En buena lógica

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Perspectivas en el estudio de la argumentación

La argumentación se puede abordar desde distintas perspectivas, lo que convierte a la teoría de la argumentación en un campo interdisciplinar de estudios. La argumentación puede verse, entre otras cosas:

 Como una función del lenguaje que estudiaría la lingüística.

 Como un proceso cuyo estudio corresponde a la retórica.

 Como un procedimiento cuyo estudio compete a la dialéctica.

 Como un producto cuyo estudio corresponde a la lógica.

 Como una institución social estudiada desde una perspectiva socioinstitucional.

El enfoque lingüístico de la argumentación trata de describir la función argumentativa del lenguaje. Usamos el lenguaje con una multiplicidad de propósitos, a veces simultáneamente, y eso permite distinguir diferentes funciones del lenguaje. Parece claro que argumentar es una de las funciones del lenguaje. La lingüística trataría de analizar las características propias de esa función y su relación con las demás funciones del lenguaje. Así, podría decirse que el lingüista intenta, entre otras cosas, dar criterios que permitan distinguir los argumentos de los no argumentos. Por ello, buena parte del trabajo de los lingüistas sobre la argumentación se ha centrado en el estudio de los conectores y operadores argumentativos: partículas y locuciones como por tanto, pero, además, sólo, etc., que estructuran argumentativamente el discurso.

A diferencia de la perspectiva lingüística, las perspectivas dialéctica, lógica y retórica son normativas en tanto que distinguen, empleando criterios distintos, entre buenos y malos argumentos. Los criterios usados en cada caso pueden ponerse en correspondencia con los propósitos y fines de la argumentación. La perspectiva lógica atiende a los propósitos intrínsecos de argumentar, por lo que un buen argumento desde un punto de vista lógico presenta una buena razón para su conclusión. La perspectiva retórica tiene en cuenta los propósitos extrínsecos de argumentar, de manera que desde un punto de vista retórico un buen argumento es el que persuade al destinatario. Finalmente, la perspectiva dialéctica juzga los argumentos por su contribución a la consecución de los fines del intercambio argumentativo del que forman parte.

La retórica atiende a los procesos comunicativos inherentes a la argumentación, procesos en los que se busca inducir al destinatario a creer o hacer algo o a adoptar una determinada actitud hacia algo. En consonancia, la perspectiva retórica se centra en el efecto de las argumentaciones en los receptores, de manera que un buen argumento es entonces el que consigue persuadir al destinatario. Por eso la perspectiva retórica es la perspectiva del argumentador. Obviamente el argumento que es persuasivo en una ocasión, dirigido a un determinado auditorio, no lo será en otra, dirigido a otro auditorio. Por tanto, “persuasivo” se predica de usos de argumentos más que de los propios argumentos. Esta concepción argumentativa de la retórica como un arte de la persuasión o de la argumentación eficaz, coexiste con una concepción literaria de la retórica como arte de la elocuencia, asociada con las figuras retóricas.

Si la retórica se interesa por los procesos argumentativos, la dialéctica se interesa por los procedimientos argumentativos. Los intercambios argumentativos son formas de conducta coordinada, orientadas a la consecución de un fin compartido, y como tales están sujetos a reglas que fijan las obligaciones y los derechos de los participantes y regulan sus intervenciones, haciéndolas en cierta medida previsibles. La dialéctica trata de esas reglas y procedimientos desde un doble punto de vista, descriptivo y normativo. El objetivo de la dialéctica descriptiva es describir las reglas que rigen los distintos tipos de intercambios argumentativos. Conocidas esas reglas, se puede determinar si la propuesta de un argumento en una determinada fase de un diálogo es procedente, es decir, conforme a las reglas, o improcedente, es decir contraria a ellas. Por tanto, por lo que hace a los argumentos, los criterios dialécticos, como los retóricos, se refieren a su uso. El objetivo de la dialéctica normativa es proponer procedimientos ideales que promuevan la realización de los fines y valores que dan sentido a las prácticas argumentativas. Esos procedimientos ideales pueden cumplir distintas funciones: (1) proporcionar criterios para juzgar la razonabilidad de un procedimiento argumentativo, (2) servir como estándares para juzgar si y en qué medida un determinado intercambio argumentativo es razonable, y (3) dar orientaciones para diseñar procedimientos argumentativos eficientes.

