A la salud de la serpiente. Tomo II

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a lo mejor, 62, modelo para armar había sido escrita antes que Rayuela, o simultáneamente, como si fuera un cuaderno de notas, allí estaba ese episodio con los tres náufragos que tenía su equivalente en el espléndido episodio de la tabla entre dos ventanas con Talita (en Rayuela), y con la persecusión de los pobres en el barco en Los premios, y esa extraordinaria voluntad de hacer algo diferente con el lenguaje, las descripciones de Helene, por ejemplo la secuencia de lesbianismo, la escena del argentino y Celia, y esas secuencias sexuales y el crimen final como para parodiar cierta moda, como que no pesaban tanto ante el valor de un texto sobre las relaciones humanas urbanas como no había otro en América Latina, parecía más bien un libro traducido del inglés, el humor de Cortázar era casi metafísico, no residía como podría creerse en los chistes de los protagonistas cuando estaban en los pasillos del tren subterráneo, ni cuando inventaban palabras, ni cuando veían a Celia con cara de anuncio, ni cuando tropezaban con Harold Harolson y alguien decía que por fin comprobaba que nombres así no nada más existían en los libros de Borges, sino más bien cuando un lector como el Carretonero de Ayer y Hoy terminaba la lectura de un libro así como un aire de flauta, algo doméstico, con facilidad, con la misma intensidad o gusto con que Cortázar debía tocar improvisaciones en la trompeta, una bocanada de aire fresco, algo que hacía falta cuando la mayoría de los escritores parecían sólo preocupados por escribir una obra maestra, y sobre la mesa también un ejemplar de la revista Time adonde venía un artículo sobre la primera novela de Andy Warhol, un libro enorme hecho a partir de grabaciones, parecía que habían puesto 8 o 10 o más grabadoras distribuidas convenientemente en un departamento, y luego habían grabado una fiesta interminable, y estaba todo transcrito allí, todas esas frases banales, obtusas, oblicuas, elípticas, incompletas, idiotas, que se dicen durante una fiesta, sin dirección ni finalidad aparente, quizá dejando un pequeño espacio para que se colaran algunas otras cosas, ciertos movimientos, digamos, que se desarrollarían y pasarían a través de los que hablaban bajo la forma de sanciones muy breves y frecuentemente hasta agudas o equívocas, “tro­pismos” los llamaba Nathalie Sarraute (“les di ese nombre”, escribió en un famoso prólogo “a causa de su naturaleza instintiva, espontánea, similar a la de los movimientos realizados por ciertos organismos vivientes bajo la influencia de estímulos exteriores como la luz o el calor”), y a diferencia de los momentos “epifánicos” joyceanos, revelaban la verdadera vacuidad del género humano, su rebajada racionalidad, su empecinada estupidez, y eran frases además vacías de belleza o de trascendencia, y a veces hasta de sentido o de simple información, pero el libro parecía interesante, bueno, interesante e ilegible, pues leerlo implicaba casi asistir a una de esas reuniones de la mafia artística neoyorquina como si se fuese un fantasma, sin poder participar de ninguna manera, excepto como testigo, y oír con desusual atención toda esa cháchara en un idioma derivación del inglés que habían logrado malabarear los drogadictos y otros transgresores, el Carretonero de Ayer y Hoy con un plumón en la mano y su libreta abierta, una de sus libretas, ausente todavía un rato aunque quería anotar que había ido a Times Photo porque allí trabajaba un amigo de Ambrosia, Paul Wigger, que lamentablemente no estaba, y empezó a escribir que entonces el otro empleado trató de convencerlos de comprar una cámara de cine de 16 mm, por razones innumerables, pero que no hicieron caso, salieron a comer hamburguesas y encontraron a Luiz Vilela, volvieron a la tienda y ya estaba Paul Wigger, hablaron durante hora y media sin atreverse a tomar decisiones, Luiz daba de vueltas sin atreverse a salir de la tienda, afuera había como 7 grados farenheit, hasta que el Carretonero de Ayer y Hoy se decidió por una cámara súper 8 mm, sonora, con estuche, batería, rollos, lentes de acercamiento y un gran angular, todo, una belleza de aparato, como una joya interplanetaria, y durante horas no hicieron más que ver la cámara y por la cámara, a través de la cámara, leer el folleto explicativo, ana­lizarla, sopesarla, mirar por la mirilla, ensayar distancias focales, e inclusive al atardecer, durante el crepúsculo, convenientemente abrigados salieron al bosque atrás del Mayflower y tomaron un poco de película del cielo anaranjado a través de los árboles retorcidos, ahora sí que el espacio como un atributo del pensamiento, de la voluntad, del gusto, leer la realidad a través del lente de la cámara, no de izquierda a derecha, no de arriba para abajo, no en círculos, no de derecha a izquierda sino en trozos, las botas de Ambrosia pisando el suelo de nieve y hojas secas, y un