Las azulejerías de la Habana

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Cocinas

Los chapados de cocina que conocemos en La Habana no presentan ninguna característica diferencial respecto a los arrimaderos de atrios o patios, son, eso sí, de una cierta altura, pero se resuelven con piezas de serie comunes; así el de la cocina de casa Inestrillo que estudiamos aparte o el de casa Fidelito en Cuba 6; aquí toda la cocina tiene un arrimadero homogéneo con rodapié de jaspes azules y cuerpo sin cenefa de remate, de dibujo igualmente azul (cfr. 257) producidos –entre otras– por las fábricas de Onofre Valldecabres en Quart de Poblet (Valencia), su altura alcanza hasta ocho hileras mientras en otras zonas se adapta a la altura de los tabiques del fregadero, fogones, etc.


Arimadillo

Obispo 165

Excusados

Debieron chaparse con azulejo blanco; los más antiguos que conocemos en La Habana son los conservados en el antiguo edificio del convento de Santa Teresa correspondientes a celdas de las profesas, en la actualidad utilizados aún por algunas de las casas que reocupan estos espacios, como la de Da Lidubina Ruiz; es un pequeño edículo semicilíndrico con un asiento que tiene una perforación circular central; las alfarerías valencianas fabricaban entonces “asientos para letrinas” que consistían en una sola pieza vidriada y perforada que solucionaba higiénicamente esta función, pero en el convento de las Teresas se recortaron todos los azulejos cuadrados para chapar tanto las paredes del edículo como el asiento y el frontal con azulejos de Novella, Garcés y Compañía de Valencia y de Onda (Castellón), 110.

Alacenas

Las alacenas pueden formar parte tanto de una cocina como de un comedor. Daniel Taboada (1994, p. 313) habla también de este uso arquitectónico para interiores que nosotros no hemos verificado in situ, así como de la utilización de azulejos para “remates de descargas pluviales”.


Vaca torn en la ebarca Casa de Angelina Inestrillo

Según la estructura del despiece

Pueden diferenciarse dos grandes grupos:

a) Arrimaderos con despiece perpendicular al plano del pavimento.

La mayor parte de arimaderos de La Habana se han resuelto con este tipo de colocación.

b) Arrimaderos con despiece oblicuo.

Son casi todos los de escalera que se estructuran de forma perpendicular al plano inclinado de los tramos de ascenso mientras que en los descansillos se recupera la verticalidad del despiece; entre unos tramos y otros se originan así espacios en forma de cuña triangular que han de chaparse con piezas recortadas in situ por los albañiles. Podemos señalar como ejemplo la escalera de San Ignacio 509; se inicia en el atrio o entrada con un tramo recto pero más ancho, de mármol blanco, con barandilla de hierro con roleos de cinta plegada y pasamanos de madera moldurada; el chapado tiene un rodapié de jaspe azul con veteado blanco; en los tramos inclinados las piezas están cortadas diagonalmente facilitando la colocación de las hileras que forman el resto del arrimadero, cuerpo y cenefa de remate a juego (cfr. 254 y 255); en el descansillo los azulejos del rodapié aparecen enteros. Esta fórmula es la más repetida en las escaleras de La Habana; así en el arrimadero de la escalera de Tejadillo 5, más alto (cuatro hileras en el cuerpo y una de remate, también a juego, 236 y 242) igualmente de mármol con una elegante barandilla ecléctica férrea, pasamanos de madera moldurada v un robusto barrote de arranque en forma de columna corintia de hierro fundido; también en Bernaza 156 donde los jaspes del rodapié son azules una vez más, pero elegidos ahora a juego con los azulejos monocromos que componen en cuerpo de cuatro hileras (40) rematado por otra (182) que contrasta por su policromía. U no de los primeros chapados de este tipo es el de Merced 120, donde los azulejos del cuerpo del arrimadero y los de la cenefa superior o el rodapié no estan fabricados a juego (cfr. 8, 14, 18, 51, 59) y hay dos pasamanos de madera (a derecha e izquierda), lo que hace necesaria su incrustación con garras metálicas en el chapado; en este caso no hay una cuña triangular de piezas recortadas en los espacios que separan tramos horizontales e inclinados de la escalera (sólo en la cenefa) y las piezas oblicuas invaden los descansillos en forma de dientes de sierra recuperando la horizontalidad con adiciones cortadas diagonalmente azulejo por azulejo. Es menos frecuente que los arrimaderos de escalera tengán el rodapié del tramo inclinado resuelto con piezas enteras que requieren la inclusión de una segunda hilera devastada o dejan espacios triangulares sin chapar entre los escalones, como sudece en la escalera de acceso al piso alto en Calzada del Cerro 2066, en una elegante villa ecléctica de finales del siglo XIX que conserva la carpintería original; la escalera es una vez más de mármol blanco con un tipo de barandilla y barrote de arranque casi idénticos a los de Tejadillo 5; el cuerpo del arrimadero (cfr. 245) es de tan sólo dos hileras para poder completar los dibujos cuarteados y la cenefa de remate (246) es a juego; pero el rodapié azul con veteado blanco en este caso no armoniza cromáticamente con el resto de la azulejería –que se extiende a todas las estancias de la planta baja– sino que contrasta vivamente con ella; tanto aquí como en la escalera de Tejadillo que mencionamos el tramo de arranque está macizado y chapado con los mismos azulejos del arrimadero recortados al nivel de los primeros escalones.


