La voz del corazón

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La otra vía de comunicación es la intuitiva. El alma te habla para que sigas tus más profundos anhelos, es decir, aquellos que se corresponden con tu misión de vida. Te invita a vivir plenamente y a desarrollar sobre la Tierra tu auténtica grandeza. Detrás de una intuición siempre se encuentra el alma; por eso, seguirla es una vía segura para progresar en la vida.

Aunque la puedes entrenar, tu capacidad intuitiva es innata. Esto significa que, para utilizarla de forma eficaz, es más importante desaprender que aprender cosas nuevas. Las intuiciones te abren al conocimiento en estado puro y te dan información valiosa para la vida. De alguna forma, te ayudan a decidir entre el abanico de posibilidades que tienes a tu disposición. Gracias a ellas puedes vivir en medio de la incertidumbre sin sucumbir a la presión de los miles de estímulos que recibes del entorno. Hay algo que nos permite reconocerlas y es que son inequívocas y auténticas. En otras palabras, nos revelan una información que es inseparable de nuestra propia esencia. A diferencia de la razón, nos presentan el panorama completo o la imagen global de la realidad. Detrás de la intuición no hay ninguna lógica.

Un aspecto importante de las intuiciones es que suelen venir acompañadas de sentimientos placenteros. Cuando escuchamos los susurros del corazón, es el alma quien nos habla. En ocasiones afirmamos tener una corazonada. En todo caso, experimentamos sensaciones físicas agradables, el cuerpo se expande, se calienta y sentimos un cierto nerviosismo o una excitación absorbente. Estas sensaciones vienen acompañadas de una palabra, una imagen, un sonido…, es decir, de una señal interna. Algo que nos conduce a tomar una decisión o a buscar una solución creativa: qué hacer, por dónde caminar, qué comer, con quién relacionarnos, en qué proyectos involucrarnos…

Las intuiciones son siempre positivas en el sentido de que responden a la llamada del alma. No obstante, el ego les puede dar un cariz negativo. Si, por ejemplo, intuimos que nos van a despedir del trabajo, afirmamos «tener un mal presentimiento». El ego lo interpreta como algo adverso, pero el alma sabe que es la mejor opción. Muchas de las situaciones que interpretamos como perjudiciales, con el tiempo se revelan como lo mejor que nos pudo pasar. Otro aspecto importante es que, si bien la intuición nos abre la puerta y nos señala el camino a seguir, la razón debe adaptar la información al contexto en el que nos encontramos y darle visos de realidad. Por tanto, ambas deben estar equilibradas. Como afirma la ocultista y teósofa rusa Helena Blavatsky:105

La mente es como un espejo. Se cubre de polvo mientras refleja. Necesita de la suave brisa de la sabiduría del alma para que le arrebate el polvo de nuestras ilusiones. Procura fundir tu mente con tu alma.

El antropólogo español Josep María Fericgla afirma que hay una sabiduría intuitiva que nos permite entender el significado que se oculta detrás de las paradojas. Por ejemplo, la frase del Tao «Quien quiera obtener algo, antes debe haberlo dado» carece de lógica y, sin embargo, la mente intuitiva capta su sentido. También mantiene que la intuición se despierta a partir de las imágenes que elaboramos con las primeras impresiones que nos causan otras personas o que aparece como resultado de una búsqueda en la que encontramos algo valioso pero completamente diferente a lo que estábamos buscando (fenómeno que se conoce con el nombre de serendipia).

Si deseas desarrollar este valioso recurso, tienes que cultivar un estado de «atención flotante»106, una actitud en la que sientas que la conciencia se está expandiendo. Hay muchas formas de ampliar la conciencia pero, sin duda, los dos ingredientes esenciales son la intención y la atención. La intención positiva te permite mantenerte en una relación aun cuando sientas el impulso de moverte en dirección contraria. Para decidir desde el corazón necesitas estar en paz contigo mismo y, para ello, debes poder mirar al otro (o a ti mismo) desde tu esencia. Ser intuitivo y tomar decisiones coherentes con tu misión de vida no te exime de tener miedos o de sentir dolor, pero sí te permite observarlos de forma neutral. El otro recurso es la atención. Gracias a ella te puedes enfocar sobre el cuerpo y conectar con el alma. En el capítulo X desarrollo este tema con más detalle.

