Teoría del conflicto

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Las herramientas de la contienda las tácticas contenciosas

¿Qué es lo que en efecto hacemos cuando nos vemos involucrados en un proceso de escalamiento? La respuesta yace en la noción de las tácticas contenciosas, varios tipos de comportamientos con los cuales buscamos que la otra parte decida ceder, objetivo que en la práctica se puede lograr haciendo que la otra parte se asuste o se sienta sicológicamente disminuida; o, al contrario, pueden causar que la otra parte se irrite, se enoje y se ponga agresiva y hostil, en cuyo caso lo más probable es que el conflicto escale.

Las tácticas contenciosas pueden clasificarse en ligeras, medianas y pesadas. Las ligeras incluyen los argumentos persuasivos, el halago no sincero y el congraciamiento, que es el proceso de hacerse agradable de manera también no sincera. El grupo intermedio incluye hacer que la otra persona se sienta incómoda o culpable. Las tácticas contenciosas pesadas incluyen amenazas de causar serio daño, los llamados compromisos irrevocables y el hecho de provocar daños físicos o sicológicos. Cada uno de estos tipos de tácticas contenciosas es explorado en más detalle a continuación, y se presenta un resumen de ellas en la Tabla 4.1 al final de esta sección.

Las tácticas contenciosas ligeras

Argumentos persuasivos: ¿Habría Usted pensado, de ordinario, que la simple presentación de un argumento persuasivo en favor de las propuestas o las aspiraciones de una persona o un grupo pudiera ser considerada “contenciosa”? Es probable que no. Recuerde, sin embargo, que definimos como ‘contenciosa’ a cualquier estrategia cuyo objetivo es la satisfacción de las propias aspiraciones, independientemente de si se satisfacen o no los de la otra parte. Si la intención del argumento persuasivo es obtener una ventaja a costa de la otra parte, es contencioso.

Halago no sincero: el halago también puede ser una táctica contenciosa, por los mismos motivos por los cuales puede serlo un argumento persuasivo: decirle a una joven que se ve bella cuando en realidad uno no lo cree —en otras palabras, brindarle un halago no sincero para satisfacer los propios objetivos, sin importar si se satisfacen o no los de ella— es evidentemente contencioso.

Hacerse agradable a ojos de otra persona (que también se conoce como congraciarse), que en la mayoría de circunstancias es irreprochable, se vuelve una táctica contenciosa si de por medio hay la intención de sacar ventaja de las reacciones que genera. Maneras típicas de congraciarse incluyen esperar a saber a qué candidato apoya la otra persona en una elección, qué vino le agrada, etc., y luego expresar la misma preferencia, aunque uno no la comparta en realidad.

El halago y el congraciamiento presentan un interesante problema por el hecho de que son tácticas ambiguas. La joven a quien se le dice que se ve bella o la persona con cuyos gustos y preferencias nos expresamos siempre de acuerdo no tienen cómo saber, de inmediato, si están o no siendo sometidas a tácticas contenciosas. Como vimos recién, la llave para determinar si es ése el caso está en las intenciones de la otra parte, que no son inmediatamente aparentes. Si la intención detrás de decirle a la joven que se ve bella es reforzar su autoestima o alegrarla en un momento de tristeza (en otras palabras, ayudar a la satisfacción de alguna necesidad de ella, sin la expectativa de satisfacer las nuestras) no estaría ocurriendo nada contencioso. Si por el contrario (como primero se presentó el ejemplo), la persona que le dice lo bella que se ve en realidad no lo cree, y la está halagando solo para conseguir algo de parte de ella, la táctica es contenciosa, aunque esto no sea evidente. Lo mismo es cierto en el caso del congraciamiento.

La ambigüedad señalada hace que estos dos tipos de táctica contenciosa sean particularmente insidiosas, y éste es uno de los motivos por los cuales ambos tipos se utilizan con mucha frecuencia. Quien las aplica puede fácilmente “lanzar piedras y esconder el brazo”: si aplica estos dos tipos de tácticas, puede, si se le desafía, negar cualquier intención contenciosa.

Las tácticas contenciosas intermedias

Las tácticas que típicamente son categorizadas en un nivel intermedio entre “ligeras” y “pesadas” incluyen:

Hacer que la otra persona se sienta culpable: es una táctica contenciosa de frecuente uso, que es diferente, de dos maneras importantes, de las últimas examinadas. Primero, no es ambigua: si una joven le dice a su enamorado, en tono triste, que su mal humor y largos silencios le hacen daño, no existe duda de que le anima una intención contenciosa, y no hay motivos para dudar de la sinceridad de sus expresiones: tal declaración de malestar es, sin duda, una táctica contenciosa.

