Una vida cualquiera

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Ya en el instituto, muchos más niños lo miraban con cara de «ahí va ese». A Ángel lo incomodaba un poco, pero era el niño que se atrevió a enfrentarse a Mike, y eso en el instituto era bastante extraño; nadie tenía el suficiente valor para hacerlo por su fama de problemático y de peleón.

Mike auspiciaba su fama. Era un niño un año mayor que Ángel y Peter, pero por su escasa, por no decir ninguna, implicación en los estudios estaba bastante atrasado para los niños de su edad. Todavía cursaba primero de la ESO cosa que lo hacía parecer un Gulliver en el salón de clases. En estas edades, un año significaba mucho, sobre todo en tamaño y cuerpo, por no decir experiencia a la hora de luchar, cosa que hacía muy bien y por lo que era muy famoso. Se vanagloriaba de sus infinitas peleas, le gustaba que le temieran; mientras más le temían, más era el amo y señor del instituto. Incluso lo usaba para ligar; para algunas, era el chico con quien estar: si estás con el que respetan pues también te respetan a ti —pensaban muchas de las chicas que andaban con él—.

Al salir al recreo, Peter lo estaba esperando y se acercó a él para darle las gracias por haberlo defendido y por tener la valentía de enfrentarse a Mike. Peter era un niño excesivamente tímido al que le costaba relacionarse con los demás, de muy pocos amigos y con gafas, cosa que los demás niños aprovechaban para llamarlo de diferentes maneras y darle infinidad de motes. También se le envidiaba un poco por la familia adinerada que tenía, ya que su padre era un alto ejecutivo y dueño de una prestigiosa empresa de embutidos y quesos.

El padre de Peter, un triunfador en el difícil mundo de los negocios, un gran killer de las finanzas; en cambio, su hijo era el más tímido, y quizás cobarde, de todo el instituto. Era un instituto público, a pesar de que su padre podía costearle una educación privada, incluso en la capital Londinense, y contratarle los mejores profesores particulares. Su padre provenía de una familia nada adinerada y quería que su hijo también viviera las mismas experiencias que él había vivido y le habían forjado un carácter ganador. Como él decía: «Al hombre hay que forjarlo y hacerlo fuerte para una vida llena de obstáculos y dura».

Peter había pasado de estudiar en un instituto de niños pudientes, acorde a su estatus social, a un instituto de lo más normal, y llegar con ese cartel en la frente no iba hacer fácil la adaptación, sobre todo si te tropiezas con niños como Mike, que se sienten en su jungla y solo van al instituto por obligación de sus padres.

A partir de ese día, a la hora del recreo, Peter siempre estaba a la espera de Ángel, que había obtenido una popularidad soñada por algunos, incluso con el sexo opuesto. Pero Ángel no la disfrutaba, ya que, hasta ahora, era un niño de los considerados normales, de esos que pasan totalmente desapercibidos. El enfrentamiento del día anterior lo había hecho estar en la boca de todos, y enfrentase al todopoderoso Mike había sido toda una hazaña. Muchos sueñan poder darle un buen puñetazo o partirle la boca a los bravucones, pero solo algunos son capaces de realizarlo y Ángel había demostrado que coraje tenía para este tipo de actos cuando se veía al límite y con una injusticia que lo llevaban actuar de esa manera insospechada incluso para él. Pasó a ser uno de los más conocidos del instituto, y sabía que esa fama no le reportaría nada bueno, o al menos él no la había buscado ni la quería, era feliz con ser un niño más que se dedicaba a obtener buenas notas y prepararse para un futuro mejor. Soñaba con llegar a hacer películas, darle vida a lo inimaginable. Se decía: «En el cine puedo hacer volar a la gente». En esto seguía a rajatabla el consejo de sus padres. Aunque un poco de fama tampoco le haría ningún daño. Total, todos en algún momento la buscamos de alguna manera.

Capítulo V

Al salir al recreo, Ángel iba con la intención de ver a su rubia con esa sonrisa que lo hipnotizaba, y más cuando se le marcaban dos pequeños huequitos a ambos lados de la mejilla. Se quedaba con la boca abierta y lelo, pero la falta de valor lo detenía de actuar, y la ayuda por parte de Peter era totalmente inexistente; tendría que conformarse día tras día con mirarla al otro lado del patio, viendo cómo ella se divertía con sus amigos y jugueteaba con ellos. En el salón de clases y en el recreo, la dupla era inseparable. Estaban siempre juntos y solos. En muchas ocasiones, otros niños y niñas se juntaban con ellos. A algunas niñas se les notaba el interés por Peter y por Ángel, de lo que estos no se daban cuenta o tan solo pasaban del tema, especialmente Ángel, que solo tenía ojos para su rayo de sol.

