Walter Benjamin: de la diosa Niké al Ángel de la Historia

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Z serii: La balsa de la Medusa #226
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Además, Benjamin tenía una querencia especial por el Isenheimer Altar de Mathis Grünewald, a quien se refiere en dos pequeños textos: «El arco iris. Conversación sobre la fantasía» y «Sócrates»15. Benjamin estaba muy familiarizado con el Isenheimer Altar porque una reproducción colgaba en una de las paredes de la última casa de sus padres en la Delbrückstrasse, en el elegante y exclusivo barrio de Grunewald en Berlín. Durante su estancia como estudiante en Friburgo, visitó Colmar para contemplar el monumental Isenheimer Altar, en una de cuyas escenas aparecen ángeles músicos de la tradición cristiana que cantan las alabanzas del Señor en el momento de la anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen María y esta acepta convertirse en la madre de Jesús. No se trata aquí del Angelus Novus de la tradición judía, sino de una tradición diferente en la que los ángeles no desaparecen en la nada después de haber cantado durante un instante las alabanzas de Dios en el coro con los demás ángeles.

En los «Sonetos a Heinle», el gran amigo que se quitó la vida junto con su novia en 1914 como protesta contra el estallido de la Gran Guerra, hace surgir Benjamin varios ángeles: en el soneto 5 aparece el Ángel de los Sentimientos que enmudece al amigo, el soneto 29 habla del Ángel de la Paz, junto con una referencia a «los fuertes ángeles que le llevaron a lejanos países / de montes nevados»16.

Una parte importante de El origen del drama barroco alemán se basa en el ángel alado de la melancolía del famoso grabado de Durero. Benjamin parece identificar su propio carácter melancólico con la melancolía del ángel17. Y también aparecen en el mismo libro otros seres alados, tan frecuentes en el Barroco, como «los ángeles de la decoración escultórica, que están peligrosamente suspendidos en el aire...» (como ocurría también con los ángeles de las decoraciones neobarrocas en los edificios del viejo Berlín de su infancia) y se refiere a Baltasar Gracián con las siguientes palabras: «La subjetividad, que se precipita en las profundidades como un ángel, es sujetada por las alegorías y fijada en el cielo, a Dios, gracias a la ponderación misteriosa»18.

En su Diario de Moscú (diciembre 1926 a febrero 1927) detalla Benjamin su interés por los iconos rusos y su visita a las colecciones del Museo de Pintura e Iconografía de Ostrouchov así como al Museo de Historia en Moscú, con su gran colección de iconos que atraen su atención desde un punto de vista iconográfico, especialmente una representación repetida varias veces de la comida hecha por tres ángeles y que siempre muestra en primer plano el sacrificio de un cordero19. Además, narra la excursión con su amiga Asja Lacis al monasterio de Troitse para admirar el famoso cuadro de Andrei Rubliev que representa un acontecimiento del capítulo XVIII del Génesis: junto al encinar de Mambré, tres ángeles se aparecen a Abraham, siendo recibidos por este como huéspedes principales y agasajados con una comida20. Incluso los viajes de Benjamin parecen estar dedicados a la búsqueda de los ángeles perdidos.

* * *

La escritura del presente libro se ha realizado en dos etapas: la primera entre 2007 y mediados de 2011, y la segunda entre 2016 y 2019. Fue interrumpida durante cinco años debido a que se cruzó en el camino el compromiso para redactar otro libro sobre la iconografía de la diosa Justicia, gracias a una invitación de Werner Gephart, director del Käte Hamburger Kolleg «Recht als Kultur» de la Universidad de Bonn, para formar parte como Fellow de esta institución durante dos estancias de investigación de seis meses cada una, en 2011 y 2013. Durante ese tiempo y los años siguientes en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas estuve ocupado en escribir La mirada de la Justicia. Retomar el libro sobre Benjamin me ha resultado difícil, entre otras razones porque la bibliografía sobre este autor no ha cesado de crecer en las últimas décadas.

