El fascismo vasco y la construcción del régimen franquista

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Por otra parte, 1936 fue un año especialmente duro para la Falange de Vizcaya. Además de las desavenencias internas, se inició un fuerte seguimiento policial contra el partido y sus actividades. Tras la victoria del Frente Popular la apuesta por el derribo violento de la República era ya firme, por lo que arreció la presión gubernativa sobre ellos. En febrero se realizó una redada en los locales de Falange, deteniéndose a los allí reunidos y clausurando el centro.46 El mes siguiente se multó a los dirigentes provinciales del partido a consecuencia de la prohibición de venta de Arriba.47 Con la prohibición de la prensa falangista, la venta y distribución clandestina de No Importa se convirtió en una nueva fuente de detenciones. La ilegalización del partido también supuso la imposibilidad de manifestarse públicamente, lo que condujo a nuevos conflictos y detenciones como ocurrió en mayo en Gallarta durante los funerales del guardia civil Jerónimo de la Fuente, asesinado unos días antes en la misma localidad.48 Asimismo, la Falange vizcaína emprendió su participación en la conspiración para acabar violentamente con el régimen republicano. Las posibilidades de un movimiento contra la legalidad republicana en Vizcaya estaban consideradas como muy escasas y la propia debilidad de la trama conspirativa en la provincia lo ponía de manifiesto (Azcona y Lezámiz, 2013). José María Areilza fue el principal interlocutor de Mola en la provincia, proporcionándole información y haciendo labores de enlace entre él y otros elementos de la rama civil de la conspiración (Areilza, 1974: 124). Las únicas posibilidades de éxito se encontraban fijadas en un posible levantamiento del batallón Garellano. El papel de Falange en esta trama no fue muy importante por su escasez numérica. Durante marzo se enviaron diversas cartas a empresarios y entidades bilbaínas solicitando dinero con vistas, presumiblemente, a la financiación del golpe, lo que valió una fuerte multa del gobernador civil a los mandos provinciales.49 Según Felipe Sanz, en abril, mientras se encontraba en la cárcel, se comprometió como representante de Falange en la confabulación.50 Los contactos con los militares determinaron los puntos de concentración de los voluntarios falangistas donde debían recoger armas y prestar su apoyo.51 Además, se establecieron planes de actuación conjunta con otras fuerzas de extrema derecha en diferentes localidades del entorno de Bilbao, como en Guecho y Portugalete.52

1. LOS DOS MODELOS DE FALANGES VASCAS

En los aspectos que hemos analizado hasta el momento hemos señalado que el caso de Álava se podía diferenciar ya fuese en lo que hacía a sus antecedentes ideológico-culturales o en la práctica de la violencia política. Estos elementos, junto a los que vamos a ir desgranando en este apartado, tienen la suficiente entidad como para permitir el establecimiento de dos modelos de implantación y desarrollo fascista en el País Vasco. Por una parte tendríamos las provincias costeras de Vizcaya y Guipúzcoa, y por la otra el País Vasco continental, conformado por Álava. En el caso de las primeras, afectadas de manera previa y más intensa por los procesos de modernización, el fascismo alcanzó una implantación muy superior. En ambos casos el número de militantes que alcanzó el partido era al menos tres veces superior al de Álava, y a diferencia de esta, tanto la Falange vizcaína como la guipuzcoana consiguieron asentarse en diferentes localidades de sus provincias además de en la capital. Asimismo, el perfil colectivo de sus afiliados era más diversificado y maduro. Por otra parte, también se produjo un mayor desarrollo organizativo en las provincias costeras de acuerdo a su mayor potencia numérica. Así, tanto en Guipúzcoa como en Vizcaya FE de las JONS desplegó diversos servicios o delegaciones: CNS, SF, Primera Línea…, que no pudo organizar en Álava. Todos estos elementos se complementaron con cierta supeditación jerárquica del núcleo alavés a la jefatura provincial de Vizcaya que se mantuvo hasta el nombramiento de Ramón Castaño como jefe provincial.

