Màs allà de la muerte

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Gueshe Rabten
Más allá de la muerte

Traducido del tibetano al alemán

por el monje Helmut Gassner

Revisado y editado por los

discípulos de Gueshe Rabten bajo la dirección de Gonsar Rinpoche

Traducido del alemán al español

por Rosa F. Martínez Cruzado

El motivo en la cubierta de portada representa un nudo infinito. Este símbolo fue realizado por los monjes tibetanos del monasterio Gaden Shartse, ubicado en el sur de la India, a base de esparcir arena.

El nudo infinito es uno de los ocho símbolos auspiciosos del budismo tibetano que anuncian felicidad. Los siete restantes son: el jarrón del tesoro, la sombrilla, los peces dorados, la flor de loto, la concha del Dharma, el estandarte del triunfo y la rueda del Dharma. El nudo infinito simboliza, entre otras cosas, la existencia interdependiente de todos los fenómenos y la infinita sabiduría del Buda.

La técnica de crear imágenes a base de esparcir arena pertenece a las artes tradicionales del budismo tibetano. Fue recomendada por el Buda en los grandes Tantras para la confección de mandalas y hasta el día de hoy se utiliza esta técnica en los grandes monasterios del Tíbet.

La edición en alemán fue publicada

por la Edición Rabten en el 2002.

Primera edición: 2015 - Impreso en España.

Todos los derechos reservados, Edición Rabten.

© Edition Rabten, Le Mont-Pèlerin, Schweiz

e-mail: info@editionrabten.com

www.rabten.eu

ISBN 978-2-88925-040-0

eBook: ISBN 978-2-88925-084-4

eBook-producción y entrega:

HEROLD Auslieferungs Service GmbH

www.herold-va.de

Prólogo de la edición en alemán

Este libro surgió de los apuntes de un curso que el Venerable Gueshe Rabten dio en Tashi Rabten (Feldkirch, Austria) en septiembre de 1982.

Gueshe Rabten es uno de los maestros sobresalientes en la línea de transmisión del gran Kyabje Trijang Rinpoche. Sobre todo tenemos que agradecer también a estos maestros que las enseñanzas auténticas del budismo se recibieran de manera íntegra en Occidente. Por eso, nos sentimos comprometidos con el estilo de enseñanza tradicional de estos maestros y nos esforzamos por mantenernos lo más fielmente posible a la expresión verbal original de Gueshe Rabten, para que la impresionante claridad que hace las exposiciones del Gueshe tan especiales se deje sentir también en la lectura. Por eso, las repeticiones, que tienen el propósito de inculcar firmemente ciertos puntos, fueron sólo mínimamente acortadas o editadas. Por cualquiera defecto del texto o del contenido, el editor es el único responsable.

En este momento, quisiéramos agradecer al Venerable Gonsar Rinpoche su sabia dirección y su apoyo, sin los cuales este trabajo no hubiera sido posible. Nuestro agradecimiento vale también para todos los amigos del Dharma por sus útiles contribuciones. Que el lector de estas enseñanzas tenga una vida larga y que gracias a ellas aumente la compasión y la sabiduría en todos los seres.

Editor

Le Mont-Pèlerin, marzo de 2002

Prólogo de la edición en español

Durante una estadía con la familia Essler en Günzburg, Alemania, descubrí las obras de un monje budista, el Venerable Gueshe Rabten. Inmediatamente quedé inspirada y cautivada por la claridad y sencillez con las que el autor expone la filosofía budista del Tíbet. La intención de contribuir a hacer este valioso pensamiento accesible al mundo hispanoparlante, para contribuir humildemente al bienestar y a la felicidad de todos, me motivó a traducir con la mayor fidelidad y elegancia posible el mensaje sencillo y a la vez profundo de esta obra sobre nuestra existencia.

Espero que la lectura ponderada de esta pequeña y significativa obra contribuya a reflexionar sobre nuestra vida, a fin no sólo de darle un mayor sentido, sino también de hacer posible una vida más sosegada y feliz para el lector y para todos aquellos con los que comparte su vida.

