El Tratado del Apocalipsis del beato Gregorio López (1542-1596)

Tekst
0
Recenzje
Przeczytaj fragment
Oznacz jako przeczytane
Czcionka:Mniejsze АаWiększe Aa

[42] El texto latino lo citamos de acuerdo con el siguiente enlace <http://www.bible-researcher.com/muratorian.html>.

[43] Traducción al castellano del Fragmento Muratoriano [en línea], disponible en <http://escrituras.tripod.com/Textos/Muratori.htm>.

[44] A veces se cree que el autor del Fragmento Muratoriano podría haber sido san Hipólito, obispo de Roma, pero Bruce Metzger refuta esta opinión afirmando que Hipólito había tenido la misma posición en torno de la autoría del Apocalipsis que san Irineo; es decir, afirmaba que el Apocalipsis fue escrito en los tiempos de Domiciano (Metzger, op. cit., pp. 193-194).

[45] “Ni los hechos ni las cartas nos hablan de la muerte de Pablo; pero existe una tradición fiable de que murió mártir durante el reinado de Nerón, bien en la misma época que Pedro (64) o un poco más tarde (67)”. Raymond E. Brown, Introducción al Nuevo Testamento, vol. II, Madrid, Trotta, 2002, p. 575.

[46] Véase William Hugh Clifford Frend, Martyrdom and Persecution in the Early Church. Study of a Conflict from Maccabees to Donatus, Oxford, Basil Blackwell, 1965, pp. 159-162. En torno a las persecuciones en contra de Flavio Clemente y su esposa Domicilla, contamos con un examen crítico por parte de J. Christian Wilson, quien se mostró escéptico acerca del carácter fidedigno de esa leyenda hagiográfica. Véase J. Christian Wilson, “The Problem of the Domitianic Date of Revelation”, en New Testament Studies, 1993, vol. 39, pp. 589-594.

[47] Leonard Thompson, The Book of Revelation: Apocalypse and Empire, Nueva York-Oxford, Oxford University Press, 1990, pp. 95-167.

[48] “The Book of Revelation provides an abundance of internal evidence for determining this date. […] The most important internal evidence for dating Revelation is the passage chapter 17”, pp. 9-11. Véase, por ejemplo, J. Christian Wilson, op. cit., pp. 597 y 599.

[49] Tratado…, p. 202.

[50] Tratado…, p. 205. Todavía permanecen inciertas las referencias como “Marmar Manapoli” y “Citorio Cavalo”. La roca Tarpeya está al costado de Capitolio, no de Aventino.

[51] Qui cuncta discordiis civilibus fessa nomine principis sub imperium accepit. Tácito, Anales, I.3:

[52] Véase J. Christian Wilson, op. cit., p. 599. Cabe señalar que ese investigador considera los meses cuando reinaba Galba como la fecha provisional de la aparición del Apocalipsis, sin embargo, se opone de manera estricta en contra de la fecha tradicional que atribuía la datación del libro de la Revelación a los tiempos de Domiciano. Según Christian Wilson, el mismo libro de la Revelación apareció en el contexto de las persecuciones de Nerón y reflejó todas las contradicciones de su época; tuvo que ser escrito durante las persecuciones de Nerón en los años 64-65, pero antes de que Nerón se suicidara en el 68. De no ser así, el Apocalipsis habrá de ser escrito antes del 70; es decir, antes de que se empezara la guerra judaica y que se destruyera el Templo de Jerusalén, en que se ve reflejada la imagen del Templo de Jerusalén celeste. Véase J. Christian Wilson, op. cit., p. 604: “Revelation would thus have been written in the latter years of the reign of Nero, after the persecution of Christians in 64-65 but before Nero’s suicide in 68. In either case Revelation was written before 70”.

[53] Tratado…, pp. 206-207.

[54] Ibid., p. 207

[55] Es la información que, entre otros autores, proporciona Suetonio: Suetonio Tranquilo, Cayo, Vida de Claudio, XXV.4.

[56] Tratado…, p. 207.

[57] Ibid., p. 208.

[58] Ibid.

