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HUGO BOSS HACE LA PAZ

Publicado en el Objektiver Beobachter.

Hace dos meses que Hugo Boss llegó, pero todavía no ha confeccionado los nuevos uniformes —esos con los que los ustachi tienen previsto reemplazar el plagio de nuestro uniforme negro, que, por cierto, incluso nosotros hemos dejado prácticamente de utilizar—, y esa era la razón oficial de su traslado a Zemun.

El centro de la ciudad estaba compuesto por una serie de calles a la manera austrohúngara, muchos parques y árboles y un muelle no muy grande, pero agradable. Lo que no encajaba y ofendía su sentido estético era el sucio mercado y los viejos vendedores, que ofrecían ropa de segunda mano y zapatos en descomposición fuera del circuito comercial habitual.

En principio, Hugo Boss planeaba diseñar un uniforme gris. Es un color muy práctico para la indumentaria militar porque recuerda al color de la pólvora y es la síntesis entre el blanco y el negro. Pero en su nueva conversación telefónica con el metzingense, el caudillo croata no lo aceptó, porque el gris era el color del uniforme que los ustachi habían vestido durante los años treinta, hasta que lo cambiaron por la imitación del Allgemeine confeccionado para las tropas de las SS. Así que Hugo Boss sugirió los dos restantes colores posibles: el verde y el rojo. Se lo comunicó a Pavelić y la respuesta también fue negativa por la semejanza entre un posible uniforme verde y varios uniformes ya existentes de colores militares. A propósito de los uniformes rojos, Hugo le propuso el matiz carmesí, pero el Poglavnik no quiso ni oír hablar de ello.

Hugo Boss ni siquiera ha diseñado los nuevos uniformes, aunque pasa la mayor parte del tiempo en el taller de la calle Morfie que le ha conseguido el ejército croata, muy cerca de Adolfhitlerstrasse, la calle principal. Allí recibe a los chicos jóvenes de la ciudad, en cuyas formas corporales busca la inspiración para inventar el schnitt [*] del nuevo uniforme.

A primera vista, sus modelos preferidos entre los locales son los que pertenecen a la religión católica. O al menos eso parecía durante los primeros tres meses de su estancia en Zemun, cuando dos de sus modelos croatas se convirtieron en algo así como huéspedes permanentes del taller: primero el sargento de los ustachi Pavo Domitrović y luego Ivan Vranić, el periodista zagrebense que se había mudado de su ciudad natal a Zemun. Los jóvenes croatas locales y no los serbios acudieron en masa al taller debido al artículo en que Ivan Pleša, el redactor jefe del periódico de los ustachi zemunenses El guarda fronterizo, mencionó los honorarios que recibiría quien posase ante Boss. Pero cuando Pleša les susurró a algunos ortodoxos que quizá a Domitrović y Vranić, los dos croatas que se habían instalado en el taller, no sólo se les pagaba por posar, sino por algún tipo de favor sexual al artista de Metzingen, también los ortodoxos de Zemun engrosaron las filas de modelos locales de Boss. Y es así como Hugo Boss, intercambiando a un modelo por otro de entre los muchos que esperaban en fila ante el taller de la calle Morfie, ora serbio, ora croata, ha sido la primera persona en establecer la paz entre las dos naciones mayoritarias de Zemun.

POR UNA CENSURA FLEXIBLE

Publicado en el Objektiver Beobachter.

Ayer por la tarde, en el hotel Central de Adolfhitlerstrasse, próximo al cine Vesna, se celebró un debate dedicado a los nuevos medios de comunicación en Zemun. El encargado de la coordinación del evento, el jefe de redacción de El guarda fronterizo, Ivan Pleša, presentó a los participantes:

«Karen Frost en nombre de Radio Zemun; Monika Vranić como corresponsal local de La disposición de Zagreb; Ivan Vranić representando en calidad de jefe de redacción a la revista Esvárad, una publicación que está a punto de salir; y Novak Maričić de Radio Zemun y de El miembro del Comité, un nuevo periódico cuyo primer número aparecerá muy pronto».

