Czytaj książkę: «Jesús, Maestro interior 5 »
OBSERVACIONES ÚTILES
PARA PRACTICAR LA LECTURA ORANTE
DEL EVANGELIO
1. Nota. Conviene que todos los que desean practicar la «lectura orante del Evangelio» lean detenidamente la presentación que hago de esta práctica en el volumen 1 de esta obra, capítulo 10 (pp. 121-135). Esto les ayudará a entender y practicar desde el comienzo la lectura orante del Evangelio, inspirada en la tradición de la lectio divina.
2. Advertencia importante. Quien realiza la lectura orante del Evangelio no ha de olvidar nunca que todas las orientaciones y sugerencias que encuentre en este libro no han de sustituir o suplantar su propia actividad personal. Esto quiere decir que cada persona ha de decidir cuánto tiempo le dedicará a cada texto evangélico y a cada momento (lectura, oración…). Será también cada cual quien vea qué sugerencias le ayudan o cuáles deja de lado a la hora de meditar, orar… Esta responsabilidad personal es decisiva para una lectura eficaz del Evangelio.
3. Ritmo semanal. Dado el estilo de vida actual y las dificultades que tenemos para encontrar un tiempo de recogimiento y silencio, esta propuesta está pensada para dedicar a cada texto evangélico una semana, de tal manera que cada persona pueda encontrar los días y los momentos más adecuados para hacer su lectura orante.
4. Antes de iniciar la sesión. Al comenzar la sesión y antes de iniciar la lectura del Evangelio, cada cual se preocupará de recogerse. Cerramos los ojos… nos relajamos… respiramos con calma… despacio… sin forzar. Vamos acallando nuestro ruido interior. Tomamos conciencia de lo que vamos a hacer: «Voy a escuchar a Jesús; Dios me va a hablar por medio de él, ¿qué escucharé en estos momentos de mi vida?». Podemos repetir dos o más veces alguna invocación: «Jesús está en mí», «Tú me miras con amor», «Tus palabras son espíritu y vida», «Señor, muéstrame al Padre»… Es bueno que cada cual aprenda a recogerse y a hacer silencio de manera personal y creativa. Esta breve pausa para disponer nuestro corazón puede cambiar profundamente nuestro acercamiento al Evangelio.
5. Lectura del texto evangélico señalado. Si es necesario, lo podemos leer más de una vez. Leemos el texto muy despacio. No tenemos prisa alguna. Lo importante es captar bien lo que el texto nos quiere comunicar. Si lo leemos despacio, muchas palabras que hemos escuchado tantas veces de forma rutinaria empezarán a tocar nuestro corazón. Después de leer el texto, se puede también leer el comentario que ofrezco para captar mejor lo que dice el autor.
En cualquier caso, hemos de fijarnos en las «palabras» que más nos llaman la atención. Pero, sobre todo, centramos nuestra atención en Jesús. Tenemos que captar bien qué es lo que dice y qué es lo que hace. Hemos de grabar en nosotros sus palabras y sus gestos. Poco a poco iremos descubriendo el estilo de vivir de Jesús. Y poco a poco iremos aprendiendo de él a vivir como él.
6. La meditación. No basta con entender bien el texto escrito por el evangelista. Esa lectura es todavía algo exterior que puede quedar solo en nuestra mente. Ahora, en la meditación, nos disponemos a escuchar interiormente el mensaje que nos llega de Jesús, nuestro Maestro interior. Lo hacemos repitiendo y saboreando las palabras y los gestos de Jesús; escucharemos de él llamadas, verdades que nos dan luz, caminos nuevos que nos atraen hacia él…
En el libro se ofrecen diversas sugerencias para escuchar interiormente el mensaje que nos llega de sus palabras o sus gestos. Cada cual puede seleccionar las que le ayuden a escuchar mejor lo que Jesús le comunica a él personalmente.
7. La oración. Hasta ahora hemos estado escuchando el Evangelio y acogiendo y meditando el mensaje de Jesús, nuestro Maestro interior. En este momento le respondemos. Lo hacemos desde nuestro corazón. Nuestro agradecimiento despertará en nosotros un diálogo sencillo con Jesús. Esta oración puede ser de gran variedad: agradecimiento por la luz que hemos recibido, invocación para que reavive nuestra fe, deseo sincero de caminar por los caminos concretos que se nos van abriendo, decisión de seguir liberándonos de nuestro falso ego…
En el libro se ofrecen sugerencias para despertar esta oración dirigida a Jesús, pero cada persona ha de ver si le ayudan a mantener con Jesús un diálogo sincero, auténtico, nacido desde su propio corazón.