[59] Ese significado de la palabra latina tyrannus fue adoptada en la época visigoda, cuando rex tyrannus se contraponía a rex legitimus y se consideraba como alguien que habría tomado el poder por una insurgencia militar sin llegar al trono de una manera legítima, por ejemplo, por sucesión; véase Céline Martin, “Tyrannus. Usurpador y rey injusto en época visigoda”, en Eleonora Dell’Elicine, P. Miceli, A. Morin (comps.), Artificios pasados. Nociones del derecho medieval, Madrid, Universidad Carlos III de Madrid, 2017, pp. 19-36.

[60] A more popular reckoning begins with Augustus (following the precedent of Tacitus) and omits the three brief reigns of Galba, Otho, and Vitellius, since they were viewed as rebels rather than emperors. George Raymond Beasley-Murray, op. cit., pp. 256-257.

[61] J. Christian Wilson, op. cit., p. 601-602 (la traducción es del autor).

[62] “The most likely hypothesis is that he began counting with Caligula and included the following emperors in sequence, omitting Galba, Otho, and Vitelius as reigning too short a time to cause trouble for the saints.” Adela Yarbro Collins, Crisis and Catharsis: The Power of the Apocalypse, Filadelfia, The Westminster Press, 1984, p. 64.

[63] Tratado…, p. 207.

[64] “Would anyone omit William Henry Harrison from the list of American presidents because he governed for only thirty days? All three of these Roman emperors were in office longer than that”. J. Christian Wilson, op. cit., p. 602.

[65] Parece interesante el comentario que hizo Gregorio López en torno al capítulo 13 del Apocalipsis, colocando su contexto histórico en las persecuciones del emperador Valeriano. Así Gregorio López se desvincula de cualquier tradición anterior. La herida que la Bestia tenía en su cabeza es alegoría de las persecuciones de Valeriano, muy afable con los cristianos primero, pero luego del engaño del hechicero egipcio se volvió hostil en contra de ellos (por eso, dice López, la llaga de la Bestia pronto apareció curada, porque Valeriano, después de un periodo corto de tolerancia, retomó las persecuciones y así regresó a su naturaleza, propia de una “bestia”). Véase Tratado…, p. 156.

[66] Hablando del emperador Nerba quien adoptó a Trajano, Gregorio López afirma que con este último se empiezan los acontecimientos apocalípticos. Véase Tratado…, p. 53: “Este Nerba adoptó por hijo para emperador a Trajano, en cuyo tiempo comienza este Apocalypsi”.

[67] Tratado…, pp. 55-56.

[68] La solidaridad por parte de Gregorio López con la tradición que se remonta a Justino el Filósofo y Mártir y a Irineo de Lyon está marcada en la página 67 del Tratado, en donde se dice (nota 1): “Justino e Irineo interpretaron el Apocalipsi, y fueron casi contemporáneos de san Juan”.

[69] Victorino de Petovio, Scholia in Apocalypsin, VIII.2.

[70] Sobre las “leyes de composición” disertó el investigador francés del Apocalipsis Ernest Bernard Allo, quien, afirmando el principio de la integridad del libro, postulaba ciertas leyes de su composición. Esa terminología no encontró el apoyo en las investigaciones posteriores; sin embargo, resultó importante por su interés acerca de la técnica de composición del libro del Apocalipsis. Véase Ernest Bernard Allo, L´Apocalypse, París, J. Gabalda, 1921, pp. lxviii-lxxxiii.

[71] Tratado…, p. xxi.

[72] Ibid., p. xxi-xxii.

[73] Domingo Muñoz León, “La estructura del Apocalipsis de Juan. Una aproximación a la luz de la composición del 4° de Esdras y del 2° de Baruc”, en Estudios bíblicos, 1985, vol. 43, pp. 126-127.

[74] Nos referimos a la tesis de doctorado que la investigadora sustentó en el 1975. Véase Adela Yarbro Collins, “The Combat Myth in the Book of Revelation”, en Harvard Dissertations on Religion, núm. 9, Missoula, Montana, Scholars Press, 1976, pp. 8-9, 10-11, 16.

