Coatlicue Sanjuanita

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Historia de la Virgen de San Juan de los Lagos

Desde los primeros siglos del cristianismo, ha sido expresada frecuentemente la idea de que en la humanidad están las “semillas del verbo” 11como presencia del creador en sus criaturas, manifestaciones culturales con rasgos propios de la cristiandad. Haciendo uso de estas formas religiosas, transformándolas en el fondo, a través de la historia ha sido común que, aprovechando una sacralidad de siglos, los evangelizadores suplan con una imagen religiosa cristiana a un antiguo ídolo. Los franciscanos combinaron la práctica anterior con la adaptación terrenal de lo divino, promoviendo también ese cristianismo popular que busca darle cuerpo a lo sagrado. El culto a las imágenes marianas y la publicidad a los santuarios fueron parte de las políticas de la Contrarreforma,12 que además de marcar diferencia con el protestantismo sirvieron para el ejercicio de un mayor control sobre las prácticas populares religiosas.13

Mientras que durante la conquista de México había en España una extraordinaria veneración por María, en la Nueva España fue muy importante la insistencia de Hernán Cortés en imponer imágenes de la Virgen en los antiguos adoratorios prehispánicos; este interés por elevar la popularidad de la Virgen también lo llevó a darle al primer hospital de la ciudad de México el nombre de la Inmaculada Concepción, advocación que adoptaron casi todos los hospitales novohispanos. Ante la necesidad indígena de reconstruir una cosmovisión que le diera sentido a lo que difícilmente se podía vivir después de la destrucción cultural de la Conquista, los indios fueron aceptando la figura de María como piedra angular de dicha reconstrucción, sobre todo cuando aparecía como la “diosa” que suplía a una deidad femenina anterior, cuyas características y valores coincidieron con los de María en distintas formas, pues desde España la Virgen María estuvo íntimamente asociada a la Tierra y a la fertilidad.14

Por otro lado, las imágenes marianas fueron fuente de identidad para criollos y mestizos que, muy alejados de sus antepasados indios o peninsulares y ante la actitud despectiva de los últimos, buscaban sentido ante la práctica ausencia de memoria histórica, fomentando así las identidades locales y los incipientes nacionalismos.15

Las apariciones o los milagros en lugares donde anteriormente se ofrecía culto a ciertas deidades se volvieron comunes, en tiempos en que los márgenes de credibilidad o asombro ante lo desconocido eran distintos: por ejemplo, aparecían los materiales para un santuario o cierta imagen se movía de un lugar a otro. Se creaban así centros de culto por la capacidad milagrosa de la imagen, y las “mandas”, promesas grupales o individuales a cambio de milagros, hacían que en ocasiones ese culto se manifestara en peregrinaciones.16

Todo el poder de la Virgen María, madre de Dios, era reconocido por la religiosidad popular a través de apariciones y milagros: dar vida a los muertos, salud a los enfermos, socorro a los afligidos, victoria a los tentados, iluminar a quienes caminan, alcanzar una dichosa muerte para quienes sufren, y dar remedio a todo el que le invoca en sus necesidades. Así se le identificó como la “Señora” absoluta de la vida y la muerte, de la salud y de la enfermedad.17

De 1530 a 1533 los frailes franciscanos iniciaron las labores de evangelización en el pueblo de San Juan. Allí fray Antonio de Segovia o Fray Miguel de Bolonia trajeron la imagen de la Purísima Concepción hecha en Pátzcuaro, que por casi un siglo estuvo en una capilla con título de hospital; pero en la sacristía, sin culto alguno.18 De manufactura indígena y de pasta de maíz, mide 38 centímetros y representa a María de pie, con el rostro un poco inclinado en oración y con las manos juntas ante el pecho. Está vestida en la misma talla de pasta, lleva el manto azul con estrellas, una media luna a sus pies19 y su túnica es rosa.20 Esta forma de vestir a la Virgen de la Limpia Concepción era común; por ejemplo, la Virgen del Pueblito, en Querétaro, que fue tallada en 1632, viste así.21 Ambas se asemejan en sus tallas y colores originales a la Virgen de Guadalupe.22 Como otras imágenes, la de la Virgen de San Juan de los Lagos conservó la tradición del trabajo en pasta de caña de maíz,23 material con el que los escultores hacían sus dioses generalmente, por ser tan liviano. Este fino oficio se puso al servicio del cristianismo con la sensibilidad de Vasco de Quiroga, quien considerando las tradiciones de la cultura purépecha impulsó su continuidad en el mundo novohispano.24


