La voz del corazón

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

Tanto los espacios naturales como las obras humanas que se encuentran diseminadas por el planeta forman parte activa de un campo energético conocido como rejilla planetaria. Este armazón de líneas de energía permanece en conexión íntima con la naturaleza y con otras redes similares ubicadas en el espacio multidimensional. Su función principal consiste en sostener y catalizar el proceso del cambio. En la actualidad, algunos canalizadores están trabajando en equipo con guías o seres inmateriales que asisten a la Tierra en su proceso evolutivo. Es un trabajo muy hermoso que requiere de mucha responsabilidad. El objetivo de esta colaboración es actualizar los «sistemas operativos» del planeta para que este pueda recibir y almacenar los códigos de luz que le están llegando desde el espacio. Una vez obtenidos, la Tierra los libera a través de la rejilla planetaria y las ondas electromagnéticas resultantes resuenan con el ADN de los seres vivos e ingresan la información en su estructura biológica. El resultado es un cambio en la conciencia a nivel planetario.

La rejilla planetaria82


La rejilla planetaria está formada por una serie de redes o matrices energéticas que sirven para almacenar y transmitir la información que está llegando desde el espacio. La Tierra está activando muchos centros energéticos que permanecían dormidos.

Un ejemplo de cómo están entrando los códigos de luz a la Tierra se puede ver en los círculos de trigo o agroglifos. Estos dibujos geométricos comenzaron a aparecer en los años setenta del siglo xx. Desde entonces se han registrado miles de casos en Alemania, Rusia, Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Japón y otros lugares del mundo. Aparecen en los campos de cultivo y presentan diseños muy hermosos. Algunos han sido hechos por el hombre, pero otros son demasiado complejos o muy grandes (hasta una hectárea, un campo de futbol), lo que haría necesario utilizar instrumentos topográficos para dibujarlos. Todo parece indicar que es imposible hacerlos de forma furtiva, a oscuras y sin dejar huellas. Por otro lado, no hay evidencias de que su autoría sea siempre humana. Algunos investigadores han tomado muestras de círculos que se hallaban separados más de doscientos kilómetros y han encontrado algunas similitudes entre ellos. Por ejemplo, los tallos de las plantas emitían una radiación similar o estaban doblados por el mismo sitio.


Círculos de trigo o agroglifos83



La idea de que más allá de nuestras fronteras haya seres dotados de conciencia que están interviniendo (a favor o en contra) en el proceso evolutivo de la Tierra está dejando de ser una quimera. De acuerdo con el Observatorio Internacional para el Estudio Científico del Fenómeno Ovni (MUFON), los avistamientos de naves espaciales se han incrementado de forma paulatina en los últimos años. Por otra parte, los testimonios de canalizadores que afirman estar en contacto con civilizaciones extraterrestres son muy numerosos y habituales. Personalmente he sido testigo de cinco encuentros con seres alienígenas, de modo que no tengo ninguna duda de su existencia. En cualquier caso, esto tiene que empezar a dejar de sorprendernos. A fin de cuentas, en el universo hay cinco mil millones de galaxias y cada una tiene del orden de doscientos mil millones de estrellas. En la antigüedad, la comunicación con seres de otras dimensiones era habitual. La historia oficial nunca lo ha querido reconocer, pero existen evidencias muy claras en el arte y la cultura de pueblos como los mayas, los egipcios, los sumerios, los griegos y muchos otros.

Desde la perspectiva del espíritu, la tierra desempeña un papel muy importante en el conjunto del universo pues aspira a convertirse en un centro de información y comunicación a nivel cósmico. Está situada en un nodo galáctico, es decir, un punto por el cual atraviesan muchas frecuencias y vías procedentes de otros rincones del universo. Por eso no es de extrañar que seres de otros lugares estén atentos a lo que sucede aquí y que algunos de ellos deseen ayudarnos a lograr nuestro propósito. Cuando consigamos vivir en paz y en armonía, la Tierra será una gran biblioteca viviente y dará un servicio de inestimable valor a otras razas extraterrestres.

Cómo facilitar la transición del planeta

La ciencia nos dice que el campo electromagnético de la Tierra actúa como soporte vital de la biosfera afectando tanto a la salud como al comportamiento de los seres vivos. No obstante, esta no es su única función. El psicólogo norteamericano Michael Persinger dice que este campo actúa también como conector y transmisor de información de carácter biológico84. En otras palabras, transporta las ondas que emitimos con el cerebro y el corazón y puede provocar cambios en el comportamiento de colectivos enteros o incluso en el de la propia Tierra.