Ambos habían forjado una buena amistad. En muchas ocasiones, quedaban en casa de Peter para realizar las tareas y, por supuesto, para distraerse con los juegos que este poseía y su cuarto forrado de afiches de sus ídolos; él solo poseía uno, y era uno gigante de la película Space Odyssey que un miembro del cine iba a tirar a la basura y él lo impidió, pidiéndole que se lo diera. Era en la piscina donde se divertían gratamente; jugaban a la pelota, lanzándosela el uno al otro, y aprovechaban para aprender a nadar. También con videojuegos o cualquier otro juego que molara, que para ese momento solo Peter poseía. El piano era otra gran atracción; el poder tocar un piano y verle tocar le fascinaba, así como improvisar o inventar alguna canción mientras reían. Las visitas a casa de Peter eran muy agradables y las hacía con mucho placer.

En casa de Peter era bien recibido; a sus padres les encantaba ver que su hijo tenía un amigo y que la adaptación en el instituto comenzaba a dar sus frutos: al tener un amigo, poco a poco iría haciendo más. Les encantaba Ángel por lo educado que era, y habría que añadir que era el mejor estudiante de la clase; sabían que esto ayudaría a su hijo en el instituto. «Si te rodeas de los buenos, obtienes solo lo bueno; si te rodeas de los malos, obtendrás solo cosas malas», le decían a su hijo. En muchas ocasiones, ellos mismos alentaban a su hijo a invitarle a casa. Después de hacer los deberes o jugar, les esperaban unos ricos bocadillos, galletas y zumos que le encantaban a Ángel.

Para poder llegar a su casa, que quedaba a las afueras de Belfast, Ángel tenía que coger un par de autobuses, mejor conocidos como citybus, por lo que no siempre podía realizarlo y debía estar de vuelta más tardar al caer la tarde. La ciudad no es muy grande, llevaba una media hora en cada recorrido. Habían acordado que, en algunas ocasiones, los deberes se realizarían en casa de Ángel. Aunque no molaba tanto, debido a que no poseía los juguetes —ni que decir de la piscina—, su madre era muy buena cocinera y preparaba unas tortitas y unas galletas de muerte.

La madre de Peter, Michelle, había conocido a la madre de Ángel, Brid, en las reuniones en el instituto, cuando los padres eran citados para hablar lo concerniente al año escolar o entrega de notas. Se estableció, dada la buena relación de sus hijos, una buena relación entre ellas también, a pesar de ser ambas de creencias diferentes —Michelle, nacida en el seno de una familia protestante; Brid, por su parte, era católica—, esto no supuso un problema ni fue impedimento. Eran madres y primero estaba el bien de sus hijos. Michelle se encargaba de llevar a su hijo a la casa de Ángel y de recogerle a la hora pautada. En muchas ocasiones, si el tiempo se lo permitía, se quedaba a tomar el té mientras sus hijos realizaban los deberes. Era una casa pequeña, pero acogedora; se podía sentir el calor de un hogar. A pesar de vivir en una casa mucho más grande, no le importaba en lo absoluto, al contrario, disfrutaba la compañía de Brid. Solo el tamaño de su cocina era del tamaño de la planta baja de esta casa. Provenía de una familia acomodada, no llegando a rica o a los niveles que ahora poseía; su marido era un hombre hecho a sí mismo viniendo de una familia pobre, su historia había, de alguna forma, calado en ella y seguía sus pasos al ver que la humildad de su marido seguía intacta.