Aprovecho la ocasión para dejar constancia de mi profundo agradecimiento a Wilhelm K. Essler, mi antiguo consejero de tesis doctoral, y a su esposa, Uta, quienes amorosamente me acogieron en su hogar, a Dorit Fiala, amiga y mentora, por su paciencia y sus consejos al leer el texto original y estudiar críticamente la traducción, y a las amigas Sara Gavrell y especialmente a Ramona Pou Bruch, por su revisión minuciosa del texto en español.

Agradezco también al monje Helmut Gassner la confianza depositada en mí, a Federico Drasal y a Flavio C. Ribas su infinita paciencia y a Edición Rabten su apoyo y acogida. Con todas estas personas tengo una gran deuda. Por supuesto, por cualquier error es responsable sólo esta servidora.

Para todos los lectores a quienes van dirigidas estas lecciones, espero que encuentren algunas respuestas a las preguntas de siempre sobre la vida.

Rosa F. Martínez Cruzado

Catedrática

Universidad de Puerto Rico

Recinto Universitario de Mayagüez

Prólogo

Nuestro apreciado maestro, el Venerable Gueshe Rabten Rinpoche, ha abierto, como ningún otro maestro tibetano, la puerta del “Dharma”, de las enseñanzas del Buda, al Occidente. Es debido a su habilidad especial de comunicar los puntos centrales del budismo de manera clara y fácil de entender, que sus enseñanzas son tan valiosas para todos los que estudian y desean practicar el budismo.

Este libro es particularmente significativo porque describe la situación fundamental de nuestra existencia cíclica. La muerte, el bardo (el estado intermedio) y el renacimiento son las etapas del proceso real que, mientras no lo podamos controlar, nos lleva de una vida de sufrimiento a la próxima. Pero si este proceso se logra controlar y transformar, es posible alcanzar los tres aspectos, esto es, los tres kayas del Buda, para el bien de todos los seres. Por lo tanto, conocer la naturaleza de estos procesos y dominar los métodos para transformarlos es una práctica decisiva del budismo. De esta manera también se corrigen muchas ideas equivocadas respecto a nuestro modo fundamental de existencia.

Puede ser que en este momento los seres dentro del ciclo de existencia se diferencien por sus características superficiales y sus tipos de vida; sin embargo, todos están sujetos al mismo destino, a saber, el destino de la muerte, el bardo y el renacer. No podemos ni evitar estas experiencias ni dirigirlas según nuestro deseo individual. Por eso, en lugar de permanecer ignorantes y distraídos, en lugar de enfocarse sólo en los acontecimientos presentes, conviene tomar conciencia de la propia situación fundamental. De lo contrario, puede ser que uno se enrede en muchas consecuencias indeseables, similar a un viajante al que se le olvida, en una breve escala intermedia, que pronto ha de continuar su viaje.

Estoy seguro que estas enseñanzas, sacadas de la profunda y amplia sabiduría del maestro Gueshe Rabten, aclararán y alegrarán la mente a innumerables personas que buscan respuestas.

Gonsar Tulku

Le Mont-Pèlerin, marzo de 2002


Nuestra situación actual

Los saludo con un “Tashi Deleg” cordial. En primer lugar, quiero dedicarle unas pocas palabras al Dharma. Como ustedes saben, soy un monje budista, un gueshe budista. Sobre lo que quisiera hablar no es, sin embargo, sobre alguna teoría abstracta. Más bien voy a aclarar los medios que le permiten a cada ser humano vencer el sufrimiento y alcanzar la deseada alegría y felicidad. Por esta razón, creo que las siguientes explicaciones van a ser de beneficio práctico para todos nosotros, suponiendo que yo logre presentarlas clara e inteligiblemente y que ustedes estén atentos, para que luego puedan reflexionar sobre estas explicaciones.

Esta presentación no corresponde a una enseñanza usual. En una presentación usual ustedes han cumplido con su tarea si han escuchado.

Sin embargo, quisiera dejar claro que las siguientes explicaciones son para meditarlas. No deben darse por satisfechos con meramente escuchar, sino que deben pensar y reflexionar sobre las explicaciones. Sólo así esta presentación nos puede ser de provecho incluso a largo plazo; sólo así nos hará posible alcanzar la felicidad duradera.

