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Rassy y Neil formaban una pareja muy peculiar. «Era como estar con un par de marcianos», recuerda Allen Bates, futuro compañero de grupo de Neil. «¡Menuda mujer era Rassy!, parecía salida de otro planeta, con aquellos ojos negros, iguales que los de Neil; aquellos ojos te atravesaban y ya te podías olvidar de intentar ocultarle algo.»

«Neil era un cielo de niño, era encantador con su madre», afirmaba Halter. «Siempre la escuchaba.» Del mismo modo, según Snooky: «No hubo momento en que Rassy no estuviera convencida de que Neil era el centro del universo».

A pesar de que el tema suscitó alguna que otra discusión, Rassy fue la primera en darse cuenta de que la obsesión de Neil por la música iba en serio, y en apoyarle. «Pensé que alguien que ensayaba tanto como Neil —a razón de entre seis y ocho horas de un tirón— no se andaba con tonterías. Neil estaba tan decidido que sabías que aquello sería solo cuestión de tiempo, y tampoco de mucho. Aquella guitarra era como una prolongación de su brazo y nunca la soltaba más de cinco minutos.»

Cuando estudiaba en la escuela Earl Grey, Young se apuntó a clases de guitarra con un tal Jack Riddell, pero no pasó de dos. Neil se dedicaba prácticamente a tocar él solo en su habitación, y salía exclusivamente para hacerle la puñeta a su madre. «Hacía cosas a propósito para ponerme de los nervios, como tocar “Ghost Riders in the Sky” divinamente y justo al final desafinar, adrede.» Neil se quedó en casa un día sin ir al colegio, fingiendo estar enfermo, y dijo encontrarse bien justo a tiempo para el ensayo del grupo. Al darse cuenta de que le había tomado el pelo, Rassy no le dejó ir. «Neil se fue refunfuñando a su habitación y media hora después salió a cantarme una canción —de unos cuatro millones de estrofas—: “My Mother Is a Fink23”. Casi me muero de la risa. Jamás volvió a fingir ponerse enfermo.»

El sonido melancólico que emanaba de la música de Neil le llegó a su madre al alma. «Creo que su música siempre ha tenido un cierto deje triste y desolado», le diría Rassy a su hijo Bob. «A veces me preguntaba por qué se le iluminaba la cara como de alegría al tocar algo tan triste que se me saltaban las lágrimas.»

A Neil no se le ocurre ninguna razón en particular que le empujara a dedicarse a la música, a pesar de que casi todos los músicos entrevistados citan la misma fuente de inspiración: «Quien te diga que no se metió en el mundillo del rock and roll para echar un polvo», comentaba Graham Nash, «miente».

Ni idea de por qué me metí en el rock and roll, pero no creo que fuera para echar un polvo, porque me da que aún pasaron la hostia de años hasta que llegué a echar un polvo; creo que estaba en Fort William cuando por fin ocurrió, con una india pequeñita muy mona y un disc-jockey. La primera vez tampoco fue para tanto… Al menos no pillé nada malo, que ya es algo.

Una Harmony Monterey. Creo que me la compré en una tiendecita de música de Winnipeg que tenía equipos Fender y alguna antigualla… Aunque también puede que la sacara de una casa de empeños. Treinta pavos. Di dos lecciones de guitarra… El Sr. Riddell me enseñó todo lo que sé en aquellas dos lecciones. Tocaba bastante en mi habitación de Grosvenor Avenue; allí compuse «No».

—¿Fue «No» una primera canción importante?

—Podría ser, aunque no es una manera muy positiva de empezar a componer, que digamos. «¡NO!» era el estribillo: «¡NO, NO, NO!». A lo mejor la actitud negativa me viene de ahí, je, je. Esa canción fue fundamental; necesitaba un contrapunto para todas las cosas positivas que veía a mi alrededor.

Me lo curraba todo yo solo. A veces, me aprendía los discos escuchándolos —como los de los Shadows—; intentaba aprendérmelos, sacar los putos acordes y averiguar cómo tocaban; pero casi todo lo aprendí observando a Randy Bachman, que sabía más que yo de música, así que él se lo aprendía, y luego me lo aprendía yo fijándome en él.

