Responsabilidad en la comunicación estratégica

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4. El papel de los principales emisores en la comunicación de los alimentos funcionales

El espacio de existencia de los alimentos funcionales es un entramado complejo de relaciones entre diversos protagonistas, cuyos intereses son muy distintos, pero ejercen una intensa influencia recíproca que los realimenta y que amplifica el fenómeno de la comunicación referida a estos productos.

¿Cuáles son los principales actores?

 Por un lado, las más importantes empresas de la industria alimentaria dedican cada vez más esfuerzos en I+D+i para el desarrollo de alimentos funcionales, porque aportan mayor valor añadido, oportunidad de diferenciación, y mayor margen de rentabilidad. Son actores muy activos en el terreno del marketing y la comunicación.

 Por otro lado, la comunidad científica, que desde varias especialidades desarrolla numerosas líneas de investigación sobre la relación entre los alimentos y la salud. Sus intereses son académicos, profesionales y científicos, pero en algunas ocasiones responden a motivaciones ideológicas o a la influencia, directa o indirecta, de grandes empresas y/o lobbies que les aportan financiación. Si bien la actividad científica sobre alimentos funcionales no está focalizada en la comunicación, una parte importante de su trabajo es divulgado, bien o mal, a través de los medios de comunicación, que transforman en noticias los descubrimientos que se van produciendo. Incluso algunos de los científicos ejercen un papel de líderes de opinión, adoptando posiciones a favor o en contra de los alimentos funcionales, dando conferencias, escribiendo artículos, ejerciendo de influenciadores a través de blogs y redes sociales, etc., e incluso desde la docencia universitaria.

 Además, están los medios de comunicación, los tradicionales y los digitales, que encuentran en los temas de los efectos de la alimentación sobre la salud un filón que les garantiza el interés de sus audiencias.

 Por otra parte, un gran número de opinantes, blogueros, activistas en las redes sociales (que, independientemente de que sean ‘profesionales’ o aficionados, son aspirantes a ‘influencers’, buscan protagonismo, seguidores o viralización), que toman partido como predicadores o detractores de los alimentos funcionales.

 Y, como se ha dicho, los propios consumidores no solo son los destinatarios fundamentales de los demás actores, sino que, a su vez, tienen un papel muy activo, estimulando al mercado desde el lado de la demanda y, también, emitiendo mensajes a través de sus relaciones personales y de los medios sociales. A pesar de que los consumidores no son receptores pasivos de los mensajes emitidos por los otros actores en juego, no tendría sentido ponerlos en el mismo plano como emisores activos, porque el análisis sería tendencioso si se escamoteara la asimetría existente. No sería correcto afirmar que son los consumidores los que tienen el peso más trascendental en la construcción de la narrativa dominante debido a que son ellos, desde su demanda y sus expectativas, los que actúan como foco de atracción para que los fabricantes se ocupen de lanzar al mercado sus alimentos funcionales.

Cuando analizamos el prolífico panorama de la comunicación relativa a los alimentos funcionales podemos observar que es posible agrupar los contenidos en tres grandes grupos:

 Los de tono informativo, descriptivo. Aunque las explicaciones tienen un estilo neutro y aparentemente divulgativo, una gran parte de ellas cumple una función evangelizadora, a favor del consumo de estos alimentos. Este tono informativo y descriptivo es, en una medida muy importante, el de las alegaciones funcionales presentes en las etiquetas de los envases, aunque estas menciones de los beneficios enunciados no vayan acompañadas de elogios, consignas o juicios de valor. En otras ocasiones los divulgadores en los medios de comunicación, a fin de adoptar una posición “neutra”, aluden a condicionantes o mencionan la existencia de elogios y objeciones, o relativizaciones del alcance de la funcionalidad que se alega, para no tomar partido ni a favor ni en contra.

 Otros contenidos son manifiestamente elogiosos. Estos, en algunos casos, son producidos por los mismos fabricantes o sus fundaciones (por ejemplo, los beneficios funcionales que prometen en las etiquetas de los envases, en la publicidad, en sus webs corporativas, en sus redes sociales, etc.); en otros casos se trata de emisores ajenos a las empresas que están entusiasmados con el tema; y, en otros, los emisores o divulgadores (por ejemplo, algunos periodistas) están influenciados, sean conscientes o no, por los sectores interesados en este negocio.