La Virgen de San Juan de los Lagos antes de su restauración. Foto tomada de un cartel conmemorativo (Octubre de 2005)

La historia señala que el primer milagro de la Virgen de San Juan de los Lagos se dio en 1623. Pasaba por el pueblo, hacia Guadalajara, una familia de un volantín o maromero de origen español, quien viajaba con su esposa y dos hijas, a quienes adiestraba para que ejecutaran aquellas artes con las cuales saltaban por encima de estacas y espadas desnudas. Al parecer, refiere el relato, la menor de las hijas falló en el lance y cayó sobre una daga, muriendo así inmediatamente, ante los presentes y sus afligidos padres. La prepararon para sepultarla en la capilla del pueblo, y a dicho entierro acudieron muchos habitantes de este lugar, entre ellos una india de nombre Ana Lucía (María Magdalena, según algunos testigos),25 quien se compadeció del sufrimiento de los padres y les dijo que no se preocuparan, que la Cihuapilli, que significa “noble señora” en náhuatl,26 le daría la vida. De inmediato la india Ana Lucía sacó de la sacristía la imagen y la niña, que estaba muerta, se levantó viva y sana.27

Cuenta la historia que la india Ana Lucía, esposa del sacristán de la capilla y cuidadora de misma, refirió que la Virgen, además de hablar con ella, todas las noches se pasaba al altar mayor, seguramente llevada por ángeles, y que cada uno de esos días la anciana la regresaba a la sacristía.28

En muestra de agradecimiento, el volantín pidió a los habitantes de San Juan llevar la imagen a Guadalajara con algún pintor o escultor para que la arreglara. Así fue que esa misma noche tocaron a la puerta de la posada, donde la familia se hospedaba, unos mancebos preguntando si había algo de pintura o escultura para arreglar, y temprano en la siguiente mañana, incluso antes de que el volantín se levantara de la cama, después de que dichos jóvenes hicieron el trabajo, se lo enviaron sin esperar a reclamar pago alguno, viendo después el volantín que habían sido ángeles quienes habían dado sus servicios a la Virgen. Entonces el maromero regresó a contar lo sucedido y para volver la imagen a su sitio, que desde entonces fue el altar en donde anteriormente amanecía todas las mañanas.29 Como se ha dicho, todo lo anterior sucedió según se relata en el año de 1623, año a partir del cual comenzaron a arribar con frecuencia peregrinos a este santuario, llamados por los maravillosos milagros de la Virgen de San Juan.

Al parecer el cambio de cosmovisión que va de la deidad mesoamericana a la imagen católica, de la ritualidad indígena a la veneración mariana, se da a lo largo de un siglo, tiempo necesario para la reestructuración o adaptación de las creencias a los principios de la nueva religión. Tres casos pueden tratarse como representativos de este tiempo de “conversión”: en Querétaro, el de Nuestra Señora de El Pueblito, el más importante a nivel nacional, el de Guadalupe, y el propio de la Virgen de San Juan.

Desde la fundación de Querétaro, en el año de 1531, pasaron más de 100 años para que se cambiaran los rituales en el adoratorio de El Cerrito por la veneración de la Virgen de El Pueblito. Al ver que pasó más de un siglo y que los indios de Querétaro seguían en sus rituales paganos, el cura fray Nicolás de Zamora encargó a fray Sebastián de Gallegos, gran escultor, la elaboración de la imagen de la Purísima Concepción, que después el señor cura colocó en una ermita al pie del basamento piramidal de El Cerrito, siendo aceptada así por los indígenas. Para el año de 1648, la fama de la imagen ya era conocida por milagrosa en la región.30

En el cerro del Tepeyac, 118 años tuvieron que pasar para que se difundiera un texto clave de la cristianización de la cosmovisión de los indígenas. Ese tiempo pasó de la primera aparición de la Virgen de Guadalupe en 1531 hasta la primera publicación del “Nican mopohua”, aquel relato de Valeriano que escoge cantos y flores, lo verdadero en la tierra, la palabra y la realidad preciosa que lleva Tonantzin Guadalupe y que se muestra en la tilma de Juan Diego. El “Nican mopohua”, con su primera publicación en 1649, incorporó en sí aquello que pareció adecuado de la antigua visión indígena del mundo.31

En San Juan, desde su fundación del pueblo, entre 1530 y 1533, y el registro del primer milagro de la imagen de la Purísima Concepción, en 1623, con la posterior afluencia de peregrinos a visitarla en la capilla, pasaron también casi 100 años. En esta cristianización, la anciana Ana Lucía, quien “barría el templo” como las ancianas sacerdotizas nahuas del occidente de Mesoamérica, juega un papel central en ese evento extraordinario, pues facilita la herencia de costumbres religiosas.