Intenté hacer un reverb con el tubo de una manguera que no acabó de funcionar. Colocas un micrófono al final del tubo y lo vas enrollando, unos quince metros de manguera. Al otro lado tienes un pequeño altavoz al que pones una especie de embudo; el sonido pasa por la manguera a través del embudo, sale por el otro lado al micrófono y vuelve al puto ampli… Nunca conseguí que funcionara, pero había visto un diagrama del rollo «Cómo Crear Tu Propio Reverb»… Lo quiero volver a intentar algún día y hacer que funcione, pero la próxima vez creo que utilizaré un tubo galvanizado o algo así para conseguir un sonido un poco más metálico.

Altísimo, con gafas, pelo ralo y semblante inescrutable, Ken Koblun salió afuera a fumarse un pitillo después de la entrevista, lo que dio pie a una conversación tonta acerca del tabaco, así que le pregunté cómo empezó a fumar. «Neil», contestó anodino. «Me dijo: “Los hombres de verdad se tragan el humo”.»

Ken Koblun, uno de los primeros del centenar de bichos raros que acabaría rodeando a Young, sería en los años siguientes el principal acompañante de Neil en sus andanzas musicales. Koblun estaba igual de obsesionado por la música y anotaba de manera meticulosa cada bolo y cada dólar ganado en un diario que Neil bautizó «El Evangelio Según Ken». Ken dejó de tocar la guitarra cuando Neil le pidió que se pasara al bajo; cuando Neil abandonó la escuela, Ken abandonó la escuela y acompañó a Neil a Thunder Bay, a Toronto, e incluso a Nueva York. Según Scott Young: «Creo que Neil delegaba en Ken Koblun cosas que no podía manejar».

«Era una relación rara», comentaba su compañero de grupo Allen Bates. «Casi de codependencia. No sé cómo Ken podía vivir sin Neil; le encendía los cigarros y todo, era como su mano derecha, pero uno se preguntaba quién cuidaba de quién.»

Rassy se iba con sus compinches al Winnipeg Canoe Club y apenas se le veía el pelo por el apartamento de Grosvenor Avenue; a menudo Neil estaba solo: «Ahí tenías al pobre chaval en aquel apartamento», comentaba Bates. Koblun iba a verlo por las tardes. «Me invitaba a cenar», decía Koblun. «Una gran rebanada de pan, mantequilla de cacahuete y miel. Hablábamos de música, poníamos discos y a veces veíamos a Rassy por televisión.» Una vez Young consiguió que Koblun diera el paso y empezara a tragarse el humo. La gran emoción de la noche consistía en robarle un par de cigarrillos Black Cat Plain a Rassy y echar unas caladas; pero la música era lo que más les unía, ya que Koblun estaba tan metido en ella como Neil, hasta el punto de que cuando tocaban: «Ken parecía que estaba en trance, y sin drogas de por medio», recuerda el batería Ken Smythe.

Ken era un chaval huérfano que vivía con una familia inglesa, los Clayton. Creo que sus padres tenían problemas y por eso no vivía con ellos —había alguna historia de su pasado que no quedaba nada clara— y estaba en mi clase en el colegio; él era uno de los más empollones, y yo, de los más raritos; hicimos buenas migas de inmediato.

Trabajábamos bien juntos, nos apoyábamos mutuamente. Ken era un buen amigo, siempre dispuesto para lo que fuera, y se lo tomaba todo en serio. Era un buen bajista; cuando Ken se lo proponía, era la hostia de bueno.