La otra manera en que esta táctica contenciosa es diferente de las dos anteriores es que inducir un sentido de culpa en la otra parte está algo más arriba en una escala de “hostilidad” o de “pesadez”. El halago y el congraciamiento son casi siempre menos irritantes. La mayoría de nosotros, en consecuencia, mostraremos una menor tendencia a responder de manera defensiva o, peor, ofensiva, ante un halago o un intento por congraciarse con nosotros. Al contrario, sí estamos con frecuencia dispuestos a responder de manera contenciosa cuando alguien intenta hacernos sentir culpables.

Irritar a la otra persona, pero no mucho: subiendo unos cuantos puntos en la escala de “contenciosidad”, a niveles en los cuales es cada vez más probable que se genere un escalamiento, la táctica de irritar levemente, confundir o avergonzar a la otra parte para reducir su resistencia a ceder puede llevarse a cabo de diversas maneras.7 Éstas incluyen burlarse de la otra parte, resaltar sus deficiencias o sus debilidades y avergonzarla frente a otros.

Las tácticas contenciosas pesadas

La amenaza de hacer serio daño: ¿Quién de nosotros jamás ha recibido o proferido una amenaza? Padres, hijos, profesores, empleadores, amigos, todos las proferimos con alguna frecuencia. En consecuencia, la mayoría de nosotros conocemos cuán efectivas pueden ser. Aún si éstas son, en sí, poco duras (por ejemplo, “no te voy a prestar el libro”), el mero hecho de que se profieran típicamente trae consecuencias negativas porque revela una posible voluntad de causar daño.

Las amenazas son diferentes, en ese sentido, de las advertencias: si usted está caminando bajo un andamio y algo comienza a caer desde él, no pensaría que le está amenazando la persona que le grita: “¡Cuidado!” Al contrario, si alguien dice: “¡Deme lo que quiero o le pego un tiro!”, es obvio que tiene la voluntad de hacer daño. Todavía no se sabe con seguridad, pues subsiste alguna duda respecto de cuán creíble es la amenaza, pero el mero hecho de que ha sido proferida significa que existe al menos algún nivel de posibilidad de que la intención de hacer daño esté presente. La distinción general entre tácticas contenciosas “ligeras” y “pesadas” es obviamente aplicable a las amenazas, las cuales también pueden ser “más ligeras” o “más pesadas”. “No te voy a prestar mi libro” es una amenaza evidentemente más ligera que “No te volveré a hablar” o que “Te mataré” o “Bombardearemos sus poblaciones civiles” que son amenazas evidentemente pesadas.

También es importante aclarar que la naturaleza del daño que se causaría no es solo físico: puede darse la amenaza de causar daños sicológicos, y la amenaza de estos puede incluso resultar más efectiva que la de causar daños físicos. Finalmente, la manera en que se expresa una amenaza puede hacer una importante diferencia: si es expresada suavemente, puede resultar menos amenazante que si es expresada seria o agresivamente.

Compromisos irrevocables: involucran el establecimiento invariable de un determinado curso de acción, no importa qué, de manera que la culpa de cualquier consecuencia negativa se traslada a la otra parte. Un usuario frecuente de esta táctica contenciosa fue Gandhi: por ejemplo, informaba a las autoridades coloniales británicas que decenas de miles de opositores al régimen colonial en la India iban a llevar a cabo una marcha de protesta, y que continuarían con su marcha no importaba cuán dura fuese la represión en su contra. El compromiso irrevocable consistía en la decisión de seguir marchando, con la cual Gandhi transfería a las autoridades británicas toda la responsabilidad moral de decidir si intentar o no evitar las manifestaciones y por qué medios tratar de hacerlo. Si el intento llegase a resultar en violencia y derramamiento de sangre, la culpa sería de los ingleses.

Provocar daños serios: es, claramente, la máxima táctica contenciosa, cuyo objetivo es obligar (y ya no solo persuadir) a la otra parte a ceder. Consiste en destruir sus bienes, causar serios dolores físicos o sicológicos y, en el extremo, matar a la otra parte o a personas allegadas a ésta. Como sabemos demasiado bien, el uso de esta táctica contenciosa es muy común. En todos los contextos de las relaciones humanas —parejas, familias, comunidades de varios tipos, naciones, el plano internacional— ,individuos y grupos se causan daños y dolores físicos y sicológicos de manera continua y reiterada. Este es el motivo fundamental por el cual el escalamiento alto de los conflictos llega a ser un problema de extrema gravedad.