110 - Convento de las Teresas, Retrete





Hay que mencionar el hecho de que los chapados de escaleras fueron una moda tan arraigada en la arquitectura habanera que en algunos casos, cuando la compra de azulejos no era posible, se recurrió a una solución más barata pero peculiar: la pintura de una ancha franja de la zona inferior del muro que copiaba dibujados a la misma escala los azulejos existentes en otras casas de la ciudad. Así sucede en Mercaderes 16, donde el Gabinete de Arqueología de La I Iabana ha descubierto bajo varias capas de encalados sucesivos un arrimadero pintado con despiece perpendicular que reproduce los modelos 91 y 92 de nuestro catálogo.


Por su organización

Los arrimaderos más antiguos conservados en La Habana son del primer tercio del siglo XIX; entre ellos el de la portería del antiguo convento de Santa Teresa de Jesús; su organización responde a una fórmula que es frecuente ya en Valencia en el último cuarto del siglo XVIII y tiene un modelo arquitectónico en el plinto con molduras en la base, un amplio espacio liso y cornisa: la zona inferior de estos chapados parietales bajos (A) se resuelve con una hilera de azulejos jaspeados oscuros –generalmente azules con veteado blanco– que no guarda relación cromática con el resto; recoge humedades, golpes y suciedad pero sus piezas pueden reemplazarse –sobre todo en los arrimaderos historiados– sin alterar el dibujo de la zona inmediatamente superior o cuerpo (B); cuando el piso estaba algo inclinado –y eso sucede en muchas entradas de casas en La Habana para facilitar la evacuación de aguas y la limpieza, el rodapié tiene abajo una segunda hilera (AA) de piezas triangulares (recortadas) cuyos lados superiores conforman la horizontal en la que se asienta el resto del chapado. En ocasiones hay tres o más (AAA…). Finalmente una cenefa (C) de remate a juego (sólo con enlaces laterales, aunque en el XVIII valenciano tenía otros que la relacionaban con el cuerpo del arrimadero); surge así la fórmula A / B / C que en todo el siglo XIX se mantiene en un plano liso y único.

