Cooperar para crecer

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Paso tres. Combínalos con otros ingredientes que les vayan bien

Ya casi lo tienes, pero viene un paso fundamental. Es el momento de formar parejas buscando, para cada uno de los alumnos anteriores, un compañero de nivel de desempeño medio con el que pueda trabajar bien. La premisa es la diversidad, pero sin exagerar, siempre con la intención de que estén en un nivel de desarrollo similar y puedan entenderse en la realización de tareas específicas. Con carácter general, puedes emparejar al alumno de nivel más bajo con un compañero de nivel medio que sea capaz de afrontar con ciertas garantías las tareas propuestas. Por el contrario, para el alumno más capacitado para prestar ayuda, busca a un compañero de nivel medio que presente dificultades a la hora de realizar el trabajo escolar.

Paso cuatro. Lúcete con el “emplatado”

Puede que tu comida tenga un excelente sabor, pero solo triunfará con la presentación adecuada. Así que, una vez establecidas las parejas, puedes empezar a juntarlas de dos en dos —en parejas compañeras— para formar grupos de cuatro. En este paso, intenta compatibilizar otros criterios de heterogeneidad como el género, la procedencia cultural, las destrezas cooperativas, el nivel de integración, etc. Tienes que ser consciente de que resultará imposible tener en cuenta todos estos criterios, así que habrá que priorizar en función de las necesidades del grupo-clase.

Paso cinco. ¡A la mesa!

Finalmente, cuando hayas terminado tu propuesta de agrupamientos, revísala bien aplicando el “sentido común”, ese es el ingrediente secreto para una buena receta de cooperación. Bon appetit!

“Consejos del chef”

Es conveniente que realices alguna actividad con los niños para que “tomen posesión” de su lugar en el grupo. Puedes animarlos a que escriban su nombre en la mesa o hagan un dibujo con el que se sientan identificados. Ya verás que, sobre todo los más pequeños, pueden olvidarse y sentarse en otro lugar.

La “pretemporada”

Puede suceder que, a pesar de haber formado grupos-base heterogéneos con excelente habilidad consiguiendo un plato de lo más sabroso —y aplicando todos los criterios definidos anteriormente—, observes que algo no funciona y veas la necesidad de realizar algunos cambios. ¿Qué hacer en ese caso? Para que no te suponga un quebradero de cabeza, vamos a proponerte una solución que hemos denominado como la “pretemporada” y que se desarrolla del siguiente modo:

• Realiza una propuesta de grupos para tus alumnos. Recuerda que su colocación dentro de los equipos va a determinar quién trabaja con quién y que cualquier cambio puede condicionar la dinámica cooperativa.

• Empieza la “pretemporada”: una semana en la que los grupos se asumen como “provisionales” y, por tanto, se pueden hacer cambios. Durante esa semana, tanto tú como cualquier otro profesor que realice alguna actividad en tu aula, podéis valorar el funcionamiento de los equipos —por ejemplo, que en alguno de ellos no haya un alumno capaz de ayudar—.

• Tomando como referencia tus observaciones o las sugerencias de tus compañeros docentes, realiza las correcciones y los cambios que consideres oportunos y posibles.

• Pasada la “pretemporada” los equipos se dan por cerrados. Ahora bien, esto no significa que si las cosas no funcionan no puedas hacer algún cambio puntual. Pero, en principio, estos serían los equipos-base con los que deberías trabajar durante el tiempo que hayas establecido para los agrupamientos.


Llegados a este punto, podrías empezar a diseñar tus agrupamientos. Pero hazlo a lápiz, con la idea de poder borrar y realizar los cambios que consideres pertinentes. Recuerda que para eso está la “pretemporada”.

Disponemos el aula

Hasta ahora, ya has diseñado los grupos, los has creado, has establecido quién va a trabajar con quién, y eso en unas pocas páginas. Ahora te queda un último detalle: colocar el aula de forma que el trabajo de los equipos resulte eficaz. Puede parecer cuestión de poner una mesa aquí, una mesa allá, pero vas a comprobar, en las próximas líneas, que no es un tema que pueda tomarse a la ligera, pues influirá enormemente en la interacción que surja entre tus alumnos.

