Introspecciones para despertar

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«Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la

luz, sino haciendo consciente la oscuridad».

Carl Gustav Jung

Palabras perdidas

Piden rescate las palabras

que distraídas se entregaron

a la despiadada oscuridad,

donde el encierro,

el rencor y el miedo

las convirtieron en algo más.

Piden rescate las palabras

que ingenuas caminaron al vacío

y creyéndose olvidadas

se brindaron al rencor.

Piden rescate

(aún hoy lo hacen),

se saben, desde donde estén,

silenciosamente indispensables

para aquellos potenciales rescatistas

que aún le temen a la oscuridad.

Atemporal

Pobre mi reloj interno,

se encuentra algo perdido,

ya no reconoce el norte

y mucho menos el aquí y ahora.

Camina hacia los lados

y hasta por momentos retrocede,

confunde el hoy con el pasado

y ahora siente lo olvidado.

Creo que mi reloj se descompuso;

puede verte aquí sentada, pensando

al pie de la cama que cubrimos

con tiernas ilusiones de niños

y certezas adultas

que se niegan a morir.

Hoy mi reloj marca las 12:00,

pero ya no reconoce ni el día ni el mes

y el presente aún sabe a pasado.

Incertidumbres

En algunas ocasiones

las palabras vienen y van,

los pensamientos las encienden

y los silencios les dan fuerzas.

En algunas ocasiones

los pensamientos se emocionan,

los silencios les dan aire

y las palabras los consuelan.

En algunas ocasiones

hasta me olvido de quién soy

y entonces le pregunto al sol

dónde fue que me perdí.

Entonces me encuentro en esos momentos

donde los silencios lo son todo,

donde las palabras se agotan

y los pensamientos buscan los «por qué».

Sé que ellos saben dónde fue que lo hice,

dónde fue que lo enterré,

dónde fue que escondí aquel frasco con certezas

que de niño capturé.

Es hora de abrirlo

y dejarlas ir.

Sincericidio

Mentiría si te dijera

que ya no tengo miedos,

cuando por dentro mi mesura

parece desplomarse.

Mentiría si te dijera

que sé cómo vencerlos,

que es tan solo cuestión de tiempo

y que todo marchará bien.

Mentiría si te dijera

que no me aterra este desconcierto,

cuando a cada rato

me mareo y pienso en caer.

Mentiría si te dijera

que jamás te he mentido,

pues siempre he tenido miedo

de albergar tantos miedos.

Miedo a no ser capaz:

de pelear,

de insistir,

de ganar…

Miedo a que todos vean

de los miedos que estoy hecho.

Soy y no soy

No soy sombra ni soy luz,

soy quizá una mezcla de ambas.

No soy verdad ni soy mentira,

sino parte de las dos.

No soy tuyo ni de ella,

le pertenezco a un corazón siempre cambiante,

a un juego de preguntas y respuestas,

a un tablero con demasiadas piezas.

No soy cobardía ni coraje,

o tal vez un poco de los dos.

Soy esperanza y pesimismo,

libertad y desconcierto,

soy lealtad y soy traición,

cantos y alaridos.

Soy cambiante como el otoño,

corriendo del calor al frío.

Soy carne y soy efímero.

Soy esto y nada más.

Ira

Quiero escupir fuego,

aquello que quema,

lo que incendia mis pensamientos,

el veneno que busca asesinarme.

Quiero extirpar la crueldad,

la que se agiganta

y se vuelve contra mí

¡y no me deja respirar!

Quiero ahogarme,

matarme

y salvarme,

o al menos a una parte de mí.

Quiero cortar la furia de mis dedos,

la impaciencia de mis piernas,

el odio en mi boca,

el puñal de mi mirada.

Me hundo

y soy yo quien empuja hacia abajo.

Me asfixio

y soy yo quien rechaza el aire.

Creo desvanecerme

(rendirme)

ante el cansancio

que implica reprimirme.

Cierren las puertas,

protéjanse de mis gritos

y rueguen consternados

que no los alcancen.

Este cuerpo es la jaula

que intenta sujetar de los brazos

a la bestia que, claustrofóbica,

estalla de impotencia

e, incómoda,

ya no sabe cómo moverse.

¡No hay suficiente espacio para ser!

Y entonces grita hasta caer rendida,

exhausta

ante su cárcel

que, inmutable,

se sostiene

siempre igual.

Autocastigo

No quiero sentirme así,

castigando mi espalda

con pensamientos que como látigos

rasgan mi piel.

No quiero saberme culpable

de lo que soy,

de mis modos,

de las heridas provocadas por mi lengua.

Quisiera no estar escribiéndolo,

haberlo dejado todo flotando

en lo abstracto del pensamiento,

pero ahora ya está aquí

y llegó para quedarse:

el rechazo por la propia carne.

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