En la época colonial, desde el año de 1661, se registraron numerosos eventos que se refirieron como milagrosos. La imagen llevó a las fiestas de la Semana Santa a ángeles cantores, revivió a un niño mulato de alrededor de siete años que había sido muerto por un perro, sanó a la esposa de un vecino de Aguascalientes que después prometió ir a dar servicios al santuario, y al no hacerlo murió su mujer de un espanto, proveyó aceite para una lámpara de la capilla que ya no podía usarse, curó a un mulato de Aguascalientes tullido de ambas piernas, también a un capitán vecino de Jalostotitlán que había padecido por más de cuatro años un tremendo dolor de estómago para el que no encontraba remedio, revivió a un albañil que en la obra del santuario de la Virgen cayó de un andamio y murió, convirtió a la vida religiosa a un pintor español que, al ver una gran luz que brotó de la imagen, confesó sus pecados y se arrepintió, y le hizo recobrar la vista a un anciano creyente que después rogó escrupulosamente seguir viendo sólo si era para su propio bien y volvió a quedar ciego para conveniencia de su salvación. Así la Virgen intervino, según se refiere, para sanar a enfermos, convertir a pecadores y concretamente a ladrones de aquel santuario, revivir a muchos hombres, mujeres, niños y hasta perros, y cambiar así las condiciones de quienes sufrían una vida de padecimientos o una desgracia fatal. De Guadalajara, México, Puebla y demás ciudades de la Nueva España fueron a visitarla; de Filipinas, España y Perú llegaron a ver a la Santísima Virgen de San Juan para ser beneficiados por la milagrosa Señora.32

 

Desde el siglo XVII se han acompañado los milagros de esta imagen con agradecimiento expresados en exvotos, que describen de forma sencilla el favor recibido. Los también llamados “retablos” llevados a la Virgen pueden encontrarse hoy desde el siglo XIX, pues los anteriores fueron extraviados por alguna razón desconocida. Los exvotos del siglo XIX, provenientes de diversos puntos de la República mexicana, dan cuenta de que los creyentes vieron que la Virgen hizo por ellos milagros tales como el logro de un parto exitoso después de haber muerto la criatura dentro del vientre de la madre, la curación de un enfermo de pulmonía o la recuperación de tres bueyes. Para el siglo XX, los fieles a Nuestra Señora de San Juan de los Lagos le agradecieron, entre otras cosas, por evitar el fusilamiento de dos de ellos, por resultar ilesos en años de combate en la Revolución mexicana, por salvar sus vidas en una desastrosa inundación o en la caída de un rayo.33

En la actualidad, los exvotos siguen manifestando el agradecimiento de los creyentes por los beneficios recibidos. A la Virgen la creencia popular le reconoce, por ejemplo, el regreso con bien de un militar de la primera guerra de Irak en 1991, la terminación exitosa de estudios técnicos o universitarios, la adquisición de una casa o la recuperación de un pozo que se estaba secando. De migrantes se han encontrado exvotos que agradecen haber logrado pasar el río Bravo, estar bien después de caer en un barranco escapando de “la migra”, tras haberse perdido en el desierto o recibido una picadura de víbora.34

Parece cierto que en la religiosidad popular muchas situaciones que el pensamiento moderno atribuiría a cuestiones naturales han sido consideradas como fenómenos extraordinarios, lo que manifiesta claramente que, en este cristianismo popular, para el creyente siempre está presente lo divino dentro de la cotidianidad, fundiéndose así lo profano y lo sagrado.

