Compendio de la fe cristiana

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Capítulo 1
LA BIBLIA

La Biblia es la Palabra de Dios para nosotros. Es el mapa del viajero, el cayado del peregrino, la brújula del navegante, la espada del soldado y la guía del cristiano. Debería llenar la memoria, gobernar el corazón y guiar los pasos. Debiera ser leída pausadamente, frecuentemente, y en actitud de oración.

— Fuente Desconocido

LA BIBLIA: SU HISTORIA Y MENSAJE

El punto de partida para estudiar la fe cristiana es la Biblia, el testimonio escrito de lo que Dios habló y actuó en el plano de la historia. En este capítulo haremos una revisión del Antiguo y del Nuevo Testamento, de los libros apócrifos del período intertestamentario (“entre ambos Testamentos”), que son los libros que Martín Lutero y los reformadores no incluyeron en la Biblia cuando tradujeron las Escrituras de hebreo y griego a los idiomas que hablaba la gente del pueblo. Luego consideraremos diversas traducciones de la Biblia. Después de esto, analizaremos tres conceptos que se relacionan con la Biblia: las revelaciones que Dios dio a Israel y la revelación de sí mismo en Jesús de Nazaret; la inspiración de los escritores humanos de la Biblia, y la autoridad de ésta en asuntos de fe y de práctica. Por último consideraremos algunos principios generales que deben ser aplicados en la lectura e interpretación de la Biblia; mencionaremos varias traducciones y algunos recursos que pueden usarse al estudiar la Biblia.

LOS DOS PACTOS O TESTAMENTOS

Aunque la Biblia tiene muchos libros, en realidad es un solo libro: una narración continuada con dos partes diferenciadas, o dos “testamentos”, del latín testamentum, que significa “pacto” o “acuerdo”. El Antiguo Testamento contiene el pacto entre Dios y el pueblo de Israel al pie del monte Sinaí: “Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones” (Ex. 19.5). El Nuevo Testamento contiene el pacto entre Dios y toda la humanidad, pacto que había sido anunciado por el profeta Jeremías: “Vienen días … en que haré un nuevo pacto…” (Jer. 31.31). Este pacto fue instaurado por Jesús en la Ultima Cena: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lc. 22.20).

LA BIBLIA: PROCESO DE FORMACIÓN, ESTRUCTURA Y LIBROS

La palabra “Biblia” viene del término griego biblia, que significa “libros”. De modo que la Biblia es una colección de libros, aunque no todos son “libros” estrictamente hablando. En el AntiguoTestamento, por ejemplo, el libro de los Salmos y el de Proverbios son colecciones de poemas y refranes; y la mayoría de los “libros” que lo componen el Nuevo Testamento son cartas.

Los libros fueron escritos a lo largo de un período que abarca por lo menos 1200 años: desde el 1100 a.C. hasta el 100 d.C. (a.C. significa “antes de Cristo” y d.C., “después de Cristo”). Además, fueron escritos por una variedad de personas, algunas de las cuales han sido identificadas y otras no, especialmente en el Antiguo Testamento; se escribieron en muchos diferentes lugares, como Palestina, Babilonia, Corinto, Efeso, Roma, Antioquía y la isla de Patmos. La Biblia ha sido traducida a unos dos mil idiomas y hoy más del 80% de la población mundial tiene acceso a la Biblia, o a una parte de ella, en su propio idioma.

El Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento comprende treinta y nueve libros en las Biblias protestantes, cuarenta y seis en las Biblias católicas, y cincuenta y cinco en las Biblias ortodoxas (ver próxima sección), divididos en cuatro amplias secciones, a saber:

• El Pentateuco o la Torá, los cinco libros “fundacionales”: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, en los cuales Dios llama (elige) a Israel para ser su pueblo, lo libera de la esclavitud en Egipto y establece un pacto con Israel en el monte Sinaí. El Pentateuco contiene también lo que se conoce como la Ley.

