Teoría del conflicto

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Percepción selectiva

La percepción selectiva es el fenómeno en virtud del cual nuestras mentes filtran y, en consecuencia, dejan de percibir aquello que preferiríamos no percibir, generando lo que Ralph K. White ha descrito como “percepciones erradas motivadas”.2 Asúmase, para ilustrar, que Federico hubiese desarrollado imágenes muy negativas de Joaquín, como consecuencia de un conflicto altamente escalado entre ellos. Asumamos, además, que una tarde lluviosa, Joaquín ve a un grupo de ancianos y de niños pequeños aislados al otro lado de un enorme charco, y comienza a ayudarles a cruzar al otro lado, uno a uno, hasta que todos están fuera de peligro. Si Federico pasase por el lugar de estos hechos justo en el momento en que Joaquín está llevando a cabo su labor humanitaria, es concebible que Federico no lo vea realizándola.

Esto podría suceder porque una de las muchas funciones que cumple nuestra mente es la de filtrar los miles de imágenes, sonidos, memorias, preocupaciones, etc., que están constantemente clamando por nuestra atención. Esa función de filtro es ejercida bajo diversas influencias, entre ellas, como lo han demostrado varias investigaciones, las imágenes negativas que influyen en dirección a que no prestemos atención —es decir, a que ni siquiera percibamos— el buen comportamiento de parte de quien es objeto de nuestras imágenes negativas.

Vale la pena aclarar, regresando al ejemplo, que, si Federico es presa de la percepción selectiva, en realidad no vería a Joaquín mientras realiza su labor de caridad. Esto es claramente diferente de si Federico hubiese visto a Joaquín rescatar a las personas atrapadas, pero luego lo negase, aunque lo recordase. En este segundo caso, Federico estaría mintiendo, pero bajo el efecto de la percepción selectiva, no habría de por medio un acto de deshonestidad: Federico podría afirmar, con toda franqueza, que nunca había visto a Joaquín realizando su buena obra.

La percepción selectiva es un fenómeno confirmatorio y reforzante porque, como en el caso de la hostilidad autística, tiende a bloquear la posibilidad de que las partes perciban siquiera evidencias que pudieran contrarrestar sus imágenes negativas y debilitar sus actitudes negativas mutuas.

Juicio selectivo

El juicio selectivo es otro interesante fenómeno que tiende a confirmar y reforzar las imágenes y actitudes negativas. Es similar a la percepción selectiva en el hecho que las imágenes y actitudes negativas preexistentes tienden a ejercer una influencia distorsionante, pero en el caso de juicio selectivo, lo que se distorsiona, como lo sugiere el mismo término, es un juicio de valor.

Para ilustrar, asumamos que una profesora está en cama con un fuerte resfrío y que dos distintas estudiantes la llaman por teléfono para averiguar por su salud y para desearle una pronta mejoría. La estudiante B, de quien ella tiene una muy buena opinión (imágenes y actitudes positivas), y la estudiante M, de quien ella tiene una muy mala opinión. Asumamos, además, que las conversaciones con ambas estudiantes son, para todo efecto práctico, idénticas e imposibles de distinguir la una de la otra.

Como consecuencia del juicio selectivo, cuando la profesora cierra el teléfono, luego de hablar con la estudiante B (buena opinión), es probable que comente a su esposo que R es una excelente persona, como lo evidencia la conversación telefónica que acaba de tener con ella. Sin embargo, luego de conversar con M (mala opinión), es muy posible que la profesora se pregunte qué está tramando M.

Recordemos que ambas conversaciones —es decir, las circunstancias a las cuales la profesora está reaccionando— fueron casi idénticas. Eso no impediría que la interpretación de los hechos que haga la profesora pueda de un lado confirmar la bondad de B y del otro justificar su desconfianza de M.

El juicio selectivo es más insidioso en sus efectos que los dos fenómenos confirmatorios anteriores porque, aunque la evidencia contradictoria en el caso de la estudiante M es percibida, es luego reinterpretada y convertida en “evidencia” de las imágenes negativas, no obstante el hecho objetivo de que constituye evidencia en el sentido contrario.

Predicción autorealizante

Una predicción autorealizante (a veces descrita también como una profecía autorealizante) es un fenómeno más complejo, en tanto involucra varias etapas: primero, A predice que B exhibirá comportamientos hostiles o de otra manera negativos; segundo, A se comporta de tal manera que provoca tal comportamiento negativo de parte B, y tercero, A interpreta ese comportamiento negativo de B, que A ha provocado, como evidencia que confirma la imagen negativa que A tiene de B.

