La pragma-dialéctica como teoría de la argumentación

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En el proyecto sobre indicadores, Peter Houtlosser, Francisca Snoeck Henkemans y yo nos propusimos examinar las claves para reconstruir sistemáticamente las jugadas argumentativas mediante investigación empírica cualitativa (Van Eemeren, Houtlosser y Snoeck Henkemans, 2007). Nuestras metas centrales fueron identificar palabras y expresiones que usan los argumentadores para indicar las funciones de las diversas jugadas que se hacen en un discurso argumentativo, clasificar esas jugadas de acuerdo con las funciones argumentativas que pueden tener en las diversas etapas del proceso resolutorio y determinar bajo qué condiciones cumplen esas funciones. Los indicadores de las funciones de las jugadas argumentativas que examinamos incluyen la manera en que se presentan las jugadas, la manera en que la otra parte reacciona a ellas y la manera en que la primera parte responde ante esas reacciones.

En el proyecto sobre indicadores hicimos uso de “perfiles dialécticos” que especifican los tipos de jugada que pueden ser instrumentos para la realización de tareas específicas de los discutidores en un punto particular de la discusión y las “rutas ­dialécticas” en que se incluyen tales jugadas.13 Las rutas dialécticas son especificaciones de las diversas series de jugadas analíticamente relevantes que pueden hacerse en tal o cual parte del intercambio argumentativo que exhibe el perfil dialéctico. Tomando los perfiles dialécticos relevantes como nuestro punto de partida, examinamos sistemáticamente las maneras en que las jugadas argumentativas se realizan en la realidad argumentativa.

Para establecer la conexión necesaria entre la teoría pragma-dialéctica y la realidad argumentativa, los pragma-dialécicos nos hemos dedicado desde mediados de la década de 1980 a la investigación empírica cuantitativa, con carácter experimental, concentrándonos inicialmente en hasta dónde en la realidad ­argumentativa hay factores propios de la presentación que facilitan o dificultan el reconocimiento de las jugadas argumentativas (por ejemplo, Van Eemeren, Grootendorst y Meuffels, 1984, 1989; Van Eemeren, Meuffels y Verburg, 2000). Nos enfocamos particularmente en rastrear reglas generales, rutinas y tendencias en la manera en que los argumentadores ordinarios identifican y evalúan las jugadas argumentativas. Después examinamos también las claves que el contexto proporciona para reconocer la argumentación indirecta. Juntos, los resultados de estos proyectos de investigación nos permitieron comprender a fondo el procesamiento real del discurso argumentativo, lo cual es necesario para dar una perspectiva realista al ideal crítico de la pragma-dialéctica y para desarrollar métodos adecuados con los cuales mejorar las prácticas argumentativas. Los resultados pueden también aplicarse, en el análisis del discurso argumentativo, para justificar las reconstrucciones analíticas que se hicieren.

A fin de determinar la validez intersubjetiva de los criterios pragma-dialécticos para una discusión crítica, se llevó a cabo un amplio proyecto de investigación bajo el nombre de “Concepciones de lo razonable”, en el que Bart Garssen, Bert Meuffels y yo concentramos nuestros esfuerzos por más de diez años en capturar la manera en que los argumentadores ordinarios evalúan las jugadas argumentativas. Esta investigación ha resultado en la exhaustiva monografía Fallacies and Judgments of Reasonableness (Falacias y juicios de razonabilidad, Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009) [no traducida aún al español]. Este estudio reporta aproximadamente cincuenta experimentos en los que presentamos a los participantes diversos fragmentos de discusión, construidos especialmente para el experimento, y en los cuales había a veces jugadas falaces y a veces jugadas no falaces de acuerdo con la teoría, y les pedimos que juzgaran si la última jugada argumentativa en cada fragmento era o no era razonable. Se examinaron diferentes tipos de falacia en el sentido de violaciones de las reglas de discusión crítica hechas a todo lo largo de las cuatro etapas de tal discusión.14 El propósito general de los tests era verificar hasta dónde los argumentadores ordinarios juzgan lo razonable de jugadas argumentativas de acuerdo con normas que corresponden a las expresadas en las reglas de discusión crítica. Con base en los impresionantemente consistentes resultados puede concluirse que, una y otra vez, los argumentadores ordinarios juzgan que las falacias que incluimos en los tests son jugadas no razonables en una discusión; y también que las argumentaciones no falaces con las que aquellas estaban en contraste eran vistas como razonables o incluso muy razonables.

