Pie De Cereza

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CAÍDA ONCE

Héctor se pasó toda la mañana en el teléfono. Era nuevo en este negocio, y en realidad no logró contactar a nadie. Lo mantenían en espera por horas, la estúpida sosa música perforándole el cráneo. Incluso peor, algunos dueños usaban mensajes grabados que eran incluso más estúpidos que un estúpido hablando a través una lata atada a una cuerda.

Después de una hora queriendo arrancarse el cabello, admitió la derrota.

“Ni siquiera puedo tener una conversación con estos tipos, mucho menos discutir un negocio, se dijo a sí mismo, sujetándose la cabeza. Su escritorio era un desorden de notas, nombres y números de teléfonos, tanto en papel como en el veil. No conocía a esa gente y a los que sí conocía no eran un buen indicio de cómo eran los otros en realidad.

Admitió que necesitaba hablar más en el salón de propietarios. Ir a fiestas. Hablar con gente.

Bah.

Llamó a Hondros. ”Si, mi amigo” dijo el gordo bastardo cuándo atendió el teléfono. Héctor suspiró. No escoges a tus amigos, en realidad no. “Yo, Uh… necesito las dos chicas que mencionaste”

“¿En verdad? ¡Excelente! Te enviaré los contratos inmediatamente. Sus dueños me dijeron que las tenían listas para que salieran, pero definitivamente no esta noche…” se calló, la insinuación saliendo de su gorda lengua.

“Sí, no hay problema, las necesitamos para pasado mañana, para comenzar el entrenamiento. ¿Es posible?” dijo Héctor mientras seguía con los ojos a los que caminaban por la calle.

“Para ti, Héctor ¡todo es posible!” dijo Hondros alegremente, “Ahora, hay algunas cláusulas y espero que me las devuelvas en la misma condición prístina como te las estoy enviando. ¿Está bien?”

“Si, como sea. Ambos sabemos que no puedo escoger. Haz el negocio y que las lleven a HPP mañana en la noche para que puedan descansar. Pickle quiere comenzar a entrenarlas temprano”,

“Interesante… Bien, tan pronto firmes el contrato, ¡tenemos un trato!” Dijo Hondros.

Héctor sintió un sabor amargo en la boca, como si alguien de repente le hubiese dado unas gotas de jugo de pepinillos. “Si, Yianny. Gracias por la rápida preparación para el envío”.

Daba resultados el ser educado en los tratos de negocios. Una lección que había aprendido antes. Incluso si habías dicho algunas cosas sucias de antemano, cuando te sientas en la mesa de negocios aprendes a poner todo eso de lado.

Como un gato. Empuja todo lo que hay en la mesa y déjalos que caigan en pedazos. Se rio de su propio chiste estúpido. Dioses, estaba cansado.

CAÍDA DOCE

Pickle tragó una vez y caminó hasta él.

Héctor suspiró y dejó caer sus bocetos de armaduras en la mesa. “¿Qué pasa? Tienes ese ceño fruncido sólo cuando las cosas están mal”.

No perdió el tiempo “Necesitamos más dinero”.

“Por supuesto que sí. Siempre necesitamos más dinero”. Se relajó y se recostó en la silla.

“Si, pero hay una forma de que podamos hacer algún dinero”.

“Eso está bien, ¿No es así? Se inclinó hacia adelante e hizo un gesto de “continúa” con su mano. “Vamos a oírlo”.

Pickle golpeó el aire y le mostró un estandarte acerca de un partido de jugger. El equipo que le presentó era más tonto que el suyo: Las Torpes.

Ahogó un resoplido. “Está bien. ¿Qué hay con ellas?”

“Puedes prestarme a mí y a Cherry para un partido. No será mucho, pero será una inyección de efectivo, sin mencionar que ambas descargaremos algo de presión”.

“Seguro, ¿Cómo sabes que necesitan jugadoras?”