8. La contemplación. De esta oración agradecida vamos pasando de forma casi natural a lo que la tradición llama «contemplación», es decir, una oración de quietud y descanso solo en Dios. A esta contemplación nos vamos acercando cuando vamos acallando todos nuestros ruidos y permanecemos en silencio interior, descansando en el misterio del amor insondable de Dios.
Esta contemplación no es algo reservado a personas selectas. No hemos de preocuparnos de si hemos llegado o no a una oración realmente contemplativa. Si nos distraemos, volvemos con paciencia a recogernos. En el libro se ofrecen algunas breves invocaciones, tomadas de los salmos, para disponer nuestro corazón a un silencio contemplativo.
9. El compromiso. La lectura orante del Evangelio no termina en la contemplación, sino en nuestra vida concreta de cada día, pues el verdadero criterio de nuestro encuentro con Jesús, nuestro Maestro interior, y con Dios es la conversión práctica. A lo largo de nuestro recorrido, la lectura orante del Evangelio nos invitará de manera permanente a tomar decisiones para renovar interiormente diversos aspectos de nuestra vida cristiana.
Esta renovación interior se concretará, sobre todo, en una doble dirección: aprender a vivir específicamente la espiritualidad de Jesús en estos tiempos de crisis y, en consecuencia, aprender a vivir abriendo caminos concretos al proyecto humanizador del Padre: lo que Jesús llamaba el «reino de Dios». Las sugerencias que ofrece este libro solo tienen la finalidad de recordarnos a todos la invitación a concretar y revisar nuestros compromisos personales. Así evitaremos practicar una lectura del Evangelio vacía de verdadera conversión.
10. Las sugerencias que aparecen al final de cada tema sobre plegarias para pronunciar juntos o información de cantos, aunque pueden servir para todos, son para ser utilizadas más precisamente en las sesiones que se realizan en grupo en parroquias, monasterios o casas de ejercicios.
ENCUENTRO EN GRUPO
1. Antes del encuentro
1. Preparar y cuidar el lugar
– Oratorio
– Capilla en algunas parroquias
– Monasterio
2. Ambientar con algún signo, si parece oportuno
– Biblia
– Icono
– Cirio encendido
3. Música suave, si parece oportuno
4. Asientos cómodos
5. Entrar y sentarse en silencio
2. Rasgos del encuentro
1. Conducido por un guía
2. Duración: en torno a una hora
3. Texto evangélico: trabajado en el propio hogar
4. En silencio: solo interrumpido para cantar o pronunciar alguna oración
3. Guion del encuentro
1. Preparación inicial
– Canto de entrada
– Invitación (guía)
– Breve silencio
2. Proclamación del Evangelio (el tiempo oportuno)
– Breve invitación (guía)
– Proclamación del texto por un participante
– Silencio: los participantes pueden leer el texto en su libro
– Canto
3. Meditación del Evangelio y diálogo con Jesús (15 minutos)
– Invitación (guía)
– Silencio
4. Compartir la experiencia que hemos vivido al hacer la lectura orante del texto (el tiempo oportuno)
5. Despedida
– Canto o plegaria
– Padrenuestro (todos juntos, de pie, con las manos unidas)
– Abrazo de paz
SUGERENCIAS PARA EL GUÍA
Nota. La mejor preparación para guiar el encuentro es hacer previamente la lectura orante del texto que será proclamado en la parroquia, monasterio o casa de espiritualidad.
1. Sugerencias para el inicio del encuentro
1. Primeras palabras:
– Nos sentamos cómodamente, nos relajamos.
– Nos hacemos conscientes de nuestra respiración. Respiramos despacio, con calma, sin forzar nada.
– Vamos acallando nuestro ruido interior. Hacemos silencio.
2. Repetir:
– Señor Jesús, estás en mi corazón (dos, tres, cuatro veces).
– Señor Jesús, estás en lo íntimo de mi ser (dos, tres, cuatro veces).
3. Repetir estas u otras frases:
– Jesús, tú me miras con amor.
– Me quieres como soy.
– Me amas con ternura.