El origen de esta estructuración es tardío; los chapados parietales talaveranos del palacio de la Generalidad (1574) se conciben aún como pinturas con marco completo (no sólo en los bordes superior e inferior sino también lateralmente) y aparece a veces una hilera diferenciada en el remate superior, con lo que la fórmula sería B / C. Los arrimaderos de capillas de la comunión y trasaltares del siglo XVII potencian una especie de friso ancho corrido con figuras simbólicas (aves picoteando uvas, etc.) con lo que la parte superior del arrimadero (C) resultaba la más importante; sólo en el último cuarto del siglo XVIII valenciano acaba imponiéndose la costumbre de iniciar los arrimaderos con un rodapié protector de jaspes oscuros ajeno al diseño polícromo del resto del chapado.

En los catálogos que las fábricas valencianas empiezan a publicar a partir de la primera década del siglo XX, está fórmula se complica por la inclusión de tres hileras de molduras relevadas que separan el rodapié, el cuerpo y la cenefa de remate y que los fabricantes denominan simplemente molduras; ahora las tres partes se denominan “zócalo” (A); “fondo” (B) y “bordura” (C).

 

La azulejería sevillana por las mismas fechas lanza un tipo de arrimadero más complejo que en La Habana tiene una muestra importante aunque muy tardía en la iglesia del Carmen que estudiamos luego. No sólo es más alto sino que incluye más subdivisiones y varios tipos de piezas y molduras. El arranque se llama “punto” y está formado por una o dos hileras de azulejos lisos cuadrados; a continuación una moldura oscura o “tira lisa” y la “guardilla inferior” de una hilera de azulejos cuadrados; encima otra “tira lisa” y luego la zona más amplia, el “fondo”, que acoge los grandes cartuchos ornamentales que enmarcan frecuentemente escenas historiadas; el “fondo” se corona con otra “tira lisa” tras la que aparece la “guardilla superior” más ancha que la “inferior” a modo de friso corrido que se cierra de nuevo con una “tira lisa”, un “remate” (de otra única hilera de azulejos cuadrados) y, para terminar, de nuevo la “tira lisa”.


Arrimaderos A / B / C

La fórmula A / B / C es la más frecuente en La Habana; uno de los primeros ejemplos de gran amplitud son los arrimaderos del ingreso, patio, escaleras y dependencias de la planta baja de la casa-palacio de Mateo Pedroso en la calle Cuba 64; allí se ha cuidado el cromatismo –ya que no habría azulejos a juego– seleccionando piezas azules o con predominio de este color (cfr. 11 y 85) y rodapiés del mismo color; también es azul el arrimadero de Oficios 312, en muy mal estado de conservación (cfr. 201); en la portería del convento antiguo de Santa Teresa (cfr. 57), uno de los más antiguos conservados, la armonía se consigue mediante una misma estrecha banda púrpura que tienen cenefa y rodapié en sus bordes superior e inferior, lo que indica que se fabricarían para su instalación conjunta. Pero en la primera mitad del siglo XIX la producción de cenefas a juego con los azulejos reticulares del cuerpo es escasa y muchas veces se recurre a combinaciones estridentes como en los arrimaderos del patio y dependencias bajas de la casa de Alejo Carpentier en San Ignacio 509, donde la cenefa azul coincide con el rodapié de jaspes azules pero el cuerpo ocre y anaranjado no tiene nada que ver con ellos (cfr. 146 a 148). En los arrimaderos de Merced 120 sí se armonizan a juego cuerpo y cenefa superior (51 y 96) pero el jaspe del rodapié azul turquesa y blanco también parece ajeno al conjunto. Los altos arrimaderos (10 hileras en total) de las dependencias bajas del palacio Aldama o del Conde de la Bonilla (1890 c.) sí que fueron concebidos de forma unitaria y el azul de los jaspes inferiores resulta el más adecuado ya que el azul es el color dominante tanto en el cuerpo como con la cenefa a juego (cfr. 115 y 116). Lo mismo sucede en el arrimadero de la entrada de la casa de San Ignacio 554, con piezas muy similares a las anteriores. En otros muchos casos, el jaspe azul oscuro para los rodapiés se usa por inercia y porque casi siempre hay algún componente azul cobalto en los diseños de los cuerpos y cenefas; así en Tejadillo 5; en Salud 260; en Reina 363 (cfr. 237 y 238) o en San Ignacio 704 con modelos comunes; en cambio en Dragones 354 esos mismos azulejos tienen un jaspe canela en la base.