Lo que sí recuerdo es que me cabreaba con él, porque a veces tardaba un rato en contestar, y yo me ponía en plan: «Oye, te estoy hablando, ¿de qué cojones vas…?». Y sigue igual, solo que ahora lo entiendo. Por aquel entonces no entendía nada; por lo visto, yo debía de ser una buena pieza, je, je. Creo que al hacer un repaso a la vida de uno todos pensamos: «Buah, ¡menudo cambio!». O, como diría William Bendix: «Menudo cambio asqueroso». 24

Koblun y Young se conocieron en Earl Grey en la clase de matemáticas del Sr. White. «Los dos íbamos por el mismo camino», comentaba Koblun. «Era lamentable cómo suspendíamos casi todas las asignaturas.» También tenían algo más en común: procedían de familias desestructuradas. «Ken no tenía padres y Neil estaba sin padre», decía Allen Bates. «En cierto modo aquello los unía.»

«Yo pensaba que Neil era un tío guay», comentaba Koblun. «No es que pensara que fuera guay por llevar el pelo engominado. Neil era diferente: llevaba el pelo rapado y era el único chaval de clase que llevaba suéter… Me decepcionaba un poco que fuera con los que fumaban.» En el colegio, ser amigo de Neil salía caro. «Sé que algunos de nuestros compañeros de clase eran muy anti Neil», recuerda Koblun. «Una vez me metí en una pelea con Sid Rogers por eso.» Koblun no recuerda que Neil se metiera en muchas peleas —«era demasiado astuto para eso»—, pero sí se acuerda de «una chavala del centro cívico de Earl Grey que dijo que nos iba a partir la cara. Menuda mole de tía».

Koblun, un guitarra amateur que ya había debutado en un programa de la televisión local acompañando a un acordeonista, se dio cuenta de que Neil también era un novato. «Le pregunté si podía ir a oírlo tocar, pero se mostró reacio», comentaba Koblun, que recuerda un tema que Young tocaba con su primera guitarra eléctrica de verdad, una Les Paul Jr. de segunda mano que le había comprado Rassy. «Le dije: “Cómo mola eso, ¿qué es?”. Neil me dijo: “Es algo que he compuesto yo”.»

Young ya había formado un grupo en Earl Grey, los Jades —con dos guitarras, un vibráfono y los inevitables bongos—, que duró exactamente una actuación en el centro cívico de Earl Grey, donde tocaron hits de los Fireballs y los Ventures. Luego pasó brevemente por una banda llamada los Esquires.

El Esquire Larry Wah ha declarado que Young tocaba tan mal que lo echaron, pero el resto del grupo no opina lo mismo, y recuerda que Young tocó con ellos en unos cuarenta o cincuenta bolos en un período de seis meses. A Ken Johnson lo había dejado plantado su cuarteto vocal, así que formó una banda con la ayuda del batería Don Marshall. Gary Reid, además de una guitarra, también tenía un Oldsmobile del 57 rojo y blanco que les podía servir como medio de transporte, así que entró al grupo. A Neil Young lo reclutaron para tocar la guitarra rítmica. «La primera vez que quedé con Neil, fui a verlo a su apartamento del 205 de Hugo», recuerda Marshall. «Tenía una guitarra muy cutre y no tenía ampli, así que la enchufaba al tocadiscos.»

 

Los Esquires dieron su primer bolo en el Instituto Churchill, en el baile que se celebraba después de un torneo de básquet. Los miembros del grupo, tranquilizados en un principio al ver que no había acudido mucha gente a su primera actuación en público, se quedaron atónitos al abrirse el telón y descubrir que había centenares de espectadores. «Casi nos cagamos encima», comentaba Reid. Con un repertorio a base de instrumentales de los Shadows y los Ventures, unos cuantos temas roqueros y alguna balada pop interpretada por Johnson, el grupo consiguió salir airoso del aprieto. Los Esquires empezaron a conseguir bolos y los sábados por la tarde tocaban en Paterson’s Ranch House, un antiguo club de música country.

Johnson recuerda a Young como «el chaval flaco con el pelo rapado que no tenía mucha pinta de músico molón». La aptitud de Neil para la guitarra era rudimentaria, siendo generosos. «Recuerdo que lo sentía mucho por él, porque no daba la talla», decía Ken Koblun. «No sabía qué hacer con él», comentaba Reid. «Era un lobo solitario, absorto en su propio universo; hacía las cosas a su manera. Yo estaba casi siempre encima de él, gritándole: “¡Neil, por el amor de Dios, cambia de acorde!”.»

