Purgatorio. Divina comedia de Dante Alighieri

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Resulta evidente el paralelismo entre este acto de purificación y el sacramento del bautismo. De hecho, el rito bautismal es también un lavatorio que limpia el pecado original del alma y no es casualidad que, durante este gesto, se le dé un nombre al bautizado.

Pero —insisto— todo esto sucede al final del canto: la purificación no es el primer movimiento, sino el segundo. Sucede después de experimentar la luz y la belleza del perdón, para estar a la altura de la belleza encontrada. Desentonaría —«no conviene» (v. 97), dice Catón— ir por ese mundo de luz con el rostro sucio…

Hay que tener en cuenta además que el canto hace de introducción a todo lo que sigue. Al igual que hizo en el canto II del Infierno, como hará también en el segundo del Paraíso, a Dante le apremia explicarnos enseguida cuál es la condición necesaria para afrontar el viaje.

El segundo canto del Infierno trataba el tema de la cobardía, que es la caricatura deforme de la humildad. En él Dante estigmatizaba la falsa humildad, la cobardía, mientras que aquí presenta la verdadera humildad, la misma que mueve a la Virgen a entonar el Magníficat: «Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. […] porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1,47-49). La humildad es un asombro lleno de gratitud porque Dios se ha inclinado sobre mi nada y ha hecho en mí cosas grandes. A menudo confundimos la humildad con una especie de depresión en la que uno no se estima ni un ápice; pero la humildad no significa, como escribe con su ironía habitual Lewis12, «mujeres bonitas tratando de creer que son feas y hombres inteligentes tratando de creer que son tontos».13 La humildad está llena de vigor, es fuerte y decidida. Hace falta coraje y determinación para mirar a la cara el propio mal y pedir verse libre de él.

De ahí que el canto esté salpicado de llamamientos a la humildad: la invocación a las musas del principio; el gesto que le impone Virgilio a Dante haciendo que se arrodille delante de Catón (vv. 49-5); y las palabras con las que Virgilio abre su súplica a Catón, «No vine por mi voluntad» (v. 52), es decir, no estoy aquí por un acto de presunción.

El último paso de este recorrido de humildad es el gesto con que Virgilio ciñe un junco alrededor del costado de Dante (vv. 130-136):

Llegamos después a la desierta playa que no vio nunca navegar sobre sus aguas a hombre alguno que fuese capaz de volver. Allí me ciñó como el otro quería, y, ¡oh maravilla!, cuando arrancó la humilde planta, otra renació súbitamente en el sitio donde había arrancado la anterior.

El junco no es una planta cualquiera. En la simbología medieval, era la imagen misma de la humildad, porque se dobla siguiendo la ola, sometiéndose a su movimiento. Precisamente por eso —explica Catón— es la única planta que puede vivir en la orilla del mar, porque una planta «resistente» (v. 104), rígida, no aguantaría y se partiría. Y así es la humildad, que se inclina para reconocer la realidad tal como Dios la ha creado, y no pretende plegarla a la idea que nos hacemos de ella.

Además, este último gesto de purificación tan evocador del bautismo cristiano, nos obliga a volver atrás para considerar dos pasajes del Infierno. El primero es el canto XVI, cuando Virgilio obliga a Dante a desatarse la cuerda que tenía ceñida al cuerpo y la lanza al abismo del que saldrá Gerión (cf. Infierno XVI vv. 106-114). Dante había observado ahí que se trataba de la cuerda con la que intentó capturar a la «pantera» (Infierno I v. 32), es decir, era un símbolo del intento de salvarse por sí mismo. Él se tuvo que liberar de esa presunción antes de entrar en lo más hondo del infierno. Y por eso aquí, en el umbral del purgatorio, esa cuerda es sustituida por un cinturón nuevo que le ofrece otro. Se trata de una metáfora transparente: no podemos salvarnos con nuestras propias fuerzas, necesitamos que otro venga a recogernos y nos guíe. Y no podemos evitar recordar la página evangélica en la que Jesús le dice a Pedro: «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras» (Jn 21,18). Sé que el evangelista añade que «esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios» (Jn 21,19), pero siempre me ha parecido una imagen extraordinaria de la madurez, de la sabiduría. Mientras somos jóvenes pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, que nos las apañamos solos, que no necesitamos a nadie; después la vida nos enseña que no es así y entendemos que es más inteligente seguir, dejarse acompañar. Pero no se trata solo de una cuestión de edad, porque uno puede llegar a esta sabiduría siendo joven y otro puede vivir cien años sin haberlo aprendido.