poco más lejos una niña patinando en el río congelado, ardillas, un venadito desamparado, Ambrosia columpiándose en un columpio rechinador, al fondo el cielo con colores lujosos casi impresionistas, imposibilidad absoluta de un discurso coherente, una extensión blanca muy vasta y al fondo un árbol negro amenazante como una pesadilla, fascinación por el vacío, lo blanco, la inmensidad helada, la pureza del invierno, lo natural suplantando a la información y la cultura, la cámara registrando ese vasto espacio heterogéneo, anárquico, adonde un gordo desde un coche les hacía violentas señas con un brazo, el zoom y el reconocimiento, era Juan Agustín Palazuelos que volvía del supermercado y los invitaba a su casa, su enorme barba negra adentro de la bolsa de víveres que cargaba sobre su estómago, aceptaron gustosamente y lo ayudaron a bajar las cosas, el Carretonero de Ayer y Hoy se bebió dos vasos de cocacola y Ambrosia dos cervezas dos equis, ¿dónde las conseguiste?, hombre, manito, si las cervezas mexicanas son las mejores del mundo ¿cómo chingaos no iba a conseguirlas?, festejando el invierno y burlándose de los acentos nacionales, las cadencias, las tonadas, riendo a la menor provocación, un destello en los dientes de Palazuelos cada vez que se dirigía al Carretonero de Ayer y Hoy con su sonrisa triunfal, demasiado triunfal, escuchando discos (Jimi Hendrix: All along the watchtower; los Doors: Hello, I love you; Hugh Masekela: Grazing in the grass), hablando de Gonzalo Rojas, Braulio Arenas, Federico Schopf, Enrique Lihn, Oscar Hahn y otros jóvenes poetas chilenos, mientras la esposa de Juan Agustín y los niños decoraban el árbol de navidad, un arbolito artificial, y otro estudiante chileno de risa pronta, Grínor Rojo, ¿de dónde es tu nombre?, preguntó el Carretonero de Ayer y Hoy dispuesto a oír una historia complicadísima de emigrantes escandinavos, y Grínor displiscente, riendo o como burlándose ligeramente de su impertinencia o de su expectativa, aclarando que de ninguna parte, o bueno, que de su casa, que lo había inventado su papá, a lo que Ambrosia confrontó que el Carretonero de Ayer y Hoy había bautizado a un personaje de novela con el nombre más extenso que ella podía reconocer, ¿Terencio Rancio?, pensó el Carretonero de Ayer y Hoy, o lo dijo en voz baja, pero Ambrosia seguía, no, J. K. Menelao, en Gazapo, que se llama, según consta en una de las últimas páginas, J. K. Menelao Ignacio Adolfo, y miró al Carretonero de Ayer y Hoy como para saber cómo seguir, tan desamparada como los animalitos de las lindes del bosque, y entonces el Carretonero de Ayer y Hoy, un poco bajo la presión de la concurrencia y sin pavonearse demasiado, más bien intimidado por la presunción de su Ambrosia, recitó J. K. Menelao Ignacio Adolfo Enrique Julio Diego Ricardo Jorge Arturo Gómez Ávila Pérez Hurtado González Amezcua Oseguera Lozano Ortiz Caro Álvarez Páez Herrera Carreón Carmona López Quiroz Cinta Delgado Gallardo Salazar Fuentes Cifuentes Ausentes Presentes Me Clavas Los Dientes Y Tu No Sientes La Corroconchuda de Tafirulillo Cid Azcoil y Veraniego a sus órdenes…, Palazuelos y su esposa un poco nerviosos bebían grandes tragos de coñac, Grínor miraba a Ambrosia con una curiosidad desanimada y a la vez trataba de encender todos los foquitos del árbol navideño, buscaba algún fusible flojo, enchufaba clavijas sentado en el suelo, de vez en cuando soltaba una idea que al Carretonereo de Ayer y Hoy le hubiera gustado quedarse a desarrollar, tendrían que verse más seguido, por ejemplo que las obras literarias eran como mitos seculares cargados de pasado, presente y futuro, que transmitían los deseos arcaicos infantiles, a la vez como realizados en el pasado, como realizados en el presente por la actualización de la escritura y la lectura, y como realizados o realizables en el futuro por la fuerza misma de la dramatización de las palabras, o esta otra, propuesta por Palazuelos, la actividad creadora como una actividad lúdica, absolutamente del lado del placer, del lado del goce, el Carretonero de Ayer y Hoy satisfecho, casi podría decirse que feliz, acompañado, solidario, enriquecido, mirado, consentido, los niños corrían escaleras arriba y luego sonaban sus pisadas y cosas que caían y de vez en cuando la esposa de Palazuelos exigía orden y venía la calma, en eso arriesgó que para él todas las grandes novelas eran como los vestigios de unas cenizas, como el recuento del naufragio, y todos en la casa trataron de encontrar novelas que escaparan de eso hasta que irrumpieron los niños otra vez, eran tres, el Carretonero de Ayer y Hoy pensaba que nunca podría vivir con tres niños, demasiada competencia, no, rió para sí mismo, demasiada responsabilidad, se necesitaban como diez personas para cuidar a tres niños, Juan Agustín enseñándole sus poemas, iban a traducirlos entre él mismo y Gordon Brotherston, el librito estaba titulado en inglés, Juan Agustin’s High Fidelity Machine:

1.

(arañas en las ventanas

haciendo diseños iguales

a los de nuestras manos árboles

agrietan el cielo sobre el diluvio amarillo

 

haciendo diseños

iguales a los

de nuestro corazón

ninguna música por apasionada que sea

de Hungría o de cualquier parte impedirá

que este hielo se agriete sin un sonido

haciendo ningún diseño)

2.

esta tinta pegajosa cubre nuestras

manos cubre toda la habitación

sólo los analfabetos se ahogarán

3.

(Schubert tocando en la chimenea

y los estantes llenos

de ladrillos los impromtus no deben

ya sernos tan inesperados)

y hablaba de todo eso con Ambrosia al volver al departamento, ciertamente entusiasmado y contento, casi realizado, eufórico, las banquetas demasiado resbalosas, todo cubierto de hielo, la brisa helada petrificadora, la calle Bloomington demasiado larga y silenciosa, blanca, vulnerable, ellos tropezando a cada momento, resbalando continuamente, las luces de los postes de alumbrado público rodeados de niebla, como pequeños planetas, y entonces cierta luminosidad que surgía de ellos como cayendo sobre una vegetación derrotada por la nieve, emociones encendidas, actitudes triunfalistas, imágenes, palabras amorosas, el Carretonero de Ayer y Hoy estrechando cariñosamente, afectuosamente a Ambrosia con un brazo y con el otro cobijando, protegiendo la nueva cámara como si estuviera viva y temiera un enfriamiento, un resfriado, urgido por caminar más de prisa y llegar a la salud artificial que representaba su pequeño departamento, y sobre todo su novela en proceso, envuelto en vaho, una especie de calor que surgía de los dos y los protegía, como una neblina, como una burbuja, y esa extraña luz al final de la calle Dubuque, y el deseo cierto de tratar de describir esa sensación al llegar a casa, si es que llegaban, tan difícil era caminar esa noche, una curiosa sensación, una extraña sensación, cierta seguridad, pero a la vez sentimiento de la precariedad, miedo del invierno, del frío, de la intemperie, de la noche insensible, de la nieve insensible, curioso temor, curioso, así había empezado un párrafo para su novela algunos meses atrás, quizás en septiembre, acabado de desembarcar en Iowa City, o en octubre, a lo mejor lo había fechado, curioso, aunque curioso no era la palabra justa ni precisa, o sí, una como afirmación, e inmediatamente después de una coma, una duda, curioso…