Para responder a la pregunta de en qué sentido los resultados de este proyecto empírico son indicio del grado de validez intersubjetiva de las reglas de discusión correspondientes a la etapa de confrontación, la etapa de apertura, la etapa de argumentación y la etapa de conclusión que eran nuestro objeto de investigación, hicimos uso de la noción cuantitativa de tamaño del efecto, que indica con cuánta fuerza los participantes en el experimento discriminan entre lo no razonable o lo razonable de una cierta falacia frente a su contraparte no falaz. A mayor sea el tamaño del efecto, más fuerte es la discriminación, y a menor el primero, más débil la segunda. Hablando relativamente: a mayor el tamaño del efecto, más se prueba la pretensión de validez intersubjetiva. Las conclusiones globales que pueden deducirse de los tamaños del efecto en este proyecto de investigación son que, hablando en términos generales, las reglas de discusión crítica son en alto grado intersubjetivamente válidas y que las diferencias en cuanto al grado de validez intersubjetiva entre una regla y otra no son para nada espectaculares (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009, pp. 222-224). La conclusión general es, pues, que todos los datos obtenidos indican que las normas que usan los argumentadores ordinarios cuando juzgan lo razonable de las contribuciones a la discusión se corresponden bastante bien con los criterios pragma-dialécticos para una discusión crítica. Sobre la base de esta evidencia indirecta, podemos afirmar que dichas reglas son convencionalmente válidas, tanto cada una de manera individual como juntas en grupo.

4. La teoría pragma-dialéctica extendida

Una vez que la teoría estándar se hubo consolidado mediante el desarrollo de las herramientas analíticas requeridas y mediante el establecimiento de conexiones claras con la realidad argumentativa a través de la investigación empírica, tanto cualitativa como cuantitativa, la investigación pragma-dialéctica ha pasado de modelo ideal de una discusión crítica a las manifestaciones concretas de las multiformes prácticas del discurso argumentativo. A fines del siglo XX me propuse fortalecer la conexión con la realidad argumentativa de una manera nueva y fundamental al dar cuenta, dentro de la teoría, del “diseño estratégico” del discurso argumentativo (Van Eemeren, 2010). El propósito de incluir una faceta novedosa pero inexplorada del discurso ­argumentativo en la teorización pragma-dialéctica era extender las herramientas analíticas y evaluativas de forma tal que se pudieran ofrecer reconstrucciones más profundas y evaluaciones más realistas del discurso argumentativo, y al mismo tiempo dar cuenta más completa de unas y otras.15

Considerando que para explicar el diseño estratégico del discurso argumentativo, junto a la dimensión dialéctica de razonabilidad característica de la teoría estándar, había que incorporar a la teoría la dimensión retórica de efectividad, invité a mi ­exalumno Peter Houtlosser a unirse al proyecto sobre “maniobrar estratégico” (Van Eemeren y Houtlosser, 2002b). Como punto de partida tomamos el “predicamento argumentativo” en el que se encuentra cualquiera de nosotros en el discurso argumentativo de la vida real, a saber, que en cada jugada argumentativa el intento de ser efectivos necesita ir siempre de la mano de seguir siendo razonables. Al hacer una jugada argumentativa, un argumentador busca lograr el efecto de que la audiencia acepte lo que dice al tiempo que mantiene su compromiso de ser razonable, tal como lo definen las reglas de discusión crítica. Debido a la tensión inherente en la búsqueda simultánea de estos dos objetivos, pensamos que se requiere “maniobrar estratégicamente” para mantener el equilibrio. En caso de que, buscando ser efectivos, los argumentadores descuiden su compromiso de ser razonables y violen una o más reglas de discusión crítica, su maniobrar estratégico se “descarrilará” y resultará falaz (Van Eemeren, 2010, p. 198).