Cuando empiezan a aparecer en las fábricas valencianas molduras con relieve para los arrimaderos, a principios del siglo XX, se incorporan únicamente al lado superior de la pieza única –ahora de color uniforme– del rodapié; así sucede en el arrimadero de la escalera de Cuba 658 (cfr. 349 y 350); pero enseguida se añaden molduras abultadas e independientes en los remates superiores: así en Obrapía 55; Merced 153; Bernaza 164; Tejadillo 15, etc., en muchas ocasiones son éstas las únicas que se mantienen en el arrimadero, como sucede en Cuba 673. Hay que destacar la tendencia a simplificar las instalaciones evitando a toda costa los moldurajes de las zonas intermedias del arrimadero que proponen los catálogos de fabricantes y distribuidores; así puede verse en el arrimadero de la escalera de Teniente Rey 366, que en catálogo de Domínguez Hermanos y Trigo de Manises (Valencia) ofrece, como es norma, una moldura (con piezas independientes) de separación entre el cuerpo y la cenefa de remate, aquí sencillamente se ha pintado en el lado inferior de los azulejos que la componen (cfr. 371 y 372).






Arrimaderos exteriores A / B / C

Uno de los primeros arrimaderos ubicados en la fachada exterior de un edificio en La Habana es el de Manrique 557, del que sólo restan fragmentos muy deteriorados; aún sin molduras y chapando un muro liso, tiene un incipiente rodapié de jaspe azul recortado sólo para nivelar horizontalmente el cuerpo (cfr. 32 y 74). En general los chapados exteriores son más tardíos, ya moldurados y han de adaptarse a los planos que forman los plintos de las pilastras y otros moldurajes incluidos en las fachadas; es el caso del arrimadero de Aguiar 554.

Arrimaderos AA / B / C

Duplican la hilera inferior del rodapié casi siempre para horizontalizar el conjunto. U no de los ejemplos más antiguos es el de Merced 120 (cfr. 20, 59 y 346b) que utiliza en esa zona azulejos azules muy oscuros de color uniforme; puede hallarse también esta organización en San Ignacio 566 con jaspes azules que contrastan estridentemente con el ocre predominante en el resto del chapado (cfr. 41 y 42) o en Tejadillo 7, plenamente integrados en un arrimadero monocromo azul (225 y 226).


Arrimaderos AA / B / C / D

Hay algún ejemplo de arrimadero que añade unas tiras verticales (D) de azulejos diferenciados en el cuerpo como el de San Ignacio 214, muy tardío y de un eclecticismo de dudoso gusto (cfr. 289, 290 y 298).

Arrimaderos AAA / B / C

Los rodapiés más amplios llegaron a poseer hasta tres hileras de azulejos; así el del ingreso de la casa de Simón Bolívar en Mercaderes 158-160, donde se emplearon jaspes verde oscuro que contrastan vivamente con el predominio del blanco estamnífero de las piezas de cenefa y cuerpo, con lo que su protagonismo es más patente hasta dar la sensación de tratarse de un doble chapado: el bajo con la función práctica de protección efectiva del muro y el superior (cfr. 249 y 250) muy amplio (siete hileras) más bien decorativo.











Arrimaderos A / B / A

Colocan como rodapié los mismos azulejos de la cenefa de remate con lo que estéticamente se consigue un efecto irreprochable de regularidad. Así es el arrimadero exterior (pero en el muro interior del pórtico columnado) de la villa llamada Quinta de San José, en Calzada del Cerro 1220, con azulejos neoárabes sobre un pavimento de losas de mármol blanco y entre carpinterías con marcos de vanos en forma de clasicistas pilastras acanaladas sobre plintos, con lo que el eclecticismo del conjunto es completo, cfr. 319.