El segundo pasaje del Infierno al que remiten los últimos tercetos es la conclusión del canto de Ulises (Infierno XXVI vv. 136-142). Releamos los dos pasajes en paralelo:

Venimmo poi in sul lito diserto,

che mai non vide navicar sue acque

omo, che di tornar sia poscia esperto.

Quivi mi cinse sì com’ altrui piacque:

oh maraviglia! chè qual elli scelse

l’umile pianta, cotal si rinacque

subitamente là onde l’avelse.

Noi ci allegrammo, e tosto tornò in pianto:

ché de la nova terra un turbo nacque

e percosse del legno il primo canto.

Tre volte il fé girar con tutte l’acque;

a la quarta levar la poppa in suso

e la prora ire in giù, com’ altrui piacque,

infin che’l mar fu sovra noi richiuso.

La impresionante consonancia entre los dos pasajes salta inmediatamente a la vista: «acque», «piacque», «[ri]nacque». Y no solo porque Ulises acababa de decir (Infierno XXVI vv. 97-98; 101-102): «l’ardore / ch’i’ ebbi a divenir del mondo esperto» [«pudieron vencer en mí el ansia que sentía de conocer bien el mundo»] y «quella compagna / picciola da la qual non fui diserto» [«los pocos compañeros que no me abandonaron nunca»]. Las mismas rimas, cinco palabrasrima contenidas en unos pocos versos. Es el único caso en que riman estas tres palabras «acque», «piacque» y «[ri]nacque» tanto en el Infierno como en el Purgatorio. De igual modo, no es una coincidencia la expresión «com’altrui piacque» [«como el otro quería» / «como quiso Aquel»]. De hecho, este es el sistema que usa Dante cuando quiere decirle al lector, como ya sucedió en el Infierno: «Atento, porque estoy hablando de lo mismo».

Alertados por esta observación, caemos en la cuenta de otras señales. La metáfora de la nave con la que se abre el canto (vv. 1-3) o la palabra «locura» (v. 59) que utiliza Virgilio para contarle a Catón la situación de Dante recuerdan el «loco vuelo» de Ulises. Y entonces nos damos cuenta de que Dante está confirmando aquí de forma clamorosa lo que ya habíamos vislumbrado en el canto XXVI del Infierno.

¿Por qué fue el viaje de Ulises un «loco vuelo» que le condujo no solo a la muerte, sino a la condenación? Porque el deseo de ir más allá de las Columnas de Hércules, de descubrir el océano del significado más allá del mar conocido de la experiencia cotidiana, es un deseo bueno y justo, que solo puede cumplirse por medio de un acto de humildad, no de presunción, ceñidos por un junco y no por el ansia de aventura, guiados por un maestro y con la resolución de llevar a cabo el recorrido hasta el final.

La humildad es la virtud que dispone al encuentro con el Misterio infinito. No hay que buscar más allá del mar conocido el Misterio que está en el origen de la realidad. La misericordia de Dios viene a buscarte donde estás, en la «selva oscura» en la que te encuentras. En cierto sentido, Ulises habría necesitado a un Virgilio que le dijera: «Te conviene seguir otro camino» (Infierno I v. 91). Es decir, tienes razón, Ulises, necesitas conocer el Misterio, pero te estás equivocando de camino. No existen atajos y no se trata de dar la vuelta al mundo, sino de llegar hasta el corazón de la realidad, hasta la profundidad de uno mismo.

1 Ya brilla la luz de la aurora, himno de las monjas trapenses de Vitorchiano, en Italia.

2 Cesare Pavese, Diálogos con Leucó, Fundación Editorial El perro y la rana, Caracas 2018, digital, p. 213.

3 Cesare Pavese (1908-1950), escritor, poeta y traductor, en particular de literatura estadounidense contemporánea.

4 T. S. Eliot, «Coros de la piedra», en Poesías reunidas 1909-1962, Alianza, Madrid 1995, p. 182.

5 Thomas Stearns Eliot (1888-1965), poeta, dramaturgo y crítico literario británico-estadounidense, una de las cumbres de la poesía en lengua inglesa del siglo XX.