Cuando Don Marshall fue a visitar a Neil en Gray Apartments tuvo la impresión de que Young se estaba poco menos que criando solo. «Pensándolo ahora, creo que pasaba solo mucho más tiempo del debido», comentaba.

Por lo que respectaba a los Esquires, la madre de Neil era un elemento a evitar a toda costa. Ken Johnson recuerda que Rassy «arremetió contra mí un día diciendo que Neil ni siquiera debería estar en un grupo, que por mi culpa salía hasta más tarde de lo que debiera un chico de su edad, que ni siquiera tenía dieciséis años y tenía que estar en la escuela. Fue muy dura conmigo, me dejó acojonadísimo».

La relación de Young con los Esquires tocó a su fin tras una escapada protagonizada por Neil y Don. «Oímos en la radio que los Fendermen tocaban en Portage la Prairie, a unos ochenta y cinco kilómetros, y pensamos: “Venga, vamos”», recuerda Marshall. Hicieron autoestop y un alma caritativa al volante de un Corvair familiar marrón del 64 se ofreció a llevarlos al concierto. A la vuelta no tuvieron tanta suerte; se quedaron colgados en Manitoba a altas horas de la noche y Neil llamó a su madre. A Don le dio la impresión de que Neil ni siquiera le había dicho a Rassy dónde iba. «Rassy se pegó la paliza de venir a recogernos y no estaba de buen humor. Creo que no habló en todo el camino de vuelta, y que pensaba que yo llevaba a su hijo por el mal camino. Una vez en casa, le dijo a Neil que dejara de perder el tiempo con esta chorrada porque nunca iba a sacar ni un duro, así que aquella fue la última vez que tocamos con él.»

Cuando Scott se enteró de que Neil se había quedado colgado haciendo autoestop a las tantas de la noche, le montó una buena a Rassy. Mirando atrás, Scott se arrepentía de haberse inmiscuido. «La relación entre Rassy y Neil —y la visión de la vida que tenía Neil— era algo que ya escapaba a mi control, así que me equivoqué entrometiéndome.»

«Rassy hacía lo que fuera por Bob o Neil», comentaba Scott. «Pero a cambio exigía una especie de lealtad férrea, algo que no creo que fuera mucho con Neil. Nunca me ha dicho una palabra al respecto, pero yo lo sé.»

«Y por supuesto que Rassy nunca ejercía sobre Neil ningún tipo de control. Al final me di cuenta de que no lo necesitaba, sabía de sobra lo que hacía, instintivamente.»

Cuando era un chaval, Rassy era realmente la única persona con la que podía contar. Me apoyó mucho al principio, muchísimo. Lo pasábamos muy bien juntos, aunque se exaltaba con demasiada facilidad; si hacías que se cabreara mucho, acababa hecha un basilisco.

Mamá me encanta, era tan ácida y tan cañera. Cuando la peña me decía: «Tu madre está loca, es odiosa a más no poder», yo pensaba: «Me cago en Dios; si ella piensa que hace gracia». Su sentido del humor se volvió tan cáustico, que se le olvidaba que estaba de broma.

Se echó novio durante un tiempo, Bill Trebilcoe. Fue su último amor, creo. Un tipo grandote, alto, calvo; llevaba gafas de concha y camisas a topos. Un tipo muy majo; supercariñoso. Fue la última vez que la vi contenta de verdad, empezó a llevar ropa de colores llamativos… Cambió por completo. Bill pilló no sé qué enfermedad y se murió.

—¿Rassy te entendía?

—No, no creo. ¿A ti tu madre te entiende?

Rassy dejaba que la música fluyera, que siguiera su curso; trataba de ayudarme y eso se convirtió realmente en su misión en la vida, me refiero a que era como una misión del Señor. Ensayábamos en el salón y ella estaba allí, merodeando por su habitación. Hacia el final de aquella época, cuando algunos colegas ya habían cumplido los veintiuno, les traía unas birras, je, je.