La lógica se ocupa de los argumentos entendidos como productos de la argumentación, formados por una razón prima facie y una tesis. Su objeto es formular y aplicar criterios de corrección argumental. La idea es que un argumento convincente es aquel que da una buena razón para su conclusión, una razón por la que el destinatario debería aceptar la tesis. Dicho de otro modo y aplicando estándares lógicos, un buen argumento es el que aporta una razón que justifica su conclusión de manera que esta no pueda negarse por medio de razones. La pregunta central de la evaluación lógica es: ¿se debe aceptar la conclusión propuesta por la razón aducida para sustentarla? La perspectiva lógica contempla, pues, la argumentación desde el punto de vista del receptor, y al mismo tiempo comporta una cierta abstracción de las circunstancias concretas del intercambio argumentativo en el que se propone el argumento evaluado.

Las perspectivas dialéctica, lógica y retórica son las perspectivas clásicas en teoría de la argumentación, a las que han venido a añadirse otras en fechas más recientes, como la perspectiva socioinstitucional. El núcleo de un enfoque socioinstitucional de las prácticas argumentativas son los estándares normativos, como la equidad, la inclusión, la transparencia o la reciprocidad, que se aplican a las estructuras e instituciones sociales que dan forma a una determinada práctica argumentativa, como la deliberación política. La argumentación sirve, entre otras cosas, para tomar una decisión en asuntos de interés común. Imaginemos que tras deliberar siguiendo las reglas de procedimiento aceptadas se ha tomado una decisión basándose en argumentos convincentes. ¿Quiere decir eso que la decisión adoptada es legítima? Presumiblemente esa legitimidad depende de condiciones como la transparencia o la reciprocidad, que remiten al marco socioinstitucional de la argumentación. Como puede verse, de lo que se habla aquí es de si las condiciones en las que se desarrolla una argumentación legitiman la decisión adoptada.


PerspectivaObjetoDivisión
LingüísticaFunción argumentativaArgumentativo/No argumentativo
RetóricaProcesos argumentativosPersuasivo/No persuasivo
DialécticaProcedimientos argumentativosProcedente/Improcedente
LógicaProductos argumentativos
SocioinstitucionalMarco institucional de la argumentaciónLícito/Ilícito

La lógica o teoría de los argumentos

En lo que sigue adoptaré un enfoque predominantemente, aunque no exclusivamente, lógico. Conforme a la explicación de la sección precedente, la lógica es la teoría de los argumentos. En la lógica o teoría de los argumentos podemos distinguir dos grandes áreas: la analítica y la crítica. La primera trata de la naturaleza, estructura y tipología de los argumentos, mientras que la segunda tiene encomendada la búsqueda de estándares y criterios para la crítica y la evaluación de argumentos. Ralph Johnson (2000, p. 39) menciona como cuestiones propias de la analítica las siguientes:

 ¿Cuál es la naturaleza y función de los argumentos?

 ¿Qué tipos de argumentos hay?

 ¿Cuándo está justificada la adición de elementos no explícitos en la reconstrucción de un argumento?

 ¿Cómo hay que definir o entender los argumentos?

 ¿Cuál es la relación entre argumentos e inferencias?

Y como cuestiones propias de la crítica, estas otras (Johnson, 2000, p. 40):

 ¿Cuáles son los estándares adecuados para valorar los argumentos?

 ¿De qué manera repercuten la personalidad y las creencias del argumentador y de la audiencia en los méritos de un argumento?

 ¿Es la verdad de las premisas una exigencia lo suficientemente fuerte para la solidez de un argumento?

 ¿Hay diferencias importantes entre evaluar y criticar un argumento?

 ¿Cuáles son las virtudes lógicas de un argumento?, ¿qué cualidades hacen de un argumento un buen argumento?

 ¿En qué consiste una crítica provechosa de un argumento?