Si reflexionamos sobre las explicaciones, no sólo nos serán provechosas a largo plazo. Con una buena reflexión, los métodos o instrumentos que se explicarán a continuación los ayudarán fácilmente, ya desde ahora, a encontrar un modo de vida más relajado y feliz.

En primer lugar, es importante que tengamos clara nuestra situación presente. Como humanos, somos capaces de tener diferentes experiencias y de seguir distintos razonamientos. Por eso, somos capaces de pensar claramente y de traer cualquier asunto ante la conciencia. Sin embargo, si uno no piensa más profundamente sobre sí mismo, ni en el día de hoy, ni en el de mañana, ni en todo el mes y, en fin, tampoco en todo el año, no alcanzará ningún conocimiento superior. Pero si uno se esfuerza en emplear la propia capacidad de pensar, hay una infinidad de cosas para comprender, una infinidad de situaciones para valorar correctamente.

 

Si por un lado reflexionamos con detenimiento sobre nosotros, sobre nuestros deseos y los pensamientos que continuamente nos ocupan, y si por otro lado observamos lo que de hecho experimentamos en nuestra vida cotidiana, nos daremos cuenta que estos dos no concuerdan entre sí. Lo que incesantemente deseamos y que también los demás continuamente esperan es la felicidad. Queremos tener felicidad mental y física, y pasar un rato agradable y ameno. Queremos estar sosegados y tranquilos; dicho brevemente, queremos experimentar el mayor bienestar posible en un estado agradable, tanto mental como físico.

Eso es lo que deseamos y hacia eso dirigimos nuestros esfuerzos. Todos lo sabemos por experiencia propia. Sin embargo, la realidad o nuestras experiencias reales son otras. Experimentamos sufrimiento físico y también mental, y nos esforzamos continuamente en controlar estos sufrimientos. Apenas logramos superar alguno de estos sufrimientos, ya aparece la próxima dificultad, ya se nos presenta la siguiente tribulación. Ocurre como con las olas a orillas del mar: En cuanto se ha retirado una ola y nos parece que ya ha pasado, rompe la siguiente. De manera parecida se nos presentan ininterrumpidamente sufrimientos y tribulaciones.

Causa y efecto

Si no se reflexiona más a fondo, uno simplemente siente: “Sí, me va mal”, “ahora estoy enfermo”, “ahora me hace falta esto o aquello”. No comprende estas relaciones más profundamente. Sin embargo, si analiza con más detenimiento la naturaleza de estas dificultades que siempre vuelven a presentarse, puede darse cuenta de que se trata de fenómenos pasajeros. También verá que estas tribulaciones son de naturaleza cambiante. Yendo más allá, entenderá que, como fenómenos cambiantes, tienen que ser resultados que han surgido de unas causas específicas. Lo que es un efecto descansa necesariamente en una causa. No hay ningún efecto que surja de sí mismo y que no tenga una causa.

Lo mismo sucede con los fenómenos externos, aunque sólo sean árboles, flores, hierbas u otra cosa. Todo crece debido a sus causas. Si la semilla, el suelo, la humedad y el calor coinciden en la proporción adecuada, surge el efecto correspondiente, esto es, brota el árbol, la flor, la grama y así sucesivamente. Sucede exactamente igual con los fenómenos internos, con los sufrimientos y las tribulaciones que los seres humanos experimentamos.

Como el sufrimiento y la tribulación son experiencias internas, experiencias del cuerpo y de la mente, es de suponer que sus causas hayan de buscarse igualmente dentro de uno mismo. Se entiende fácilmente que no se trata meramente de las causas externas que requieren los árboles, las flores o las hierbas.

En este momento quisiera dejar algo claro: Voy a hablar sobre muchas cosas y supongo que ustedes no siempre van a tener la impresión de que todo se comporte exactamente así como yo lo explique. Sin embargo, lo mejor es que durante mis explicaciones ustedes reflexionen si lo dicho es útil, si lo perciben como se ha descrito. Apliquen aquellos puntos que les parezcan provechosos. Pero no tienen que romperse la cabeza con aquellas cosas que les resulten menos provechosas; simplemente déjenlas de lado.