El capítulo de agradecimientos es muy amplio y no puedo nombrar aquí a todas las personas que, de una u otra manera, me han ayudado en este trabajo de investigación, el cual quiere ser un homenaje a los mejores años de mi vida académica en el Instituto de Filosofía del CSIC. Walter Benjamin ha sido una de las figuras centrales de la investigación colectiva del Instituto y, de hecho, la primera «iluminación» para mi libro surgió en un seminario del año 2006 en el que se presentaba y discutía el libro de Reyes Mate Medianoche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamin «Sobre el concepto de historia». En aquella reunión me di cuenta de que era preciso establecer relaciones entre la interpretación del Angelus Novus de Paul Klee realizada por Benjamin en la tesis IX y sus recuerdos de la Columna de la Victoria «tostada con azúcar de nieve de los días de la infancia». Agradezco a Reyes Mate su apoyo para trabajar sobre Benjamin y sus comentarios a mis ideas plasmadas en diversas partes del manuscrito. Asimismo doy las gracias a todos los miembros de los equipos de investigación y a los asistentes a los seminarios del Instituto de Filosofía en que he ido presentando capítulos de este libro durante su largo proceso de elaboración. En la primera etapa, mi escritura formó parte del Proyecto de Investigación «Memoria cultural e Identidades fronterizas: entre la construcción narrativa y el giro icónico» (FFI2008-04054-C02- 01/FISO), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación desde el 1 de enero de 2009 hasta el 31 de diciembre de 2011 y del que fui Investigador Principal. Este Proyecto se coordinó con otro de la Universidad Complutense dirigido por José Miguel Marinas, buen conocedor de Benjamin y a quien también agradezco conversaciones e ideas brillantes sobre el tema de mi trabajo. En la segunda etapa, he sido miembro del equipo de investigación del Proyecto «La filosofía política de la ciudad», financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, desde el 1 de enero de 2018 al 30 junio de 2020 (FFI2016- 78014-P), y dirigido por Francisco Colom, a quien agradezco su apoyo y el de todos los miembros del equipo, especialmente a Roberto Goycoolea por su lectura detallada del último capítulo de mi libro, en el que intento interpretar algunos aspectos de Santiago de Chile con la mirada de Walter Benjamin.

Además he sido profesor de dos cursos intensivos sobre «Walter Benjamin: Iconografía política en torno al Ángel de la Historia». Impartí el primero de ellos como un Seminario de Actualización de Postgrado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Cuyo en Mendoza (Argentina) en noviembre de 2010. El segundo curso fue organizado por Alexander Jiménez Matarrita en noviembre de 2011 en la Universidad de Costa Rica, en la ciudad de San José, dentro del Programa de Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura.

Por otro lado, debo agradecer a las universidades e instituciones en las que he pronunciado conferencias o asistido a congresos sobre Walter Benjamin. Sin ánimo de ser exhaustivo, quisiera nombrar las siguientes: Centro Cultural de la Memoria «Haroldo Conti», Ateneo de Madrid, Casa Sefarad, Centro cultural Alhóndiga de Bilbao, Zentrum für Literatur- und Kulturforschung (ZfL) de Berlín, Instituto Cervantes de Francfort, Universidad Humboldt de Berlín, Universidad de Bonn, Princeton University, Universidad de Amberes, Universidad de Lisboa, Universidad de Santiago de Chile y las universidades españolas de Comillas, Deusto, País Vasco, Santiago de Compostela, Córdoba, Complutense de Madrid, Girona, Valencia, Alicante, Murcia y Universidad Internacional Menéndez Pelayo en su sede de Valencia.

Agradezco también el trabajo de los editores de volúmenes colectivos o de revistas científicas donde han ido apareciendo versiones previas y tentativas de algunos capítulos que solamente tienen todo su sentido y coherencia ahora dentro de la estructura del presente libro. Especialmente importantes para mí han sido los siguientes: 1) «Walter Benjamin: The Angel of Victory and the Angel of History», en Daniel Weidner y Sigrid Weigel (Hrsg.), Benjamin-Studien 2, München, Fink, 2011, pp. 195-222. 2) «Walter Benjamin: Ángel de la Victoria y Ángel de la Historia», capítulo del libro de Alberto Sucasas y José Antonio Zamora (eds.), Memoria-Política-Justicia. En diálogo con Reyes Mate, Madrid, Trotta, 2010, pp. 196-216. 3) «Walter Benjamin y los Ángeles de la Memoria en la ciudad de Berlín», capítulo del libro de María Elena Cantarino Suñer y Faustino Oncina Coves (eds.), Estética de la Memoria, Valencia, Universitat de València, 2011, pp. 59-84. 4) «Los ángeles de Franz Kafka en Walter Benjamin», capítulo del libro de José Antonio Roche Cárcel (ed.), La Sociología como una de las bellas artes. La influencia de la literatura y las artes en el pensamiento sociológico, Barcelona, Anthropos, 2012, pp. 79-128. 5) «Iconografía republicana en Chile: el vuelo del Ángel», en Marcos García de la Huerta y Carlos Ruiz Schneider (eds.), República, Liberalismo y Democracia, Santiago de Chile, LOM ediciones, 2011, pp. 177-202.

