Un final inexorable

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¿Cómo sabe este saber? Sabe por articulación. En esta articulación se define lo que somos cada uno de nosotros como sujetos, no como personas. Si yo digo S1 y cada uno de nosotros pone un S2, ahí vamos a aparecer como sujetos. Si uno dice “cuotas”, como significante 1, ¿cuál es el significante 2? Para mí es “Torquato Tasso”. Yo, como no había pensado en eso, me represento por esta articulación, este es el saber que introduce el significante 2. Por eso Masotta decía que el sujeto es intersticial, el sujeto es representado por una articulación entre estos dos significantes, por eso este doble movimiento anuncia la singularidad, la particularidad.

La ruptura del universal del sentido de dos palabras articuladas es para Lacan el primer movimiento de destitución de los sentidos, condición para la creación de efectos de sentido. Si yo frente a “Cuota” digo “Torcuato Tasso”, y te pregunto a vos a qué te remite (se dirige a una alumna)…

P.: “Impago” [Risas].

J. CHAMORRO: Ahí no, eso no sirve porque eso mantiene el sentido. Lo que necesitamos es algo que caiga sobre el segundo significante y le cambie el sentido. Traten de pensar que si el segundo significante está en el diccionario, esto es, si ese significante participa del sentido común, no es un significante del saber. Buscamos un significante imprevisible que tenga solo alguna consonancia. Por eso a “cuota” no se une “impago”, sino que se une por ejemplo a “cuac cuac” [Risas]. En este caso “cuota” quiere decir “pato” y “pato” quiere decir “sin un peso”. [Risas]

Toda esta articulación que produce un efecto de gracia es coherente con la afirmación de Freud respecto de que para el acceso al inconsciente la vía regia es el chiste. La cuestión del saber tiene también una relación con la verdad, conexión que luego nos va a llevar a la noción del deseo de saber.

En el discurso analítico el saber va a ocupar el lugar de la verdad, pero en este caso la verdad habla y habla en el significante del saber. La verdad habla y el inconsciente aloja a la verdad, a la verdad inconsciente que aparece en el saber a través de los significantes. La fórmula del saber va al lugar de la verdad. Esto quiere decir que el inconsciente no está formado por efectos de verdad. Hay efectos de verdad que se producen en la vida y en el análisis y que son reconocibles.

También es importante prestar atención sobre las diferencias entre los efectos de verdad de un análisis y los efectos de goce, dado que más allá de la verdad, lo que vamos a encontrar es lo real. Recuerden que en el horizonte de estos efectos de verdad va a aparecer lo real del lado del deseo de saber. En el pasaje de los efectos de verdad a los efectos de goce pasamos del deseo del analista como implicado en el deseo del Otro, al deseo de saber. El deseo de saber implica que en el inconsciente hay saber, no verdad sino saber. Cuando nos acercamos al saber empieza la temática del deseo de saber y el horror a la verdad o el horror al saber.

¿Qué es el horror a la verdad y el horror al saber? La represión. El deseo de saber es un deseo sin represión. El amor al saber y el horror al saber tienen que ver, para Lacan, con lo que se llama la represión. ¿Qué es un deseo de saber que no implica la represión? Estamos hablando ya no de la represión secundaria sino de la represión primaria.

El deseo del analista es un deseo sin represión. Cuando el deseo no tiene represión, ¿qué consecuencia tiene? Ese caso es cuando uno sabe lo que quiere, cuando uno habla y no es hablado. Es cuando un sujeto no es hablado sino que habla y dice lo que quiere y sabe lo que quiere.

Un sujeto analizado tendría que ser un sujeto que sabe lo que quiere. Pero cuidado, ¿cómo se hace esa distinción entre un infatuado que cree que sabe lo que quiere y un sujeto que no es hablado? La noción de acto es la que puede ayudarnos a hacer esa distinción. No es con mi conciencia que digo que sé lo que quiero, son mis actos los que lo demuestran.

Recuerden que primero el deseo de saber estaba del lado del paciente, Lacan lo pone del lado del analista. El punto final de un análisis es el acceso por parte del paciente a un deseo de saber, lo que equivale nada más y nada menos que al levantamiento de la represión primaria freudiana.