La analítica está, en un cierto sentido, subordinada a la crítica, porque, como señala Joseph Wenzel, la lógica (es decir, la teoría de los argumentos) “es una visión retrospectiva que se activa cuando alguien adopta una actitud crítica y ‘dispone’ un argumento para su inspección y evaluación”. (Wenzel, 2006, p. 17.)

1 Vid. María Álvarez (2016).

2 Entiendo aquí por “convincente” que no se puede negar racionalmente —es decir, por medio de razones. En la tradición lógico-formal los términos positivos de evaluación son válido (las premisas implican la conclusión) y sólido (las premisas son verdaderas e implican la conclusión). En la tradición lógico informal, el término positivo de evaluación es compelente (cogent): un argumento es compelente si sus premisas son aceptables, pertinentes para la conclusión y le dan suficiente apoyo.

 

2. Detección de argumentos

Argumentos

El argumento simple es la mínima unidad autónoma de argumentación, compuesta por algo que es presentado como una razón justificativa y otra cosa para la que pretendidamente es una razón.

El término “razón” se usa a veces como sinónimo de “buena razón” —por ejemplo, cuando se dice que algo no es una razón para algo. Para evitar esa carga valorativa, cuando la situación lo requiere, se habla de razones prima facie: algo es una razón prima facie si es presentado como una razón, aunque después resulte ser una razón muy débil o no ser una razón en absoluto.

Lo que está de por medio en la polémica emergente (que hasta hace poco sólo era un monólogo entusiasta) nos interesa a todos. Tiene que ver con la idea de que la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) amplíe su jurisdicción monopólica más allá de los combustibles fósiles y con la posibilidad de que trasladen recursos públicos a una empresa privada empeñada en la investigación, desarrollo y eventual uso generalizado del hidrógeno en el transporte público. […] Esto nos lleva a la única compañía que, hasta ahora, ha planteado la idea: Ad Astra Rocket. Encabezada por el científico-empresario Franklin Chang, su espíritu innovador genera admiración. Pero esta no es razón para que el Estado financie o adopte, sin discusión, una tecnología. ¿Transporte limpio por hidrógeno o por electricidad? La decisión debe tomarse vía un riguroso análisis costo-beneficio, no corazonadas o simpatías. Esto demanda, entre otras cosas, comparar opciones. (Eduardo Ulibarri, “Radar: Recope, el hidrógeno y nosotros”. La Nación, 22/06/2018.)

En este pasaje se rechaza que el hecho de que Ad Astra Rocket sea una compañía con un espíritu innovador admirable que está empeñada en la investigación, desarrollo y eventual uso generalizado del hidrógeno en el transporte público sea una razón para que el Estado financie o adopte, sin discusión, esa tecnología. Por otra parte, en la última parte del párrafo citado, se reconoce que alguien podría tomar una decisión movido por su simpatía por Ad Astra Rocket y Franklin Chang, así que aquella puede ser cuando menos una razón motivadora para apoyar a esa compañía con dinero público.

Como se desprende de los párrafos anteriores, los términos “razón” y “argumento” están estrechamente emparentados. Quizá por eso se usa a veces “argumento” por “razón”, para designar no a la unidad mínima autónoma de argumentación, sino a uno de sus componentes.

William Bancroft nació sin brazos, pero nunca ha tenido ningún problema para ayudar en casa, comer solo o hacer, casi casi, una vida normal. Ese sábado acudió con su familia a desayunar a la cadena estadounidense especializada en tortitas IHOP como muchos otros sábados, pero esta vez el desayuno tuvo un final amargo. El encargado del local, en un pequeño pueblo de Arkansas (EE. UU.), expulsó a la familia del establecimiento al ver al pequeño William, de tres años, subido encima de la mesa cogiendo una tortita entre los dedos de los pies para llevársela a la boca. Su argumento fue que la escena le podía acarrear problemas con Sanidad. (“Echan a un niño de tres años sin brazos de un restaurante por comer con los pies”. El Mundo FCinco, 11/06/2018.)

Lo que aquí se califica de “argumento” es la aserción permitir que William Bancroft se suba a la mesa para comer con los pies puede acarrear problemas con Sanidad al restaurante IHOP de Hot Springs (o lo expresado por ella). Esa aserción es la razón alegada por el encargado del restaurante para expulsar del mismo a William Bancroft, de manera que forma parte del argumento permitir que William Bancroft se suba a la mesa para comer con los pies puede acarrear problemas con Sanidad al restaurante IHOP de Hot Springs; por tanto, se puede expulsar a William Bancroft del restaurante IHOP de Hot Springs.