Deteniéndonos en la implantación geográfica, en Álava, como hemos señalado, FE de las JONS no consiguió establecer ninguna organización más allá de Vitoria. Esto es especialmente cierto con anterioridad a las elecciones de febrero de 1936 porque a partir de estas la Falange alavesa experimentó un limitado crecimiento y llegó a contar con presencia en otras localidades de la provincia como Anda o Murguía, si bien en ningún caso se establecieron jefaturas locales o estructuras organizativas, limitándose a la existencia de uno o dos afiliados aislados. También existieron grupos no organizados de falangistas en algunas localidades del valle de Ayala, como Llodio, Amurrio, Barambio o Larrimbe, pero dependían jerárquicamente de la provincial de Vizcaya.

En Guipúzcoa, por su parte, podemos certificar la presencia de núcleos falangistas organizados en Tolosa, Eibar e Irún con anterioridad a las elecciones de febrero de 1936.53 También existió presencia falangista en Hernani, Cegama y Segura aunque en estos tres casos no podemos asegurar que se constituyesen jefaturas o que se desarrollasen en un sentido organizativo. Vizcaya parece ser el territorio vasco en el que Falange logró una mayor implantación geográfica al conseguir organizar jefaturas locales en cinco municipios aparte de en Bilbao. En Guecho, se establecieron al menos dos grupos de falangistas en los barrios de Las Arenas y de Algorta. La Falange de Las Arenas estuvo constituida principalmente por los miembros más jóvenes de las familias de la clase preeminente bilbaína, como los Ybarra o los Churruca (Ybarra Bergé, 1941: 15-16). En Algorta los falangistas llegaron a disponer de locales propios aunque los hubieron de abandonar con anterioridad a las elecciones de 1936 ante la imposibilidad de afrontar los gastos.54 En Portugalete se organizó una Falange local aunque desconocemos con exactitud la fecha de su constitución.55 En Baracaldo se formó otro grupo de Falange que llegó incluso a disponer de un pequeño periódico propio del que desgraciadamente no hemos podido localizar ningún número (Aizpuru, 2011: 175). También dentro del área de influencia de Bilbao encontramos el caso de Galdácano, cuyo fundador es uno de los escasos ejemplos de falangistas procedentes del tradicionalismo.56 En la comarca de las Encartaciones, los falangistas también consiguieron establecer una organización local en la villa de Valmaseda. Desconocemos la fecha de su constitución, pero hubo de ser después de las elecciones de febrero de 1936 (Etxebarria y Etxebarria, 1993: 51, 98). Además, Falange contaba con presencia no organizada en otra serie de localidades como Güeñes, Galdames, Ortuella o Gallarta.

En lo que respecta al desarrollo organizativo y estructural de Falange, en el caso alavés, la propia limitación numérica de la militancia impidió su diversificación. Así, tan solo existen evidencias del funcionamiento del SEU, mientras que del resto de servicios no ha quedado referencia alguna, siendo lo más probable que no llegaran a crearse.57 Mientras se producía esta situación en Álava, tanto en Vizcaya como en Guipúzcoa se asistió a una mayor complejidad dentro del partido, instaurándose diversas secciones en su seno: SEU, CONS, SF y Primera Línea.

El SEU era una pieza clave dentro del organigrama de Falange Española debido al peso específico que ocupaban los estudiantes en el seno del partido (Thomàs, 1999: 65-72). El caso del País Vasco no fue una excepción y no es una coincidencia el hecho de que la única delegación que se constituyó dentro de la Falange alavesa fuese el SEU. En el caso guipuzcoano sabemos que su constitución oficial fue en junio de 1935, mientras que en el vizcaíno lo podemos situar en el marco de la huelga estudiantil convocada por la FUE en mayo de 1934.58