Asimismo tengo una deuda de gratitud con la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG) por su generosa financiación de varias estancias de investigación en instituciones berlinesas para mi investigación sobre Walter Benjamin: 1) Abril-mayo 2007, estancia de dos meses en el Institut für Sozialwissenschafte n de la Humboldt-Universität zu Berlin, bajo la dirección de Hans-Peter Müller. 2) Febrero-junio 2008, estancia de cinco meses en el Zentrum für Literatur- und Kulturforschung de Berlín, bajo la dirección de Sigrid Weigel (directora del Zentrum y especialista en Benjamin) y de Karl-Heinz Barck (codirector del Zentrum y especialista en Estética y Literatura). 3) Septiembre 2009, estancia de un mes en el Walter Benjamin Archiv de la Akademie der Künste, dirigido por Erdmut Wizisla. Por otro lado, he pasado varios veranos en la Universidad de Cambridge investigando sobre Walter Benjamin como Life Member de Clare Hall, college de dicha universidad, y siempre en contacto con Peter Burke, catedrático emérito de Historia cultural y miembro de Emmanuel College y a quien agradezco su amistad, junto con la lectura y comentarios a varios capítulos del libro.

 

Para concluir, quisiera recordar de una manera especial que esta investigación no hubiera sido posible sin la presencia y el apoyo constante de Stella Wittenberg. De nuevo, palabra e imagen se dan la mano. La escritura de este libro sobre los ángeles de Walter Benjamin ha ido acompasada con la pintura de Stella Wittenberg dedicada en los últimos años a figuras de ángeles melancólicos y, en gran medida, benjaminianos. Juntos hemos recorrido textos, estatuas y pinturas, ciudades y países a la búsqueda de los ángeles perdidos. A ella va dedicado este libro, al igual que los dos anteriores sobre la diosa Fortuna y la mirada de la Justicia.

Notas al pie

1 Una versión inglesa más amplia de este último libro fue publicada por la editorial Vittorio Klostermann de Frankfurt en 2017 bajo el título The Eyes of Justice. Blindfolds and Farsightedness, Vision and Blindness in the Aesthetics of the Law.

2 Susan Buck-Morss, Dialéctica de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes, Madrid, A. Machado, 1995.

3 De Sigrid Weigel, véanse los libros Cuerpo, imagen y espacio en Walter Benjamin. Una relectura, Buenos Aires, Paidós, 1999, y Grammatologie der Bilder (especialmente el capítulo 9), Frankfurt, Suhrkamp, 2015, así como los dos artículos siguientes: «Die unbekannten Meisterwerke in Benjamins Bildergalerie. Zur Bedeutung der Kunst für Benjamins Epistemologie», en Daniel Weidner / Sigrid Weigel (Hrsg.), Benjamin-Studien 1, München, Fink, 2008, pp. 49-74, y «Bildwissenschaft aus dem Geiste wahrer Philologie. Benjamins Wahlverwandtschaft mit der neuen Kunstwissenschaft und der Warburg-Schule», en Dettlev Schöttker, Schrift Bilder Denken. Walter Benjamin und die Künste, Frankfurt, Suhrkamp, 2004, pp. 112-127.

