Marx, ontología del ser social

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Z serii: Básica de Bolsillo #134
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Nicolas Tertulian en la Introducción a los ya mencionados Prolegomeni habla de la necesidad y de la forma finalizada, célula de lo que encontramos en el análisis del trabajo por Marx, en el que «no sólo se efectúa una transformación de forma en lo natural; el trabajador realiza en lo natural (ausser ihm), al mismo tiempo su finalidad»[44].

Es desde esta consideración ontológica del trabajo humano, como Lukács esclarece el proceso del desarrollo social[45] y de la superación de los límites naturales, así como la elucidación del capitalismo en Marx, con retrospectivas continuas de las formaciones primitivas. En este proceso de superación de los límites naturales en el que se preserva la base orgánica, emergen categorías correspondientes a una socialidad predominante (el valor ya lo es) como la plusvalía relativa que hace posible una más intensa explotación del trabajo en medio de un alza del salario real. En este proceso, que refuta la tesis de Kautsky del «empobrecimiento absoluto» y de irregularidades determinadas desde el ser social, no dominadas conceptualmente por el marxismo vulgar, las categorías superan su originaria ligazón y adquieren más acusado carácter social, aunque el valor siempre queda ligado al valor de uso[46]; Lukács significativamente añade, la Naturaleza se preserva en formas continuamente superadas. Por la intervención decisiva de las posiciones teleológicas se establecen marcos liberados del necesitarismo mecánico y en las conexiones de lo natural se abren espacios de la actuación de lo extraeconómico (los elementos «culturales» que determinan la duración de la jornada de trabajo): «el obrar social, económico de los hombres instaura fuerzas, tendencias que surgen exclusivamente de la praxis humana, cuyo modo de ser… es ininteligible para su productor»[47].

Dentro de la praxis material se eleva la posibilidad de conceptuar esa actividad creadora de los hombres, y el hecho de establecer estas conexiones, coloca la concepción propiamente marxista fuera de un vulgar economismo, sin aditamentos de valoraciones propiamente subjetivas; las categorías económicas encuentran su centro en el hombre, y su colocación en el centro del ser social es objetiva[48]: se trata pues de la fundamentación ontológica verificada de las aserciones tanto científicas como filosóficas; es decir, el enfoque ontológico de los procesos del ser social comporta, por la concepción de la actividad de los hombres la unificación de las afirmaciones científicas y de las generalizaciones filosóficas. Y Lukács concluye: «esta unidad es una efectividad fundada de audaces generalizaciones filosóficas, y constituye la atmósfera de la primera parte de El Capital»[49].

«Esta parece un reflejo de la realidad, no un experimento abstracto, y eso se debe al carácter de lo lógico de esa abstracción… que pone de relieve los fundamentos del cambio de mercancías». En esta reducción abstractiva a lo esencial, los elementos económicos y los extraeconómicos entran sin desfigurarse, mientras que una abstracción no ontológica de lo empírico, lleva a una deformación».[50] Esta abstracción «se apoya en la cosa misma, en la esencia ontológica de lo tratado». Lukács en este punto sobre la «cosa misma» recoge la orientación central de la crítica de Hegel a la concepción formalista de las categorías y de la abstracción en Kant; la de Marx se funda en la atención al proceso histórico real: de los artículos de la Neue Rheinisieche Zeitung «el robo de leña» a la Crítica a la teoría del estado de Hegel (historia contra la pura especulación de la historia). A partir de esta consideración, Lukács emprende el análisis del modo de construcción de El Capital, que «sobre la base de la abstracción (el cambio de mercancías), injerta nuevos elementos, nuevas categorías hasta que esté comprendida la economía conjunta del ser social»[51].

Marx, por mucho que en el primer libro la sociedad entera forme el telón de fondo, «las exposiciones centrales siempre captan actos individuales», indicando de manera expresa que «la primera exposición ha sido una abstracta, formal del fenómeno»[52].