En lo que a la CONS en Guipúzcoa se refiere, su devenir estuvo ligado a la figura de Juan Francisco Puente, protésico dental de San Sebastián. Desconocemos con precisión la fecha de su constitución aunque debió de ser temprana (García Venero, 1972: 104), seguramente coincidiendo con la visita que José Antonio Primo de Rivera realizó a San Sebastián en enero de 1935 con motivo de la inauguración de los locales de la Falange donostiarra.59 Puente dedicó un esfuerzo considerable a la expansión de la CONS, a pesar de lo cual su penetración entre la clase obrera guipuzcoana debió de ser más bien testimonial. Pese a su escasa capacidad de penetración entre el proletariado guipuzcoano, su presencia no fue bien recibida por las organizaciones obreras de izquierda, que amenazaron la vida de Puente así como la de varios de sus afiliados. La labor de la CONS guipuzcoana parece que se concentró principalmente en el proselitismo entre la clase obrera, la protección de patronos, la búsqueda de empleo a trabajadores desempleados afines al nacionalsindicalismo y el sabotaje de huelgas mediante la introducción de trabajadores foráneos en las empresas que sufrían conflictos laborales.60 En el caso de Vizcaya el arranque de una actividad estable de la CONS no se produjo hasta el año de 1935 (Plata Parga, 1991: 86-87). Aunque desconocemos el número exacto de afiliados que llegó a tener, no debió de ser muy elevado, como apuntan los datos del conjunto de la militancia, sobre lo que nos detendremos más adelante. Su actuación no debió de ser muy diferente a la de su homóloga guipuzcoana, dedicada a la protección sociolaboral de patronos y a la colocación de obreros nacionalsindicalistas en empresas de simpatizantes y colaboradores.61

 

Ocupando la violencia el papel central que ocupaba en la ideología y actividad de Falange, esta organizó desde muy pronto a sus afiliados de Primera Línea en una serie de escuadras destinadas al choque violento con las organizaciones obreras. En Guipúzcoa, cuando Manuel Carrión fue asesinado, la Primera Línea guipuzcoana ofreció una rápida respuesta matando a Manuel Andrés. Sin embargo, su organización debía de ser en esos momentos incipiente, como prueba el hecho de que requiriesen de la presencia de pistoleros traídos de fuera de la provincia. Entre los integrantes de las escuadras donostiarras se encontraban los miembros más violentos y activos, entre los que no era rara alguna vinculación con el Ejército.62 A medida que el tiempo fue avanzando, y a pesar de que ya no se produjeron más asesinatos, la dinámica de violencia no cesó y para mayo de 1936 había organizadas cuatro escuadras.63 En el caso de Vizcaya también se organizaron al menos cuatro escuadras de acción con anterioridad a la sublevación militar.64

Por su parte, de la SF sabemos más bien poco puesto que el rastro de evidencias que dejó de su existencia anterior a la Guerra Civil es prácticamente inexistente. En Guipúzcoa, conocemos que a comienzos de 1935 ya se encontraba en funcionamiento pero sin que podamos precisar desde cuándo.65 Tampoco podemos determinar el número de afiliadas que llegó a aglutinar, si bien debió de ser escaso, localizándose entre las familiares de los falangistas masculinos como Teresa Aizpurúa Azqueta, o entre alguna de las familias de clase pudiente donostiarras como Pilar Gaytán de Ayala.66 En Vizcaya la fundación fue temprana, ya que Bilbao fue una de las ciudades visitadas por Pilar Primo de Rivera y Dora Maqueda en su primera ronda de viajes para fundar la SF (Primo de Rivera, 1983: 66). Como primera jefa provincial, que se mantendría en el cargo hasta comienzos de 1938, nombraron a Teresa Díaz de la Vega.67 Como para el caso guipuzcoano, desconocemos mayores detalles, no sabiendo a cuántas afiliadas reunió ni cuál fue su grado de actividad.

2. LOS MILITANTES FALANGISTAS: NÚMERO Y COMPOSICIÓN

Para acabar la visión de conjunto sobre el fascismo vasco vamos a detenernos en la militancia de su principal manifestación orgánica, FE de las JONS. Hasta este momento se ha venido caracterizando las provincias vascas como algunas en las que menor volumen numérico alcanzó Falange. Estudios previos han señalado que en Álava hubo en torno a una treintena de afiliados, en Guipúzcoa 120 y en Vizcaya 200, cifras que, si bien de manera ajustada, han tendido a ser estimadas a la baja (Rivera y Pablo, 2014: 370; Calvo Vicente, 1994: 66; Payne, 1985: 100-101). Por nuestra parte, en Álava podemos constatar la existencia de 42 falangistas en vísperas de la sublevación militar, 150-175 en Guipúzcoa y en Vizcaya 175-200. Con estas cifras, las Falanges guipuzcoana y vizcaína se encontraban lejos de las provincias con mayor presencia falangista como Madrid, Santander o Sevilla, pero se encontraban por encima de otros territorios donde la presencia de Falange fue anecdótica con anterioridad a la Guerra Civil, como Córdoba o Ciudad Real, encontrándose más bien entre las provincias con una implantación media como Orense o Asturias.