4 Heinz Brüggemann, Walter Benjamin über Spiel, Farbe und Phantasie, Würzburg, Königshausen & Neumann, 2007.

5 Steffen Haug, Benjamins Bilder. Grafik, Malerei und Fotografie in der Passagenarbeit, München, Fink, 2017.

6 Paris, Éditions Mengès, 2006.

7 Bruno Tackels, Walter Benjamin. Una vida en los textos, Valencia, Universitat de València, 2012, p. 16.

8 Ibidem, p. 421.

9 Lorenz Jäger, Walter Benjamin. Das Leben eines Unvollendeten, Berlin, Rowohlt, 2017, pp. 341-342.

10 Frankfurt, Insel, 1992.

11 Gershom Scholem, «Walter Benjamin» (1964), en Walter Benjamin y su ángel. Catorce ensayos y artículos, edición de Rolf Tiedemann, Buenos Aires, FCE de Argentina, 2003, p. 33. El texto de Benjamin «Presentación de la revista Angelus Novus» termina con una referencia a la leyenda talmúdica de los «ángeles nuevos» y puede verse en castellano en la edición de la editorial Abada, Obras, libro II / vol. I, Madrid, 2016, pp. 245-250. El artículo de 1931 sobre Karl Kraus puede verse en este mismo volumen, pp. 341-376: la voz efímera de Karl Kraus es como la de uno de aquellos ángeles nuevos del Talmud creados a cada instante sin cesar en cantidades ingentes para, una vez que han ensalzado a Dios, disolverse en la nada.

12 Cfr. Gershom Scholem, «Walter Benjamin y su ángel (1972)», artículo recogido en el libro citado en la nota anterior, pp. 41-46. En las Obras de Benjamin publicadas por Abada editores, libro VI, Madrid, 2017, pp. 685-689. Véase también la interesante y erudita interpretación de Vicente Valero, gran conocedor de las experiencias de Benjamin en Ibiza, para quien «Agesilaus Santander» es fundamentalmente un regalo personal a la pintora de origen holandés Anna Maria Blaupot ten Cate, de quien se hallaba enamorado en agosto de 1933. Vicente Valero, Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza, Cáceres, Periférica, 2017, especialmente el capítulo VIII, «Blaupot y el amor angélico», pp.183-201.

13 Entre las recientes interpretaciones son de destacar los libros de Perdita Rösch, Die Hermeneutik des Boten. Der Engel als Denkfigur bei Paul Klee und Rainer Maria Rilke, München, Fink, 2006; Johann Konrad Eberlein, «Angelus Novus». Paul Klees Bild und Walter Benjamins Deutung, Freiburg i. B./Berlin, Rombach, 2006, y Carl Djerassi, Vier Juden auf den Parnass. Ein Gespräch. Benjamin – Adorno – Scholem –Schönberg, Innsbruck-Wien, Haymon, 2008.

14 Sobre los ángeles de Klee, véanse por ejemplo los libros de Boris Friedewald, Die Engel von Paul Klee, Köln, DuMont, 2013, y de Ingrid Riedel, Engel der Wandlung. Die Engelbilder Paul Klees, Freiburg-Basel-Berlin, Herder/Spektrum, 2013.

15 Pueden verse en Walter Benjamin, Gesammelte Schriften, Frankfurt, Suhrkamp, 1991, Band VII.1, pp. 19-26, y Band II.1, pp. 129-132, respectivamente.

16 Cfr. Walter Benjamin, Sonetos. Texto bilingüe, Barcelona, Península/Edicions 62, 1993: soneto 5, pp. 24-25; soneto 29, pp. 72-73, y soneto 11, pp. 36-37.

17 Sobre esto han escrito bellas palabras Gershom Scholem en el libro ya citado, Walter Benjamin y su ángel, así como Roger Bartra, El duelo de los ángeles. Locura sublime, tedio y melancolía en el pensamiento moderno, Valencia, Pre-textos, 2004.

18 Walter Benjamin, El origen del drama barroco alemán, Madrid, Taurus, 1990, p. 233.

19 Walter Benjamin, Diario de Moscú, Madrid, Abada, 2015, pp. 145-146 y 153.

20 Ibidem, pp. 190-193.

Capítulo I

De la diosa Fortuna al ángel de la Victoria en la ciudad de Berlín


Ilustración I-1. Una de las dos diosas Niké de Christian David Rauch en los jardines del palacio de Charlottenburg. Foto del autor.