En el año 1972, la Sociedad para la Meditación Trascendental (MT) y veinticuatro ciudades de Estados Unidos participaron en un ensayo muy revelador. Un grupo de personas fueron entrenadas para producir de forma continuada sentimientos de paz y concordia. El resultado, conocido como el “Efecto Maharishi”, fue sorprendente: durante el tiempo en el que las personas meditaban, los crímenes y la violencia descendían de manera brusca. Sin embargo, cuando el experimento se detuvo, las estadísticas se normalizaron85. Años más tarde, a finales de los ochenta, se repitió la experiencia en el Proyecto de Paz de Oriente Medio. El desenlace fue muy similar. Durante el tiempo en el que las personas se reunían para crear sentimientos de paz, los actos terroristas cesaban por completo.

La conclusión de este experimento quedó reflejada en una fórmula matemática: el número de meditadores necesario para inhibir la conducta violenta de una población debe ser mayor o igual a la raíz cuadrada del uno por ciento de sus habitantes. En Estados Unidos, por ejemplo, donde viven trescientos treinta millones de personas, se necesitan mil ochocientas dieciséis meditando de forma continuada. En España, donde hay cuarenta y seis millones, bastaría con seiscientos setenta y ocho meditadores para conseguir efectos positivos en todo el país.

Con estos experimentos quedó demostrado que las personas y los colectivos tenemos capacidad para influir sobre el medio ambiente y sobre la conducta de otros grupos humanos. Esta habilidad depende de nuestra coherencia interna y está relacionada con la intención y la atención que depositamos en lo que hacemos. La cuestión es: ¿cómo podemos desarrollarla? En el instituto norteamericano HeartMath se ha comprobado que la inteligencia intuitiva del corazón incrementa la efectividad de nuestras decisiones. Esto repercute directamente en una mejora de las relaciones86. Cuando las personas sienten gratitud, compasión o bondad, su coherencia cardiaca aumenta, presentan más capacidad de discernimiento y pueden diferenciar mejor lo que sucede en su entorno de lo que les ocurre a ellas mismas. Lo cierto es que, cuando dejamos que el corazón gobierne nuestra vida, el cerebro se armoniza con él y funciona mejor. Va más lento y se sincroniza de forma natural con el campo magnético de la Tierra.

Investigaciones recientes han observado que el campo electromagnético que crea el corazón es mucho más amplio que el del cerebro (alcanza una distancia de hasta tres metros). Además se comunica con el sistema nervioso central con una anticipación de entre cuatro y cinco segundos, es decir, es el primero en saber lo que está sucediendo. En un experimento llevado a cabo por el neurocientífico y psiquiatra francés David Servan se demostró que después de entrenar a una serie de ejecutivos en la práctica de la coherencia cardiaca, el ochenta por ciento de ellos redujo sus niveles de estrés y dejó de sentirse agotado por su trabajo87.

El corazón es el órgano que nos dota de coherencia interna. Dicho de otra forma, sabe en tiempo real cómo están afectando a cada una de las partes de nuestro cuerpo los estímulos que recibimos y, con esa información, elabora una respuesta global. Esta respuesta es siempre coherente con el propósito de preservar la salud y la vida. A través del corazón transmitimos información al ADN y al resto del organismo (sistema endocrino, linfático, sanguíneo…). La ciencia ha descubierto que nuestras células tienen receptores específicos para las ondas electromagnéticas que envía el corazón88. De hecho son cientos de veces más sensibles a este tipo de señales que a las químicas89. Hasta hace poco se creía que las células solo recibían información a través de la sangre, pero ahora se sabe que hay otras vías de comunicación.

La conclusión a la que podemos llegar es que el corazón es el centro de mando de la personalidad y el cerebro el encargado de ejecutar las operaciones. La habilidad de la coherencia cardiaca se basa en un principio muy simple: dejarse llevar por la intuición y los sentimientos positivos. Los problemas surgen cuando el miedo domina nuestra vida. Entonces la mente y el corazón dejan de hablar y se cortocircuitan. En esta situación, las decisiones que tomamos son parciales y, en cierta medida, también conflictivas.