Para ampliar la conciencia es muy útil que permanezcas en silencio y entres en tu realidad interior. La meditación, el yoga, la contemplación, etc. son herramientas excelentes para ello. De todas formas, el lugar en el que la conciencia se expande de forma natural es la naturaleza. Otro modo de entrenar la intuición es mediante el acceso a estados alterados de conciencia. En el ámbito del chamanismo hay muchas técnicas. Por ejemplo, bailar hasta el éxtasis, tocar el tambor, ayunar, hiperventilar el cuerpo con ayuda de la respiración, permanecer en una cabaña a oscuras durante varios días, recapitular… Con estos y otros métodos trascendemos la conciencia del ego y la situamos en la dimensión del espíritu.

Hay dos sistemas muy populares de hacerlo: la ingesta de plantas enteógenas y las técnicas de respiración o pranayama. Desde hace miles de años, tomar plantas como el san pedro, la ayahuasca o el peyote forma parte de los rituales indígenas. Últimamente se ha despertado en Occidente el interés por estos métodos de acceso al espíritu, lo que se debe en parte a la falta de sentido que las personas perciben en sus vidas y a la consiguiente necesidad de recuperar la relación con su esencia. Sea como fuere, las plantas de poder son seres con un gran desarrollo espiritual. Su función consiste en recordarnos el ser multidimensional que somos. Al tomarlas, se establece un pacto. Su espíritu nos ofrece una visión que nosotros no podemos alcanzar con los sentidos físicos y a cambio nosotros les damos la oportunidad de experimentar las emociones humanas107.

En mi experiencia personal puedo afirmar que, al ingerirlas, los chakras se abren de forma repentina y en alguna medida artificial o forzada. Esta apertura es la que provoca que la conciencia se propague de manera inusual y que la persona pueda realizar un «viaje» de gran amplitud espiritual. De esta forma podemos ver con claridad los campos energéticos que sostienen la vida en todas sus formas, relacionarnos con seres elementales de la naturaleza, viajar a través del cosmos, regresar a otras vidas o a la infancia, conectar con arquetipos universales, tener intuiciones reveladoras…

Las plantas sagradas son un recurso, pero hay que saber utilizarlas. Es importante ingerirlas con un propósito claro (no solo por probar o para divertirse). También es importante hacerlo bajo la guía de un chamán experimentado y en un contexto adecuado (el más propicio es la naturaleza). Hay que tener en cuenta que, al mover la conciencia hacia el espíritu, atravesamos la dimensión astral donde se encuentran seres y energías que vibran en distintas frecuencias (desde los altos hasta los bajos astrales). Por tanto, conviene hacerlo con protección. El conductor de la sesión debe crear un campo energético estable que armonice las energías de los participantes. Por otro lado, cada persona debe definir muy bien su intencionalidad y sostenerla durante todo el proceso. Asimismo es muy aconsejable integrar el resultado de la experiencia en un proceso consciente de desarrollo personal.

La respiración es otro sistema que se usa para lograr estados alterados de conciencia y desarrollar la intuición. Hay muchas técnicas. En términos generales, lo que se hace es desbloquear los canales por los que circula la energía interna del cuerpo (los nadis) y ampliar la conciencia vertiginosamente. Así como los chakras toman la energía del entorno, los nadis se encargan de llevarla hasta los órganos. La acupuntura trabaja con ellos.

Cuando respiramos intensamente y de forma continuada, se produce una hiperventilación y la conciencia se expande muy rápido. Entonces se producen dos efectos generales. El primero es la experiencia de éxtasis, el arrobamiento y la unión con la propia esencia. En este estado pierdes la percepción sobre los límites del cuerpo y entras en comunión con el todo. Además puedes conectar con seres inmateriales y recibir información de la guía espiritual. El otro efecto es la catarsis, es decir, una descarga emocional intensa en forma de llanto, grito, risa… Esta conmoción emocional libera las tensiones crónicas que arrastramos del pasado porque el espacio en el que situamos la conciencia está formado por una energía de muy alta vibración. En realidad es amor, pero en un estado al que no estamos acostumbrados. Cuando nos situamos en este lugar, la energía viaja con fuerza hacia el cuerpo con la intención que previamente hemos depositado en el proceso (de disolver resistencias internas, obtener información y crecer interiormente). En todo caso, empuja los bloqueos que están estancados en el aura y, al hacerlo, libera las emociones reprimidas (de ahí que se produzca la catarsis). Al mismo tiempo, aclara los sistemas falsos de creencias que las acompañan y disuelve muchas tensiones físicas.