1. EL TRIUNFO DE LA DIOSA FORTUNA

En un libro anterior1 he analizado el desarrollo histórico de la diosa Fortuna como metáfora política. La primera parte planteaba las diversas formas de utilización de la Fortuna en el Renacimiento y en el Barroco en tres tradiciones intelectuales diferentes, pero buscando las interconexiones entre ellas: en la literatura europea (especialmente en la española), en la iconografía y en la filosofía política de Maquiavelo en el siglo XVI y de Saavedra Fajardo en el XVII. A continuación, la Fortuna pasa a un segundo plano y casi desaparece del escenario en el siglo XVIII debido a las luces de la razón, y en el siglo XIX, por la preeminencia de las ideas de ciencia y de progreso. Pero la Fortuna reaparece de nuevo en el siglo XX porque nos hemos hecho más conscientes de los límites de la razón y de la importancia del riesgo, de la casualidad, de la suerte o de la contingencia en la vida humana. A lo largo de los cuatro capítulos de la segunda parte de dicho libro se describe el regreso de la Fortuna en nuestra época, si bien transmutada en otras categorías como las de azar, riesgo, suerte o destino: la fragilidad de la vida buena de los individuos ante el amor o la tragedia, las relaciones entre Justicia y Fortuna, el regreso de esta en la llamada «sociedad del riesgo» o el poder de la Fortuna en los campos de concentración constituyen elementos importantes para formas actuales de reflexión filosófica.

El presente capítulo se enmarca dentro del ámbito teórico de mis estudios sobre la diosa Fortuna y pretende aplicarlo al caso de la cultura alemana. Se trata de ver cómo en la esfera pública de la ciudad de Berlín, dominada simbólicamente durante el Barroco y parte del siglo XVIII por la Fortuna, se da el paso a otra imagen muy potente que impregna toda la vida política en el XIX: el ángel de la Victoria. La transición entre las dos imágenes implica la transición desde una concepción de la política en la que las circunstancias ajenas imponen los cambios hacia una perspectiva de completa seguridad en las propias fuerzas que, ligadas al progreso de la economía, de la industrialización, así como de la organización burocrática del ejército y de la sociedad, impulsarán la marcha de la historia hacia adelante en una victoria permanente sobre otros pueblos y, especialmente, sobre Francia. Paso, pues, de la inestabilidad y del cambio repentino e incontrolado en manos de la diosa Fortuna a una situación de progreso permanente en la que el futuro asegura la supremacía de la sociedad alemana y su marcha continuada hacia el futuro, representada por la diosa Niké, o diosa de la Victoria. Se trata simbólicamente de un cambio de diosas en el plano político que expresan dos perspectivas completamente diferentes sobre la autoconcepción alemana: el paso de la subordinación a los acontecimientos que se imponen sobre la voluntad propia a una nueva situación en la que prima la idea del control sobre el futuro y la confianza en el progreso y en las propias fuerzas. Por otro lado, la diosa de la Victoria se transforma en un ángel de cuño cristiano, ya que en la mentalidad popular el concepto de diosa Niké permanece extraño. Esta transformación se produce de manera natural, ya que los símbolos de las figuras son los mismos: las alas de la diosa Victoria son también las alas del ángel y los objetos que portan en las manos son idénticos en los dos casos: la corona de laurel y la palma de la victoria.

El mejor ejemplo del dominio político de la Fortuna en el siglo XVII y parte del XVIII en Berlín es el palacio barroco de Charlottenburg. Mandado construir a finales del siglo XVII e inaugurado en 1699 como palacio de Lietzenburg para Sophie Charlotte, la segunda esposa del Gran Elector de Brandenburgo, Federico III, quien en 1701 subiría al trono de Prusia con el nombre de Federico I, el palacio fue llamado Chalottenburg en honor de la reina y da nombre también a uno de los barrios más conocidos del oeste de Berlín. La prematura muerte de Sophie Charlotte en 1705 le impidió gozar mucho tiempo de las magníficas instalaciones y de los amplios jardines. En estos habían tenido lugar los famosos «paseos filosóficos» en los que, según se cuenta, Gottfried Wilhelm Leibniz habría explicado a Sophie Charlotte los principios básicos de su Teodicea, mostrándole a la reina cómo se podía compaginar la omnipotencia de Dios con el problema de la existencia del mal en el mundo y respondiendo a sus innumerables preguntas.


Ilustración I-2. Palacio de Charlottenburg (Berlín). Foto del autor.

La diosa Fortuna coronó primero la cúpula sobre la gran sala que daba al jardín. En la ampliación de 1710 a 1712, el arquitecto Eosander construyó la actual cúpula que domina ampliamente el perfil del palacio. Sobre la linterna de la cúpula, y transformada en veleta, se nos muestra el poder de la diosa Fortuna sobre los asuntos humanos, y especialmente sobre la política. No deja de resultar curioso que Franz Hessel, amigo y colaborador de Walter Benjamin, no viera en esta figura una representación de la Fortuna, sino del dios de la danza, bailando en lo alto de la cúpula del arquitecto Eosander2.