Piensa que el contexto es un elemento determinante a la hora de explicar las conductas de los individuos. Solo hace falta echar un vistazo al largo catálogo de investigaciones y estudios que ha desarrollado la psicología social para entender hasta qué punto nuestra conducta también depende de dónde estamos y no solo de quiénes somos.

La distribución del aula condiciona la dinámica de trabajo que se desarrolla en ella (Johnson, Johnson y Holubec, 1999b:47-48), ya que manda a los niños un mensaje muy claro con respecto al tipo de conductas que tú —su profe de referencia— consideras apropiadas:

a. Influye decididamente en la forma en que, tanto alumnos como profesores, os comunicáis y participáis en las actividades.

b. Promueve u obstaculiza la interacción entre los niños.

c. Facilita o dificulta la circulación dentro del aula y la transición entre actividades distintas, aspecto esencial para los niños de Educación Infantil.

d. Orienta el trabajo de los alumnos, contribuyendo a aumentar o disminuir las disrupciones.

Tomando como referencia a los hermanos Johnson (Johnson, Johnson y Holubec, 1999b:48-49), para disponer el espacio podemos establecer las siguientes premisas:

1. Proximidad

No puede producirse interacción en un contexto cooperativo si no hay miradas, ayuda, diálogo, intercambio de materiales y opiniones, por lo que es indudable que la primera condición para que los niños interactúen es que estén juntos. Además, no olvides que la intensidad de tu dolor de cabeza será directamente proporcional a la distancia que haya entre las cabezas de los alumnos que trabajan juntos.

Para promover una participación más equitativa, debes crear una situación en la que las mesas de los alumnos del mismo grupo estén lo más próximas posible, garantizando así que todos tengan fácil acceso a sus compañeros.

En función del tipo de mobiliario de tu aula, puedes encontrar distintas opciones:

• Con mesas individuales —poco comunes en Educación Infantil—: puedes formar grupos de tres, cuatro o cinco alumnos, en función de la ratio. En estos casos, los alumnos podrán trabajar fácilmente en parejas o en grupo.


• Con mesas redondas, cuadradas o hexagonales, mucho más comunes en nuestra etapa. En este caso, será necesario establecer muy claramente las parejas, para que sepan siempre con quién tienen que trabajar cuando subdividamos el equipo.


¿Cómo conseguir que los alumnos estén lo más juntos posible en Infantil con mesas indivisibles?:

1. Poniendo menos alumnos por mesas (en el caso de tener mesas de más).

2. Separando las mesas hexagonales para formar grupos de cuatro.

3. Trabajando con parejas o tríos que estén juntos dentro del grupo, con la idea de subdividirlo.

En general, debes tener en cuenta que, en aulas pequeñas, se rentabiliza el espacio formando grupos grandes y, además, que la colocación de las mesas debe garantizar que los alumnos puedan moverse en cualquier momento hacia un centro de interés, que suele ser la zona en la que se desarrollan las explicaciones o las actividades que implican a todos los alumnos del aula.

2. Movilidad

Ahora ya están hombro con hombro, pero ¿los grupos están lo suficientemente separados como para que no interfieran unos con otros? Te estarás preguntando por qué te planteamos esto. Lo hacemos por tres motivos fundamentales:

• Por ellos. Quien conoce bien a los niños de Infantil sabe que para ellos el movimiento es básico. Se levantan, van a tu mesa o a la de los compañeros, cogen y dejan las fichas, los libros, el material. En pocas palabras: necesitan espacio.

En aras de conseguir esa movilidad, puedes habilitar las “rutas” más eficaces para llegar a los distintos cometidos; incluso, puedes concretar el “sentido de la marcha”. Todo es cuestión de ensayarlo unas cuantas veces. También puede servirte, para rentabilizar el espacio, crear algún grupo más grande, como dijimos anteriormente, ya que en este caso está perfectamente justificado.

• Por ti. Piensa que tú también necesitas tener un acceso fácil y ágil para llegar a todos los niños, especialmente en el caso de aquellos que demandan una atención más personalizada. Por ello, debes asegurarte de que puedes llegar fácilmente a todos los grupos para supervisar la tarea o sentarte junto a los que puedan tener algún tipo de dificultades para realizarla.