Los seres humanos influimos de forma individual y colectiva sobre el campo de energía de la Tierra. Para ejercer un influjo positivo necesitamos desarrollar la coherencia cardiaca y armonizar el funcionamiento del cerebro con el del corazón.

Uno de los aspectos que mejor evidencian la transformación que está viviendo la Tierra es el cambio climático. Constituye un reflejo del caos mental, la turbulencia emocional y la desconexión en los que se encuentra el ser humano en relación con la naturaleza. Tendemos a verlo solo como un hecho físico, pero en realidad es mucho más que eso. Además de ser provocado por el hombre (en especial a través de la geoingeniería climática) también nos muestra un movimiento interno y es que la Tierra se está liberando del dolor acumulado en su campo de energía como consecuencia de tantos siglos de barbarie humana. Durante mucho tiempo, el planeta se responsabilizó de las energías que emanaban de nuestros actos violentos, crueles y desalmados. Actuó como lo hace una madre que protege a un hijo que se «desvía de su camino». El nombre de Madre Tierra, que está presente en las antiguas tradiciones y es reconocido por las Naciones Unidas desde el año 2009, está inspirado no solo en su capacidad para crear vida, sino también en su carácter protector.

 

Para evitar que los sistemas ecológicos se colapsen y se quiebren bajo la presión que está ejerciendo la humanidad, la Tierra ha iniciado un proceso de depuración a través de lluvias torrenciales, erupciones volcánicas, seísmos, huracanes, incendios, sequías… Estos fenómenos naturales forman parte de su evolución, incluyen la nuestra e indican que está buscando un nuevo equilibrio. Para favorecer un desenlace positivo y seguir disfrutando del periodo de «gracia climática» en el que nos encontramos, es necesario que nos movamos colectivamente hacia la madurez del corazón. De momento estamos empezando a limpiar el planeta de todos los desechos que hemos venido produciendo desde hace décadas. También lo estamos regenerando y, al mismo tiempo, hemos comenzado a crear una forma de vida que sea compatible con él y no lo destruya.

La energía del amor avanza a buen ritmo, pero todavía no hemos comprendido el poder real que tenemos para favorecer el cambio de dimensión que está viviendo el planeta. Creemos que solo podemos intervenir por medios mecánicos o químicos, pero eso no es del todo cierto. La naturaleza es muy sensible a las vibraciones que emitimos las personas y reacciona con mucha diligencia ante la frecuencia del amor. Todo el mundo sabe que las plantas crecen mejor si se les habla con ternura y lo mismo sucede con el mundo animal. Los animales establecen vínculos muy fuertes con los seres humanos a través del amor. El 25 de julio del año 2011, miles de personas de todo el planeta se unieron en oración para ayudar a limpiar las aguas contaminadas por el desastre nuclear de Fukushima, en Japón. Ante una iniciativa de esta belleza, tenemos que preguntarnos lo siguiente: ¿es posible limpiar el agua a través de las vibraciones positivas emitidas por un colectivo de gente? El doctor japonés en Medicina Alternativa Masura Emoto afirma que sí90. En su opinión, el agua tiene memoria y su estructura molecular puede ser afectada por el pensamiento y el sentimiento.

Si esto fuera cierto, podríamos restablecer la forma original de las aguas contaminadas mediante el envío de vibraciones positivas o mezclándolas con dosis homeopáticas de agua muy pura. Los canalizadores español y mexicano Xavier de Pedro y Kai lideran un proyecto para restablecer la memoria ancestral del agua en todo el planeta. Para ello han recogido las aguas puras de la Antártida y del Polo Sur y han creado una red de distribución. De esta forma, cualquier persona que lo desee puede obtenerlas de forma gratuita y verterlas en los cauces de los ríos, en los lagos, en los mares… El objetivo es transmitir la estructura molecular del agua que había hace miles de años y facilitar así que el planeta entero se regenere91.

Efectos del pensamiento sobre el agua92


A la hora de considerar si estas iniciativas tienen alguna base científica, lo más apropiado es acudir al virólogo y Premio Nobel de Medicina, el francés Luc Montagnier. En el año 2013, este científico realizó un experimento muy revelador. Al mezclar agua con ADN observó que este último producía unas ondas electromagnéticas. Entonces leyó estas frecuencias con un ordenador y las envió por Internet a la Universidad de Benevento, en Italia, situada a mil quinientos kilómetros de distancia. Allí fueron leídas durante una hora por el agua pura contenida en un tubo de ensayo. Más tarde, esta agua fue mezclada con los componentes típicos del ADN (nucleótidos) y con un catalizador. Con gran asombro, los científicos comprobaron que el ADN francés era reconstruido como por arte de magia con una fidelidad del noventa y ocho por ciento93.


