Los dioses de cada hombre

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Z serii: Psicología
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La mayoría de los hombres Zeus –una vez ha finalizado el cortejo y la luna de miel– no tienen tiempo para su matrimonio o su mujer. Este tipo de hombre puede alegar engañosamente que todo el tiempo que dedica a su trabajo es para ella y para sus hijos. Si únicamente depende de él –y en los matrimonios, en los que él tiene todo el poder, así es–, la unión no será muy personal ni íntima, y no le prestará demasiada atención. La mayoría de las mujeres casadas con un hombre Zeus han tenido que aceptar su definición del matrimonio. No obstante, esto está cambiando, y las mujeres –especialmente si no siguen el arquetipo Hera– están disolviendo estos matrimonios. Pero si ella tiene una aventura, él hará todo lo que pueda para destruir a su rival, al igual que Zeus mató al amante de Deméter, Jasión, con un rayo.

La descendencia

Los hombres Zeus no sólo “tienen hijos”; muchos han fundado familias y quieren crear una dinastía, que es parte de la visión que tienen para su futuro. Un Zeus triunfador puede ayudar a algunos de sus hijos a prosperar en la vida, así como mantenerlos. Emocionalmente es un padre distante y también puede ser invisible. Aunque con frecuencia está ausente, es el padre que ejerce autoridad.

Los padres Zeus pueden manipular las vidas de sus hijos y acabar con la clase de vida para el que el niño era apto, así como facilitar el crecimiento de niños cuyas habilidades naturales son ensalzadas por el acceso a la educación y las oportunidades que él le puede ofrecer. La fuerza de su personalidad y su autoridad hacen que las críticas a sus hijos sean especialmente poderosas. Sus percepciones de ellos, que puede que no sean exactas, así como sus prejuicios o valores, tienen un peso enorme, como lo tiene el deseo de conseguir su aprobación, que el niño puede intentar alcanzar a toda costa (durante toda su vida) o perder la esperanza de recibirla alguna vez.

Toda la segunda generación de los dioses y diosas olímpicos veían a Zeus como al padre. A algunos los protegió, otros sufrieron abusos, a otros los crió, los rechazó o los detestó. Nosotros vivimos en una cultura patriarcal en la que los valores de Zeus están por todas partes, sea cual sea el arquetipo de nuestros padres biológicos. Cómo le irá a un niño con un padre Zeus dependerá de su patrón arquetípico y de la fuerza del ego a través del cual el niño exprese este arquetipo.

La mitad de la vida

En algún momento en la mitad de la vida, el hombre Zeus hace una evaluación y comprueba cuánto éxito ha tenido en su carrera, si va a haber un lugar para él en la cima de la montaña y si realmente quiere subirla. Puede que se encuentre temporalmente en un bache, sin su conocido impulso, mientras se hace estas preguntas, con frecuencia cuando no se encuentra en su estado de conciencia habitual. Puede que diga que es el momento de tomarse sus durante tanto tiempo prometidas vacaciones o tiempo sabático, o quizás le ronde la idea de hacer un gran cambio. No es característico en él reflexionar sobre sí mismo y sus motivos, sin embargo puede sentir alguna duda recriminadora respecto a si toda su expedición personal hacia la cima, hacia la cual estaba totalmente dedicado y para la que había subordinado a los demás (y sus necesidades) realmente merecía la pena. Puede que en el fondo sepa que no es así.

La mitad de la vida es el momento en que los otros hombres Zeus con éxito saben que han llegado a su cumbre. Quizás hubiera puesto sus miras en tener su propia pequeña compañía o rancho, dirigir su propia división, presidir un departamento y lo consiguió, metas que para otro Zeus quizás no fueran más que una parada en el camino hacia su cima en particular. Para ser un Zeus triunfador no se ha de ser un Donald Trump (el espectacularmente exitoso promotor multimillonario); basta con alcanzar un logro personal, una meta significativa y descubrir que te proporciona un sentido de satisfacción. Entonces, la mitad de la vida puede ser un momento para “detenerse a disfrutar del paisaje”.