Adoptar la noción teórica de maniobrar estratégico significa añadir una dimensión retórica al marco teórico de la pragma-dialéctica. A fin de remediar la completa separación entre los enfoques dialéctico y retórico al discurso argumentativo que se efectuó en el siglo XVII, debe cerrarse la brecha conceptual y comunicativa que existe entre las dos diferentes comunidades de investigación involucradas (Van Eemeren y Houtlosser, 2002b, pp. 136-138; Van Eemeren, 2013). Peter Houtlosser y yo pensamos que las perspectivas retórica y dialéctica no son incompatibles e incluso pueden ser complementarias. Desde nuestro punto de vista, que en este aspecto se opone a ambas tradiciones, la dialéctica y la retórica, el ser efectivos retóricamente en el discurso argumentativo solamente vale la pena si la efectividad en cuestión se logra dentro de los límites de la razonabilidad dialéctica; y al contrario: proponer, en teoría de la argumentación, criterios dialécticos de lo que es razonable solamente tiene significado práctico si se combina con un examen de la aplicabilidad de las herramientas retóricas para lograr efectividad. Por ello es que pensamos que el futuro de la teoría de la argumentación residirá en una integración constructiva de las perspectivas dialéctica y retórica (Van Eemeren, 2010, pp. 87-92). En esta empresa la ­noción de maniobrar estratégico es la herramienta teórica primaria en pragma-dialéctica.16

 

5. Investigación empírica de la efectividad razonable

El introducir la noción teórica de maniobrar estratégico dentro de la teoría pragma-dialéctica extendida ha abierto nuevas áreas de investigación empírica. En un nuevo y abarcador proyecto de investigación sobre “falacias ocultas”, Bart Garssen, Bert Meuffels y yo hemos comenzado en 2010 con una serie de experimentos acerca de la relación que la búsqueda, por parte de los argumentadores, de efectividad retórica guarda con su cumplimiento de los criterios dialécticos de lo que es razonable. En nuestro artículo “Efectividad mediante razonabilidad” [o “Efectividad razonable”, véase nota 7] formulamos tres hipótesis teóricamente motivadas que son vitales a la hora de lanzar este tipo de investigación empírica (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2012a).17 Hemos también mostrado que las tres se ven apoyadas fuertemente por datos empíricos pertinentes.

(1) Puesto que saben cuáles contribuciones a la discusión deben considerarse razonables y cuáles no, los argumentadores ordinarios son en alguna medida conscientes de lo que implican sus obligaciones dialécticas. Si no fueran conscientes de ningún criterio de lo que es razonable, entonces no habría una relación racional entre tratar de ser efectivos y seguir siendo razonables en su maniobrar estratégico. Al emitir sus juicios sobre lo que es razonable, los argumentadores ordinarios prueban en los hechos que utilizan criterios en fuerte correspondencia con las normas incorporadas en las reglas de discusión crítica (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009, p. 206). El hecho de que se comprometan a criterios de razonabilidad equivalentes a los criterios pragma-dialécticos hace posible dar un contenido más claro de lo que significa para ellos ser razonable.

(2) Los argumentadores ordinarios asumen que en principio la otra parte en una discusión se comprometerá al mismo tipo de obligaciones dialécticas que ellos. Si no partiesen de este supuesto, no tendría sentido para ellos apelar a los criterios de lo que es razonable ofreciendo argumentación que justifique sus puntos de vista. El hecho de que asuman que hay criterios compartidos de razonabilidad hace posible que conecten los criterios de ­razonabilidad propios con su búsqueda de efectividad de cara a la otra parte.

