Looderish hsiredool: Interdimensional

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—¡Espera un segundo, espera un segundo! ¿No que todos los hijos de Omhusk Flair, excepto el desaparecido, habían muerto en un accidente de avión?

—¿Qué? ¿Quién te dijo eso?

—Lo leí en un libro de historia sobre… —Entonces Ghust suspiró e interrumpiéndome me dijo:

—Mira, los de la DIA no sabíamos nada de la vida en las otras dos dimensiones. Recordábamos a la perfección cuando el mundo se acabó, y recordábamos a Jenny, pero no sabíamos lo que había pasado luego de la creación de la DIB y la DIC, no sabíamos si quiera que existiesen los Vhold. Eso lo descubrimos hace tan solo unos años, gracias a la Brigada de las tinieblas. Omhusk Flair nos abandonó y no permitió que nadie viniera a nuestra ayuda, ¿No crees que a ustedes también los hayan usado? ¿Entonces acaso por qué no conocías la historia de las tres dimensiones?

—¿A qué te refieres? —pregunté.

—Omhusk Flair les ocultó la verdad, Looderish. No sé cómo la Brigada de las tinieblas tuvo acceso a ella, pero el resto no la tienen. Han pasado 300 años en la DIA y muchos más en las demás realidades desde que se crearon las tres dimensiones. Omhusk odiaba su propia historia, y decidió cambiarla. Reemplazó el fin del mundo, Jenny y la edad contemporánea, por lo que sea que les contó.

—Wow—Exclamé, y me hundí en mis reflexiones.

Con aquel poder, ¿No podría Omhusk Flair haber alterado la historia más de la cuenta? ¿Acaso el salvador del mundo no se habría sentido con el derecho de reclamar del pasado de la humanidad y cambiarlo? ¿Cuánto más estaría oculto de las personas de la DIB y de la DIC, cuán caótica sería la verdad del mundo para que Omhusk hubiera tenido que censurarla?

—Sí, wow. Por eso odio a Omhusk Flair más que a nadie en el mundo. Yo que quisiera tener una familia…, que no todos estuviesen muertos… —Sus ojos se aguaron en ese instante. Yo no razoné el hecho de que ya podía verlos con claridad.

—Bueno, dímelo a mí, soy un clon —dije para alentarlo.

—Mmmm, pues, sí. —Ghust me empezaba a caer bien. A diferencia de los demás, él se veía despreocupado y andaba con paso decidido a través de la zona Keiwsty, así que decidí contarle mi experiencia dentro del QMR, sabiendo ya que no sería una preocupación tan grande para él.

—Oye, Ghust, tengo que decirte algo… —empecé a decir, pero un estruendo me cerró la boca, y de repente una lluvia de rayos desintegradores se alzó sobre nuestras cabezas. Fue como una ráfaga brillante que se tragaba el cielo y, cuando llegó a nosotros, algunas impactaron en el suelo, provocando enormes explosiones y sacándonos a volar por los aires. La batalla había comenzado.

Tras la inesperada desaparición de la niebla poco antes de llegar a donde Jenny, un grupo de Goorgops escondidos advirtió nuestra presencia y, después de llamar a un batallón entero de sus amigos de las madrigueras, nos estaban atacando violentamente.

Tras la primera explosión, que impactó a unos cuantos metros de mí, fui lanzado hacia atrás y me golpeé fuertemente en la espalda con una piedra. Afortunadamente, la armadura de titanio me protegió, porque, de lo contrario, me hubiera podido lastimar gravemente la columna con esa caída.

Quedé cubierto de escombros. El polvo y las cenizas flotaban a mi alrededor, y pronto pude notar el cadáver de uno de mis compañeros, uno de los soldados del cual no pude recordar su nombre, justo a mi lado. Uno de los rayos le había dado directamente en el pecho y había hecho pedazos la armadura de titanio, la cual ahora estaba empapada de sangre.

Repentinamente, el recuerdo de la explosión en el Omhusk Flair y el chamuscado cuerpo de Julius se me vino a la mente y sentí un profundo dolor. El soldado que yacía a menos de un metro de mí había muerto en aún peores condiciones, enviado a una misión para proteger a su patria y luego asesinado por una violenta especie extraterrestre.