Rassy era bastante graciosa en televisión; aquello sí que fue una marcianada de la hostia. He tenido una familia curiosa. Papá también estaba metido en un concurso, y yo soy el que rompe la puta cadena. Se acabaron los concursos. Por algún sitio hay que cortar.

—Cuando se separó de Scott, ¿Rassy se volcó en ti?

—Sí, y creo que ahí pasó algo que ojalá no hubiera pasado. Me refiero a que creo que se volcó tanto en mí que acabó trastocando por completo mis parámetros con las mujeres, así que tengo toda una serie de reacciones intrínsecas por culpa de cómo me trataba mi madre, porque la mejor arma que usaba si quería que hiciera algo era ponerse a llorar. Creo que utilizaba los SENTIMIENTOS para controlarme, en vez de hablar conmigo. Si algo no iba bien, empezaba a llorar, y eso siempre… Me desarmaba. Así que, incluso ahora, si una mujer se pone a llorar, soy incapaz de soportarlo, no hay manera. Tengo que conseguir que todo se arregle por huevos, cueste lo que cueste, y probablemente eso no sea nada bueno, porque te vuelves un blandengue. He tenido que lidiar con eso toda la vida. Es como si me hubiera entrenado para que cediera cada vez que lloraba, porque era incapaz de llevarle la contraria a mi madre, pero acto seguido pensaba: «Joder, ¿qué he hecho? ¿Qué puedo hacer?». Y eso ha ido calando en todas mis relaciones con las mujeres. Lo paso muy mal cuando considero que tengo razón para no ceder si se ponen a llorar. Es todo un problema, con lo cual, mi postura con las mujeres podría resumirse así: si se ponen a llorar, no me quedan más cojones que claudicar, que al fin y al cabo tampoco es muy distinto de lo que hace cualquier tío, je, je. Creo que si mi padre se hubiera quedado, las cosas habrían sido distintas, pero no estoy seguro. Visto desde el presente, habría estado bien poder contar con la opinión de mi padre sobre algunas de aquellas historias; poder escuchar lo que tenía que decir al respecto, que es algo que nunca tuve. Pero papá me aportó muchísimas otras cosas muy buenas, o sea que compensa.

—¿Qué fue lo que más te costó aceptar de Rassy?

—Bueno, creo que lo que más me costó aceptar de ella fue —y sigue siendo— que es muy posible que durante toda la época en que me estaba criando fuera una alcohólica como la copa de un pino. A ver, sigo sin saber si es cierto, pero ahora pienso que es posible, mientras que entonces fui incapaz de darme cuenta.

Pese a las objeciones iniciales de su madre, Young siguió tocando en bandas. En el otoño de 1961, Young empezó a ir al Instituto Kelvin, mientras que Koblun fue al Churchill, pero siguieron tocando juntos. Los Stardusters, (tal vez) también conocidos como los Twilighters, llegaron a actuar una vez en febrero de 1962 en uno de los bailes del Kelvin. Los Classics duraron lo justo como para dar un puñado de conciertos a finales de aquel año, pero fue en las vacaciones navideñas de 1962 cuando Young formó su primer grupo de verdad, con sus uniformes, su equipo mierdoso hecho en casa y hasta su propio club de fans. Los Squires (¿les molestó a los Esquires la elección del nombre? «Ya lo creo», reconocía Ken Johnson) tocaban en todas partes, ya fuera en la parte trasera de camiones plataforma a temperaturas bajo cero o en los entreactos de los combates de lucha. Según comentaba orgulloso Ken Koblun: «En un momento dado llegamos a ser la tercera mejor banda de la ciudad».

El Instituto Kelvin tenía fama de ser donde estudiaba la élite de Winnipeg; el hecho de que Neil acabara allí, y su mudanza al distrito de River Heights, es lo que empuja a Randy Bachman a afirmar: «Yo venía del lado chungo del río y Neil, del lado guay». Al inicio del curso en el Kelvin, él y Rassy se mudaron al 1123 de Grosvenor Avenue, donde ocupaban el segundo piso de una casa antigua preciosa de piedra y ladrillo. Puede que los Young tuvieran una casa de ensueño, pero lo que no tenían era dinero.