“Conozco algunas de las chicas, nos encontramos hace algunos días y nos mantuvimos en contacto. Las Torpes son un equipo chistoso, una marca. Aunque hacen bastante dinero. Ellas son más bien agradables, tan agradable como se puede ser en este negocio. Son buenas personas, pero no son buenas atletas y tienen autognosia (autoconocimiento)”.

Héctor miró mejor al poster digital y al sitio web de las Torpes. “Conócete a ti misma”, él asintió.

“Se lo mencioné de manera casual y todas se emocionaron. Es decir, al prospecto de finalmente ganar un partido con nuestra ayuda”.

Héctor cerró el sitio web y regresó a sus bocetos. “Está bien”.

Pickle hizo una pausa de un segundo “¿Qué, así simplemente?”

“Seguro, háganlo. Prepárenlo. Hagan todos los arreglos. ¿De qué manera más clara puedo decir qué estoy de acuerdo?”

“Pero no puedo prepararlo. Tienes que llamarlos”.

Héctor suspiró y levantó la vista de sus bosquejos de armaduras. “¿Pickle?”

“¿Si?”

“¿Las otras chicas no tienen asistentes?”

“Por supuesto que sí”.

“Entonces coge el teléfono, diles que tú eres mi asistente y reserva el maldito cupo”.

“Pero – pero, podría arruinarlo”.

Héctor alzó los ojos y levantó los bosquejos de nuevo. “Ambos sabemos que eso no es probable”.

CAÍDA TRECE

En el gynaeconitis, justo antes del partido, Cherry y Pickle se alistaban para jugar. Héctor estaba recostado contra la pared mirando hacia otro lado, siendo discreto. A Cherry no le importaría si llamaba su atención, aunque sólo fuese un poco. “¿Ves? Te dije que podías con el negocio”, le dijo a Pickle.

“Si… y logré un buen precio también. Sólo un día de pago, pero nada de que burlarse”, dijo Pickle poniéndose la camiseta.

“Ha, no soy quien se va a burlar del dinero que entre. Sólo que no se excedan hoy, no quiero que salgan heridas”, dijo.

“Ven, ayúdame a uniformarme”, dijo Pickle muy erguida.

“Seguro”. Héctor fue hasta ella y tomó las partes de la armadura.

Cherry se avispó a la vista de eso. “¿Qué es esto?”

Pickle habló con un tono muy alto para que Cherry le creyera de verdad. “Oh, no es nada. Héctor me pone la armadura antes de cada partido” Ella hizo un gesto como sin darle importancia, riéndose para terminar con eso. “Es para la buena suerte”.

Héctor se arrodilló, le puso las espinilleras a Pickle, inclinándose detrás de sus piernas para sujetarlas en su lugar.

Se levantó, levantó su protector de pecho, lo inspeccionó por un momento y lo puso alrededor del pecho de Pickle para cubrir su exoesqueleto. Pasó sus manos por su cintura y lo ajustó en la forma correcta.

Luego tomó el escudo, Pickle extendió su brazo y Héctor lo deslizó sobre él permitiéndole que lo agarrara en el lugar correcto,

Apretó las correas tanto como fue necesario.

Luego tomó la espada. Podía haber tenido el filo cubierto con espuma, pero Cherry sabía que Pickle podía esgrimirla como una profesional. Héctor la ajustó en su correa.

Finalmente, levantó su casco, Pickle se inclinó como en una reverencia y Héctor lo puso en su lugar, deslizándole el pelo hacia atrás con sus manos. Le miró a los ojos de nuevo y él le puso la correa en su lugar. Ni muy apretada, ni muy suelta. Sólo correcta.

“Bueno, lista para patear traseros, Pickle”, le dijo con una sonrisa.

Cherry no pudo aguantarse más. “¡Eso. Fue. Increíble!”

Ambos voltearon hacia ella con aspecto confundido.

“Voy a dibujar esta escena tan pronto llegue a casa”. Luego miró hacia un lado y pateó un lado del banco. “Ay… ¿Héctor?”

“¿Si?”