La abstracción capta formalmente el proceso real de los actos individuales: la venta (W-G), no incluye en modo alguno la compra (G-W), que aparece lastrada de «casualidad insuperable» y que muestra el modo diferente del proceso global de las leyes que conciernen al todo económico. Es por esa inconexión entre los actos de compra y de venta de las mercancías, por lo que queda en claro que la ligazón por la ley del valor no basta, que en el cambio es necesario tener en cuenta el valor de uso, es decir que el camino de los actos singulares hacia el conjunto, no representa una nueva y más amplia abstracción como es de costumbre en los modos modernos de pensar, sino al contrario la supresión de determinados límites formales de la abstracción y un acercamiento a la conexión de la totalidad concreta. Este acercamiento lo es a la relación, existente entre los actos singulares, el valor de uso y el consumo real, conexión en la que se suprime la abstracción formal que tenía lugar en las fórmulas (W-G), (G-W), en cuyo proceso, el dinero (Geld) mercancía universal parece suplantar definitiva y radicalmente las diferencias que se enfrentan en los procesos reales; el dinero desempeña, como Marx ha visto en otros lugares, el papel de unificación formal y lógica de las diferencias. Es ésta una primera y fundamental elucidación del subtítulo de la obra de Marx: Crítica de la Economía política que manifiesta y resalta los antagonismos y desgarros que ciertas teorías económicas metodológicamente pasan por alto o borran; por eso la obra de Marx es «crítica ontológica de la economía política» no simple contraposición a la economía burguesa, ni simplemente lógica contra lógica.

Tal es el sentido profundo de la advertencia de Lukács, que Marx no ha elevado una nueva teoría económica, en tanto que ciencia particular, sino un universo crítico y dialéctico del cuerpo de aquélla. Lukács recoge de este modo las iniciativas de la «época de oro» de la economía soviética[53].

Es desde estas perspectivas que se acercan al funcionamiento en sí del ser social, como Lukács enfoca el análisis y la valoración del proceso de la reproducción ampliada, y concluye[54]: que tampoco aquí se trata de la descomposición simplemente pensada y metodológica de un solo proceso, sino de tres procesos reales que hay que concebir en un proceso unitario pero no homogeneizarlos bajo las rúbricas de producción-distribución-consumo del valor de cambio, sino también en tanto que valor de uso.

Tres procesos de reproducción del capital industrial, del comercial y del capital-dinero; el proceso conjunto se presenta como unidad de producción y de circulación, el de producción deviene mediador de la circulación y viceversa: el círculo conjunto es la unidad de las tres formas, de aquí que el capital teóricamente no se presente como objetividad cosificada, sino en tanto que relación, cuyo modo de ser consiste en un proceso ininterrumpido, que como tal incluye un consumo integrado y dependiente de donde la necesidad de romper esa circulación constante, y también el cambio de naturaleza del circuito: no el capital, sino los hombres y la necesaria socialización de un proceso que no esté al servicio del capital[55].

A1 llegar a estas conclusiones de gran alcance teórico y político por la expansión y la naturaleza que adquieren las categorías empeñadas (el capital, el consumo), Lukács los opone a las falsas abstracciones de los discípulos de Marx «en el espíritu de las modernas ciencias particulares» que, en el análisis de la reproducción ampliada, sucumben a tendencias ya criticadas[56], «tentaciones de un sistema de relaciones que engloba todas las posibilidades formales de la existencia […] independientemente de las diferencias materiales y reales y que puedan convertirse en objeto de cálculo exacto», y añade: «el camino hacia lo singular […] es una concretización que acerca a lo real», según las clases y las diferencias reales, sin ocultarlas como es el caso en el análisis económico abstracto; que las proporciones que Marx da en el libro II «son siempre complejos concretos, cualitativamente determinados», por lo que Marx introduce le diferenciación entre «medios de producción y medios de consumo (sectores I y II), de manera que el cálculo en términos de valor de cambio, pasa por alto las diferencias «cualitativas del valor de uso».

Se trata de la práctica burocrática en los cálculos de la reproducción ampliada; «en el proceso de producción, en tanto que movimiento circular, la copertenencia del valor de uso y del de cambio, vuelve a aparecer; es decir, es todo el movimiento circular de producción lo que se deforma en el cálculo abstracto».

Lukács, en estos pasajes de su crítica, recoge elementos teóricos de sus reflexiones de los años 20, «se produce una generalización pseudoteórica (G-G’)». La teoría económica en la época de Stalin consideraba la teoría del valor simplemente como una que muestra el funcionamiento del valor de cambio.