Arrimaderos A C / B / C

Repite la fórmula estructural precedente y la mezcla ecléctica de estilos pero añade un rodapié de jaspes; eso sucede en el arrimadero del ingreso de Lealdad 611 (293 –neogóticos– para el cuerpo y 320 –neoárabes– para la cenefa de remate e inferior).

Arrimaderos A / A / B

Algunos arrimaderos tienden a simplificar la fórmula general suprimiendo alguna de sus partes; así el de Obrapía 204, muy alto con ocho hileras de azulejos tiene un rodapié doble blanco (funcionalmente mal elegido aunque armonice con el color predominante en el chapado) cuya hilera inferior es sólo residual y se instalaría –como en otros casos– para nivelar el conjunto; el resto es una retícula homogénea (cfr. 93) sin más aditamentos.

Arrimaderos / B /

Cuentan sólo con la red formada por un único modelo de azulejo seriado con lo que simplifican al máximo la estructura y los problemas de elección de modelos complementarios, etc. Así son los extensos chapados conservados en el que fue ingreso y patio interior de la derruida casa de O’Reilly 311 (cfr. 91), aunque el estado del edificio no permite asegurarlo. También sigue esta fórmula el del ingreso de la casa de San Ignacio, 162-A (cfr. 196).

Arrimaderos / A /


Son los rodapiés; utilizados siempre en zonas privadas de las viviendas en planta baja, como es el caso de las alcobas de casa Inestrillo donde se resuelve con jaspe verde de vetas blancas (345c); igualmente aparece en dependencias de viviendas en planta alta; así sucede en la casa de Compostela 818 donde salones y alcobas con pavimentos de losetas de mármol blanco de excelente calidad tienen un discreto rodapié en el que predomina el fondo estamnífero blanquecino y se decoran con una amplia cinta con ondulaciones asimétricas (61)o enroscada en un cilindro florido (72); en Salud 208 hay igualmente un rodapié en el atrio y pasillos en torno al patio del primer piso (181). En escaleras de viviendas unifamiliares hav también muchas veces una única hilera de azulejos como chapado protector, pero colocada oblicuamente, necesita el complemento de jaspes o azulejos lisos recortados para chapar los espacios triangulares que se originan entre escalones tal como afirmamos antes; en la casa de Compostela 818 se usaron para la escalera azulejos de cenefa con severos meandros rectilíneos (283); pero en la de Manrique 621, posterior, son azulejos modernistas (351) los utilizados con una instalación similar.

CERÁMICA INTEGRANTE DEL PLAN CONSTRUCTIVO DE LA FACHADA

Son escasos los edificios del periodo que estudiamos cuyo diseño original incluye cerámica en la fachada, exceptuando los arrimaderos exteriores en basamentos (muchas veces añadidos) o chapados de interiores como atrios, escaleras, etc., que sí estuvieron previstos por el constructor.

 

Una de estas fachadas ecléctico-modernistas es la de Teniente Rey 366, casa de dos plantas con balcones corridos de enorma vuelo en ambas; las barandillas de hierro forjado y cinta plegada son modernistas; otros elementos como las enormes ménsulas en “S” que sustenta el balcón de la planta baja o el pórtico de doble columna jónica con entablamento que aguanta el de la segunda, son clasicistas, pero se incluyen en los dos niveles bandas de azulejos de un modernismo regularizado, casi decó(cfr. 360), a juego con los herrajes de la doble balconada.