En lo que hace a los tempos de afiliación podemos aventurar algunos rasgos pese a lo limitado de la información. Sabemos que entre las elecciones de febrero y el golpe de Estado se afiliaron al partido joseantoniano al menos 23 guipuzcoanos, 65 vizcaínos y 13 alaveses. Estos números nos hablan de un ritmo de crecimiento de la militancia bastante intenso, especialmente en Vizcaya, donde en cinco meses se afilió el 37 % de la militancia total. Sin embargo, estas cifras están bastante lejos de la verdadera avalancha de militantes que Falange experimentó en otros puntos de España, donde, ante lo que se experimentó como el definitivo fracaso de la vía posibilista encarnada en la CEDA, cientos de jóvenes cada vez más radicalizados por el endurecimiento de los discursos y el auge de la violencia política en el espacio público pasaron a engrosar las filas de Falange (Suárez Cortina, 1981: 185-187; Palomares Ibáñez, 2001: 81-82; Sanz Hoya, 2006: 249). A tenor de estos datos, el aluvión de militantes de última hora requiere ser matizado en el País Vasco, donde se retrasaría hasta después del estallido de la Guerra Civil. ¿A qué se debió esta diferencia en el ritmo de crecimiento? Aunque la respuesta no es sencilla e influyeron múltiples y variados factores, en nuestra opinión se debió principalmente a dos. En primer lugar a que el trasvase de militantes desde las JAP a Falange no tuvo lugar en el País Vasco, amén de que la insignificancia numérica de las juventudes cedistas vascas tampoco hubiese conducido a un crecimiento desorbitado. La razón por la que este trasvase de militantes no se produjo está en relación directa con el segundo motivo: la existencia de otro partido insurreccional que además era un partido de masas con un sólido arraigo en territorio vasco, el carlismo. Su mayor implantación geográfica y social, de manera muy aguda en el ámbito rural, así como el desarrollo que había adquirido su rama paramilitar, el requeté, y el acendrado catolicismo que defendía, lo convertían en una opción más atractiva que Falange para todos aquellos ciudadanos vascos que habían llegado a la conclusión de que la caída del régimen republicano había de producirse por la fuerza de las armas.

En el caso vasco, hubo tres sectores profesionales que conformaron la columna vertebral del movimiento fascista. Antes que ningún otro destacaron los estudiantes. De crucial importancia en Álava, su peso relativo decrecía en las organizaciones guipuzcoana y vizcaína fruto de la progresiva diversificación que alcanzó Falange en las provincias vascas más industrializadas y más afectadas por el proceso de modernización, gozando de una mayor capacidad de penetración en diferentes capas sociales y extendiéndose desde el que fue uno de los primeros ámbitos en que arraigó el partido, el estudiantil. Los otros grupos fundamentales en el seno de las Falanges vascas fueron los empleados y las profesiones liberales, que con la excepción de Álava agrupaban a prácticamente la quinta parte de la militancia cada uno. Estas tres categorías profesionales constituían en las tres provincias más de la mitad de los militantes, revelando su condición de partido mesocrático asentado en aquellos sectores más receptivos a los mensajes alarmistas sobre la posibilidad de una inminente revolución obrera. En este sentido, también resulta revelador comprobar que los esfuerzos que las CONS guipuzcoanas y vizcaínas realizaron para integrar a los trabajadores en sus filas se saldaron con un fracaso, apenas superando el 10 % del total. Otro fenómeno que llama poderosamente la atención es la práctica ausencia de militantes relacionados con actividades agrarias, siendo inexistentes tanto en Guipúzcoa como en Vizcaya. Poniendo esto en relación con el ámbito geográfico de implantación, parece bastante claro que el falangismo fue en el País Vasco un fenómeno esencialmente urbano y con una incapacidad manifiesta de penetración en el mundo rural. Ello se debió a que el mundo rural vasco, caracterizado por el predominio de la pequeña y mediana explotación de carácter familiar, prácticamente desconoció la irrupción de procesos revolucionarios durante el periodo republicano y a que aquí se encontraban sólidamente asentados el tradicionalismo y el nacionalismo vasco, que imposibilitaron la expansión de otros movimientos políticos que pretendían aglutinar a los descontentos con la modernidad puesto que se encontraban intensamente imbricados en las autorrepresentaciones colectivas rurales y en el ámbito de las relaciones comunitarias (Ugarte, 1998).