Sostuvo la espinillera con un dedo. “¿Puedes ayudarme a vestirme también?” Preguntó, dudando. “Sólo si lo quieres, es decir…”

Los ojos de Héctor fueron de una a otra de las chicas. “Si, seguro, si puedo”

Héctor caminó hacia dónde estaba y se arrodilló frente a ella. Cherry era mucho más baja que Pickle, y ella podía verlo por la forma en que Héctor podía llegar alrededor de su pierna y atarle las espinilleras sin extender sus manos. Ella miró la cabeza de Héctor mientras le ponía la armadura, deslizando sus manos sobre su protector y revisando las partes, halándolas a la derecha y a la izquierda y apretándolas de la manera correcta. Ella se inclinó hacia adelante y tomó una bocanada de su cabello.

Sus manos eran fuertes y se movían con experticia a lo largo de su cuerpo. Todo se volvió nebuloso en su mente y ni siquiera se dio cuenta cuando Héctor le puso el casco y lo ajustó bajo su quijada.

Cuando le golpeó suavemente en el casco, desapareció su ensueño. “Todo listo. ¡Atrapa esos cráneos, Cherry!”. La animó con un puño indicando ‘podemos hacerlo’.

“S – seguro”

Pickle y Cherry estaban en la entrada esperando por la señal para comenzar. “¿Disfrutaste… también cuando hizo eso?” dijo Pickle. “Estoy hablando acerca de… tú sabes, allá atrás”.

Cherry se desvaneció. “¿Estás bromeando? Sentí un hormigueo por todo el cuerpo, ¡prácticamente estoy mojada aquí abajo!”. Recorrió su cuerpo con sus manos moviendo sus dedos enguantados.

Pickle tosió y volteó hacia adelante. “Si… Yo sólo pienso que da buena suerte, eso es todo”.

“Seguro que sí”, Cherry puso una cara inexpresiva, dirigiéndole una mirada furtiva “Ningún cosquilleo en absoluto, sólo para la buena suerte”.

“¿Qué más podría ser? Y Héctor sabe cómo ajustar una armadura, esa es otra cosa práctica”, asintió Pickle. “Para él tiene sentido hacerlo, tú sabes, para evitar accidentes”.

“¡Por supuesto que tiene sentido para él!” Cherry se mostró alegre. “Con esas poderosas manos por todo mi cuerpo…” Expiró aire.

“¡Concéntrate en el partido, Cherry!” le pidió Pickle .

Cherry inspiró y expiró inflándose las mejillas. “Estoy concentrada, estoy mojada, estoy concentrada”. Saltó en el mismo lugar, la adrenalina corriéndole por las venas.

 

CAÍDA CATORCE

Las Torpes hicieron honor a su nombre. Sin importar cuan bien jugara Pickle y Cherry, no podían seguirles el paso. Siguieron perdiendo el cráneo por errores tontos de novatas.

Cherry estaba cansada, corriendo de arriba para abajo en el campo haciéndolo lo mejor posible. “¡No puedo anotar!”

“Está bien, créeme, no es tu culpa” Le aseguró Pickle en la línea de partida.

“Sin embargo”, jadeó Cherry, “nos contrataron para que le diéramos una victoria, digo que lo intentemos”.

“Lo haremos. Pero no podemos hacer milagros, ¡no con sólo dos buenas jugadoras!”. Pickle se dio cuenta que habían logrado la atracción de una de las Torpes, llamada Olivia, una de las chicas que Pickle había conocido en el bar Taf. Le sonrió, cambiando el tema. “Vamos a intentar un deslizamiento, yo cubro tu izquierda, preocúpate sólo de tu derecha. ¿Está bien?”

Cherry asintió y tomó la posición de corredora.

Las piedras comenzaron a caer sobre el tambor y Cherry estaba encima del cráneo en un parpadeo. Pickle bloqueó a dos ejecutoras y Cherry serpenteó a través de la Cadena y se lanzó hacia adelante para anotar.