• Los Libros Históricos: Josué, Jueces, Ruth, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester. Los Libros Históricos relatan la historia de Israel a lo largo de un lapso de unos ochocientos años: la entrada de los israelitas a la Tierra Prometida (Canaán) bajo el liderazgo de Josué en el 1250 a.C.; la ocupación de la tierra durante el período de dos mil años bajo la guía de los jueces; los reinados de Saúl, David (en el 1000 a.C.) y Salomón, reyes de Israel; y la división y separación de la tierra en los dos reinos, Israel y Judá, y su derrota a manos de los asirios (en el 721 a.C.) y de los babilonios (en el 586 a.C.); el exilio en Babilonia y el retorno de los exiliados a Israel (en el 538 a.C.) y la reubicación en Jerusalén y Judea bajo el liderazgo de Esdras y Nehemías (a mediados del siglo V a.C.).

• Los Profetas, una colección de escritos de los cuatro profetas “mayores” (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) y los doce profetas “menores” (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías). Los Profetas también incluyen el libro de Lamentaciones, que son las endechas de Jeremías sobre la destrucción de Jerusalén tras la invasión de Babilonia, en el 586 a.C.

• Los Escritos, también llamados literatura sapiencial y devocional, que incluyen los libros de Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares o Cántico de Salomón.

El Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento tiene veintisiete libros, también divididos en cuatro secciones:

• Los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, testimonios escritos de la vida, muerte y resurrección de Jesús.

• Los Hechos de los Apóstoles, el relato histórico de los primeros tiempos de la iglesia en Jerusalén y de los tres viajes misioneros de Pablo; abarca el lapso entre el 30 d.C. y principios de la década del 60.

• Las Cartas o Epístolas (de epistolos, palabra griega que significa “carta”), que incluyen trece cartas escritas o atribuidas a Pablo (cartas escritas a las congregaciones en Roma, Corinto, Galacia, Efeso, Filipos, Colosas y Tesalónica), y cartas personales escritas a Timoteo, Tito y Filemón; la Carta a los Hebreos y siete cartas “generales” de Santiago, Pedro, Juan y Judas.

• El Apocalipsis o Revelación, de Juan, que contiene el registro de las visiones que éste recibió sobre la soberanía de Dios y su inminente victoria sobre las huestes del mal.

LAS ESCRITURAS HEBREAS

Las Escrituras Hebreas (es decir, el AT, ya que el Nuevo fue escrito en griego) son el registro de las palabras y el trato de Dios con el pueblo de Israel, a quienes llamó para que fueran “luz para las naciones” (Is. 42.6). La historia de esas revelaciones y actos divinos fue transmitido en forma oral de una generación a la siguiente. A partir de la instauración de la monarquía (1020 a.C.) los relatos orales y tradiciones fueron puestos por escrito y coleccionados; luego, durante y después del exilio (siglo VI a.C.), fueron reunidos y compilados como libros. Se cree que la Torá se completó alrededor del 400 a.C., los Libros Históricos y los Profetas alrededor del 200 a.C. y los Escritos alrededor del 100 d.C. Se considera que el canon hebreo definitivo —es decir, libros reconocidos por los rabinos como sagrados o divinamente inspirados— fue confirmado por un concilio o asamblea de ancianos en Jamnia, la actual ciudad de Jabneh, hacia finales del primer siglo d.C.

El canon judío y el canon cristiano del Antiguo Testamento

Judíos, protestantes, católicos y ortodoxos tienen diferentes cánones de las Escrituras, es decir, diferentes cantidades de libros.

• El canon judío contiene veinticuatro libros, porque muchos de los libros de las Escrituras hebreas no están divididos. Por ejemplo Reyes, Samuel y Crónicas son cada uno un libro, Esdras y Nehemías forman un solo libro, y los doce profetas menores están agrupados en un libro (el Libro de los Doce).

