así en EE. UU., donde las grandes multinacionales se ponen al lado de las buenas universidades y viceversa. Hemos de mejorar nuestro sistema educativo, que muchas veces es una rémora ante el dinamismo social que requiere innovación continua. En un mundo inmerso en la revolución tecnológica, la investigación y la educación requieren de la eliminación de los frenos existentes; se necesitan estímulos y oportunidades.

Visto todo lo anterior, no debemos caer en ningún pesimismo. Después de la leyenda negra es posible que queden españoles que consideren que España es un país inferior, pero es gente que se parapeta en nuestro país para no reconocer que la falta está en ellos mismos. En el mundo hay 194 países, y menos de la tercera parte son democracias. Estamos en el 10 % de la cabeza, y en algunos aspectos entre los diez primeros, como en la sanidad, las infraestructuras o el turismo. Es más apropiado decir que somos una potencia regional, como Francia o Italia, pero el liderazgo está en EE. UU., China y Japón. España, junto a los citados y otros de superficie o población gigantescas, es miembro del grupo de cabeza y lo más probable es que «no lo sabe o no lo quiere saber», no estoy seguro de cuál de las dos.


Eduardo SerraAbogado y político español independiente —no afiliado a ningún partido—. Es el único español que ha ostentado altos cargos con los tres partidos gobernantes desde la democracia (UCD, PSOE y PP), incluido su nombramiento como ministro de Defensa durante el primer gobierno del Partido Popular. Además de su actividad política, ha tenido o mantiene otros cargos académicos, empresariales e institucionales. Actualmente, entre otros cargos, preside la Fundación Transforma España y la consultora Everis.

1.2.

CORAJE PARA UN TIEMPO DIFÍCIL

JOSÉ LUIS BONET

Los historiadores saben que en momentos de incertidumbre y zozobra siempre se puede recurrir a experiencias ya vividas para extraer lecciones que ayuden a entender la situación y superar los problemas. Los efectos económicos, sanitarios y sociales provocados por la pandemia de COVID-19 que vivimos generan más preguntas que respuestas, por lo que es bueno recurrir a la historia. El pasado reciente de España muestra un país que ha sido capaz de dar un gran salto, un salto mayúsculo en progreso y bienestar. La estabilidad económica, política y social que ha traído nuestro sistema institucional, basado en la Constitución de 1978, ha sido —junto al esfuerzo de los españoles— la clave de la modernización y prosperidad de España en el periodo democrático. Un marco que consagra los principios de la democracia, la economía social de mercado, el Estado de derecho, el estado del bienestar, la monarquía parlamentaria y el Estado autonómico. A lo que se añade la pertenencia a la Unión Europea, como ámbito natural de desarrollo político y económico de nuestro país y que tantos beneficios nos ha aportado desde 1986.