Para un hombre Zeus, la mitad de la vida también puede ser una etapa de conflictos emocionales, cuando las partes olvidadas de sí mismo o las relaciones rechazadas se reafirman con fuerza. Sus hijos adolescentes pueden tener problemas importantes, quizás le abandone su esposa, puede tener un infarto, puede hacer realidad una fantasía vergonzosa. Su arrogancia puede cegarle respecto a sus limitaciones y, tras todo su éxito ganado a pulso, puede sentirse desbordado y fracasar estrepitosamente. Por consiguiente, puede sentirse rechazado y amargado, sin relaciones cercanas, o bien sentirse humilde y ser capaz de aprender de las dolorosas lecciones y reconstruir partes de su vida de forma diferente.

La mitad de la vida también puede marcar cambios importantes en los objetivos de los hombres que, aunque fueron predominantemente Zeus en la primera mitad de sus vidas, también maduraron gracias a sus relaciones. Ahora puede y quiere pasar más tiempo con las personas que le importan, e incluso en el trabajo se da cuenta de que le interesa hacer de mentor de otros o profundizar en las amistades. Cuando éste es el caso, es bastante probable que la crisis de alguien allegado a él –su esposa, sus hijos o sus padres– le hayan hecho reaccionar y ser consciente de lo valiosa que es la gente para él.

Los últimos años

Si alguna vez se vuelve introspectivo, el hombre Zeus se dará cuenta de que su necesidad de imponer su voluntad y de tener el control se ha manifestado en cada cambio que se ha producido en su vida. En sus últimos años se enfrenta de nuevo a esta necesidad, especialmente si ha tenido éxito. ¿Puede soltar el control? Tanto si se trata de la tienda de comestibles familiar como del Columbia Broadcasting System –como fue el caso de Bill Paley–, dejar el control o permitir que se lo arrebaten suele ser un tema conflictivo, a menos que haya trascendido este arquetipo y se haya vuelto sabio.

Al igual que la serie de dioses padre griegos que temían que sus hijos les sustituyeran, un Zeus controlador se esfuerza por evitar lo inevitable. Puede que haya impedido que un hijo real llegue a desafiarle jamás, al haber visto a su vástago como su oponente desde el principio. Puede que haya rebajado tanto a sus hijos que no tenga ningún heredero competente. Sin embargo, otros hombres entrarán en su vida para ocupar su lugar cuando pierda la fuerza para asir el cetro que sostiene. Y probablemente intentará controlar sus posesiones incluso después de la muerte a través de su testamento. Esta lucha perdida por mantener el control es el destino del hombre que subordina toda su vida al arquetipo Zeus.

Conflictos psicológicos

Todo dios o arquetipo posee el potencial de crear tipos específicos de conflictos psicológicos. Para el hombre que sería un Zeus en el monte Olimpo, ciertos problemas y limitaciones “van unidas al territorio” del reino celeste. Los costes emocionales que su ascenso implica para él y para los demás, y una vez ha llegado a la cumbre, su falta de conciencia junto a su poder, pueden ser una combinación destructiva.

Una cabeza parlante es un hombre incompleto

El reino de Zeus era el cielo y el arquetipo Zeus predispone a un hombre a vivir en su cabeza y darse a conocer a través de sus palabras y su poder realizador. Tiene una ventaja natural en una cultura patriarcal industrial, donde un hombre superior se supone que es “una cabeza parlante”, que funciona con ideas y abstracciones (como el dinero y las inversiones, o la ley y el poder), no con sus manos y su cuerpo –es un hombre separado de su corazón, que no actuará por solidaridad, puesto que ello le convertiría en un “defensor de causas perdidas” o en “el hermano pobre”. Este tipo de hombre ocupa una posición superior que le concede el poder de usar las palabras y hacer que éstas sean creídas y obedecidas. Ese poder es común que se manifieste con una llamada de teléfono que ponga en marcha su voluntad, su palabra equivaldrá a la ley en su hogar, en los negocios o en el campo de batalla, o será como realizar uno de sus conceptos, como decir: «que se haga la luz, y la luz se hizo».