Los fanáticos de las Torpes se pusieron frenéticos. Las chicas se alegraron y la abrazaron bien fuerte, puras sonrisas. “¡Podemos hacerlo! ¡Podemos ganar este juego!” dijeron.

Si… No. Pickle forzó una sonrisa para parecer positiva Pero era una muy buena estratega para creer eso. Por la única niebla de Atenas, el juego ya estaba perdido. Lo único que podían hacer era apegarse al contrato para este juego, jugar bien y tratar de no resultar heridas, porque eso negaría cualquier poco dinero que pudieran ganar este día.

Todas se alistaron para el segundo round. Las Torpes se veían concentradas, cortantes como una hojilla. Apretando sus armas, estaban listas para golpear

Pickle hizo un ruido empujando su labio inferior, ’hum’ ¿Podrían las Torpes arreglárselas para darle una sorpresa? Emma, Olivia e Izzy en verdad tomaban este round en serio.

Y entonces la piedra golpeó el tambor y dos de las Torpes actuaron torpemente y tropezaron. Cayeron al piso y una reproducción instantánea repitió la X CAÍDA una y otra vez para la audiencia.

Pickle bajó los hombros con un suspiro profundo de resignación.

CAÍDA QUINCE

“¿Hey, Cherry? Baja por un segundo, “¿Está bien?” Gritó Héctor desde abajo.

Cherry sintió un escalofrío en su espalda. Allí estaba, el mal presentimiento. No podía decir que no y él no le había pedido nada irrazonable.

Bajó las escaleras lentamente, cada escalón era un drama como si se dirigiera a un pelotón de fusilamiento.

Héctor estaba en su taller, como siempre. Tenía algún proyecto desplegado, eso era aparente. Partes y piezas de armadura y tela estaban dispuestas en un modo en forma de patrón. “¿Si, Héctor?” tragó.

“Ven y párate aquí”, señaló. “Aquí donde está la luz”.

Así lo hizo. “¿Para qué me necesitas?” preguntó, pero su verdadera pregunta era, ‘¿Es esta la noche cuando vas a mostrar tu verdadera cara?’

“Para tomar las medidas para tu armadura”, dijo mientras tomaba su metro de tela como un profesional. “Estira tus brazos, ¿por favor?”

Cerró los ojos e hizo lo que le pedía.

Héctor midió sus dimensiones con facilidad que da la práctica.

“Ya están en línea…” dijo, débilmente.

“No es sólo los números, Cherry”, dijo Héctor mientras iba hacia el otro brazo. Midió y añadió, “También es como se siente en general, como te queda”. Imitó como si sintiera algo pesado con sus manos. Fue hacia su cintura y ella cerró los ojos de nuevo. “Seguro, yo podría armar una sólo por los números y te quedaría bien, sin duda alguna. Pero lograr sentir el cuerpo usándola, es diferente”.

Allí estaba, se preparó para lo que venía. El tocarla inapropiadamente y todo comenzaría. La oscuridad.

“Levanta los brazos, por favor” dijo Héctor y midió por debajo de su pecho cuando lo hizo. “Por qué estás jadeando así. ¿Bajaste corriendo por las escaleras? Cálmate”

Se mordió un labio y asintió, pero en realidad no podía calmarse. Corre, huye, eso era lo que pensaba en ese momento.

Chica tonta.

Solo lograrías dar un par de pasos hacia afuera.

Héctor midió la parte superior de su pecho y preguntó. “¿Puedo tocarte las clavículas?”

Ella asintió aun mordiéndose los labios. Sus ojos se movieron por todo el cuarto. Tantas herramientas, alicates, martillos. Podría tomar una. No era tan fuerte, pero era muy rápida. Rapidez significa poder, ¿correcto?

¿Correcto?

Héctor le tocó las clavículas, moviendo sus manos a lo largo de ellas. “Ves, el problema es que gran parte del peso de la armadura descansa sobre las clavículas y es muy incómoda si no calza bien”.