Acabo de recibir tu carta en donde te haces una sugestiva pregunta: ¿qué maldito virus es el culpable de nuestra desaforada necesidad de información? Yo diría que no solamente es una necesidad de información, sino de formación, para estar, mejor dicho, ser consecuentes con lo que nosotros mismos nos hemos impuesto: ser unos intelectuales, informados en términos generales, y formados en nuestras respectivas actividades. Así, por ejemplo, tú estás formado de una manera sólida en literatura, y a la vez tienes una excelente información en muchas otras ramas y campos culturales, como así mismo yo pretendo estar formado dentro de la sociología, pero informado en literatura, cine, teatro, periodismo político, en fin, lo que es quizá la forma de demostrar que hoy se puede llegar a ser un intelectual de primera sin tener la estúpida idea sectaria de que “yo solamente sé dentro de mi campo”. También responde a una actitud del verdadero intelectual, no de los bastardos que leen dos libros al mes y ven cinco películas, sino del hombre de ideas, que tiene una responsabilidad crítica y una lucidez no en términos del humanismo sentimental, sino de una visión crítica del mundo. Hoy más que nunca sigo pensando que el intelectual es un eterno aguafiestas, un hombre que es la mala conciencia en medio de una sociedad conformista, estupidizada por la maldad de unos medios de comunicación que mitifican y digieren para ellos las peores ideologías a través del peor cine, la televisión y los periódicos que modelan el conformismo y los estereotipos de la clase media. El intelectual traidor que renuncia a las fáciles comodidades que da el con­formismo de la clase media, rodeado de los mitos que están desapareciendo, pero cada fin de año surgen virulentamente. Creo, contigo, que somos solemnes. En realidad, en el fondo siempre lo hemos sido. Nuestro humor no es más que una muestra de la importancia que tiene para nosotros tomar conciencia de los males del subdesarrollo, de la estupidez, de la ignorancia, de la mala fe, de los que dicen ser nuestros amigos, de la opresión de la sociedad industrial, en una palabra, de las enajenaciones del mundo moderno. También nuestra obsesión por la cultura es un rechazo a la política de las relaciones de contragolpe, que para darte un ejemplo, esa política de relaciones humanas la siguen bichos y estúpidos como un tal Juvencio Ramen, que realmente es siniestro. En el fondo nos atacan tanto (aquí te recuerdo tanto a la estúpida Diana Cazadora o mis ex amigos), porque realmente no toleran que leamos, que veamos el cine como lo hacemos, que estemos vívidamente interesados en todo (curiosidad pantagruélica la llamas tú), porque ese es nuestro estilo de vida, porque es nuestra forma de derrotar a la desesperanza, al conformismo, a la mala fe. Ellos han escogido el camino más fácil: leen dos libritos, citan cuatro, y se hacen los autocríticos. Esto lo digo porque la otra vez me encontré con Genaro en Sanborns y estaba la Diana Cazadora, que no perdona el éxito de los demás, y nos atacó a ti y a mí, pobre mujer. Pensar que un día creí que tenía posibilidades de ser una escritora, y en realidad la práctica ha demostrado que la única posibilidad que tiene es ser una chismosa furibunda y madre de un bodoque que parece rinoceronte.

Ya no te han hablado por teléfono, lo que indica que sí eran gente que estaban más o menos cercanas y creían que así te molestaban por la noche. Han salido muchos libros nuevos, como siempre que se acerca el fin de año. Por ejemplo, Mortiz te man-dó la poesía de Efraín Huerta, un libro de Juan Bañuelos titulado Espejo humeante, un libro de poemas de Marco Antonio Montes de Oca, Pedir el fuego, un ensayo de Juan García Ponce, Des­consideraciones, una novela de Ricardo Garibay, Bellísima bahía, y un libro de cuentos de Francisco Tario, Una violeta de más. Por cierto, todos ellos vienen dedicados por sus respectivos autores. La Editorial Siglo XXI ha sacado muchos libros que son fundamentales para el sociólogo y el intelectual en general. Un libro de Marcuse que reúne una serie de conferencias que dio en la Universidad de Berlín sobre la responsabilidad de los estudiantes, de los intelectuales, las posibilidades de la revolución, el papel de la ética en un mundo de amorales, etcétera. Políticamente hablando es un libro espléndido. Se llama El fin de la utopía, y me lo leí casi de una sentada. En literatura el mismo Siglo XXI publica la Nueva antología personal de Borges, una novela de Fernando Alegría, Los días contados, unos ensayos de Ramón Xirau, Palabra y silencio, otra recopilación de ensayos de García Ponce, La aparición de lo invisible. En la colección mínima un libro extraordinario que te voy a mandar, La calumnia, relación humana, a ver si así entendemos al monstruo Juvencio y amigos que lo acompañan. La Editorial Nuestro Tiempo también ha sacado buenos títulos. Un magnífico y didáctico libro sobre La revolución cubana y su economía, de un economista norteamericano muy brillante. Un ensayo de tu amigo Alonso Aguilar, Dialéctica de la economía mexicana. Alianza Editorial también nos ha invadido con nuevos títulos, unos ensayos sobre la revolución, la historia del urbanismo, unos comentarios de Voltaire, en fin, y una decena más.