«Para la restauración del verdadero marxismo es necesario atender al ser (intentio recta), que constituye el fundamento de la ciencia y de la generalización filosófica, no a sus formas; ningún fenómeno puede comprenderse sin arrancar de la consideración concreta de la conexión de la realidad»[57] y «sólo el acercamiento a la realidad concreta del ser social y a la comprensión conjunta de su reproducción, le da a Marx la posibilidad de una más amplia disolución de las abstracciones del principio, y eso tiene lugar en la teoría de la tasa de beneficio. Tal es el problema del tercer libro»[58]: «dentro del curso circular, investigar las leyes que rigen los actos singulares, no sólo de por sí, sino colocados en el marco de conjunto. Esto presupone el crecimiento de las fuerzas productivas y, por consiguiente el descenso del valor y la posibilidad de ser arrojado de un dominio a otro». Lukács añade que «las categorías económicas en sus formas más puras y desarrolladas exigen una más amplia existencia en el funcionamiento del proceso»[59]; la superación de los límites naturales es el resultado del desarrollo.

 

En estos pasajes, nos parece que Lukács, pudiera referirse teóricamente a los fenómenos de estancamiento en la URSS, a los de un consumo popular despóticamente restringido, y también al salto adelante ineficaz de la colonización de las tierras vírgenes, que propugnara Khrushev, en lugar de desarrollar el sector II de los bienes de consumo, como se insinuó en el XIX Congreso.

En este plano de la reproducción ampliada, la transformación de la plusvalía en beneficio, es consecuencia de la superación de las abstracciones del libro I. Aquí no obstante, la plusvalía sigue siendo el fundamento, pero se encuentra en otro plano según su definición; en efecto, la plusvalía se refiere, en cuanto a su tasa, al capital variable, el beneficio en cambio lo hace respecto al capital constante[60], que origina una migración relativamente voluntaria de un dominio económico a otro, de que resulta una tasa media de beneficio y por otro lado también la tendencia a descender.

El carácter tendencial de esa ley se sigue, de que los complejos rea­les están en relación con complejos reales, de manera que tal ley no es mecánica, sino histórico-real, «que es resultado de movimientos dinámicos y contradictorios de actos teleológicos de emplazamientos conscientes», y cuyos resultados o difieren o son opuestos.

La caída de la tasa de beneficio presupone un cambio en el valor de los productos como consecuencia del descenso del tiempo de trabajo necesario a su producción y significa también una elevación en la capacidad de dirección; hay, pues, una baja tendencial de la tasa, y simultáneamente la posibilidad de crecimiento del consumo de masas, como antes hemos recordado.

Al llegar aquí Lukács teóricamente establece una diferencia entre los libros de El Capital,

en la primera y segunda parte, dominadas por abstracciones se enfrentan los capitalistas de la industria y los trabajadores; sólo en el tercer libro tienen un papel el capital comercial y el capital-dinero. La plusvalía transformada en beneficio entre todos los representantes económicos necesarios […] constituye lo esencial del tercer libro. Sólo la concretización de todos los valores activos permite pasar sin saltos de la economía en sentido abstracto, a la estratificación en clases[61].

Es claro que el trabajo de Marx se ha desarrollado como análisis y crítica ontológica de la economía política, no como exposición de una nueva teoría; tomado El Capital como «teoría económica se falsea su sentido y se convierte en una ciencia particular», por eso Lukács precisamente aquí añade: «El tercer libro contiene los más importantes y elaborados incisos sobre los nuevos complejos que aquí emergen, las funciones necesarias a la producción» y a la que en el libro I Marx ya entendía como Gesamtarbeit y al de su preparación que lleva a cabo el Schulmeister (el maestro de escuela), y Lukács añade que «tales conexiones se dan ligadas en el marco de un desarrollo histórico que remite a los problemas de una teoría general de la historia del marxismo», de manera que en la tarea de elucidación teórica de El Capital, intervienen conexiones y problemas de índole histórica y real del marxismo mismo. El Capital tampoco se constituye como un conjunto de corolarios lógicos, neopositivistamente reducido a la forma de sus enunciados; la obra es por ello una crítica dialéctica de la ciencia económica, pegada a la realidad histórica y social, extrayendo de ésta sus categorías y conexiones lógicas, desvelando sus identidades abstractas, las diferencias internas que las habitan, llevando a cabo un trabajo crítico de estas formas desde sus contenidos reales, reproduciendo, pues, en este nivel económico, la crítica que Marx efectuó frente a la articulación y el contenido logicista de la especulación.