Si van a una tienda, van a encontrar allí un sinfín de cosas que podrían comprarse. Muchos artículos les saltan a la vista, como prendas de vestir, que les gustan y les quedan bien. Sin embargo, encuentran muchísimas más cosas que no les quedan bien o no les gustan. A una tienda así no se entra con la intención de comprarse lo más posible de lo que haya allí. Más bien, se entra para adquirir lo que a uno le guste y le quede bien. En esta exposición sucede algo parecido.

Cuando nos acosan sufrimientos mentales o físicos, frecuentemente tenemos la impresión de que nos vienen de esto o de aquello. Buscamos condiciones externas y les atribuimos la responsabilidad de nuestras experiencias dolorosas. La mayor parte de ustedes seguramente ya habrá oído que los efectos que experimentamos y las dificultades que nos acontecen dependen de causas y condiciones. Lo que comprendemos por causas y condiciones son las condiciones externas de estas experiencias. Pero, en cambio, lo que no nos queda claro son las verdaderas causas que dan como resultado nuestras experiencias negativas y desagradables.

Incluso el crecimiento de granos requiere causas y condiciones. Por condiciones me refiero al suelo y a la humedad, al calor y al trabajo del campesino, etc. Pero la causa verdadera de la espiga es la semilla que fue sembrada en la tierra.

Cuando sufrimos, cuando tenemos dificultades, rápidamente pensamos que este o aquel factor externo tiene la culpa. Pero al hacer eso, captamos sólo las condiciones externas que suscitan estas dificultades. Sin embargo, las verdaderas causas de este sufrimiento se encuentran dentro de uno mismo. Son causas internas, causas en el propio cuerpo y en la propia mente que desde un principio hacen posible que suframos.

En cuanto a estas causas verdaderas, se trata de acciones previas de la misma persona que experimenta las dificultades. Se trata de actividades mentales, verbales o físicas que esta persona mantuvo, ya sea en esta vida o en otra anterior. Por lo tanto, las causas reales de nuestras experiencias sólo son las acciones de la mente, de la palabra o del cuerpo que hemos llevado a cabo en un momento anterior. Cuando se reúnen las causas internas y condiciones externas, sólo entonces se cumplen los requisitos para experimentar lo desagradable.

En el fondo, no deseamos otra cosa que la felicidad y lo agradable. Sin embargo, la mayor parte de nuestras acciones ponen los cimientos para lo contrario. De esta manera, las causas que nosotros mismos llevamos se oponen diametralmente a nuestros deseos. Debido a esto, no experimentamos lo que esperamos. En lugar de la añorada existencia grata, vivimos una existencia llena de tribulaciones.

Es sumamente importante que se tome conciencia de este hecho. Sólo entonces, en una situación difícil, uno sabrá que en el pasado acumuló precisamente muchas acciones que conducen al sufrimiento. Reconocerá que ahora experimenta los efectos de sus propias acciones. Pero sobre todo llegará a la conclusión que tiene que escoger entre dos opciones mutuamente excluyentes: dejar de acumular estas causas negativas o, por el contrario, conformarse con las experiencias de sufrimiento de las cuales uno mismo es responsable. Tal conocimiento, tal disposición, trae consigo una tranquilidad mental considerablemente mayor. Entonces las propias dificultades ya no nos dominarán tanto.

Si uno mismo, en situaciones difíciles, no es consciente de estos hechos, se lamentará: “Me va tan mal”, “esto o aquello tiene la culpa”. Sea cual sea la condición externa que haya contribuido a una dificultad, se enfadará con ella. Intentará defenderse por todos los medios, por inútiles que sean, y de esta manera simplemente desencadenará más y más turbulencias, ocasionándose a sí mismo aún más malestar del que el sufrimiento de por sí le causaría.

Por ejemplo, si uno se ha lastimado en el trabajo y es responsable de la lesión, se queda tranquilo y no se enoja con nadie. En todo caso, buscará a un médico. Pero si fue otra persona la que le causó esa misma lesión, uno se encoleriza y enoja. Con este ejemplo se deja claro que reconocer que uno es responsable de su propio sufrimiento lleva a la tranquilidad y a poder soportar con paciencia el dolor. Ya no habrá ninguna perturbación interna adicional.