Además de los relatados eventos milagrosos, la fe ha hecho que millones de personas caminen año tras año a ver a la Virgen de San Juan de los Lagos, en parte para pedir dichos favores o para pagar de algún modo los ya recibidos. En el año de 1666 se registraron dos mil peregrinos al santuario que alberga aquella imagen milagrosa.35 A finales del siglo XVII la concurrencia alcanzaba más de 10 mil personas.36 Alrededor de cinco millones de peregrinos acuden anualmente en un año a visitar a la Virgen en la Basílica de San Juan de los Lagos, según refiere un sacerdote de la diócesis.37 Algunos de ellos siguen después de llegar a la basílica al cercano pueblo de Mezquitic, y otros más continúan aún por más días hasta llegar al santuario del Santo Niño de Atocha, que viste de peregrino,38 en Plateros, Zacatecas.


Recuento histórico de San Juan de los Lagos

San Juan ha sido a través del tiempo un espacio de asentamientos mesoamericanos, una región inmersa en la Conquista y evangelización, el pueblo de indios de Mezquitic, el centro españolizado de San Juan de los Lagos, un punto de la lucha cristera y testigo vivo de la actualidad indígena. La comprensión de estos momentos de su historia, como veremos posteriormente, nos permitirá entender de mejor manera la religiosidad popular que en torno a San Juan se vive, mediante la Virgen y su santuario.

En tiempos mesoamericanos

Las observaciones más notables señalan que los asentamientos prehispánicos de sociedades sedentarias de la región de Los Altos de Jalisco datan de antes del siglo XII. De los primeros siglos de nuestra era encontramos el florecimiento de lo que hoy es la zona arqueológica de El Cerro Encantado, cerca de Teocaltiche; el sitio de El Cuarenta, en el actual municipio de Lagos de Moreno, fue ocupado probablemente en dos fases, del periodo clásico primero del 500 al 750 d. C. y posteriormente del 750 al 1000 d. C. como resultado de una fase de expansión mesoamericana; el asentamiento de El Cerrito, en Valle de Guadalupe, fue el centro de una sociedad del 600 al 1150 d. C. aproximadamente.39 Teocaltitán, el Cerro Támara cerca de Jalostotitlán, y Tlacuitapan próximo a Lagos de Moreno, son otras de las zonas arqueológicas identificadas en la región cercana a San Juan, todas con fechas anteriores al año 1200.40 Según otros estudios, más asentamientos en la región de Los Altos de Jalisco se han encontrado para este periodo, en una primera fase del 200 a. C. al 300 d. C. y una segunda del 300 al 900 d. C.; algunos asentamientos estudiados son La Mesa de los Acahuales, Cerrito Santa Teresa y La Mina, además de otros sitios.41 En las zonas arqueológicas de la región alteña de Jalisco se pueden identificar fuertes lazos con Chupícuaro, en Guanajuato, y con La Quemada y Chalchihuites, en Zacatecas.42

En los años posteriores al siglo XII, primero los tecuexes y luego los cazcanes aliados con los mexicas fueron los grupos étnicos que ocuparon la región cercana a San Juan de los Lagos y el mismo pueblo, por lo menos hasta la Conquista. Los cazcanes eran grupos que hablaban un dialecto primitivo nahua, llamado tocho, mexicano corrupto o nahual; eran seminómadas, grupos que en temporadas se asentaban para las labores agrícolas y en otras se dedicaban a la caza y recolección; practicaban, como todas las tribus de la región, el sacrificio humano dentro de sus ritos. Este poblamiento de cazcanes se da con la peregrinación de Aztlán, después del año de 1113.43 Fueron además de aquellos grupos que opusieron mayor resistencia a la dominación española.

Por otro lado, es un hecho que hasta el año 2004 no se tenían registradas zonas arqueológicas en la ciudad de San Juan de los Lagos y sus alrededores, basándonos en datos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.44 Precisamente, en el marco de esta investigación se logró el primer estudio y registro de la zona.

Dentro de las conclusiones iniciales se indica que el sitio arqueológico es anterior a los Tecuexes, pretolteca, y que es difícil identificar étnica o lingüísticamente una correlación con sus habitantes originales. Por la cerámica al negativo, los bordes revertidos y las hachas de garganta se sitúa en el epiclásico (600-900 de nuestra era).