(3) Los argumentadores ordinarios prefieren —y asumen que sus interlocutores también prefieren— que las contribuciones a la discusión que no cumplen los criterios de razonabilidad supuestamente compartidos sean consideradas como no razonables y que quienes lesionan esos criterios sean llamados a cuentas por no ser razonables. Si no quisiesen que los criterios vigentes fueran respetados, sus afanes argumentativos no tendrían sentido. El que los argumentadores otorguen un significado prescriptivo al ser razonables cuando se participa en prácticas argumentativas, y el que esperen que sus interlocutores hagan otro tanto, permite que interpretemos el vínculo entre ser razonable y ser efectivo de forma que podamos esperar que el ser razonables en principio conduzca a ser efectivos, incluso si en una particular práctica comunicativa (o en ciertos tipos de prácticas comunicativas) ser razonable no puede ser el único factor (o ni siquiera el de mayor influencia) para lograr efectividad. Correlativamente, si no somos razonables o no lo suficiente, entonces hay que esperar que no seamos tampoco tan efectivos.

Con estas consideraciones como telón de fondo, concluimos que tiene sentido para nosotros, como teóricos de la argumentación, el ponernos a examinar empíricamente cuál es la relación entre ser razonable y ser efectivo, cubriendo todas las etapas del proceso resolutorio y tomando en cuenta todos los aspectos del maniobrar estratégico. En esta investigación empírica, definimos una jugada argumentativa como efectiva si y sólo si realiza el efecto (perlocutivo) “inherente” a la interacción que convencionalmente se busca cuando se lleva a cabo el acto verbal por el que hacemos tal jugada argumentativa (Van Eemeren y Grootendorst, 1984, pp. 24-29). Para servir sus propósitos óptimamente, la investigación pragma-dialéctica sobre efectividad se concentra en la búsqueda de efectos deseados y externalizables que el maniobrar estratégico tiene sobre el estado de los compromisos dialécticos del destinatario.18 Se enfoca ante todo en los efectos logrados por medios razonables que, comenzando con la comprensión adecuada de la razón de ser funcional de las jugadas argumentativas, dependen de consideraciones racionales por parte del destinatario.19 El que dirijamos la investigación por este camino va de la mano con nuestra idea de que ser razonables es condición necesaria de ser convincentes, lo cual es la versión racional de ser persuasivos (Van Eemeren y Grootendorst, 1984, p. 48).

A la luz de este hallazgo —a saber, que las jugadas argumentativas que son falaces desde la perspectiva de la teoría de la argumentación son también vistas como no razonables por los usuarios del lenguaje ordinario— podría llamar la atención que, cuando tales jugadas ocurren en el discurso argumentativo, las falacias en muchas ocasiones escapan a la atención de los participantes. Un ejemplo notable de falacia que fácilmente pasa desapercibida es la “variante abusiva” del argumentum ad hominem. Puestos a calificar si casos claros de esta falacia en una situación experimental son o no razonables, los argumentadores ordinarios juzgan, por abrumadora mayoría, que el uso de esta falacia es una jugada muy poco razonable en una discusión (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009, p. 206). Sin embargo, en el discurso argumentativo de la vida real, esta falacia no es detectada en muchísimos casos. Es menester explicar una discrepancia tan llamativa.

En el artículo “The disguised abusive ad hominem empirically investigated”, Garssen, Meuffels y yo argüimos que en ciertos casos el ad hominem abusivo puede analizarse como un modo de maniobrar estratégico en que esta falacia adopta una apariencia razonable porque imita las reacciones críticas legítimas ante la argumentación de autoridad (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2012b). Cuando coargumentadores se presentan incorrectamente como expertos en un cierto campo, o pretenden ser dignos de crédito cuando de hecho no lo son, atacarlos personalmente en ese punto es una jugada perfectamente legítima y razonable. Como consecuencia, de ocurrir casos especiales como este, puede no ser inmediatamente claro si un ataque personal deba verse como una crítica razonable o más bien como una jugada ad hominem falaz. En dos experimentos hemos puesto sistemáticamente a prueba la hipótesis de que los ataques ad hominem abusivos son vistos como substancialmente no tan poco razonables cuando se los presenta como si fuesen reacciones críticas a una argumentación de autoridad en que la persona atacada se exhibe incorrectamente como experta. La hipótesis se confirmó en ambos experimentos.20