– Te siento cerca.
– Necesito tu ayuda.
– Me das paz.
2. Al proclamar el Evangelio:
– Tus palabras son espíritu y vida.
– Tú tienes palabras de vida eterna.
– Maestro, ¿dónde vives?
– Señor, que se me abra mi corazón.
3. Al iniciar la meditación del Evangelio:
– Creo, Señor, ayuda a mi poca fe.
– Hágase en mí según tu palabra.
– Señor, si quieres, puedes limpiarme.
– Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero.
– Maestro, que vuelva a ver.
– Ten compasión de mí, que soy pecador.
– Señor, dame de esa agua y no tendré más sed.
4. Acción de gracias al final del encuentro:
– Es bueno dar gracias al Señor.
– Dios mío, te daré gracias por siempre.
– Damos gracias al Señor, porque es bueno.
– Te damos gracias, porque nos has escuchado.
– Alma mía, recobra tu calma, que el Señor ha sido bueno contigo.
– El Señor ha estado grande con nosotros y estamos contentos.
PRESENTACIÓN
En el volumen cuarto hemos centrado nuestra lectura orante del Evangelio a reavivar en nosotros y en nuestras comunidades la espiritualidad de Jesús, alentada por la compasión como principio de actuación. Este principio es clave para romper la indiferencia que va creciendo en la sociedad del bienestar hacia los que sufren. Por eso, antes que nada, hemos escuchado la llamada de Jesús: «Sed compasivos como vuestro Padre» (capítulo 9); después, hemos estado aprendiendo a actuar como Jesús, movidos por la compasión (capítulo 10); por último, hemos escuchado su llamada a vivir siempre dispuestos a perdonar como nos perdona Dios, ese Padre que nos ama con entrañas de Madre (capítulo 11).
En este volumen quinto vamos a dar un paso decisivo, pues nos vamos a centrar ya en el proyecto humanizador del reino de Dios. Escucharemos a Jesús, que nos anuncia la Buena Noticia que ningún profeta se había atrevido a proclamar: «El reino de Dios está llegando», y meditaremos los rasgos más importantes de ese proyecto del reino de Dios (capítulo 12). Escucharemos la llamada de Jesús a ir por delante de él sembrando el proyecto humanizador del reino de Dios en la sociedad posmoderna de nuestros días (capítulo 13).
CAPÍTULO 12
EL PROYECTO HUMANIZADOR
DEL REINO DE DIOS
SIGNOS DE NUESTRO TIEMPO:
RESISTENCIA AL EVANGELIO
Hace ya bastantes años, J. B. Metz publicó un pequeño libro que causó verdadero impacto entre los católicos alemanes. Se titulaba Más allá de la religión burguesa. Según el prestigioso teólogo, los cristianos de las sociedades desarrolladas vivimos cautivos de una religión burguesa. No le faltaba razón. Desde hace algunas décadas venimos interiorizando actitudes como el bienestar, la seguridad, el individualismo, el éxito… que disuelven actitudes genuinamente cristianas como la lucha por una sociedad más humana, la solidaridad con los que sufren, la defensa de los pobres o el amor desinteresado.
Hoy se habla ya de un «cristianismo estéril» que no cambia los corazones, de una práctica religiosa que nos tranquiliza y nos confirma en nuestro bienestar; haciéndonos cada vez más indiferentes al sufrimiento de los pobres y hambrientos; viviendo un amor privado y excluyente que ha renunciado a la justicia para todos. Un cristianismo cada vez más sordo a la llamada de Jesús a comprometernos en el proyecto de humanizar el mundo. El proyecto de Dios que Jesús llamaba «el reino de Dios».
Otro pequeño libro escrito recientemente por José María Castillo me ha recordado la denuncia del teólogo alemán. En este libro, titulado El Evangelio marginado, el autor expone de manera clara y valiente cómo y por qué en la organización y gestión de la Iglesia se le concede con frecuencia más importancia a esa religión burguesa que al Evangelio. Por eso, el autor considera que es extremadamente difícil que la Iglesia «se pueda ver, en este momento, como prolongación y presencia del reino de Dios, tal como lo quiso Jesús».