6 Cf. Dante Alighieri, Infierno, op. cit., pp. 86-88.

7 Benedicto XVI, La Iglesia y el escándalo de los abusos sexuales, I, 9. https://religion.elconfidencialdigital.com/media/religionconfidencial/files/2019/04/14/benedictoxvi.pdf

8 Terry Pinkard cree que la atribución de la frase a Hegel es una «leyenda», en Ídem, Hegel. Una biografía, Acento, Madrid 2002, pp. 155-156.

9 Luigi Giussani, El sentido de Dios y el hombre moderno, Encuentro, Madrid 2005, pp. 48-49.

10 Maschere nude («máscaras desnudas») es el título que Pirandello eligió para la antología completa de sus obras teatrales (N. del T.).

11 Luigi Pirandello (1867-1936), dramaturgo, novelista y escritor de relatos cortos, premio Nobel de Literatura en 1934.

 

12 Clive Staples Lewis (1898-1963), medievalista, apologista cristiano, crítico literario, novelista, académico, locutor de radio y ensayista.

13 C. S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino, Espasa-Calpe, Madrid 1977, p. 81.


Per correr miglior acque alza le vele omai la navicella del mio ingegno, che lascia dietro a sé mar sì crudele;e canterò di quel secondo regno dove l’umano spirito si purga e di salire al ciel diventa degno.Para surcar mejores aguas, iza las velas ahora la navecilla de mi ingenio, que deja atrás mar tan cruel, y cantaré de aquel segundo reino donde se purifica el espíritu humano para hacerse digno de subir al cielo.
Ma qui la morta poesì resurga, o sante Muse, poi che vostro sono; e qui Calïopè alquanto surga,seguitando il mio canto con quel suono di cui le Piche misere sentiro lo colpo tal, che disperar perdono.Resurja, pues, aquí la muerta poesía, ¡oh santas musas!, ya que vuestro soy, y aquí Calíope1 salga a mi encuentro acompañando mi canto con aquella voz cuyos efectos sintieron de tal modo las míseras Urracas,2 que desesperaron de obtener su perdón.
Dolce color d’orïental zaffiro, che s’accoglieva nel sereno aspetto del mezzo, puro infino al primo giro,a li occhi miei ricominciò diletto, tosto ch’io usci’ fuor de l’aura morta che m’avea contristati li occhi e ’l petto.Un suave color de zafiro oriental que se difundía por el sereno aspecto del aire puro hasta el primer cielo, devolvió el placer a mis ojos en cuanto salí de la atmósfera muerta, que me había entristecido los ojos y el corazón.
Lo bel pianeto che d’amar conforta faceva tutto rider l’orïente, velando i Pesci ch’erano in sua scorta.El bello planeta que convida al amor3 hacía sonreír a todo el Oriente, echando un velo sobre la constelación de Piscis, que iba en su escolta.
I’ mi volsi a man destra, e puosi mente a l’altro polo, e vidi quattro stelle non viste mai fuor ch’a la prima gente.Me volví a la derecha, reparando en el otro polo, y vi cuatro estrellas nunca vistas desde los primeros humanos.4
Goder pareva ’l ciel di lor fiammelle: oh settentrïonal vedovo sito, poi che privato se’ di mirar quelle!Gozar parecía el cielo con sus resplandores. ¡Oh septentrión, qué triste lugar eres, pues que te ves privado de mirarlas!
Com’ io da loro sguardo fui partito, un poco me volgendo a l’altro polo, là onde ’l Carro già era sparito,vidi presso di me un veglio solo, degno di tanta reverenza in vista, che più non dee a padre alcun figliuolo.Cuando dejé de mirarlas, yo, volviéndome un poco hacia el otro polo, de donde el Carro5 había ya desaparecido, vi cerca de mí un viejo solo, digno de tanta reverencia por su aspecto, que más no debe a su padre ningún hijo.
Lunga la barba e di pel bianco mista portava, a’ suoi capelli simigliante, de’ quai cadeva al petto doppia lista.Larga y blanqueada por las canas era su barba, así como sus cabellos, que caían sobre el pecho partidos en dos mechones.
Li raggi de le quattro luci sante fregiavan sì la sua faccia di lume, ch’i’ ’l vedea come ’l sol fosse davante.Los rayos de las cuatro luces santas cubrían de tal modo su rostro de resplandores, que lo veía como si tuviese al sol delante.6