 El tercer grupo es de la comunicación producida por los detractores de los alimentos funcionales, o los críticos de los abusos que existen en una parte significativa de los productos que se venden y de las promesas funcionales que los sustentan. Los abusos de algunas empresas que venden productos bajo promesas de ingredientes funcionales o beneficios funcionales preocupan no solo a los consumidores, a una parte de los profesionales y a representantes de los consumidores, sino también a las empresas alimentarias que invierten importantes esfuerzos en I+D+i, que ofrecen productos que aportan verdaderos beneficios funcionales, y que se ven perjudicadas por los competidores que ejercen competencia desleal. Estos últimos confunden al mercado y ponen en riesgo la credibilidad de todo el sector. Algunos de los críticos de los alimentos funcionales, o de una parte de los alimentos funcionales, son investigadores que cuestionan o relativizan la veracidad de los beneficios a partir de su propia actividad científica, y otros son periodistas, o representantes de asociaciones de consumidores. Estos divulgadores críticos ponen el acento en advertir sobre la existencia de fraudes, o promesas no demostrables, o sobre los posibles riesgos que implica el consumo de estos productos, o sobre las dudas existentes relativas a los supuestos descubrimientos científicos en los que se basan los alimentos funcionales.

4.1. El reglamento europeo respecto a las declaraciones nutricionales y las propiedades saludables

El Reglamento 1924/2006 (y actualizado en 2012) relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos, que tiene vigencia en todos los países europeos, regula algunas formas de aludir a los ingredientes funcionales contenidos en los alimentos. (22)

¿Hasta qué punto el Reglamento de la Unión Europea resulta suficiente para impedir los mensajes engañosos en la comunicación de los alimentos funcionales?

Si hacemos un análisis meticuloso de los mensajes en las etiquetas de los productos existentes en el mercado, podemos identificar 21 formas distintas de aludir a los ingredientes funcionales contenidos en ellos. Entre las distintas formas, la que destaca, con un 41,3%, la expresión “Con...” seguido del ingrediente funcional correspondiente.

De las 21 formas encontradas en el análisis, 10 de ellas no están reguladas por dicho reglamento europeo. Estas 10 expresiones son:


TIPOS DE EXPRESIONES EN LAS ALEGACIONES FUNCIONALES QUE NO ESTÁN REGULADAS POR EL REGLAMENTO EUROPEO
Nombre de ingredientes (a secas)
“Aporta X % de las necesidades diarias de…”
“Enriquecido con…”
“Rico en…”
“Aporta…”
“Con X % de…”
“Con… añadidos”
“Elaborado con…”
“Con alto poder antioxidante”
“Fuentes más ricas de propiedades antioxidantes presentes en…”

Referido a la aplicación del reglamento europeo en la evaluación de un importante número de solicitudes de aprobación de sus productos por parte de los fabricantes, Emilio de Benito (23) dice que:

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés), ha concluido su estudio de las alegaciones saludables de más de 2.758 sustancias que la industria alimentaria ha usado o quiere usar para anunciar sus productos. Y el resultado es demoledor: prácticamente el 80 % no estaba probado científicamente o eran tan generales que no se podían comprobar. […] El trabajo deja en evidencia mucha de la publicidad actual.

En el artículo expone algunos ejemplos de alegaciones verdaderas y falsas, referidas al aceite de oliva y el colesterol, a la reducción de infecciones por los arándanos, las propiedades de las isoflavonas de la soja, las de la coenzima Q10, que está de moda en los gimnasios, las nueces en el control del colesterol y la reducción de afecciones de la menopausia, la idea de que los bífidos ayudan a las defensas, las propiedades de la miel, la reducción del colesterol malo por los esteroles vegetales, la fibra de trigo para adelgazar, el aumento del efecto del ejercicio físico por la creatina, o que la cafeína aumenta la resistencia ante el ejercicio, la reducción del colesterol por el betaglucano del centeno y la avena, las funciones del sodio en la sal común, etc.