En cuanto a la edad de los militantes falangistas, esta era de una extrema juventud. La edad media de los afiliados alaveses era de 21 años, la de los guipuzcoanos de 25 y la de los vizcaínos de 27. El aumento progresivo de la edad media en Guipúzcoa y Vizcaya es el resultado de la mayor diversificación que alcanzó Falange fuera de los ámbitos estudiantiles. Aun así, en todos los casos, los militantes menores de 30 años constituían al menos las tres cuartas partes del total de la militancia. Esto encaja perfectamente con la preeminencia que los estudiantes tenían dentro del partido y con la mística de la juventud que irradiaba el fascismo.

Por otra parte, si de alguna manera hemos de categorizar la ascendencia político-ideológica de los falangistas vascos, sería en la del liberalismo en su más amplia acepción. Los procedentes del tradicionalismo, ya sea personal o familiarmente, eran muy escasos, en contraposición a la importancia que tuvo el monarquismo de origen liberal conservador, especialmente el que evolucionó en un sentido autoritario a lo largo de las primeras décadas del siglo XX, que estuvo representado por el maurismo, RE y, en menor medida, el PNE. De esta forma, podemos explicar satisfactoriamente algunos de los aspectos de la implantación geográfica de Falange en Vizcaya. Fuera de Bilbao, los núcleos falangistas más importantes se encontraban, como ya hemos visto, en Portugalete, Guecho, Valmaseda y Baracaldo, siendo los primeros más numerosos que el último. Si nos atenemos a criterios poblacionales o de conflicto sociopolítico en estas poblaciones, resulta complicado comprender por qué es una localidad como Baracaldo la que menor número de falangistas tenía, habida cuenta de que según el censo de 1930 era el núcleo más poblado de la provincia, si exceptuamos Bilbao. La razón hay que buscarla en la tradición política dominante en la derecha de estas poblaciones: tanto Portugalete como Guecho y Valmaseda poseían una larga vinculación con el monarquismo liberal frente a Baracaldo que, en el campo de la derecha, presentaba un carlismo hegemónico, tradición política que, como estamos viendo, mostró un elevado grado de impermeabilidad a la atracción fascista. Aunque la relación con el monarquismo liberal es especialmente intensa en el caso de Vizcaya, también se puede aplicar a Guipúzcoa, donde la vinculación familiar de algunos de los militantes con el monarquismo liberal conservador es evidente, como los Balmaseda Echeverría, los Ramírez de Arellano o los Gaytán de Ayala; o, incluso, a Álava, donde el núcleo fundador vitoriano familiarmente era de raigambre liberal. Esto, junto con el énfasis puesto por el fascismo en algunos de los aspectos más exaltados de la juventud, nos conduce a hablar del carácter de revuelta generacional que revistió el movimiento fascista. Frente a lo que entendían como un exceso de inmovilismo de sus mayores, los jóvenes procedentes de esta tradición política liberal conservadora optaron por un movimiento que incentivaba la acción por encima de la reflexión y apostaba por plantar cara a lo que entendían que era un proceso revolucionario y a la situación de postración que atravesaba la nación. Este fenómeno generacional ha sido detectado también en otros lugares de España y está presente en el panorama europeo (Prada Rodríguez, 2005: 181-183; Souto, 2004). En este marco se produjo un notable cambio de ciclo y de prioridades entre la década de los veinte y las derivas más puramente autoritarias, y la de los treinta y el auge de las opciones fascistas de la mano de una juventud impaciente ante la incapacidad de frenar los avances democráticos manifestados por las opciones políticas de sus progenitores.