[75] Los títulos que vienen entre corchetes y en cursivas no aparecen en el plan presentado en la p. 19. Aquí hemos tratado de combinar ese plan con otro, menos detallado, presentado en la p. 47.

[76] Véase Adela Yarbro Collins, op. cit., p. 19.

[77] Elisabeth Schlüssler Fiorenza, Book of Revelation: Justice and Judgment, Filadelfia, Fortress Press, 1985, pp. 170-180; Eadem, Revelation: Vision of a Just World, Filadelfia, Fortress Press, 1991, pp. 35-36.

 

[78] Tratado…, p. 116-117.

[79] Ibid., p. 118: “Había muchos siervos de Dios que tenían espíritu profético, como parece en Dionisio, obispo de Alejandría, que declaró ser Valeriano, por quien dixo san Juan que le fue dada boca de blasfemia”.

[80] Ibid., pp. 119-120.

[81] Se trata de aquellos que, según Gregorio López, que poseían el don profético durante las diversas etapas de la historia de la Iglesia, contando desde los primeros apóstoles.

[82] Tratado…, pp. 118-119.

[83] Felise Tavo, “The Structure of the Apocalypse. Re-Examining a Perennial Problem”, en Novum Testamentum, 2005, vol. 47, fasc. 1, pp. 47-68.

[84] A eso refiere, por ejemplo, el fragmento Apoc. 1:3, en donde se dice: “μακάριος ὁ ἀναγινώσκων καὶ οἱ ἀκούοντες τοὺς λόγους τῆς προφητείας καὶ τηροῦντες τὰ ἐν αὐτῇ γεγραμμένα, ὁ γὰρ καιρὸς ἐγγύς”. Eso corresponde con la traducción según Reina-Valera: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca”. Cabe señalar que el verbo ἀναγι(γ)νώσκω significa no sólo “leer” sino “leer en voz alta” y se refiere al proceso de la lectura pública durante la sesión de una asamblea, véase Tavo, op. cit., p. 57.

[85] Felise Tavo, op. cit., pp. 56-58.

[86] Ibid., p. 59.

[87] Tratado…, p. 283.

[88] Adela Yarbro Collins, op. cit., pp. 17-19.

[89] Felise Tavo, op. cit., p. 60.

[90] “If he wanted his hearing audience to recognize seven visions in 12-14 and again in 19:11-20:15, he probably would have told them so as he has done elsewhere”. Ibid. Lamentablemente aquí no podemos dar explicaciones sobre el problema de las “transiciones” que pone Felise Tavo para subrayar ciertos puntos de su estructuración del Apocalipsis, porque eso ya no tiene paralelo con la estructuración de Gregorio López. Sin embargo, señalemos algunos momentos que podrían parecer interesantes para el lector. Al haber caracterizado todos los siete puntos de su plan, Felise Tavo pone el problema de unos fragmentos transitorios que marcan la vinculación con el fragmento anterior y al mismo tiempo sirve de introducción al fragmento posterior, indicando también el fragmento litúrgico en donde se dice sobre la litúrgica celestial que se celebra delante el Trono del Señor; Tavo enumera por lo menos seis fragmentos que dicen sobre tal liturgia. Véase Felise Tavo, op. cit., p. 62. Por ejemplo, en el fragmento 16:17-19:10 el primer verso (es decir, 16:17) cierra la serie de los cálices; las plagas descritas en 16:18-21 aparecen como consecuencias del derramamiento del séptimo cáliz y al mismo tiempo indican la caída de Babilonia, que a su vez nos remite (en los capítulos 17-18) a la caída de Satanás en la siguiente serie de las visiones. Según nuestro parecer, esa teoría de “transiciones” parece un poco forzada por la enorme longitud de aquellos fragmentos que deberían de haber servido como “fragmentos de transición”, aunque forman un sistema ordenado y bien estructurado de la composición del Apocalipsis.

[91] Tratado…, pp. 239-246.