Miller empleo en Caracas una fórmula para referirse a esto: “Lo imposible a decir (represión primaria), se puede escribir…”. La escritura implica un levantamiento de la represión primaria. La referencia es el texto “Del Trieb de Freud al deseo del analista”. Cuando algo de la pulsión se articula al deseo del analista, ahí trabaja el deseo de saber.

Si ustedes van leyendo los tres capítulos de este Seminario, verán que se introduce, además, el deseo de la ciencia y las transformaciones que el psicoanálisis le produce al deseo de saber. Todo va por el lado de lo que se escribe en un análisis y por lo tanto de lo que es el sinthome, esa letra decantada de todo el movimiento significante.

Al final del análisis hay una configuración distinta del sujeto, dando lugar al parlêtre que implica no hay Otro. Lacan inventa significantes para hablar de eso que no es ya el sujeto del significante, sino que es otro sujeto que tiene que ver con el fin del análisis: lo llama parlêtre, LOM y usa distintas fórmulas para hablar del no sujeto del fin del análisis.

Es un sujeto que está identificado al objeto, que está subjetivado al objeto. Miller incluso habla de la subjetivación del objeto a. ¿Qué es la subjetivación del objeto a? Es subjetivar el objeto en tanto deshecho. ¿Y qué es un analista que se subjetiva como deshecho? Eso es lo que tenemos que examinar y enseñar a todo los que quieran aprender de nosotros.

[Risas – Aplausos]

1- Lacan, J., “La tercera”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2010.

2- Miller, J.-A., “Cláusula de clausura”, Seminarios en Caracas y Bogotá, Paidos, Buenos Aires, 2015.

Clase 6 EL PADRE Y EL FINAL DEL ANÁLISIS

Política y psicoanálisis

El padre modelo

La prohibición.

Durante la clase de hoy vamos a tener una intervención de Manuel Zlotnik sobre el tema “Función del padre y final del análisis”. Entiendo que esta cuestión resulta especialmente interesante en la obra de Lacan. Nos interesa en particular porque querríamos observar el movimiento por el cual la función llamada paterna, que Freud y Lacan desarrollaron cada uno a su manera –y que en alguna época pareció ser el tema central de la enseñanza de Lacan– luego dejó de estar presente con esa fuerza. Diríamos que se esfumó un poco. Al retomar este tema con la participación de Manuel veremos esta función a la que Lacan llamó el padre modelo. La idea de padre modelo parece sugerir a aquel padre que permitiría la identificación de los chicos con lo que podríamos llamar “el buen padre”.

Antes de cederle la palabra a Manuel quiero pedir disculpas a las personas que participan de este seminario y que no están imbuidas de un tema que estamos trabajando en la Escuela, me refiero a la relación entre la política y el psicoanálisis. No es el tema que vienen a tratar aquí, pero quiero darle un poquito de entrada. Corriendo el riesgo de pagar cierto costo por lo que pudiera resonar negativamente, y habiéndolo consultado con otras personas, vamos a comentar en este marco del seminario algunos puntos del problema institucional en cuestión. La discusión sobre este asunto va a ser tratada en profundidad oficialmente el próximo viernes entre los miembros y adherentes de la Escuela.

¿Qué fue lo dicho hasta ahora? Lo que está en discusión en la Escuela es la orientación planteada por Miller de la relación política-psicoanálisis. A mi entender, con la presencia de la política en la comunidad analítica, surgen de esa relación distintos tipos de síntomas. Voy a pedir que intervengan todos los que quieran hacerlo pero a través de intervenciones breves.

Sobre este tema existen diversos textos. Uno es por ejemplo “Como anguila en la política”, de Miller, otro es su Curso El banquete de los analistas, en el que se trata la relación entre política y psicoanálisis. En algún momento Miller introdujo la idea de “acción lacaniana” para referirse a la relación entre el psicoanalista y el campo social, idea que nos guió hasta ahora.

Van a conformarse dos grupos para trabajar en la Escuela sobre este tema, con la idea de desarrollar la acción psicoanalítica en el campo político. No se sabe con claridad cómo se llevaría adelante tal cosa, pero esta es la estrategia que está planteando Miller. Una primera idea es repasar todo lo dicho hasta ahora y buscar las referencias que se encuentran desperdigadas en distintos seminarios sobre lo que es la acción lacaniana.