Por eso en este punto de la evaluación de El Capital, Lukács aborda el problema en el que «se trata de la relación general de la producción y el consumo», afirmando la prioridad de la producción que debe, a su vez, caracterizarse, y esclarecerse «el concepto de momento dominante». Marx contesta a esta cuestión rechazando el fundamento lógico, ya que es relación de momentos que son de índole real y ontológica, «porque el desgarro de se establece entre la producción y el consumo», no se ha llevado de los libros a la realidad, sino de la realidad a los libros, es real, por lo que se eleva contra su identificación teórica (Bastiat). Marx con claridad recuerda: «los socialistas literarios y los economistas vulgares […] consideran la sociedad como un Sujeto»[62].

Respecto a la relación entre la producción y el consumo «aparece en primer lugar el aspecto ontológico ya que […] las categorías son formas de existencia, que constituyen una totalidad en la que pueden ser concebidas como elementos sustantivos», de manera que en la síntesis se preservan como tales, no admitiendo su reducción cuantitativa, y conservando su modo-de-ser ontológico; Respecto a la relación de la producción y el consumo aparece a primera vista que en consecuencia, la relación entre la producción y el consumo tratadas en abstracto e identificadas «sólo pueden aparecer por la penetración racional en las interrelaciones concretas y cualitativas; la apariencia de una relación cercana a la de Hegel, sólo lo es en apariencia metodológica, pero sólo metodológica».

En Marx es predominante el momento sustantivo en tanto que «determinaciones de existencia» de complejos móviles, y sólo desde ese doble carácter, de relaciones recíprocas en conexión compleja dentro de su propio ser, pueden ser entendidas. «En la dialéctica materialista… de la cosa misma, aparece un entrelazamiento de tendencias sustantivas, heterogéneas en tanto que copertenencia contradictoria de pares de categorías»[63].

La supresión de las determinaciones y engarces puramente lógicos por los correspondientes ontológicos de entidades reales lleva consigo una concretización extraordinaria y una crítica de las determinaciones cualitativas y reales de una relación que no suprime su modo-de-ser en una identificación abstracta.

Marx entiende la producción «tan en su conjunto, que determina el objeto, el modo y la inclinación misma del consumo, mediatamente determinado por la producción, no sólo objetiva, sino subjetivamente». Lukács se refiere a que la producción mediatiza materialmente el consumo, no sólo «culturalmente». Esta observación hecha de paso nos da ocasión de remitir a los pasajes de Zerstörung II, consagrados a la crítica reducida al ámbito cultural, de teorías que se derivan de la crítica neorromántica, entre otras algunas de las orientaciones de la Escuela de Frankfurt.

El consumo salido fuera «de su grosería natural» en su proceso anuncia el devenir hombre del hombre y se muestra como ontológicamente social «por su conformación en la inclinación por el objeto».

En este punto se abre una vasta panorámica desde la determinación material del consumo y que Marx filosóficamente esclarece, ya que «el objeto satisface a un público artificial, capaz de complacerse en la belleza»; lo estético se eleva desde el modo de producción, «es producción de un sujeto para el objeto», de modo que no sólo Marx joven, sino el del Esbozo de 1857 «considera la formación de los sentidos como resultado de la Historia mundial». El hombre «sensible» (sinnlich) también es de la Historia y la antropología es enfocada en tanto que historia mundial, que no sólo está sincopada por rupturas, sino que éstas a su vez se dan en conexiones. Entramado dialéctico de la producción y del consumo, donde este último determina el proceso pro­ductivo[64]; el objeto como finalidad crea el impulso para producirlo. Lukács somete a tratamiento dialéctico la restricción dogmática del consumo, recogiendo de paso un vector fundamental de la Disertación, el elogio de Epicuro, ya que el consumo establece idealmente el objeto de la producción, en tanto que imagen interna, impulso y finalidad; Marx, en estos esclarecimientos reproduce, en un plano más elevado, las polaridades internas que tensan el trabajo, donde la operación productiva está atravesada por la idealidad que la mediatiza y viceversa, poniendo en valor el hecho fundamental de la dialéctica materialista.