• El Antiguo Testamento protestante contiene treinta y nueve libros, arreglados de manera algo diferente del canon judío (ver la sección El orden de los libros, en p. 14).

• El Antiguo Testamento católico contiene cuarenta y seis libros. Los siete libros adicionales provienen de la Septuaginta (ver sección sobre Los textos apócrifos en pp. 14-16).

• El Antiguo Testamento ortodoxo incluye cincuenta libros: los libros del Antiguo Testamento católico más 1 Esdras, 3 Macabeos, la Oración de Manasés y el Salmo 151.

Además, las Escrituras Hebreas están dispuestas en tres divisiones en lugar de cuatro. Lo que en la mayoría de las versiones cristianas del Antiguo Testamento se denomina Libros Históricos son aquí llamados Primeros Profetas: los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. En el canon hebreo estos libros se consideran libros proféticos o “historia religiosa”, más que “historia histórica”. La Biblia judía o hebrea a veces es llamada Tanak o Tanakh, palabra formada con las primeras letras de los nombres hebreos de esas tres secciones: T por Torá (el Pentateuco), N por Niviim (los Profetas) y K por Kethuvim (los Escritos), con las vocales añadidas para facilitar la pronunciación.

 

La Septuaginta

La Biblia de la iglesia primitiva de habla griega era la Septuaginta. Cuando Alejandro el Grande (356-323 a.C.) conquistó el mundo antiguo durante el siglo IV a.C., el griego llegó a ser la lingua franca o idioma común en el mundo conquistado. Con el tiempo, los judíos que vivían fuera de Palestina empezaron a hablar el griego en lugar del hebreo; se hizo entonces necesaria una versión de las Escrituras en griego. Alrededor del año 250 a.C. un grupo de ancianos y escribas judíos en Alejandría, Egipto, que era la ciudad que albergaba la comunidad judía más numerosa del mundo antiguo, tradujeron las Escrituras al griego. Según la leyenda judía, setenta y dos traductores de la Torá (seis por cada una de las doce tribus) tradujeron en forma independiente, y cuando terminaron ¡no había ninguna discrepancia entre sus traducciones!

El nombre Septuaginta proviene del latín septuaginta, que significa setenta, la cifra redonda más cercana al número de setenta y dos traductores. La Septuaginta a veces se abrevia como LXX, el numeral romano 70. La Septuaginta se constituyó en la Biblia de los judíos de habla griega que vivían fuera de Palestina, y también lo fue de los primeros cristianos.

El orden de los libros

El orden de los libros en el Antiguo Testamento cristiano sigue a la Septuaginta, que es diferente de las Escrituras Hebreas. Además, en éstas la última sección comprende los Escritos en lugar de los Profetas, y aquellos incluyen cinco libros que el Antiguo Testamento cristiano ubica entre los Libros Históricos (Ruth, Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester) y otros dos libros que el canon cristiano incluye con los Profetas (Daniel y Lamentaciones).

LOS TEXTOS APÓCRIFOS

La Septuaginta contiene quince libros que no están en las Escrituras Hebreas, libros tales como Tobit, Judit, 1 y 2 Macabeos y Baruc. Cuando Jerónimo tradujo el Antiguo Testamento al latín, alrededor del 400 d.C., incluyó varios libros de la Septuaginta, con la advertencia de que no debían ser considerados en el mismo nivel que los libros del canon hebreo. Con el tiempo, sin embargo, esos libros deuterocanónicos (esto significa “segundo canon”) fueron colocados en la misma categoría que los libros canónicos de las Escrituras Hebreas; algunos de ellos dieron origen a doctrinas católicas tales como el purgatorio, que aparece en 2 Macabeos 12.43–45.