Sobre mis planes para el año entrante, aún son inciertos, pero parece ser que la beca que pedí a Boston me la van a dar. Hace un mes conocí casualmente a un sociólogo de Harvard, joven de la nueva izquierda, informado y con una gran curiosidad por toda la cultura, a tal grado que podía ser fácilmente amigo nuestro y agarrarnos el paso. Está en México porque está haciendo su investigación para su tesis de doctorado, y está muy bien relacionado en los Estados Unidos, tiene influencia y hasta cierto poder en las universidades de Columbia y Boston, y acaba de mandar una carta apoyándome, para que con mayor facilidad me den la beca. Este sociólogo se llama Charles McCormack, y como te dije está interesado en todo. Le hablé de ti y a los tres días ya había comprado Gazapo en inglés, lo encontró en Dalis, y lo estaba leyendo.

El movimiento estudiantil ha terminado. Las tropas estuvieron cerca de la Universidad, porque los provocadores ­convocaron a una manifestación, que afortunadamente se evitó y así se ha diluido el conflicto estudiantil, con bastante frustración y amargura para los estudiantes y buena parte para los espectadores. La política no es una cosa fácil, requiere lucidez e información, no buenos deseos sentimentales solamente. El caso de José Revueltas es desde luego lamentable, pero tal parece que lo estaba buscando. Él sabía que tenían orden de aprehensión contra él y no se amedrentaba, no aceptó esconderse, siempre ha querido desafiar al sistema y se arriesgaba así, un poco desesperado. Le ofrecieron sacarlo del país pero no quiso irse, es como si hubiera elegido ser un mártir. Casi podría decirse que se entregó a la policía e hizo una serie de declaraciones fantásticas, de alucinado, como decir que era el autor intelectual del movimiento. No son falsas, no las inventaron los periodistas, conozco gente que estaba allí y oyó sus declaraciones. Parece un santo laico. Lo único bueno de todo esto es que semejantes atropellos han empezado a llamar la atención sobre sus libros, que por fin comienzan a circular. Ojalá y los reediten.

Tus hijos adoptivos están flojeando mucho. Estos días se van por la tarde a ver a Viviana, aunque Pillo prefiere quedarse e ir al cine con Balmori.

Lo del teléfono yo creía que era idea tuya, pero siempre les dije a los niños que no convenía quitar la extensión. Me dicen ellos que la estúpida de tu vecina se quejó con el dueño de que aquí se hacía mucho ruido. Yo creo que es afán de molestar, porque la que hace verdaderamente ruido es ella, que los sábados organiza unas dizque orgías con pintores alcohólicos y otras gentuzas que revolotearon hace años alrededor de La Mafia. Pobre mujer, es una histérica. La otra vez salía cuando intentó hacerme regresar, supuestamente porque me hablaban por teléfono al teléfono de su departamento. Como comprenderás, le dije que ya me iba y que tenía prisa, le dije adiós. Porque los demás días la histérica ni me saluda, lo que por otra parte no me importa.

Salúdame mucho a Ambrosia. Su carta estaba muy bien escrita, y me da gusto que esté leyendo tanto y aprendiendo tantas y tan fantásticas cosas en el mundo de la sociedad industrial. Cuando termine tu beca ¿se van a separar, o van a venir a vivir los dos juntos? ¿Todavía no sabes?