4.2. Críticas de diversos autores a las alegaciones de los fabricantes (o de algunos fabricantes) de alimentos funcionales

Estas críticas no se refieren solo a los mensajes de los fabricantes a través de las etiquetas de los envases de los productos, sino también a la que realizan a través de la publicidad, de sus webs, de sus eventos, etc.

Gottau (24) recomienda que «no nos creamos lo milagroso de los anuncios publicitarios acerca de alimentos y profundicemos en cada una de las cualidades del producto antes de comprarlo y desembolsar mucho dinero por una mentira.»

 

En un artículo de la revista Retail Actual (25) se explica que

Muchos expertos nutricionistas y científicos consideran que, en la publicidad de los alimentos, es habitual introducir conceptos confusos, exagerados y contradictorios, que generalmente crean falsas expectativas a los consumidores. Y todo a pesar de que la ley y los códigos éticos tratan de protegerles garantizándoles libertad de elección, seguridad alimentaria, lucha contra el fraude y control de la información incorrecta.

Plantea que los consumidores están saturados de información, que no siempre es rigurosa, y contaminados por un exceso de publicidad.

En un post en el blog Vitónica, Lara dice que «Lo que está claro es que esta gama de alimentos se ha creado más por los valores estéticos-saludables que ha creado la sociedad que por sus propiedades reales (sean o no tan beneficiosas como dicen). Con una dieta equilibrada y bien planificada el consumo de la mayor parte de este tipo de productos no tiene sentido.» (26)

La Organización de Consumidores y Usuarios es también crítica respecto a los alimentos funcionales:

La industria alimentaria no para de sacar productos nuevos, reformulados, a los que les han quitado o añadido algo que aporta un beneficio (real o no) para la salud. Por eso las estanterías de los comercios se están llenando de alimentos con esteroles vegetales, con omega 3 y 6, para reducir el colesterol; con menos calorías, azúcares o grasas, para quienes se preocupen por los kilos; con antioxidantes, para retrasar el envejecimiento; con calcio o vitamina D, para fortalecer los huesos... A priori la oferta parece interesante: ¿quién no quiere pesar algo menos, tener a raya el colesterol, la tensión, el azúcar, o unos hijos sanos y fuertes? Pero no se lance a comprarlo todo sin reflexionar. […] Para llevar una dieta sana y equilibrada, le proponemos comprar más productos frescos, no procesados, sobre todo más fruta, verdura y hortalizas, cereales integrales, legumbres... (27)

Son tantos los artículos en medios de comunicación, conferencias, vídeos, blogs, webs, etc., que critican la actividad de los fabricantes de alimentos funcionales -y, en concreto, su comunicación- que, para complementar los que hemos señalado, solo adjuntamos aquí un pequeño listado de algunos de ellos (cuyas referencias detalladas se exponen en la bibliografía) que son representativos de esta tendencia crítica:

 Alimentos enriquecidos, puro marketing (Lara, 2009)

 ¿Abusamos de los alimentos funcionales? (Palou, 2017)

 Alimentos funcionales: no añaden nada a una dieta sana (OCUSALUD, 2002, p.9)

 Los alimentos funcionales no serían necesarios con una alimentación sana (Vidal, 2009)

 Alimentación y publicidad, ¿nos la están colando? (Pedro, 2017)

 ¡No a los alimentos funcionales! (Cuenca, 2011)

 Por qué no consumo productos que dicen ser saludables (López, 2015)

 El timo de la comida saludable (Rodríguez, 2004)

 Tres alimentos que no son tan buenos como parecen (Delgado, 2016)

 La prueba final: mi vídeo casero que demuestra los engaños de la industria alimentaria (Scientia, 2012)

 ¿Superalimentos enriquecidos o comida chatarra disimulada? (Costas, 2009)

 Científicos que avalan patrañas (López, 31/03/2017)

 Los ¿maravillosos? alimentos funcionales (Lozano, 2009)

 ¿Los alimentos funcionales son realmente indispensables? (tatiana’s blog, 2009)