Empecé a temblar y a respirar irregularmente. Pronto, debido a las cenizas y los recuerdos del pasado, se me aguaron los ojos y deseé irme de ahí, deseé desaparecer, volverme invisible, dejar de existir para no poder recordar más.

Sin embargo, antes de volverme loco, pude observar a Ned haciéndome señas desde lejos. Su imagen era borrosa debido a que mis ojos estaban cubiertos de polvo, pero pude ver claramente a lo que apuntaba: era un Goorgop, posiblemente lentado, que se acercaba seguido de otros tres hacia mí.

Me despabilé y, tras quitarme unos escombros de encima, me teletransporté fijando mi vista en un punto a unos 600 metros.

Me escondí detrás de una roca y esperé mientras recobraba el aliento.

Se escuchaban disparos y detonaciones, gritos y llantos, los cuales nunca logré identificar si eran de humanos o de Goorgops.

Logré estabilizarme emocionalmente por fin. Entonces, recordé por qué estaba allí: tenía que seguir avanzando. Según el mapa de Íl, estábamos a poco de alcanzar a Jenny cuando entramos a la zona Keiwsty, así que ahora no faltarían más de diez kilómetros para llegar.

Direccioné mi mirada hacia donde era probablemente la ruta correcta, aunque debido al polvo levantado por las explosiones era difícil ver mucho más allá. Luego me volví a teletransportar.

Fui dando pequeños saltos de teletransportación de aproximadamente 300 metros rápidamente en aquella dirección, y cada vez que lo hacía trataba de aparecer en un lugar cubierto u oscuro.

Tras varios saltos, ya había dejado a la mayoría de mi grupo atrás. Todavía alcanzaba a ver a Íl y a Ned en la distancia, quienes se habían percatado de mi estrategia y sonreían a lo lejos.

Me fue bastante bien y logré avanzar algunos kilómetros, pero en uno de los saltos me distraje y me teletransporté a un lugar diferente al que quería. Cuando caí en el charco de lodo justo al lado de un Goorgop armado, me estremecí y traté de volver a teletransportarme, pero en ese instante… ¡bum!, otra explosión.

No estoy seguro si fue de otro Goorgop atacándome o de algún humano atacando al Goorgop enfrente de mí, pero hizo que perdiera todas mis armas de fuego, las cuales salieron volando a 20 metros, al igual que el teletransportador. El Goorgop que había estado parado enfrente de mí ahora era un simple pedazo de carne rostizada.

Esta vez, la explosión me afectó con más gravedad y sentí que pequeñas esquirlas se enterraron en mis brazos y piernas, mientras el fuego envolvía todo a pocos pasos. Entonces, entré en pánico. Mientras trataba de recuperar la visión, la cual ahora estaba casi totalmente negra debido al estallido, sentí que salía sangre de mis oídos. «No puede ser», me dije a mí mismo, «¡No puede ser, no puede ser!».

Traté de levantarme, pero mis brazos me fallaron y caí de bruces de nuevo al suelo. Fue en ese instante cuando apareció otro Goorgop. Parecía herido, tenía los ojos encharcados, probablemente también había perdido a un amigo. En su mirada se expresaba tanto sufrimiento que incluso sentí lástima por él, y creí que se tiraría al suelo o prorrumpiría en lágrimas dolorosas. Pude comprender por un momento sus sentimientos, pude entender que no era simplemente una máquina asesina, sino un ser que sentía dolor y que también necesitaba un amigo en el que apoyarse.

Me tranquilicé un poco debido a esto, y creí que no me atacaría, pero inmediatamente que me vio alzó su arma y empezó a disparar balas de energía a mi cabeza.

—¡Ahhhhhhhhhh! —grité apretando mis párpados fuertemente mientras todas las balas, con una precisión impresionante, iban siendo desintegradas por la descarga eléctrica protectora de los audífonos.