3. Visibilidad

Cuando coloques tu clase, deberías tener en cuenta que todos los niños puedan verte cuando necesites llevar a cabo alguna explicación, sin tener que moverse demasiado o adoptar una posición incómoda.

Seguramente ya tienes alguna estrategia para recuperar la atención de tus alumnos cuando sea necesario, pero piensa que esto es especialmente importante cuando los niños están trabajando en equipo. Si consigues que los alumnos diferencien claramente una situación de trabajo grupal del momento de la explicación, habrás logrado uno de los puntos básicos de las dinámicas cooperativas.

 

Para ello, es aconsejable colocar las mesas de forma que a los niños les resulte fácil atender tus explicaciones sin que eso les exija moverse excesivamente.


Pero sabemos que uno de los problemas de nuestras clases suelen ser el tipo de mesas, en muchos casos redondas o hexagonales, como ya hemos comentado antes. Esto tiene fácil solución si “acuerdas” con los niños el lugar en el que se colocarán ellos y en el que te colocarás tú para que todos puedan verte. Puedes pactar también una “posición de escucha”. Ya verás que todo es cuestión de ensayarlo.


Posición de trabajo


Posición de escucha

4. Flexibilidad

Ya estamos llegando al final, solo falta un pequeño detalle para que tu aula se convierta en el contexto idóneo para una red de aprendizaje: colocar el mobiliario de forma que el espacio sea flexible.

En nuestras clases de Educación Infantil se producen al día múltiples actividades: asambleas, rincones, juegos, clases de Inglés, talleres, bailes, celebraciones de cumpleaños, sesiones de yoga, dramatizaciones, cuentacuentos. Ahora bien, si las realizas utilizando dinámicas cooperativas, vas a necesitar cambiar tu concepto del espacio.

Piensa que, a partir de ahora, habrá ocasiones en las que los niños trabajen de forma individual y otras en grupos con diferente número de integrantes; a veces, los equipos serán homogéneos y otras heterogéneos según la actividad que hayas diseñado; puede, además, que los alumnos del grupo tengan que compartir espacios o recursos. Por tanto, verás que el paisaje que se dibuje en tu clase irá cambiando cada día, por lo que no existirá una única disposición del aula para cubrir todas tus necesidades y tendrás que ir transformándola en función de las distintas actividades que se desarrollen en ella. Ahora bien, si este cambio supone un proceso desordenado y lento, puedes encontrar muchos problemas.

Evitarlos supone que consigas cambiar la estructura de tu clase con cierta facilidad. La disposición del aula cooperativa debe ser flexible, posibilitando que los niños puedan cambiar el tamaño y la composición de los grupos o los recursos que necesiten, de forma rápida y organizada. Para conseguirlo, en lo siguiente subapartados te ofrecemos algunos consejillos que te pueden resultar útiles:

• Dónde. Antes de empezar, una buena idea es hacer un primer diseño del espacio con el mobiliario claramente ubicado en él. Si los muebles y objetos tienen un lugar asignado y conocido por todos, será más fácil quitar y poner. ¡Pero cuidado! Procura que los cambios de estructura no supongan grandes movimientos de mesas o sillas o perderás mucho tiempo. Por ejemplo, en el caso de tener un aula pequeña, los niños pueden cambiar su silla de la zona de asamblea a la zona de trabajo. Es más, ¿por qué no diseñas una asamblea que aparece y desaparece? En determinados niveles de Infantil, los alumnos pueden encargarse de apartar las mesas cuando sea momento de reunión, y volver a colocarlas cuando esta finalice.

• Cómo. Un buen diseño será útil y práctico si las distintas zonas están claramente definidas y señalizadas. Puedes colocar rótulos, dibujos, líneas en las paredes, o algún signo que los niños reconozcan y, al identificarlo, sepan el lugar en el que deben situarse. Si tienes oportunidad, siempre funciona bien utilizar diferente iluminación para delimitar determinados espacios y centrar la atención de los niños en ciertos puntos del aula. Si lo que te interesa es separar ciertos lugares físicamente, puedes emplear mobiliario móvil, biombos, maceteros, cinta de colores en el suelo, que, además, puede servirte para definir el área de trabajo de cada grupo o para exponer sus producciones.