 Mitos y realidades de los alimentos y suplementos enriquecidos en ácidos grasos Omega-3 (Scientia, 16/09/2011)

 De la comida basura a los alimentos ‘milagro’ (Vivas, 2014)

 El limbo de los alimentos funcionales (Blog El reflejo en la ventana, 2014)

 Los alimentos funcionales se llaman pimiento, nueces, sardinas o pollo (Soteras, 2014)

 Alimentos funcionales. ¿Marketing agroalimentario o realidad científica? (Gómez, 2008)

 Los alimentos funcionales… ¿Necesarios o simple cuestión de marketing? (Scientia, 24/06/2011)

 Alimentación funcional: ¿timo o realidad? (Hita, 2006)

 Alimentos funcionales, ¿son necesarios? (VelSid, 2008)

 Alimentos funcionales. A examen (Gómez-Álvarez, 2001)

 Cuidado con los alimentos funcionales (Acedo, 2011)

 El engaño de las etiquetas de los alimentos (Aguayo, 2014)

 Mentira podrida: Descubre cómo nos engaña la industria alimentaria (sindinero.org, 2015)

 Cuidado con los alimentos funcionales (Fundación Española del Corazón, 2011)

 Riesgos para la salud de los “alimentos funcionales” (Basulto, 2017)

 Mitos y fraudes relacionados con los alimentos y la nutrición (Miguel Calvo, sin referencia de fecha)

 Las grandes mentiras en el etiquetado de los alimentos funcionales (Naukas, 2/11/11)

 Los alimentos funcionales o fortificados pueden ser contraproducentes (Jiménez, 2016)

 Los alimentos funcionales comerciales, uno de los grandes fraudes de la industria alimentaria (VelSid, 23/04/13)

 Los alimentos funcionales no son realmente necesarios en la alimentación normal (Nicolás, 29/09/16)

 La gran estafa alimentaria (Guzmán, 2013)

 Alimentos funcionales: ¿funqué?... pero… ¿funcionan? (Acta sanitaria, 2013)

 Los alimentos funcionales no son tan funcionales (VelSid, 21/07/09)

 Los “alimentos funcionales” que no funcionan (Gutiérrez, 2016)

A nivel internacional, uno de los autores más críticos con los alimentos funcionales es Michael Pollan, autor del best seller mundial “El detective en el supermercado”. Plantea que

La industria amplifica enormemente las declaraciones de la ciencia nutricional a través de la publicidad y, a través de la financiación de investigaciones sobre nutrición interesadas, la corrompe. El resultado predecible es la habitual algarabía de la información nutricional resonando en nuestros oídos y la confusión generalizada que ha llegado a rodear esta actividad fundamental de las criaturas: encontrar algo bueno que comer. (28)

Uno de los autores españoles más activos en el campo de los alimentos funcionales es José Manuel López Nicolás. Desde su trabajo científico, académico y de divulgación, cuestiona las prácticas que una parte de las empresas desarrolla en este ámbito. Plantea que las empresas se aprovechan de la confianza que los consumidores tienen en la ciencia, utilizando palabras con connotaciones científicas en la publicidad de sus productos. «Antes de la creación de la EFSA y, sobre todo, de la puesta en marcha del Reglamento (CE) 1924/2006, todo lo que rodeaba a la publicidad alimentaria era un auténtico cachondeo donde reinaba el fraude y la mentira. El hecho de que solamente fueran aprobadas 222 solicitudes de más de 44.000 presentadas lo dice todo. Bochornoso». (29) Pero el autor señala que, a pesar de la acción del organismo de control, sigue el fraude y el abuso, bajo nuevas formas. «Hecha la ley, hecha la trampa.»