En definitiva, Peter era un niño rico, vivía en un buen barrio a las afueras de Belfast. Su padre había escogido esta zona para poder construir su casa a su gusto, rodeado de árboles y zonas verdes; estaba cansado de la vida que la ciudad proporciona. Era una casa muy grande, justo a la entrada, levantada por un muro de unos tres metros de alto recubierta con algunas plantas que descendían en forma organizada hasta casi la mitad en algunos puntos, especialmente en las puntas y en la mitad. La entrada por el garaje conducía hasta el fondo de la casa, cubierta a los alrededores por un césped bien cortado y algunas plantas. El garaje tenía capacidad para unos 5 coches. Justo al lado, hacia la derecha, había un patio enorme que servía de zona de disfrute, con mesas y sillas donde se podrían sentar un buen número de personas y disfrutar de un picnic, una gran cocina y una barbacoa de ladrillo que les servía a la hora de preparar la comida. Esta zona la habían diseñado de tal forma que no se tenía que preparar nada dentro si quisiesen, estaba equipada como una segunda cocina. Justo por delante de esta zona, había una pequeña piscina de unos 15 metros por 5 de ancho, climatizada para el disfrute de los invitados; al lado, un baño pequeño donde se podrían duchar luego de disfrutar de la piscina, o para los que estaban en el jardín. Ya una vez dentro, hacia la mano derecha, había un salón comedor amplio con unos sofás y una televisión para quien no quería continuar en el jardín o resguardarse de la lluvia intensa que solía caer según la época del año. Contaba con un piano donde Peter solía practicar por las tardes. Justo por delante, existía otro salón un poco más pequeño que servía de zona de trabajo o despacho y lectura, con una gran ventana donde se podía mirar el cielo en busca de respuestas e inspiración. Había muchos libros de diferentes autores, aunque los que más abundaban eran sobre economía, y un escritorio con un par de sillas enfrente donde, en ocasiones, se reunía para diseñar las diferentes estrategias a seguir en la compañía. Al salir de este salón, vendría la cocina con toda clase de utensilios, diseñada con todas las comodidades y una gran despensa. Luego vendría, hacia la puerta principal, otra sala comedor para recibir a los huéspedes que entraban por dicha zona y un baño justo por detrás, y ya luego vendrían unas escaleras que los llevaría a la segunda planta, donde dormían. Esta zona tenía un dormitorio principal con baño incluido donde dormían sus padres y tres dormitorios más, uno con baño incluido y dos dormitorios pensados para acoger a huéspedes o familiares que viniesen de visita, y ya luego otro baño para estas dos habitaciones y una pequeña terraza donde se podía divisar la arboleda alrededor de la casa y con una vista impresionantemente verde que recubría la casa. Poseía también unas escaleras por la parte de afuera que conducían a un pequeño sótano que servía de despensa y, justo al lado, un dormitorio para la encargada de la limpieza, un matrimonio que conocían y eran los encargados del mantenimiento del hogar y de las compras para el mismo.

 

Peter, dos días a la semana, tomaba clases particulares de piano. Había empezado a temprana edad, desarrollado un buen oído y destreza. Ya tocaba varias canciones por sí solo con gran soltura. Cuando su padre traía algún invitado a casa, solía tocar para el disfrute de ellos y hacer que su padre se sintiese orgulloso de su adelanto, aunque la timidez más de una vez le jugó una mala pasada. Le gustaba refugiarse en la música, era una forma de esconderse de la sociedad y su timidez con las manos. Se sentía libre, tocando lo que quisiese, y el sonido seguía fiel a sus deseos.

Para aquel entonces, ya muchos artistas brillaban en el ámbito musical y buscaba desprenderse de la típica música que tocaba en su casa —como Beethoven o Mozart, entre otros—, esa música clásica que él consideraba aburrida, y quería llegar a interpretar más las nuevas corrientes de ese rock que se apoderaba de las televisiones y radios.

The Beatles, The Rolling Stones, The Who y Elton John, que era un mago a la hora de tocar el piano. La música y el ritmo de estos artistas se habían apoderado e incrustado en su cabeza, y no era la Quinta Sinfonía precisamente, aunque la aparición de un nuevo grupo llamado Queen, con Bohemian Rhapsody, le fascinaba. Hacía pequeñas interpretaciones en casa, simulando ponerse un bigote como Freddie Mercury, líder del grupo. Tenía forradas las paredes de su habitación con afiches de todos esos grupos que, de una u otra forma, lo llevaban a volar y le encendían la imaginación cuando escuchaba su música. Se quería dedicar al mundo de la música cuando creciese y ser como ellos. Escuchaba que los famosos ligaban mucho y esto lo motivaba más a pensar que, si lo era, sería más fácil para él entrarles a las chicas, o no era necesario, vendrían ellas. En la televisión veía a sus ídolos con cigarrillos en la boca hablando de sus conciertos y dando autógrafos y esto lo ponía a soñar despierto. Quizás era una forma de escapar de la timidez y ser aceptado por la sociedad, o incluso llegar a tener amigos e ir de fiestas, cosa que le costaba mucho y que, de momento, el único con el que compartía algo de amistad era Ángel.