«Neil destacaba», comentaba Mike Katchmar, el profesor de educación física del Kelvin. «Era un personaje alto y desgarbado; siempre me preocupaba pensar que, si un día soplaba un vendaval, tendríamos que ponerle plomo en las zapatillas de deporte para evitar que saliera volando. ¿Y qué pasaba si le lanzabas un balón a Neil? Pues que confiabas en que no le diera en toda la cabeza. Era un tipo más bien rarito.» Aun así, Neil conseguía sacar a Mike Katchmar de sus casillas; Jack Harper recuerda que se presentaba en clase de gimnasia con bermudas y zapatos. «En los dos años y medio que Neil pasó en el Kelvin no hubo ni una vez que viniera con el chándal», afirmaba Harper. (Cuando Young actuó en Winnipeg décadas después, durante su gira canadiense de 1996, le dedicó a Katchmar una canción, «Fuckin’ Up», cuyo estribillo repite ad infinitum la frase «Why do I keep fuckin’ up?25»).

«Neil era un inconformista», dijo Katchmar, frunciendo el ceño al recordarlo. «No se relacionaba con mucha gente; un tipo solitario sería una buena manera de definirlo.» Pero se hizo colega de Harper, el loco del gimnasio que tocaba la batería —aunque solo fuera el bombo—, y también entabló amistad con Allen Bates. Delegado de clase y jugador del primer equipo de básquet en el Instituto Grant Park, Bates había estudiado guitarra clásica y era capaz de hacer virguerías de jazz que nunca verían la luz en la banda patatera de Young.

Young, Koblun, Harper y Bates empezaron a tocar en el sótano del batería. Young bautizó a la banda los Squires, se encargó de elegir el repertorio y, según Rassy, «si alguien se saltaba los ensayos, se iba a la calle tan rápido que no le daba tiempo ni de reaccionar». Tras un mes de ensayos y unos cuantos bolos, Harper se quedó fuera del grupo. «Recuerdo decirle: “Ostras, no creo que pueda ir a ensayar; tengo hockey”. Y Neil me contestó: “Bueno, no te preocupes; intentaremos reclutar a otro batería”.» No había duda de quién era el líder. «Siempre fue Neil», dijo Koblun.

«Neil se lo tomaba todo muy en serio, siempre tan centrado y decidido», comentaba Allen Bates. «Con dieciocho años aparentaba veinticinco; tenía controlada la situación y sabía perfectamente a dónde leches quería llegar. Neil nunca mostró ningún atisbo de flaqueza en todo el tiempo que pasé con él… Era duro de roer; es lo que tienen los chavales que se quedan sin la figura paterna. En cierto modo, se sienten abandonados a su suerte, así que toman las riendas y tienen que hacerse con el control absoluto. Era el caso de Neil.»

Ken Smythe, otro estudiante del Grant Park, asumió las labores de batería. El repertorio de instrumentales de los Squires abarcaba una amplia gama que incluía desde viejos temas pop y valses hasta las inevitables versiones de los Shadows, además de las canciones de Neil, que era tan prolífico componiendo que dejó anonadado al batería. «Ya desde el principio, Neil tenía sus propios temas. La mitad de nuestro repertorio, por lo menos, era de su cosecha; le salían como churros, uno tras otro… Parecía no tener fin: “Venid a ensayar, tengo una canción nueva”. Y siempre parecían muy pegadizas.» Según Bates: «Neil componía unas melodías preciosas, con unos cambios de acordes muy currados; no era algo que pudiera hacer un guitarrista del montón».