Otro autor español, Aitor Sánchez, dice que

Resulta extremadamente fácil hacer pasar un producto alimenticio mediocre por un alimento funcional o un superalimento. Las declaraciones nutricionales y de salud son un mero trámite, puesto que, tras cumplir los diferentes requisitos, se puede declarar prácticamente lo que se quiera. Y si no es mediante una mención concreta, las marcas siempre podrán darnos a entender que adquiriendo su producto estaremos más sanos, seremos más guapos o triunfaremos más en la vida. […]. Es fácil comprender que esto se permita, puesto que el control publicitario en España lo ejerce la propia industria, lo que se llama un modelo de autocontrol, una filosofía que se ha demostrado que no es efectiva. No suele funcionar poner al lobo a cuidar el rebaño. Las sanciones que se han aplicado han sido anecdóticas, meras cosquillas para cualquier entramado empresarial. (30)

En una entrevista reciente, otro autor español de referencia también comenta la publicidad engañosa que existe en muchos de los mensajes sobre los “superalimentos”, por lo que debe existir un control externo que ponga límites a los abusos:

La industria quiere vender. El principal problema es que abusa de la publicidad engañosa o dice cosas que no son toda la verdad. Dicho esto, por suerte, la industria no está sola, por encima de ella tenemos una legislación que hace que la comida sea más segura y que comamos mejor. Respecto, por ejemplo, a los famosos productos enriquecidos de la industria habría que ver si ese enriquecimiento –que un alimento tenga más potasio o fósforo– lo necesitamos realmente. Pero claro, si se les permite lo van a hacer. (31)

¿Este listado de ejemplos de críticas a los mensajes sobre los fabricantes implica que las que predominan son las críticas? No, todo lo contrario: hay una inmensa cantidad de artículos, conferencias, etc., que elogian a los alimentos funcionales, o que aparentemente los describen, pero que, al describir lo que son y las funciones que cumplen, los están ensalzando y respaldando.

Son muchos los predicadores, autores, y supuestos “expertos” que toman posiciones a favor o en contra de los fabricantes de alimentos funcionales. Muchos de ellos se suben al tren de lo que parece un tema de moda, y opinan entusiasmados, críticos o desconfiados solo a partir de un bajo nivel de información, limitándose a reproducir descripciones u opiniones de otros.

Algunos de los opinantes repiten descripciones sobre las propiedades funcionales que los fabricantes anuncian y otros divulgan opiniones, poniendo en el mismo saco (positivo) a todos los productos que se anuncian como funcionales y a todos los fabricantes que se suman a este mercado.

Otros critican los fraudes y abusos que sin duda existen por parte de muchos de los fabricantes, y también ponen en el mismo saco a todos (en este caso desde una visión negativa).

4.3. ¿Qué argumentan los fabricantes?

Los dircom y responsables de marketing de fabricantes de alimentos funcionales que hemos entrevistado señalan que una parte de lo que ocurre en el mercado (las críticas, la desconfianza y las limitaciones que pone la EFSA a las alegaciones permitidas), tiene que ver con un conflicto de intereses entre dos poderosos sectores empresariales vinculados directa e indirectamente al tema: la industria alimentaria y la industria farmacéutica.

Al respecto, uno de ellos explica que en una primera etapa este mercado iba teniendo un gran auge, que todos los alimentos podían parecer funcionales, y las autoridades empezaron a tener que establecer un control y unas medidas para evitar el engaño. A partir de cierto momento cada producto tenía que entrar dentro de una categoría, con un perfil nutricional determinado. En una segunda etapa se abandonó el proyecto de perfiles nutricionales y la Unión Europea se concentró en las alegaciones. Entonces en 2009-2010 se ha creado la EFSA (European Food Safety Authority), con un Comité Científico, pero no podían formar parte de este comité personas que hubieran trabajado para la industria alimentaria. De este modo los principales expertos quedaron fuera del Comité Científico, porque habían trabajado para esta industria. Y, además, se admitían científicos que trabajaban o habían trabajado para la industria farmacéutica.

Las marcas de la industria farmacéutica se habían visto afectadas, años antes, por la regulación de los medicamentos genéricos. Eso había sido un batacazo muy fuerte para el desarrollo de esa industria, por lo cual empezó a desplazar sus áreas de investigación hacia productos nuevos, y descubrieron un filón importante en los complementos nutricionales. Comenta que a esta industria le venía muy bien que se pusiesen trabas a los alimentos funcionales, para poder desarrollar los complementos nutricionales. Y, de hecho, en los primeros análisis que realizó el Comité Científico fueron rechazados casi todos los dossiers que se presentaron. Dice el entrevistado que “el sistema que impuso es de locura, no hay quien lo entienda, no admiten el diálogo científico”.