Señala además que fue un lugar de culto retomado por los pueblos que le sucedieron y considera que el sitio es de una misma tradición cultural que Tlacuitapan, Teocaltitan y Támara, y que a su vez están enmarcados en una provincia con mayor número de asentamientos y centros ceremoniales. En el mapa de registro se ve claramente cómo en los márgenes del río San Juan y su continuación al oriente, el río Lagos, se localizan los sitios Mezquitic, el Mixtón (Jalisco), Tlacuitapan y San Antonio de la Garza. De la misma manera, hacia el occidente en el río Jalostotitlán se localizan Teocaltitán y Támara45 (ver mapa 2). Algunos autores subrayan la identidad nahua de la población de la región y lo argumentan con la toponimia nahua de los pueblos alteños. El arqueólogo Otto Schondube considera que la religión de los habitantes en el occidente antes del 900 era de culto a los antepasados, ritos de paso y fertilidad y después del 900 tiene influencia tolteca.46

MAPA 2

Zonas Arqueológicas de una misma tradición cultural


Conquista de la región

La conquista de la zona norte y occidental de Mesoamérica y de las etnias llamadas chichimecas fue sumamente violenta. Un caso representativo es el de la población de Xalisco, en el actual estado de Nayarit. Dentro de la expansión del reino de la Nueva Galicia, cuyo gobernador era Nuño de Guzmán, alrededor del año de 1530 y después de algunos conflictos para la conquista del pueblo de Xalisco se llevó a cabo una expedición con el fin de conquistar a como diera lugar a los naturales, de lo que resultó que fueron apresados más de mil esclavos y fue quemado uno de los mayores señores de dicho pueblo.47

El evento al que se alude comúnmente para señalar la conquista de la región de Los Altos de Jalisco es el de la Guerra del Miztón.48 Este es el nombre con el que se conoce a la gran rebelión indígena que se presentó desde Nayarit hasta Zacatecas y otros lugares al sur, en la que sólo en la provincia de Jalisco se alzaron más de 50 mil. Eran los pueblos chichimecas asentados en la frontera norte de Mesoamérica que habían llegado ahí tras las expansiones teotihuacana y tolteca, y que ya tenían noticia de lo que habían sufrido los pueblos nahuas del centro de México a la llegada de los conquistadores. Francisco Tenamaztle, originario de Nochistlán, fue el indio que encabezó esta natural defensa, lucha convocada por los sacerdotes y sacerdotisas que hicieron escuchar el tlatol, la palabra, a sus pueblos,49 y en la cual también participó como dirigente don Diego “El Zacateco”.

No se pone en duda que esta guerra fue de defensa de la libertad de los pueblos indígenas, y de oposición al trato que ellos sufrían. Ya había señalado don Vasco de Quiroga, cuando era oidor de la Audiencia de México, que en la provincia de Galicia de la Nueva España habían hecho esclavas a mujeres con hijos de pecho y les habían herrado.50 Era evidente la situación de opresión a la que se negaban los indios rebeldes. Según escribió fray Bartolomé de las Casas, quien fue abogado defensor de Tenamaztle en Valladolid adónde fue enviado preso tras su entrega, Nuño Beltrán de Guzmán había arrasado y destruido ochocientos pueblos.51 Cinco de cada seis indios murieron en la región de Jalisco,52 en parte por las muertes causadas a través de la violencia, en otra por las enfermedades traídas por los españoles, que en lengua mexicana y caxcana llamaban cocoliztle, que era enfermedad contagiosa que se pega y mata, pues ya de nada les valía llamar como antes a las indias viejas, que con la boca les chupaban en aquella parte que les dolía, de la que estaban heridos o enfermos.53

Alrededor del año de 1540 comenzó la guerra y hasta 1551 seguía en tierras de Nayarit. El 28 de septiembre de 1541 los hombres de Tenamaztle invadieron Guadalajara, donde quemaron el único templo. La incursión fue repelida y el ejército que buscaba sitiar la ciudad regresó a sus peñoles, no para apaciguarse sino para mantenerse amenazante. Después los españoles siguieron la persecución ayudados, según se relata, por el señor Santiago,54 a lo que el padre Frejes comentó: “No es la primera vez que los conquistadores ocurren a la intervención de los santos para cohonestar y autorizar sus crímenes. ¿Qué tenía que hacer Santiago con los inocentes indígenas, que solamente se defendían de una agresión injusta?”55

 

Los españoles avanzaron por Nochistlán, por lo que luego de ser derrotados los alzados en el peñol de dicho lugar, se agruparon en el del Miztón, cerca de Juchipila, Zacatecas (ver mapa 3), principal baluarte de los grupos rebeldes. La victoria tras la batalla sangrienta en diciembre de 1541 fue para los españoles, quienes atacaron con ochenta mil hombres comandados por el virrey Antonio de Mendoza. Más de 5 mil esclavos fueron trofeo de campaña.56 Sin embargo, a pesar de la pacificación y posterior captura de Tenamaztle, la resistencia chichimeca se prolongó por más de dos siglos.57