Tu amigo,

Arquímedes Kastos

O:

gazapos, ambrosias, helados ermitaños queridos: pues recibo su carta y aparte de la de ustedes la de kastos y estoy descubriendo que para mí las cartas no se presentan con esa textura idiomática que a ti tanto te ha gustado, sino como una textura sentimental, como verás siempre quiero resolver primero mis problemas sentimentales, y entonces a través de las cartas estoy descubriendo mis relaciones esenciales, mis amistades profundas (si tú quieres), mis cariños trascendentes (¡uta!), para mí las cartas están siendo como un cedazo, cuele y cuele, muy pocas gentes están quedando, últimamente estoy tan sensible que hasta las comas significan algo para mí, total, me enfrento definitivamente con la distancia y con la separación, y luego intento crear aquí otras amistades y otras relaciones (estoy oyendo a los doors), junto con ésta mando las revistas prometidas, dándoles inmensos agradecimientos por el cheque, deveras son inmensos (ya no los agradecimientos), sino ustedes, el número 16 de plexus está ya encargado y el libro de flash gordon espero comprártelo pronto, oye, es bueno que de vez en cuando me jalen mis orejas por mis informalidades, aunque no las hago adrede, ni inconscientemente, todo es por la maldita lana, y bueno, pues ya se fue carlos fuentes y de la única gente que le pude hablar para que conociera allá fue de kastos, es decir, de las gentes que él no conoce y que yo conozco, pero la sorpresa fue grande cuando una semana después recibí un telegrama en donde se me pedía mi novela urgentemente, el telegrama lo firmaba carlos barral, yo pedí explicaciones y recibí este otro: “interesado novela informe fuentes gustaría conocer recién terminada, carlos barral”; a propósito de esto necesito pedirte, qué novedad, consejo: la novela la terminaré antes de las vacaciones de pascua (17 de marzo), me faltan dos o tres capítulos y una revisión que haré sobre el texto mismo, que ya he pasado, he trabajado y en realidad tengo poco que corregir, excepto tu sugerencia de cambiarles de nombre a algunos personajes, es decir, de ponerles epítetos que no los singularicen (esto todavía no lo resuelvo y no sé bien qué hacer), la idea de que coloque los capítulos en 123456789 y final, es otra cosa importante, pero aunque no lo parezca es muy difícil de hacer, bueno, lo difícil es decidir, pero para marzo me pienso ir a italia pero con mi novela viajando de un lugar a otro de esta pinche tierra, es decir, viajando hacia iowa, ahora con la proposición de barral no sé qué hacer, sólo hay un original y una copia (que espero me regrese kastos), pero además ¿cómo ves tú la posibilidad de publicarla en seix barral?, eso quiero que me aconsejes, nadie más puede hacerlo, severo me dijo que seuil publicaría la novela en francés el año que viene, pero que antes tenía que estar publicada en español, así que no sé, en italia pienso comenzar en firme con el relato del que ya te hablé, la semana pasada estuve con octavio paz y le mostré algunas cosas mías, hoy tengo que hablarle pero tal vez lo vea hasta la semana próxima, no sé, esta semana me he dedicado a ir al teatro, y de lo que vi, lo que más me ha gustado ha sido comedie de beckett, lady macbeth de chéjov, con una actriz buenísima que se llama balachova, la lección de ionesco (pero la cantante calva está muy mal puesta; lo de ionesco lo vi en la rue de la huchette), y una obra muy buena y escandalosa que se llama le concile d’amour de oscar panizza, con decorado y vestuario de leonor fini: les escribo en esta hoja con cortinajes barrocos y cursilísimos ¿camps?, para corresponder en alguna medida al sobre tan impresionante que me mandaron, en fin, para cambiar ¿no?, estoy apantallado con vasarely, con schopfer, con le parc, con una exposición conjunta de ellos en saint germain des prés; de cine fui a ver una de bresson, de leer terminé this side of paradise, y varias entrevistas de el arte de narrar, de emir rodríguez monegal, entre otras, la tuya, a propósito, emir está aquí según me dijo severo, todo mundo alaba mucho la nueva novela de goytisolo (parece que se llama la reivindicación del conde don julián), bueno, todo el mundo son carlos fuentes y severo sarduy, ¿qué pasó con lo de gazapo?, a cada rato me voy a bailar a una boîte o a una cave o a un pub a tomar unos heladazos sensacionales, o a intentar entrar al mundo de la copa, y es que tengo una “novia” que es un as, o una maestra, y me enseña a comer con vino, a saborear el cognac, a empezar por los aperitivos, y entonces nos vamos a los pubs a pedir grog au rhum y cosas así, y claro cuando nos quedamos a dormir en mi cuarto no le hago nada, digo, no hacemos nada, sino traernos dos botellas de vino, pasteles, sandwichs, quesos, ensaladas, pathés, un tocadiscos prestado y nos ponemos a contarnos chistes, a oír a juliette gréco o a platicar de todo, padrísimo, no saben, bueno, lo del currículum quién sabe qué me da porque no sé exactamente qué debo poner, esta nevando, te pongo todo y quitas aquello que te haga carcajearte, así como que puse y dirigí dos obras de teatro mías en la universidad, ¿eso se debe poner?, ¿o que gané una rosa de oro que luego se la regalé a una muchacha?, ¿ves cómo no sé lo que se debe poner en un currículum de esos?, lo de mis obras lo puse para esta beca, pero creo que lo único que produce es risa pensando que yo me creo muy salsa al decir que he dirigido dos obras mías, en fin, se los mando adjunto y ustedes elegirán, no es mucho, creo que de veras tendrán que agregarle algunas cosas, no sé, bueno, me despido, los dejo en paz, repito, no se olviden de que existo y recuerden que los quiero un chorral, los quiero con tubo, carajo, a pesar de que estoy flaco y jodido, a pesar de la tranquilidad, y sin mi luenga barba,