Ninguna interacción recíproca, sin momento dominante[65] y aquí se anuda la importancia que en el despliegue histórico y social se le concede al desarrollo de las fuerzas productivas.

En lo tocante a la relación entre la producción y la distribución, Lukács significativamente indica que plantea cuestiones de «muy otro tipo»; se trata de la relación de formas económicamente puras y el mundo histórico-social extraeconómico.

Al llegar aquí y tras rechazar explicaciones traídas de ciencias particulares (Freud, etc.), que rompen la unidad teórica del materialismo dialéctico, Lukács aborda el punto de las «contradicciones dialécticas entre lo económico y lo extraeconómico, llevándolo a una conexión orgánica con la ciencia de lo económico», ya que la distribución es distribución de los medios de producción, y distribución de los miembros de la sociedad, o subsunción de los individuos en determinadas relaciones de producción. En estos análisis, Marx mantiene la conexión dialéctica de la categoría y de los factores históricos y extraeconómicos, todos ellos anclados en las relaciones de producción, e indica que la falsa apariencia de una distribución «injusta», procede del punto de vista del individuo, para quien de manera inmediata se hace efectiva una ley social, la de su posición. En el marco de este análisis, que incide e investiga rigurosamente las consecuencias del modo de producción, Lukács reflexiona los cambios que tienen lugar en la distribución a consecuencia de una conquista y que parecen «apuntar a fuerzas extraeconómicas, pero que en una consideración más atenta siempre se impone la dirección del desarrollo de la producción», en tanto que momento dominante; las alteraciones fenoménicas responden a la esencialidad del modo de producción, y los saltos están determinados desde el desarrollo inmanente. Tal es el curso conexionado del ser social, las mutaciones mismas están determinadas y por las relaciones de fuerza no podrá conseguirse una regulación duradera, independiente de la herencia económica de la precedente; Lukács apunta aquí a la conexión inmanente desde los saltos en la continuidad y del curso histórico desde su propia esencia, el eje del trabajo social; por su parte los saltos son aparentes, y los «tipos» que la investigación cronológica ha construido (Weber), están abiertos desde su base e interior fluido en movimiento[66], pero esta continuidad no es de tipo «utilitarista» o economicista; para poder robar, debe haber algo que robar, y por tanto producirlo.

La producción se entiende como «producción y reproducción de la vida de los hombres, que va más allá de la supervivencia biológica», y tiene un carácter histórico-social.

Desde esta elucidación ontológica del pensamiento de Marx, saca la categoría de «producción» del marco estrecho de la actividad simple y mondamente económica captándola en tanto que movimiento global de la vida de los hombres sociales, por lo que se trata «de hombres cuyas capacidades y costumbres… se han instaurado sobre modos concretos de producción».

 

Las capacidades de los hombres se enclavan en las condiciones de producción; materialismo humanista, ni abstracto ni evasivo; sus capacidades surgen del modo de producir, se moldean según el trabajo, y lo extraeconómico no lo es, también se inmanentiza.

De este modo se lleva a cabo la crítica laboral y activa de la concepción «fetichizada» de las relaciones entre los hombres, y también y simultáneamente la de las fuerzas productivas, cuando se entienden como una técnica de por sí; desde esa concepción tecnologista de las relaciones interhumanas, se separan fetichistamente de las fuerzas productivas históricamente concretas: unidad orgánica de las capacidades en relación con las fuerzas productivas. Es en el marco teórico de la unidad que acabamos de mencionar, donde la «acumulación primitiva» deja de ser «una ley general abstracta del desarrollo», y tales cambios en la distribución, pueden desarrollarse en forma económica. Lukács puede elevarse contra el proceso de colectivización forzosa en la URSS, siguiendo en ello las orientaciones de Lenin de la necesaria «persuasión», tratándose de las reformas entre los campesinos.