Luego de la batalla del peñol de Nochistlán, Tenamaztle intentó por primera vez negociar su rendición por la libertad de los suyos, pero al ver que seguían las prácticas que en las encomiendas el mismo Tenamaztle llamaba de cautiverio y servidumbre, volvió a levantarse.58 Una vez que se entregó, después de otros nueve años de batallas, Tenamaztle dejó ver en el proceso de su defensa en el Real Consejo de las Indias, en Valladolid, con fray Bartolomé de las Casas, que su lucha era por la libertad y justicia de su pueblo, pues se ofrecía como pacificador y hasta evangelizador mientras se garantizaran dichas condiciones. En un argumento de su defensa, se refiere que Tenamaztle y su gente habían recibido pacíficamente a los españoles, particularmente a los misioneros, pero que aun así fueron muertos, esclavizados y desposeídos de sus tierras, a lo que respondieron huyendo a los montes y defendiéndose legítimamente contra tales agresiones. Se trataba, entonces, de defender un derecho “natural, humano y divino” de los indios a su libertad, sus tierras y a sus autoridades, y no de una rebelión contra el Rey, como sus acusadores habían dicho. Por otra parte, según argumentaba De las Casas, la aceptación del Evangelio debía darse libremente y a través de la persuasión.

En sus testimonios, Francisco Tenamaztle hizo referencia a muertes, quemas de pueblos y esclavizaciones en las que se marcó con hierro a los indígenas. Testimonios de algunos frailes confirman que la esclavitud y la persecución para dar muerte fueron las causas que alzaron a los indios.59 Era tal la opresión vivida y sufrida por los naturales, que llegaron a acordar los varones no tener acceso a sus mujeres ni a otras, para no procrear, o buscar formas con las cuales impidieran el nacimiento de nuevas generaciones;60 con este mismo fin de no dejar a otros padecer las horribles condiciones que ellos vivían, mataban las mujeres a sus hijos al parirlos.61

Evangelización de la región chichimeca

No todos compartían la visión solidaria de Tata Vasco y fray Bartolomé, como Diego de Basalenque, que describe cómo “habiendo echado a los demonios de aquellos lugares (…) y de cuevas tenebrosas, que habían sido habitación del padre y príncipe de las tinieblas, quedaron hechas todas aquellas provincias unas hermosísimas iglesias”; para Basalenque el indio sólo podía verse libre del demonio con el trabajo forzoso, recurso para escapar de la pereza, la embriaguez y la lujuria.62

Hubo visiones encontradas de la Guerra Chichimeca. Por ejemplo, Fray Guillermo de Santa María escribió “escrupulosamente” en 1575 un tratado “para que se vea y entienda la justificación de la guerra”.63 Por su parte, fray Diego Muñoz describe a los chichimecas en 1585 con la intención de que “se entienda con cuánto trabajo y perseverancia de los ministros se convierten los indios”.64 Ambos parecen estar de acuerdo en valoraciones tales como que “son gente infiel de bestial fiereza”, “por todo extremo crueles”, “andan juntos en manadas movedizas”, “muchas veces les acontece parir caminando como oveja o vaca”, pero en un mundo de religiosidad dominante Santa María afirma que “tienen en todo depravada la naturaleza”, que “ningún género de ídolo se les ha hallado, ni cu, ni otro altar”, mientras que Muñoz dice que adoraban al demonio y que “adoran ídolos de piedra y barro”.

Cuando se trata de la guerra, Muñoz afirma: “La guerra que traen más continua y con mayores fuerzas (…) es con españoles, causada (…) por entrarles en su tierra, cebados de la codicia de las ricas minas de plata, que las más veces les causa cruel y miserable muerte”.65 En cambio, Santa María justifica la guerra de los conquistadores por ser la guerra defensiva de los daños, quemas, muertes y robos, y ofensiva para castigar a los indios por apóstatas, sacrílegos, incendiarios, ladrones, abigeos, y concluye que “con justicia se pueden hacer esclavos, por serles menos dañoso y pena más piadosa que matarlos o mancarlos”, siendo su fin “el bien de paz, seguridad en los caminos y quietud, conversión de los indios chichimecas a Dios Nuestro Señor y a Su Santa Fe, y apartarlos de tan mal vivir”.66