“Ya veo…” dijo respirando fuertemente. Estaba usando pantalones de muchacho y una franela. La ropa no era provocativa por sí misma, pero era fácil de quitar. Eso, se había dado cuenta, había sido un error. Había bajado la guardia, se había sentido muy cómoda aquí.

Héctor haló su taburete y se sentó a su lado inclinándose para medir sus muslos. “Decía que como eres una qwik necesitas tener movilidad. Tienes un sprint explosivo y cruzas muy rápido. Continuó a medir las rodillas y las pantorrillas. “Hallar el balance correcto entre protección y movilidad es un arte”, continuó.

“Estoy de acuerdo”, dijo. Podía admitir que no la había tocado inapropiadamente, aún no. Pero todo podía cambiar en un instante. Así eran los hombres.

Héctor midió el largo de sus pies y dijo. “Toma una posición de arranque, por favor. Sí, justo así”.

Se mantuvo firme en la posición de ‘lista para un sprint’. Ahora si quería escapar de verdad. Era como tener unas ganas increíbles de orinar y que alguien te pidiera que regaras una planta cerca de ti. Una tortura.

Héctor enderezó su espalda. “¡Listo! Debo tener lista una primera prueba para ti mañana y después la ajustaremos a partir de allí, ya que vamos a estar por aquí por bastante tiempo” Se rio, aparentemente creyendo que su chiste tonto era muy gracioso. Luego se volvió hacia su banco de trabajo.

“Espera, ¿qué? Exclamó Cherry.

“¿Qué?”

“¿Eso es todo?”

“Si. Tengo las medidas, gracias. Puedes irte, o quedarte. No me importa” La despidió con un gesto casual, para que se fuera.

Cherry se puso la mano en la cintura. Estaba verdaderamente molesta.

Hubo una larga pausa, y Héctor finalmente volteó los ojos para ver que todavía seguía allí. “¿Algo está mal?”

“¿Mal, mal? Me invitas a tu casa, me compras cosas, me das una mesada, me pides que baje en medio de la noche para una ‘prueba’, citó mal.

“Medidas” la corrigió.

Levantó ambos brazos. “¡Peor aún! Pones tus manos sobre mi cuerpo, me ves temblando como una hoja y entonces ¿Qué? ¿Nada?”

“¿Qué esperabas que hiciera?”

“No sé, ¿Aprovecharte de mí?” dijo simplemente “¿No soy lo suficientemente atractiva para ti?”

“Cherry, lo eres. Muy atractiva. Cualquier hombre tendría suerte de tenerte”

Inmediatamente dejó de estar enojada. “Entonces ¿Por qué tus manos exploradoras, tú sabes, No exploran?” Ella hizo una imitación con sus manos.

Héctor se vio las manos. “Estoy confundido, ¿Tú quieres que yo…?”

“Si, ¡tú, gran tonto!”

“Oh, Cherry, no puedo. Me estaría aprovechando de ti. Esta relación de dueño – atleta, es verdaderamente jodida”, negó con la cabeza.

“Claro que puedes”, dijo acercándosele.

“Cherry…”

“Toca mis clavículas”.

“Ya lo hice, son agradables”, sonrió. Dioses, tenía una sonrisa agradable.

“Hazlo de nuevo”.

Rozó su clavícula con sus dedos. Se sentían rudos y fuertes y sintió un escalofrío en su espalda. “Ahora mide mi torso”.

Héctor tomó su cinta métrica y se dispuso a hacerlo de nuevo.

“No con eso. Con tu mano”.

Se rio y lo hizo. Midió su torso con el largo de sus palmas. “Esto es terriblemente inexacto”, dijo con su voz profunda. “Vamos a destrozar la armadura y tendremos que hacerla de nuevo”. Movió las palmas de sus manos sobre sus pechos y la tanteó.

Coño, por fin.

Héctor se inclinó, la tomó por la cintura y la atrajo dándole un beso profundo. Era rudo, sudoroso y malditamente caliente.

“Mmm”, ella bromeó, “Eso fue muy bueno, pero no veo cómo va ayudar con las medidas”.