Peter, como hijo único que era, se llevaba toda la atención en casa. Sus padres le tenían mimado y proveían de las mejores cosas posibles; todo nuevo artilugio que salía a la venta, en poco tiempo lo tendría. Poseía una larga lista de discos de vinilo de sus músicos preferidos. Aparte de refugiarse en la música, le habían comprado un Atari que eran unos videojuegos que podía jugar cómodamente en su habitación y en los que pasaba muchas horas al día, siempre y cuando la tarea estuviese hecha y nunca hasta tan tarde, para que al día siguiente no le costase despertarse para ir al instituto. Como solía decir su padre: «Una mente fresca tiene más probabilidades de retener mejor la información», algo esencial para los estudios. Le vestían con las mejores marcas y ropa de calidad, cosa que en el instituto le causó más de un disgusto y que en alguna ocasión tuvo que ofrecer algún jersey para que lo aceptaran en un grupo o que algún espabilado le pediría prestado con la intención de no devolverlo. Su madre no se daba cuenta de la falta de alguna de estas prendas, ya que era tan larga su existencia, que ni ella misma sabía lo que poseía y nunca echaba en falta.

Peter era bastante obediente y no causaba disgusto en casa. Su padre notaba que le gustaba pasar largo tiempo solo y pensaba que debería relacionarse con los demás niños para integrarse y no vivir tan aislado; este fue uno de los motivos que lo llevó a escoger aquel instituto donde comenzaba su nuevo curso escolar. En los estudios no era un alumno brillante, que obtuviese matrícula de honor, pero mantenía las notas en un notable, que para su padre era suficiente; por debajo de esto, comenzaban los discursos en casa y aparecían los castigos.

El padre de Peter se había labrado un futuro prácticamente por sí mismo, y les daba muchísima importancia a los estudios. Provenía de una familia de granjeros en el noreste del país, en una región llamada Tyrone. Creció en una familia de seis hermanos, siendo el tercero, y con un padre alcohólico que murió cuando tan solo era un niño de 10 años. Era ágil en las respuestas, tenía una capacidad sorprendente de negociación. Sus hermanos sacaban rápido los puños y él negociaba las tareas del hogar, aunque no logró esquivar en muchas ocasiones los puñetazos de estos y la carga laboral en el hogar. Estaba pendiente de sus hermanas, menores que él, mientras su madre cuidaba del bebé, que apenas comenzaba a dar sus primeros pasos. Poseía carácter de líder y, cuando lo ejercía, los demás le seguían, aunque en innumerables ocasiones los mayores, solo por el hecho de ser mayores, deberían tener la razón.

A pesar de las malas condiciones que existían en su pueblo para asistir al instituto, desde joven denotaba cualidades para los estudios que no pasaron desapercibidas en la familia. Esto llevó a su madre a hablar con su hermana, que desde hace unos años se había mudado a Londres con su marido y lo sacarían de aquel ambiente de campo. Su tía no tenía hijos y sería tratado como ese hijo que ella nuca tuvo; a cambio, tendría que ayudarla en las labores del hogar.

Los fines de semana trabajaba en un bar cercano, sirviendo copas para ganarse un extra y poder mandarle algo de dinero a su madre y, al mismo tiempo, ahorrar para su futuro estudiantil y universidad. En esto, su tía siempre fue implacable. «Está bien que te guste ganar dinero, pero concéntrate en el futuro y no en el hoy. Hoy tienes para ayudar a tu madre, y puede que en un futuro tengas para comprarle una casa y sacarla de trabajar», le decía, hasta que en una inspección de trabajo se dieron cuenta que tan solo tenía 16 años y lo despidieron por haber mentido en la edad cuando lo contrataron. Su estatura y corpulencia lo hacían lucir superior a la edad que tenía y, como era eventual, le pagaban algunas libras en la mano o en negro, pero aquel traspié lo ayudó a entender que unas libras no lo ayudarían llegar hasta donde se había planteado, y que se debía enfocar en los estudios y no en ganar algo de dinero.