Cuando Martín Lutero y otros tradujeron la Biblia a las lenguas que hablaba el pueblo en su época (a comienzos y hasta mediados del siglo XVI) a veces colocaron los libros deuterocanónicos en una sección separada, ubicada entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y titulada como Apócrifos (de la palabra griega que significa “de dudosa autoridad o autoría”), o bien los eliminaron totalmente. La razón por la que los reformadores rechazaron los libros deuterocanónicos fue que no habían sido aceptados por los ancianos judíos en el canon hebreo. (Además, aunque Jesús y los otros apóstoles en el Nuevo Testamento citaron extensamente al Antiguo Testamento, no hay en el Nuevo Testamento referencias a ninguno de los libros deuterocanónicos). Para contrarrestar la actitud tomada por los reformadores en contra de los libros deuterocanónicos y de las enseñanzas fundadas en esos libros, la iglesia católica otorgó plena aceptación a doce de los libros apócrifos, como parte del canon, en el Concilio de Trento en 1546.

A pesar de no pertenecer realmente al canon, los libros deuterocanónicos son documentos importantes. Libros tales como 1 y 2 Macabeos contienen la historia del pueblo elegido de Dios durante el período entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Otros libros, como Sabiduría de Salomón, reflejan los cambios que empezaron a producirse en el pensamiento religioso judío antes de la venida de Jesús, tales como una creencia cada vez más firme en la vida después de la muerte, doctrina a la que se alude muy brevemente en el Antiguo Testamento. En la actualidad algunas Biblias protestantes tienen ediciones que incluyen a los libros apócrifos.

Puesto que los libros apócrifos estuvieron excluidos por largo tiempo de las Biblias protestantes, la mayoría de los protestantes saben muy poco acerca de ellos. Lo que sigue es el listado de estos libros tal como aparecen en las Biblias católicas.

Libros Históricos

Tobit es la historia de un judío (Tobit) piadoso y fiel a la ley cuya ceguera fue sanada por medio de una fórmula mágica provista por un ángel (Rafael). Judit es una historia sencilla y fácil de leer acerca de una hermosa mujer viuda quien, como Ester, salva a su pueblo. Adiciones a Ester son agregados que tienen el propósito de darle al libro de Ester un estilo más “religioso” (no se menciona el nombre de Dios en el libro canónico de Ester). Los libros 1 y 2 Macabeos narran el opresivo reinado del gobernante seléucida (sirio) Antíoco Epífanes y la revuelta y purificación del templo bajo el liderazgo de Judas Macabeo y sus hermanos.

Los Libros Proféticos

Baruc es un libro que se atribuye al secretario de Jeremías; al libro de Jeremías se le agregó La Carta de Jeremías, que el profeta escribió a los judíos que estaban a punto de ser llevados cautivos por los babilonios. El libro canónico de Daniel fue extendido para incluir tres escritos deuterocanónicos: la Oración de Azarías y el Canto de los tres jóvenes, que es un cántico o plegaria de los tres compañeros de Daniel en el horno de fuego (Dn. 3.24–90); y Susana, la historia de una bella mujer que era deseada por dos malvados ancianos, y que fue salvada por Daniel (Dn. 13), y Daniel, el dios Bel y el dragón, una historia ubicada en el tiempo de Daniel y que presenta el contraste entre la adoración a Dios y la falsa adoración a los dioses babilonios (Dn. 14).

Literatura Sapiencial

El libro Sabiduría, que es obviamente de otro autor y no de Salomón, define el origen, la naturaleza y la función de la sabiduría y el destino de quienes hacen lo bueno y quienes hacen lo malo. El Eclesiástico o Sirácida (por el autor del libro, también conocido como La sabiduría de Jesús hijo de Sira) es una maravillosa colección de dichos y consejos similar al libro de Proverbios.

EL NUEVO TESTAMENTO

En el Antiguo Testamento, el Pentateuco y los libros históricos aparecen más o menos en orden cronológico y los cuatro profetas mayores y los doce profetas menores están ubicados, con muy pocas excepciones, en el orden en que fueron escritos. En el Nuevo Testamento los libros no aparecen en orden cronológico. Por ejemplo:

• Pablo, que murió a mediados de la década del sesenta, escribió sus cartas antes de que se escribieran los Evangelios—el primero de los cuales (Marcos) está fechado alrededor del año 70—y antes que Hechos de los Apóstoles, que describe los viajes de Pablo.