Asumamos, para ilustrar, que Pedro y Pablo se han peleado y que, no obstante, Pedro necesita cierta información que solo Pablo le puede proporcionar. Cuando Pedro ya no puede esperar más, decide ir a ver a Pablo para pedirle la información, pero, antes de hacerlo, le comenta a su novia Elena que tiene miedo que Pablo se va a portar mal con él. Ésa es la predicción inicial. Entretanto, sin que Pedro lo sepa, Pablo ha decidido que, si vuelve a ver a Pedro, va a comportarse de manera amigable, para ver si pueden restablecer las buenas relaciones que antes habían tenido.

Cuando Pedro llega a la oficina de Pablo, no saluda, exige la información que requiere en un tono desagradable y sin pedirla “por favor”, y cuando Pablo se la entrega se dirige hacia la puerta sin ni agradecer ni despedirse. Cuando está a punto de salir, Pablo le dice: “Supongo que pudiste haber sido más descortés, pero no mucho”. Cuando Pedro se encuentra con Elena, se queja de lo que le ha dicho Pablo y le recuerda que él había anticipado que Pablo lo trataría mal. Nosotros sabemos que la dinámica en realidad fue diferente de como la interpreta Pedro. Lo más importante que sabemos es que fue el propio comportamiento rudo y descortés de Pedro el que provocó la reacción de Pablo que constituye la autorrealización de la predicción de Pedro.

En este caso, no ocurre ninguna reinterpretación de los hechos reales, tal como sí ocurre con el juicio selectivo en el ejemplo de la profesora y sus dos estudiantes. La predicción autorrealizante sí resulta en un comportamiento que confirma las imágenes negativas preexistentes, pero, en ese caso, la parte que recibe la “confirmación” —en el ejemplo, Pedro— ni siquiera es consciente de que no es propiamente confirmatoria porque fue provocada, y por él mismo.

La intensidad y dificultad de reversión de un escalamiento que tiende a volverse irreversible

Algunas condiciones son absolutas mientras otras son relativas, es decir, que admiten de posibles grados. Ejemplos del primer tipo de condición incluyen el hecho que una mujer no puede estar un poco encinta o el que una luz eléctrica conectada a un interruptor normal, del tipo “prendida-apagada”, no puede estar un poco prendida. Ejemplos de condiciones relativas incluyen la oscuridad, el atraso, la suavidad y muchísimas otras condiciones: es perfectamente apropiado describir a una habitación como más o menos oscura, decir que una persona llegó un poco o muy retrasada, o decir que una cama es solo un poco blanda. Esta distinción entre condiciones absolutas y condiciones relativas es aplicable a dos características esenciales del escalamiento que ha comenzado a volverse irreversible: su nivel de intensidad y su grado de dificultad de reversión.

Intensidad

Como hemos visto, la tendencia a que un escalamiento se vuelva irreversible resulta principalmente de los efectos agregados de las imágenes negativas en relación con varios atributos. El nivel de intensidad de ese escalamiento en consecuencia refleja, también en agregado, la intensidad de cada uno de esos fenómenos subyacentes. Entre estos, la desindividuación es el que más parecería ser una condición absoluta, que está o no presente pero que no admite grados.

Por otro lado, diferentes grados de deshumanización y de satanización sí son claramente posibles. Aunque actualmente no contamos con métodos objetivos para medir esos grados, es evidente que la deshumanización y la satanización son mayores en ciertos conflictos que en otros. Por ejemplo, las relaciones entre los actores en muchos conflictos socioambientales (aunque no en todos) están salpicados de algún nivel de deshumanización y de satanización mutua. Varios estudios de conflictos en relación con la exploración y la explotación de petróleo en la Amazonía peruana, ecuatoriana y colombiana sugieren que las imágenes de “bondad” que las varias partes —empresas petroleras y su personal, comunidades locales, autoridades— tienen la una de la otra han sufrido cierto grado de deterioro (es decir, algún grado de satanización), que la desindividuación del otro es bastante prevaleciente, y que existen niveles significativos de desconfianza mutua. No obstante, estas condiciones no están siempre acompañadas de la deshumanización del otro: las partes se encuentran con frecuencia en contextos tanto formales (de trabajo) como informales (sociales), interactúan de manera amistosa y son capaces de cooperar de diversas maneras y en diversos tipos de proyectos comunes.

Las condiciones recién descritas contrastan nítidamente con las que se pueden observar en conflictos cuya intensidad de escalamiento es mucho mayor; por ejemplo, los casos israelí-palestino y chechenoruso, o los conflictos vividos en Colombia durante muchas décadas, en los cuales la desindividuación del otro es casi universal y viene acompañada de muy altos grados de deshumanización y satanización mutua, hostilidad autística, exclusión moral, culpa del otro y voluntad de causarle daños graves.