Cuando el Goorgop se dio cuenta de que mi cabeza estaba protegida, apuntó a la armadura mientras avanzaba hacia mi cuerpo indefenso tirado en el piso. El primer disparo terminó de agrietarla y sentí un impacto doloroso en el pecho, el segundo la rompió y prendió en llamas la malla metálica. El tercero sería mi perdición, yo sin poder levantarme solo me pude voltear para que le diera de nuevo a la armadura, pero fue demasiado lento y el disparo se dirigió directamente a mi corazón.

No sé qué habría pasado si en una reacción casi mecánica no hubiera activado el escudo de energía cuyo generador se encontraba en mi bolsillo oculto junto a la navaja suiza. Al ponerlo contra el disparo, este rebotó y le atravesó la rodilla al Goorgop. Al hacerlo, un largo alarido de dolor se desprendió de su boca y calló al suelo, cansado. Pensé que ya se detendría y guardé de nuevo el escudo, pero en ese momento otro disparo pasó a pocos centímetros de mi pierna. Aún en el piso, el Goorgop iba arrastrándose hacia mí.

Intenté moverme de nuevo, pero, además de las múltiples heridas, tenía una pierna atascada entre un escombro y el charco de lodo. Forcejeé y forcejeé mientras el Goorgop seguía disparando en forma alocada desde su mal ángulo, cada vez más cerca de mi pierna. Pero entonces, al alargar mi mano para sostenerme de algo y desatascarme, agarré un artefacto diferente a las piedras de mi alrededor, el cual ya había tenido entre manos antes. Era la pistola incendiaria. Íl me había dicho que debía tener mucho más cuidado con ella, pero en esos momentos ya no podía esperar más, era la única forma de protegerme.

Me logré voltear forzosamente y, cuando el Goorgop estaba a punto de agarrarme por el tobillo, le apunté con la pistola directamente al cráneo desprotegido. Él se quedó inmóvil.

Las cenizas dificultaban la capacidad de respirar y el aire se sentía pesado. Por unos segundos, sentí un silencio sepulcral. Cargué la pistola y tuve el dedo listo en el gatillo. Pero tras esperar casi un minuto en esta posición la bajé. No podía hacerlo, simplemente no podía matar a alguien. En la simulación era diferente, se parecía a los videojuegos que presentaban en propagandas en el televisor del Omhusk Flair, donde debías aniquilar píxeles muy bien diseñados y con unos gráficos que simulaban casi perfectamente la vida real. Pero esta vez no era aniquilar un píxel bien maquillado, sino volarle la cabeza a una criatura de carne y hueso. A un ser vivo que sentía, respiraba, sufría y lloraba por sus compañeros, que tenía una vida propia, que tenía el brillo de la hermosa imperfección en sus ojos y que, de hecho, se parecía mucho más a un humano de lo que me había imaginado.

 

Cuando tuve el arma frente a su cabeza, supe desde el principio que no lo podría hacer. Trataba con fuerzas de creer en la frase que algún día nos había enseñado Íl: «Si no lo matas, te matará a ti», pero en el momento en que descubrí que ese lagarto era más humano que ella misma, que era simplemente un peón más en una interminable e inservible guerra bajé el arma y la tiré lejos.

Después de ese acto, el Goorgop y yo nos quedamos inmóviles, mirándonos el uno al otro y comprendiendo por primera vez que no teníamos que pelear más. Fue como si por un segundo el gran bloque de hielo en el que se había estancado la humanidad por la violencia se hubiera derretido. Fue como si por un segundo la destrucción a nuestro alrededor hubiera parado y, en lugar de dos soldados, de dos razas diferentes, de dos agentes de muerte, lo que quedáramos fuéramos simplemente dos seres, alegres vivir.

Sonreír fue lo último que hizo aquel valiente extraterrestre antes de que una estaca atravesara su pecho y lo comenzara a incendiar.

—¡Noooo! ¡Noooo! —exclamé yo dolorosamente mientras trataba inútilmente de salvarlo de las llamas.

Clorck llegó entonces, con la cara negra debido al humo contrastando con una brillante sonrisa en el rostro.

—¡Ja! ¡Volví a salvarte, pequeño inútil! Vuélvete a meter en problemas y ya no lo haré. ¡Ahora vamos, rápido! —dijo mientras con su otra estaca me quitaba el enorme escombro de la pierna.