Argumentos y condicionales

Con la expresión “A es una razón para B” se puede querer decir cosas distintas. En ocasiones, se quiere dar a entender que en caso de que se diera A, se podría inferir B; en otras, que, puesto que se da A, se puede o se debe inferir B. Lo primero equivale a una instrucción, “Dado A, infiere B” o “Si se da A, infiérase B”, mientras que lo segundo equivale a un imperativo: “Dado que A, infiere B”. Para distinguir la instrucción y el imperativo se usan fórmulas diferentes: “si A entonces B” para la instrucción, y “A por tanto B” para el imperativo. Un argumento equivale a un imperativo,3 y presupone la instrucción correspondiente. Distinguimos por tanto el argumento A por tanto B del condicional si A entonces B, que nombra el compromiso inferencial contenido en ese argumento.

Cuando se dice que algo no es razón o no es una razón para otra cosa, lo que se está rechazando es una instrucción inferencial, como muestra el ejemplo siguiente:

En general, conducir por las carreteras de Europa es seguro y hay muy poco delito del que preocuparse, pero esta no es una razón para bajar la guardia y no asegurar la moto. (“Los mejores consejos para alquilar una moto en tus vacaciones”, mallorcadiario.com 14/06/2018. https://www.mallorcadiario.com/los-mejores-consejos-para-alquilar-una-moto-en-tus-vacaciones)

En esta frase, se asevera:

1 Que en general, conducir por las carreteras de Europa es seguro y hay muy poco delito del que preocuparse.

2 Que lo anterior no es una razón para bajar la guardia y no asegurar la moto.

Con ello se dice que no se puede inferir que no es necesario asegurar la moto para viajar por Europa del hecho de que conducir por las carreteras de Europa es seguro y hay muy poco delito del que preocuparse. Lo que se rechaza, en resumidas cuentas, es la instrucción “Si conducir por las carreteras de Europa es seguro y hay muy poco delito del que preocuparse, entonces para viajar por Europa no hay que asegurar la moto”. Por el contrario, cuando se dice que no hay razón o que no hay ninguna razón para otra cosa, normalmente se está rechazando un imperativo inferencial.

Un argumento A por tanto B es irrecusable en una situación dada cuando en esa situación se puede aseverar que si A entonces B. Cuando se puede aseverar que si A entonces B, pero no que A, el argumento A por tanto B es irrecusable sin ser correcto (vid. Cap. 7).

Premisas y conclusiones

Argumentar es dar razones para justificar una tesis, generalmente con el propósito de persuadir al destinatario. Para manifestar esas intenciones al destinatario el productor del texto puede usar varios recursos convencionales, más o menos institucionalizados. Los principales son la disposición de los enunciados dentro del texto, los signos de puntuación, las pausas y esquemas entonativos, los conectores y operadores argumentativos, y el uso de vocabulario explícitamente argumentativo.

Captar la presencia de un argumento es captar ciertas relaciones entre enunciados. Se llama “premisas” a los enunciados que, tomados conjuntamente, expresan una razón y “conclusión” al que expresa la tesis. Recuérdese que el argumento es la mínima unidad autónoma de argumentación, compuesta por una razón y una tesis, por tanto por una premisa y una conclusión. Cuando se entienden los argumentos como productos textuales, se dice que están formados por unidades lingüísticas que desempeñan los papeles de premisas y conclusión. Cuando se entienden los argumentos como entidades abstractas, se dice que están formados por unidades que corresponden a los contenidos de creencias, intenciones y actitudes.

Adviértase que premisas y conclusión son los términos de una relación: un enunciado actúa como premisa con respecto a otro enunciado que actúa como conclusión con respecto a aquel. La disposición de los enunciados, los signos de puntuación, las pausas y esquemas entonativos, los conectores argumentativos y el uso de vocabulario argumentativo son recursos para expresar esa relación. Veamos varios ejemplos.