Un hombre dominado por el arquetipo Zeus (que también es el arquetipo que rige en nuestra cultura) con frecuencia está separado de sentir su cuerpo como una parte receptora o dadora de sensualidad. Puede sentirse orgulloso de sí mismo de ver cuántos kilómetros puede correr, de la buena forma en la que está o de su fondo. Ese orgullo es sobre el dominio de su cuerpo, no sobre su goce. También es fácil que esté desconectado de su corazón como órgano dador y receptor de emociones. El hombre Zeus suele estar desconectado de su propia sensualidad y sus respuestas emocionales, lo cual le incapacita para comunicarse o conectar en estos niveles con los demás o para conocer estos aspectos de sí mismo. Esta inmadurez emocional conduce fácilmente a una sensualidad y sexualidad distorsionadas, a la vergüenza y la culpa, y a la condena y menosprecio de las personas que no son como él. Es una persona incompleta, que no se ha desarrollado en ciertos aspectos que generalmente ni siquiera es capaz de apreciar.

“La visión del bosque no le deja ver los árboles”

El hombre Zeus se enorgullece de su visión amplia, de su capacidad para entender los asuntos, lo cual le ayuda a tener una perspectiva general. Puede que lidere una guerra contra la pobreza sin haber conocido jamás a un pobre (y sonreír irónicamente, si es que se conoce un poco, ante la caricatura del mísero personaje de Charlie Brown que dice: «amo a la humanidad, es a la gente a la que no puedo soportar»). También puede ser un experto educador de hijos sin tan siquiera haberse responsabilizado del todo de uno sólo de sus vástagos o haber amado a uno de ellos de todo corazón. Considera que su visión es superior y es escuchado como si fuera una autoridad, por lo que no hay razón para que dude de su posición. Cuando es desafiado por alguien que tiene una experiencia personal y que también adopta una postura emocional, despide a esa persona con el comentario de que “su visión de los árboles no le deja ver el bosque”. Sin embargo, puede pensar que él “no puede ver los árboles –mucho menos amar a uno de ellos– porque sólo ve el bosque”.

 

En Vietnam, por ejemplo, la pericia de Zeus falló miserablemente. Hombres que habían ascendido tan rápidamente a la cumbre, a los que se había hecho referencia como los “niños prodigio” dirigieron la guerra desde Washington, D.C., y dieron por hecho que el poder militar superior de los Estados Unidos sería decisivo. No tuvieron en cuenta de qué modo se comportarían las personas en Vietnam ni cuáles iban a ser sus razones, lo que la convirtió en una guerra imposible de ganar. El sufrimiento que causaron fue inimaginable. Quienquiera que pensara que tras el botón para desencadenar la guerra nuclear siempre habría un corazón humano, y que ello requeriría que el propio presidente tendría que tomar un funesto cuchillo para matar personalmente a esa persona antes de pulsar el botón, se dio cuenta de que un hombre Zeus no “puede ver los árboles, porque sólo ve el bosque”, y por ende ha de ser consciente del sufrimiento y de la matanza que puede ordenar desde la lejanía.

La mentalidad de que“el poder hace el derecho”

Zeus es el arquetipo que predispone a los hombres (y a las mujeres) a buscar y utilizar el poder. El peligro surge cuando éste se consigue. Lord Acton, un historiador del siglo XIX que era muy contrario a la doctrina de la infalibilidad papal escribió: «El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe por completo». Su afirmación se ha convertido en un aforismo, una frase concisa que expresa un principio que reconocemos como cierto y que los hombres Zeus a pequeña o a gran escala confirman.

A lo largo de la historia los hombres de poder han creído que gobernaban por derecho divino, lo cual no es de extrañar, dado el arquetipo que les domina. La ley ha desarrollado un contrapeso para compensar los excesos de los poderosos, pero aun así los Zeus con frecuencia sienten y actúan “fuera de la ley”.

El hombre que impone su abusivo poder sobre los demás se corrompe todavía más por esta mentalidad de que “el poder hace el derecho”. La justificación del autoengaño –el derecho a hacerlo–, en el peor de los casos, suele ir acompañado de actos como pegar a la esposa, maltratar a los hijos y el incesto.

“Mentiras incómodas reposan sobre la cabeza del que lleva la corona”: miedo al usurpador

El poder y la paranoia suelen ir juntos. Los hombres que están en la cumbre temen ser derrotados, sospechan de los motivos y de las lealtades, frustran el desarrollo de los demás para que no se vuelvan demasiado fuertes y ayudan a crear esos enemigos que tanto temían. Ésta es la historia de Urano, Cronos y Zeus, y es el aspecto de la sombra del arquetipo del padre.