—¡Eres un monstruo! —grité y traté de lanzarme hacia él, pero el dolor en mi espalda me lo impidió.

—¡Ey! ¿De qué hablas? ¡Te salvé la vida, malagradecido! —me respondió y dejó caer el peso del escombro sobre mi pierna de nuevo—. ¡Hazlo por ti solo entonces! ¡Vamos a ver cuánto duras sin mí! —Y, tras apoyarse fuertemente sobre el escombro causándome un inmenso dolor, se fue.

Me sentí desesperado, ahora iba a ser imposible escapar de allí y seguramente otro Goorgop me encontraría y mataría. Clorck me había condenado. Pero entonces se me ocurrió una idea.

Me quité los audífonos de las orejas sin desactivarlos todavía y los acerqué rápidamente hacia el pedazo de escombro. Al tomarlo como una posible amenaza, lanzaron la descarga eléctrica y lo pulverizaron, dejando mi pierna libre. Me los volví a poner y me arrastré hacia el teletransportador. Cuando lo alcancé, me teletransporté de inmediato.

Aparecí detrás de un montículo de barro, y ahí logré descansar un poco. Protegido por la sombra que me envolvía, curé algunas de mis heridas y sacarme las esquirlas. Fue muy doloroso y complicado, pero gracias al entrenamiento recibido en WDM sobre este tema lo logré finalmente.

Seguí haciendo pequeñas y rápidas teletransportaciones, avanzando con una velocidad increíble. Cada vez los lugares cubiertos eran más pocos y algunas veces tuve que correr a través de los disparos y explosiones de todo el lugar. Sin embargo, mi cuerpo no resistió más y, en una bajada de una roca, tropecé y caí al suelo. No volví a levantarme.

Estaba demasiado agotado y en mi viaje de teletransportaciones a través de los distintos puntos de la batalla, en la cual los Goorgops nos superaban en número con creces, había sufrido nuevas heridas, no demasiado graves pero que sí me debilitaban de una forma drástica.

Mis labios estaban contra la tierra y, tras haber cruzado todo el campo de guerra, me resigné a ver los últimos momentos de WDM.

En ese momento, un misil guiado 9K112 Fagot, la evolución del 9K111 Fagot, voló a una atroz velocidad hacia mí, levantando una gran cantidad de polvo en su camino. Cerré los ojos, sabiendo que ese sería el final de mi historia, pero en el momento en el que iba a impactar contra mi espalda se detuvo y retrocedió unos cuantos centímetros suspendido en el aire.

Estuve unos segundos con los ojos cerrados, a la espera del impacto, pero nunca sucedió. Sentí como si elevara y, con los ojos aún cerrados, pude notar el intenso brillo que había en frente de mí.

La sensación fue parecida a cuando oprimí en la casa de mi tío Bendy el Vhold, solo que esta vez pude sentir cómo las heridas en todo mi cuerpo se iban sanando poco a poco, hasta que no había una sola que me afectara. Me sentí mejor que nunca desde que había llegado a la DIA, e incluso más limpio.

Entonces escuché una voz, era fina y suave. No pude entender lo que decía hasta que, ya seguro de que no había muerto, abrí los ojos y tuve frente a mí a la creadora de las tres dimensiones.

No pude contener mi alegría y estallé en un largo grito de felicidad.

—¡Ehhhhhhh! ¡Síííííí! —exclamé fuertemente, mientras observaba con felicidad a Jenny.

Había logrado cruzar toda el campo de batalla y la zona Keiwsty y alcanzado el objetivo de mi misión justo cuando ya estaba pereciendo. Jenny me había salvado y, por lo tanto, me recordaba, o al menos recordaba a mi yo original y estaba dispuesta a ayudarme.