[92] La equiparación “judíos” igual a “justos” está basada en una falsa etimología; de todos modos, tal razonamiento tenía su propia lógica para Gregorio López. Los “justos” (tzadikim) eran los judíos que formaban parte de la Iglesia veterotestamentaria; de igual manera los “justos” son aquellos judíos que luego han recibido a Jesucristo como Mesías; precisamente esos judíos aparecen como los 144 000 “elegidos” en la visión de la Jerusalén celeste, véase Ivan Kopylov, “¿Fue Gregorio López un criptojudío?: intento de precisar algunos puntos controvertidos de la biografía de un ermitaño novohispano”, en Silvia Hamui Sutton (coord.), Criptojudíos, siglos xvi-xviii, México, Centro de Documentación e Investigación Judía de México, 2019, pp. 104-111.

[93] Tratado…, pp. xxii-xxiii.

[94] Ibid., pp. xxiii-xxiv.

[95] Tratado…, pp. xxv-xxvi.

[96] Ibid., p. xxi.

[97] Ibid., p. 35.

[98] Podemos trazar un paralelo con la metodología de un investigador católico contemporáneo, Jan Lambrecht, según el cual los acontecimientos del Apocalipsis se desarrollan en orden cronológico directo, sin recapitulaciones ni reiteraciones quiásticas. Las reiteraciones más bien tienen valor retórico para atraer la atención de los oyentes; por eso la teoría de recapitulaciones formulada por Victorino de Petovio es rechaza por Lambrecht; así que vemos que las directrices metodológicas puestas por Gregorio López y otros comentaristas de la Contrarreforma son vigentes en nuestros tiempos. Véase Jan Lambrecht, “A Structuration of Revelation 4:1-22:5”, en Collected studies on Pauline literature and on the book of Revelation, Roma, Pontificio Istituto bíblico, 2001, pp. 77-104.

[99] Tratado…, p. 37.

[100] Ibid., p. 38.

[101] Ibid., p. 37.

[102] San Marcos es representado por León “porque comenzó voz que clama en el desierto como León”; san Lucas aparece como becerro “porque comenzó del sacerdocio de Zacarías, en el qual se sacrificaba este animal”; el animal con el rostro del hombre se refiere a san Mateo, “porque comenzó de la generación humana de nuestro Redentor” y, por fin, el águila simboliza a san Juan, “escritor de este libro” (es decir, del Apocalipsis, “porque […] en el principio era el Verbo, tratando de la generación divina de nuestro Redentor”. Ibid., pp. 39-40).

[103] Ibid., p. 54

[104] Sobre eso véase nuestro trabajo, Ivan Kopylov, op. cit., pp. 104-111.

[105] Tratado…, pp. 86-87.

[106] Ibid., pp.95-96.

[107] Ibid., p. 128.

[108] Ibid., p. 127.

[109] Ibid., p. 154.

[110] Ibid.

[111] Ibid., p. 157.

[112] Ibid., p. 164.

[113] “El capítulo pasado de la bestia con cuernos, y el capítulo presente, y el porvenir, y el otro, son en tiempo del Emperador Galieno, hijo de Valeriano.” Ibid., p. 171.

[114] Se refiere al papa Esteban I (pp. 254-257), conocido por su disputa con san Cipriano, obispo de Cartago, en torno al bautismo de los herejes, y por las medidas tomadas contra los seguidores de Novaciano. Fue asesinado como mártir al celebrar la misa, cuando entraron los funcionarios del emperador y lo decapitaron.

[115] Tratado…, p. 174.

[116] Ibid., p. 177.

[117] “la hoz aguda […] es su voluntad, con la qual de presto siega los justos, que son trigo espiritual, y los pone en el granero de la Iglesia.” Ibid., p. 178.

[118] En este sentido, según el comentario de Gregorio López, “la hoz sería alguna leve enfermedad”. Ibid., p. 179.

[119] Ibid., p. 180.

[120] Ibid., p. 187.

[121] Ibid., pp. 196-198.

[122] “los reyes del Oriente” […] fue que levantaron en todas las provincias del imperio treinta Tiranos. Ibid., p. 93.