El acto comenzó a las 19 horas. Además de los hombres de la Kulturbund, que acudieron en un número considerable, en la sala atestada de público pudo verse al diseñador Hugo Boss, el Dr. Moser como alcalde de Zemun y al controvertido director de Esvárad, el refugiado de Zagreb Martin Momačka Makovački, también un exfuncionario del Partido Laboral Nacionalsocialista de Zagreb y actual jefe del Partido Laboral Social Nacionalista, cuyo ayudante, Ivan Vranić, es hermano de Monika Vranić. Quién sabe si a raíz de la breve estancia de Novak Maričić en Zagreb, al final, Momačka y Vranić tuvieron que huir de la capital de todos los croatas y establecer un nuevo partido en Zemun.

El debate lo abrió Ivan Pleša de El guarda fronterizo, un redactor jefe que ayer por la tarde experimentó el rol de coordinador. En primer lugar, saludó al público y advirtió que en el debate participarían periodistas de todos los nuevos medios de comunicación, los medios remodelados y los futuros medios de Zemun, excepto los periodistas del ilegal y comunista El verdadero guarda fronterizo. Después de mostrarse crítico, a pesar de hacerlo con tópicos, con el infame periódico El verdadero guarda fronterizo, Pleša le cedió la palabra a Monika Vranić. Ella sostuvo que, dada la situación del periodismo en Zemun, lo ideal sería que los censores realizasen la valoración ideológica de los artículos después de ser publicados:

«Una censura demasiado sistemática impediría que los periodistas hiciesen público a tiempo su material, lo cual daría al traste con su creatividad».

Karen Frost respondió que la finalidad del periodismo no es informar a tiempo o de un modo creativo, sino útil.

Monika contraatacó con el ejemplo de «Los aquí presentes, Novak Maričić e Ivan Vranić, son periodistas por inspiración y no por experiencia profesional, dado que lo óptimo para un periodista es carecer de experiencia y escribir las noticias por pura inspiración. Se trata, en efecto, de una apuesta valiente y muy importante, en la cual el periodista asume deliberadamente un gran riesgo e intenta prever la opinión posterior de su censor», dijo. Y como si quisiera demostrar que tenía sed de un debate público, tomó un trago de Sinalco frío, enviado directamente desde Walsum (el debate lo patrocinaba la fábrica de la primera bebida europea sin alcohol).

Karen le respondió a Monika que «La inspiración y la falta de experiencia son importantes sólo para los poetas, nunca para los periodistas, que usan el lenguaje de un modo mucho más responsable. Y si quieres que los lectores se enteren de las noticias con rapidez, ¿por qué no colaboras en algún diario, y no en un semanario secreto y tan analítico como el Objektiver Beobachter?».

Incurrió en un error grave: no sólo era la jefa de redacción de nuestro semanario, sino también la primera vez que se mencionaba en público la publicación. Así fue como se desató un auténtico concierto de asombrados suspiros. En un ámbito tan reducido, donde casi todo tiene carácter público, nos habíamos esforzado por ocultar nuestra existencia ante todos aquellos que no formaban parte del ejército alemán o que no eran colaboradores directos. Lo que hasta entonces no había sido más que un rumor que corría por Zemun, un secreto, ayer por la tarde quedó al descubierto. Gracias al descuido de Karen Frost, los habitantes de Zemun conocieron el nombre de un periódico que, hasta ayer por la tarde, había resultado determinante en su destino, aunque de forma secreta. […]

¿Acaso la decisión de montar, en plena guerra, la redacción del Objektiver Beobachter casi sólo con civiles, no era un experimento atrevido? Demasiado atrevido y costoso. ¿Cuánto dinero había destinado el señor Neuhausen, presidente del consejo del semanario, a la construcción de una «casita» para instalar en ella la redacción?, y ¿cuánto en disponer de un jardín a su alrededor para que todo resultase invisible a los ojos ajenos?, ¿cuánto…? […]

Bastante confundida y ruborizada, Karen preguntó a sus íntimos, a colegas y a toda una serie de personas a las que veía por primera vez, dónde estaba el aseo. Tras la respuesta de Pleša, se dirigió al reservado.