Experimento de Luc Montagnier94



Este experimento demuestra que el agua tiene memoria, es decir, que puede reproducir los efectos de una sustancia que haya estado previamente en contacto con ella aun cuando esta no se encuentre presente. Las consecuencias de este descubrimiento son extraordinarias y muy variadas. Entre otras cosas, abre nuevas fronteras en la práctica de la Medicina. El profesor Montagnier afirma que las enfermedades se pueden tratar usando ondas electromagnéticas, un procedimiento del todo revolucionario que supondría la reducción drástica de los medicamentos que son administrados por medios físicos. También permitiría que cualquier persona, en cualquier parte del mundo, accediera a todo tipo de tratamientos. El ingeniero e investigador independiente italiano Alberto Tedeshi afirma que este sistema podría desarrollarse en una aplicación e instalarse en el teléfono móvil. Al parecer, el empresario estadounidense Steve Jobs vislumbraba ya en el año 2014 un Smartphone de este tipo.

Como el agua tiene memoria y puede transmitir los datos que le son suministrados mediante el pensamiento y el sentimiento, la opción de descontaminarla a distancia es una realidad. Lo mismo sucede con el proyecto de las aguas polares que lideran Xavier de Pedro y Kai. La estructura molecular del agua que había en nuestro planeta hace miles de años puede transmitirse por resonancia a cualquier vertiente de la Tierra. De esta forma, podemos ayudar a limpiar las aguas del planeta.

La ciencia nos está diciendo que tenemos mucho más poder de influir sobre la naturaleza del que nos imaginamos. Por otro lado, este poder no se limita solo al agua, es decir, puede afectar a otros procesos. Si deseamos que el cambio climático sea benigno, tenemos que aclarar nuestras intenciones y decidir en consecuencia. Es necesario que ajustemos nuestro comportamiento al momento evolutivo que vive la Tierra y que nuestra relación con ella sea más equilibrada. Para intervenir de forma favorable en los procesos internos que está viviendo el planeta, necesitamos dar un salto de conciencia. El objetivo es lograr que la evolución sea progresiva y evitar los reordenamientos bruscos o las grandes catástrofes. No tenemos por qué dudar de nuestro poder y es preciso que seamos conscientes de la función que desempeñamos en el entramado de la vida. Somos una pieza clave en la evolución del universo pero, si deseamos ser efectivos, necesitamos aprender a amarnos a nosotros mismos y a todos los seres que nos rodean. ¡Adelante!

Lo que le sucede a la Tierra es también la consecuencia de nuestra forma de ser y de estar en el mundo. Tenemos mucho más poder de intervención sobre los procesos naturales y el comportamiento colectivo del que nos imaginamos.

¿Por qué transcurre la vida más deprisa?

Una de las consecuencias más visibles del cambio de era en el que nos encontramos es la sensación de que la vida transcurre más deprisa. El tiempo lineal es una construcción humana. Como en la Tierra la energía va muy lenta y los límites son muy firmes, hemos inventado un sistema que nos permite organizarnos. Sin el reloj sería muy difícil coincidir en el espacio o hacer que dos o más procesos encajen para lograr un resultado. Esto es debido a que la percepción del tiempo es subjetiva. Sin embargo, aunque el movimiento de las manecillas del reloj sea invariable, cada vez hay más gente que coincide en que la vida avanza más rápido. Parece contradictorio. ¿Qué está sucediendo? Algunos estudios sugieren que la sensación de aceleración se produce a medida que envejecemos, pero no son concluyentes. Si le preguntas a un niño por esta cuestión, te dirá que él no nota nada. La razón es que ellos viven en el presente y no se paran a pensar sobre el mañana ni sobre el ayer.