[123] Véase Giuseppe Zecchini, “I Tyranni Triginta”: La scelta de un numero, e le sue implicazioni, en Giorgio Bonamente (ed.), Historiae Augustae Colloquium Bonnense, Bari, Edipuglia, 1997, pp. 265-274.

[124] A ese derrocamiento final le precedió el atamiento del diablo por parte del papa Silvestre para el periodo de mil años. Aquí Gregorio López reproduce la leyenda hagiográfica sobre el Papa que se transmite en su Vida, según la cual el Papa logró domar a un dragón; sin embargo, al mismo tiempo López admite la interpretación espiritual de ese relato, afirmando que el dragón representaba el espíritu de idolatría, a que le puso el fin el papa Silvestre; véase Tratado…, p. 242: “San Silvestre ató al dragón material, y al espiritual, que era la idolatría”.

[125] Tratado… p. 245.

[126] Para más detalles remitimos a nuestro trabajo antes citado, Ivan Kopylov, op.cit., pp. 104-111.

[127] Ibid., p. 247; véase también p. 246: “Resurrección primera: la qual consiste en vivir el ánima a Dios por gracia, y después por gloria”.

[128] Ibid., pp. 269-270.

[129] Ibid., p. 278.

[130] Ibid., p. 293.

II

El contexto histórico

del discurso profético: las epístolas a las siete iglesias de Asia

Gregorio López delimitó y comentó las profecías y las figuras del libro del Apocalipsis, poniendo de relieve sus perspectivas escatológicas en el Tratado, que lleva la impronta de la ideología escatológica de la obra que examina, independientemente de si se trata de las profecías ya cumplidas o de los acontecimientos que han de venir. Cualquier lector o comentarista admite que en este libro se encuentran pasajes que no tienen un significado escatológico en el sentido estrecho, sobre todo en los capítulos 2 y 3, que contienen las epístolas del autor del Apocalipsis a las siete iglesias de Asia Menor. Según la opinión de la mayoría de los comentaristas, esas cartas tienen por destinatarios a las comunidades microasiáticas de entonces; son cartas pastorales que aparecen como respuesta a sus problemas y preocupaciones y a su situación en total. Es importante ver cómo Gregorio López se detiene en esos capítulos y en qué detalles pone su atención y si los ubica en su propio contexto local, porque ya hemos adelantado que el ermitaño los ve como una suerte de preludio al drama apocalíptico en total; en ellos se puede encontrar la clave para entender la mayoría de los mensajes apocalípticos, profecías o visiones.

 

II.I. El libro de la Revelación como epístola: la pluralidad del género

Al calificar el libro del Apocalipsis como la historia profética disfrazada en figuras, Gregorio López no pierde de vista que la obra de san Juan también viene marcada por el género epistolar. El ermitaño señala que el libro del Apocalipsis es un mensaje integral dirigido a las comunidades cristianas de Asia Menor, y que inicia con la fórmula de saludo típica para cualquier carta en la antigüedad: las siete iglesias aparecen como un destinatario colectivo (“Juan a las siete iglesias, que están en Asia, la gracia y paz”).[1] Según Richard Baukham, todo libro de la Revelación es la carta circular dirigida a las siete comunidades diferentes: de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Para Baukham, el orden de su aparición y su nombramiento puede coincidir con la ruta postal que habría de emprender cualquier mensajero al salir de Patmos en dirección a la tierra firme, empezando su viaje a través de las provincias de Asia por la ruta ya establecida.

El carácter específico de las cartas circulares consistía en que, además de su círculo especificado de lectores, el texto podría ser leído por otras personas ajenas a los destinatarios. San Pablo apóstol propone ese modelo en su carta a los colosenses: “Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros” (Col. 4:16). Con lo que la carta destinada a la comunidad de Colosas podría haber sido leída por los cristianos de otras comunidades (por ejemplo, los de Laodicea), interesados en la situación de sus hermanos. Claro que eso no cambia el hecho de que san Pablo como autor de la carta a los colosenses se ha preocupado sobre todo por los problemas específicos de la comunidad de Colosas, y los miembros de otras comunidades cristianas podrían encontrar en esa carta algo de sus propias preocupaciones y expectativas.