«Chi siete voi che contro al cieco fiume fuggita avete la pregione etterna?», diss’ el, movendo quelle oneste piume.«¿Quiénes sois vosotros, que, contra la corriente del temeroso río, habéis huido de la prisión eterna? —dijo, moviendo aquella venerable barba.
«Chi v’ha guidati, o che vi fu lucerna, uscendo fuor de la profonda notte che sempre nera fa la valle inferna?Son le leggi d’abisso così rotte? o è mutato in ciel novo consiglio, che, dannati, venite a le mie grotte?».¿Quién os ha guiado? ¿Quién os alumbró para salir de la honda noche que mantiene siempre oscuro el valle infernal? ¿Se han quebrantado así las leyes del abismo? ¿O se ha dado en el cielo un nuevo decreto que permite a los condenados venir a mis grutas?».
Lo duca mio allor mi diè di piglio, e con parole e con mani e con cenni reverenti mi fé le gambe e ’l ciglio.Mi guía, entonces, me cogió, y con palabras, ademanes y señas me indicó con reverencia doblase la rodilla y bajase los ojos.
Poscia rispuose lui: «Da me non venni: donna scese del ciel, per li cui prieghi de la mia compagnia costui sovvenni.Después le respondió: «No vine por mi voluntad; una mujer bajó del cielo y me rogó que con mi compañía ayudara a este.
Ma da ch’è tuo voler che più si spieghi di nostra condizion com’ ell’ è vera, esser non puote il mio che a te si nieghi.Pero, ya que tu deseo es que mejor te expliquemos nuestra verdadera condición, en manera alguna puedo negarte nada.
Questi non vide mai l’ultima sera; ma per la sua follia le fu sì presso, che molto poco tempo a volger era.Este no ha visto aún su última noche; pero, por su locura, se halló tan cerca, que le quedaba muy poco que vivir.
Sì com’ io dissi, fui mandato ad esso per lui campare; e non lì era altra via che questa per la quale i’ mi son messo.Como digo, fui enviado a él para salvarle, y no había otro camino que este por el cual entré.
Mostrata ho lui tutta la gente ria; e ora intendo mostrar quelli spirti che purgan sé sotto la tua balìa.Le he mostrado todos los condenados, y ahora pretendo mostrarle aquellos espíritus que se purifican bajo tu custodia.
Com’ io l’ho tratto, saria lungo a dirti; de l’alto scende virtù che m’aiuta conducerlo a vederti e a udirti.Cómo lo he conducido hasta aquí, sería largo de contar; de lo alto desciende la virtud que me ayuda a guiarlo hasta verte y oírte.
Or ti piaccia gradir la sua venuta: libertà va cercando, ch’è sì cara, come sa chi per lei vita rifiuta.Dígnate acoger con complacencia su venida; va buscando la libertad, que es tan amada como sabe el que desprecia la vida por ella.
Tu ’l sai, ché non ti fu per lei amara in Utica la morte, ove lasciasti la vesta ch’al gran dì sarà sì chiara.Lo sabes tú, que por ella no te resultó amarga la muerte de Utica, donde dejaste el cuerpo que en el gran día resplandecerá tanto.
Non son li editti etterni per noi guasti, ché questi vive e Minòs me non lega; ma son del cerchio ove son li occhi castidi Marzia tua, che ’n vista ancor ti priega, o santo petto, che per tua la tegni: per lo suo amore adunque a noi ti piega.Lasciane andar per li tuoi sette regni; grazie riporterò di te a lei, se d’esser mentovato là giù degni».No se han violado por nosotros los edictos eternos; este vive, y nada me sujeta a Minos, sino que estoy en el círculo donde están los castos ojos de tu Marcia7, que, por lo que parece, aún te ruega, santo corazón, que la tengas por tuya. En nombre de su amor, acoge nuestros deseos: déjanos caminar por tus siete reinos. Le llevaré nuestro agradecimiento a ella si consientes en ser mencionado allá abajo».
«Marzïa piacque tanto a li occhi miei mentre ch’i’ fu’ di là», diss’ elli allora, «che quante grazie volse da me, fei.«Marcia fue tan grata a mis ojos mientras estuve allá —dijo entonces—, que cuantas gracias me pedía se las otorgaba.