Esto ocurrió aproximadamente en 2011, y provocó un efecto muy negativo en el mundo de los alimentos funcionales, porque se publicaron muchas informaciones contra la industria alimentaria y los consumidores empezaron a pensar que quizá se los estaba engañando. Esta situación además ha coincidido con la llegada fuerte de la crisis. Entonces los alimentos funcionales empezaron a tener serios problemas, y cayeron muchos de ellos. Pero los departamentos legales de la industria se han puesto a trabajar intensamente sobre los márgenes que tienen para comunicar alegaciones funcionales y, al cabo del tiempo, se empieza a ver cómo pueden ir desarrollando algunos de los productos sin que el reglamento europeo les impida formular sus alegaciones saludables. Pero esta deriva de la información negativa ha hecho que la curva de interés de la industria alimentaria empiece a caer.

 

El entrevistado plantea que sigue habiendo un gran mercado, y habrá más dentro de un tiempo, cuando se supere la crisis, y en la medida en que dietistas, nutricionistas y científicos empiecen a llenar más el espacio mediático con informaciones nutricionales correctas, que es lo que está empezando a ocurrir.

Otro entrevistado comenta la existencia de una tendencia actual al entrecruzamiento accionarial entre los dos grandes sectores empresariales en juego -la industria farmacéutica y la industria alimentaria- y los efectos que esto puede producir sobre la percepción de los consumidores: «es complicado y todavía no estamos viendo los efectos que va a tener. Pero creo que es una evolución que va a generar conflictos importantes». Este entrevistado opina que lo que se debería producir es un modelo de consumo “a la japonesa”, que es que la gente, alimentándose bien y teniendo unos hábitos de vida saludables, minimiza el consumo de medicamentos a lo largo de toda su vida y, sobre todo, en la vejez. Las farmacéuticas, viendo que eso está pasando, se acercan cada vez más al negocio de la alimentación y empiezan a comprar compañías, o acciones de compañías, que están en el mundo de la nutrición. Por otra parte, se produce “el efecto Nestlé”, el “efecto Danone”, que ya dejan de ser compañías de alimentación para ser compañías de nutrición.

Ese acercamiento entre los dos sectores está provocando que los mensajes de las farmacéuticas entren en la nutrición y los mensajes de los fabricantes de alimentos entren en el campo farmacéutico, e incluso en el de la cosmética. Un ejemplo de este entrecruzamiento de sectores es el hecho de que Nestlé es el mayor administrador de L’Oreal. Es en estos mercados donde se están moviendo las grandes multinacionales de la alimentación, «y eso empieza a generar mucho lío en la apreciación de la opinión pública».

En las estrategias de productos de la industria farmacéutica ocupa un lugar importante el campo de los suplementos nutricionales.

Cientos de suplementos alimenticios cuyas ventas millonarias se han multiplicado en la última década en Internet, supermercados y farmacias, tiendas especializadas y herbolarios.

Este es un mercado con ventas al alza debido a la búsqueda obsesiva de un cuerpo estilizado. Los suplementos alimenticios -sin necesidad de receta- mueven cada año 1000 millones solo en las farmacias, según la patronal de laboratorios Anefp (Asociación para el Autocuidado de la salud). (32)

Otro experto que hemos entrevistado explica el sistema de autorregulación de la Publicidad que se emplea en España, y sus implicaciones sobre el control de los abusos en los que pueden incurrir los fabricantes en su publicidad de este tipo de alimentos. Dice que, en España, viendo la creciente regulación que había en el mercado, sobre todo en alimentación y bebidas, se decidió retomar –porque ya se había creado, pero estaba un poco olvidado- el empuje de la autorregulación del sector publicitario. En 1995 la Asociación Española de Anunciantes creó el organismo AUTOCONTROL, en el que se incorporaron los anunciantes, los fabricantes, las agencias de publicidad y los medios. De esa forma, gracias al desarrollo de la autorregulación de forma muy rigurosa y estricta, han conseguido demostrar a la Administración que no hacía falta acentuar más la regulación pública. Desde aquel momento toda la industria está sometida a esos sistemas de autorregulación, con unos mecanismos muy bien establecidos y que se han ido afinando y, por tanto, al auto regularse no necesita una vigilancia especial, que hubiese sido peor para los fabricantes. El sistema de autorregulación en España es uno de los más desarrollados, y es una referencia para otros países de Europa.