Ivan Vranić estuvo de acuerdo con la opinión de su hermanastra Monika. Nadie le aplaudió, a excepción de Hugo Boss. Mientras hablaba sobre Monika, Ivan miraba al modista con una expresión de inocente admiración. Algo que resultó extraño en el rostro de un hombre tan alto y fuerte, de cejas tan peligrosamente densas que parecía haber nacido para alistarse en las SS.

Ya de vuelta, la jefa de la redacción dijo que seguiría en su lugar, a pesar de que dos o incluso tres participantes se oponían a sus opiniones y de que se sentía completamente sola:

«Si fuese necesario —dijo mientras se sentaba y miraba a Maričić con un gesto de reproche—, ¡podría enfrentarme con diez de ellos!».

«¡O con cien!», gritó alguien desde el público en serbio, aludiendo al sistema de la Vendetta 100/1.[*]

Pleša escenificó el final del debate al darse cuenta de que los participantes tampoco se veían con ánimos para seguir departiendo. Monika y Novak continuaban charlando y riendo entre dientes e Ivan había empezado a hacer dibujitos en un papel. Karen miró a Novak de un modo frío y arrogante, quién sabe si para ocultar su falta de seguridad, cualidad que parece ser la más poética en cuanto a su imagen pública, pues contrastaba con su altura, con su fuerza física y con la larga cabellera dorada que se desplomaba con firmeza sobre su espalda.

 

EL AMOR EN STUTTGART: EL AMOR EN ZEMUN

Publicado en El verdadero guarda fronterizo.

Si Karen Frost se marchó de Alemania, se debió sobre todo a la decepción que le había causado su amante Hugo Boss, quien al salvar su matrimonio la había defraudado. El hecho de que la hermana de ella viviese aquí desde hacía un año y pocos meses, no fue más que un motivo secundario a la hora de trasladarse precisamente a Zemun. Karen también podría haberse instalado en Belgrado para buscar trabajo en la capital de todos los serbios. Sin embargo, debido a su tamaño, le resultó demasiado parecida a Stuttgart, la ciudad que había abandonado y que trataba de olvidar, para olvidar con ella a Hugo Boss. Así pues, Zemun parecía la opción más lógica, lo mismo que el trabajo en la radio local.

Cuando abandonó Alemania, Karen logró alejarse de Hugo Boss, pero no así de los alemanes. Cualquier ser humano decente que encontrase a tantos compatriotas suyos en tierras extranjeras como hay aquí, y además vestidos de uniforme, de inmediato se consideraría a sí mismo un invasor o poco menos que un turista perdido. Sin embargo, cuando Hugo Boss dio con ella en Zemun, a la alemana, vestida de paisano, de nuevo le asaltó la idea de convertirse en la inspiración del famoso diseñador. Aquello que, antes de dejar Stuttgart, a Karen le había parecido tan agradable como la pena de muerte, ahora en Zemun la complacía como una dulce ilusión.

Si una noche, en ausencia del novio de Karen Frost, Hugo Boss no se hubiese presentado en su enorme caserón alquilado de la calle Belgradense, ella nunca habría descubierto tal ilusión. Mientras miraba a su inesperado huésped debió de sentirse como en casa; como en la casa de la que había huido.

Según el testimonio de nuestro fiable informador, ya en el pasillo, y tras dejar a un lado su bolsa de cuero negro, Hugo Boss le habló de la oferta que le habían hecho los ustachi para diseñar sus uniformes.

«Apenas me enteré de que tú vivías en su país, acepté la oferta y me presenté aquí —añadió Boss, entrando en la sala de estar—. Claro que lo último en lo que había pensado yo al venir aquí era en poner paz entre croatas y serbios. Lo único que me interesaba era restablecer mi relación contigo, ay, mi amor medio trágico de Stuttgart que había llegado a Zemun huyendo de mí… Ay, Karen, ¡tú eres la mujer en cuyo cuerpo me inspiré para remodelar el Allgemeine-SS! Lo cierto es que si acepté este maldito trabajo, el de diseñar los uniformes para los ustachi, fue sólo para tener una excusa formal para volver a ti… poder acercarme… Tú ya sabes que en Metzingen nunca me interesé por los modelos masculinos, sino por los femeninos, sobre todo por ti, ay, mi amor… ¡Karen-ci-ta!»