Eso sí, ten en cuenta que siempre —pero especialmente al trabajar con nuestros niños de Infantil—has de dedicar un tiempo a entrenar cualquier cambio; el objetivo es conseguir que los alumnos pasen de una distribución a otra de manera rápida y eficaz. Nuestras aulas cooperativas son lugares vivos, y el movimiento no está reñido con una buena organización.

Colocamos al alumnado dentro de los grupos

Ahora viene la guinda del pastel: colocar a cada alumno dentro del grupo. Vuelve a echar mano de tus hojas de registro y de tu “sentido común”. Ten en cuenta que la posición que ocupa cada niño dentro del grupo es un asunto que debes cuidar especialmente, ya que influye en el tipo de interacción que mantendrá con sus compañeros. Lo podemos justificar partiendo de dos situaciones fundamentales:

• “Cara a cara”: es más fácil que los niños interactúen verbalmente. Por ello, utiliza esta disposición si vas a organizar dinámicas en las que tengan que dialogar, realizar entrevistas, preguntar.

• “Hombro con hombro”: los niños pueden compartir recursos fácilmente o trabajar sobre los mismos materiales. Por tanto, es una distribución adecuada para dinámicas en las que los alumnos tengan, por ejemplo, que leer o escribir algo juntos u otras similares.

Permítenos la insistencia, pero, para sacar el máximo partido de la interacción entre tus alumnos, es necesario que cuides quién interactúa con quién y en qué tipo de actividades. En este punto, nos vendrá bien hacer referencia a Lev Vigotsky. Recuerda que las situaciones de andamiaje en la zona de desarrollo próximo, como la “tutoría entre iguales”, resultan, en principio, más beneficiosas si la distancia cognitiva entre los alumnos no es exageradamente grande. Por eso, procura que las “parejas cara a cara” y las “parejas hombro con hombro” en las que puedes subdividir el equipo-base, aunque deban estar formadas por niños de un nivel diferente, no estén muy alejadas. El grupo puede ser muy diverso; la pareja, no tanto.

Lo entenderás mejor con estas premisas:

• El niño que tiene un nivel de desempeño más alto no formará pareja con el de nivel más bajo, sino que interactuaría con compañeros de nivel de desempeño medio.

• Los niños de nivel de desempeño medio no trabajarán juntos en actividades de pareja, sino que interactuarán con el compañero de nivel alto o con el de nivel bajo.

• El niño de nivel de desempeño más bajo no formará pareja con el de nivel alto, sino que interactuará con algún compañero de nivel de desempeño medio.

Para que practiques esto de la zona de desarrollo próximo, vamos a proponerte un pequeño acertijo. ¿Te atreves? Imagina que un grupo cooperativo de tu clase está formado por cuatro niños con diferentes niveles de desempeño: uno alto, uno bajo y dos de nivel medio. Sus nombres son: Sofía, Valentina, Marcos y Javier. Cumpliendo las siguientes premisas, ¿serías capaz de descubrir a qué alumno corresponde cada nivel? ¡Vamos allá!:

• El alumno con el nivel de desempeño más bajo es un chico.

• Sofía no debería formar pareja con Marcos, pero sí podría hacerlo con Valentina o con Javier.

• Valentina no debería trabajar con Javier, pero podría perfectamente con Sofía o con Marcos.

• Marcos debería trabajar con Valentina o con Javier, pero no con Sofía.

Si tu respuesta es que Sofía sería la de nivel de desempeño alto, Marcos el de nivel de desempeño bajo y Javier y Valentina tendrían un nivel medio, lo has hecho genial. ¡Ah! Y si has considerado a Valentina como la de nivel de desempeño alto, Javier el de nivel de desempeño bajo y a Sofía y Marcos como los de nivel medio, lo has hecho fenomenal también.