 

Esta sería la formación más sólida de los Squires, que duraría poco más de dos años. La banda ofreció su primera actuación oficial el 1 de febrero de 1963, por la friolera suma de cinco pavos. Pronto se hicieron con su propio grupito de seguidores, empezaron a tocar en el circuito de centros cívicos y organizaciones católicas juveniles de Winnipeg, y a juntarse con el disc-jockey de la CKRC Bob Bradburn. Cinco meses después de su primer bolo, consiguieron una fecha para grabar en un estudio, así que el 23 de julio, Neil y los muchachos entrarían en el diminuto estudio de la CKRC para grabar dos temas instrumentales, con el ingeniero Harry Taylor al mando de la primitiva mesa de dos pistas. Ocho semanas después, V Records, un sello local especializado en bandas de polka, publicaría el single doble con «The Sultan» y «Aurora».

«Yo pensaba que ibas allí, grababas tres tomas y escogías la mejor», comentaba Smythe. «No es que llegáramos allí y nos pusiéramos a tocar las canciones todos a la vez sin más; se grabó a base de overdubs.» El single fruto de aquella sesión tenía algunos toques graciosos, como Smythe dándole a un gong de manera intermitente o Bradburn susurrando «Aurora», pero en lo que respecta al sonido, el disco suena tan apagado y plano que podría haberse grabado por teléfono desde Siberia. Comparado con él, «Shakin’ All Over» suena tan pulido como el Sgt. Pepper. «The Sultan» era un agradable tema de surf y, agudizando el oído, en «Aurora» ya se perciben los burdos bosquejos de la progresión de acordes menores descendentes al estilo de Del Shannon que acabarían llevando a «Like a Hurricane». Por emocionante que resultara tener por fin un disco publicado, lo que más impresionado dejó a Jack Harper fue la frustración continua de Young. «Recuerdo que Neil nunca quedaba satisfecho con el sonido; buscaba el sonido perfecto. Neil tenía clarísimo lo que quería.»

Young ya había empezado su carrera, y otra de sus aficiones se quedó aparcada por el camino. «Estuve a punto de hacerme golfista profesional», le contó Young al disc-jockey Tony Pig. «Llevaba suéteres de alpaca, estaba en una onda completamente distinta… Al cumplir los dieciocho, me empecé a dar cuenta de muchas cosas, y vendí los palos de golf y me compré otra guitarra que fuera lo suficientemente buena como para tocar ante más gente.»

Aquella guitarra era una Gretsch naranja parecida a la de Randy Bachman. Tras recibir no pocos calambrazos, Young acabó haciendo añicos su Les Paul Jr. y comprándole la Gretsch a Johnny Glowa, no sin antes regatear. Ahora tenía un grupo, canciones y un hacha digna.

Eran tiempos inocentes. Koblun recuerda con ternura los paseos que daban por la ciudad en el Standard Ensign azul de Rassy. «Neil iba al volante y yo, de copiloto, sacando el pie por la ventanilla. Era un día de primavera precioso, y estábamos haciendo novillos. En la radio sonaba “Duke of Earl”.» Los Squires ya eran una realidad.

Harper. Bates. Todo un personaje. Lo pasábamos bien. Tiene sentido del humor, Bates. Cuando paso por Canadá, me encanta ir a tomarme una birra con Jack y Bates.

Recuerdo los uniformes que llevábamos en los Squires: camisas de un amarillo desvaído, chalecos con corbatas ascot. Éramos unos tíos muy molones.

Bluegrass Bob and the Bobcats era el nombre de una de las bandas que tocaba en Paterson’s Ranch House, donde tocábamos los sábados y los domingos por la tarde en un baile que organizaban. Una vez se juntaron allí cien personas, nuestro público más numeroso. Íbamos allí a tocar y nos anunciaban por la radio, y el tío le cobraba a la peña por entrar. A nosotros nos pagaba un porcentaje de la taquilla, pero luego te tocaba ir a hablar con el tío, y te daba la impresión de que te iban a matar o qué sé yo, solo por estar ahí; vaya mierda de negocio nos buscamos.

Ni siquiera me acuerdo de cómo quedó todo lo del porcentaje ni nada, lo único que sé es que siempre pensaba: «¡Qué fuerte! Me parece que los números no cuadran, pero no le digo nada a ese tío ni de coña». Un tío enorme, con un barrigón… Creo que tenía una pistola o algo por el estilo en un cajón. Yo tenía quince o dieciséis años, joder.