En presencia del Invisible, Boss le recordó a la anfitriona que cuando la conoció recortó las mangas del uniforme para las SS y elevó la cintura más allá de las caderas, para que el Allgemeine fuese lo más parecido posible a las atractivas y estables curvas de Karen Frost.

«Precisamente, durante aquellos años en que los germanos se mantenían en ayuno… preocupado por que el sexo pudiese matarlos, dada el hambre general, al rediseñar el uniforme conseguí crear la impresión de que las tropas de las SS estaban repletas de superhombres nórdicos de caderas estrechas, hombros anchos y largas piernas. Es decir, a imagen y semejanza de tu cuerpo, Karen —decía Hugo Boss—. Y tras realizar varios experimentos y alguna que otra estadística, resultó que el nuevo uniforme acentuaba la atracción física de los soldados. Algo que, gracias a ti, querida, tendría consecuencias muy positivas en la natalidad.»

Frost parecía escuchar las alabanzas que Boss le dirigía, mientras se cuestionaba en sus adentros tanto la decisión de huir de él como la de establecer una nueva relación con Novak Maričić, que en aquel momento se encontraba en Zagreb tratando de sacar a su hermano de la cárcel. Pero apenas terminó con los cumplidos, el modista empezó a quejarse:

«Puede que no toda la gente sea estúpida —dijo—, pero el 95 por ciento sí lo es, y aquí en Zemun lo son casi todos».

Karen le preguntó si también se estaba refiriendo a los alemanes. Hugo Boss respondió que no, que los alemanes eran capaces de los mayores éxitos espirituales.

«¿Quiere eso decir que te preocupa la estupidez de los demás?», preguntó Karen.

La luz que apareció en el ojo de Boss se transfiguró en una lágrima, vertida según él, por su amigo Herold, un prisionero judío de un campo de concentración en Letonia. Hugo le dijo a Karen que sólo se calmaría diseñando el futuro uniforme de los ustachi inspirándose en su cuerpo.

Si podemos publicar el material documental de este proceso seudoartístico, es gracias a la intrusión de nuestro camarada Der unsichtbare Mann, el Invisible, en casa de Karen Frost. De igual modo que les había sucedido a los dos guardias alemanes cuando lo condujeron a la Gestapo belgradense, Karen Frost y Hugo Boss no pudieron advertir al Invisible, escondido en aquella casa de la calle Belgradense.

El diseñador se quejaba ante la periodista de que, en su ausencia, le faltaba la inspiración y le pidió que se desnudase para poder contemplar con detenimiento su pierna izquierda, la pierna en la que llevaba el tatuaje de una Hakenkreuz.[*] A la altura del pecho, en la parte superior derecha del uniforme, Boss quiso colocar una copia del símbolo que lucía en la pantorrilla de Karen. Sacó sus gafas de la bolsa de cuero, sus papeles, un lápiz y un metro para tomar las medidas del nuevo uniforme, dispuso todos estos utensilios sobre la alfombra y se puso las gafas sobre la nariz. Se acostó junto a Karen y comenzó a tocar con delicadeza sus grandes pechos. Al poco se detuvo y quiso apuntar algo, pero ella se lo impidió acariciándole la nuca; de modo que él se quitó las gafas, se volvió de nuevo hacia Frost y le pidió que levantase la pierna izquierda y la mantuviese en el aire todo el tiempo que le fuese posible.

—En aquel momento —afirma nuestro interlocutor—, Karen Frost parecía más una chica seducida que una teutona valiente y madura. Si al principio Hugo Boss trató de concentrarse en diversas tareas estrechamente vinculadas con la confección del uniforme, poco a poco esa intención se transformó en deseo puramente carnal —continúa el Invisible.

Poco después, Karen Frost y Hugo Boss yacían silenciosos. El modista confesó que le gustaba el amplio baldaquín de la anfitriona. Karen lo miró sin decir nada. Entonces él le dijo despacio que había que encontrar a alguien capaz de estilizar la esvástica de su pantorrilla y le preguntó a Frost si conocía a alguien en Zemun apto para hacer buenos tatuajes.

