Manifesto

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A mi padre. A Pepe Rubianes. Para mí, hace 4 años..

PRÓLOGO

Quién me iba a decir a mí, hace seis años, cuando conocí a Joan Paredes, estudiante de mirada pícara y sonrisa castaña, que algún día iba a escribir un prólogo para un libro suyo de poemas.

Bien, es mejor empezar por el principio. Todo empezó en una clase de latín; yo acababa de aterrizar en el instituto donde él cursaba segundo de bachillerato y mi labor era acabar de proporcionarle los conocimientos necesarios para que superara la materia de la que yo era su profesora. Cuando hubo adquirido los conocimientos necesarios se despidió de todos los profesores y, cómo no, le deseamos mucha suerte en lo que iba a ser su nueva andadura. Cursó estudios de cine. Con el tiempo el centro donde había cursado bachillerato requirió un día de dichos conocimientos y los compartió con el alumnado. Y fue allí y entonces donde y cuando nos volvimos a encontrar. Me pidió que le corrigiera unos poemas y… ¿cómo negarme? Cuando un exalumno te pide que corrijas cualquier obra propia lo primero que te mueve es la curiosidad, pero cuando compruebas la calidad de lo escrito la curiosidad da paso al orgullo de haber participado en esa obra, primero como profesora y después como correctora o como consejera.

Me envió sus poemas, leí y compartimos algunos no tan buenos, buenos y otros maravillosos. Los corregimos, yo dejándome la piel y las horas en el centro y él dejándose la piel y las horas en mi casa (he de decir que nunca se quedó a cenar y desconozco el motivo, porque por falta de invitaciones por parte de mi esposo y mía no fue, pero ese es otro tema). Hizo amistad con mi hija, que también fue enlace entre ambos, y a día de hoy siguen siendo buenos amigos. Ella también formó parte del escuadrón corrector, dando el punto de vista de una persona joven a la que le gusta la poesía. Todo un hándicap, ¿no? A eso se le llama visión poliédrica. Lo pasamos bien corrigiendo y recordando frases de los maestros Krahe y Sabina, de donde él decía que se inspiraba. Realmente, observamos en su obra la influencia de ambos maestros.

Su poesía puede parecernos pesimista, desoladora, pero a pesar de ello el mensaje es de vida, de vivir la vida con todos sus contratiempos, porque al final la vida no es más que eso: contratiempos de los que aprendemos y que, al aprender a sobrellevarlos, nos consideramos felices.

Joan es joven, pero por lo que escribe en su poesía parece que al menos ha vivido mucho, no de cantidad, pero por lo menos sí de calidad y eso lo vemos en este libro, que espero que agrade al público que lo lea.

La poesía es arte y Joan se está iniciando en ella y lo está haciendo por la puerta correcta. Esperemos que continúe así y podamos decir que se mantiene en el candelero gracias a su buen escribir.

Espero, como profesora de Joan y como correctora, pero sobre todo como lectora, que esta ópera prima os guste tanto como a mí. La mejor manera de criticar para bien o para mal una obra es leyéndola.

Y para finalizar, como dijo el gran vate Ovidio en sus Amores, «durat opus vatum»: la obra de los poetas es perdurable. Esperemos que esta obra sea, si no veinte siglos como la de Ovidio, perdurable en nuestra memoria y en el tiempo. Demos una oportunidad a los jóvenes poetas que vienen trayendo savia fresca a este mundo de la literatura, que buena falta nos hace.

No te voy a llamar «maestro», querido discípulo, pero sí te voy a vaticinar mucho trabajo y fortuna. No lo olvides: fortuna audaces adiuvat. Un abrazo muy grande y mucho y duro trabajo.

Montse Travieso Henríquez.

Tu profe de latín y lectora incondicional de tu obra.

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