Para el consumidor medio, el término ecológico representa una señal de calidad y un valor añadido. La gente suele asociar la palabra ecológico con alimentos producidos sin químicos o pesticidas, más saludables y respetuosos con el medio ambiente. (José Miguel Mulet, “La falacia del argumentum ad naturam”. Mètode Science Studies Journal 95 [2017]: 103.)

Aquí la estructura argumentativa viene indicada por la disposición de los enunciados: primero se enuncia la tesis, y tras un punto y seguido (o un punto y coma) la razón que la sustenta. Esta es una estructura argumentativa muy común en ausencia de otro indicador más explícito. Ha de tenerse en cuenta, no obstante, que cuando la frase que sigue al punto, o punto y coma, es directiva, y no representativa, la razón precede a la tesis, como sucede en “hay un límite; se debe votar dentro de la ley”.

Para representar gráficamente un argumento colocaremos sus premisas y su conclusión en dos rectángulos paralelos de la misma longitud, unidos por el conector consecutivo “por tanto”, con las premisas encima y la conclusión debajo. El diagrama del argumento de Mulet es entonces el siguiente:

La gente suele asociar la palabra “ecológico” con alimentos producidos sin químicos o pesticidas, más saludables y respetuosos con el medio ambiente

Por tanto

Para el consumidor medio, el término “ecológico” representa una señal de calidad y un valor añadido

Veamos un segundo ejemplo:

La situación de Bolivia es preocupante para Chile y el vecindario: agravará las divisiones internas, será un retroceso para la economía, aumentará la pobreza e impulsará la emigración masiva a países vecinos. (Hernán Felipe Errázuriz, “Atención con Bolivia”. El Mercurio, 26/02/2011.)

Las dos frases de este breve texto están unidas por el signo de puntuación “:”, que sigue a la conclusión y precede a las premisas que expresan la razón aducida para sustentarla.

La situación de Bolivia agravará las divisiones internas, será un retroceso para la economía, aumentará la pobreza e impulsará la emigración masiva a países vecinos

Por tanto

La situación de Bolivia es preocupante para Chile y el vecindario

En el ejemplo siguiente la relación argumentativa no es indicada por un signo de puntuación, como sucedía en los dos anteriores, sino por un conector.

“Ningún inversor privado habría aceptado invertir en las mismas condiciones. Por lo tanto, la financiación pública suponía una ventaja que falseaba la competencia entre los principales estudios de cine europeos”, manifestó Joaquín Almunia, vicepresidente de la Comisión y responsable de la Competencia a nivel europeo. (A. Beltrán y F. Bono, “Bruselas fuerza a vender la Ciudad de la Luz por competencia desleal”. El País, Comunidad Valenciana, 03/07/2014.)

Los conectores argumentativos son partículas o locuciones que estructuran argumentativamente un texto estableciendo relaciones argumentativas entre dos o más enunciados. Almunia usa el conector argumentativo “por tanto” para marcar el paso de las premisas a la conclusión.

Ningún inversor privado habría aceptado invertir en las mismas condiciones que la Comunidad Valenciana

Por tanto

La financiación pública suponía una ventaja que falseaba la competencia entre los principales estudios de cine europeos

Un tercer recurso para expresar una relación argumentativa es el uso de un vocabulario explícitamente argumentativo.

Pese a que [el portavoz de Más Madrid, Pablo Gómez Perpinyà] no ha querido ponerle fecha de caducidad, ha vaticinado que es “evidente” que [el Gobierno de coalición de PP y Ciudadanos que preside Isabel Gómez Ayuso en la Comunidad de Madrid] no durará demasiado porque es “un Gobierno que en muy poquito tiempo se ha metido en muchos charcos”. (Europa Press, “Perpinyà duda que el Gobierno regional dure toda la legislatura ‘porque en poco tiempo se ha metido en muchos charcos’”, 01/11/2019.)

Gómez Perpinyà también usa un conector para identificar las premisas y la conclusión. El conector “porque” invierte el orden de estas con respecto al conector “por tanto”, y sitúa la conclusión delante y las premisas detrás.