Personalmente me formé durante un año en la escuela de yoga Witryh, bajo la supervisión del maestro Soma, y posteriormente he aplicado estas técnicas con regularidad en mis talleres con resultados muy positivos. Al igual que las plantas sagradas, este recurso puede ser de gran utilidad, pero se debe utilizar de forma moderada y ordenada.

El alma nos habla a través de la intuición y el sentimiento. Nos invita a ampliar nuestra conciencia y a desplegar el potencial creativo que albergamos en nuestro interior.

Cuida de tu alma. Muéstrate neutral e invítala a integrarse de forma completa en la experiencia que estés viviendo. A menudo reprimimos o mantenemos en secreto este diálogo porque nos da vergüenza y porque tenemos miedo de reconocer nuestra vulnerabilidad. A medida que descendemos por las distintas dimensiones de la realidad, nuestro camino espiritual se hace más arduo. Cuando el alma conecta con el poder personal del deseo, con la sexualidad como fuente de energía creativa y con el cuerpo físico, la experiencia se vuelve más intensa. Por este motivo, la fortaleza de la mente, la comprensión de las emociones y el dialogo saludable con el cuerpo (que obtenemos a través del ego), son cruciales a la hora de culminar con éxito su viaje.

 

El alma tiene una perspectiva mucho más amplia que el ego. Te habla todo el rato y lo hace en lo cotidiano. No es un diálogo místico, es una conversación tangible que te informa de cómo se están expresando tu luz y tu sombra aquí en la Tierra. Al hacerte responsable de tu dolor interno, creas espacio para que la luz del amor se expanda y se exprese a través de ti. De esta forma, el alma despliega su esplendor y la vida adquiere verdadero sentido y utilidad para otros seres. El mimo francés Marcel Marceau lo explica con gran belleza108:

En el escenario habla mi alma y ese respeto al silencio es capaz de tocar más profundamente a la gente que cualquier palabra.

El diálogo de la imaginación

En cierta ocasión, una rosa muy hermosa, embelesada en su belleza, comenzó a sentirse triste. El motivo era que, pese a su esplendor, nadie se acercaba a contemplarla de cerca. Entonces se dio cuenta de que a su lado había un sapo. Supuso que la razón de su desgracia era la presencia de aquel ser tan feo y le pidió por favor que se alejara. Al cabo del tiempo, el sapo volvió a ver a la rosa y la encontró marchita, triste y deshojada.

—¿Qué te ha pasado? -le preguntó.

—Verás –le dijo la rosa-, desde que te fuiste, las hormigas no han hecho más que comerme.

—Claro –le contestó el sapo-, tú eras la más bella porque yo me comía las hormigas109.

Existe cierta tendencia a idealizar el alma y a pensar que es pura, inmaculada e inocente. En este sentido, quizás pienses que es ella quien guía tu camino y que tu único cometido consiste en seguirla ciegamente. Nada más lejos de la realidad. Un ego sano sabe escuchar los mensajes que le envía el alma, pero también sabe comunicarse con ella para ayudarla en su proceso evolutivo. Como dice el poeta de la Martinica Aimé Césaire: «El hombre debe ser inventor de almas». Hay algo que no debes pasar por alto: el alma, en su viaje a través de la dualidad, ha vivido numerosas experiencias y algunas han sido tremendas. Por este motivo, a la hora de revivir un trauma pasado se puede perder en el laberinto de una emoción perturbadora y dedicar más tiempo del necesario a explorarla y liberarla. Esto puede ser poco funcional. Existen por lo menos dos situaciones en las que el alma precisa de la ayuda del ego: cuando es incapaz de acotar el trauma que pretende resolver y cuando aparece fragmentada.