¿Es eso posible? Pues sí, depende del criterio que estés utilizando para formar los equipos en cada momento. Con este pequeño juego queríamos poner de manifiesto que a la hora de distribuir a los alumnos entre los grupos no debemos caer en reduccionismos que nos lleven a “etiquetarlos”. El nivel de desempeño de un estudiante no es algo invariable ni estático, sino que depende de factores muy distintos, como el criterio empleado, el momento del curso, el tipo de tareas que estemos realizando, etc. Por ejemplo, cuando proyectes la cooperación hacia las rutinas y los hábitos de autonomía, seguro que te interesará priorizar la autonomía personal. Entonces, Marcos puede ser el alumno que más ayuda necesita dentro del grupo. Sin embargo, si meses después, quieres empezar “cooperativizar” tus asambleas, introduciendo dinámicas cooperativas basadas en el diálogo —por ejemplo, una Entrevista simultánea o Cabezas juntas numeradas—, puede que te interese priorizar la expresión oral a la hora de hacer los grupos. Entonces, será Javier y no Marcos el que más ayuda necesite.

En la misma línea, a la hora de formar las parejas, debes tener muy presente que las premisas que te damos pueden ser matizables en un momento dado. Nosotros, en más de una ocasión, nos hemos encontrado con el caso de parejas muy “extremas” en cuanto a su desempeño, que han trabajado fantásticamente bien gracias a un sentido de la cooperación muy desarrollado y a la necesidad de apoyarse y ayudarse mutuamente. Por tanto, nunca pongas una de nuestras pautas por encima de tu sentido común y de tu propio conocimiento del alumnado.

Para terminar, nos gustaría sugerirte algunas ideas más con respecto a la colocación de los alumnos dentro de los equipos, siempre entendidas como recomendaciones que pueden ser matizadas en un momento dado:

• La visibilidad. Aunque cuando hablábamos de la disposición del aula para la cooperación, te dijimos que procuraras tener fácil acceso a todos los niños, a veces, en las estructuras cooperativas puedes encontrar puntos más comprometidos con respecto a la visibilidad, que pueden complicarte el seguimiento de tus alumnos o facilitar un buen “escondite” para los que se suelen distraer en el momento de las explicaciones.

Para sacar el máximo partido al aprendizaje cooperativo, te conviene evitar las posiciones que tienen peor visibilidad para los alumnos que presentan más dificultades o que se distraen con mayor facilidad. Cuantos menos obstáculos existan, mejor. Por ello, te aconsejamos que dejes estas posiciones para los niños muy implicados, que no presentan mayores problemas para seguir la clase, y reserves los puestos de mejor acceso —algo así como los “palcos VIP”— para los más dispersos o de rendimiento más bajo.

• Los grupos de tres. Los equipos de tres ofrecen un entorno de trabajo más estable ya que, al no subdividirse en parejas, se limitan los cambios de dinámica y, por tanto, las transiciones.

Por este motivo, pueden resultarte interesantes para colocar a niños especialmente inquietos, con los que no resulta fácil trabajar en equipo porque no saben relacionarse bien o son especialmente disruptivos. La idea es que compartan el grupo con niños que tengan buenas destrezas para la cooperación y para la gestión de situaciones conflictivas. Como se trata de un perfil muy específico, limitar el tamaño de estos equipos te ofrecerá mayores posibilidades a la hora de configurar los agrupamientos.

Del mismo modo, los tríos pueden ser un buen entorno de trabajo para niños que presentan grandes necesidades de aprendizaje, ya que, al requerir un apoyo muy específico, les conviene estar con compañeros con un perfil muy determinado, al menos a dos niveles:

a. Una especial sensibilidad hacia la diversidad.

b. Un cierto conocimiento sobre cómo pueden ayudarlos.

En este sentido, como en el caso anterior, cuanto más pequeño sea el grupo, podrás barajar más opciones.

Finalmente, si te decides a formar equipos-base de tres alumnos, recuerda que no es conveniente que los miembros del grupo presenten distancias muy extremas, pero garantizando que exista al menos uno que se maneje bien a nivel escolar. Por ello, no conviene situar al alumno de nivel más alto de la clase con el del nivel más bajo. Podríamos optar por perfiles más moderados.