6. Tomar en cuenta el contexto institucional del discurso argumentativo

El maniobrar estratégico no forma parte de una discusión crítica idealizada, sino de prácticas comunicativas multiformes que se han desarrollado en la realidad argumentativa. Por ello es que en la pragma-dialéctica extendida es necesario dar cuenta cabal del macro-contexto constituido por el ambiente institucional de las prácticas comunicativas en que tiene lugar el discurso argumentativo de que se trate.21 Para ello pusimos nuestro tratamiento del maniobrar estratégico en el discurso argumentativo en relación inmediata con los “tipos de actividad comunicativa” que se han establecido en los diversos dominios comunicativos en respuesta a las exigencias institucionales de cada dominio. Estos tipos de actividad comunicativa han sido convencionalizados de acuerdo con las necesidades del macro-contexto institucional en cuestión (Van Eemeren, 2010, pp. 129-162).22

Es mediante el uso de “géneros” apropiados de actividad comunicativa,23 los cuales van desde la adjudicación y la deliberación hasta la disputa, que los tipos de actividad comunicativa son diseñados con el fin de realizar su razón de ser: el “propósito [point] institucional” que refleja aquella exigencia; para responder a la cual ha surgido el tipo de actividad, por ejemplo, en el caso del debate parlamentario, el que se logre un buen apoyo para una decisión acerca de una propuesta política. Para complicar las cosas, en ciertos tipos de actividad comunicativa, la realización de su propósito institucional puede requerir que se activen juntos varios géneros de actividad comunicativa convencionalizada. Así, en una entrevista política, por ejemplo, encontramos que la deliberación se combina prototípicamente con la diseminación de información, todo ello para poder realizar el propósito institucional de ilustrar al auditorio o a los lectores (Van Eemeren, 2015).

La manera en que los tipos de actividad comunicativa se convencionalizan a fin de realizar su propósito institucional puede ser explícita y estar altamente formalizada mediante reglas constitutivas y regulativas, como es habitual, por ejemplo, en la adjudicación dentro del dominio legal. Por otro lado, la convencionalización puede permanecer en parte implícita y ­formalizarse en menor grado mediante una suerte de reglas vagas, como suele ser el caso de la deliberación dentro del dominio político. Finalmente, la convencionalización puede llegar a ser del todo informal y reflejarse simplemente en ciertas prácticas establecidas, como es costumbre en el dominio interpersonal cuando dos seres humanos tratan de unirse compartiendo cosas personales.

El siguiente paso que tuvimos que dar fue el de explorar las consecuencias que participar en un tipo comunicativo particular tiene para la conducción del discurso argumentativo.24 El modelo ideal de una discusión crítica puede ser un instrumento para caracterizar las maneras particulares en que, dependiendo de los requerimientos institucionales específicos que deben cumplirse para realizar sus propósitos institucionales, se llena de contenido la dimensión argumentativa dentro de cada tipo de actividad comunicativa. Si tomamos las cuatro etapas de una discusión crítica como punto de partida, podemos identificar cuatro puntos focales que necesitan tomarse en cuenta al caracterizar argumentativamente un tipo de actividad comunicativa. Se trata de contrapartes empíricas para cada una de las cuatro etapas en el marco de un discurso argumentativo contextualizado: la situación inicial, que corresponde a la etapa de confrontación; los puntos de partida, que corresponde a la etapa de apertura; los medios argumentativos y las críticas, que corresponden a la etapa de argumentación; y el resultado, que corresponde a la etapa de conclusión.25 Partir de tal división nos ayuda a determinar de qué manera exacta las etapas constitutivas del proceso de resolver una diferencia de opinión con base en los méritos argumentales se ven representadas en un tipo de actividad comunicativa.

Según el tipo de actividad comunicativa, se imponen restricciones extrínsecas a las posibilidades que tengamos de maniobrar estratégicamente. Por ello, a la hora de analizar y evaluar el maniobrar estratégico necesitamos tomar en cuenta el propósito institucional y la convencionalización del tipo de actividad ­comunicativa en que tenga lugar el discurso argumentativo. El propósito institucional y la convencionalización determinan juntos las “precondiciones institucionales” del maniobrar estratégico dentro un tipo de actividad comunicativa particular.26 Dado que una caracterización argumentativa del tipo de actividad comunicativa, en términos de las contrapartes empíricas de una discusión crítica, aclara la manera en que el discurso argumentativo se ha convencionalizado en servicio del propósito institucional del tipo de actividad, esta caracterización proporciona un punto de partida apropiado para rastrear metódicamente las maneras en que las posibilidades que tengamos de maniobrar estratégicamente se ven afectadas por el tipo de actividad ­comunicativa.