La imagen de Jenny fue un poco decepcionante al principio, al contrario de su impresionante poder era como una gran fábrica en forma de cubo y raras inscripciones en sus paredes. Además, estaba bastante oxidada. Sin embargo, su tamaño era de casi el doble de una casa, y cerca se podía sentir un aire de enorme imponencia y majestuosidad. Aun así, cuando la vi, no vi una fuerza creadora o un ser superior a Dios, sino tan solo a una máquina. Una máquina fría y nostálgica que hace mucho tiempo había sido olvidada ya, tras la muerte de Omhusk. Tal vez aquella máquina sentía tristeza también. O al menos eso pensé antes de que dijera las siguientes palabras:

—¿Cómo? ¡Ja, ja, ja! Pasé de ser de ser tu madre y creadora de las tres dimensiones a máquina oxidada y abandonada. ¡Sí que cambias de opinión rápido, querido Looderish! —Me estremecí. Había adivinado exactamente lo que había pensado hace unos segundos. Dudé en qué hacer, pero decidí mantenerme callado. Después de un rato me dijo—: ¡Vamos! ¿En serio te vas a quedar callado? Has venido aquí para hablar conmigo. ¡Incluso arriesgaste tu vida por ello! ¿No te parece un desperdicio comerse las palabras que igual veo en tu mente y quedarte en silencio? —Entonces, un poco más alentado en parte y en parte por el miedo de que me dejase soltar de semejante altura, dije:

—Hola, Jenny, ¿Cómo… cómo te va? —exclamé nervioso.

—De maravilla, sobre todo, por tu llegada. Me alegro de que estés vivo, mi querido Lood, pero, bueno, supongo que tendrás prisa, aunque el tiempo esté detenido, y sé lo que quieres saber, pero aquí está la parte complicada, solo te podré decir una de las cosas que quieres que te diga —me dijo en tono misterioso. Yo quedé aún más confundido.

—¿Cómo? ¿A qué te refieres?

—¿A qué quieres que me refiera?

—Pues, la verdad, no lo sé. Si es cierto que puedes leer mi mente, sabrás que lo único que quiero es la ubicación del…

—¿En serio, Looderish? ¿Es lo único que quieres? ¿Es ese microchip tan importante como para perder la oportunidad de saber la ubicación de algo mucho más valioso…, algo irremplazable?

Fue en ese momento cuando entendí a qué se refería. Varias noches no había podido dormir, por la enorme incertidumbre que me generaba el descubrimiento de las tres dimensiones. Todas esas noches había anhelado con todas mis fuerzas que Julius estuviera conmigo, que no hubiera muerto en la explosión del Omhusk Flair, que pudiera aconsejarme y así poder volver a tener un verdadero amigo. La realidad era que había muerto en la DIB, pero allí seguía vivo. Lo había visto en un sueño ya, y sabía que era real y que podía encontrarlo. Sin embargo, era imposible hacerlo sin saber absolutamente nada de su paradero. Lo que tenía frente a mis ojos era la posibilidad de ver a Julius de nuevo.

Sentí una calidez inmensa en mi interior, pero de inmediato caí en cuenta de que era lo que Jenny estaba diciéndome en ese momento. Si aceptaba volver a ver a Julius habría consecuencias catastróficas para todo WDM.

Pensándolo mejor, y viendo detrás de mí a Ned y los demás, dije:

—No sé a lo que te refieres. Ahora, necesito que me digas la ubicación del microchip, es la única manera de que WDM se salve.

—Oh, pero qué lástima, yo creía que valorabas más a tu amigo que a un montón de personas de otra dimensión. Piénsalo bien, ¿te han ayudado y acompañado tanto estas personas como tu amigo? ¿Te han alentado y aconsejado tanto como él? ¿En serio no preferirías volver a ver a Julius, Looderish?

Entonces, volví a dudar.

Me quedé inmóvil. De todas las anteriores, esta era en realidad la decisión más difícil que había tomado en mi vida. Podría salvar a cientos de personas, pero no volver a ver a mi mejor amigo, o volverlo a ver y matarlos a todos. Ya había visto lo que hacía ese monstruo, lo que hacían las fallas del sistema, tal vez no todos, pero la mayoría morirían, y el resto no lograría nunca contactarse con las otras dos dimensiones para conseguir ayuda.

Una vez más, pensé en la vida de todos los seres humanos de WDM que, tras ser abandonados y traicionados por Omhusk Flair, también lo serían por mí si escogía ir por Julius, y tomé la decisión de ir por el microchip.