El Gobierno de coalición de PP y Ciudadanos que preside Isabel Gómez Ayuso en la Comunidad de Madrid es un Gobierno que en muy poquito tiempo se ha metido en muchos charcos

 

Por tanto

El Gobierno de coalición de PP y Ciudadanos que preside Isabel Gómez Ayuso en la Comunidad de Madrid no durará demasiado

Veamos ahora el siguiente ejemplo:

Los planes sencillos siempre dan mejor resultado que los engendros tácticos, aunque sólo sea por la simple razón de que el general no puede llevarlo a cabo sin recurrir a la cadena de mando. Y la cadena de mando se degrada progresivamente según lo distante que esté el general. (Cayo Mario dirigiéndose a Cayo Julio César; adaptado de C. McCullough, La corona de hierba, p. 509.)

Aquí la conclusión precede a la locución “aunque sólo sea por la simple razón de que”, tras la que vienen las premisas que expresan la razón aducida para sustentarla. Esa locución contiene el término argumentativo “razón”, que designa a una de las partes de un argumento, de manera que se nombra explícitamente el papel atribuido al enunciado que la sigue y al que la precede. Esto es, en “A por la razón de que B”, A es la tesis y B la razón aducida para sustentarla. La conjunción “y” sirve para unir dos premisas que, tomadas conjuntamente, expresan la razón de la que depende esa conclusión.

El general no puede llevarlo a cabo sin recurrir a la cadena de mando, y la cadena de mando se degrada progresivamente según lo distante que esté el general

Por tanto

Los planes sencillos siempre dan mejor resultado

que los engendros tácticos

Veamos ahora cómo se pueden usar los operadores argumentativos para condensar un argumento.

Las papas fritas y otros bocados de copetín son aún más perjudiciales que los postres y golosinas a la hora de bajar de peso. (“Peor que los postres: papas fritas, el alimento que más engorda”. Rosario3.com, 23/11/2012. http://www.rosario3.com/salud/noticias.aspx?idNot=121741&Papas-fritas,-el-alimento-que-m%C3%A1s-engorda)

El argumento se enuncia dos veces, una en el titular y otra en el cuerpo de la noticia. La disposición del titular es premisa: conclusión, con los dos puntos marcando el paso de la razón a la tesis. En el cuerpo de la noticia el argumento se condensa en una única frase, en la que se diferencian las premisas y la conclusión. El valor argumentativo de la frase viene indicado por el operador argumentativo “aún”. Los operadores argumentativos son morfemas que se aplican a un enunciado para indicar las conclusiones extraíbles de él sin hacerlas explícitas. En este fragmento el operador “aún” indica que la comparación se aduce como una razón para creer que las papas fritas y otros bocados de copetín son sumamente perjudiciales a la hora de bajar de peso. Ese operador sirve además para identificar una premisa implícita. Para que la comparación de las papas fritas con los postres y golosinas permita concluir que aquellas son sumamente perjudiciales, hay que sobrentender que los postres y golosinas son muy perjudiciales. Estamos ante un ejemplo de entimema: un argumento en el que se sobrentiende alguno de sus componentes —una de sus premisas o su conclusión. En un entimema los componentes implícitos tienen que inferirse del contexto, posiblemente con la ayuda de dispositivos textuales como los operadores argumentativos, como sucede en este caso.

Las papas fritas y otros bocados de copetín son más perjudiciales que los postres y golosinas a la hora de bajar de peso. Los postres y golosinas son muy perjudiciales a la hora de bajar de peso

Por tanto

Las papas fritas y otros bocados de copetín son sumamente perjudiciales a la hora de bajar de peso

El siguiente ejemplo es un argumento visual: un argumento en el que las premisas o la conclusión se expresan, total o parcialmente, por medio de imágenes. Como en esta ocasión no nos interesa ese aspecto, nos centraremos en las dos frases que aparecen en la parte inferior del frontal de la papelera, e ignoraremos uno de los aspectos más específicamente visuales, como es el dibujo de una mano que sujeta entre el índice y el pulgar un papel, que aparece en la esquina superior derecha.