Por otro lado, es posible argumentar que no deberíamos dar gran importancia simbólica a la colocación de la diosa Fortuna en un palacio de verano o de recreo como es Charlottenburg. En un Lustschloss siempre es posible encontrar algún elemento gracioso y bien se puede permitir una visión lúdica de la Fortuna dominando sobre el poder político de los reyes, sin tomarla demasiado en serio. Pero esta interpretación no haría justicia a la situación, pues la misma estatua de la diosa Fortuna fue inicialmente diseñada por Andreas Schlüter para la Torre de la Moneda (Münzturm) del antiguo Schloss o palacio de los Hohenzollern, en el centro de Berlín, núcleo de la representación y del ejercicio del poder de los monarcas. El traslado de la Fortuna al palacio de verano de Charlottenburg se debió a que dicha torre del palacio central no soportaba el peso de la estatua y amenazaba ruina, lo cual no deja de tener su valor simbólico: el edificio del poder se resquebraja o incluso se hunde bajo la potencia de la diosa Fortuna3. La estatua fue destruida en uno de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, en noviembre de 1943, señalando simbólicamente la desgracia que se cernía sobre la ciudad. La imagen que contemplamos actualmente, digna sucesora de la anterior, es obra de Richard Scheibe.

 

La diosa Fortuna, como coronación de este palacio barroco en el que se efectúa la representación del poder, significa lo siguiente:

a) La Fortuna (y no la diosa Razón o la Sabiduría) domina sobre el conjunto espacial del palacio y el poder está en sus manos como diosa de la suerte. Por más que intentemos racionalizar el poder, siempre se nos escapan sus arcanos y dependemos de la voluntad de una diosa que hace girar la rueda de los acontecimientos provocando la caída, la muerte y la desgracia.

b) La Fortuna simboliza precisamente ese cambio constante de los acontecimientos en los campos del poder político o militar y también en la esfera privada de la vida individual o de la vida de los monarcas. No deja de ser significativa la muerte prematura de la reina Sophie Charlotte, a quien está dedicado el palacio. La vida y la muerte también están en las manos de la Fortuna.

c) La Fortuna baila una danza permanente sobre la esfera del mundo. Esta esfera significa dos cosas: por un lado, es el símbolo del poder de la Fortuna sobre la redondez de la tierra y, por otro, es el símbolo de la inestabilidad, pues bailar sobre una esfera es un ejercicio difícil que acabará en una caída inevitable. De hecho, la figura aparece con un solo pie sobre la esfera mientras mantiene el otro en alto en ese paso de baile que irremediablemente provocará su caída.

d) La Fortuna es una veleta que cambia de dirección con el viento de la historia.

e) Lleva en la mano una vela de barco, ya que, desde una tradición medieval, la Fortuna era el nombre de los vientos marinos que producían las tormentas y el consiguiente hundimiento de los barcos de guerra o de las naves mercantes. En la mitología la Fortuna era, al igual que Venus, hija del Océano.


Ilustración I-3. Triunfo de la Fortuna como veleta sobre la cúpula del palacio de Charlottenburg. Foto del autor.

En la Segunda Guerra Mundial el palacio fue bombardeado, sufrió graves daños, la Fortuna fue destruida y los jardines destrozados. Reconstruido lentamente y por etapas a partir de 1946, muestra hoy de nuevo todo su antiguo esplendor. En los años cincuenta fue colocada en su patio de honor una estatua ecuestre del rey Federico I de Prusia (anteriormente Federico III, Gran Príncipe Elector de Brandeburgo) que lleva en el zócalo una representación de la Fortuna/Ocasión ofreciéndose a la reina para que esta la agarre por los cabellos. Y en las últimas décadas ha sido colocada en los jardines delanteros, enfrente de la llamada «Nueva ala» del palacio, una estatua del rey de Prusia Federico II, el Grande. La estatua, copia de la obra de Johann Gottfried Shadow (1764-1850), muestra al gran Federico con los atributos militares, de jurista y protector de la paz. La estatua ha sido colocada delante del ala que él mandó ampliar y en la que tuvo su residencia veraniega hasta que se terminó en Potsdam el palacio de Sanssoussi.