San Juan usa el mismo método al proponer la circulación de sus cartas a las comunidades de Asia Menor, de ahí el carácter universal e íntegro de la composición del libro del Apocalipsis como tal, donde todas las cartas forman una unidad. Para Gregorio López,[2] el autor del Apocalipsis inicia con una serie de siete mensajes dirigidos por Jesucristo mediante san Juan a las siete iglesias: “Su siervo Juan, el qual dio testimonio del Verbo de Dios, en quanto a la divinidad, y testimonio de Jesu-Christo, en quanto a la humanidad, y todo lo que vio”.[3] López propone el esquema de la Revelación como una cadena, donde los eslabones correspondientes son la hipostasis divina de Jesucristo que transmite su mensaje a la hipostasis humana de Él mismo y a través de ella a san Juan, que aparece como profeta encargado de transmitir la voluntad de Dios por su Hijo Jesucristo. Con todo lo anterior, la propia personalidad de san Juan como el autor del texto no se pierde: cada mensaje refleja los problemas de cada comunidad que el autor tenía presente. Cada comunidad se enfrentaba a diferentes problemas y trataba de solventarlos de diversas formas. Cristo por medio de san Juan se dirige directamente a cada iglesia; cada mensaje no es un texto independiente y junto con otros mensajes sirve como introducción al resto del libro de la Revelación.

Aunque los siete mensajes no son de carácter meramente escatológico y por eso se contraponen al resto del libro del Apocalipsis, los pasajes finales de los capítulos 2 y 3 que contienen las promesas a aquellos que iban a vencer después de haber soportado las condiciones duras: Jesucristo promete la salvación escatológica al “que venciere”.[4] Gregorio López subrayó la prefiguración del panorama escatológico referente al resto del libro del Apocalipsis en las promesas de los versos finales de los capítulos 2 y 3:

Yo te guardaré en la hora de la tentación, y de la batalla y trabajo, que ha de venir a tentar a todos los que habitan la redondez de la tierra, esto es, la persecución de Trajano contra los Christianos, y el terremoto, y las demás miserias.[5]

Es de notar que en el libro del Apocalipsis se omite explicar el significado de la victoria garantizada a cada comunidad cristiana por pasar todas las dificultades con paciencia. Gregorio López da su interpretación diciendo que los triunfadores van a recibir las calidades divinas por Jesucristo: primero, se les van a aumentar los dones de la fe y caridad y segundo, ellos como santos glorificados van a participar en el juicio final junto con Jesucristo, aprobando su juicio como miembros de la corte celestial. Aquí López hace un comentario cristológico, notando que los santos y los mártires van a ser partícipes de la divinidad del Salvador por imitarlo:

El que venciere y guardare hasta el fin mi obra, que es la fe y caridad, darle he poderío sobre las gentes, porque los santos enseñorearán y juzgarán las naciones, esto es, aprobando el juicio de nuestro Redentor. […] Y demás de esto, les daré una estrella de la mañana, que soy yo quanto a la humanidad, porque imitándome, les descubriré el día de mi divinidad.[6]

En el fragmento sobre las promesas a la iglesia de Filadelfia, Gregorio López aclara que los santos triunfadores van a ser partícipes de la divina gloria del mismo Jesucristo; además todos van a poseer la visión espiritual perfecta, si residen en la Nueva Jerusalén celeste:

El que venciere hacerle he columna; esto es la gloria, de mi Dios y no saldrá afuera jamás, y escribiré sobre él, con letras eternas, el nombre de mi Dios, que es eternidad de vida, verdad y todo bien, y el nombre de la ciudad de mi Dios Nueva Jerusalén, que quiere decir visión de paz, y visión perfecta, la qual descendió del cielo en apóstoles y fieles, porque el Reyno de Dios en los santos está, hasta que claramente le vean quitando el velo del cuerpo que los impide, porque mientras andan por Fe, no tienen vista. […] Y también escribiré sobre ellos mi nombre nuevo, Jesús, que quiere decir Salvador, el qual será de grande gozo a los santos, y viéndome vestido de su naturaleza, que en ella los salve.[7]