1. La serie publicada a partir de 1852 se guarda en el Archivo del Ministerio de Hacienda en Madrid (A.M.H.M.), Cuadro General del Comercio Esterior de España con sus posesiones ultramarinas y potencias estrangeras en 1849, formado por la Dirección General de Aduanas y Aranceles, Madrid, Imprenta de José R. Calleja, 1852. Es de publicación anual y de ella proceden los datos que ofrecemos. A lo largo de los años cambia la denominación y sufre diversas modificaciones el criterio con el que se dan las cifras estadísticas, así, Estadística General del Comercio Esterior de España con sus provincias de ultramar y potencias extranjeras en 1877, formada por la Dirección General de Aduanas, Madrid, Imprenta Central a cargo de Víctor Sáiz, 1881.

2. Un azulejo preindustrial Valeciano de palmo en cuadro (22 × 22 × 2 cm a.) pesa algo más de 1 Kg; los sevillanos de 14 × 14 × 1 cm a., menos de la cuarta parte. Los datos de Aduanas portuarias españolas se ofrecen según periodos, en Kg o en número de piezas.

3. (A.M.H.M.) Datos tomados de la estadística anual correspondiente. En 1883 se habían exportado a Europa y África 7.750 Kg de azulejos; en 1884, 4.000 Kg con el mismo destino; en 1886, 2.276 Kg de azulejos más 1.810 a América; 1887, 7.500 Kg a Europa y África; 1888, 1.574 Kg en total; 1889, 1.350 Kg; 1890, 11.983 Kg; 1891, 550 Kg; 1892, 14.671 Kg; 1893, 6.538 Kg; 1894, 2.234 Kg; 1895, 2.076 Kg; 1896, 50 Kg; 1897, 55 Kg; 1898, 4.100 Kg; 1899, 3.045 Kg.

4. Id. En 1885 se exportan por el puerto de Sevilla 9.000 Kg de azulejos destinados a Europa y África; en 1886, 7.205 Kg; 1887, 155 Kg con el mismo destino; 1888, 30.303 Kg en total; 1890, 265 Kg; 1891, 4.385 Kg; 1892, 4.052 Kg; 1893, 3.759 Kg; 1894, 4.686 Kg; 1897, 4.779 Kg; 1898, 7.989 Kg; 1899, 11.837 Kg.

5. Los estudios sistemáticos sobre la azulejería hispana en América, si exceptuamos los realizados por Alice Wilson Frothingham, Tile panels of Spain, New York, 1969, para el siglo XVI y las publicaciones de Alejandro Artucio sobre todo respecto al Río de la Plata (Uruguay, Argentina) para los siglos XIX y XX, es aún casi inexistente.

6. Id. El puerto de Málaga exportaba regularmente “barro ordinario vidriado y loza ordinaria”; en 1888 exportó un total de 850 Kg de azulejos; 1889, 1.360 Kg; 1891, 1.280 Kg; 1892, 1.842 Kg; 1893, 1.877 Kg; 1894, 11.557 Kg; 1895, 800 Kg; 1896, 1.070 Kg; 1897, 1.020 Kg; 1899, 2.440 Kg.

7. Id. Exactamente 1.386.543 Kg. Alicante había exportado ya “ladrillos comunes” a América en 1879 y 1881; en 1882 exporta 325.700 Kg de “ladrillos y baldosas” con ese destino; en 1884, 20.000 Kg a los que hay que sumar 22.000 Kg de loseta y mosaico; en 1886 las cantidades descienden a 2.500 y 4.000 Kg respectivamente; en 1887, 120.000 y 41.000 Kg; en 1889, 2.400 Kg de azulejos en total sin especificar destino; 1898, 9.970 Kg; 1899, 7.100 Kg también de azulejos.

8. Id. En 1892, Denia exporta 14.700 Kg; Santa Pola, 43.800 Kg; Torrevieja, 5.610 Kg; Altea había exportado en 1881, 4.500 Kg aunque el puerto que más regularmente expide es Santa Pola tanto a Europa y África como América.

9. Bernardo Mundina Milallave, Historia, geografía y estadística de la provincia de Castellón, Castellón, 1873, p. 203.

10. Ibid. id., p. 419. El autor da noticias sobre el comercio agrícola, las ferias y el auge de las mismas posibilitado por las nuevas vías de comunicación.