Esto ha impedido, según su opinión, que en la comunicación de los fabricantes se cometieran abusos. Además, al hacerse de una forma consensuada con la industria, lo que hacía es que la propia industria pusiese límites a esas ansias de comunicar, muchas veces engañosa. Comenta que han sido bastante autoexigentes con lo que se podía y lo que no se podía decir; no solo se trataba de que fuera científicamente demostrable cualquier beneficio de un alimento sobre la salud, sino que ante aquellas lagunas de denominaciones de ciertos productos se concretara de una forma muy precisa cuándo se podía hablar de “bio”, de “ecológico” o de “salud”, y quién podía o no prescribir. Han llegado al punto, desde hace muchos años, de que un doctor no puede hablar de un alimento en un anuncio de televisión -ni siquiera una persona con una bata porque, aunque no fuese doctor, estaría dando a entender que hay una autoridad que respalda lo que se está anunciando-. Sostiene que todo eso se ha ido ajustando y, ahora mismo, tenemos un sistema bastante proteccionista del consumidor, aunque siempre va a haber fabricantes que quieren ir más allá o entrar en zonas que no están reguladas, que ya quedan muy pocas. Opina que «si lo dejáramos todo en el plano de la ley sería terrible, porque la ley está hecha para establecer unos estándares, pero los fabricantes saben mucho más que los legisladores. La legislación siempre va muy por detrás del uso, de las costumbres y de las estrategias de los fabricantes, y, por lo tanto, los fabricantes siempre tienen ventaja. La ley marca rayas de mínimos, y la otra raya la marca la autorregulación, que no se limita a cumplir con la ley». Comenta que el principio de la autorregulación es que, cada vez que un fabricante hace algo o anuncia algo, hay veinticinco competidores a su lado vigilando, para evitar que intente hacer competencia desleal mediante argumentaciones abusivas o falsas. Y esa limitación impuesta por los fabricantes competidores es independiente de que la comunicación sea legal o no. Este sistema de autocontrol tiene una doble función: por un lado, los fabricantes se defienden de los ataques de sus competidores fraudulentos y, por otro lado, defienden la credibilidad de todo el sector, lo cual, a su vez, evita que se desarrolle una sobrerregulación. Desde este punto de vista, es muy fuerte la presión de los fabricantes “que intentan ser serios” (que son la mayoría) sobre aquellos otros que se saltan la ética, y las tensiones entre ellos se resuelven dentro de la propia industria. Los mecanismos de autorregulación son más ágiles que los de los tribunales o los de la administración: cuando se detecta una anomalía se hace en muy pocos días una reclamación y, si no se corrige, se ponen en marcha medidas para paralizar la comunicación (no solo los fabricantes, sino también los medios forman parte del sistema de autorregulación). Si un medio emitiese esa publicidad engañosa tendría una fuerte penalización. Este sistema es, según comenta el entrevistado, muy proteccionista para los consumidores, y muy garantista para evitar la competencia desleal, a través de la comunicación engañosa, entre los fabricantes. El sistema que se aplica se denomina Copy Advice, que consiste en un informe previo (emitido por AUTOCONTROL a partir de la revisión de si se cumplen no solo los requisitos legales, sino además los éticos), que todos canales de televisión exigen a los anunciantes antes de emitir una campaña sobre alimentos, y así evitan incurrir en responsabilidades en caso de que alguna campaña pueda tener consecuencias judiciales. Todo esto es muy importante para la industria, dado que las inversiones en I+D+i requeridas para desarrollar alimentos funcionales son muy altas y, por lo tanto, necesitan asegurarse la credibilidad de estos productos en el mercado.

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