Tras el esclarecimiento del carácter histórico-concreto de las leyes económicas, Lukács sienta firmemente un principio: que lo económico y lo extraeconómico no se relacionan ni como idénticos ni como contradictorios excluyentes, sino en tanto que «identidad de la identidad y de la no identidad», dialéctica fundamental, no logicista sino histórico-material que se determina en concreto. Concreción, histórica de las leyes económicas, que las saca del status abstracto y atemporal, «corpus teórico» desligado, flotante por encima del proceso real, en tanto que verdad intangible, verdad metafísica que reintroduce el formalismo del entendimiento kantiano; por eso, y contra esa petrificación dogmática y acrítica, Lukács insiste en que «el método de Marx es en su más íntima esencia histórico lo que lleva consigo que es preciso aplicárselo a él mismo, ya que su finalidad eminente es el conocimiento del presente»; se recogen elementos teóricos fundamentales del escrito de 1920[67]. El método exige su historización permanente, su verificación en tanto que encarnado en los procesos reales. De esta implicación del método en la historia se deriva el carácter práctico de sus enunciados, nunca exclusiva ni abstractamente «teóricos», sino internamente volcados en la praxis social de la lucha de clases. «Se trata del problema de la teoría y de la praxis»[68]; Marx se ha expresado sobre este punto: «como en toda ciencia social histórica, debe tenerse siempre en cuenta, en el estudio del movimiento de las categorías económicas, que estas expresan formas y condiciones de existencia»[69], que por tanto es preciso pensarlas en su carácter concreto.

Desde esta posición teórica, Lukács, en su primer libro marxista concluye el carácter inseparable del materialismo histórico y de la dialéctica, por la que la «causalidad rígida» debe ser reemplazada por la interacción recíproca»[70]. Con esto Lukács, desde aquel lejano texto sienta el germen de la relación renovada, desarrollada en la Ontología, de la relación entre la base y la superestructura.

Decimos esto siempre en la perspectiva de rastrear la «incontestable» continuidad de la investigación del filósofo húngaro, continuidad que debe entenderse dialécticamente también como Aufhebung y ahondamiento autocrítico de su propio pensamiento.

Tras establecer el carácter concreto de las leyes que se desprenden del movimiento del ser social, Lukács aborda el estudio de la plusvalía y afirma que ésta sólo «puede ser extraída por coacción extraeconómica», teorizando a partir de esta imbricación de lo económico y de lo extraeconómico, las condiciones en que se da la renta del trabajo, que sólo «la coacción produce aquí la realidad a partir de la posibilidad», con lo que en el proceso de génesis de la categoría económica entra en acción uno real y extraeconómico o uno de carácter histórico, que anula el automatismo «objetivista»; las leyes quedan incluidas en los procesos reales, y no caen sobre éstos de manera metafísica y fuera de ellos.

«La fuerza sigue siendo momento integrante en la sociedad de clases»[71], añadiendo que también en esto se trata de una dialéctica ontológica, no de la consecuencia mecánica de una ley abstracta; por eso enuclea un principio metódico: que la concepción justa del ser social debe siempre arrancar de la heterogeneidad primaria de los elementos de los complejos, y al mismo tiempo de la obligatoriedad de su íntima copertenencia a la totalidad; se trata de una concepción que exige ciertamente el difícil rigor de su establecimiento: la economía por ley y la coacción necesaria a la efectividad de esa legalidad, que fuerza a la aprehensión en pensamiento de una concreción sustantiva y real. Por ello debemos guardarnos de cualquier legalidad abstraída y abstracta, independiente de los procesos histórico-concretos, y simultáneamente del empiricismo, también abstracto del «sólo una vez» (Einmaligkeit). El pensamiento que se esfuerza por captar el contenido del de Marx, tiene que penetrar hasta un plano, el del ser histórico-social que está tan lejos de la abstracción como de los «hechos» brutos, no conformados en la totalidad ontológica que los funda. Ya en Historia y conciencia de clase ha rozado esa zona cuando elabora la crítica de los hechos[72].