 

athanasio

O:

Periódico Tele/Express

Barcelona, España

Noviembre 20, 1968

el juzgado de orden público

ordenó la destrucción del libro

“los escritos del che”

Ayer, inspectores del Cuerpo General de Policía procedieron a la destrucción de los tres mil ejemplares, totalidad de la edición de la obra Los escritos del Che, de Editorial Lumen. Dichos ejemplares habían sido secuestrados semanas atrás y se encontraban a disposición del juez de Orden Público de Madrid. Los escritos del Che recogían una serie de originales de Ernesto “Che” Guevara. La obra no había llegado a ser difundida en nuestro país.

Y:

Querido amigo: Éste es pues el segundo episodio del “caso”. Guillotinaron los libros en la misma imprenta donde se encontraban sellados desde el secuestro. Los cortaron meticulosamente en cuatro partes simétricas, de 10 en 10, y a medida que los papeles iban cayendo al suelo, otros los recogían, los metían en sacos muy limpios, los cargaban en un camión y se los llevaban. El hecho es más que una pura formalidad, es un acto simbólico para nosotros, el impresor y todos los demás editores e impresores del país.

Todo eso se realizó por orden del Juzgado de Orden Público cuando todavía ningún juez había declarado que en la obra había “materia delictiva” y, por supuesto, cuando no había habido ni proceso ni sentencia. Un espléndido golpe de cojones, y perdone la palabra pero es la única adecuada.

Lo esencial ahora es no manifestar tristeza ni desmoralización. Seguir adelante con las quejas a través de las escasas vías legales que aún nos quedan. Pronto ya no las habrá y todo será más sencillo. La cosa va de mal en peor.

Le ruego divulgue al máximo la noticia entre sus amigos y en la prensa si es posible. Es un gran favor que le pido.

Cordialmente,

Beatriz de Moura

O:

Querido Gustavo: Un poco atrasado (la primavera) pero te respondo:

1. Gazapo irá a la imprenta en 15 días. Espero tengamos éxito.

2. Discos: contéstame haciéndome saber cuántos dólares te envío para cubrir la compra de los siguientes discos:

a) El banquete de los Rolling Stones (último)

b) El nuevo de los Beatles (doble, todo blanco y con los pósters chiquitos de ellos)

c) Uno plateado doble que han publicado los Cream.

d) Experiencias de Jimmy Hendrix, también doble y último.

e) Wilson Picket, long play que contiene Hey Jude, o en su defecto el simple.

3. ¿Será posible tener en Buenos Aires algunos de esos títulos porno o eróticos de que hablas?

4. Haz las crónicas de México todo lo agresivas que quieras y envíamelas. ¿Cuánto tardarás?

5. ¿Por qué no me hablas más de tu libro en proceso, de tus cuentos (cantidad de páginas, títulos, título), y de tu libro de ensayos (temas, longitud, ya sabes).

6. En la aduana postal que yo sepa no tendré problemas con tus envíos.

7. ¿No quieres que te envíe los libros a Iowa en vez de a México?

Espero tus noticias pronto. Un abrazo de Jorge Álvarez