«Cuando salías con Neil ya sabías que tenías que llevar dinero», le contó Fran Gebhard a John Einarson. «Y también que tenías que cargar con su equipo.»

Neil tenía muchas amigas al inicio de su carrera —Susan Kelso, Jacolyne y Marilyne Nentwig, Fran Gebhard—, pero en asuntos de ligues de adolescencia, no es que tuviera mucha suerte. Edna Stabler, una amiga de Scott Young, recuerda que Neil fue de visita un fin de semana y sacó a dar un paseo a la chica de la casa de al lado. «Era una rubita muy mona, y él se pasó un poco de fresco —tampoco tanto, solo quería besarla— y le dio un bofetón.» Neil se puso tan nervioso —comentaba Stabler— «que se dejó olvidados sus pantalones grises de franela».

Una muchachita de Winnipeg se convertiría en su chica: Pam Smith. Pam, una rubia vivaracha —«A Neil le encantaba que llevara el pelo muy cortito, así que me pasaba la cuchilla todos los días»—, y su hermana gemela, Pat, estaban pasando el verano en el chalé familiar en Falcon Lake, un lugar de veraneo al este de Winnipeg. Neil y sus colegas Jack Harper y Jim Atkin también acabaron allí a finales del verano de 1963, y un buen día Neil se dejó caer por el supermercado donde trabajaba Pam.

«Neil tenía una sonrisa muy bonita», comentaba Smith. «Me pareció una persona muy sincera. Desde fuera, mostraba una actitud muy desenfadada, se reía mucho de todo; parecía el líder del grupo de amigos con el que estaba, pero creo que debajo de esa capa había un lado mucho más serio. Tenía la impresión de que no paraba de darle a la cabeza. Era una persona retraída.»

«Cuando más me gustaba Neil, era cuando estábamos solos. Neil te contaba ciertas cosas que hacían que te sintieras privilegiada, porque sabías que no se lo contaba a todo el mundo. Había ciertas cosas de su vida de las que no hablaba así como así.»

Young le confesó a Smith su angustia por no estar dotado para el deporte. «Era algo para lo que Neil no servía; poco menos que se disculpaba por ello. Neil era una persona insegura, y creo que por eso la música le hizo tanto bien. Cuando se metía en ese papel, tenía toda la confianza del mundo; mientras que a nivel personal tenía muchos recelos… Quería ser un tío normal, uno más, porque le daba la impresión de que no lo era, y aunque le dijeras que sí, no te creía. Neil sabía que era distinto.»

A Young le preocupaba particularmente el cuerpo tan enclenque que se le había quedado a causa de la polio. «Neil nunca nadaba; en parte, porque no quería que nadie lo viera sin ropa. No se sentía nada a gusto estando tan flaco.»

Neil también le contó a Pam la ruptura de sus padres, y le explicó que cuando ocurrió: «Tuvo que ir al juicio a declarar. Le preguntaron con cuál de sus padres quería vivir; para él fue una situación muy desagradable». En más de una ocasión, deleitó a Pam con sus recuerdos de los desayunos a base de tortitas que le preparaba su padre. «Se ponía nostálgico al hablar de ello. Neil se recreaba en aquellos recuerdos… Le hacía falta un padre en su vida.»

Smith disfrutaba a lo grande al subirse al coche desvencijado de Rassy para acompañar a Young cuando actuaba en los cafés bohemios como el Fourth Dimension. «Me lo pasaba bomba; era el tipo de sitio al que mis padres no me dejaban ir», comentaba. Pam sabía que Neil estaba completamente absorto en su música, porque entonces meneaba la pierna hacia dentro y hacia afuera. «Casi parecía que tenía un defecto, como si llevara la rodilla atornillada y de repente le aflojaran el tornillo y se le fuera de varas; me resultaba muy entrañable. Neil estaba enfrascadísimo en su música, y yo me sentía tan orgullosa que casi no podía soportarlo… Siempre tuve fe en él y siempre le animé a seguir adelante.»