Sin embargo, en el último segundo, cuando las palabras ya salían de mi boca, se me vino a la mente el pequeño reloj plateado del Omhusk Flair. A través de él, se veían los innumerables recuerdos con Julius, el juego de los apellidos, las lecturas en la biblioteca y las risas en la casa de sus abuelos. Sentí una punzada en el pecho y, en ese momento, me derrumbé.

—Quiero ver a mi amigo —dije entre sollozos.

—Sabía que sí —me dijo y se oyó un ruido de extraños engranajes en su interior. Una impresora con la forma de la cara de un humano imprimió una hoja por su propia boca y la dejó caer sobre mi mano con el guante de expedición, boca abajo—. Al voltearla, tendrás frente a ti las coordenadas de tu amigo, búscalas en WDM y llegarás a él. Adiós, Looderish Hsiredool, volveremos a vernos en otro tiempo u otro lugar. —En ese momento, el teletransportador apareció en mi mano y el tiempo se restableció.

Empecé a caer a una velocidad impresionante hacia el suelo plagado de Goorgops y explosiones. Aprovechando la altura, dirigí mi mirada hacia un lugar lejano donde había bastantes de mis compañeros y me teletransporté antes de poder estrellarme contra el suelo.

¡BUM! ¡BAM! ¡BUM! Se escuchaba por doquier, hasta que Clorck, con una impresionante pirueta, acabó con todos los Goorgops que seguían en pie alrededor de nosotros. De las 19 personas que habían conformado al equipo; ocho habían muerto, entre ellas, Íl. Su cuerpo yacía a unos pocos metros del lugar. Le habían disparado en la pierna y, en el segundo en el que cayó al suelo, un lentado que la había venido persiguiendo desde hacía rato la acabó. En ese momento, todos tenían los ojos llorosos y algunos estaban arrodillados ante ella. Sentí un horrible mareo en la cabeza. Otros soldados habían muerto también allí, pero nadie lloraba por ellos. Al mirar a todos tan desgastados y deprimidos, pude claramente notar el terrible error que había cometido al elegir a Julius. Todo el esfuerzo de aquellas personas, incluida la muerte de Íl, sería en vano debido a mí.

En el horizonte aparecieron más Goorgops como pequeños puntitos corriendo hacia nosotros. Clorck se me acercó.

—¡Ve! —me gritó.

—Ya fui —le respondí.

—¿De verdad? —Hubo unos segundos de silencio—. ¿Y bien? —La expectativa crecía en el aire a la espera de mi respuesta. Los ojos de todos los presentes brillaban ante mi figura y en ellos se podía ver una pequeña luz de esperanza. Estuve a punto de decirles todo, de decirles que los había defraudado y que no iba a ayudarlos siquiera, porque en el afán de ver a Julius de nuevo había reclamado sus coordenadas en lugar de las del microchip, pero entonces recordé cómo Clorck había hablado de mi yo original: «Y, bueno…, él sufrió las consecuencias». Lo miré fijamente a los ojos y supe que era capaz de matarme en ese preciso momento si lo requería, y el instinto de conservación venció al arrepentimiento. Por eso solo dije:

 

—Nada. —Clorck, me miró extrañado.

—¿Cómo así que nada?

—Jenny, no me dijo nada.

CAPÍTULO 8:

LA REVELACIÓN NED

Había decepcionado a todo WDM y, debido a mí, pronto habría una masacre. Me sentí terrible y hubiera deseado devolver el tiempo, pero lo ya hecho era imposible de cambiar.

Traté de convencerme varias veces de que había sido culpa de Jenny, que había sido ella quien me había manipulado para tomar aquella decisión, pero concluí que era mi responsabilidad y que, en realidad, lo que más deseaba en ese momento era volver a ver a Julius.

Apenas llegué a mi cuarto, desenvolví el papel en busca de las coordinadas de mi amigo, pero la hoja estaba en blanco. Miré si tenía en alguna parte una nota o algo, pero nada. Entonces comprendí que Jenny me había engañado. Me puse furioso y le empecé a dar puñetazos a la cama. «Debí haberlo sabido», me dije a mí mismo, «Debí haberlo sabido».