Más recientemente, J. M. Castillo ha hablado de La resistencia al Evangelio, pues afirma que, si uno intenta ahondar en el problema, se ve obligado a decir que «no se trata simplemente de que, en gran medida, hayamos “marginado” el Evangelio. Lo peor de todo es que “nos resistimos” a vivirlo y cumplirlo». Sé que esta visión de Castillo puede provocar verdadero escándalo, pero creo que ha de hacernos pensar, y mucho.
Es cierto lo que dice: «Si algo hay patente y repetido en los evangelios es que la convicción y la conducta central que exige el Evangelio es “seguir a Jesús”». Vivo cada día más convencido de que el único camino para iniciar una verdadera conversión en la Iglesia es volver a Jesús. Y, más en concreto, pienso que necesitamos escuchar interiormente a Jesús para seguirle y para comprometernos a colaborar con él en el proyecto humanizador del reino de Dios.
Hay algo que me preocupa en estos momentos en que vivo empeñado en contribuir a recuperar en la Iglesia a Jesús como Maestro interior, promoviendo una lectura orante del Evangelio. Hay quienes dicen que la búsqueda de silencio interior y espiritualidad que se observa en la sociedad posmoderna se debe a que, una vez logrado el bienestar material, queremos ahora poseer también el bienestar interior. Sería lo más contradictorio con respecto a la espiritualidad de Jesús.
33
EL REINO DE DIOS ESTÁ LLEGANDO.
CONVERTÍOS
Al iniciar la sesión. Cerramos los ojos… nos relajamos… respiramos pausadamente… Vamos apagando el ruido que hay en nosotros… Voy a escuchar a Jesús… Es mi Maestro interior… Está en lo más íntimo de mi ser…
Marcos 1,14-20
14 Cuando arrestaron a Juan, Jesús marchó a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios.
15 Decía:
–Se ha cumplido el plazo y está llegando el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia.
16 Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando las redes en el lago. 17 Jesús les dijo:
–Venid detrás de mí y os haré pescadores de hombres.
18 Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
19 Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca reparando las redes. 20 Jesús los llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.
Después de haber leído en volúmenes anteriores dos rasgos decisivos de la espiritualidad de Jesús, como son su confianza total en el Padre y la misericordia como principio de actuación, nos disponemos en este volumen quinto a escuchar la llamada de Jesús a colaborar con él, abriendo caminos al reino de Dios: el gran proyecto humanizador del Padre.
LEEMOS
Propiamente, Jesús no enseñó una «doctrina religiosa» para que sus discípulos la aprendieran y difundieran por todo el mundo. Jesús anuncia más bien un «acontecimiento»: «El reino de Dios está llegando». El proyecto humanizador del Padre está ya en marcha. Esto que Jesús llama el «reino de Dios» es el corazón de su mensaje, la pasión que alentó su vida entera y la causa por la que fue crucificado. Estamos en un momento decisivo de nuestra lectura orante del Evangelio. En el texto que vamos a leer escucharemos la Buena Noticia del reino de Dios y la llamada de Jesús a colaborar con él abriendo caminos a ese gran proyecto humanizador de Dios Padre-Madre.
El texto que vamos a leer lo podemos dividir en dos partes. En la primera, después de una breve introducción, Jesús anuncia el reino de Dios. Marcos ofrece un resumen en cuatro puntos: «Se ha cumplido el plazo»; «está llegando el reino de Dios»; «convertíos»; «creed en la Buena Noticia».
En la segunda parte, Jesús llama a los cuatro primeros discípulos a seguirlo para colaborar en abrir caminos al reino de Dios: primero, a dos hermanos, llamados Simón y Andrés; luego, a otros dos hermanos, llamados Santiago y Juan.
1. Después de una breve introducción, Jesús anuncia la Buena Noticia del reino de Dios. Marcos nos ofrece un resumen: «Se ha cumplido el plazo»; «está llegando el reino de Dios»; «convertíos»; «creed en esta Buena Noticia» (vv. 14-15)
«Cuando arrestaron a Juan, Jesús marchó a Galilea». El rey Antipas ha encarcelado a Juan en la fortaleza de Maqueronte. La prisión pone fin a la actividad de Juan. Se apaga la voz del Bautista y se comienza a escuchar la palabra de Jesús. El Bautista solo ha sido el precursor. Ahora llega el que va a anunciar la Buena Noticia de Dios. La conversión no va a consistir, como pensaba Juan, en prepararse para el juicio de un Dios que llega a juzgar a su pueblo. Ahora Jesús va a llamar a la conversión para acoger a un Dios Padre que viene a reinar en el mundo para promover una vida más digna para todos.