 

• Los grupos de cinco. El tamaño de este tipo de grupos te va a obligar a subdividirlos con una frecuencia mayor. Por ello, al configurarlos deberás valorar tus opciones, en parejas o en tríos, y colocar a los niños en el grupo en función de los criterios que hemos descrito anteriormente.

También te aconsejamos que seas algo más flexible cuando los niños del grupo estén trabajando juntos —ten en cuenta que son muchos— porque, seguramente, aumentará el nivel de ruido o apoyarán el cuerpo encima de la mesa para poder interactuar con sus compañeros y realizar sus aportaciones.

3. ¿Qué hago para que se sientan parte del grupo?

Esta es la última de las tres preguntas a las que te proponíamos dar respuesta al inicio de este capítulo. Has ido viendo que conocer a tus alumnos y dar con la clave para colocarlos en grupos cooperativos no es tarea fácil, pero estás a punto de descubrir que, una vez conseguidos ambos retos, tu misión más importante será lograr construir una mínima identidad dentro de los equipos que has formado.

Uno de tus primeros objetivos será que tus alumnos —que son diferentes, que nunca han trabajado juntos y que parten de experiencias diversas— se constituyan como un grupo cooperativo y asuman el valor de la colaboración para maximizar sus aprendizajes, tanto en lo que se refiere a la mejora del propio trabajo en equipo como del desempeño individual de todos y cada uno de ellos. Ahí es nada, ¿verdad?

Si te pones a buscar, verás que existen, en la bibliografía sobre aprendizaje cooperativo, infinidad de juegos o actividades que pueden servirte para “hacer grupo”, pero, desde nuestro punto de vista, no hay nada mejor que la complicidad que se produce día a día entre los niños cuando están trabajando juntos, cuando comparten recursos o cuando asumen una identidad colectiva.

Por supuesto, también es conveniente que realices de vez en cuando dinámicas de cohesión grupal, a los niños les encantan y son interesantes para crear conciencia de grupo. En estos casos, aunque ellos deben percibirlo siempre como un juego, puede ser aconsejable que finalices la actividad llevando a cabo una pequeña valoración en la que participen los propios niños. Por ejemplo, puedes hacerles preguntas del tipo: “¿Cómo os sentíais antes?, ¿y ahora?”, “¿qué habéis aprendido?”, “¿qué creéis que hacíais regular y ya no vais a volver a hacer?”. Es fundamental que tengas en cuenta la edad de tus alumnos a la hora de la reflexión, pues será muy diferente si trabajas con un grupo de 3 años que si lo haces con uno de 5 años.

La cohesión grupal

Conocimiento, aceptación, ayuda, cooperación, empatía, confianza. Si todo esto ocurre en tus grupos, puedes empezar a pensar que has logrado que exista cohesión grupal. ¿No es maravilloso? Las relaciones que se producen entre los miembros de un grupo así definido son, entre otras, de respeto a la diversidad de capacidades, motivaciones o intereses; de confianza en que todos pueden ayudarse y aprender juntos; y de seguridad en los demás.

Si quieres conseguir que tus alumnos cooperen en grupos de los que realmente se sientan parte, puedes realizar actividades orientadas a fomentar cuatro destrezas:

• Conocerse y aceptarse como son: #OfrecerNuestraMejorVersión.

• Comunicarse, practicar la escucha activa, la atención, el diálogo, la toma de decisiones: #AceptarLasIdeasDeLosOtros.

• Relacionarse positivamente, compartir las emociones, valorar a los demás, confiar en ellos: #SentirseUno.

• Trabajar juntos, compartir experiencias de aprendizaje, animarse a trabajar, celebrar conjuntamente cuando las cosas salen bien o, si no es así, buscar juntos la forma de mejorar: #UnoParaTodosYTodosParaUno.

Pero ¿sabes cuál es la pieza fundamental que hace que este puzle encaje? Piensa un poco. Sí, eres tú. Tú como ejemplo, modelo y referente. Tú cuando eres persona, además de profe. Tú cuando incorporas estas prácticas a tu currículo oculto —ese estilo personal con el que los docentes educamos cuando no nos damos cuenta—. Tú, sin más, con tus virtudes y tus ganas de hacer, tú que haces, de tu clase, algo mejor cada día.