¿Qué dice el psicoanálisis de su relación con la política? Dos grupos trabajarán en construir respuestas al interrogante sobre la relación entre política y psicoanálisis. Entiendo que este debate da lugar a un síntoma que aqueja a nuestra Escuela. Mi forma de encarar el tema es lo que llamo el síntoma de la intrusión política en la comunidad analítica. Es decir, la inversa de la propuesta de Miller. En lugar de plantearnos el camino del psicoanálisis hacia la política, lo que vemos es que la política entró en la comunidad analítica.

P.: ¿Cuáles son esas dos posiciones?

J. CHAMORRO: A las posiciones que se fueron gestando hasta ahora Miller las denominó en primera instancia los “Lacano demócratas” [Risas] y los “Lacano populistas”. Había también un tercer grupo pero al que no le colocó ningún nombre y al que finalmente descartó porque en tanto “ni ni” entendió que no merecían ser institucionalizados como grupo. Esto fue lo que se conformó en primera instancia.

 

Luego hubo una reformulación y ahora, por disgustos de algunos de los miembros de los grupos, los dos grupos atenuaron sus posiciones. Al grupo que yo encarno se le modificó su denominación y pasó de llamarse el de los “Lacano democráticos” a tener como nombre “La libertad del deseo” [Risas – Bullicio]. Es una denominación que parece de tono romántico pero que no lo es tanto, dado que Lacan plantea la idea de que la libertad del deseo no es en realidad tan libre. El otro grupo dejó de ser el de los “Lacanos populistas” para tener como nombre algo así como “La presencia éxtima de la política en el psicoanálisis”.

Lo que pretendemos no es una guerra de posiciones sino una profundización de los conceptos de Escuela y psicoanálisis, por un lado, y de los de política y psicoanálisis por el otro. Buscamos lograr una profundización de los argumentos. La propuesta es que quienes lo deseen se acerquen a alguno de esos dos grupos. También algunos analistas pueden tomar la posición del que mira sin incluirse en ninguno de los dos grupos. Ahora tenemos la intervención Manuel Zlotnik.

MANUEL ZLOTNIK: Vamos a pensar la temática del padre al final del análisis. Empecemos por el padre tótem. Podríamos ubicar al padre al inicio del análisis como el padre totémico, el padre muerto, lo que después será el significante del Nombre del Padre, el padre de la tumba vacía. “La tumba del Moisés está tan vacía para Freud como la de Cristo para Hegel, Abraham no ha entregado su misterio a ninguno de los dos”. (1) Lacan lo dice muy claramente: la tumba del padre esta vacía.

Pero se ha creado un tótem, generador del mito y de la superstición por un lado y de la ley por el otro, el tótem es el garante de la ley. El padre tótem es el padre muerto del texto freudiano “Tótem y tabú” , asesinado y devorado por sus hijos, porque las mujeres de la horda estaban prohibidas para ellos. Lo interesante es que una vez muerto el padre, la ley se hace más efectiva, y así nace el significante del Nombre del Padre.

Esto también da lugar al padre fantasmático, porque frente a lo angustioso de la tumba vacía se crea entonces el fantasma. Lacan dice que ante la horrible constatación de que no hay Otro del Otro el sujeto se desvanece, y que lo que construye para suplir esta terrible noticia es el fantasma (2), una articulación simbólico-imaginaria. El sujeto tachado es simbólico por un lado con el objeto imaginario, y es el objeto del deseo por el otro. El fantasma rescata al sujeto del desvanecimiento porque ya no hay Otro del Otro que lo reconozca.

A la altura del Seminario 5 el padre estaba en la punta de la pirámide. El Nombre del Padre era Otro del Otro, era como el tribunal supremo al cual iba a recurrir la madre en el segundo tiempo del Edipo cuando ya no podía con su hijo. En el Seminario siguiente, el 6, Lacan dice lo contrario, dice que ya no hay Otro del Otro (3), cosa que está muy en consonancia con la tumba vacía, y que entonces se crea el tótem y el padre fantasmático. Así será el padre de las neurosis. Los neuróticos llegan al análisis con un padre temido al estilo fóbico, pero reemplazado por un caballo o alguna otra cosa a la que se le tiene miedo. O llegan con un padre odiado y venerado como es el caso de la ambivalencia afectiva de las neurosis obsesivas. O también como padre impotente de la histeria, padre que no dio, un padre no dador y la histérica siempre sigue a la espera de eso que ese padre no da. Queda a mitad de camino, como en el caso del padre de Dora que era un hombre sin recursos, pero al que ella en sus fantasías vuelve dotado de recursos, recuerden la fantasía de la felación.

Podríamos decir que los padres fantasmáticos son el modo en que el neurótico se las arregla para llenar esa tumba que está vacía y al mismo tiempo no tocarla, porque al ser totémico, al tótem, no se lo puede tocar, es sagrado.

Claramente entonces el padre del inicio del análisis, el padre de la neurosis, impide que podamos ir más allá de él. Sus hijos se confabularon pero no pudieron ir más allá de ese padre al que de alguna manera volvieron a resucitar transformándolo en sagrado e intocable, incuestionable. Esto se ve incluso hoy con próceres, grandes padres que no pueden ser tocados porque hacerlo produce sensibilidad.

La muerte también produce un efecto también de sensibilidad, ¿no les pasa a veces que cuando alguien muere se vuelve bueno? Se habla bien de él, incluso cuando muere alguien que no era tan bueno por respeto no se habla mal de él, como si se volviera una cuestión totémica, como si se tratara de la tumba del faraón que no puede ser tocada. El ejemplo que toma Freud de Macbeth es un claro ejemplo de alguien que no puede ir más allá del padre, que fracasa al triunfar (4). Macbeth asesina al rey, ocupa su trono sin que nadie sospeche de él, consigue ser un rey venerado y amado, todo está bien hasta que empieza a boicotearse y termina mal como toda tragedia shakesperiana. ¿Por qué? Por conciencia de culpa no pudo ir más allá del padre.

Recapitulemos. El padre al inicio de un análisis es el padre del neurótico, el padre totémico, al cual estamos atados no solo por su ley sino por nuestra posición fantasmática con relación a él: lo hacemos renacer, resucitar, revivir.

Veamos ahora la pluralización de los nombres del padre. A partir de que no hay Otro del Otro se agrega la fórmula S(A), fórmula que por un lado puede leerse como la inexistencia del Otro, pero por otro como la inconsistencia del Otro, en donde el Otro sigue estando pero sin la misma densidad. Desde esta perspectiva podríamos pensar que no hay Otro del Otro, pero sí otredad del Otro. Esto es lo que de alguna manera Lacan intenta introducir en el Seminario Inexistente, el Seminario que nunca fue, el “Seminario de los nombres del padre”, del que solo dictó una clase por ser expulsado –excomulgado dirá él–. Los nombres del padre quedaron entonces como un misterio. Luego Lacan retoma fuertemente el tema de la pluralización de los nombres del padre en su Seminario 22, R.S.I., usando la noción del padre modelo, es decir, el padre que está unido a una mujer que es su causa de deseo y a la que se une por su perversión.

La cuestión entonces es que empezamos a pensar en la perversión del padre, en el pecado del padre, en el padre del deseo en oposición al padre muerto que no desea nada en absoluto. El padre muerto está muerto en su deseo y tenemos que apuntar a lo vivo del padre, por eso cuando hablamos de la otredad del Otro pensamos en algo que tiene que ver con lo vivo del padre. Esta idea es la que toma Lacan para introducir su noción de la pluralización de los nombres del padre.

Voy a tomar una pregunta que se formula Lacan, que es la siguiente: “¿Dónde se encuentra ese ser faltante en el mar de los nombres propios?” (5). Los nombres propios son los significantes que mortifican, donde el significante mata a la cosa, prohíbe el goce. Cuando estamos en presencia del significante no estamos en presencia del goce, por lo tanto lo que intenta definir Lacan justamente es que el goce es algo que escapa al nombre propio, o al significante. Para designar ese ser que se encuentra en el mar de los nombres propios Lacan propone al goce, ese ser es el goce.

Miller se pregunta si hay posibilidad de que el sujeto vaya más allá de su nombre propio en el análisis y encuentre su nombre de goce (6). Esta es un poco la perspectiva de la otredad del Otro y de la pluralización de los nombres del padre. La posibilidad de ir más allá del Nombre del Padre. Soy este a más allá del Nombre del Padre y justamente esto es el fin del análisis.

Ahora bien, ¿cómo vamos más allá del padre? El tema es que también con el padre vamos más allá del análisis. Abandonamos al padre pero de alguna manera tenemos que servirnos un tiempito de él. Vamos entonces a la noción de padre modelo que introduce Lacan en el Seminario 22. El padre modelo es el padre real, el de carne y hueso, el padre que tiene un deseo. No es el padre ideal, no es Dios. Si el pater familias es ese padre puro del cual no podemos suponer ningún tipo de pecado, deseo y cosa fea [Risas], pues bien, por el contrario tenemos al padre modelo, que va por el lado del pecado y de la perversión.

Podemos distinguir dos perversiones. Hay por un lado una perversión que lo une al objeto a, una mujer causa de deseo. Es todo un tema cómo entendemos la noción de una mujer causa de deseo, porque se puede entender de dos maneras y vale de esas dos maneras. En una de ellas la vemos como mujer objeto de deseo de ese padre con su perversión polimorfa de macho que se distingue de la perversión como estructura clínica, en la otra como mujer causa de deseo. Cuando un hombre es causado por una mujer es alguien que se deja llevar en la vida por ella, a la que no intenta dominar como parte de su propiedad sino que da lugar a lo inexorable de su deseo, cuando la llamada de dar lo que no se tiene finalmente le ha llegado.

La otra perversión es la père-version, con el agregado de la e y con el guión que introduce la palabra padre en francés. Père-version se lee como “padre versión” o “versión del padre”. Esta es justamente la pluralización de los nombres del padre, las distintas versiones de padre, distintos padres en lo real que intentarán ajustarse al único padre en lo simbólico del Nombre del Padre. Siempre habrá una distancia, una discordancia entre el padre modelo y el Nombre del Padre.

Si el padre modelo se ajusta perfectamente al Nombre del Padre, el peligro es, según Lacan, la psicosis. Por eso la perversión/père-versión del padre es la única garantía de que ese padre no engendre un psicótico. El padre perverso introduce con su deseo lo vivo del padre, en su defecto el Nombre del Padre no desea nada en absoluto.

La perversión ya la viene introduciendo Lacan previamente en el Seminario 19, cuando hace un juego de palabras entre pater familias y épater, que en francés significa sorprender, impactar. Lo que impacta del padre es su perversión: el hijo se impacta con que “papá no era lo que yo pensaba, no era un héroe, un prócer”. Eso le va a permitir ir más allá de su padre. Esta es la perspectiva del padre modelo. El padre modelo de la función, como bien decía Jorge, no es un modelo a seguir, un ideal. Lacan toma el concepto modelo del campo de las matemáticas como una representación parcial de toda una realidad. El modelo es el modo en que los científicos toman una experiencia. Como no pueden tomar el mundo en toda su magnitud, hacen una representación simplificada del mismo. El modelo es una representación simplificada del mundo y de la misma forma el padre modelo de la père-versión es una representación simplificada del padre muerto, es decir del Nombre del Padre. Desde ese enfoque los padres modelo son las distintas versiones del padre simbólico.

Lo interesante del padre modelo es que causa a su vez a esa mujer a tener sus propios objetos a que son los hijos. El padre tiene su objeto a que es una mujer, y a su vez esa mujer encuentra sus propios objetos a que son sus hijos.

Cuando Lacan destaca la dimensión del padre como sinthome (7) está planteando la idea del padre que hace lazo, que une cosas. Su cuerpo al cuerpo de su partenaire, por ejemplo, y ahí ya tenemos un lazo, y hay otros lazos en tanto esa partenaire tiene sus objeto a que son sus hijos. El primer lazo es el de la sexualidad, el segundo lazo es el de la reproducción. Esta idea del padre que hace lazo, es la idea de algunos autores que lo ubican como padre Borromeo (8).

Con relación al atravesamiento del fantasma, tenemos que señalar que hay dos tiempos del fantasma. En el tiempo 1, como dijimos anteriormente, el fantasma viene a reparar al sujeto de su desvanecimiento cuando ya no hay Otro del Otro que lo reconozca. Allí el fantasma aporta un objeto imaginario de deseo que rescata al sujeto. En este tiempo el sujeto ocupa el lugar del $ que se dirige a un objeto.

En el tiempo 2 del fantasma se produce el encuentro con el deseo del Otro, es decir, el encuentro con la inconsistencia o la otredad del Otro, con el “¡Ah, papá no era un santo!”. Ese punto es crucial porque coloca al sujeto del otro lado. En el tiempo 1 el sujeto ocupaba el lugar del sujeto, valga la redundancia, pero en el tiempo 2 por el contrario el sujeto va a ocupar el lugar de objeto que completa al Otro, al Otro ahora barrado porque muestra su deseo. La frase “soy pegado” refleja claramente esta posición. Es la dimensión real del fantasma, atravesar el fantasma es salirse de esta posición. Por eso Lacan habla de caída del objeto, porque cuando se produce el atravesamiento del fantasma el sujeto se corre de la posición de objeto de goce del Otro. Desde esta perspectiva atravesar el fantasma sería dejar de ver como terrorífico eso que fue la otredad del Otro encontrándole otra significación, una no traumática. Desde esta perspectiva del fin del análisis, al padre tótem se lo enfrenta, se lo transgrede, se lo mata, se lo trasciende y por ende se lo atraviesa.

 

El atravesamiento del fantasma genera la idea de que se atraviesa un velo y entonces se abre la Lichtum del bosque, el relámpago, algo se ilumina develándose. De alguna manera el atravesamiento del fantasma es solidario de la escena primaria. El final del análisis por atravesamiento del fantasma tiene la estructura de una transgresión heroica, se llegó a un más allá, aparece la creencia de que por haberse develado la verdad ahora se sabe todo, la idea de que se hizo conciente lo inconsciente. Tenemos que cuidarnos de pensar eso porque no es así. Lacan plantea que queda un resto no elaborable luego de atravesado el fantasma radical (9), o sea que se mantiene el goce y sigue el síntoma. El síntoma es de alguna manera una fatalidad, es del orden de lo necesario. (10) Por eso hablamos de identificación al síntoma.

El síntoma goce es ineliminable. El síntoma mensaje, por el contrario, va descifrándose, interpretándose y levantándose, pero siempre queda un resto, la resistencia del ello o la reacción terapéutica negativa. Desde la perspectiva de la interpretación simbólica eliminar lo ineliminable es una tarea imposible, y Lacan propone una salida a esta encerrona: “Si no puedes con ellos únete”; ésta sería la idea de la identificación al síntoma, hacer que ese síntoma sea egosintónico, que sea el modo de goce singular de cada uno.

El síntoma goce es como un callo. Cuando se empieza a practicar algún deporte hay algunas zonas del cuerpo que se utilizan más y es común que allí en un principio aparezcan ampollas molestas, que duelen e impiden la práctica de ese deporte. Pues bien, la solución no es hacer desaparecer la ampolla, porque cuando uno intente practicar de nuevo ese deporte la ampolla va a volver; la solución es que la ampolla se transforme en callo, en una dureza que nos permita practicar mejor ese deporte. Esta es la idea de la identificación al síntoma y del saber hacer allí con el síntoma. El síntoma es ineliminable y tiene que transformarse en callo para que podamos hacer uso de él. Esta es otra perspectiva del final del análisis.

Pongamos a esta otra perspectiva del final del análisis como identificación al síntoma en relación con la noción de padre síntoma. Miller (11) define al Nombre del Padre como lo que a través de la significación fálica domestica la intrusión de goce y entonces todo más o menos cierra.

El problema es que Lacan sigue avanzando y ubica lo que él llama un modo generalizado de forclusión. Sostiene que siempre hay un indecible, que hay algo del mar de los nombre propios que no es abarcado por todos los significantes. Un goce que queda por fuera y es para el sujeto un sin nombre, un indecible. La cuestión es saber entonces mediante qué función nos las arreglamos con ese sin nombre, porque el Nombre del Padre ya no puede con todo. Pues bien, lo que cumple esa función es el síntoma, el que se hizo callo y anudó el goce.

La función del padre modelo es la función del síntoma en tanto perversión que opera con el objeto a. Da un ejemplo de cómo arreglárselas con ese objeto a que es una mujer, funciona como ejemplo pero no como ideal a seguir, como ejemplo entre tantos. Esa sería la idea del padre síntoma al final del análisis, ir más allá del padre simbólico, más allá del único padre, no del un padre, porque eso sería la psicosis.

Cito a Lacan: “la hipótesis del inconsciente, como subraya Freud, solo puede sostenerse si se supone el Nombre del Padre”. (12) El inconsciente transferencial, donde hacen lazo S1 y S2, que también es el inconsciente intérprete, puede sostenerse si se supone el Nombre del Padre. El Nombre del Padre es lo que permite que haya una buena relación entre el código y el mensaje; si no opera el Nombre del Padre tenemos fenómenos de código por un lado y fenómenos de mensaje del otro lado, como le pasaba a Schreber. El Nombre del Padre permite que se coordinen bien los significantes y pasen como mensaje con puntos de capitón correctos.

Luego Lacan agrega: “Si el psicoanálisis prospera prueba además que se puede prescindir del Nombre del Padre, con la condición de utilizarlo”. (13) ¿Cómo entendemos esto? En un análisis nos tenemos que servir del inconsciente porque hay que trabajar mucho y arduamente con el inconsciente transferencial. Ese inconsciente se sostiene entonces en el Nombre del Padre, pero la condición para que el psicoanálisis prospere, para que deje de ser una estafa, para que no sea un puro sentido elucubrante S1-S2, es que desde el inconsciente transferencial podamos acceder al inconsciente de las letras, es decir al inconsciente real. Para eso tenemos que prescindir del Nombre del Padre. Nos servimos de él pero tenemos también que ir más allá de él. Para poder interpretar, como decimos, por el equívoco y acceder a lalange, a la letra del goce, y al síntoma que ya no dice nada.

Agregaría más: nos servimos del Nombre del Padre para luego hacer como el padre modelo, que es un intento de ir más allá.

JORGE CHAMORRO: Gracias Manuel. Tu exposición me generó una multiplicidad de preguntas, tanto sobre cuestiones clínicas como sobre algunos otros conceptos.

Me interrogaba por ejemplo sobre qué quiere decir “la otredad del Otro” o que una mujer es “causa del deseo”. Otro tema que se me presentó es el de la puericultura y la escuela para padres, cuya expresión paradigmática es la de la puesta de límites. Esa función, por lo menos en el discurso de muchas mujeres, es en principio atribuida al padre. Se dice frecuentemente, inclusive, que los daños en el hijo se deben a que el padre no ha puesto límites.

Creo que podemos relacionar esta idea con que, en general, la prohibición viene muy marcada por la idea freudiana de la función paterna. ¿Qué es el padre en Freud? Prohibición. Recuerden incluso que respecto del padre de Juanito se hacía hincapié en que fuera un padre que no se enojaba, y se decía que debido al amor que tenía por su hijo, no ejercía con él la función paterna de castración.

En las primeras formulaciones sobre este tema suele estar muy presente la idea del límite y la prohibición clásica del incesto. Incluso Lacan dice, respecto de la función paterna, que es la prohibición expresada como “no reintegrarás tu producto; no te acostarás con tu madre”. Se trata de las famosas primeras formulaciones de los tres tiempos del Edipo, formulación separadora, la que opera para prevenir el incesto. Para Lacan la operación contra el incesto es la separación del goce, o sea que en Lacan se esfuman las personas como tales, se deja de lado a los personajes de mamá, papá, etc., y se trascienden los problemas tratados en función de esas personas. A partir de este nuevo enfoque ya no podemos analizar en términos de si el papá sí o el papá no sino que hay que entender que lo que Freud le explica a Juanito es la prohibición y la exclusión de goce.

Pasamos entonces de “el Nombre del Padre” a “la exclusión del goce”. Respecto del pasaje de la exclusión del goce a la pluralización del Nombre del Padre, que señalaste, te quería preguntar si podemos pensar que si bien esa primera formulación excluye al goce, la segunda lo localiza. Por otra parte, esa localización, no supone que el goce esté fuera del campo simbólico.

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