Logró conseguir, gracias a sus maravillosas notas, una beca que lo llevaría a la universidad, siempre arropado por su tía, que le ayudaba en todo momento. Tenía asumido que, si quería conseguir algo o llegar hasta donde se había propuesto, debía trabajar el doble de duro. Su único apoyo eran sus estudios y lo poco que su tía podía ayudarle. En otras palabras, le tocaba ganárselo a él y solo a él, con su esfuerzo. Al gustarle tanto los números, decidió estudiar Económicas y rodearse de grandes economistas. Ya una vez graduado, comenzó a trabajar para una multinacional en la City de Londres. La City es la zona financiera de Londres, donde está el banco de Inglaterra, la bolsa, y donde se llevan a cabo las grandes negociaciones a nivel mundial. Allí despuntaba y fue progresivamente alcanzado cuotas más altas dentro del organigrama de la empresa. Todas las negociaciones tenían que ser supervisadas por él mismo y llevadas a cabo bajo su criterio. Era tanto el poderío, que fue nombrado empresario del año dentro de su círculo; sabía llevar las negociaciones hasta niveles donde conseguiría su propósito.

La competencia en las empresas puede ser tan desleal como traicionera, y si te descuidas en lo más mínimo, hay alguien deseando que caigas para ocupar tu asiento sin ningún tipo de contemplación, sin importar si tienes familia. Lo importante es triunfar y sentirse ganador. «A veces, la ambición puede más que el dinero y la palabra «ganar» hace que la gente haga lo que sea por conseguirla; es muy poderosa en el ambiente de los lobos feroces de la City», se decía a sí mismo, o cuando recordaba entre copas su época vivida.

Nunca se olvidó de su familia. Cada vez que era posible, viajaba hasta Irlanda del Norte a visitarles; ayudó comprando equipos nuevos para el tratamiento vacuno y adquiriendo las mejores tecnologías desarrolladas para llevar a cabo las tareas en la granja. La empresa familiar, a los pocos años iba creciendo paulatinamente y poseía veterinarios propios que se encargaban de cuidar de los animales. Gracias a su ayuda, la empresa iba en aumento, incluso adquiriendo nuevos territorios para expandirla.

A Peter le gustaba visitar la granja de su familia de pequeño, el poder beber leche fresca y comerse los mejores huevos fritos que él había ayudado a recolectar. Todos esos animales en los establos le parecían un mini zoo familiar donde los pájaros cantaban durante el día y los gallos te despertaban con su cantar.

Su padre le contaba sus inicios a Peter para hacerle entender que los estudios son lo más importante, que se puede soñar incluso viviendo en un pueblo remoto. No importa de dónde seas, si te lo propones y te esfuerzas, puedes llegar a donde quieras. El conformismo mata la ilusión, y la esperanza se emborracha cuando ve a la ilusión perdida.

Estas anécdotas, con el tiempo, también servirían de inspiración para Ángel. El padre de Peter en muchas ocasiones se les acercaba al verles estudiar y alentaba de hacerlo, y le resumía cómo a través de los estudios había llegado tan lejos. Peter lo miraba en muchas ocasiones deseando que parase con las historias y de darle el coñazo con los estudios; para Ángel era lo contrario, le motivaba pensar que sí se podía llegar lejos con sueños y poniendo todo su empeño. Le era placentero escucharlo de primera mano, él era muy aplicado y quería perseguir su sueño. El padre de Peter lo veía como un niño noble y se identificaba un poco con él. La gran diferencia radicaba en el carácter, que a él le sobraba y lo había hecho un ganador; Ángel, aunque fuese un niño, no destilaba la misma garra, era muy noble para sobrevivir con los lobos feroces con los que les tocaba rodearse. Si te podían desplumar, lo harían y lo celebrarían.

Capítulo VI

En una mañana de un sábado, Ángel salió a jugar a la entrada de su casa con la pelota; le gustaba patear la pelota contra la pared y esta se la devolvía como si estuviera jugando con otro niño. Era la mejor forma de entretenerse y practicar algunos disparos, simulando cobro de faltas ejecutados por algunos de sus ídolos del fútbol, y celebrar los goles correteando con los brazos abiertos como si fuese un avión.