Un factor cualitativo fue la relación que existía entre la militancia falangista y la práctica del deporte. Las primeras décadas del siglo XX supusieron la aparición novedosa del deporte profesional como espectáculo de masas y los tímidos comienzos de una cierta fascinación popular por las estrellas deportivas (Pablo, 1995: 125-139). En este escenario, y con el desarrollo de unos rasgos ideológicos que perseguían un mayor activismo y dinamismo, se produjo una cierta ligazón entre la práctica deportiva y la militancia política. No es que existiese una relación directa entre el ejercicio físico y una adscripción política sino que la práctica del deporte, junto con otros elementos de carácter cultural como la admiración por la literatura de aventuras, el incipiente cine de acción o las biografías de elementos de acción revolucionarios (Mainer, 1971: 13-15), suponían la existencia de una experiencia vital, un habitus, en expresión de Pierre Bourdieu (1972: 178), que facilitaría el acercamiento y la sintonía con las coordenadas culturales e ideológicas del fascismo. El propio culto al cuerpo y el desprecio de la comodidad burguesa también incentivaban el ejercicio físico. Así, era habitual encontrar entre los falangistas vascos consumados deportistas. José Manuel Aizpurúa era un habitual en las competiciones de balandros y representó a España en competiciones internacionales (Loyarte, 1944: 317); Paulino Astigarraga fue directivo del Donostia Club de Fútbol, vicepresidente del Consejo Superior de la Federación Guipuzcoana de Fútbol y automovilista aficionado a las carreras; Valentín Arroyo y Joaquín Viana, de la Falange alavesa, eran reconocidos sportmen; Ricardo Zulueta era futbolista profesional del Atlético de Madrid; y Justino Adrada, de la Falange vizcaína, fue ciclista profesional.68

 

Según todo lo que hemos visto podemos formular algunas conclusiones. El fascismo en el País Vasco fue un movimiento marginal, íntimamente vinculado en su aparición y desarrollo a los desafíos que planteó la irrupción de la modernidad y la sociedad de masas industrial. Así, por un lado, tenemos el País Vasco costero, con una mayor diversidad y madurez entre su militancia y una penetración más allá de las capitales; y, por el otro, el País Vasco continental, con una militancia más limitada y monolítica, circunscrita en exclusiva a la capital provincial. Además, el fascismo vasco fue un fenómeno esencialmente urbano que mostró su incapacidad para incidir entre los sectores rurales ante el profundo arraigo entre estos de otras tradiciones políticas, como el tradicionalismo y el nacionalismo, vinculados estrechamente con la mentalidad y representaciones sociales de los habitantes del mundo agrario vasco. La columna vertebral de la militancia fascista vasca fueron las clases medias urbanas, entendidas en un sentido amplio. Entre ellas destacaron sectores como los empleados, las profesiones liberales y, de manera relevante, los estudiantes. Este grupo está en interrelación con otra de las características del fascismo vasco, su juventud. Con un terreno fértil abonado por la eclosión de tendencias vitalistas y por unas experiencias anhelantes de nuevas emociones que favorecían la sintonía con las coordenadas culturales del fascismo, los jóvenes protagonizaron una suerte de revuelta generacional ante lo que percibían como posturas inmovilistas y acomodaticias de sus mayores que en algunos casos les condujo a abrazar el fascismo. En este sentido, es interesante señalar la procedencia hegemónica de ámbitos de la tradición del liberalismo conservador. Aquellos que llegaron al fascismo desde el tradicionalismo o desde opciones progresistas eran minoritarios. Fueron los que procedían del liberalismo conservador, principalmente, los que siguiendo pautas que se daban por toda Europa se embarcaron en un proceso de actualización de la ideología y la praxis política de la derecha, reenfocándola desde una perspectiva ultranacionalista, palingenésica e irracionalista.

1 La Libertad, 24-7-1933.

2 La Libertad, 18-7-1933.

3 Norte, 4-8-1938.

4 La Libertad, 21-8-1936.

5 Pensamiento Alavés, 28-10-1938. Agradezco a Germán Ruiz Llano esta referencia.

6 El Nervión, 24-7-1933; Hierro, 13-2-1939.

7 El Nervión, 13-9-1933; El Pueblo Vasco, 24-10-1933; El Liberal, 26-10-1933, 18-11-1933, 2-12-1933, 7-12-1933 y 10-12-1933.