Tabla 4.1Resumen de las tácticas contenciosas

 

Ligeras Intermedias Pesadas
Argumentos persuasivos Generar sentido de culpa Amenazas pesadas
Halagos no sinceros Irritar al otro Compromisos irrevocables
Congraciamiento Amenazas serias Daños físicos y sicológicos
Amenazas ligeras

¿Qué pasa con quien es objeto de las tácticas contenciosas?

Como ya se ha señalado, el objetivo de la aplicación de tácticas contenciosas es tratar de persuadir y, por último, de obligar a la otra parte a que ceda. Con frecuencia se logra ese resultado y, con él, un desenlace GP: una u otra de las partes que es objeto de tácticas contenciosas simplemente se rinde. Mostramos este proceso en el diagrama del conflicto como sigue:


Donde la parte más alta de la línea del escalamiento, P es el punto en el que la parte que decide hacerlo se rinde. Como puede verse, el punto P es relativamente más bajo que los niveles de escalamiento que pudieran alcanzarse de otra manera, que se indican con la línea punteada.

La rendición no es, sin embargo, siempre la consecuencia de ser el objeto de tácticas contenciosas. En otras ocasiones, la parte que es objeto de ellas simplemente se niega a darse por vencida, no importa cuán pesadas y dañinas se hayan vuelto las tácticas contenciosas que la otra parte aplica. Esa decisión de no darse por vencida responde, en un alto grado, al fenómeno que en el capítulo 2 describimos como rigidez de las aspiraciones. Cuanto más rígidas las aspiraciones de una Parte A, menos probable es que, a medida que el conflicto escala, las tácticas contenciosas que aplique la Parte B logren que A se dé por vencida.

Una vez más, estamos frente a los efectos combinados de lo que ocurre de lado y lado. Si la rigidez de aspiraciones de quien es objeto de las tácticas contenciosas es baja, la aplicación de las más ligeras pudiera ser suficiente para que ésta decida ceder y el conflicto, desde su punto de vista, tenga un desenlace PG. Del otro lado, como acabamos de ver, si se aplican tácticas contenciosas ligeras y éstas se enfrentan a un alto grado de rigidez de aspiraciones, lo probable es que suba la intensidad del escalamiento a cada vez mayores niveles, y se incremente también la rigidez de las aspiraciones de las partes. Esta combinación potencialmente letal ocurre, incluso, en imágenes en espejo, con la aplicación de tácticas contenciosas cada vez más pesadas de lado y lado y, al mismo tiempo, la creciente determinación de ambas partes de no ceder, bajo ninguna circunstancia, a raíz de las rigidez de sus aspiraciones.

La rigidez más extrema es alcanzada cuando está amenazada la satisfacción de las necesidades humanas más básicas, como lo señaló John Burton. Cuando las necesidades de un individuo o de un grupo de alimentos, agua, seguridad, etc., están bajo la amenaza de no ser satisfechas, la rigidez de esas aspiraciones puede hacer que sigan peleando hasta la muerte, no importa cuán pesadas sean las tácticas contenciosas que la otra parte llegue a aplicar en su contra.

Transformaciones

Otra dimensión interesante del proceso de escalamiento es la serie de transformaciones que ocurren al interior de las partes, y en la relación entre ellas, a medida que avanza el proceso.

Se reconocen cinco tipos de transformaciones, aunque, como se planteará más adelante, es mejor entender que son seis: ligero a pesado, pequeño a grande —que es la transformación que acá se propone debe ser vista como dos distintas— específico a general, pocos a muchos y una creciente voluntad de hacer daño.

Ligero a pesado

Esta transformación está directamente conectada con la progresión de tácticas contenciosas de más ligeras hacia más pesadas. Aunque es posible que una u otra de las partes aplique las tácticas contenciosas más pesadas desde el inicio de un conflicto (en cuyo caso se podría decir que el escalamiento “nace” pesado), lo más frecuente es que la contenciosidad mutua entre las partes se exprese inicialmente a través de tácticas contenciosas ligeras, y se mueva solo gradualmente hacia arriba en la escala de “pesadez”.

La parte A podría, por ejemplo, comenzar por aplicar argumentos persuasivos o una amenaza ligera; luego tratar de hacer que la Parte B se sienta culpable o decir algo hiriente, y posteriormente escalar hacia alguna de las tácticas realmente pesadas. Todos hemos experimentado este tipo de progresión, la cual ocurre, típicamente, si el objetivo primordial de una estrategia contenciosa —conseguir que la otra parte ceda para lograr un desenlace GP— no se está logrando con solo las tácticas ligeras.