Gregorio López sostiene que la fórmula de las promesas de recompensa para aquellos que habrán de ganar la victoria reaparece en el fragmento Apoc. 21:7. Se trata del premio que se les concede a los cristianos por las persecuciones y labores: “El que venciere las batallas, de persecuciones y trabajos, poseerá esto que le he prometido, y serle he Dios, y él me será hijo”.[8] Richard Baukham afirma que esa llamada resume las exhortaciones de Jesucristo a las comunidades de Asia Menor en los capítulos 2 y 3, donde se da aliento a los cristianos para participar en las batallas espirituales en contra de las fuerzas del mal y soportar las miserias y tribulaciones descritas en la parte central del libro.[9] En el libro de la Revelación se advierte a los cristianos de Asia Menor de las adversidades que habrían de experimentar para entrar en la Nueva Jerusalén, del carácter de la batalla espiritual y de cómo tendrán que ganarla. Los mensajes iniciales a cada una de las siete iglesias alientan a las comunidades a participar en esa gran lucha y explica las consecuencias posibles de la negligencia espiritual para cada comunidad. En cada mensaje la situación se aclara desde diversas perspectivas, mientras que el resto del libro dibuja la situación apocalíptica desde una perspectiva global, como el ataque de la tiranía romana en contra de los cristianos y, en la perspectiva más amplia, como la batalla cósmica entre las fuerzas del bien y del mal, al final de la cual se establecerá el Reino de Dios.

La meta que persiguió san Juan consistió en alentar y animar a los cristianos frente a las persecuciones futuras y en formular una advertencia en torno a las caídas posibles y llamar a la penitencia a aquellos que ya se han caído, porque la perseverancia en el pecado podrá poner fin a la amistad con Jesucristo, como Gregorio López lo anota en su comentario de la carta a la iglesia de Esmirna:

Por lo qual te amonesto, que te acuerdes de dónde caes, qual es la causa de esta caída y la remedies, y junto con esto, haz penitencia, pesándote de haber dexado mi amistad y conversación, por medio de la oración: y sobre todo haz la primera obra, tornándote a la caridad pasada, si no quieres verte a ti con castigo, porque me dexaste de dar lo que más me agrada, que es el amor, en el qual consiste todo lo que debes hacer.[10]

La falta de amor y caridad en Cristo supone la caída en la idolatría igual que la tentación de seguir a los falsos profetas, como, por ejemplo, lo fue una mujer llamada Jezabel descrita en la carta a la comunidad de Tiatira (Apoc. 2: 20-23). Los castigos por la idolatría y sobre todo por la adoración a la Bestia se aplican no sólo a los enemigos de los cristianos, sino también a los cristianos mismos si ellos intentaran hacer lo mismo; si analizamos la situación con el culto imperial en Asia Menor en los tiempos de san Juan, nos damos cuenta de que ese peligro espiritual ha sido real e inminente para los cristianos que no se han mostrado firmes en su propia fe.

Al comentar el texto del Apocalipsis Gregorio López se ha dado cuenta de que los destinatarios de los mensajes de san Juan, microasiáticos del siglo i, han vivido bajo presión de su entorno pagano. Es de notar que en Asia Menor se ha difundido ampliamente el culto imperial que alcanzó su auge al tiempo en que el Apocalipsis fue escrito.

A partir de la época de Octaviano Augusto en Asia Menor se ha establecido la deificación y adoración de los emperadores que primero se han llamado “los hijos de dios” en las inscripciones votivas y luego se les atribuyeron el título de “dios” que venía acompañado de una fórmula fija “el soberano de toda la tierra y todo el mar” (πάσης γῆς καὶ θάλασσης), como se lee en una inscripción proveniente de Pérgamo.[11]