“Déjame mostrarte cómo”, y la levantó para ponerla sobre la mesa de trabajo sobre las partes de la armadura en la misma orientación en que estaban.

“Oh, bien. ¿En dónde va esta parte?” dijo ella tímidamente, señalando una parte del brazo.

La besó en el brazo. “Aquí”, dijo y colocó la pieza sobre ella.

“¿Y esta?”

Subió su franela y la besó en el vientre “Aquí”, dijo y puso la pieza de la parte baja del torso sobre ella.

“¿Y aquella?”,

“Esa”, Héctor se rio y se inclinó hacia adelante, “Es la guarda de la entrepierna”.

Cherry asintió y abrió los ojos por completo, impaciente. “Bien, continúe, señor”.

Héctor le bajó los shorts y le besó sobre las pantis. Se tomó su tiempo y ya ella se estaba sintiendo tibia y pulposa.

“¿Por qué la tardanza, maestro armero?” bromeó prácticamente gimiendo.

“Parece que no la puede medir correctamente. Necesitaré verla mejor”. Y entonces deslizó sus manos bajo sus nalgas, las levantó y le quitó las pantis con un movimiento rápido y poderoso.

Si no hubiese estado húmeda en ese momento, esto definitivamente habría hecho el trabajo.

“Oh, ¡encontré la cereza!” dijo Héctor explorando su cuerpo y encontrando su marca de nacimiento. Después de unos besos y caricias a su piel con sus dedos y volviéndola completamente loca, la dejó sola por un segundo. “Discúlpame…”

Cherry jadeaba fuerte, extendida sobre la mesa y sintiendo la fría brisa en sus partes privadas, mirando al techo. Estaba confundida, excitada, asustada, aunque sólo un poco y absolutamente, positivamente cachonda.

Héctor regresó de su cuarto con un condón. Bien, al menos era cuidadoso. Él se lamió el pulgar y se lo mostró con un gesto de pulgares arriba.

Ella sudó por un segundo. Se miró, las piernas todavía abiertas y listas para recibir. Incluso la disposición inconsciente de sus miembros, le decían que lo hiciera. Se lamió su pulgar también y lo presionó contra el de él. Los dos recibieron la señal verde de ‘adelante’ y un pequeño grito se escapó de su garganta.

Héctor se subió a la mesa encima de ella y tocó su mejilla gentilmente con el dorso de su mano. “¿Estás segura que quieres hacerlo? No quiero forzarte a que hagas algo que no quieras ha…“

“Oh, ya, coño, ¡tómame!” Soltó el aire y lo besó, con las piernas alrededor de él.

CAÍDA DIECISEIS

A la mañana siguiente, Pickle estaba lavando los platos. Héctor caminó hacia ella y se recostó en el mostrador de la cocina al lado de ella.

“Buenos días”, dijo ella.

“Buenos días, Pickle. Yo… hm, tengo que decirte algo”.

Ella lavó un plato. “¿Qué te pasa?”

El hizo un movimiento en el aire con la palma de su mano. “Bien, esto es así, rompiendo el celofán. Tuve sexo con Cherry anoche”. Se detuvo y miró para ver su reacción.

Pickle dejó de fregar por un segundo y luego siguió.

“Yo no sé si ustedes chicas hablan acerca de estas cosas o no, pero quería decírtelo primero porque me siento mal por eso”.

Pickle fregó más fuerte, viendo el fregadero. “¿Por qué te siente mal por eso?”

“Porque ¡no quiero ser como Nicomedes, Pickle!”

Pickle sonrió y se volvió hacia él, levantando un dedo llenos de espuma para tocar su quijada. “OH, Héctor, nunca tienes que preocuparte por eso. Él nunca será la mitad del hombre que tú eres”.

“Bien, si tú lo dices. Algún día vas a tener que decirme que pasa entre ustedes dos”.

Pickle se encogió de hombros.

“De regreso a anoche, quise decírtelo porque tú eres su protectora”.