Pequeño o grande

La transformación que es generalmente descrita en teoría de conflicto como “pequeño a grande” en realidad involucra dos distintas transformaciones, que es preferible identificar y analizar de manera separada.

Inclusión de otros conflictos (o proliferación de temas)

El término ‘proliferación de temas’ describe el proceso mediante el cual las partes agregan progresivamente más temas en conflicto al proceso de escalamiento. Regresemos al ejemplo de Juan e Isabel. Asumamos que ambos han asumido estrategias contenciosas, y que en consecuencia el conflicto entre ellos ha escalado. Asumamos, además, que la pelea va creciendo en intensidad y se vuelve cada vez más iracunda y agresiva. En ese proceso, Isabel saca a relucir otro antiguo (y no resuelto) conflicto respecto del lugar al que salen a comer con frecuencia, que es el favorito de él, pero no de ella. Juan luego se queja de que ella no deja que las viejas peleas se queden en el olvido. Ella se queja de su mal genio. Y así, sucesivamente. ¿Resulta familiar? Esa es la proliferación de temas.

La literatura de la teoría de conflicto tiende a tratar esa proliferación como una característica del escalamiento de un solo conflicto. Parece más apropiado, sin embargo, reconocer que consiste en la inclusión, en el escalamiento de un conflicto original, de uno o más conflictos adicionales que involucran la incompatibilidad de otras aspiraciones. Esta manera de entender el asunto podría expresarse en el diagrama de la evolución de los conflictos como sigue:


Donde la línea 1 representa al conflicto original, en el transcurso del escalamiento del cual se agregan, sucesivamente, los conflictos 2, 3, 4 y 5.

Entendida en estos términos, resulta más apropiado describir a esta transformación como la inclusión de otros conflictos.

Asignación de creciente importancia y más recursos

La otra variable que se incluye en la idea tradicional de la transformación “pequeño a grande” es la importancia que las partes asignan al conflicto. A medida que progresa el escalamiento y crecen los temores y la sensación de amenaza, existe una natural tendencia a asignar una creciente importancia al conflicto a invertir crecientes recursos —tiempo, atención, apoyos que se adquieren con dinero— para su manejo.

Esta asignación de creciente importancia puede ser consecuencia, al menos en parte, de la inclusión de otros conflictos que recién se explicó, o puede ocurrir aun si no se incluye ningún otro conflicto en el escalamiento del original. El hecho que pueden darse separadamente la inclusión de otros conflictos o la asignación de creciente importancia es lo que más justifica el tratamiento de estos procesos como dos transformaciones separadas.

Específico a general

A medida que va subiendo el nivel del escalamiento, existe una tendencia a que el o los temas que originalmente fueron materia del conflicto se vuelvan crecientemente menos precisos en las mentes de las personas involucradas. En el extremo, las aspiraciones originalmente incompatibles pueden nublarse a tal punto que son olvidadas, y la relación entre las partes se vuelve, en general, una de confrontación y antagonismo. Esta es la esencia de la transformación “específico a general”. Se manifiesta claramente cuando a las partes se les pregunta de qué se trata el conflicto y tienen que admitir que no se acuerdan, lo cual significa que el escalamiento del conflicto ha adquirido vida propia, y es la dinámica de éste la que domina la relación. William Ury relata un ejemplo clásico:

Pregúntele a la esposa por qué le grita al marido y puede que ella responda: “Porque él me está gritando a mí”. Pregunte al marido por qué le está gritando a su mujer, y él dará la misma respuesta: “Porque ella me está gritando a mí”.8

Pocos a muchos

Otra transformación que ocurre con frecuencia a medida que escala un conflicto es la progresiva inclusión de otras partes. Esto puede suceder porque una o más de las partes originales busca el apoyo y la ayuda de aliados, o porque el conflicto comienza a afectar los intereses, la seguridad, etc., de otros que no estuvieron inicialmente involucrados o afectados. En cualquiera de los dos casos, las consecuencias de la inclusión de más participantes o actores son una mayor posibilidad de destructiva hostilidad y una mayor dificultad para el posterior desescalamiento y la resolución del conflicto.

Existen muchos ejemplos de la transformación “pocos a muchos”. Un clásico caso en la historia moderna fue la progresiva incorporación, en ejecución de tratados de mutua defensa, de más y más países al conflicto, originalmente entre el Imperio austrohúngaro y Serbia, que derivó en la Primera Guerra Mundial. En los contextos interpersonales y familiares, es extremadamente frecuente que conflictos entre esposos o entre enamorados comiencen a involucrar a otros miembros de las respectivas familias, a medida que crece el escalamiento.