Sin el microchip, todo el personal de WDM se comenzó a movilizar para huir a la superficie. Sin embargo, una mudanza de esa magnitud necesitaba de bastante tiempo y, con el QMR cada vez más deteriorado, la gente entró en pánico.

Las medidas de seguridad en cualquier caso serían insuficientes ante la desprotección del exterior, pero los directivos hicieron lo que pudieron. Tras establecer nuevos roles para los soldados de WDM con el propósito de destinarlos a proteger a las personas, escribieron nuevas normas de supervivencia para el exterior. Sin embargo, haciendo esto habría que renunciar a la puerta que se había estado abriendo para comunicarse con las otras dos dimensiones.

Sobrevivir era ahora el único objetivo de WDM. Todos sus avances con relación al viaje interdimensional se habrían perdido por completo.

El último informe sobre el QMR había explicado su estado terminal. Había empezado a producir bacterias de material particulado, más específicamente las extremadamente tóxicas para la salud humana PM2.5, y llegado a este punto, con la mayoría de la comida infectada y los cortes de oxígeno cada vez más largos y seguidos, cualquier esfuerzo para salvarlo sería en vano.

Fue por eso que, en ese momento, los directivos ordenaron la migración inmediata. Para la siguiente semana ya todos los integrantes de WDM debían estar en la superficie tratando de hallar un nuevo hogar.

Los siguientes tres días fueron los peores. Faltaba muy poco para la salida a la superficie, y yo me sentía culpable, inservible y tonto, así que fui a hablar con Luci, que se había convertido en casi una madre para mí. Pero cuando llegué a su oficina no estaba. En lugar de ella, me sorprendió ver a Ned husmeando entre sus cosas.

—¡Eh!, ¡¿qué estás haciendo?! —grité enojado.

—Lood, por favor, ayúdame, tienes que ayudarme —me respondió. Se veía agotado y asustado, tenía ojeras y era notable que no había dormido en toda la noche.

—¿Qué estás haciendo en la oficina de Lucy? ¿Le estás robando? —pregunté.

—¡No, no, no! Te juro que esta solo es una enorme coincidencia.

—Llamaré a Plathor, sabía que no eras alguien de fiar ¿Acaso le has estado robando a más gente detrás de esa máscara de timidez?

—No le he robado nada a nadie. Al contrario, necesito que me ayudes a encontrar algo que me robaron.

—Sí claro —Dije, y caminé con rapidez hacia la puerta, pero en entonces Ned dijo:

—Si sales de esta habitación, nunca volverás a la superficie.

Me detuve y volví mi mirada sobre él.

—¿Qué? —exclamé.

—Estás en peligro, Looderish. Justo como el anterior lo estuvo.

—¿De qué hablas? ¿El anterior qué?

—El otro Looderish. Alguien… alguien está detrás de todo esto. WDM, el QMR, la muerte del anterior Looderish, el microchip… —Su voz parecía apagarse poco a poco. Miré a la puerta de la habitación. Estaba a tan solo unos pasos de ella, pero dudé. Me devolví hacia Ned y le ayudé a sentarse.

—Respira —le dije —Tranquilízate.

—No… tú no entiendes… necesito… necesito…

—Tienes razón, no lo entiendo. Por eso debes explicarme. Respira profundamente y dime lo que está pasando— Tras unos segundos, Ned pareció calmarse, y comenzó a hablar.

—Yo… he tenido visiones. Al comienzo pensé que eran de mi clon, pero cuando vi a Clorck y a Lucy supe que eran mis propios recuerdos. Estaba en una reunión, pero no era de solo novatos de WDM. Había personas de rangos muy superiores, incluso algunos directivos. Pensé que discutiríamos algún tipo de crisis debido a los Goorgops o un nuevo descubrimiento científico, pero en lugar de eso comenzamos a hablar sobre radiación y sobre… ti.

—¿Qué? —Pregunté, confundido —¿Ya había llegado a WDM entonces?