La vanidad y la grandiosidad: el traje nuevo del emperador

Un hombre con poder y autoridad, que se sienta en la cima de su montaña privada, es propenso a pensar que ser una autoridad en una situación le hace un experto en todo. Por ejemplo, los médicos están predispuestos a inflarse psicológicamente, puede que se deba a que suelen tomar decisiones de vida o muerte en su vida cotidiana, y porque los demás también les atribuyen experiencia en otras áreas que nada tienen que ver con su competencia. Víctimas de su propia vanidad, los médicos, por ejemplo, pueden considerarse inversores del mercado de valores expertos y conocedores aunque hayan prestado muy poca atención a las finanzas, error que con frecuencia les acarrea pérdidas.

La visión inflada del Zeus sobre sí mismo le hace vulnerable a la manipulación por parte de los que juegan con él y a reprimir a los que se niegan a hacerlo. Esto es lo que sucedió en la fábula de El traje nuevo del emperador. Si el hombre cree que es merecedor de halagos y se los cree, rechazará a las personas sinceras y sufrirá las consecuencias. Al igual que la ley de Gresham según la cual la moneda “mala” tiende a desplazar a la “buena”, los halagos tienden a desplazar a la verdad. Inevitablemente, los hombres que están en el poder “no quieren oír la verdad”, harán oídos sordos a la misma.

Los problemas psicológicos para los demás

La combinación del distanciamiento emocional de los demás, la falta de madurez en este campo y el poder que posee un Zeus, crean una serie de problemas para los otros. Una esposa que quiera intimidad y comunicación de un hombre así se decepcionará, porque él se olvida de las relaciones una vez las ha afianzado (para mantener las relaciones y profundizar en ellas tendrá que haber desarrollado otros arquetipos). Si ella es como Hera y él es como un Zeus conquistador, entonces ella sufrirá mucho con sus traiciones. Su carácter también puede sufrir las consecuencias si se convierte en una mujer celosa y vengativa.

Los niños también se ven negativamente afectados por la ausencia de su padre y sus críticas. Se sienten abandonados o rechazados y a menudo tienen problemas de autoestima si no pueden cumplir con lo que su progenitor espera de ellos.

Las víctimas de un Zeus violento sufren y tienen heridas emocionales que las predisponen a convertirse también en personas violentas (lo cual es más probable para un hijo) o a hallarse en otras situaciones de abuso.

Formas de crecer

Un Zeus no suele darse cuenta de que tiene problemas hasta que una gran crisis le impide seguir desoyendo sus sentimientos o los de los demás. El crecimiento personal para un Zeus sólo suele comenzar tras haber experimentado humildad y vulnerabilidad.

¿Dónde está lo que falta de mí?

A un Zeus se le ha de hacer llegar el mensaje de que algo no va bien. Como en la escena más destacada como actor del después presidente Ronald Reagan como actor, cuando tenía que despertarse y darse cuenta de que le faltaba parte de su cuerpo y estaba desconsolado: ¿dónde está lo que falta de mí? (Reagan interpretaba el papel de una estrella del fútbol, George Gipp, en Knute Rockne: All-American, que se despertó en un hospital y descubrió que le habían amputado una pierna y exclamó: «¿Dónde está lo que falta de mí?».)

Dada la falta de introspección (puesto que la introspección implica descender al reino de Hades) y a su distancia emocional, no es probable que se dé cuenta de que está terriblemente separado de sí mismo y de los demás hasta que suceda algo drástico y el dolor le lleve a plantearse que algo va mal. Cuando al final se despierta, el mensaje suele proceder de algún allegado: de la esposa a la que traicionó con sus aventuras o a la que descuidó por el trabajo, que le abandona; del hijo al que no se ha molestado en conocer, que se enfrenta a él o bien que le demuestra que no hay nada que les una. Sólo después de que ellos se han separado de él puede sentir el dolor de su ausencia.

La conciencia de hasta qué punto está alejado de sus sentimientos y de los demás puede ir apareciendo gradualmente en la psicoterapia. Pero debido a que necesita control y acepta que todo es una cuestión de voluntad, Zeus no suele buscar ayuda. Su reacción más habitual al desconsuelo psicológico es intentar superar la situación entregándose más al trabajo. Generalmente, un Zeus sólo va a ver a un psiquiatra cuando su esposa insiste en ello y, a menudo, luego “va a por ella”. O también puede asistir porque el terapeuta del niño pide que ambos padres estén presentes en la terapia.