• Las cartas de Pablo están ordenadas de acuerdo con sus destinatarios y más o menos agrupadas según su extensión, más que por orden cronológico. Las nueve cartas a las iglesias están ubicadas en primer término, seguidas por cuatro cartas personales. Romanos es la primera carta a las iglesias porque es la más larga y no porque fuese la primera que escribiera el apóstol (en realidad, fue una de sus últimas cartas a las iglesias). Filemón es la última entre las cartas personales de Pablo porque es la más breve de éstas, aunque probablemente fue la primera en ser escrita.

• Los Evangelios, como veremos en el capítulo 4, empiezan con Mateo. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento coincide en que Marcos, no Mateo, fue el Evangelio que se escribió primero.

Los libros que componen el Nuevo Testamento son testimonios escritos de las Buenas Nuevas de Jesús y cartas a las congregaciones cristianas. A mediados del segundo siglo de esta era, los escritos fueron reunidos para dar expresión escrita al nuevo pacto o testamento entre Dios y la humanidad. No conocemos la fecha precisa en que fueron reconocidos y aceptados definitivamente los libros en el canon del Nuevo Testamento, como es el caso con el Antiguo Testamento. Parece, sin embargo, que esto tan temprano como mediados del siglo II ya había un acuerdo general sobre veinte de los veintisiete libros (todos, con excepción de Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Apocalipsis).

El criterio para incluir los libros en el canon del Nuevo Testamento tenía tres elementos. En primer lugar, los escritores debían tener credenciales apostólicas o haber mantenido una relación estrecha con un apóstol, como es el caso de Marcos con el apóstol Pedro y el de Lucas con el apóstol Pablo. En segundo lugar, los escritos debían ser coherentes con las enseñanzas de la iglesia. En tercer lugar, los escritos debían ser aceptados y utilizados por toda la iglesia.

Los cristianos tienen motivos sólidos para estar tranquilos respecto a la confiabilidad y autenticidad del Nuevo Testamento. Se han encontrado y clasificado más de cinco mil manuscritos griegos, incluyendo manuscritos completos del Nuevo Testamento, como el Codex Sinaiticus, descubierto en el monasterio Santa Catalina, al pie del monte Sinaí, en 1844 (ahora se encuentra en el Museo Británico en Londres), y el Codex Vaticanus, un manuscrito casi completo (que se encuentra en la Biblioteca del Vaticano, en Roma). Ambos están fechados a mediados del siglo IV. Como punto de comparación, los manuscritos de fecha más antigua que existen de Julio César están fechados 1000 años después de su muerte; los de Platón 1200 años después de su muerte y los de Aristóteles 1400 años después de su muerte, y a pesar de ello los investigadores aceptan en forma universal la autenticidad de estos manuscritos.

Otra razón de nuestra confianza en los escritos del Nuevo Testamento, además de la abundancia de manuscritos existentes, es que los escritos fueron producidos en el lapso de una o dos generaciones posteriores a la muerte de Jesús. Las primeras cartas de Pablo están fechadas en el 50 ó el 51, apenas veinte años después de la muerte de Jesús; el Evangelio de Marcos está fechado alrededor del año 70, cuarenta años después de la muerte de Jesús; y casi todos los libros pueden ser fechados sin vacilación antes de cerrar el primer siglo. Según el investigador John A. T. Robinson, “la abundancia de manuscritos y, sobre todo, el breve intervalo entre el momento en que fueron escritos y las copias más antiguas que disponemos hacen [del Nuevo Testamento] fácilmente el texto mejor confirmado entre todos los escritos del mundo antiguo” (Can We Trust the New Testament?, [¿Podemos confiar en el Nuevo Testamento?]).