Karma – Causa de la felicidad y del sufrimiento

Sin embargo, ¿a qué se debe que acumulemos causas negativas que luego nos deparan sufrimiento? En este contexto, en el Dharma se habla de karma. Esta palabra viene del sánscrito y no significa otra cosa que acción. Con esto se quiere decir que las acciones de nuestra mente, de nuestra palabra y de nuestro cuerpo son las causas de nuestra felicidad y de nuestro sufrimiento. Cuando se habla de karma, no se ha de entender otra cosa que las acciones de la mente, de la palabra y del cuerpo. Si estas acciones son correctas e intachables, entonces son la causa de experiencias de felicidad y bienestar. Pero en cambio, si las acciones son incorrectas, acarrean experiencias de sufrimiento. Por ejemplo, cuando alguien conduce un vehículo correctamente, no produce consecuencias negativas. Pero cuando el conductor comete errores, entonces sí acarrea problemas serios.

Es difícil saber con exactitud cuándo uno ha llevado a cabo las acciones que luego, en algún momento en particular, producen un resultado. Eso no se puede determinar fácilmente. El hecho es que nuestras acciones no corresponden con nuestros deseos en el sentido de que uno desea felicidad, pero lleva a cabo acciones que acarrean sufrimiento. Tendemos a cometer acciones físicas incorrectas. Igualmente nos resulta fácil usar incorrectamente nuestra facultad de hablar, así como dejarse llevar por acciones mentales negativas.

Independientemente que la acción sea corporal, verbal o mental, siempre deja cierta potencialidad residual en la propia mente. Y esta potencialidad perdura, aun cuando la acción concluyera hace tiempo. Se puede comparar con el siguiente ejemplo: Si alguien es mordido por una serpiente venenosa, la acción de morder dura sólo unos instantes y luego la serpiente se va. Sin embargo, la acción de morder deja un efecto en el cuerpo de esa persona, a saber, el veneno.

Hemos llevado a cabo acciones negativas en exceso. Estas acciones ya concluyeron. Pero todas ellas han impreso en nosotros un cierta potencialidad o, dicho más exactamente, la capacidad de producir un resultado. Y esta potencialidad continúa existiendo; la existencia de esta potencialidad no se interrumpe. Está unido a nuestro propio “continuum” y, en condiciones externas apropiadas, esta potencialidad alcanzará su madurez de manera dolorosa. Por lo tanto, si las condiciones externas y las potencialidades negativas internas coinciden en una configuración precisa, surgen las dificultades y el sufrimiento. Es imposible experimentar sufrimiento sin llevar dentro de sí mismo tales causas negativas.

Si uno no ve esto con claridad, fácilmente puede pensar: “¡Me va tan mal y no hay absolutamente ninguna razón para que esto me suceda precisamente a mí!” Es posible que hayamos oído hablar sobre la ley de causa y efecto, pero podemos creer que esta ley quizás no nos concierne. Sin embargo, que a alguien le vaya mal no es una prueba contundente de que la ley de causa y efecto no exista. Todo lo contrario, es una señal inequívoca de que esta ley existe. Nuestras tribulaciones y dificultades son el resultado de causas específicas. Si no fuera así, todos los seres humanos tendrían que tener las mismas experiencias y experimentar el mismo sufrimiento. El hecho de que cada persona tenga diferentes experiencias agradables y desagradables es un indicio claro de que estas experiencias descansan sobre ciertas causas, de que son el resultado de las causas correspondientes.

Nadie quiere llevar a cabo acciones mentales, verbales y físicas incorrectas. No se tiene ningún deseo especial de hacer lo incorrecto y, sin embargo, casi sin poder sobre sí mismo, uno está continuamente generando acciones nocivas.

Por lo tanto, uno tiene que considerar: “Ciertamente no tengo ningún deseo de actuar incorrectamente y, sin embargo, parece que, casi en contra de mi propia voluntad, siempre algo sale mal.” De nuevo, conviene comprender que también la capacidad de actuar correctamente depende de ciertas causas. La acción correcta, igual que la incorrecta, se ha de atribuir a ciertas causas. Que las acciones nocivas muchas veces resulten bien, mientras que siempre parezca que algo sale mal a pesar de los esfuerzos positivos, ambas son el resultado de sus causas específicas.

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