Mientras jugaba, estaba pendiente de ver por si alguien se acercaba, no fuese a ser que una de sus faltas terminase golpeando algún transeúnte y la celebración acabase en tragedia. En uno de esos tantos vistazos, vio a lo lejos a un niño correr en dirección a su casa. El niño venía corriendo con cara de espanto, girándose hacia atrás como si alguien lo siguiese. Al acercarse cada vez más, mientras fijaba su atención en el niño, se quedó de piedra al ver que ese niño no era otro que Mike. No sabía qué hacer, si meterse en su casa o esconderse; si este chico estaba alrededor, algo bueno no traería, siempre venía acompañado por malas situaciones. Su intuición lo detuvo a no hacer o tomar ninguna de esas opciones, decidió quedarse allí parado. Pensó que no había nada que temer, ya que estaba en su casa y, además, su madre vendría al rescate y no permitiría una agresión. Mike ya no se metía con él desde el día de la pelea en el instituto; de hecho, lo ignoraba. Solía, como siempre, intimidar a los demás niños, en parte por entretenimiento o para demostrar poderío; el rey siempre necesita mantener al rebaño con miedo para que no se escape. Con Mike nunca se sabía cómo podía actuar, era temperamental, pero todos decían que era fiel a sus amigos.

 

Allí estaba, parado inmóvil, con la pelota en la mano en la puerta de su casa y con la curiosidad de saber qué hacía Mike por esa zona, y la cara que traía no era nada buena. Vivían relativamente cerca, pero nuca se habían cruzado por la calle, y mucho menos por su casa.

La casa de Ángel quedaba justo en la curva, al fondo de la calle. Era una casa modesta, pequeña y sin grandes lujos, con un patio delantero pequeño y un árbol que le daba sombra, aunque en algunas épocas se quedaba sin una hoja y no ayudaba mucho con el aspecto. La casa era de un color blanco desgastado por el paso del tiempo, algo de pintura era necesaria, pero la situación económica no ayudaba mucho a acometer ese gasto. A él le gustaba sentarse en el árbol a ver pasar a la gente y coches, era una forma de entretenimiento que había encontrado, aunque, en muchas ocasiones, la madre se llevó más de un susto al ver a su hijo trepando como un monito y, con nerviosismo, apartaba la mirada al verlo. Tenía agilidad a la hora de trepar, la práctica lo hacía parecer fácil.

La casa contaba con tres habitaciones y un pequeño lavandero en el patio trasero, donde la madre tendía la ropa luego de lavarla mayoritariamente a mano, un cuarto para cada miembro de la casa y el de invitados, por si algún miembro de la familia venía de visita, cosa que sucedía una vez al año. Su padre solo tenía un hermano y dos sobrinos y su madre tenía un hermano y una sobrina; la familia de su padres vivían al otro extremo del país, específicamente, al norte, en Derry o Londonderry, y no les gustaba trasladarse a la capital, por lo que era más habitual que ellos, en época de vacaciones, se trasladasen allí para visitar a sus abuelos, tíos y primos y disfrutar un poco de la vida en el campo.

Estaba situada en una zona de clase media-baja, tenía todo lo necesario. Su padre, un contable en una pequeña empresa de la ciudad, proveía casi con su único salario a la familia; su madre, entretanto, realizaba labores sociales, por lo que no disponían de una entrada fija de dinero, quedaba siempre a la generosidad de la gente y alguna recompensa que recibía en términos de regalos como ropa de segunda mano o algún que otro utensilio para el hogar. Esto les permitía vivir tranquilos, como solía decir su padre; importante es un buen techo en un barrio tranquilo, pero lo más importante son quienes lo habitan y el amor que le dan. Para qué queremos grandes lujos en una casa si luego se vive como perros y gatos.

Mike al percatarse de que quien estaba parado inmóvil como si viese a un fantasma era Ángel, se apresuró en la carrera. Ángel sentía que algo malo le estaba por suceder, al estar a tan solo unos pocos metros, pero este no detuvo su carrera y prosiguió su escapada, dejando la casa de Ángel atrás. Ángel tragó hondo de alivio, bajando incluso los brazos y dejando caer la pelota, pero, al levantar la mirada nuevamente, vio cómo Mike echaba el freno y se giraba, ahora sí, en su dirección, casi buscándole con la mirada. Se acobardó otra vez y dio dos pasos atrás, pero ya era muy tarde, Mike ya estaba a su lado y, sin inmutarse, le dijo:

—Oye, idiota, necesito que me ayudes. Me están persiguiendo unos tíos malos y necesito que me des refugio; déjame esconderme aquí y escapar de ellos.

