Paraíso. Divina comedia de Dante Alighieri

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1 El Parnaso tenía dos cimas. En la una habitaban las musas, cuyo auxilio ha sido suficiente hasta ahora para el poeta. La otra era sede de Apolo, y se reclama también su ayuda.

2 Marsias, que desafió a Apolo a cantar, era un sátiro que fue desollado en castigo de su audacia.

3 La deidad délfica es Apolo. El árbol peneo, aquel en que fue transformada Dafne.

4 Cirra, también Apolo, por el lugar que le estaba dedicado.

5 La lámpara del mundo, el sol. Lanza sus mejores rayos cuando está en la confluencia de los cuatro círculos: el horizonte, el zodíaco, el ecuador y el coluro equinoccial. En suma, el sol alumbra mejor en el equinoccio, del 21 de marzo al 21 de septiembre.

6 El pescador Glauco comió una hierba que lo convirtió en un dios del mar.

7 Empieza la ascensión del poeta a los cielos.

8 Lleva al fuego hacia su esfera, que está bajo la luna; mueve el corazón de los seres animados y origina la fuerza de la gravedad.

9 El alma humana tiende naturalmente hacia el cielo. Pero la desvía el falso placer.

CANTO I

El transhumanarse no se puede expresar con palabras; baste, por eso, con el ejemplo de aquellos a los que la gracia proporcione una experiencia así.

(I, vv. 70-72)


Mientras prosigue la subida al cielo, el canto se abre con una advertencia a los lectores (vv. 1-18); después, Dante y Beatriz llegan al cielo de la Luna (vv. 19-30). Aquí Dante se asombra de que su cuerpo pueda encontrarse dentro de la misma Luna (vv. 31-45), y le pide a Beatriz una explicación sobre las manchas lunares (vv. 46-51). Ella rebate primero la opinión equivocada de Dante al respecto (vv. 52-105), y después le ofrece la explicación correcta (vv. 106-148).

Como ya hiciera en el Infierno y en el Purgatorio, Dante recuerda aquí al lector las condiciones para seguirlo en su viaje. En la introducción, ya hemos comentado ampliamente los primeros cinco tercetos del canto;1 por tanto, me limito a hacer un breve resumen: podrá seguir a Dante también en este reino quien tenga realmente hambre del «pan de los ángeles» (v. 11), quien tenga una necesidad imperiosa de encontrar el significado de su vida y, por ello, esté dispuesto a descubrir novedades insospechadas.

Empecemos ahora a leer el terceto siguiente (vv. 16-18):

Los gloriosos héroes que pasaron a Colcos no se admiraron tanto como os admiraréis vosotros cuando vieron a Jasón convertido en vaquero.

El asombro de los que me seguís —termina Dante en su advertencia a los lectores— será mayor que el de los compañeros de Jasón cuando lo vieron «convertido en vaquero»; es decir, lo vieron trabajar como un campesino. ¿Por qué aparece esta imagen? ¿Qué hay de extraordinario en el héroe «convertido en vaquero» para que el poeta elija precisamente esta comparación en un momento tan importante?

Resumo brevemente el mito. El rey Eetes de la Cólquida promete a Jasón el famoso vellocino de oro con la condición de que supere tres pruebas: arar un campo unciendo al arado dos toros que escupen llamas por las fauces; sembrar en el campo dientes de dragón de los que brotarán guerreros; derrotar al dragón insomne que custodia el vellocino. Se trata de tres empresas evidentemente imposibles, como en apariencia imposible es el viaje de Dante. Al escuchar lo que le espera, Jasón se desespera. Pero ¿qué le permite enfrentar las pruebas y superarlas? El amor de Medea. Enamorada del héroe, ella pone a su disposición sus conocimientos más que humanos —transhumanar—, proporcionándole un ungüento que lo preserva de las llamas de los toros y una poción que adormece al dragón. Este es el motivo de que los compañeros de Jasón se queden con la boca abierta cuando lo ven arar, pues lleva a cabo una empresa imposible. ¿Y cómo lo hace? Gracias al amor de Medea. Aquí se aclara el enigma, porque Jasón es imagen de Dante, que, como el héroe mitológico —incluso más que él—, tendrá éxito en una empresa que supera las capacidades humanas gracias al amor de una mujer.

Sin embargo, con una diferencia importante. La empresa de Jasón estaba realmente más allá de las capacidades humanas, era del todo excepcional; en cambio, la de Dante, por muy ardua que sea, es la empresa a la que todos estamos llamados, porque todos estamos hechos del mismo deseo de ver a Dios. En efecto, la exhortación del poeta es una invitación a ponernos en una disposición adecuada para emprender con él el camino.