Lo único que se puede comentar es unirse a fray Juan López, quien en 1583 escribió al rey: “Los agravios y molestias que estos pobres naturales reciben de los españoles son muy notables, y sus clamores llegan hasta el cielo”.67

Desde el inicio de la conquista estuvieron a la orden del día distintos debates en relación con los indios, su evangelización y la conquista de las nuevas tierras. Había discusiones sobre la capacidad de los indios de recibir la religión cristiana o si eran “una especie en sí”, a lo que Zumárraga afirmaba que no tenía duda de la capacidad y suficiencia en los naturales, afirmación que otros reforzaban al decir que la intención del príncipe católico era su conversión y no su destrucción. Los que estaban a favor de la conquista pacífica pedían evangelizar sin el acompañamiento armado. También se debatía si era justificada o no la esclavitud de los originales, o el trabajo forzoso y los repartimientos, discusión dentro de la cual algunos pedían acabar con la servidumbre que implicaba el sistema de congregaciones para los chichimecas. En la guerra algunos recomendaban cautela estableciendo presidios y evitando agravios; algunos pedían el aislamiento de los indios, “separados de los españoles, porque se los van comiendo como los peces grandes, porque no les dejan casa ni tierra ni hija ni mujer”.68 Un punto muy delicado y que invocaban frecuentemente los conquistadores eran los sacrificios humanos y la costumbre de comer carne humana por parte de los naturales, a lo que algunos respondían que “se inmolan muchos más hombres por la guerra de las Indias que por ninguna tiranía de los bárbaros”.69

Lo que prevaleció sobre los principios fue el pragmatismo, la destrucción de los sitios sagrados, el rechazo a admitir clero indígena; y en cuanto a los hospitales, por un lado se admitía a los curanderos y, por otro, se pedía “que los indios hechiceros sean apartados de los demás por las ceremonias sospechosas y supersticiones”.

Muchos prefirieron la llamada “evangelización protegida”: luego de invadir territorio ajeno, afirmaban que “si la vida de uno peligra es lícito defenderse”, respaldados por el entendido de que las Indias pertenecían a la Corona de España por la bula papal del 3 de mayo de 1493, con la que el uso de la fuerza podía ser lícito cuanto esto resultaba imprescindible para asegurar la obra de evangelización.

La guerra y el cautiverio no se permitían: “salvo en caso que los dichos indios no consintiesen que los dichos religiosos o clérigos estén entre ellos (…) y si no quisieren darnos la obediencia, o no consintiesen, resistiendo o defendiendo con mano armada que no se busquen minas ni se saque dellas oro o los otros metales que se hallaren”.70

Origen y refundación del pueblo de San Juan Bautista de Mezquitic

Dentro de esta historia de conquista y evangelización de la región de Los Altos de Jalisco, está la del poblado que hoy conocemos como San Juan de los Lagos. A pesar de que la resistencia chichimeca siguió por más de dos siglos en varias regiones serranas, en términos generales para 1542 empezaba la guerra de sometimiento de la gran chichimeca. Coinciden con estas fechas de derrota de los indios en el Miztón, las fundaciones de muchos pueblos de la región, con el sistema de encomiendas o congregaciones, con el que indios de distintos pueblos eran deportados de sus tierras para formar otros poblados bajo control español. En este momento se refundó también el pueblo de San Juan Bautista de Mezquitic.71

Los cronistas e historiadores locales han discutido acerca del origen de San Juan. Con cierto tufo hispanista, algunas personas que narran la historia de San Juan niegan sin mayores argumentos un nombre indígena original del pueblo como sería Mezquititlán o Mezquitic, y el mismo origen indígena de San Juan. Del primer posible nombre hay que decir que no aparece en ningún documento sino hasta el año de 1722, con lo que bien podría afirmarse que no es un nombre original cierto. Para negar el segundo, San Juan Bautista de Mezquitic, las argumentaciones se basan en que desde textos de principios del siglo XVII se nombran separados los nombres de San Juan y Mezquitic, y en que a estos pueblos hoy los separan cinco kilómetros.72 Además se habla de que es posible que San Juan haya sido fundado hasta 1542 por fray Miguel de Bolonia, con indios nochistlecos provenientes de San Gaspar, y éstos a su vez de Nochistlán,73 por cierto, tierra de Tenamaztle.

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