Jesús abandona el desierto, que ha sido escenario del Bautista, y marcha a Galilea. La gente no tendrá que acudir al desierto, como en tiempos de Juan. Tampoco vuelve a Nazaret, a su antiguo trabajo de artesano. Será él mismo quien se acerque a las aldeas de Galilea. No se instala en una escuela, como los maestros de la Ley, que imparten su enseñanza a personas seleccionadas. No habla solo a quienes asisten los sábados a las sinagogas. Proclama abiertamente su mensaje allí donde está la gente. Habla a todos, en el campo y en las plazas, a la orilla del lago o en lo alto de alguna colina. Su vida itinerante por los poblados de Galilea, acompañado por sus discípulos, será el mejor símbolo de la llegada de Dios, que viene a reinar entre sus hijos.
Viene a Galilea a «proclamar la Buena Noticia de Dios». Jesús comienza a hablar un lenguaje nuevo. Está llegando el reino de Dios. No hay que seguir esperando por más tiempo. Ahora hemos de acogerlo. Lo que a Juan le parecía algo todavía lejano está irrumpiendo. Jesús abandona el lenguaje duro del desierto. El pueblo ha de escuchar ahora una Buena Noticia. Jesús comienza a contar parábolas que el Bautista jamás habría imaginado. Todo empieza a hablarles de la cercanía de Dios. Con Jesús todo empieza a ser diferente. El temor al juicio deja paso al gozo de acoger el reino de Dios. Ya nadie habla de su ira. Jesús invita a la confianza total en el Padre. Todos han de sentir la cercanía salvadora de Dios, incluso los más olvidados por el Templo y los más despreciados por los maestros de la Ley.
Decía: «Se ha cumplido el plazo y está llegando el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia» (v. 15). Marcos resume el contenido del mensaje de Jesús en cuatro frases. Las dos primeras hablan de un hecho que está aconteciendo: «Se ha cumplido el plazo» y «está llegando el reino de Dios». Las otras dos constituyen una importante exhortación: «Convertíos» y «creed en la Buena Noticia».
– «Se ha cumplido el plazo». Empieza un tiempo nuevo. Todo lo anterior va a quedar superado definitivamente. No hay que vivir mirando al pasado. Las promesas de Dios se están cumpliendo. Esto es lo que está experimentando Jesús. Hay que estar atentos a lo que está sucediendo y mirar hacia el futuro. Un día Jesús dirá: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios» (Lucas 9,62).
– «Está llegando el reino de Dios». Con una audacia desconocida en Israel, Jesús sorprende a todos anunciando algo que ningún profeta se había atrevido a proclamar: «Está llegando el reino de Dios». Jesús está ya experimentando la fuerza salvadora de Dios abriéndose camino entre nosotros para hacer nuestra vida más humana, digna y dichosa para todos. El Padre no quiere dejarnos solos con nuestros problemas, conflictos y contradicciones. Por eso, toda la vida de Jesús será una llamada a la esperanza. No es verdad que la historia tenga que discurrir necesariamente por los caminos de injusticias, abusos y sufrimientos que le trazan los poderosos de la tierra. Es posible un mundo diferente más justo, más solidario y fraterno, porque Dios lo quiere así. Es posible modificar la trayectoria de la historia, porque donde reina Dios reina la justicia, no los abusos; la igualdad, no lo mejor para nosotros; la fraternidad, no las guerras.
– «Convertíos». No podemos seguir viviendo como si Dios no estuviera actuando en el mundo. El término empleado por Marcos significa: «Cambiad de manera de pensar y de actuar». Dios no puede cambiar el mundo sin que nosotros cambiemos. Su voluntad de humanizar la vida se va haciendo realidad en nuestra respuesta a su proyecto. Hemos de despertar nuestra responsabilidad. Es posible dar una nueva dirección a la historia, porque Dios nos está atrayendo a todos hacia un mundo más humano. Él puede hacernos capaces de salir de otros «falsos reinos» –poder, dinero, consumismo, violencia…– para entrar en la dinámica del reino de Dios.