Cuando nos decidimos a crecer interiormente y a transformar el malestar que nos aflige en amor, el alma puede hacer más grande el problema que intenta resolver. ¿Por qué razón? Al respirar, aceptar y observar una emoción no solo conectamos con nuestro dolor interno sino que lo hacemos también con seres inmateriales y energías que vibran en la misma frecuencia y que conviven con nosotros en la dimensión astral. Supongamos, por ejemplo, que te reconoces como una persona iracunda y que decides liberarte de la ira. Lo que puede suceder es que el alma, en lugar de delimitar el trauma a tu esfera personal, se dedique a sentir toda la ira que resuena con ella en ese momento (quizás la de un ancestro, la del jefe, la de un político corrupto…). Como en el astral no hay límites de tiempo ni de espacio, puesta a explorar puede llegar a conectar con la ira de todo el universo. En este caso, necesita de la ayuda del ego. Es importante comprender que el astral no es un espacio externo a nosotros sino una dimensión más de la personalidad. Aunque el ego se haya fabricado la ilusión de que solo existe él, lo cierto es que una parte de nuestra conciencia habita aquí de forma permanente.

La segunda situación se da cuando el alma está fragmentada. Ante un trauma muy doloroso, el alma se puede romper. Entonces una parte del ser aparece desligada del resto, permanece como flotando en el espacio y forma una subpersonalidad no integrada. Esta situación va acompañada siempre por una sensación de pérdida. Un suicidio en una vida anterior, por ejemplo, produce una fractura de este tipo. Esta fisura volverá de forma recurrente sobre la persona y creará un bucle de incomprensión. Cada cierto tiempo, el individuo tendrá el deseo de quitarse la vida, pero no sabrá por qué. Desde fuera puede verse como alguien normal o incluso con mucho éxito. Sin embargo, internamente no se sentirá completo y percibirá una parte de sí mismo como un quebranto. Este tipo de situaciones explican muchas de las obsesiones, depresiones, ataques de ira o de pánico recurrentes que se sufren en la actualidad. En estos casos hay que ayudar al alma a integrarse con el resto del ser.

Existen dos situaciones en las que el alma puede necesitar la ayuda del ego: cuando no es capaz de delimitar el conflicto que pretende resolver y cuando se encuentra fragmentada.

La herramienta que debes utilizar para hablarle al alma es la imaginación. Los niños son grandes maestros en el uso de este poderoso recurso, así que un buen entrenamiento consiste en relacionarte con ellos. Si deseas liberar una emoción que te está haciendo daño, debes activar el recurso del observador. Cuando ya seas capaz de sostener tu desazón con amor, puedes pasar a la segunda fase: la del visionario. En ella dejas de ser neutral y te sirves de la imaginación para avanzar. Puedes, por ejemplo, imaginar que el aspecto de tu personalidad que se está poniendo de manifiesto (la intransigencia, el abandono…) es un ser a punto de morir (y dejarlo que se muera). También puedes solicitar la ayuda de un animal de poder, del ángel de la muerte o visualizar al niño herido que está experimentando esa emoción y dialogar con él de forma amorosa.

Estás más que capacitado para entrar en la energía del trauma y recrear las situaciones que te permitan resolverlo de forma satisfactoria. Solo necesitas creer en ti y practicar. Asimismo es muy útil que, a partir de una sensación física desagradable (tensión, frío, temblor, desequilibrio…) o de una emoción perturbadora, te hagas preguntas. Puedes, por ejemplo, decir: ¿qué aspecto de mí mismo se está revelando en este momento? Y dejar que emerjan a la conciencia las imágenes o la información que corresponda. De esta forma, delimitas el problema a tu esfera personal y diferencias entre las emociones que son tuyas y aquellas que pertenecen a otros seres (inmateriales o físicos). Cuando utilizas la imaginación como parte del proceso de sanación, activas un dialogo muy saludable con el alma y evitas que esta se pierda en el laberinto astral. Los budistas la emplean para liberar del sufrimiento a todos los seres sintientes y purificar su mente. Por otro lado, es un instrumento privilegiado para potenciar los anhelos del alma y las subsiguientes experiencias por las que deseas transitar en la vida.

Para delimitar los conflictos a nuestra esfera personal y evitar que el alma se pierda en el laberinto astral, es importante activar el recurso del visionario.