Como lo indica su convencionalización, dentro de un tipo de actividad comunicativa particular hay ciertos modos de maniobrar estratégicamente que se considerarán apropiados —o no apropiados, según sea el caso— para realizar el propósito institucional del tipo de actividad. Para los diversos tipos de actividad comunicativa, el rango de posibilidades de maniobrar estratégicamente puede variar en cada una de las contrapartes empíricas de las etapas de una discusión crítica. En algunos tipos de actividad comunicativa, por ejemplo, a los participantes se les dejará más espacio libre que en otros para que definan la situación inicial de acuerdo con sus propias preferencias. Parecida diversidad podemos encontrar con respecto a hasta dónde podemos elegir los puntos de partida procedimentales y materiales, los medios argumentativos y tipos de crítica, o bien los resultados del intercambio argumentativo. En cada caso particular los tres aspectos del maniobrar estratégico pueden verse afectados por la necesidad de cumplir con las precondiciones institucionales propias del tipo de actividad comunicativa de que se trate (Van Eemeren, 2010: 93-127). Puede haber restricciones bien sobre la elección de tópicos aceptables, bien sobre la adaptación a la demanda del auditorio que se considera apropiada, bien sobre los dispositivos de presentación que se permitan. Aunque en principio estas restricciones limitan el maniobrar estratégico, habrá casos en que al mismo tiempo también se produzcan oportunidades especiales para maniobrar estratégicamente.

 

7. Precondiciones institucionales para el maniobrar estratégico y patrones argumentativos

Tras incluir el maniobrar estratégico en la pragma-dialéctica extendida incorporamos la dimensión contextual de los tipos de actividad comunicativa a la teoría, con el fin de fortalecer aun más el vínculo entre la teoría y el estudio de la realidad comunicativa. En nuestro examen de las prácticas comunicativas nos hemos concentrado por razones prácticas en cuatro dominios comunicativos: (1) el dominio jurídico, que suele verse como el terreno de prueba de toda teoría sobre la argumentación y que ha sido el punto focal de la investigación pragma-dialéctica desde la década de 1980; (2) el dominio político, que es vital para el uso de argumentación en la vida pública y central a la hora de despertar el interés de los legos por la teoría de la argumentación; (3) el dominio médico, que de la toma paternalista de decisiones por parte de los médicos ha transitado recientemente a la búsqueda del consentimiento informado basado en la argumentación; (4) el dominio académico, que está permeado por argumentación que a menudo, e incorrectamente, es considerada desde fuera como no problemática. Las metas generales de nuestra investigación son en todos los casos: (1) descubrir de qué maneras en tipos de actividad comunicativa específica las posibilidades de maniobrar estratégicamente se ven constreñidas por precondiciones institucionales; (2) detectar cuáles patrones argumentativos de puntos de vista, estructuras argumentativas y esquemas argumentales se ven estereotípicamente activados en la realización del propósito institucional de tipos de actividad comunicativa específica en concordancia con las precondiciones institucionales.

Es característico del dominio jurídico que sus prácticas comunicativas se hayan en gran medida convencionalizado. Los puntos de vista procedimentales y materiales que definen la contraparte legal de la etapa de apertura de una discusión crítica están en general determinadas en gran medida por las instituciones, en vez de que sea la deliberación mutua de las partes lo que las determine. Para identificar las restricciones específicas al maniobrar estratégico en esos tipos de actividad comunicativa, un pragma-dialéctico examina primero cómo caracterizarlos argumentativamente. Después intenta establecer cómo, en los diversos tipos de práctica legal, ocurre que las partes involucradas, incluyendo al juez, operan para conducir su discurso argumentativo y qué margen de libertad tienen para maniobrar estratégicamente (Feteris, 2009).