– «Creed en la Buena Noticia». Es decir, introducid en el mundo la confianza; despertad de la indiferencia; movilizad vuestras energías; creed que es posible humanizar el mundo. Pero no pensemos nunca que el reino de Dios es fruto de nuestro esfuerzo. No. Hemos de «creer» en la Buena Noticia del proyecto humanizador del Padre, es decir, «confiar» en el poder transformador del ser humano si realmente se deja atraer por Dios. Esto es creer en la Buena Noticia de Dios: «Dejarnos convertir, es decir, dejar que Dios transforme nuestra vida haciendo que seamos capaces de responder a su llamada» (X. Pikaza).
No estamos solos. Dios está sosteniendo el clamor de los que sufren y la indignación de los que reclaman justicia. Está también atrayéndonos a todos a trabajar por un mundo siempre más humano. Esta es la conversión que necesitamos en la Iglesia de hoy. Esta es la llamada que hemos de escuchar en nuestras comunidades cristianas. Necesitamos profetas del reino de Dios, seguidores de Jesús –hombres y mujeres– que colaboremos con él en el proyecto de hacer un mundo más humano.
2. Jesús llama a los cuatro primeros discípulos
a seguirlo para colaborar con él en abrir caminos
al reino de Dios (vv. 16-20)
No es extraño que, inmediatamente después de ofrecernos el resumen del proyecto del reino de Dios, Marcos presente a Jesús buscando colaboradores para llevarlo adelante. La escena es más que un simple episodio. El evangelista se esfuerza por transmitir el significado profundo que se encierra en su llamada: Jesús pone en marcha un movimiento profético de seguidores a los que confía la tarea de anunciar y promover el proyecto del reino de Dios. De ahí arranca la Iglesia.
Jesús «va pasando junto al lago de Galilea». Ha comenzado su camino. No es un rabino, sentado en su cátedra, que acoge a discípulos para formarlos en la Ley. Es un profeta itinerante que busca seguidores para hacer con ellos un recorrido apasionante: vivir abriendo caminos al reino de Dios. Ser seguidores de Jesús no es tanto aprender doctrina religiosa cuanto seguirle en su proyecto de hacer la vida más humana.
Es Jesús quien toma la iniciativa. Se acerca a unos pescadores, fija en ellos su mirada y los llama para que «vengan detrás de él», dando una orientación nueva a su vida. Nadie se pone en marcha tras los pasos de Jesús, siguiendo su propia intuición o sus deseos de vivir su propio ideal. También hoy los seguidores de Jesús le seguimos porque nos sentimos atraídos y llamados por él.
La llamada de Jesús es personal. Se dirige a unos pescadores que tienen nombres concretos. Primero, a dos hermanos, llamados Simón y Andrés. Luego, a otros dos hermanos, que tienen por nombre Santiago y Juan. Jesús los sorprende cuando están ocupados en su trabajo diario. Los dos primeros, Simón y Andrés, están echando las redes en el lago desde la orilla: parecen de condición pobre, pues así pescaban los que no poseían una barca. Los otros dos hermanos, Santiago y Juan, están reparando las redes en su barca: parecen de una condición más acomodada, pues Marcos nos dice que poseen una barca y que su padre, Zebedeo, trabaja con sus jornaleros.
Al llamarlos, Jesús les dice así: «Venid detrás de mí y os haré pescadores de hombres». El trabajo de aquellos pescadores sugiere a Jesús llamarlos a ser en adelante «pescadores de hombres». La expresión es algo extraña y sorprendente. ¿Qué significa realmente? Sin duda, Jesús los llama a captar nuevos colaboradores para el proyecto del Padre. Pero hay algo más. Los judíos veían en el mar, sobre todo enfurecido, las fuerzas del mal; en las aguas del abismo habita lo hostil a Dios, lo que amenaza al ser humano. Por eso, probablemente, «pescar hombres» es, para Jesús, liberar a las personas del mal e introducirlas en la dinámica del reino de Dios. Estos pescadores no tienen una preparación especial. No destacan por nada. Jesús no necesita profesionales de la religión ni escribas expertos en la Ley, sino trabajadores que tienen las redes preparadas y saben echarlas como buenos pescadores para el reino de Dios.