Cuando te descubras en un bucle de incomprensión (pánicos irracionales, tendencias suicidas, depresiones profundas, ataques de melancolía, obsesiones destructivas…), háblale al alma con cariño y permítele que se exprese. Hay una parte de ti que se ha fragmentado y que se encuentra perdida dando vueltas alrededor del mismo estado emocional. Pregúntale qué es lo que desea explorar y deja que la mente lea los posibles futuros a los que esa situación te lleva. Puedes escribir, dibujar, modelar, interpretar…

Es muy importante hacer esto en un contexto terapéutico y con la clara intención de mejorar el problema que se desea resolver. Si, por ejemplo, te obsesiona la idea del suicidio o tienes un miedo irracional a la muerte, a la enfermedad o a tu propia fuerza, observa los distintos escenarios a los que esa postura te conduce. Visualiza las imágenes con todo lujo de detalles, percibe tus reacciones o las de los seres involucrados en el suceso. De esta forma, el alma puede explorar las emociones asociadas al trauma pero el ego no se deja llevar por ellas (no se recrea, ni se identifica con el dolor que siente y tampoco se preocupa inútilmente, pues está ocupado en observar lo que sucede). Cuando la energía del trauma se agote activa tu imaginación y recrea las situaciones que deseas vivir en el futuro.

Si haces esto de forma consciente y meticulosa, llegará un momento en el que el alma ya no precisará volver sobre el conflicto emocional y lo abandonará. Cuando la energía residual que ha quedado latente regrese sobre el ego, experimentarás como un chispazo de luz o un incremento repentino de conciencia. Entonces te darás cuenta de que ese conflicto se ha sanado de forma definitiva. No te puedes ni imaginar el alivio y la alegría que se siente en ese instante.

Cuando un problema se repite de forma obsesiva, hay que dejar que el alma explore las emociones asociadas a ese conflicto. El ego debe permanecer neutral, observando los escenarios a los que esa situación le conduce. Cuando la energía del trauma se agota el ego debe imaginar las experiencias que desea tener en el futuro. De esta forma ayudamos al alma a liberarse y la reforzamos.

La ayuda que le puedes brindar al alma está fuera del marco convencional de la psicoterapia, es decir, no sigue un proceso lineal. Para el ego, las causas de un trauma residen en el pasado, las consecuencias se experimentan en el presente y los resultados de la terapia se proyectan hacia el futuro. Para el alma, todo sucede en el ahora. Para trabajar a este nivel tienes que sostener el proceso desde una intención amorosa, centrarte en el momento presente y vivenciar el proceso a nivel corporal. También puedes recurrir a la ayuda de un chamán experimentado o de un terapeuta que sea capaz de trabajar con tu campo de energía. La terapia del alma es complementaria a la del ego, pero sigue sus propias pautas y hay que respetarlas. Como elementos de apoyo resultan muy útiles los tratamientos corporales (osteopatía, masaje, shiatsu…) y la práctica del yoga, la meditación, el chi kung, el reiki, el lu jong… Estos sistemas incrementan la percepción corporal y te ayudan a expandir la conciencia y a desarrollar la intuición.

Finalmente, la conexión con la naturaleza, el arte en todas sus manifestaciones y la risa son actividades muy propicias para conectar con el ser superior y recordar nuestro verdadero origen. Cuando el alma se refresca con la luz del espíritu, obtenemos estabilidad y resulta más fácil solucionar los conflictos. En todo caso, es importante comprender que, aunque su perspectiva sea mayor que la del ego, el responsable de materializar tu misión de vida en la Tierra es este último. La comunicación debe ser bidireccional y el objetivo es que haya equilibrio entre el ego, el alma y el espíritu.

El karma: ¿castigo divino o elección personal?

Todos descendemos de una totalidad. Las frases «todos somos uno» o «todos estamos conectados al nivel de la esencia» tienen mucho sentido. Estamos viajando por el firmamento a través de distintos planos de realidad y lo que somos ahora es el resultado final de este viaje. Digamos que la dimensión física en la que estás viviendo no es la única realidad que está experimentando la totalidad de lo que eres. Tu ego es solo una porción de algo mucho más grande. Tampoco es el único lugar desde el cual creas tu vida. Eres un ser multidimensional y buena parte de ti se encuentra en las moradas del espíritu. Has viajado desde la unidad y, para llegar hasta aquí, has recorrido todos los sectores del universo. Antes de ser humano has sido muchas cosas y todas ellas están formando parte de ti ahora.