«Hugo… has venido a mi casa para nada —le respondió Karen—. ¿A Zemun, también? Espero que no. —Y añadió—: ¿De dónde te has sacado que es menester ponerle una Hakenkreuz a los uniformes de los ustachi?»

«Es cierto, tienes razón», dijo él.

Quién sabe si en aquel preciso momento se le ocurriría rediseñar la esvástica con miras a aquella letra U con cuernos para el nuevo uniforme de los ustachi.

«Cuantos más años tienes, más ingenuo y perverso resultas —le dijo Karen—. Yo era también así, pero cuando tenía dieciocho años.»

A nuestro atento informador «invisible», Hugo Boss le pareció un niño cansado, y no un hombre que, en atención a su edad, casi podría ser el abuelo de Karen.

Hugo Boss le pidió que por favor se pusiese unas medias y un tanga bordado que había comprado especialmente para ella. La ropa era negra, «hecha para mujeres reflexivas que se toman en serio tanto el sexo como el arte», dijo, y sacó las prendas de su bolsa de cuero. Karen las vistió e hicieron el amor. El Invisible aprovechó ese momento para robar y traernos de su casa el dinero con el que hemos cubierto los gastos de impresión de esta edición de nuestro periódico.

EL FRACASO DE LAS NEGOCIACIONES

Publicado en El verdadero guarda fronterizo.

La tarde del 30 de mayo, en Zemun, en el piso de Karen Frost en la calle Belgradense, el periodista serbio de veintitrés años Novak Maričić dejó sin vida a dos colegas alemanes, impidiendo el plan de Neuhausen según el cual los nazis alemanes, los ustachi croatas y los miembros serbios del así llamado «Comité», se disponían a unirse para beber de la sangre del este de Bosnia. Lo único que Maričić iba a conseguir era la muerte de doscientos serbios de Zemun, si por el asesinato de dos periodistas alemanes se ponía en práctica la regla de la Vendetta 100/1.

Aquella tarde, el periodista frustrado y miembro del Comité solucionó por la vía de las balas el debate dedicado al periódico El miembro del Comité. Cuatro balas le bastaron para sorprender con la muerte al militar y alto funcionario del DNB en Belgrado, Siegfried Frost (cincuenta y cuatro años), y a su mujer, ayudante e igualmente oficial Else Müller (cincuenta y seis). A él le descerrajó dos balas, una en el ojo derecho y otra en el brazo izquierdo. Las dos de su esposa fueron a alojarse en algún lugar detrás de su frente. Según parece, unidas en su tez aristocráticamente pálida, aquellas dos heridas formaron una mancha similar a un adorno indio femenino, de modo que en la sala de autopsia del hospital en Zemun, la señora Müller parecía una mujer bendita, una diosa de Oriente Medio.

En tal tiroteo, sucedido en su propia casa, tampoco Karen Frost (veintinueve años) lo pasó demasiado bien […].

En la primera comida compartida en casa de Karen Frost, la anfitriona le presentó a Novak a sus padres: Else Müller y Siegfried Frost, un matrimonio de expertos periodistas que le prometieron ayuda para poner en marcha el periódico con el que Neuhausen había planificado apoyar la ofensiva sobre el este de Bosnia. Maričić aceptó que la familia Frost & Müller participara en sus proyectos y que los tres figurasen como consejeros en la fase inaugural de El miembro del Comité. Novak transigió en muchos aspectos de su comportamiento diario que estaban previstos para proporcionarle una vida más cómoda, pero que al final sólo causaron la muerte. Y antes de matar a Frost y Müller y huir de la calle Belgradense, junto con otras cuestiones bastante complejas, Maričić había estado valorando la posibilidad de casarse con la hija de sus dos futuras víctimas.

ACTOS DE DISCIPLINA

Publicado en El guarda fronterizo (Graničar, Zemun),

un periódico de los ustachi croatas.

Anteayer por la noche, una escuadra de la seguridad pública de los ustachi que andaba tras los pasos de Novak Maričić en Batajnica, junto a Zemun, registró el piso de Monika Vranić, la excolaboradora de La disposición y otros zeitungen.[*] La operación, a pesar de haber sido cuidadosamente organizada, resultó infructuosa.