La identidad grupal

Creemos que ha quedado más que claro que es fundamental trabajar expresamente la cohesión grupal y, para ello, una de las primeras —y principales— estrategias que puedes utilizar es proporcionar a cada grupo una identidad. De esta forma, se fomenta, además, en los niños un sentido de pertenencia muy necesario.

La construcción de una identidad común puede ser una oportunidad muy interesante para crear las condiciones necesarias para que los grupos funcionen. Además, puedes aprovechar el trabajo sobre la identidad grupal para realizar dinámicas de conocimiento mutuo que lleven a los niños a identificar lo que tienen en común y lo que cada uno de ellos aporta al grupo. Verás cómo ayuda que descubran sus pequeños talentos ocultos y lo importantes que son para el equipo.

Para empezar, tu cometido será organizar los tiempos y espacios necesarios para que los grupos reflexionen y trabajen sobre su “imagen corporativa” a partir de sus rasgos comunes, sus gustos, sus intereses, etc. El resto queda de la mano de los niños y de su creatividad, que es mucha.

Por ejemplo, puedes pedir a los equipos que trabajen en la construcción de:

• Un nombre que los identifique y en el que todos ellos se vean representados. Puedes terminar la actividad haciendo que los niños compartan el nombre de su grupo con los demás y expliquen por qué los distingue. A ti también te resultará muy útil que los grupos estén identificados para, por ejemplo, poder dirigirte a ellos o reconocer sus trabajos.

• Un logo que proyecte su identidad. Es conveniente que sugieras a tus alumnos que deben elegir una imagen simple que pueda replicarse fácilmente, ya que el sentido del logo es utilizarlo para identificar los espacios, materiales y producciones del grupo. Si optan por un logo demasiado complejo, será más complicado que puedan reproducirlo.

• Un lema o “grito” de equipo. Nos referimos a una frase que los identifique y que tenga relación con el nombre que han elegido para el grupo. Puede servirles para darse ánimo o indicar que han terminado la tarea.

Para finalizar, un aspecto que nunca debes perder de vista es que la referencia siempre debe ser el grupo clase. Si a la hora de trabajar la “imagen corporativa” de los equipos no tenemos esto en cuenta, podemos provocar que los pequeños grupos tengan un sentido de pertenencia muy claro, pero la clase no. Puede ayudarte empezar construyendo una identidad general de aula, decidiendo juntos un nombre, logo y lema para la clase y, a partir de ahí, trabajar la identidad de los distintos equipos.

La proyección de la identidad grupal

Cuando tus equipos cuenten con su “imagen corporativa”, puedes empezar a reflexionar sobre los espacios más adecuados para que puedan proyectarla. Existen formas muy distintas de exponer la identidad de cada grupo, el campo está abierto a tu creatividad y, por supuesto, a la de tus alumnos. A modo de ejemplo, te sugerimos algunas estrategias:

• Hacer un carné o documento de identidad que los identifique como miembros de un colectivo.

• Crear un currículo grupal o carta de servicios.

• Elaborar prendas y complementos con sus señas de identidad.

• Establecer como rutina que los niños personalicen todos sus materiales y producciones con el nombre o el logo de su grupo. Esto no solo promoverá la construcción de un a identidad más potente, sino que puede contribuir a una gestión más eficaz de los materiales y las tareas. Por ejemplo, si todos los equipos cuentan con una caja de material común, una agenda grupal o un portafolio, tenerlos identificados facilitará su gestión, recogida y almacenamiento. Igualmente, si los grupos utilizan su nombre o su logo para identificar sus murales o sus trabajos de equipo, la localización de los mismos resultará más ágil y sencilla.

• Permitir que los grupos personalicen su espacio de trabajo. Esto es especialmente interesante, ya que les recuerda constantemente de qué equipo son. Puedes encontrar muchas y muy diversas formas de personalizar el espacio de trabajo: añadir el nombre o el logo en las mesas, las sillas, el perchero, los muebles o las estanterías que utilicen para guardar sus materiales; identificar el espacio con carteles que cuelguen del techo o con trabajos y producciones de los equipos; incluso darles un espacio específico dentro del corcho de la clase.