El emperador poseía los títulos de “gobernante supremo”[12] (παντοκράτωρ, más tarde ese título se le ha atribuido a Jesucristo) y “dios”.[13] Ya en la época del principado temprano hubo testimonios del culto imperial, en que al emperador se le rendía el honor junto con un dios o una diosa. Se conoce el caso del libertino llamado Tiberio Claudio Epagato que dedicó una columna al emperador Claudio (“al Tiberio Claudio, Autocrator César Sebasto Germánico”) y a la diosa Artemide.[14] Existían los grupos sacaerdotales que llevaban a cabo los ritos y ceremonias del culto imperial que, según Tácito, eran guardianes del culto del Augusto y se hacían presentes en cada casa como representantes de los colegios del culto imperial.[15]

Las ciudades de Asia Menor formalmente gozaban de su autonomía por el acuerdo de amistad y alianza (φιλία καὶ συμμαχία)[16] que tenían con el poder central de Roma, representado en las provincias por el procónsul. Por eso los magistrados municipales y los colegios sacerdotales han tratado de atestiguar su lealtad frente a los poderes romanos y obligaban a los ciudadanos a hacer lo mismo. Así queda claro que los cristianos, igual que los demás ciudadanos independientemente de su afiliación religiosa, se habían involucrado en los ritos y ceremonias del culto imperial; mayormente por obligación, pero a veces por falta de compromiso y por no estar firmemente enraizados en su fe. Al conocer bien esas circunstancias, queda claro que san Juan hace advertencias muy serias para aquellos cristianos que mostraron negligencia en torno a su religión.

En la historiografía se ha discutido muchas veces la razón de haber elegido san Juan como destinatarios de su mensaje precisamente a las ciudades de Asia Menor. Gregorio López no nos da la respuesta; de todos modos, para entender el sentido y el tono general de los siete mensajes, hay que tomar en cuenta que la mayoría de las siete ciudades eran de gran importancia en la vida política, social y obviamente religiosa de Asia Menor del siglo i. Eso implica que el culto imperial fue representado en aquellas ciudades en gran escala. Sardes, la capital de Lidia, se titula en una inscripción solemne como “la primera y la más importante ciudad en Asia y en toda Lidia.[17] En un decreto honorario la comunidad ciudadana de Filadelfia toma nota de la existencia del consejo y pueblo poderoso (ἡ κρατίστη βουλὴ καὶ δῆμος), subrayando la importancia de esas autoridades. La ciudad de Pérgamo se titula en las inscripciones dedicadas al emperador como la primera y la más importante ciudad, la capital de Asia.[18] Las ciudades de Éfeso, Esmirna y Pérgamo, a cuyos representantes ha escrito san Juan en los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis, se han llamado “las primeras” en muchas inscripciones; sus delegados tenían derecho de dirigir las procesiones en las provincias.[19] Quizás por eso san Juan, como dice Richard Baukham, considera a las siete iglesias como representantes de todas las comunidades de Asia Menor y de todo el mundo cristiano en total; eso indica el refrán “El que tiene orejas [de buen entendimiento],[20] oiga lo que el Espíritu Santo dice a las Iglesias”.[21] El autor del Apocalipsis cierra la epístola a una iglesia con estas palabras y luego pasa a la epístola para otra iglesia. Así el autor invita a todos los lectores a escuchar el mensaje dirigido a cada una de las siete iglesias; en otras palabras, la llamada de ser firme en la fe y resistir cualquier reto por parte del entorno pagano se dirige a todos los cristianos. Claro que, según Baukham, eso no disminuye el carácter específico de lo dicho en cada epístola como algo relevante para una comunidad en particular; pero al mismo tiempo cada mensaje, al describir la situación concreta de cada comunidad, presenta una variedad representativa de los problemas posibles con los cuales podría haberse enfrentado cualquier comunidad cristiana,[22] como, por ejemplo, la amenaza por parte de los paganos o los judíos, la coacción ejercida por los representantes de los poderes romanos o la actividad de los profetas o maestros calificados como “falsos”. Cada situación podría también haber tenido analogías en otros mensajes para otras comunidades, y esa peculiaridad constituye en total el carácter autosuficiente del libro del Apocalipsis; además, cada mensaje –tanto separada, como conjuntamente– sirve como la introducción a la parte principal escatológica del libro, que contiene variedad de profecías y además todos los mensajes como tales contienen las profecías que Jesucristo transmite por medio de san Juan a cada comunidad.