11. Colección Andrés Sosa de La Habana; él mismo halló los dos ejemplares que estudiamos en escombros procedentes del convento de San Francisco de La Habana (422 y 423).

12. Sobre la primitiva fábrica de San Francisco, véase Joaquín E. Weiss, La arquitectura colonial cubana. Siglos XVI, XVII, t. I, La Habana, 1985, pgs. 46-47.

13. Está fragmentada, sus medidas 7 × 2 × 14? cm. Tiene en el dorso una señal “6” pintada con manganeso. El diseño es común a muchas piezas de finales del siglo XVI y se da también en Valencia, cfr. Inocencio V. Pérez Guillén, La cerámica arquitectónica valenciana. Los azulejos de serie. Siglos XVI-XVIII, t. II, Valencia, 1996, p. 26, n° 33.

14. Se trata de un panel de 3 × 3 azulejos de 0,22 × 0,22 cm (el palmo valenciano; según ejemplares y hornadas pueden oscilar algunos milímetros en sus dimensiones) procedentes como el resto de piezas conservadas en el Gabinete de Arqueología de La Hahana de edificios no determinados de La Habana Vieja y que hasta ahora se creían erróneamente sevillanos.

15. Véase al respecto, Inocencio V. Pérez Guillén, Cerámica arquitectónica valenciana…, I, op. cit. p.103 y fig. 7 y 8.

16. Las complejas vicisitudes de construcción y sucesivas ampliaciones del puerto de Valencia pueden verse en A. Díaz, A. Pons, J. Serna, La construcción del puerto de Valencia, problemas y métodos (1283-1880), Valencia, 1986.

17. Sobre las características de la arquitectura civil cubana del siglo XVIII debe verse, Joaquín E. Weiss, La arquitectura colonial cubana. Siglo XVIII, t. II, La Habana, 1985, pgs. 39-40 y fot. 26-29. El autor apenas da importancia a las azulejerías colocadas en reformas del siglo XIX casi siempre.

18. Alejo Santillán, Memoria o breves apuntaciones geográficas, economico-estadísticas y de rentas, Castellón, 1843; utilizadas y citadas por Pascual Mádoz, Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones en Ultramar, Madrid, 1845-1850; ed. Valencia, 1982, t. I, p. 266.

19. P. Mádoz, Diccionario…, ed. 1982, II, op. cit., pgs. 297 y 300. Mádoz denomina “ladrillos” en todos sus cuadros estadísticos a los azulejos que se incluyen por supuesto en la lista de 29 principales artículos de exportación que da este autor para “El Reino de Valencia”.

20. Aunque hay que suponer que son mayoritariamente valencianas, en esta cifra pueden estar incluidos azulejos de otras procedencias. Sobre la fuente, cfr. not. 1.

21. En el diario valencianos Las Provincias de 25-VI-1867, aparece una crítica de los azulejos presentados a la Exposición Regional Valenciana que se celebra entonces en la capital. Se condena duramente la producción de Manises por su baja calidad y su falta de innovación técnica y artística; los azulejos de la fábrica de San Carlos de Valencia, única de la ciudad que se presentó al certamen, son considerados de calidad discreta; sin embargo los de Onda, de Novella, Garcés y Compañía, solo reciben elogios y acertadamente se augura a la industria cerámica de esta población un futuro espléndido.

22. Hasta 1870 los datos de Comercio de Ultramar se dan en unidades (número de azulejos); a partir de 1871 en Kg, por ello las cifras son más complejas y no se redondean.

23. Aunque es un tema no estudiado, hemos localizado en Estambul un chapado parietal de 10 × 43 azulejos de 20 × 20 cm con seis costillas paralelas dorsales (faltan 5 piezas que han dejado la huella en la argamasa); se halla en la zona de vapor templado del hamam de Hasan Yilmaz, en Cesme Sok 79. El chapado está parcialmente recubierto por otro reciente de forma que sólo resultan visibles las cuatro filas superiores de azulejos. Cfr. 211.