La investigación pragma-dialéctica acerca del dominio político inició con mi discusión del papel de la argumentación en la democracia (Van Eemeren, 2002). En 2009, comencé un proyecto amplio de investigación con Bert Garssen para examinar las precondiciones institucionales para maniobrar estratégicamente en intercambios argumentativos al interior del Parlamento Europeo. Hasta ahora nos hemos concentrado ante todo en el impacto de una precondición secundaria a la que llamamos “el predicamento europeo”: la convención, impuesta tácitamente a los miembros del parlamento, que supone que deben servir a la causa europea al mismo tiempo que satisfacen a sus electorados protegiendo los intereses nacionales de sus países de origen (Van Eemeren y Garssen, 2010, 2011).27

Un amplio proyecto de Houtlosser y mío acerca de la influencia de las precondiciones institucionales sobre maniobras estratégicas de confrontación en el dominio político ha sido llevado a cabo por un equipo de investigadores. El fin de Yvon Tonnard (2011) fue dar cuenta de las tácticas de presentación que los políticos pueden usar para que los temas prioritarios de sus partidos se discutan en el debate parlamentario holandés cuando resulta que tales temas no están en la agenda. Dima Mohammed (2009) examinó las respuestas que los miembros de la oposición hacen en la “hora de las preguntas al primer ministro” en la Cámara británica de los Comunes. Corina Andone (2013) se planteó dar una explicación argumentativa de la forma en que los políticos reaccionan en las entrevistas cuando el entrevistador los acusa de haber adoptado una postura inconsistente con puntos de vista ofrecidos anteriormente. En un proyecto relacionado, enfocado esta vez a la cuestión de cómo es que las condiciones contextuales de los foros de discusión política en internet afectan la manera en que los participantes reaccionan críticamente, Marcin Lewinski (2010) examinó la manera en que las tecnologías en línea crean nuevas posibilidades para el debate público.

En el dominio médico también ocurre que el maniobrar estratégico debe cumplir con las convenciones institucionales (Snoeck Henkemans, 2011). Los médicos tienen la obligación de aclararles a los pacientes que van a consultarlos que su juicio y sus consejos son sólidos; pero el hecho de que en general doctores y pacientes difieren considerablemente en conocimiento y experiencia médica es una precondición institucional que los doctores necesitan tomar en cuenta en su maniobrar estratégico, por ejemplo cuando aplican su autoridad (Labrie, 2012; Pilgram, 2015).28 La relación entre maniobrar estratégico y precondiciones institucionales se ha examinado también para el caso de los “prospectos y folletos de salubridad”, cuyo fin es lograr que el auditorio al que se dirigen coma menos, haga más ejercicio o realice otras cosas que promueven la buena salud (Van Poppel, 2013); otro tanto se ha hecho, concentrándose también en la argumentación de autoridad, con los anuncios que —sobre todo en Estados Unidos— promueven medicamentos (Wierda, 2015).

La investigación pragma-dialéctica dirigida a determinar las precondiciones institucionales que un contexto académico impone al maniobrar estratégico que tiene lugar en el discurso argumentativo está todavía en pañales. En un primer esfuerzo por adaptar los instrumentos teóricos para implementarlos en este tipo de investigación, Wagemans (2011) propone herramientas para reconstruir y evaluar la argumentación que parte de la opinión de expertos.

Los tipos de actividad comunicativa que han surgido en los diversos dominios comunicativos para cumplir con las exigencias del macro-contexto institucional giran en torno a diferentes tipos de diferencia de opinión, y los tipos de punto de vista en disputa varían desde puntos de vista evaluativos y prescriptivos hasta puntos de vista descriptivos e híbridos que combinan elementos evaluativos y descriptivos. En combinación con los puntos de partida específicos que caracterizan un tipo o un clúster de tipos de actividad comunicativa, las características específicas de la situación inicial llevarán tanto a clases específicas de intercambios argumentativos en la contraparte empírica de la etapa de argumentación de una discusión crítica, como a clases específicas de resultados.