Captar el mensaje: un infarto

Aunque el hombre Zeus pueda padecer cualquier tipo de problema médico serio, el infarto es el más habitual. Es una enfermedad de lo más simbólico y que exige que haga un cambio importante en su vida. Las metáforas abundan: “ignorar el corazón”, que tradicionalmente es el órgano de la emoción, casi le ha matado. Para salvar su vida ha de bajar de la cima, porque el oxígeno que su corazón necesita es demasiado fino allí arriba. Este hombre puede que al final capte el mensaje de que no se trata sólo de un problema físico, sino que es la expresión física de un problema emocional.

Enamorarse

Su corazón puede perturbar su vida de pronto de otra manera. Puede que se enamore. Como si estuviera herido por una flecha del amor de Eros, puede sentirse irresistible y apasionadamente atraído por su inconsciente hacia una mujer de la que no puede prescindir; la razón le abandona y deja a un lado sus responsabilidades. En lo que Jung denomina una enantiodromía, una postura demasiado unilateral se pasa a su opuesta: el reino de los instintos y de las emociones que ha menospreciado y subyugado, aparece y le perturba la razón. Tiene lugar una crisis que destruye el statu quo de su psique y tambalea su matrimonio; pero también le aporta vitalidad y vida a su encogido corazón. La necesidad de estar en el reino emocional, que no había sido reconocida, ahora se presenta conscientemente como su destino.

Perder la cabeza

Una gran pérdida también puede cambiar a un Zeus, al atravesar sus barreras emocionales y sacarle de su cabeza. Temporalmente “perderá la cabeza por el dolor” y se sumirá en lo profundo. Por doloroso que resulte el pesar, por mala que fuera la situación que lo ha provocado, ya no está aislado del sufrimiento de la humanidad, desciende de la montaña y se “vuelve más humano”.

La experiencia puede cambiarle abriéndole al reino emocional de Poseidón, que le pone en contacto con sus propios sentimientos y su necesidad de otras personas. (O como un jefe de estado temporalmente derrocado, su aspecto de Zeus puede reafirmarse, considerar humillante lo sucedido y, ahora angustiado porque pueda volver a repetirse, acallar aún con más fuerza sus emociones.)

Sanar lo que le enferma

En la leyenda del Santo Grial hay un rey –una figura de Zeus– con una herida que no sanará. Mientras esta herida no se cierre, su reino seguirá siendo yermo. En su castillo se encuentra el Grial, que puede sanarle, pero eso sólo sucederá cuando un hombre joven, un estúpido inocente, llegue a su corte, vea el Grial y al rey herido y le formule una pregunta. En una versión, esa pregunta es «¿qué te puede curar?».Es necesario reconocer que algo no va bien antes de que se pueda iniciar cualquier proceso de sanación. Se ha de formular y responder a la pregunta: «¿qué es lo que pasa?».

En la leyenda, la herida simbólica que no sanará se encuentra en el muslo del rey cerca de sus genitales o en los propios genitales. Esa herida afecta la expresión del instinto y de la pasión, y perjudica a la sexualidad, la capacidad reproductora y la creatividad. No es de extrañar que su reino sea una tierra yerma, puesto que su herida no permite que se genere nueva vida.

El rey herido puede representar el arquetipo Zeus o el poder como el principio que gobierna en un patriarcado. El rey herido también puede simbolizar al padre patriarcal de una familia disfuncional o el arquetipo que predomina en la psique de un hombre. Siempre que un Zeus herido gobierne, se produciría la opresora necesidad de mantener el control para sofocar el desarrollo y la expresividad. La aridez emocional se convierte en una especie de desierto donde nada puede cultivarse ni medrar.

Para que se produzca la sanación, un estúpido inocente ha de entrar en su psique o situación. Visto desde la perspectiva de Zeus, actuar con ingenuidad o ser inocente es ser un estúpido. Investido en su posición de autoridad, para un Zeus implica un gran acto de valor arriesgarse a parecer estúpido, recurrir a los demás mostrando su vulnerabilidad o hacer frente a una experiencia nueva con la ingenuidad de un niño y la ineptitud de un aprendiz. Sin embargo, eso es lo que ha de hacer para crecer y curarse.

* Joven que se destina para fines pederastas. (Nota de la T)

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