Fotografía 1. Tomada el 21/07/2018 en la estación El Capricho del metro de Madrid

El cartel del frontal de la papelera está dividido en dos. En la mitad izquierda, con fondo azul, se dice, combinando el logo del metro de Madrid con una leyenda, “El metro de Madrid es tuyo”. En la mitad derecha, con fondo rojo, se lee “Cuídalo”. Interpretamos la combinación como un argumento:

El metro de Madrid es tuyo

Por tanto

Debes cuidar el metro de Madrid

¿Por qué interpretamos así ese rótulo? ¿Qué indicadores hay de que se está presentando “el metro es tuyo” como una razón para cuidarlo? La respuesta es que la primera frase está en modo indicativo y la segunda en modo imperativo, y la interpretación argumentativa es el modo de asegurar su pertinencia mutua.

Argumentos fácticos, prácticos y valorativos

Se suelen distinguir tres tipos de argumentos dependiendo de su conclusión: fácticos, prácticos y valorativos.

1 La conclusión de un argumento fáctico equivale a una aserción sobre hechos.

2 La conclusión de un argumento práctico equivale a un directivo que recomienda o desaconseja un curso de acción.

3 La conclusión de un argumento valorativo equivale a un juicio de valor, que atribuye a algo una cualidad ética, estética, etcétera.

El propósito extrínseco del argumentador es en el primer caso inducir en el destinatario una creencia, en el segundo inducir en él la intención de actuar de una determinada manera, y en el tercero disponerlo de un cierto modo hacia algo. Esas creencias, intenciones y actitudes son compromisos, en el sentido de Coliva explicado en el capítulo 1. Es decir, son actitudes reflexivas, sujetas a los principios del razonamiento teórico y práctico, de las que el sujeto es racionalmente responsable.

Veamos a continuación un argumento de cada uno de esos tres tipos.

La Jane Eyre de Fukanaga es una buena película porque trasciende ampliamente la frontera de la adaptación-resumen, el umbral de la admiración novelesca (https://www.20minutos.es/cine/cartelera/pelicula/31702/jane-eyre-2011/#xtor=AD-15&xts=467263).

El conector “porque” separa la conclusión, “La Jane Eyre de Fukanaga es una buena película”, de las premisas de las que depende, “La Jane Eyre de Fukanaga trasciende ampliamente la frontera de la adaptación-resumen, el umbral de la admiración novelesca”. La conclusión es un claro juicio de valor, así que se trata de un argumento valorativo.

La huella administrativa no puede perderse, entre otras cosas, porque es la base para las acreditaciones oficiales de los títulos (Lina Gálvez, “El sacrificio de aprobar un máster”. Blog Desde el Sur, eldiario.es, 22/03/2018. https://www.eldiario.es/andalucia/desdeelsur/sacrificio-aprobar-master_6_752834720.html).

De nuevo se usa el conector “porque” para separar la conclusión, “La huella administrativa no puede perderse”, de la premisa que la sustenta, “La huella administrativa es la base para las acreditaciones oficiales de los títulos”. Lina Gálvez está hablando de los trabajos de fin de máster, y por “huella administrativa” entiende la copia del trabajo, el rastro de la matriculación, el pago, el acta de defensa del trabajo y toda la documentación correspondiente. El estatus de la conclusión se aclara si se parafrasea como “La Universidad no debe perder la huella administrativa de los trabajos de fin de máster”. Es, pues, un argumento práctico.

Seven Seconds, serie adulta y para adultos, gustará a quienes en su día se enamoraron de The Wire o The Killing, porque bebe de las mismas fuentes (Mikel Lejarza, “Seven Seconds”. El Periódico, 23/03/2018. https://www.elperiodico.com/es/opinion/20180323/siete-segundos-6700529.

La premisa es que Seven Seconds, The Wire y The Killing beben de las mismas fuentes, y la conclusión es que Seven Seconds gustará a quienes en su día se enamoraron de The Wire o The Killing. La conclusión es una predicción, y como tal no recomienda ninguna acción. Otra cosa es que se pueda usar con la premisa “Te gustó The Wire” para concluir “Deberías ver Seven Seconds”, y construir así un argumento práctico. Pero este no es el argumento que estamos analizando. Una predicción es un anuncio de un hecho futuro, y por consiguiente si la conclusión de un argumento es una predicción, es un argumento fáctico.

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