Or che di là dal mal fiume dimora, più muover non mi può, per quella legge che fatta fu quando me n’usci’ fora.Ahora que habita al otro lado del tenebroso río, ya no tiene poder sobre mí, por la ley que me fue dada cuando dejé mi cuerpo.
Ma se donna del ciel ti move e regge, come tu di’, non c’è mestier lusinghe: bastisi ben che per lei mi richegge.Pero si una mujer del cielo te mueve y dirige, como has dicho, no son menester halagos; basta que me lo pidas en nombre de ella.
Va dunque, e fa che tu costui ricinghe d’un giunco schietto e che li lavi ’l viso, sì ch’ogne sucidume quindi stinghe;ché non si converria, l’occhio sorpriso d’alcuna nebbia, andar dinanzi al primo ministro, ch’è di quei di paradiso.Ve, pues, y haz que este se ciña un junco liso, y lávale el rostro de modo que se extinga toda suciedad, pues no conviene que con los ojos nublados se presente ante el primer ministro, que pertenece al Paraíso.
Questa isoletta intorno ad imo ad imo, là giù colà dove la batte l’onda, porta di giunchi sovra ’l molle limo:null’ altra pianta che facesse fronda o indurasse, vi puote aver vita, però ch’a le percosse non seconda.Aquella islita, todo a su alrededor y en la parte más baja, allí donde más le combaten las olas, cría juncos sobre el blando limo. Ninguna otra planta frondosa o resistente puede tener vida allí, porque no se doblegaría al oleaje.
Poscia non sia di qua vostra reddita; lo sol vi mosterrà, che surge omai, prendere il monte a più lieve salita».Después, que no sea por aquí vuestro regreso; el sol que ahora nace os mostrará mejor subida para escalar el monte».
Così sparì; e io sù mi levai sanza parlare, e tutto mi ritrassi al duca mio, e li occhi a lui drizzai.El cominciò: «Figliuol, segui i miei passi: volgianci in dietro, ché di qua dichina questa pianura a’ suoi termini bassi».Con esto desapareció, y yo me levanté en silencio, colocándome junto a mi guía, fijando los ojos en él, que dijo: «Sigue mis pasos; volvamos atrás, porque desde aquí desciende esta llanura hasta el punto más bajo».
L’alba vinceva l’ora mattutina che fuggia innanzi, sì che di lontano conobbi il tremolar de la marina.El alba vencía el aura matutina, que huía delante de ella; tanto, que desde lejos advertí el movimiento de las aguas del mar.
Noi andavam per lo solingo piano com’ om che torna a la perduta strada, che ’nfino ad essa li pare ire in vano.Caminábamos por la solitaria llanura como el hombre que vuelve a la senda perdida y hasta que no está en ella le parece que camina en vano.
Quando noi fummo là ’ve la rugiada pugna col sole, per essere in parte dove, ad orezza, poco si dirada,ambo le mani in su l’erbetta sparte soavemente ’l mio maestro pose: ond’ io, che fui accorto di sua arte,porsi ver’ lui le guance lagrimose; ivi mi fece tutto discoverto quel color che l’inferno mi nascose.Cuando estuvimos allí donde el rocío resiste al sol y, por hallarse en parte sombría, se evapora lentamente, mi maestro puso suavemente ambas manos abiertas sobre la hierbecilla, y yo, que me di cuenta de su propósito, tendí hacia él mis mejillas, que habían bañado las lágrimas, y él hizo que quedara al descubierto aquel color que el infierno me había oscurecido.
Venimmo poi in sul lito diserto, che mai non vide navicar sue acque omo, che di tornar sia poscia esperto.Llegamos después a la desierta playa que no vio nunca navegar sobre sus aguas a hombre alguno que fuese capaz de volver.
Quivi mi cinse sì com’ altrui piacque oh maraviglia! ché qual elli scelse l’umile pianta, cotal si rinacquesubitamente là onde l’avelse.Allí me ciñó como el otro quería, y, ¡oh maravilla!, cuando arrancó la humilde planta, otra renació súbitamente en el sitio donde había arrancado la anterior.

1 La musa de la poesía épica.

2 Las hijas de Pieri, rey de Pella, fueron convertidas en urracas por atreverse a desafiar a las musas.

3 Venus.

4 La Cruz del Sur.

5 La Osa Mayor.

6 Este viejo es Catón de Utica, que en el año 46 a. de J. C. se dio muerte por no caer en manos de César.

7 La mujer de Catón.