—No, aún no. Pero si el otro Looderish. A medida que avanzaba la conversación lo nombraron varias veces, pero no lograba distinguir bien lo que decían, ya que todo se oía distorsionado, hasta que pronunciaron las palabras “No podemos seguir manteniéndolo cayado con Jenny. Debe ser fuera de WDM o habrá rastros, antes de que vuelva a visitarla. Entonces podremos hacer que AQUEL ingrese”. Y en ese momento, un rugido horripilante resonó en la habitación. Me cubrí los oídos, y el sueño terminó. Pocas noches después ví otros fragmentos confusos de los que no pude concretar nada, hasta que una noche, escuché de nuevo el rugido de la criatura. Esta vez el grupo era más pequeño, y nos encontrábamos en la superficie. Espere unos minutos y un hombre más se unió a nosotros. Tenía puesta una escafandra. “Ya viene, y ya hizo lo que debía” dijo. No pude verle la cara, pero cada una de las seis palabras que pronunció indicaban que aquel hombre había dejado de ser humano. Había cruzado el límite de la crueldad y las mentiras. Pude notar que en su bolsillo llevaba el microchip. Me sorprendí, y mi mano se acercó a él, pero en aquel momento una criatura mounstrosa apareció de la nada, y depositó un cadáver en el suelo, cerca de nosotros. Era el Looderish original.

—Pero, pensé que el Looderish de esta dimensión había sido exiliado por no querer hablar con Jenny.

—Eso fue lo que le hicieron creer a todos, pero en realidad fue asesinado justamente por haberlo hecho.

—¿Cómo así? ¿Looderish le preguntó a Jenny la ubicación del…? —Pero entonces lo entendí—Oh no… Quieres decir que… ¿Clorck y Lucy traicionaron a WDM? ¿Hicieron que Looderish no hablara con Jenny, pero luego lo mataron porque iba a hacerlo? ¿Ellos fueron quienes trajeron al mounstro que en este momento está dentro del QMR y se llevaron el microchip para que fuera imposible detener su destrucción?

—Pero no fueron solo ellos. Hay un gran equipo de traidores que siguieron al hombre de la escafandra y le ayudaron a completar su horrible plan, entre ellos…yo. Pero me rebelé. En el momento en que vi el cuerpo de Looderish tirado en el piso, supe que habían ido demasiado lejos, y que debía detenerlos. Le disparé al hombre con la escafandra, pero la bala simplemente se rompió contra su armadura. Trataron de matarme por haberlos traicionado. Sin embargo, logré escapar. Me escondí durante varios días, ya que no podía encontrar a WDM, hasta que por fin lo hice. Estuve a punto de llegar al final del área sin aire y entrar a la base, pero en ese momento, una bala atravesó mi máscara de oxígeno. Me sentí mareado, caminé unos pasos más y perdí el conocimiento. Lo siguiente que recuerdo es la cara de Plathor. Le hablaba a un directivo de WDM que no estaba implicado en la traición. Le dijo que yo era el que había escondido el microchip, y que me merecía la muerte o el exilio. Sin embargo y por fortuna, aquel directivo me tenía un aprecio especial. Siempre he sido un buen chico, y decidió solo borrarme la memoria como castigo, para evitar futuros accidentes, y aunque Plathor insistió, eso fue lo que recibí. Mis recuerdos fueron retirados de mi cabeza, y mi mente quedó en blanco, con tan solo los conocimientos básicos para sobrevivir. Pero ahora estoy recordando. Ahora sé que sí hay un culpable detrás de todo esto. El hombre de la escafandra… su voz era la misma que la de una de las personas de la primera reunión de mis sueños, pero…no…no recuerdo… no recuerdo bien su rostro. Por eso necesito que me ayudes a buscar el aparato con el que me borraron la memoria. Así podré saber quién está detrás de todo esto y tal vez detener la destrucción de WDM. Jenny no te dijo nada, pero puede que los directivos de WDM te obliguen a volver a preguntarle, por lo que sigues siendo una amenaza para los planes del hombre de la escafandra ¡Te matarán en cuanto encuentren la oportunidad, y a mi junto a ti si descubren que estoy recordando lo que ansiaron que olvidara!

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