Marcos nos dice que los cuatro pescadores lo dejaron todo, mucho o poco, y se fueron con él. Lo decisivo es escuchar desde dentro esa llamada de Jesús. No es tarea de un día. Jesús nos llama a caminar tras él. Seguir a Jesús significa dar pasos concretos. Si nos detenemos o nos instalamos en nuestra propia vida, encerrados en nuestro pequeño mundo de intereses, nos vamos quedando lejos de Jesús. Lo contrario al seguimiento es el inmovilismo. Lo que buscamos precisamente en la lectura orante del Evangelio es reavivar nuestro seguimiento a Jesús, reafirmar nuestro deseo de colaborar con él en el proyecto del reino de Dios, seguirle aprendiendo a vivir con su estilo y continuar hoy su tarea.
3. Importancia del proyecto del reino de Dios
para la renovación del cristianismo actual
Jesús nunca explica directamente con conceptos en qué consiste el reino de Dios. Lo que hace es sugerir con sus gestos liberadores y sus parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si sus hijos actuaran como él. Podemos decir que, para Jesús, el «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. El proyecto que el Padre quiere llevar adelante en el mundo. El «reino de Dios» no es una religión. Es mucho más. Va más allá de las creencias, preceptos y ritos de cualquier religión. Es una experiencia nueva de Dios. Una manera de entender y vivir a Dios que nos lleva a situarlo todo dentro del gran proyecto de humanizar el mundo. Si de Jesús nace una religión, como de hecho ha sucedido, tendrá que ser una religión profética al servicio del reino de Dios.
Jesús lo vive todo desde el horizonte del reino de Dios. No invita a sus seguidores a buscar a Dios, sino a «buscar primero el reino de Dios y su justicia» (Mateo 6,33). Lo demás viene después. No llama a convertirnos a Dios sin más, sino que nos pide «entrar» en la dinámica del reino de Dios. Los dirigentes religiosos de Israel vinculaban a Dios con el sistema religioso y no tanto con la vida de las personas: lo primero y más importante para ellos era dar gloria a Dios asegurando los sacrificios del Templo, observando la Ley, cumpliendo el sábad… Jesús, por el contrario, vincula a Dios con la vida: lo primero y más importante es que sus hijos disfruten de una vida más digna y justa. Lo primero es el proyecto de Dios, no la religión; la vida de las personas, no el culto; la curación de los enfermos, no el sábado; la reconciliación de la convivencia, no las ofrendas que lleva cada uno al altar; la acogida amistosa a los pecadores, no los ritos de expiación.
El criterio para valorar la identidad de los cristianos, la verdad de los seguidores de Jesús o la autenticidad de lo que hace la Iglesia es siempre el «reino de Dios». Un reino que comienza en esta vida y alcanza su plenitud en la vida eterna. ¿Qué hemos hecho de este mensaje apasionante de Jesús? ¿Cómo ha podido ser olvidado en sectores importantes de la Iglesia? ¿Con qué lo estamos sustituyendo? ¿En qué nos estamos entreteniendo si lo primero no es «buscar el reino de Dios y su justicia» (Mateo 6,33)?
MEDITAMOS
Jesús sorprendió a todos anunciando que «el reino de Dios está llegando». Este es el corazón de su mensaje, la pasión que alentó y dio sentido a toda su vida. Hemos leído el resumen que Marcos nos ofrece de ese mensaje. Vamos a escuchar ahora desde dentro qué nos dice Jesús a cada uno.
1. Jesús anuncia la Buena Noticia de Dios: «Se ha cumplido el plazo», «está llegando el reino de Dios», «convertíos» y «creed la Buena Noticia» (v. 15)
Escucho interiormente a Jesús, que me anuncia a mí: «Se ha cumplido el plazo» y «está llegando el reino de Dios»…
– ¿Qué importancia tiene en mi vida el proyecto de Dios de hacer un mundo más humano…?
– ¿Siento necesidad de descubrir mejor lo que puede ser «el reino de Dios» para mí…?
Escucho interiormente a Jesús, que me dice: «Conviértete» y «cree en la Buena Noticia»…
– ¿En qué he de cambiar para acoger a Dios y dejar que reine cada vez más dentro de mí y en mi vida…?
– ¿En qué he de cambiar para contribuir a hacer la vida más humana… En mi familia… comunidad cristiana… trabajo… amistades…?
2. Jesús llama a los primeros discípulos: «“Venid detrás de mí y os haré pescadores de hombres”. Ellos lo dejaron todo y lo siguieron» (vv. 16-20)
Medito la escena y escucho la llamada que Jesús me hace a mí: «Ven detrás de mí y te haré pescador de hombres»…