Los ustachi, con el sargento Pavo Domitrović al frente, le mostraron a Vranić una orden de registro basada en cierta información suministrada por una fuente anónima según la cual Novak Maričić, de veintitrés años, encontraba refugio ocasional en su piso. Monika dijo que se trataba de rumores infundados y que se había trasladado a Batajnica precisamente para evitar los insoportables cotilleos en Zemun. Los ustachi se disculparon por entrar en la casa y registrarla. Ella, a su vez, lo hizo por el desorden.

Algo inesperado sucedió cuando los ustachi intentaron entrar en el lavabo. Domitrović vio que algo se movía allí dentro, reaccionó de inmediato y disparó.

En el oscuro lavabo no se movió ningún bandido o animal, ni siquiera la palanca de la cisterna. A quien le había dado de lleno el sargento con su disparo era a Monika Vranić, que no había respetado las instrucciones de los ustachi: «Quédese en la cocina hasta que finalicemos con el registro», y había ido a orinar. Como también había desobedecido una segunda regla: «Los civiles no tienen derecho a utilizar chalecos antibalas», a pesar de que el disparo fue certero, Monika Vranić sobrevivió.

Tras pedirle nuevamente perdón, le confiscaron el chaleco. Unos minutos después, dos jóvenes vestidos de negro salieron de la cocina con una pistola y una botella de aguardiente.

—Siento haberla molestado y también siento haberle disparado. No puede usted ni imaginar cuánto lamento el trágico destino de su hermano —las palabras del sargento Domitrović estaban salpicadas de compasión—. Lo conocía bien, tuvimos el mismo patrón —dijo, refiriéndose a Hugo Boss.

 

A continuación, Domitrović la interrogó sobre el arma que habían encontrado, pues no disponía de la licencia correspondiente, y también sobre el chaleco antibalas.

—La pistola era el arma de reserva de mi hermano… y el chaleco antibalas, su chaleco antibalas de reserva. Conservar su pistola… y más todavía vestir una prenda que algún día él mismo llevó, son para mí el modo más completo… de evocar a mi hermano —dijo Monika Vranić.

—De nuevo habla usted de forma ambigua, lo mismo que en su discurso el día de nuestro desfile en el centro de Zemun —dijo Domitrović—. Así que dígame, por favor, ¿qué quiere decir con eso?, y, sobre todo, ¿qué quiso decir usted aquel día del desfile, el 12 de julio?

Monika aseguró estar demasiado agotada como para ponerse a discernir qué había querido decir el día del primer desfile de los ustachi por el centro de Zemun. Así las cosas, la escuadra de seguridad pública le confiscó también la pistola y con cierta consideración se retiró de su vivienda.

Los «negros» fueron luego a visitar las casas de sus vecinos para preguntarles sobre Maričić. Con las correspondientes órdenes de registro por delante, Domitrović y sus chavales entraron sólo en dos casas. En una hallaron a una familia húngaro-croata y en la segunda, algún que otro serbio. Mientras que la primera atendió a los ustachi con sumo gusto, aquel pobre tipo de origen serbio opuso cierta resistencia, seguramente tratando de evitar que los ustachi viesen a sus hijos orinando en la cama y a su esposa regañándolos. Pero el grupo, con Domitrović al frente, demostró estar a la altura de las circunstancias. Como si el incidente en la casa de Monika Vranić los hubiese aplacado, decidieron no arrestar al serbio; si bien es cierto que tenían razones para hacerlo, pues el serbio les insultó y les dijo:

—El Poglavnik no se hace llamar primer ministro, a pesar de serlo, porque quiere hacer responsable de nuestra pobreza a su ministro de economía…

Entonces se oyeron unos ruidos. Algunos vecinos serbios acababan de salir de sus casas para apoyar verbalmente a su compatriota. Semejante complicidad ciega sólo puede encontrarse entre las filas de los comunistas.

La escuadra de la seguridad pública redactó una lista con unas pocas docenas de habitantes de Batajnica poco considerados y se la hizo llegar a los encargados al mando del capitán Viktor Tomić.

Por posesión de un arma sin licencia, Monika Vranić se enfrentará a un proceso judicial aparte.

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