En mi opinión, este fenómeno tan generalizado está siendo provocado por los cambios que está experimentando la Tierra. Al recibir más información del espacio, necesita elevar su vibración. Si no lo hiciera, no podría integrar los datos y sus estructuras se colapsarían. A medida que subimos de frecuencia, la materia vibra más deprisa y la probabilidad de que se transforme es más alta. Esta situación es nueva para nosotros y nos afecta a nivel biológico. Las células están siendo invitadas a vibrar en una octava más alta, pero la mente racional no es capaz de interpretar lo que está sucediendo porque su naturaleza es analítica, es decir, funciona por partes. Para intentar comprender la realidad, lo que hace la razón es separarla. Para ella el tiempo es una convención o una idea arbitraria, pero no una experiencia. Si un cambio afecta a todo el organismo de forma simultánea, la mente racional se confunde. Entonces interpreta que la realidad se está acelerando y crea un sentimiento de urgencia. Hoy en día todo el mundo anda ajetreado, corriendo de aquí para allá.

El proceso de aceleración personal y social es un reflejo de las dificultades que estamos teniendo para integrar el cambio de frecuencia al que estamos siendo expuestos. El problema es que nuestras células están acostumbradas a un ritmo más lento del que nos sugiere la Tierra. Nuestros hábitos alimenticios y las conductas basadas en el miedo, la dominación y la dependencia reducen nuestros niveles de energía. Una comida tradicional, por ejemplo, implica una digestión muy pesada. Tanto que para compensarla necesitamos recurrir a todo tipo de estimulantes y forzar el sistema inmunológico. A su vez, controlar el entorno o intentar cambiar a los demás es un ejercicio agotador y muy limitante. El metabolismo celular está condicionado por los pensamientos y los sentimientos que producimos. Si lo que prevalece es el miedo, todo el organismo reacciona a la baja.

Estamos acostumbrados a funcionar en unos márgenes vibratorios muy limitados, pero la Tierra nos apremia a vivir una realidad bien diferente, más expansiva y alegre. Nos está diciendo que podemos experimentar la vida en conexión con nuestra esencia. Es algo que ya sabemos porque el amor constituye nuestra naturaleza básica. Sin embargo, no lo apreciamos de forma permanente. Más bien nos reconocemos en ello fugazmente, como si fuera un suceso insólito. A veces, algo o alguien toca nuestro corazón y nos recuerda lo que somos y el verdadero sentido de la vida. En cambio, la idea de descubrir nuestra divinidad interna y vivir a partir de ella nos asusta. Llevamos tanto tiempo viviendo en la sombra que, cuando la Tierra eleva su vibración y el amor aparece a borbotones, su resplandor nos ciega. Tal y como dice la escritora norteamericana Marianne Williamson: «Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que nos atemoriza».

En la medida en que sigamos identificados con la mente, la sensación de urgencia irá en aumento y el resultado será una vida cada vez más caótica. La única forma de gestionar con garantías esta formidable mudanza consiste en relajarnos y pasar el timón conductor de nuestra vida al corazón. Para lograrlo tenemos que integrar el ego con el espíritu, es decir, elevar nuestros niveles de energía. Este cambio es gradual y solo resulta estable cuando se asienta a nivel físico. Una vez materializado, el cuerpo se «abre» y nos permite funcionar desde el amor. Es algo que muchas personas ya están haciendo de forma instintiva. El cambio es orgánico y el encargado de informarnos de lo que sucede no es la mente, sino el cuerpo. Algo nos está diciendo internamente que, si no bajamos el ritmo, nuestra supervivencia corre peligro.

La sensación de aceleración que vive la humanidad está provocada por la llegada de una nueva energía a la Tierra. Ahora la frecuencia es más alta y la materia vibra más deprisa.


Ser o no ser

Los cambios de paradigma provocan convulsiones en la sociedad, desajustes y, en ocasiones, reordenamientos bruscos. A lo largo de la historia, siempre ha sucedido así. Sin embargo, ahora nos encontramos con una situación completamente inédita: quien está cambiando es la Tierra. Mientras no seamos conscientes de este hecho y actuemos en consecuencia, seguiremos dando palos de ciego.

 

Nada de lo que sucede en la naturaleza tiene su origen en un solo principio. Por este motivo sería pretencioso afirmar que la nueva situación energética en la que se encuentra la Tierra es la única causa de las convulsiones sociales y del cambio medioambiental que estamos viviendo. Sin embargo, sería ingenuo pensar que no es un factor importante, por no decir decisivo. En cualquier caso, las personas llegamos hasta el corazón de manera gradual. Es un proceso natural producto de nuestra evolución individual y colectiva. A diferencia de otros momentos de la historia, en este se da la circunstancia de que el despertar de la conciencia de muchas personas está coincidiendo con el de la Tierra. Estamos llegando al final de un ciclo y nos adentramos en otro que culminará con un nuevo equilibrio entre dar y recibir, y con una civilización basada en el amor y en la sabiduría.