 

Dificultad de reversión

Bajo condiciones de tan alta intensidad, el conflicto y su escalamiento tienden a adquirir una altísima dificultad de reversión (intractability). Para cualquier persona que intente resolver o ayudar a resolver un conflicto altamente escalado, su dificultad de reversión es análoga a la dureza de una roca para alguien que está tratando de quebrarla.

Factores causales

Hay al menos tres factores causales principales de la diferencia crítica entre mayores y menores grados de intensidad y de dificultad de reversión: el grado de daño causado o sufrido; el grado de amenaza percibida y cuán críticas son las necesidades y las aspiraciones involucradas, que en conjunto inciden en el grado en el cual la contenciosidad de las partes se vuelve totalmente carente de ambigüedad.

Casos en los que el escalamiento con tendencia a irreversibilidad es menos intenso y muestra una menor dificultad de reversión típicamente son aquellos en los que las partes se han causado menos daños mutuos. Tal vez la mayor diferencia es marcada por si han habido muertes o no. Cuando, como en el caso de los conflictos israelí-palestino, chechenoruso o colombiano, la mortalidad es alta, nuevas muertes ocurren con frecuencia, y no solo mueren combatientes sino también civiles, será claramente más alta la probabilidad de mayor intensidad y mayor dificultad de reversión. La pérdida de vidas no es, además, el único —aunque sin duda el más doloroso y lamentable— de los daños que pueden ser infligidos por una parte a la otra en situaciones de conflicto escalado con tendencia a irreversibilidad. Con la creciente capacidad destructiva que la ciencia y la tecnología han aportado a la guerra, la destrucción de toda la infraestructura física de una sociedad puede acompañar al aniquilamiento masivo de su población. En varios conflictos que hemos tomado como ejemplos, y en muchos otros —la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, la Guerra serbo-kosovar, el drama en Siria— las hostilidades entre las partes han incluido la repetida y masiva destrucción no solo de vidas humanas, sino también de hogares, escuelas, hospitales, caminos, puentes, plantas generadoras de energía, tierras de cultivo, fábricas, parques, iglesias.

Una segunda variable, que con frecuencia opera simultáneamente aunque puede ejercer su influencia de manera independiente de los daños causados y/o sufridos, es el grado en el cual las partes perciben una real e inminente amenaza en el poder, las actitudes y las intenciones de la otra parte. Aun si la otra parte nunca hubiera causado daño, la mera magnitud y credibilidad de sus amenazas pueden ejercer una influencia determinante en la intensidad y la dificultad de reversión de las imágenes negativas que se tengan de ella y, en consecuencia, del escalamiento que conllevan. Los muy altos niveles de intensidad y dificultad de reversión que alcanzó el escalamiento del conflicto entre la Unión Soviética y Estados Unidos durante la Guerra Fría fueron alimentados de manera significativa por la percepción mutua de grave amenaza, y este elemento estuvo presente no obstante una relativa ausencia de daños causados directamente por la una parte a la otra.

Un tercer determinante clave de los niveles altos de intensidad y de la dificultad de reversión de un escalamiento es el grado en el cual las necesidades, los intereses y las aspiraciones de las partes, en las que se originó el conflicto, son críticas para ellas. Es muy poco probable que las partes en un conflicto se peleen a muerte por algo que les importa poco. Al contrario, cuando de por medio están una o más necesidades básicas, es fácil que se llegue a altos niveles tanto de intensidad como de dificultad de reversión. Ya hemos visto la influencia de las necesidades humanas básicas, según la propuesta teórica de John Burton, en los capítulos 2 y 4, en el contexto de la adopción de estrategias y en el de la propensión al escalamiento que resulta cuando las aspiraciones son rígidas. Esa misma tendencia a mayor rigidez, en este caso de la irreversibilidad del escalamiento, resulta de la alta importancia para las partes de sus necesidades, intereses y aspiraciones.

También incide en la dificultad de reversión la ausencia o virtual ausencia de alguna ambivalencia estratégica, fenómeno que vimos hacia fines del capítulo 2. En situaciones de alto escalamiento que tiende a hacerse irreversible, la estrategia dominante es evidentemente la contenciosa. Pero aun en esas condiciones, puede mantenerse viva alguna vacilante posibilidad de cambiar a una estrategia resolutiva. Esa posibilidad pudiera reflejar remanentes o recuerdos de antiguos afectos, o resultar del doloroso reconocimiento del dolor y del sufrimiento humano que ha traído y seguirá trayendo consigo el conflicto, o ser introducida por una nueva percepción, no presente antes, de los potenciales beneficios que traerían su desescalamiento y su resolución.