Una vez terminada la advertencia al lector con el tema de Jasón, Dante vuelve a hablar de su viaje, y en un santiamén se encuentra en una especie de nube «luminosa, densa, sólida y pulimentada, como un diamante herido por el sol» (vv. 32-33). Se trata de la Luna, y él está inmerso en ella. Y no puede contener su asombro, porque no logra entender cómo un cuerpo —el suyo— pasa a través de otro cuerpo —el de la Luna (vv. 37-39)—; pero este desconcierto, concluye (vv. 40-42):

[…] debería encender más el deseo de ver aquella esencia en la cual se sabe que nuestra naturaleza y la de Dios se unieron.

Si resulta muy difícil entender cómo es posible que un cuerpo penetre en otro, el asombro por esta maravilla debería avivar el deseo de comprender esa otra maravilla, mucho mayor: de qué modo «nuestra naturaleza y la de Dios se unieron»; es decir, el misterio de la coexistencia en Cristo de la naturaleza humana y la naturaleza divina, el misterio de la encarnación.

Ya decíamos en la introducción que todo el recorrido del Paraíso es un tránsito por los dos misterios fundamentales de la fe cristiana, el de la Santísima Trinidad y el de la encarnación del Verbo de Dios; y, desde los primeros cantos, Dante empieza a introducir el segundo. Todos los prodigios que encontraremos, nos advierte aquí, no son nada comparados con el misterio supremo: cómo es posible que lo divino y lo humano, tan esencialmente distintos, tan inconmensurablemente distantes, sean uno en la persona de Jesucristo. Mejor aún, todos los prodigios que encontraremos serán la ocasión para que se despierte nuestra curiosidad, para que se acreciente el deseo de adentrarnos en el misterio de Dios revelado.

Dante se limita por ahora a esta breve alusión, y enseguida parece cambiar de discurso; le pregunta a Beatriz cuál es el origen de las manchas lunares (vv. 49-51). ¿Cómo es posible —podríamos objetar— que, recién iniciada la subida al paraíso, viéndose inmerso en un espectáculo fantástico de luces y sonidos, lo único que se le ocurra sea una cuestión relacionada con la física, una curiosidad casi banal (por qué en la Luna vemos zonas más claras y otras más oscuras)? ¿No tenía nada mejor que preguntar? Sin embargo, el diálogo sobre este fenómeno ocupa el resto de este segundo canto, por lo que, claramente, tiene su importancia. Analicemos qué quiere decir Dante con este pasaje.

Para empezar (vv. 58-60), Beatriz lo exhorta a manifestar su opinión al respecto; después, empieza su explicación argumentada. En la primera parte (vv. 61-105), muestra a Dante las razones por las que su opinión es errada; en la segunda (vv. 106-148), le proporciona la respuesta correcta. Las argumentaciones con las que Beatriz rebate la opinión de Dante son complejas, por ello no las vamos a comentar aquí; en cambio, nos detendremos en la explicación, porque nos introduce en la visión dantesca del cosmos y, además, nos ofrece un ejemplo precioso de la nueva forma de conocimiento que Dante va descubriendo.

«Dentro del cielo de la divina paz» (v. 112) —dice Beatriz—, dentro del empíreo, gira el Primer Móvil, la esfera celeste más externa, que recibe entera la potencia creadora de Dios, es decir, lleva en sí el origen de todo lo que se encuentra en el mundo. Dentro del Primer Móvil, gira a su vez el cielo de las estrellas fijas, y aquí empieza la diferenciación, porque cada constelación recibe del Primer Móvil no toda la potencia creadora de Dios, sino solo algún aspecto, y refleja de él hacia abajo matices diferentes (vv. 115-117). Si seguimos descendiendo, encontramos los cielos de los distintos planetas, y cada uno de ellos, a su vez, reparte la virtud particular que ha recibido según sus propias características específicas (vv. 118-123). Y, como el alma humana, que, aunque es una, da forma a miembros diversos, así la inteligencia angélica que mueve el cielo estrellado refleja en los cielos que están por debajo su unidad en formas diferentes, que dan vida después a uniones (v. 139) distintas con los cuerpos celestes a los que se extiende (vv. 133-141). La conclusión es que, de esta luz divina reflejada de forma distinta por los diferentes cuerpos celestes, «vienen las diferencias de luz a luz, no de lo denso o lo enrarecido» (vv. 145-146): las diferencias de luminosidad que ves en el cielo no derivan de una densidad diferente, sino de la infinita riqueza de la luz de Dios, que, reflejada de forma variada, genera estas innumerables variaciones.