«Ser o no ser: ese es el dilema» (William Shakespeare). Cuando los tiempos son desafiantes, tenemos que ser valientes y tomar decisiones sencillas. La más efectiva consiste en dejar de vivir desde el miedo y empezar a hacerlo desde el amor. Todo un desafío. En todo caso, tal y como afirma el dramaturgo inglés, tenemos que decidir entre «ser o no ser». Nadar entre dos aguas o negar el cambio resulta cada vez más difícil.

Imagínate que estás de pie y que entre tus piernas se abre una grieta. La tierra comienza a separarse. Al principio, la fisura es tan pequeña que ni siquiera la notas. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo va aumentando de tamaño y llegado un punto, empiezas a sentirte incómodo. La brecha te obliga a andar con cuidado para no caer en la fosa. Ya no puedes correr como antes, ahora tienes que andar con las piernas separadas. A medida que la sima se hace mayor, tu incomodidad aumenta y, en un momento dado, vivir así deja de ser aceptable para ti. Deseas recuperar la libertad de movimientos y para ello debes tomar una decisión y moverte hacia uno de los dos lados.

En uno reinan el miedo y la hipocresía. Las personas que viven allí alimentan la ilusión de cambiar este sistema por otro mejor, pero no pueden renunciar al viejo paradigma. Muestran indiferencia o rechazo ante la idea de vivir al servicio de la Tierra y, aunque muchas tienen buenas intenciones, no están realmente comprometidas con el despertar de la conciencia. En ese lado de la brecha, lo que se busca es el control del entorno. El futuro debe ser algo predecible y la existencia, sólida (en lugar de fluida). También existen juicios de valor muy férreos sobre lo que está bien o mal. Las personas se suelen identificar con el personaje que representan (su estatus) y su conducta se basa en un estándar social. El dolor interno no se reconoce y en su lugar se alimenta una imagen idealizada que afirma: «yo soy el bueno». La gente no se plantea hacer cambios personales. Lo que hace más bien es forzar la realidad y tratar de que esta se ajuste a sus deseos y expectativas personales. En suma, la felicidad se busca en las cosas externas (por lo que nunca se encuentra) y lo material es considerado como un fin en sí mismo. Este terreno te resulta familiar y, aunque te proporciona una cierta seguridad, te sientes cansado de la lucha que te exige. Algo en tu interior anhela el descanso, la paz y la alegría.

En el otro margen reinan el amor y la integridad. El corazón actúa como el hilo conductor de la vida y el deseo está enfocado hacia el servicio y la cocreación. Las personas no están interesadas en las etiquetas y se muestran receptivas a explorar la realidad, a ir más allá y a abrirse a lo desconocido. Aquí lo que se busca no es el poder, sino la verdad. Tanto el dolor como el placer son aliados del crecimiento y la gente es responsable de sus estados emocionales y de crear sus propias experiencias de realidad. Todo el mundo desarrolla su potencial creativo y lo pone al servicio de la Tierra y de los seres que la pueblan. Se acepta la idea de que formamos parte del entramado universal. Nadie se cree superior ni inferior a otro ser vivo y se vive en paz y armonía con la naturaleza. Las personas están comprometidas con el despertar de la conciencia, son flexibles y siempre se muestran dispuestas a perdonarse y a perdonar a los demás. También reina un gran sentido del humor. El materialismo brilla por su ausencia y el dinero, el poder, la riqueza, la posición social, la fama o el éxito no se contemplan como fines en sí mismos.

Este lado de la fosa no te resulta muy conocido. Tan solo abrigas un lejano recuerdo de lo que significa vivir en él. Intuyes que ahí serás feliz y que podrás gozar de la seguridad y la libertad que anhelas para realizar tus sueños. Sin embargo, la incertidumbre te da miedo. Tu indecisión te conduce a permanecer inmóvil. Piensas que con el tiempo la fisura terminará por desaparecer y que todo volverá a ser como antes. Entretanto, te resignas a vivir con una pierna a cada lado de la grieta y a caminar a trompicones. Cuando crees haberte acostumbrado, la fisura se hace mucho más grande. Ahora ya no tienes opciones. O saltas o te caes al abismo.