24. Artucio Urioste, Alejandro, Catálogo de azulejos franceses del siglo XIX hallados en Uruguay, Argentina y Brasil, Montevideo, 1998.

25. Respecto a este tipo de paneles debe verse, Inocencio V. Pérez Guillén, La pintura cerámica valenciana del siglo XVIII, Valencia, 1991. Muchas veces si los dedicaba algún particular se hacía constar en la rotulación correspondiente: “A devoción de…”; si los costeaban todos los vecinos, “A expensas de la calle”, etc. Frecuentemente contienen además el año de erección por lo que resultan de gran valor documental. Sólo a finales del siglo XVIII y principios del XIX los pintores firmaron algunos y se hizo constar también la fábrica de procedencia; ello sucedió en el periodo en que María Salvadora Disdier dirigió las Reales Fábricas de Azulejos de Valencia. Las firmas de Francisco Dasí en el último cuarto del XIX son también una excepción al anonimato generalizado de estas obras.

26. Los más frecuentes son cuadrados de 2 × 2 azulejos de palmo y tienen el número de la Estación (cada uno de los catorce hitos) rotulado; sólo excepcionalmente se hicieron más amplios y con inscripciones piadosas alusivas (uno de los urbanos de Algemesí (Valencia) por ejemplo); en Alcora y para el Calvario de la propia localidad se pintaron placas de gran tamaño y con un excelente dibujo academicista.

27. La mejor colección de azulejos-lápida del siglo XIX que incluyen siempre símbolos mortuorios (el cabo de vela apagada, el reloj de arena, la guadaña, las tibias cruzadas, las calaveras, etc.) se halla en el Museo del Azulejo de Onda (Castellón); la de placas, de mayores dimensiones que los azulejos de serie, procede del cementerio de Alcora y se guarda en el Museo Municipal de Cerámica de esa población castellonense.

28. Véase al respecto, Inocencio V. Pérez Guillén, Cerámica arquitectónica valenciana. Los azulejos de serie, siglos XVI-XVIII, t. I, Valencia, 1996, pgs. 213 ss.

29. Respecto a estos productos puede verse, Inocencio V. Pérez Guillén, Ceramica arquitectónica valenciana…, op. cit, t. pgs. 176 ss. y t. II, n°s 669 a 741.

30. Ibid. id., t. I, pgs. 224 ss. y t. II, n°s. 773 a 795.

31. Ibid. Cerámica arquitectónica. Azulejos valencianos de serie. El siglo XIX, op. cit., t. I, pgs. 182 ss. y t. II, n°s 1073 a 1219.

32. Véase, Alejandro Artucio Urioste, El azulejo en la arquitectura del Río de la Plata, Montevideo, 1996, p. 60, n°s. 126, 127 y 128.

33. Archivo del Reino de Valencia (A.R.V.). Clero 721. Libro Mayor de gasto del Real Convento de Nuestra Señora del Puche siendo comendador segundo trienio el reverendo padre presentado Fray Ignacio Bayo. Año 1739. Mayo de 1754.

34. Archivo Histórico Municipal de Valencia (A.H.M.V.). D / E-12. Libro de Intrumentos de Propios y Arbitrios 1774-1775. 21 de abril de 1774. Se conserva también el informe favorable del arquitecto municipal Lorenzo Martínez en el que señala: “Cuyos efectos se harán colocandose dicha cenefa y quedará permanente y decente para lo cual se necesitan seiscientos y veinte Azulejos de a palmo, que el coste de éstos y su colocación ascenderá a cuareinta y ciete libras (sic.) de moneda corriente quees cuanto comprende el presente asunto. Valencia y Abril 16 del 1774”. El 21 de mismo mes se aceptaron las condiciones por parte de la ciudad.