Más allá de las cuestiones planteadas por la astronomía medieval, de las que hemos hablado en la introducción,2 me urge hacer un par de observaciones. Por una parte, hasta en esta explicación simplemente física se transparenta uno de los temas clave del Paraíso: la infinita variedad del mundo es buena. No existen manchas en la creación; allí donde se manifiestan límites o diferencias de valor —y los encontraremos enseguida, a partir del próximo canto—; se trata de expresiones distintas de la única armonía que proviene de Dios. «Todo está donde debe estar y va donde debe ir, al lugar asignado por una sabiduría que (el cielo sea alabado por ello) no es la nuestra», comentaría al respecto mi querido Miguel Mañara.3

 

Por otra parte, la lección sobre las manchas lunares es fundamental, porque nos ofrece un modelo del nuevo conocimiento al que Dante se está acercando que nos acompañará durante todo el Paraíso. Fijémonos en él. A la pregunta simple de Dante, que expresa el deseo de comprender un aspecto particular de la realidad, Beatriz ofrece una respuesta estructurada. Primero, como cualquier buen educador, reta a Dante: «Pero dime lo que tú piensas de esto por ti mismo» (v. 58); es decir, ponte en juego, déjame ver en qué punto estás. Después, le muestra la insuficiencia de su respuesta y, para convencerlo, apela a la experiencia con el experimento de los tres espejos: juzga tú si lo que digo es verdad. Para terminar, le ofrece una explicación más adecuada que sitúa el aspecto particular en una perspectiva universal: «Dentro del cielo de la divina paz» (v. 112).

No me resisto a señalar la modernidad que, hasta cierto punto, caracteriza este discurso. Cuando tiene que explicar a Dante que su opinión sobre el origen de las manchas lunares es errada, Beatriz recurre a un auténtico «experimento mental» (vv. 97-105): «Imagínate que tomas tres espejos y que colocas dos más cerca y uno más lejos, y después enciendes una vela. ¿Qué verás? Que la imagen de la vela reflejada en el espejo que está más lejos es menor que la que se refleja en los otros dos, pero no menos luminosa». Aquí no hay espacio para profundizar en este tema, me limito a lo esencial (para lo demás, me permito remitir a la conversación con el astrofísico Marco Bersanelli, que para mí fue verdaderamente iluminadora —tengo que decirlo—).4 En plena subida al cielo, Dante da prueba de una mentalidad científica que desmiente cualquier prejuicio sobre el Medievo teológico y abstracto: él observa la realidad, hace un experimento y aprende de él.

Llegados a este punto, tratemos de tirar del hilo de este canto densísimo. Dante parte advirtiendo a los lectores de que solo quien haya empezado a alimentarse del «pan de los ángeles», solo quien tenga realmente hambre de un significado para su vida y esté por ello dispuesto a «ampliar la razón»,5 podrá seguirlo. Enseguida, muestra que, en realidad, él sigue todavía en la «lancha pequeñita» (v. 1), no porque plantee preguntas muy sencillas —¿cómo es posible que yo vuele?, ¿qué son las manchas lunares?—, pues es normal y justo que el conocimiento nazca de curiosidades que son elementales, sino porque responde usando todavía la concepción restringida que trae desde la Tierra. Y entonces Beatriz empieza a darle la primera clase de ampliación de la razón, insertando la explicación del aspecto particular en una mirada que abraza el universo entero.

Es precioso descubrir que Dante, después de haber declarado cuál es la condición para seguirlo, muestra que en realidad él también la está aprendiendo. Para arrancar, no hace falta haberlo entendido todo, basta con seguir a otro que va por delante, de modo que, poco a poco, en una relación a la vez afectiva e inteligente con la compañía que te guía, tú también vas aprendiendo.

1 Cf. apartado «Difícil y maravilloso».

2 Cf. apartado «El Paraíso y el cosmos de Dante».

3 O. Milosz, Miguel Mañara, comentado por Franco Nembrini. Encuentro, Madrid, 2014, p. 211.

4 Cf. «¿Qué tiene que ver nuestro corazón con las estrellas?», conversación con Marco Bersanelli, en F. Nembrini, Dante, poeta del deseo III, Paraíso, Encuentro, Madrid, 2017, pp. 163-192.

5 Cf. D. Alighieri, Purgatorio, op. cit., p. 52.


O voi che siete in piccioletta barca, desiderosi d’ascoltar, seguiti dietro al mio legno che cantando varca, tornate a riveder li vostri liti: non vi mettete in pelago, ché forse, perdendo me, rimarreste smarriti. ¡Oh vosotros los que en una lancha pequeñita,1 deseosos de escucharme, seguís detrás de mi barco, que cantando navega, volveos a ver de nuevo vuestras playas! No os adentréis en alta mar, porque tal vez, perdiéndome, quedaríais extraviados.
L’acqua ch’io prendo già mai non si corse; Minerva spira, e conducemi Appollo, e nove Muse mi dimostran l’Orse. El agua que voy a cruzar no se atravesó nunca.2 Minerva me inspira y Apolo me conduce y las nueve musas me muestran las Osas.
Voialtri pochi che drizzaste il collo per tempo al pan de li angeli, del quale vivesi qui ma non sen vien satollo, metter potete ben per l’alto sale vostro navigio, servando mio solco dinanzi a l’acqua che ritorna equale. Vosotros, los pocos que alzasteis el rostro a tiempo hacia el pan de los ángeles,3 del cual se vive aquí sin saciarse nunca, podéis entraros en el alto mar con vuestro navío, atentos a seguir mi estela, tras la que el agua se cierra de nuevo.
Que’ glorïosi che passaro al Colco non s’ammiraron come voi farete, quando Iasón vider fatto bifolco. Los gloriosos héroes que pasaron a Colcos no se admiraron tanto como os admiraréis vosotros cuando vieron a Jasón convertido en vaquero.4
La concreata e perpetüa sete del deïforme regno cen portava veloci quasi come ’l ciel vedete. La innata y perpetua sed del reino deiforme nos impulsaba casi con la misma velocidad que veis moverse el cielo.
Beatrice in suso, e io in lei guardava; e forse in tanto in quanto un quadrel posa e vola e da la noce si dischiava, giunto mi vidi ove mirabil cosa mi torse il viso a sé; e però quella cui non potea mia cura essere ascosa, Beatriz miraba a lo alto y yo la miraba a ella, y tal vez en el tiempo que tarda una saeta en volar y dar en el blanco desde que sale disparada me vi donde una cosa admirable atrajo mis ojos hacia sí, y por eso aquella a quien mis deseos no podían permanecer ocultos, vuelta hacia mí, tan sonriente como bella, me dijo: «Levanta tu mente agradecida hacia Dios, que nos ha llevado hasta la primera estrella».
volta ver’ me, sì lieta come bella, «Drizza la mente in Dio grata», mi disse, «che n’ha congiunti con la prima stella».
Parev’ a me che nube ne coprisse lucida, spessa, solida e pulita, quasi adamante che lo sol ferisse. Me parecía como si nos cubriese una nube luminosa, densa, sólida y pulimentada, como un diamante herido por el sol.
Per entro sé l’etterna margarita ne ricevette, com’ acqua recepe raggio di luce permanendo unita. Dentro de sí nos recibió la perla eterna como el agua recibe el rayo de luz, permaneciendo unida.
S’io era corpo, e qui non si concepe com’ una dimensione altra patio, ch’esser convien se corpo in corpo repe, accender ne dovria più il disio di veder quella essenza in che si vede come nostra natura e Dio s’unio. Si yo era cuerpo y aquí no se concibe cómo una dimensión puede abarcar a otra y un cuerpo se penetra de otro cuerpo, esto debería encender más el deseo de ver aquella esencia en la cual se sabe que nuestra naturaleza y la de Dios se unieron.
Lì si vedrà ciò che tenem per fede, non dimostrato, ma fia per sé noto a guisa del ver primo che l’uom crede. Allí se verá lo que creemos por fe, sin estar demostrado, pero que se nos hace tan evidente como los primeros axiomas que el hombre admite.5
Io rispuosi: «Madonna, sì devoto com’ esser posso più, ringrazio lui lo qual dal mortal mondo m’ha remoto. Respondí: «Señora, con toda la devoción que en mí cabe doy gracias a Aquel que me ha alejado del mundo mortal.
Ma ditemi: che son li segni bui di questo corpo, che là giuso in terra fan di Cain favoleggiare altrui?». Pero decidme: ¿qué son las manchas oscuras de esta esfera, que allá abajo, en la tierra, inducen a algunos a contar fábulas sobre Caín?».6
Ella sorrise alquanto, e poi «S’elli erra l’oppinïon», mi disse, «d’i mortali dove chiave di senso non diserra, certo non ti dovrien punger li strali d’ammirazione omai, poi dietro ai sensi vedi che la ragione ha corte l’ali. Ella sonrió ligeramente y dijo después: «Si la opinión de los mortales se equivoca en lo que no le puede abrir la llave de los sentidos, ciertamente que no te deberían punzar desde ahora los dardos de la admiración, pues sabes que, si va detrás de lo sensible, la razón tiene muy cortas las alas.
Ma dimmi quel che tu da te ne pensi». E io: «Ciò che n’appar qua sù diverso credo che fanno i corpi rari e densi». Pero dime lo que tú piensas de esto por ti mismo». Y yo repliqué: «Lo que se me aparece aquí arriba distinto creo que lo ocasionan los cuerpos enrarecidos y densos».7
Ed ella: «Certo assai vedrai sommerso nel falso il creder tuo, se bene ascolti l’argomentar ch’io li farò avverso. Ella dijo: «Con toda certidumbre verás que se apoya en lo falso tu creencia si escuchas bien las razones en contra que te daré.
La spera ottava vi dimostra molti lumi, li quali e nel quale e nel quanto notar si posson di diversi volti. La octava esfera os muestra muchos luceros, los cuales en calidad y en canti dad presentan distintos aspectos.
Se raro e denso ciò facesser tanto, una sola virtù sarebbe in tutti, più e men distributa e altrettanto. Si el enrarecimiento o la densidad pudieran lograr tal cosa, habría en todas una misma virtud, distribuida en mayor o menor proporción.
Virtù diverse esser convegnon frutti di princìpi formali, e quei, for ch’uno, seguiterieno a tua ragion distrutti. Las virtudes diversas tienen que ser fruto de principios formales, y estos, menos uno, según tu razonamiento, quedarían destruidos.
Ancor, se raro fosse di quel bruno cagion che tu dimandi, o d’oltre in parte fora di sua materia sì digiuno esto pianeto, o, sì come comparte lo grasso e ’l magro un corpo, così questo nel suo volume cangerebbe carte. Por otra parte, si el enrarecimiento fuera la causa de las manchas por las que preguntas, en una parte y otra estaría ayuno de su materia este planeta, o al modo que comparte lo graso y lo magro un cuerpo, así este en su volumen estaría formado de hojas cambiantes.
Se ’l primo fosse, fora manifesto ne l’eclissi del sol, per trasparere lo lume come in altro raro ingesto. Si fuese lo primero, quedaría manifiesto en los eclipses de sol, por traspasarlo la luz como a cualquier otro cuerpo enrarecido.
Questo non è: però è da vedere de l’altro; e s’elli avvien ch’io l’altro cassi, falsificato fia lo tuo parere. Esto no es así, pero tenemos que ver el otro supuesto, y si ocurre que también lo destruye, quedará probado lo falso de tu parecer.
S’elli è che questo raro non trapassi, esser conviene un termine da onde lo suo contrario più passar non lassi; e indi l’altrui raggio si rifonde così come color torna per vetro lo qual di retro a sé piombo nasconde. Si acontece que este enrarecimiento no traspasa de un lado a otro, debe terminar en algún punto de donde su contrario no deje pasar la luz, y entonces el otro rayo reverberará desde allí, como el color se refleja en un cristal que por detrás esté recubierto de estaño.8
Or dirai tu ch’el si dimostra tetro ivi lo raggio più che in altre parti, per esser lì refratto più a retro. Me dirás ahora que el rayo se muestra aquí más oscuro que en otras partes por ser refractado desde mayor profundidad.
Da questa instanza può deliberarti esperïenza, se già mai la provi, ch’esser suol fonte ai rivi di vostr’ arti. De esta contestación te puede librar la experiencia, si alguna vez la intentas, que suele ser fuente de los ríos de vuestras artes.
Tre specchi prenderai; e i due rimovi da te d’un modo, e l’altro, più rimosso, tr’ambo li primi li occhi tuoi ritrovi. Toma tres espejos, coloca dos de ellos a igual distancia de ti y el otro más atrás y fija tus ojos en los dos primeros.
Rivolto ad essi, fa che dopo il dosso ti stea un lume che i tre specchi accenda e torni a te da tutti ripercosso. Mirándolos, haz que a tu espalda haya una luz que los tres espejos ilumine y vuelva desde todos reflejada a ti.
Ben che nel quanto tanto non si stenda la vista più lontana, lì vedrai come convien ch’igualmente risplenda. A pesar de que la intensidad no sea tanta en el rayo más lejano, te darás cuenta de que igualmente brillan los tres.
Or, come ai colpi de li caldi rai de la neve riman nudo il suggetto e dal colore e dal freddo primai, così rimaso te ne l’intelletto voglio informar di luce sì vivace, che ti tremolerà nel suo aspetto. Así como por el efecto de los cálidos rayos queda desnuda la materia que forma la nieve y del color y temperatura de antes, así ocurrirá con tu inteligencia, a la que quiero iluminar con una luz tan viva que te penetrará con sus destellos.
Dentro dal ciel de la divina pace si gira un corpo ne la cui virtute l’esser di tutto suo contento giace. Dentro del cielo de la divina paz gira un cuerpo9 en cuya virtud yace la razón de ser de todo su contenido.
Lo ciel seguente, c’ha tante vedute, quell’ esser parte per diverse essenze, da lui distratte e da lui contenute. El cielo siguiente, que tiene tantas estrellas, aquel ser distribuye en diversas esencias, de él distintas, pero en él contenidas.
Li altri giron per varie differenze le distinzion che dentro da sé hanno dispongono a lor fini e lor semenze. Los demás cielos, con sus diferencias propias, disponen la virtud que cada uno tiene en sí según sus fines e influjos.
Questi organi del mondo così vanno, come tu vedi omai, di grado in grado, che di sù prendono e di sotto fanno. Estos órganos del mundo, como ya estás viendo, van así, de grado en grado, tomando de los superiores la virtud que trasladan a los inferiores.
Riguarda bene omai sì com’ io vado per questo loco al vero che disiri, sì che poi sappi sol tener lo guado. Fíjate bien cómo voy por este razonamiento hacia la verdad que anhelas, a fin de que después sepas tú solo llegar hasta ella.
Lo moto e la virtù d’i santi giri, come dal fabbro l’arte del martello, da’ beati motor convien che spiri; e ’l ciel cui tanti lumi fanno bello, de la mente profonda che lui volve prende l’image e fassene suggello. El movimiento y el poder de los sagrados círculos, como del herrero el arte del martillo, procede de los motores bienaventurados; y el cielo, al que embellecen tantas luces, de la mente profunda que lo mueve recibe la imagen y se transforma en su sello.
E come l’alma dentro a vostra polve per differenti membra e conformate a diverse potenze si risolve, Y como el alma dentro de vuestro polvo da a los diferentes miembros a los que se extiende diversa virtud, así la inteligencia despliega su bondad multiplicada por las estrellas, girando sobre su unidad.
così l’intelligenza sua bontate multiplicata per le stelle spiega, girando sé sovra sua unitate.
Virtù diversa fa diversa lega col prezïoso corpo ch’ella avviva, nel qual, sì come vita in voi, si lega. Su virtud diversamente se une con los preciosos cuerpos a los que da vida, en los cuales se infunde como la vida en vosotros.
Per la natura lieta onde deriva, la virtù mista per lo corpo luce come letizia per pupilla viva. Por la feliz naturaleza de la que deriva, esa virtud, mezclada con los cuerpos, brilla como la alegría en las pupilas de los seres vivientes.
Da essa vien ciò che da luce a luce par differente, non da denso e raro; essa è formal principio che produce, De ella vienen las diferencias de luz a luz, no de lo denso o lo enrarecido. Ella es el principio formal que produce, conforme a su bondad, lo oscuro y lo claro».
conforme a sua bontà, lo turbo e ’l chiaro».

1 Con escasos conocimientos filosóficos y teológicos.

 

2 Nadie trató nunca de este tema.

3 La Suprema Verdad. Concepto tomista.

4 Los argonautas que iban en busca del vellocino de oro no se admiraron más cuando vieron a Jasón domar toros que lanzaban fuego por las fauces.

5 Desearemos ver a Cristo y comprenderemos claramente la fusión de las dos naturalezas: divina y humana.

6 Dante y Beatriz han llegado a la Luna. La creencia vulgar afirmaba que las manchas de la Luna representaban a Caín con un haz de espino al hombro.

7 Creía que las manchas procedían de una densidad mayor de la sustancia. Así lo sostiene en El convite y aquí lo refuta.

8 Todo este discurso de Beatriz, que sería cansado y prolijo desentrañar frase por frase, no es más que un desarrollo de la doctrina aristotélica, según la cual existe una primera materia común a todos los cuerpos y un «principio formal» que determina las distintas especies y cualidades.

9 El Primer Móvil.