Ángel no sabía qué decir, y mucho menos qué hacer. No era una forma respetuosa ni jovial de pedirle ayuda, pero la situación parecía de riesgo para Mike, y para alguien que no sabe decir que no y siendo tan generoso, no quedaba más remedio que aceptar la petición.

—Venga, pasa, te voy a ocultar en mi casa. Ellos nunca te encontrarán aquí.

Tan solo habían dado dos pasos cuando Mike se percató del coche y se agachó detrás de la pared. Ángel vio pasar al coche sin poder reconocer al conductor y a los acompañantes.

—Ya te puedes levantar —le dijo Ángel a Mike una vez pasado el coche.

Tras unos instantes, este se deslizó hacia adentro de la casa, arrastrándose como una serpiente, el miedo no le permitía todavía levantarse por si se habían detenido y bajado del coche; sabían que en algún lado estaba oculto y harían una inspección ocular de la zona.

Por muy fuerte que Mike se presentaba o pareciese en el instituto, en ese momento tenía el temor invadiendo su cuerpo, su mirada era perdida y llorosa. El peligro era real.

Para Ángel, esa situación era extraña: el chico temido por la gran mayoría del instituto se encontraba en su casa con el miedo en el cuerpo y escapando de alguien que lo buscaba para hacerle daño. Esto le demostraba que, a veces, hasta los más valientes sienten temor en una situación de peligro, y que Mike no dejaba de ser un chico.

Ángel lo invitó a entrar a su casa, allí estaría a salvo. Entraron por la puerta trasera, que conducía al patio. La madre, que terminaba de hacer la colada, se quedó sorprendida de esa visita inesperada, su hijo no era el típico niño que acostumbraba a traer a sus amigos a casa. La razón era sencilla: no tenía amigos, le costaba algo hacerlos, y si se es el empollón, aún más, nadie se quiere relacionar con el sabelotodo de la clase. Para él no era un problema, lo tenía asumido, y el ser tímido tampoco le ayudaba.

La madre de Ángel, tras saludarle todavía atónita, lo invitó a pasar a casa y sentarse en la sala comedor y se fue a por unas galletas y un refresco de naranja; que a los invitados se les atendía muy bien era su lema. Aunque su madre no veía con buenos ojos al principio a Mike, con el paso del tiempo, ya una vez hechos amigos y después de tantas visitas a casa, se daría cuenta de que no era mal chico; daba la impresión de que carecía de una familia que lo educara y se preocupara por él.

Mike se sentó gustosamente un rato, el recibimiento había sido mejor de lo esperado. Observaba los cuadros familiares colgados en la pared y estos le transmitían el cariño y el amor existente en el hogar. Una gran imagen de Jesús, con un rosario colgado sobre el cuadro, le confirmaba que eran una familia católica, que les gustaba rezar en familia. La chimenea, al otro lado del salón, mantenía la casa calentita en la época de invierno. Era una casa modesta a la que no le faltaba de nada y que la madre mantenía muy limpia y ordenada.

La madre, a lo lejos, estaba pendiente de aquella inesperada visita. Notaba que entre los niños no existía un buen feeling, apenas se hablaban, estaban inmóviles mientras este contemplaba la casa cómodamente desde la silla. Brid, al acercarse con las galletas y refrescos, decidió quedarse a hablar con ellos y saber quién era el visitante inesperado.

—¿Qué tal están? —preguntó la madre de Ángel.

—Bien —contestó Mike, sin añadir nada más.

Mientras, Ángel miraba a su madre con cara de no saber qué decir.

—¿De qué os conocéis? —volvió a preguntar la madre de Ángel.

Ahora la madre entraba en un terreno que ninguno de los dos se esperaba.

Ángel contestó esta vez:

—Nos conocemos del instituto, nos conocemos del instituto —repitió con nerviosismo.

—¿Habláis? ¿Jugáis juntos?

—Él me ha ayudado a entender cosas que muchas veces no comprendo cuando lo explican los profesores —se apresuró a decir Mike.