Podemos considerar esta imagen de Federico II de Prusia –en la que aparece subordinado al poder de la Fortuna situada sobre él en un plano muy superior– como una venganza de la diosa, pues siendo un joven príncipe había escrito contra ella dentro del espíritu ilustrado del siglo de las luces en su comentario crítico sobre El Príncipe de Maquiavelo. El príncipe Federico realiza una crítica ilustrada de la vacuidad de las palabras que solo expresan la ignorancia humana de la esencia de las cosas. En el capítulo XXV de su obra, que corresponde a la crítica del mismo capítulo del libro de Maquiavelo «Cuánto poder tiene la fortuna en los asuntos humanos y cómo hay que enfrentarse a ella», leemos lo siguiente:

La fortuna y el azar son palabras vacías de sentido que han sido alumbradas por las mentes de los poetas, y que, según parece, deben su origen a esa profunda ignorancia en que se halla estancado el mundo cuando daba nombres vagos a efectos cuyas causas les resultaban desconocidas.

Eso que vulgarmente se denomina la fortuna de César no significa en realidad sino el cúmulo de coyunturas gracias a las cuales este vio favorecida su ambición. De igual manera, el infortunio de Catón no denota sino las inopinadas desgracias que se cebaron en él, esos contratiempos cuyos efectos respondían tan súbitamente a las causas como para que su prudencia no pudiese preverlas ni contrarrestarlas4.


Ilustración I-4. Federico II bajo la mirada de la Fortuna. Foto del autor.

El futuro rey Federico II aconseja al gobernante un profundo conocimiento del mundo y una gran prudencia. Pero esto no basta, ya que para cautivar a la Fortuna debe aprender además la difícil tarea de plegar su propio temperamento a las coyunturas históricas, siendo intrépido o circunspecto según lo requieran las circunstancias, adaptándose a estas como un camaleón cambia sus colores. Solo así, puede adaptarse a los difíciles tiempos y llevar a buen puerto la nave del estado, como un piloto que despliega las velas cuando el viento le resulta favorable o las recoge en medio de la tormenta, dejándose llevar por ella para vencerla.

Las autoridades de Berlín acertaron al tomar la decisión de ubicar aquí la estatua de Federico el Grande porque él había ordenado construir el ala nueva del palacio justo a sus espaldas, pero posiblemente desconocían las conflictivas relaciones del príncipe con la Fortuna. Y de hecho, en una especie de justicia poética, le han subordinado simbólicamente al poder de la diosa del cambio al situarlo bajo su mirada vigilante.

Dejemos ahora por un momento el exterior del palacio, donde domina la Fortuna, y vayamos al interior, donde nos encontramos con el predominio de los ángeles, de manera especial en la capilla. La victoria de la Fortuna en el exterior es compensada con los ángeles que conquistan el espacio religioso y político interior. Toda la capilla es una explosión de ángeles: innumerables angelotes con símbolos de la victoria, ángeles en el techo que sujetan una leyenda sobre la piedad del rey Federico I sobre la que aparece una corona y, especialmente, dos ángeles que hacen sonar sendas trompetas de la fama al tiempo que sujetan la corona de la monarquía y la hacen descender del cielo a la tierra. Son ángeles de la decoración barroca que se mantienen milagrosamente en el aire mientras nos muestran la relación entre el poder religioso y el poder político, entre el poder de Dios y el de los reyes, de la alianza entre el Altar y el Trono. Otros ángeles revelan el símbolo del águila, símbolo del evangelio de san Juan y también de la dinastía de los Hohenzollern. Los ángeles aparecen como mediadores entre Dios y la monarquía de origen divino en esa especial forma de «teología política» reformada de los Hohenzollern: por ello son los ángeles quienes portan la corona y la bajan del cielo a la tierra como mensajeros de la divinidad. Parafraseando a Carl Schmitt cabría decir que no solo todos los conceptos políticos tienen un origen religioso, sino también todas las imágenes del poder: desde luego la Fortuna tiene su origen en el panteón griego o romano y los ángeles en las tradiciones teológicas hebreas y cristianas, sean estas últimas católicas o herederas de la reforma protestante.

Por otro lado, no está de más recordar aquí que Walter Benjamin, en las páginas finales de su libro sobre el Trauerspiel, se refiere a que el estilo barroco, a partir de la Contrarreforma, y especialmente del Concilio de Trento, intenta dar expresión artística a la idea aristotélica del milagro, de lo que causa maravilla o asombro, por medio de los ángeles que dominan la arquitectura y sobre todo la decoración interior de los edificios: