Un final inexorable

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El analista debe escuchar a sus paciente como escucharon los cubanos a Guevara y como lo interpretaron instituyendo finalmente el nombre “Che”, velando de ese modo su nombre histórico. Ese nuevo nombre es un significante que queda coagulado y eso se llama letra. La letra es el destino final que nos planteamos para todo este movimiento de los significantes.

Tengan en cuenta incluso que Guevara no fue a decirle a los cubanos que lo llamasen “Che”. Guevara se encontró con eso. Fue el Otro quien le puso ese nombre y fue esa articulación la que cayó sobre sí. No la buscó, tal como dice Picasso, sino que la encontró.

Ese es un ejemplo de un sujeto hablado y finalmente nombrado. Cuando ya no hay sujeto del significante, cuando hay sujeto de la letra, de la insignia, cuando hay un sujeto que ya no se llama sujeto, es cuando hablamos del final del análisis, y esto implica acceder a la ética del bien decir. El bien decir del sujeto del significante es ser hablado. Cuando habla el yo no es ética del bien decir. La ética del bien decir de un sujeto es dejarse hablar, es decir asociar libremente.

¿Cómo habla un sujeto que ya no es hablado sino que está determinado por el sinthome, por la letra que lo marca? El sujeto que habla bajo la ética del bien decir es el que sabe lo que dice y sabe lo que quiere, de alguna forma parodiando a la pulsión: la pulsión sabe lo que quiere. No es un sujeto que encuentra el deseo sino que va por el camino de la pulsión. Miller hace en este punto una observación respecto de que la pulsión sabe lo que dice y lo que quiere, y que el sujeto del fin del análisis es un sujeto que está íntimamente articulado a la pulsión.

Habíamos hecho también otra formulación sobre este mismo punto que señalaba que el sujeto del significante es un sujeto que es hablado y el sujeto del sinthome, de la letra, es un sujeto que escribe. ¿Cuál es en definitiva la ética del bien decir del sujeto que llega al final del análisis? Esto es muy importante porque esta ética es la que va a sostener la posición del analista, esa forma de hablar es la que sostiene la interpretación. ¿Cómo es hablar para un analista en lógica pulsional, usando aquello que les había dicho del deseo del analista y del Trieb de Freud en tanto convergen el deseo del analista y la pulsión?

Pueden revisar estas ideas en el texto de Lacan “Del Trieb de Freud al deseo del analista”. Miller hace un trabajo de los últimos capítulos de ese texto dedicado a rectificar la significación del falo, esto quiere decir, separar al deseo del goce, dirigiéndonos a la deflación del deseo y a la evolución de la pulsión.

Quedan planteadas entonces una serie de preguntas: ¿Qué implica revelar lo real? ¿Qué implica enfrentarse a lo real? ¿Qué implica afectar a lo real? ¿Qué es lo que recibe el sujeto de todo ese contacto con lo real que antes era muy rechazado y ahora parece mostrar una articulación?

¿Cuál es la cuestión del despertar del sujeto? ¿Qué quiere decir despertar? Hay que ver este punto en detalle, despertar puede querer decir muchas cosas, puede aludir a que el sujeto se articuló a lo real, a la angustia, al goce…

Nos estamos preguntando por aquello que lo real le hace al sujeto, especialmente cuando está despierto

P.: ¿Sería que lo real despierta al sujeto?

PATRICIO ÁLVAREZ: Hay documentos en los que Miller lo señalaba, no recuerdo dónde. Uno es en el Seminario 11, cuando plantea que hay automatón, y da justamente el ejemplo del padre al que se le murió el hijo. Señala el sueño de “Padre, no ves que ardo” como el punto de despertar. Hay un despertar que es el encuentro con lo real para luego rearmar el entramado simbólico, que es el efecto de seguir durmiendo.

Pero después Lacan en el Seminario 24 plantea que no hay despertar, o sea que en la medida en que lo simbólico no puede sumir a lo real no hay despertar. Plantea una posición escéptica en ese sentido. Miller trabaja este cambio de posición en la que se pasa primero de un hay un despertar a un no hay despertar posible. Ahí está toda la cuestión del final del análisis en relación al sinthome, a que no hay el efecto de iluminación. De algún modo retoma la cuestión del final del análisis que había planteado por el atravesamiento del fantasma. Está planteado como una discusión de Lacan contra sí mismo.

J. CHAMORRO: Podemos tomar estos dos tiempos; un tiempo que es el de la tyche, con todas sus implicancias, y el otro tiempo que es donde Lacan dice que no hay tal despertar.

Lacan está ahí desarrollando todo lo que escapa al sujeto, todo lo que escapa a la absorción, y está planteando lo que se llama un “mal encuentro” entre el sujeto y la realidad, representada con la irrupción de lo real, que parece estar intentando ir más allá. Sería bueno si alguien quiere tomar el capítulo V del Seminario 11 a fin de repasar cuál es la ventaja de despertar en lugar de seguir durmiendo tranquilamente.

La pregunta es: ¿qué nos aporta ese despertar? Seguro que habla del mal encuentro. Lo que nos interesa es en todo caso entender cuál sería la ventaja de ese mal encuentro.

1- Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Cap. VI, Paidós, Buenos Aires, 1987, p. 76.

2- Lamborghini, O., Obras completas, Tomo II, Sudamericana, Buenos Aires, 2003.

3- Lacan, J., “Lituraterre”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2010.

Clase 5 EL SIGNIFICANTE MEDIO DE GOCE

Qué hacer con lo real

Identificaciones

La deflación del deseo

Sensibilidades

Despertar

Deseo de saber

En algún momento de la clase de hoy vamos a escuchar la presentación de Marcela Molinari de un breve y viejo texto de Miller que se llama “Despertar”, y en el cual se analiza la noción de lo real. Nos preguntábamos en la reunión anterior por expresiones tales como “tocar lo real”, “enfrentar lo real” o “modificar lo real”. También desarrollamos lo que supone la noción de real propia del psicoanálisis, marcando las diferencias con la noción de lo real de la ciencia. ¿Qué implican estas diferentes formas de referirse a lo real? Hay muchas maneras de responder a esta pregunta pero hay una que va creciendo a lo largo de la enseñanza de Lacan y es la de considerar a lo real como síntoma.

Sabemos que a lo largo del tiempo fueron estableciéndose distintas formas de conceptualizar el síntoma: el síntoma mensaje, el síntoma que encierra un sentido, el síntoma que tiene una estructura significante. Todas estas son variaciones del concepto de síntoma en las que no se destaca el factor pulsional. Finalmente llegaremos a una versión del síntoma que alojará la pulsión, y allí se constituirá como una escritura.

Es en “La tercera” (1974), texto conocido por ese nombre por ser la tercera ocasión en la que Lacan dicta una conferencia en Roma, en donde él cambiará la concepción del síntoma y lo ubicará como proviniendo de lo real. El síntoma no será ya un mensaje dirigido al Otro, tal como lo había propuesto en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”. (1) El síntoma viene ahora de lo real.

Una consecuencia de esta concepción es la suposición de que el dispositivo analítico crea un real propio, cosa que sucede en la medida en que se afirma que el síntoma viene de lo real. Dice además en “La tercera”: “Lo que sería mejor, lo que deberíamos tratar de lograr, es que lo real del síntoma reviente…”. La idea que nos hacíamos hasta ahora del síntoma era que él era una regulación de lo real y del goce. Decir que se busca que lo real del síntoma reviente no resulta una cuestión tan evidente, recuerden que cuando Lacan va del síntoma al sinthome se trata de un esfuerzo de regulación y localización de algo.

Todo el tiempo se presenta la idea de ir hacia un más allá, y luego dar otro paso y así sucesivamente. Lo que sucede es que hay un punto final en donde ya no hay más allá. Esta idea es una metáfora de Mas allá del principio del placer (1920) de Freud.

Lacan toma esta referencia para interrogar al análisis como lugar en el que puede establecerse un más allá de las identificaciones. Se afirma que las identificaciones se atraviesan y surge entonces la pregunta: ¿qué hay más allá de las identificaciones?

¿Cómo se construye el atravesamiento de una identificación? Frecuentemente más allá de las identificaciones nos encontramos con la angustia y con la sensación de ser nada, con la desorientación, el vacío y el agujero. En general nosotros no damos diagnósticos, por la sencilla razón que los diagnósticos identifican y nuestro trabajo es ir contra dichas identificaciones. Para el psiquiatra dar un diagnóstico es importante también en la medida en que hacerlo lo sitúa como Sujeto supuesto Saber, es decir, como un Otro completo. Esto calma al paciente angustiado. Me ha ocurrido de enviarle a un psiquiatra un paciente angustiado y que tras cierto tiempo este me dijera que iba a seguir el análisis con él. Cuando le pregunté por qué me respondió porque me hace bien, me explica lo que tengo, charlamos de mi vida, es muy afectuoso. Algún paciente me ha reprochado incluso: Usted se equivocó, nunca me dio el diagnóstico, en cambio el psiquiatra me dijo que soy bipolar. Hay que aprender de los psiquiatras. No la estrategia general, pero sí cómo intervenir en las coyunturas difíciles.

En algún momento se interpretó a la perspectiva del análisis lacaniano como si apuntara a la desidentificación, a la confrontación con el vacío. El único resultado posible era la angustia. Un analista muy inteligente, argentino, que fue de los pioneros y muy cercano a Oscar Masotta, decía que él no se ocupaba de la angustia, que de la angustia se ocupan los médicos y los psiquiatras. Eran las primeras versiones terroristas que divulgaban la idea de que el psicoanálisis lacaniano angustiaba, desidentificaba a las personas, conducía a algo extraño y llevaba a un horizonte incierto y desconocido.

 

En 1980, en Caracas, Jacques-Alain Miller presenta un trabajo que se llamaba: “Cláusula de clausura”. (2) Allí plantea: 1) más allá de las identificaciones, el fantasma fundamental, 2) el goce como concepto ineludible para pensar el final del análisis. Diciendo que más allá de las identificaciones está el fantasma fundamental, Miller va a ser muy claro en lo que respecta a su lectura de Lacan. Ahora nosotros podemos decir que más allá del fantasma fundamental está lo real, siendo lo real en este caso una verdadera amenaza para el sujeto. Es por eso que se decía que cuando un sujeto se angustiaba, o cuando se desencadenaba una psicosis o se producía cualquier tipo de descompensación, había habido una vacilación fantasmática, y que esta vacilación producía una amenaza de irrupción de lo real en el campo del sujeto. El fantasma era una protección de esos desequilibrios; quien no contaba con el fantasma estaba complicado. Es más, si el fantasma era muy débil el sujeto permanecía siempre amenazado de un retorno de cualquier tipo de desestabilización. Recuerdo el caso de una persona que había tenido graves trastornos corporales y de la cual se decía que había tenido una vacilación fantasmática a la que incluso llegó a confundirse con un desencadenamiento psicótico.

Lo importante es captar cuál es la función de estos atravesamientos, así como también intentar ver cuál es la razón por la cual armamos un dispositivo que tiene como orientación atravesar las identificaciones y el fantasma para llegar a un punto final, a una localización. Tengan en cuenta que siempre se trata de un esfuerzo de articulación de algo de lo real, esta es la clave y es por eso que el síntoma es un esfuerzo de localización de lo real.

¿Cuál es la razón por la cual hay que regular lo real, cernirlo y acotarlo? Tomaré una frase repetida, “el significante medio de goce”, para abordar algo de la relación con el goce. El significante medio de goce es una formulación que divide la historia del significante, dado que en un principio dicho significante era una escobilla para limpiar el campo tanto del sujeto como del Otro del goce invasor. Es el significante Nombre del Padre el que regula al goce y produce efectos de significación y no efectos delirantes.

Por otra parte, el significante, además de ser medio de goce, es también medio de circulación del deseo en tanto y en cuanto es en la articulación de significantes donde se lee el deseo. Esta diferencia que hace presente la circulación del deseo, plantea la existencia de un obstáculo para alcanzar el final. A este obstáculo responderá Lacan hablando de deflación del deseo al final de un análisis.

¿Cuál es la ventaja de la localización? No hay que dar por obvio el sentido de las afirmaciones de Lacan. Construir, localizar y escribir tienen por objetivo regular un real, dado que de él es de donde viene el síntoma. Apuntamos al sinthome como el desecho de todo el trabajo que se hizo en un análisis. El sinthome es un resto, una letra que decanta del movimiento significante.

La letra es en donde se localiza lo real y esa localización es relevante, porque el sujeto localizado es un sujeto independiente del Otro. Esa independencia no es del padre o de la madre de una determinada persona, estamos hablando de la independencia respecto del Otro.

¿Qué es un sujeto analizado? Las respuestas son diversas pero considero que es importante recorrerlas. Freud dará una respuesta contundente y precisa a la que nos referiremos más adelante. Partamos de la idea de que un sujeto que se analiza es un sujeto que no está inamoviblemente afirmado en sus creencias. Es un sujeto que puede escuchar, que puede dialogar sin confrontar, que no está a la defensiva. Es un sujeto que si padece el síntoma de los celos, puede plantear lo que le pasa y compartir con su mujer su sufrimiento. Es un sujeto que percibe algo de su síntoma. No acusa como primer paso. Es un sujeto que se angustia, y que por lo tanto no angustia inapelablemente al otro. Un sujeto no analizado es alguien con quien no se puede hablar, mejor hay que esquivarlo. Como notarán, los no analizados proliferan entre nosotros.

Un sujeto al que la mujer le dice que no se siente querida y que responde que no hay razones para que sienta así y le da argumentos para demostrarlo, no escucha el mensaje.

Entonces, al sujeto dividido le opongo el sujeto argumentador. El sujeto dividido carece de la condición paranoica que lo lleva todo el tiempo a defenderse del Otro. El sujeto dividido es un sujeto que aloja algo de la necesidad del Otro, que puede alojar esa necesidad aunque no sean necesidades justas –si es que hay necesidades justas–. Lo que crea problemas permanentes en una pareja es cuando uno o ambos sujetos no escuchan el mensaje del otro porque no lo consideran adecuado, razonable, justo. Son sujetos que padecen del síntoma de la objetividad. [Risas]

A mi entender, uno de los efectos del análisis, del avance del análisis, es la pérdida de cierto tipo de sensibilidad que podemos llamar paranoica. En versión histérica, la sensibilidad que interpreta que el Otro usa, que maltrata. Este tipo de pérdida necesaria se nota en la transferencia: el analizante está menos dependiente de lo que hace el analista dentro o fuera de la sesión.

Vamos ahora a darle la palabra a Marcela para que plantee su lectura sobre la relación entre lo real y el despertar, tomando como base el Seminario 11. Recuerden que habíamos planteado que cuando uno sueña y tiene una pesadilla, decimos que se produce allí un contacto con lo real y que ese real es la causa del despertar. También dijimos que cuando nos despertamos y nos encontramos con la realidad de todos los días, en cierto sentido nos dormimos. Si hasta un determinado momento el problema era la confrontación con lo real, a partir de otro se plantea la cuestión de regular lo real, de atraparlo, de morder en lo real con la escritura. Vamos entonces a escuchar la puntuación de Marcela sobre qué es para Lacan “despertar”.

MARCELA MOLINARI: Después del encuentro pasado en el que planteabas la pregunta acerca de qué debe entenderse por la formulación “tocar lo real”, recordé un texto de Miller relacionado con este tema que está en Matemas I y se llama “Despertar”. En ese texto, comienza diciendo: “Intento aclararme, explicarme a mí mismo la práctica actual de un psicoanalista llamado Lacan”, y sitúa al despertar en relación al análisis. El significante “despertar” recorre todo el texto, podríamos decir que es uno de los nombres de “tocar lo real”.

Miller allí da cuenta de las sesiones breves de Lacan, muy breves, hasta brevísimas y lo breve es una forma de “tirar al analizante”, tensionarlo, moverlo, inquietarlo, evocar a la impaciencia del paciente. Allí aparece el duro deseo de despertar, “pero este deseo de despertar no tiene nada de natural, es incluso contra natura, y es cabalmente contrario a la naturaleza de la práctica analítica…”

¿Qué quiere alguien cuando consulta a un analista? Dejar de sufrir. Sabemos de la satisfacción que conlleva todo sufrimiento, pero quien consulta demanda aun así alivio, adormecer el síntoma disfuncional que le causa sufrimiento. Nuestra práctica conlleva un automaton, una tendencia a “amodorrarse”, a “caer en modorra”, nos dice Miller, ambos, analista y analizante, a veces en nombre de la transferencia. Leemos: “Todo reside en saber si adormecer es un ideal para el psicoanálisis, adormecer al síntoma. Es preciso confesar que un psicoanálisis satisface el deseo de dormir a un sujeto irritado por lo real del síntoma”.

Cabe plantearnos la pregunta, ¿un análisis despierta o adormece? El placer de la asociación libre, ¿no enmascara un adormecerse juntos? Es entonces cuando Miller nos indica un término muy interesante, habla de escansión. Describe al analista como un ser de escansión que se pone en marcha en todas las sesiones, realizando cortes vía el deseo del analista, un deseo que es deseo de despertar pero plantea también una paradoja. Despertar es un fin, pero se trata de despertar a lo imposible. El deseo del analista, como deseo de despertar, se testimonia con su presencia.

El analista testimonia con su presencia el encuentro con lo real siempre imposible. Escande el encuentro siempre fallido con lo real.

En la Revista Lacaniana 14 hay una entrevista que hace Judith Miller a Rosine Lefort, donde ésta da cuenta de las maniobras que le hacía Lacan para despertar. Era imposible pero era su fin. También tenemos los testimonios. Por ejem- plo el de Ran Mandil, donde en la ficción que cada sujeto arma de su vida hallamos retazos de real. “He aquí la mochila del clandestino siempre pesada”, interpretación que escande el sentido, despierta a lo imposible pero por la vía de la ficción, del invento, de la creación de pedacitos de saber sobre lo real.

Lacan inventa el dispositivo del pase para demostrar que hay un real propio de la experiencia analítica y que de eso se puede hacer transmisión. Hay allí elucubraciones fantasmáticas que se reducen a un núcleo, hay un pedacito de real y sus efectos de goce en el cuerpo. Un testimonio muestra cómo alguien pudo arreglárselas con ese real, mediante un espejismo de verdad. El AE intenta captar lo real, alcanzar la invención de su sinthome y trasmitirlo. El pase aparece como hystoria que muestra trozos de real que se han hecho algo de sentido. Algunos testimonios así lo demuestran. Se trata de un despertar para seguir durmiendo pero con algún saber-hacer en juego.

JORGE CHAMORRO: Está muy claro este momento que señalás de la relación con lo real. Noten que en este acercamiento a lo real como imposible, que es un movimiento de acercamiento y retroceso, parece que acercarse a lo real es bueno. Pareciera que acercarse a algo de lo real –que no es la realidad representada de todos los días– es como acercarse a una cierta verdad del sujeto. Da la impresión de que al hacerlo uno toca algo que es importante para el sujeto y que en la vida cotidiana uno desconoce ese real…

M. MOLINARI: Lo real es como un muchacho que uno tendría que encontrar para casarse…

J. CHAMORRO: Algo así… [Risas]. No, esa es la realidad representada…

M. MOLINARI: No, pero el que anduvo por esos lugares, digo.

P.: No, no. ¿Cómo?

J. CHAMORRO: Yo diría que esa es la realidad representada. Lo real sería no encontrar ningún muchacho, es decir, no hay relación sexual…

M. MOLINARI: Yo lo pensaba en relación al que anduvo por ahí, digamos, sabiendo de lo posible, de lo imposible, que no hay relación sexual, que se puede hacer con una mujer…

[Bullicio – discusión].

J. CHAMORRO: Mejor digamos que el que anduvo por ahí se conforma con lo que venga [Risas], ¡antes que encontrarse con lo real y despertarse! Agarra al primer muchacho que venga, se dice “no sigas dando vueltas” [Risas], las vueltas dadas…

Me parece interesante el planteo. ¿Cuál es el paso siguiente de esta forma de tratar con lo real, de este despertar un poco amorfo que no se sabe bien qué es y al que Marcela califica como imposible? ¿Cuál es el paso siguiente en el concepto del psicoanálisis orientado a lo real? En estos términos el despertar parece cercano a la tragedia griega, en la línea de la confrontación con el más allá que caracteriza la conducta del héroe trágico en relación a la muerte tal como aparece en los casos de Edipo y Antígona. Se trata de una confrontación con el destino fatal.

Lacan, en el Seminario La ética del psicoanálisis, va a hacer coincidir la experiencia trágica con la experiencia del psicoanálisis, en el sentido de una búsqueda de lo inexorable. En nuestro caso, yo hablaría de una especie de toqueteos con lo real que posteriormente se van a transformar en una orientación clínica hacia lo real.

Cuando decimos que la clínica psicoanalítica está orientada a lo real queremos decir que no está orientada a la ficción, dando lugar a un trabajo en el borde entre el registro simbólico y el registro de lo real. Entre esos dos registros se aprecia una especie de contacto sin mucha forma, un poco indeterminado, pero que se presenta como algo a lo que debemos acercarnos. Por allí es que se plantea el camino del atravesamiento de las identificaciones: la identificación cumple una función de velo que obstaculiza lo real.

Al final del análisis la fórmula del fantasma coincide con la fórmula de la pulsión. Enunciarlo así implica a mi entender el atravesamiento del fantasma. Pareciendo no conformarse con este planteo y buscando precisar lo particular de cada sujeto, Lacan dice finalmente que no se trata de un objeto “real”, e introduce ahora al objeto a como un objeto semblante de ser. Es decir, no como real sino como semblante. Necesita pasar más allá del fantasma y es allí que aparece el sinthome.

 

Usaremos ahora otra frase: “Soy mi síntoma”. Miller la propone como la fórmula del final del análisis. ¿Cuál es la diferencia entre esto y el saber hacer con el síntoma? Entiendo que no es un problema de técnica, sino un problema de localización del ser en el síntoma.

¿Cuál es la diferencia entre “soy el síntoma” o “sé hacer con el síntoma”? Creo que Lacan sería más claro si la propuesta fuera la de considerar a “soy el síntoma” como el resultado de la idea de identificación con el síntoma. Pero notemos que si estoy identificado al síntoma es porque no soy el síntoma.

Vemos la diferencia entre plantearlo del lado del ser o del lado del tener. Se trataría de la ventaja de pensar el final de análisis no ya desde el “soy eso”, o sea por la localización del ser, sino al modo como Lacan lo piensa en el final de su enseñanza en tanto se tiene el síntoma, dada la localización de la letra en el síntoma. ¿Cuál es la diferencia que aporta tener un síntoma y no serlo? Ser el síntoma es un camino hacia la certeza de vivir.

Para cernir un poco más el final del análisis es necesario incluir al “deseo de saber”. En los tres o cuatro últimos capítulos del Curso El banquete de los analistas, Miller dedica bastante espacio a la problemática del ser. Recomiendo que lo lean porque eso tiene también que ver con el final del análisis. Nos encontramos allí con un concepto un tanto extraño que es el del deseo de saber. Dice que el deseo de saber es la formulación del deseo del analista, que la mejor forma del deseo del analista es el deseo de saber.

Vamos avanzando entonces sobre tres ejes: eje del Otro, eje del objeto y eje del saber. El primer punto que hay que distinguir es el de la diferencia entre saber y conocimiento. ¿Cuál es la diferencia más importante de este deseo de saber (o del saber en general) con el conocer? El saber es una problemática del significante, y el deseo de saber junta deseo con saber. Este deseo se separa de toda forma de insight o autoconocimiento.

El deseo de saber implica un esfuerzo constante de no realizar el fantasma del obsesivo, que implica conocerse, saber lo que quiere, saber por qué le pasan las cosas, y también por qué soñó lo que soñó. El obsesivo cree que todo tiene una razón y que para curarse debe descubrirla. No cree que la poesía es el camino. [Risas].

La interpretación del analista tiene que dirigirse a un lugar en donde el sujeto no se reconozca. El lugar de la interpretación es aquel en el cual el sujeto no se ve. Si el sujeto dice “tengo tal problema…”, y uno le subraya una palabra de esa zona donde el sujeto se ubica, si dice por ejemplo “…y lo que pasa es que me siento solo”, e insiste con “solo y solo y solo…” y el analista dice “¡eso!, ¡solo!”, la suya es una intervención inadecuada. Esa intervención implica afirmarlo en lo que él ve, y la intervención que buscamos no tiene que ser ratificante de lo que el sujeto ya ve sino que tiene que dividir.

En una primera entrevista es muy importante nos orientemos hacia donde el sujeto no nos espera. La intervención del analista tiene el estilo interpretativo del inconsciente. El inconsciente no explica, no anticipa por donde viene, irrumpe. Se supone que la intervención del analista también irrumpe y lo hace señalando un lugar que desconcierta, no diciendo algo que ratifica lo que ya sabemos.

Esto es lo que llamamos explorar la división. Pero esa división también hay que gestarla. No va a suceder que el sujeto absorba sin problema eso que le decimos, se trata de un cuerpo extraño a su reconocimiento. Al incluir ese dato extraño comenzamos un trabajo de movilización de todo su sistema identificatorio. Tengan en cuenta que con esa interpretación ustedes estarán poniendo un dato ajeno en el mundo del paciente y que eso alterará sus identificaciones. Para atravesar identificaciones primero hay que conmoverlas, no hacerles de espejo.

Es por este motivo que Lacan dice “cuídense de comprender”. Es lo que Lacan propone en el famoso cuadro de Holbein que está en la tapa del Seminario 11, donde los embajadores están junto a un objeto que se ubica en la parte inferior, un “ovni”, un algo no reconocido que cuando uno se va alejando se transforma y uno se ve mirado por ese objeto que no reconocía.

El objeto me mira y me interpela en ese lugar que es el lugar de la muerte en el cuadro de Holbein. La anamorfosis de la calavera encarna algo de la muerte y desde ahí interpreta el analista. Desde donde somos mirados, índice de la presencia del objeto a, es desde donde interviene el analista.

¿Cómo presentifica Lacan el objeto a mirada? Cuando un objeto que nos mira aparece en una lata de sardinas, en el medio del mar, o cuando aparece en un tipo en un bote, decimos: “Ese es el objeto a mirada”. Pero, ¿puede ser que la lata de sardinas me mire? Sí, efectivamente, me mira. ¿Saben por qué? Porque es el objeto extraño que no reconozco y que irrumpe en mi campo de modo equivalente a una alucinación verbal. O por ejemplo, estamos hablando en este salón y de repente cae del techo una enorme víbora: nos sentiríamos mirados por eso. Esa intrusión nos cambia el campo y nos determina con su presencia de mirada: en ese caso no son ojos que miran, se trata de una presencia que nos mira y nos interpela como un objeto extraño que irrumpe.

Si el objeto a mirada irrumpe, ustedes miran al sujeto y él tiene que estar desconcertado, angustiado o en pánico; si en cambio el sujeto está lo más tranquilo y dice “¡ay que linda latita!” [Risas], no es el objeto a mirada.

Si cuando ustedes intervienen el sujeto dice “muy interesante esto”, entonces la operación de la interpretación no se produjo. La operación de la interpretación es muy difícil de sostener con método y sistematicidad. El efecto de interpretación no se logra con facilidad. Siempre menciono la sensación que yo tenía frente a las interpretaciones de Pichon-Rivière. Cuando hablaba con él en la intimidad, ya fuera en un control o en una entrevista, yo sentía que nunca se podía hablar con él en serio. Su respuesta siempre retornaba desde otro lugar, me respondía otra cosa.

En una oportunidad le consulté por una paciente que me había llamado y me había dicho: “Mi hermano se tiró por la ventana”. ¿De qué piso?, pregunté. Ella tenía miedo de mirar para abajo y me llamó a mí. El sujeto se había tirado del sexto piso pero cuando fueron a ver no estaba… O sea, se tiró del sexto piso, se paró, abrió una puerta que daba a un living, entró, había un cumpleaños, dijo “feliz cumpleaños” y se fue a la casa [Risas]. En el control con Pichon-Rivière dijo: “¡Qué interesante!“. Comenzó a preguntar y a preguntar y a preguntar y al final se paró y dijo una sola cosa: “Incesto” [Risas]. Dijo “incesto” porque era en el sexto piso y eran dos hermanos [Risas]. Sí, era por eso, dijo “incesto” y bum, se terminó el encuentro. Andá y arreglate con lo que dijo y qué es y qué no es [Risas]. Pichon-Rivière era un sujeto muy de ese estilo. Habló en serio solo cuando habló de él y de la muerte.

Retomando la cuestión del saber recordemos entonces que el planteo es que el saber es opuesto al conocimiento, es un significante al que llamamos significante 2. En la enseñanza de Lacan el primer nombre del saber es el significante 2, que se distingue del significante amo, que es el S1. ¿Qué es lo que sabe el saber de este significante? Un saber no sabe nada, produce una articulación con este significante. Recuerden que hay dos movimientos: uno de anticipación y otro de retroacción. El significante 1 es siempre con otro. El significante 1 anticipa un S2, que es el del saber, y el S2 –saber– cae retroactivamente sobre el S1, cambiando el sentido.