Si desaparece hasta el último, pequeño y latente remanente de esa potencial voluntad de buscar una resolución —si la “mezcla” estratégica deja, en efecto, de ser una mezcla y la postura estratégica se vuelve absoluta y totalmente contenciosa—, el escalamiento obviamente alcanza su máximo nivel posible de dificultad de reversión. La probabilidad de una reversión estratégica desde una postura contenciosa hacia una resolutiva se vuelve mucho más baja ante la ausencia total de aquellos factores que pudieran haber mantenido viva alguna posibilidad de que se quiera resolver el conflicto.

Un factor adicional que puede profundizar aún más la dificultad de reversión de un escalamiento de alta intensidad es el efecto negativo que puede tener sobre las partes su experiencia con los conflictos a través del tiempo —toda su vida, si se trata de un individuo, o toda su historia si de un grupo—. Este factor será explorado en mayor profundidad en el capítulo 7.

El escalamiento en situaciones de conflicto intergrupal

Además de los fenómenos ya descritos, algunos otros intervienen en el escalamiento de conflictos entre grupos que no están presentes cuando estos ocurren entre personas individuales. Los más importantes de ellos, que exploramos a continuación, son la polarización grupal y el desarrollo de dirigencias radicales.

Polarización grupal

Al interior de cualquier grupo humano en conflicto con otro, puede darse una distribución polarizada de actitudes y opiniones hacia el otro grupo y/o hacia la búsqueda de la paz, caracterizada por una muy pequeña facción moderada y dos facciones dominantes: una opuesta al otro grupo y al proceso de paz, que con frecuencia se denomina la facción de los “halcones”, y la otra a favor del otro grupo y de la paz, que con frecuencia se denomina la facción de las “palomas”. Una representación gráfica de esta clase de distribución se presenta en la Figura 5.2, a continuación.

Figura 5.2Distribución polarizada de las actitudes hacia la paz con la otra parte


Una distribución polarizada como ésta tiende a exacerbar la tendencia al escalamiento y al mantenimiento de éste por tres motivos principales. Primero, los halcones, en especial los más extremos, son propensos a hostilizar a la otra parte de diversas maneras incluidos actos de violencia extrema, que confirman las imágenes y actitudes negativas a ojos de esa otra parte. Ejemplos relativamente frecuentes en el conflicto israelí-palestino son los ataques con cohetes que lanzan extremistas palestinos desde Gaza que hacen poco daño en Israel, pero confirman las imágenes negativas que muchos israelíes tienen de los palestinos.

Segundo, los halcones, en especial los más extremos, también son propensos a hostilizar a los moderados y a los “palomas” de su propio grupo, frecuentemente también con actos de violencia. Resulta altamente significativo, y motivo de profunda reflexión, el hecho que tres de los importantes pacificadores de las últimas décadas fueron asesinados por extremistas de su propio lado del conflicto: Gandhi en 1948 por un extremista hindú opuesto a la partición de la India y Pakistán; el presidente egipcio Anwar El-Sadat por extremistas islámicos luego de la firma de la paz con Israel en virtud de la cual Egipto recuperó el Sinaí en abril de 1978; y el primer ministro israelí Izaak Rabin por extremistas judíos luego de suscribir los acuerdos de Oslo de 1993 en virtud de los cuales se creó la Autoridad Nacional Palestina y se aceptó la idea de buscar la paz a través de la eventual creación de un Estado Palestino.

Tercero, una marcada polarización evidentemente dificulta la gobernabilidad del grupo. En consecuencia, proporciona un incentivo perverso a los gobernantes de grupos polarizados a buscar incrementar la cohesión grupal y la gobernabilidad a base de la exacerbación del conflicto con el otro grupo. Ejemplos abundan en la historia de los conflictos territoriales en América Latina: uno de estos se dio en 1982, cuando el gobierno militar de Argentina atacó a la guarnición británica en las Islas Malvinas (o Falkland) como medio, según muchos analistas, de distraer la atención de los argentinos de la crisis social y económica interna e incrementar la cohesión social.

Dirigencias radicales

Otro factor que exacerba el escalamiento de conflictos entre grupos es el surgimiento de dirigentes radicales que compiten entre ellos por el favor de los electores u otros seguidores a base de una cada vez mayor beligerancia, aprovechando la existencia de al menos algún nivel de hostilidad hacia la otra parte en el conflicto. En el contexto de las relaciones laborales, por ejemplo, es frecuente que, a medida que escala un conflicto, comience a surgir este tipo de competencia, basada en muestras de creciente beligerancia, entre el liderazgo establecido y uno o más dirigentes disidentes del sindicato. La subida al poder de Adolf Hitler en 1933, en plena crisis económica, social y política, constituye un clásico ejemplo de este surgimiento de dirigencias radicales que exacerban el escalamiento de un conflicto y la tendencia a que dicho escalamiento se vuelva irreversible.

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