8 La Constancia, 8-9-1934.

9 La Constancia, 5-1-1935, 6-1-1935.

10 AMV B/6/13; AGA (8) 1.003 44/2553.

11 La Libertad, 7-3-1934.

12 La Libertad, 28-3-1933.

13 CDMH, PS Bilbao.

14 El Liberal, 18-1-1934, 19-1-1934.

15 El Día, 9-9-1934.

16 La Constancia, 11-9-1934.

17 El Liberal, 6-1-1934, 16-1-1934; FE, 25-1-1934.

18 El Pueblo Vasco, 16-7-1936.

19 El Diario Vasco, 28-4-1936; CDMH/PS Bilbao, Caja 253, Exp. 18.

20 El Nervión, 18-4-1935.

21 El Pueblo Vasco, 27-4-1935.

22 El Nervión, 18-4-1935, 25-4-1935, 26-4-1935, 30-4-1935.

23 El bachoqui era el centro de reunión social del PNV, equivalente a las Casas del Pueblo del PSOE; Arriba, 13-2-1936.

24 La Libertad, 10-2-1936.

25 Pensamiento Alavés, 13-8-1935; Arriba, 13-2-1936.

26 Pensamiento Alavés, 25-2-1935; AIMNO, Plaza de Vitoria, Caja 8 Causa 1055/38.

27 Norte, 9-10-1937; AIMNO, Plaza de Vitoria, Caja 39 Causa 661/42.

28 La Libertad, 28-3-1936; Pensamiento Alavés 4-4-1936 y 6-4-1936.

29 La Libertad, 21-4-1936; Pensamiento Alavés 6-7-1936.

30 La Libertad, 20-10-1936.

31 La Libertad y Pensamiento Alavés, 6-5-1936; Norte, 18-7-1938.

32 Pensamiento Alavés, 19-5-1936.

33 AHPA, Fondo Nanclares, Caja 23, Expediente 319. Agradezco a Javi Gómez la referencia.

34 La Constancia, 5-1-1935, 6-1-1935; Unidad, 20-11-1941.

35 La Constancia, 9-8-1935, 19-11-1935, 26-11-1935; A. Loyarte: Los mártires..., pp. 439-446.

36 La Constancia, 24-1-1936, 25-1-1936 y 26-1-1936.

37 Unidad, 28-7-1937; CDMH/PS Bilbao Caja 253, Exp. 18

38 El Día, 25-3-1936.

39 CDMH/PS Bilbao Caja 253 Exp. 18.

40 Unidad 18-7-1938.

41 El Pueblo Vasco, 29-4-1934.

42 El Correo Español, 8-11-1938.

43 El Pueblo Vasco, 27-4-1935, 23-11-1935, 30-11-1935; El Nervión, 18-4-1935.

44 Memorias de José Echevarría Novoa. Fondo especial Sancho el Sabio, Caja 2/3.

45 CDMH/PS/TPE Caja 13 Exp. 20.

46 El Nervión, 25-2-1936.

47 El Nervión, 19-3-1936.

48 El Pueblo Vasco, 19-5-1936.

49 El Nervión, 19-3-1936.

50 AGMAV/Jefatura de Milicias de Vizcaya, Leg. 61.

51 CDMH/PS/TPE Caja 18 Exp. 1.

52 CDMH/PS/TPE Caja 10 Exp. 7.

53 Unidad, 18-7-1938.

54 Arriba, 27-6-1935; CDMH/PS/TPE Caja 18, Exp. 1.

55 CDMH/PS/TPE Caja 10 Exp. 7.

56 AGA (8) 1.003 44/2553.

57 Pensamiento Alavés, 9-10-1935, 28-12-1942.

58 Unidad, 8-2-1940; El Pueblo Vasco 22-5-1934.

59 Unidad, 7-9-1937.

60 Unidad, 7-9-1937, 1-4-1938; CDMH/PS Bilbao Caja 253, Exp. 18.

61 CDMH/PS/TPE Caja 13 Exp. 20 y Caja 12 Exp. 7.

62 CDMH/PS Bilbao Caja 253 Exp. 18; Unidad, 5-1-1937; Euskadi Roja, 14-3-1936; El Día, 16-9-1934.

63 CDMH/PS Bilbao Caja 253 Exp. 18.

64 CDMH/PS/TPE Caja 13 Exp. 20; CDMH/PS/TPE Caja 19 Exp. 2.

65 Unidad, 20-11-1941.

66 Unidad, 18-12-1942, 29-10-1943.

67 Hierro, 12-1-1938.

68 Mundo Deportivo, 23-10-1927; El Día, 26-9-1934, 28-2-1935, 21-9-1935; Pensamiento Alavés, 8-4-1936; La Vanguardia, 7-8-1927.