En cierta ocasión, un angelito escuchó a otros hablar sobre el dolor y el miedo. Se acercó a ellos y les preguntó:

—¿Qué es el dolor?

Sus compañeros guardaron silencio. El angelito prosiguió:

—A mí nadie puede hacerme daño, pues yo soy la luz.

Nadie dijo nada, pero él no se dio por vencido:

—¿Y el miedo? ¿A qué podría yo temerle, si lo único que existe es el amor?

Finalmente, los ángeles se volvieron hacia él y le dijeron:

—Sí, ya lo sabemos, pero es solo un juego para poder experimentar y aprender.

 

El angelito se puso muy contento y exclamó emocionado:

—¿Un juego? ¡Me encantan los juegos! Quiero jugar, quiero jugar.

Los otros ángeles respondieron:

—Espera un poco, no es tan sencillo. Primero tienes que bajar a la Tierra y encontrar a alguien que quiera jugar contigo. Alguien que quiera herirte y asustarte de verdad.

El angelito dijo:

—¡Uy, qué maravilla! ¿Quién desea jugar conmigo y hacerme sentir el miedo y el dolor?

Entonces, otro ángel se le acercó y le dijo:

—Yo jugaré contigo.

—¿De veras?, ¿prometes herirme y asustarme?, ¿tanto me amas?

El ángel le contestó:

—Sí, te lo aseguro, pero tú tienes que garantizarme algo. Prométeme que una vez en la Tierra te vas acordar de que esto es solo un juego110.

Desde la perspectiva del espíritu, nada de lo que te sucede es aleatorio. Todo responde a un plan que tú mismo has diseñado. Antes de venir a este mundo y encarnarte en un cuerpo, te reuniste con tus guías espirituales y esbozaste algo parecido a un proyecto de vida. No es fijo. Es un abanico de posibilidades que vas activando a medida que te haces consciente de tu auténtico poder. Visto así, nada de lo que te sucede en la vida ocurre sin tu autorización. Ahí afuera no hay un Dios que te dé o que te quite. Tampoco hay guías que te pongan pruebas que no hayas acordado previamente. Por otra parte, en la realidad física no hay circunstancias o fuerzas externas con las que no hayas elegido interactuar. Escogiste a tu familia, la disposición astrológica más adecuada, el espacio geográfico en el que has nacido, el cuerpo que te sirve como vehículo…

Todas las decisiones que tomas desde el ego son elecciones que haces al nivel del alma. Responden a un deseo interno de experimentar un aspecto de la realidad que está inexplorado para ti. Incluso si te sientes como una víctima o un fracasado, en el fondo es una opción personal y puedes modificarla en cualquier momento. No es que tengas mala o buena suerte, es que tú mismo la provocas con tu forma de pensar, decir, sentir y comportarte. Aunque el entorno efectivamente te esté condicionando, todo lo que vives lo has aceptado previamente como una mera posibilidad. Incluidas las situaciones adversas o infortunadas.

El karma no es más que el conjunto de bloqueos emocionales y psíquicos que hemos decidido enfrentar en esta encarnación. No es un castigo por haber sido «malvados» en otra vida. Es una elección personal y refleja el valor y el coraje del alma. A medida que liberamos el dolor interno, nuestra esencia se hace más nítida y disponemos de más espacio para la creatividad y el amor. Todo ello se traduce en una acción constructiva, respetuosa con la vida y armoniosa con las leyes universales y el propósito de la Tierra. A esta forma de conducta se le conoce con el nombre de dharma.

También las relaciones son pactos que hemos establecido antes de venir. No son aleatorias y tienen la utilidad de mostrarnos nuestra oscuridad y nuestra luz. En ocasiones, reproducen conflictos que acontecieron en otra vida y que deseamos resolver en esta (abandonos, asesinatos, traiciones, encarcelamientos…). Este tipo de relaciones se conocen con el nombre de kármicas.

El karma es una elección del alma. Está formado por los bloqueos psíquicos y emocionales que ha decidido liberar en esta encarnación.