El rigor constructivo de Lukács, llegado a este punto, encuentra que la concreción que ha afirmado es todavía abstracta, ontológicamente indeterminada, porque no se ha elaborado uno de los caracteres del ser social: su historicidad en cuanto al todo y también en cuanto a las relaciones de las partes, es decir las relaciones internas de ese ser en su articulación en el tiempo; por ello, ahora aborda el problema de la historicidad y de la generalidad[73]. En esta segunda sección de Marx: Ontologie, Lukács conexiona el problema de la ligazón propiamente histórica de hechos y la teoría que les concierne –su generalización y sus leyes–, por lo que aduce la cita del joven Marx, «la ciencia universal como ciencia unitaria de la historia», noción en la que no se trata sólo de las res gestae, sino de la elucidación de los enlaces y conexiones de la teoría.

Lukács indica que «al menos deben reflexionarse las más importantes categorías y conexiones con la historicidad que encierran»; con esto, Lukács sale fuera de una concepción vulgar de la historia, para elucidar categorías y nexos, y no confundirla con las propuestas simples del positivismo.

Lukács en el sondeo teórico ve la condición «unitaria» del proceso histórico, excluye que la simple irreversibilidad del tiempo pueda dar cuenta de esa conexión; en efecto es un hecho que la reversibilidad de muchos procesos tiene lugar en el tiempo, y Lukács habla de que la «profunda verdad parcial del aforismo heraclitano» se basa en el movimiento ininterrumpido de la materia, porque movimiento y materia representan los lados de la relación de sustancialidad y que la concreción de esta genial verdad parcial, sólo puede consistir en aprehender el principio substantia en tanto que móvil[74], que la filosofía del siglo XIX constituye un movimiento de eliminación de la noción de Sustancia de la visión del mundo.

Lukács muy oportuna y significativamente explica que en Hegel, la sustancia-sujeto «debe entenderse de manera móvil, ligada al Sujeto del género humano»; que esta concepción faltó de influencia, y en el neokantismo, y en el positivismo se ha prolongado el movimiento general de disolución de la noción. Lukács indica que la sustancia como principio ontológico de la permanencia en el cambio, frente a su sentido de contraposición excluyente del devenir, y la continuidad como forma del movimiento del complejo, sale fuera de la permanencia estática, abstracta alzándose hasta el principio de la reproducción. Esta transformación de la noción de sustancia en una de carácter dinámico, dice Lukács, puede esclarecer todos los conceptos de la ciencia, porque tal sustancialidad deja de estar, como en Espinosa en contradicción con su historicidad.

Tampoco basta el movimiento eterno para concebir la historicidad; ésta no es sólo movimiento, sino en su interior mismo, una dirección determinada en el cambio, en tanto que modificación cualitativa de determinados complejos en sí y en sus relaciones recíprocas[75]. La «genial verdad parcial del aforismo de Heráclito», el paso y derrumbamiento constante, tenebroso Untergang y desmoronamiento, no captan el proceso del ser social en su historicidad; esa configuración desesperada, no sólo borra el presente sustantivo, sino el proceso mismo del devenir que se evapora y vacía confortablemente. Hartmann indica[76] que el «tiempo» no es el simple y abstracto «devenir» de Heráclito, ya que se determina como «alteración» y «pérdida» (Entstehen und Vergehen), y que en ellos se apoya como en sus etapas, momentos de realidad y no los borra. Estos análisis de la sustancialidad en un devenir que mantiene las entidades a través de las que se despliega, convergen con los sondeos críticos de Lukács en su célebre artículo «Erzählen und Beschreiben» («Narrar y describir»)[77] donde identifica el método de la descripción en literatura, como una renuncia por parte del autor a la sustancialidad y a la vida: «El escritor burgués que se sirve del método de la descripción, instintivamente siente la falta de sentido de las descripciones», de los acontecimientos descritos. Podrían aducirse diferentes ejemplos de la falsa profundidad de ese «amontonamiento de trivialidades»; en amplia visión sintética, los análisis de Lukács de lo indiferenciado del movimiento del aforismo heraclitano y la galería, sólo exterior y superficial de las descripciones del naturalismo convergen; hasta ese punto Lukács preserva y, a años de distancia recoge contenidos teóricos que se recubren, y esto es testimonio de conceptuación responsable y rigurosa.