Pickle regresó a lavar el siguiente plato. “¿Por qué, estás pensando en dañarla?”

Héctor reaccionó. “¿Qué? No, ¡nunca!”

“Bien, ambos son adultos. Ella es una jodida niña comparada con nosotros y si me preguntas, deberías buscar a alguien de tu edad, pero legalmente ella puede hacer lo que quiera”. La voz de Pickle lentamente subió de tono y rompió el plato y las piezas cayeron por todas partes.

 

Pickle, vaya, ¿estás herida? Héctor se inclinó preocupado. Tomó su brazo y lo sostuvo en alto.

“Aumentada, tonto. Nada puede herirme”. Volteó la cabeza “No como eso, de cualquier forma”. Murmuró.

Héctor revisó su brazo. “Si, parece que está bien. Ahora en serio, Pickle, no lo planeé pero pasó. Está hecho. ¿Estás segura qué estás bien con esto?”

Pickle tomó la esponja, la sostuvo en alto con su mano aumentada hacia él. “¿Por qué no lo estaría?” Le batió sus pestañas y le dio una sonrisa aterradora. “Pero, si le haces daño a mi amiga, te rompo las bolas”, dijo tajante.

Luego exprimió la esponja, con la espuma blanca brotando entre sus dedos.

“Muy vívido”, dijo Héctor tragando grueso. “Entiendo”.

CAIDA DIECISIETE

Héctor se lavó la cara y se dio un baño de pájaro en el fregadero de abajo. Su casa se estaba llenando de gente y tenía conflictos con eso. Podía admitir que le gustaba la compañía de ambas mujeres y que no quería volver a su vida de soltero. Pero le estaba alterando los nervios un poco.

Había renunciado al baño de arriba, usándolo sólo cuando necesitaba ducharse, lo cual era a menudo. Especialmente después de trabajar en su fragua. Esa cosa era verdaderamente caliente. Cómo debía ser, en verdad. El baño de arriba había visto una explosión de productos de belleza, perfumes, máscaras faciales y otras cosas propias de las mujeres. No era que Cherry necesitara nada para verse bien buena, pero si se veía más sexy cuando se maquillaba. Desearía tener tiempo para llevarla a alguna parte agradable algún día, pero entre el trabajo en el taller, la formación del equipo… Sí, no iba a pasar pronto.

Las chicas habían traído un viejo equipo del garaje y lo usaban como pesas para entrenar. La sala se había convertido en un gimnasio improvisado y a Héctor no le importaba subir y ver el duro trasero de Cherry hacerse más animado cuando se meneaba con la música a todo volumen.

Obviamente, la sala no funcionaría a largo plazo. Tendrá que imaginar algo para sus entrenamientos. ¿Quizás algún arreglo con un gimnasio cercano? Sería agradable para todas ellas salir de la casa en un horario fijo. Tomó nota para preguntar en varias partes, consultar con los otros dueños de negocios, alguien siempre conoce a alguien apropiado. Todo el mundo era familia en Atenas, o al menos se conocían el uno al otro con por lo menos dos grados de separación.

Pero eso costaría más dinero y el equipó no lo estaba haciendo bien aún. No, necesitaba mantenerlo sin muchos gastos por el momento y expandirse sólo cuando fuese necesario. Las chicas tendrían que estar apretadas por ahora y quizás podría conseguir algunas sesiones al mes en un gimnasio para que pudieran usar el equipo apropiado para entrenar.

Se miró en el espejo. ¿Se estaba volviendo cómo ese malviviente de Nicomedes? Pickle había dicho que no. Y ella no escatimaría palabras. Él tampoco lo pensaba así, pero era una línea muy delgada. Por una parte, él tenía que jugar el juego, complacer a los fanáticos, mantenerlos queriendo más. Por la otra, tenía que ser respetuoso con las mujeres que dependían de él, simplemente porque nadie más lo haría.

Tendría que caminar por la cuerda floja y mantener el balance.

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