Cuando el ego se pierde en la ilusión de existir por sí mismo, se resiste a creer que el dolor pueda ser una elección personal. Para él, esta idea es absurda. No acepta la posibilidad de que escojamos una enfermedad o una relación destructiva como vía de aprendizaje. ¿Cómo es posible que un niño, por ejemplo, elija la opción de ser violado, torturado o asesinado? En esta situación, el ego no admite que los males del mundo tengan una explicación que pueda poner en riesgo la imagen idealizada que ha construido sobre sí mismo. Una imagen que afirma: «Yo soy el bueno». Si un niño eligiera la posibilidad de ser maltratado, estaría justificando la inmoralidad como forma de conducta. Eso es algo que la persona egocéntrica no desea admitir en la estructura de su personalidad. El motivo es que trabaja con máscaras.

Todos tenemos un ser destructivo, una parte aberrante que gusta del placer negativo. Sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a admitirlo. Cuando el mal refleja nuestra propia vileza, en lugar de reconocerla lo que hacemos es negarla y proyectarla hacia afuera. Antes de abrirse al espíritu y ver su oscuridad, el ego enmascarado creará un enemigo imaginario. Desea que el mundo cambie, pero él no está dispuesto a cambiar. Por eso se imagina una película en la que unos son los buenos y otros, los malos. Es obvio que hacer daño a otro ser y nutrirse de su dolor no está justificado desde la moral. No obstante, en el universo nada es gratuito y desde una perspectiva espiritual los juicios de valor no existen. Solo son construcciones humanas.

El objetivo de comprender que al nivel del alma somos los únicos responsables de todo lo que nos sucede no es excusarnos o excusar a otros sino educar la mirada para que seamos capaces de vernos reflejados en la realidad que estamos observando. Así dejaremos de proyectar nuestro malestar en el entorno y no haremos el mal más grande. En su lugar, cambiaremos internamente y obraremos con más objetividad y eficacia. Desde un punto de vista práctico, lo importante es saber que, si bien para el alma el dolor es un medio de aprendizaje, para el ego es una opción y puede ser modificada. Nelson Mandela pasó veintisiete años encerrado en una celda, pero no hizo de su situación un alegato de la violencia. Gracias a su determinación consiguió lo que parecía imposible: convertirse en el presidente de su país y erradicar el apartheid. Una de sus mejores frases dice: «Que tus opciones reflejen tus esperanzas, no tus miedos».

La vida es un abanico de posibilidades previamente diseñado por el alma. Hemos olvidado que somos los artífices de nuestra propia vida y que la elegimos a cada instante.

La senda de la integración

Todo lo que sucede en la Tierra es un reflejo de lo que ocurre al nivel del espíritu. El maestro Jesús dice: «Lo que es arriba, es abajo». Cuando el alma se desprende del plano de la esencia, experimenta lo mismo que cuando nacemos. Por un lado, el desconsuelo de perder la seguridad que le proporciona la unidad de la que procede (para el niño es el útero materno) y, por otro, la curiosidad de explorar una realidad llena de posibilidades. En todo caso, a partir de aquí, comienza su viaje. Cuando es joven, guarda un recuerdo muy nítido de la esencia y no tiene mucha conciencia de estar separada del resto ni de su capacidad para influir sobre el entorno. Esta etapa es mencionada en muchos textos religiosos como el «Jardín del Edén».

La vida humana sigue los mismos pasos. Cuando somos muy pequeños, tampoco podemos diferenciarnos del resto del mundo. Sin embargo, nos encanta explorarlo. Al hacerlo, volvemos de forma sistemática a refugiarnos entre las faldas de nuestra madre, especialmente si la experiencia que hemos vivido es desagradable. Necesitamos sentir de nuevo la seguridad que nos proporciona la unidad de la que procedemos. Con el paso del tiempo nos vamos alejando de la protección del hogar y comenzamos a examinar la realidad con la intención de modificarla. Esto lo hacemos de forma progresiva y en etapas (los siete años, la adolescencia, la juventud...). Al alma le pasa lo mismo. A medida que evoluciona y crece, el recuerdo de la esencia se debilita y su afán por influir sobre la realidad se intensifica. Una vez que está sumergida en la experiencia de la dualidad, se olvida por un tiempo de su origen y deja que el ego gobierne el proceso111. Entonces es «expulsada del Paraíso».

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