Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones

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Doble rol de la evidencia empírica

y el carácter de los supuestos

Alcanzar una visión comprehensiva del fenómeno a estudiar permite, por un lado, elaborar la hipótesis específica que corresponda a la interrogante específica, además de ser una ayuda al momento de establecer los controles adecuados en el proceso de medición y validación. Tal visión consistirá en impresiones que se forman contestando preguntas como las siguientes: “¿De qué manera funcionan las cosas en este ámbito?”; “¿a qué arreglos, contratos y organizaciones recurren personas, empresas y gobiernos?” Adicionalmente, una visión de este tipo no podrá ser independiente del conocimiento económico existente y respetará la experiencia ya corroborada. La idea de fondo es que el conocimiento en un sentido amplio y el económico en particular tienen carácter acumulativo y que cualquier pronóstico en el área debiera estar condicionado, de uno u otro modo, por este capital acumulado, o bien señalar el motivo por el cual dejar de lado aspectos particulares de este.

Una vez elaborada la hipótesis, corresponde el segundo rol de la evidencia, esto es, como antecedente clave para la validación de las predicciones que con ella se obtengan, donde estas últimas son confrontadas con hechos susceptibles de ser observados, pero que no han sido empleados anteriormente. Por otra parte, para que el test empírico tenga relevancia, las predicciones deducidas deben quedar suficientemente identificadas como para que la nueva evidencia pueda servir para corroborar o bien rechazar la hipótesis.20

Entrando a la parte tal vez más conocida y debatida de F/53, el artículo señala que la validación de una hipótesis que se haga cargo de los hechos que se busca explicar constituye un desafío que en las ciencias sociales ocasionalmente lleva a algunos a sostener que la hipótesis no solo tendría “implicaciones”, sino también “supuestos”. Hasta aquí el problema es menor, pero es el paso siguiente el que, con buenas razones, es abiertamente denunciado por F/53, esto es, que la conformidad de estos supuestos con la realidad constituya un test con capacidad para validar o rechazar la explicación. Esta difundida lectura, dice, no solo es errónea, sino que también confunde el significado que pueda tener la evidencia empírica para la teoría económica. La pregunta relevante en relación con los “supuestos” de una teoría no es si ellos son descriptivamente “realistas” –nunca lo son–, sino si ellos constituyen aproximaciones suficientemente razonables como para poder dar vida a una hipótesis con capacidad para explicar lo que se intenta pronosticar. Únicamente evaluando si la teoría funciona, lo que significa que es capaz de generar predicciones suficientemente precisas como para lograr ser corroboradas por nueva evidencia, podrá hablarse propiamente de validación (o rechazo), y solo en ese caso.

Señala: “Full and comprehensive evidence on the phenomena to be generalized or explained by a hypothesis, besides its obvious value in suggesting new hypothesis, is needed to assure that a hypothesis explains what it sets out to explain- that its implications for such phenomena are not contradicted in advance by experience that has already been observed. Given that the hypothesis is consistent with the evidence at hand its further testing involves deducing from it new facts capable of being observed but not previously known and checking these deduced facts against additional empirical evidence. For this test to be relevant the deduced facts must be about the class of phenomena the hypothesis is designed to explain; and they must be well enough defined so that observation can show them to be wrong”. (pp. 12, 13). (Para mantener el poder persuasivo del párrafo se ha preferido no traducir.)

Más adelante amplía y sintetiza la idea (p. 24), señalando que resulta posible visualizar una hipótesis en términos de dos componentes: un mundo conceptual o modelo abstracto más simple que el mundo real, que sintetiza las fuerzas que la hipótesis considera importantes. Segundo, un conjunto de reglas que identifican la clase de fenómenos para los cuales el modelo puede ser tomado como una adecuada representación de ese mundo real que interesa examinar, reglas que especifican la correspondencia entre los aspectos (variables) del modelo y, por otra parte, los fenómenos observables.

El modelo es abstracto y completo, mostrando coherencia en su estructura, todas características que permiten emplearlo para deducir proposiciones teóricas, es decir, pronósticos. Tal proceso deductivo no es necesariamente unidireccional, de modo que partiendo de las implicancias se podrán alcanzar las premisas o supuestos implícitos, una característica que proporciona gran plasticidad al modelo.

Por otra parte, las reglas para hacer uso del modelo suelen ser más bien incompletas, de modo que en la práctica la etapa tiene algo idiosincrásico, interviniendo tanto el conocimiento como el criterio del investigador. Se introduce así la posibilidad de diferencias entre investigadores, quienes además podrán diferir en lo que concierne a la calidad de su trabajo. Es también en esta etapa donde eventualmente ocurren innovaciones al surgir nuevos antecedentes, donde estos muchas veces se derivan de otras investigaciones: sea por su aporte empírico o por el aprovechamiento de trabajo teórico que ilumine mejor las circunstancias circundantes.

Conocimiento previo, hipótesis específica y supuestos

La construcción de conocimiento económico suele ocurrir en contextos en que es escasa la información fácilmente disponible, pero, y como señala F/53, antecedentes completos y comprehensivos son claves en el proceso de selección de la hipótesis específica. Ello, entonces, por un lado aconseja no desdeñar antecedentes que con un esfuerzo “razonable” puedan ser reunidos y empleados en la descripción más precisa del fenómeno a estudiar –siempre un primer paso en la selección de hipótesis y por ende de supuestos– y, por otro, obliga a reconocer que contar con “todos” los antecedentes pertinentes para realizar la selección ideal estará fuera del alcance del investigador en más de algún caso.

Solo con el fin de ilustrar este punto, imagínese una situación en la cual la construcción de la hipótesis requiera identificar el tipo de organización o grado de competencia del mercado, pudiendo, y para simplificar, tratarse tanto de una situación competitiva como de un monopolio. En la medida en que los antecedentes que se haya logrado reunir no despejen el punto, el investigador, para desarrollar su hipótesis específica, elegirá uno u otro supuesto, basado seguramente en una gama de consideraciones, desde su impresión a priori alimentada por la “intuición educada”, hasta una en que se guíe por indicadores más objetivos pero parciales, todo esto sin dejar de lado consideraciones de costo asociadas a la complejidad de la hipótesis resultante. Con esta perspectiva en mente se aprecia también que el supuesto finalmente seleccionado difícilmente podrá ser clasificado en el contexto de la dicotomía: real-no real.

Pero la cuestión va más allá del costo y de la disponibilidad de información. Aunque evidente, en este momento es oportuno recordar que el lenguaje de la economía opera con conceptos que son construcciones, o sea, abstracciones. Entonces, y a modo de ejemplo, tanto “competencia” como “monopolio” en el lenguaje económico son meras abstracciones y son ellas las que se han de confrontar con los retazos de evidencia que el investigador haya logrado reunir para así conocer en detalle el asunto que interesa examinar. De modo que llegar a establecer el realismo o no realismo de un supuesto tampoco podrá ser independiente del potencial de adecuación del concepto respectivo para traducir y sintetizar la descripción de la situación base, supuestamente la mejor que se pudo obtener. Entonces la discusión referente al realismo de los supuestos no debiera perder de vista ni el costo de la información ni la misma maleabilidad del concepto teórico para recoger y expresar rasgos relevantes de la realidad. Pero hay otro ángulo a considerar. El fenómeno bajo estudio, así como el conocimiento que se logre tener del ambiente y contexto en que este se presenta no solo condicionarán la selección de la teoría y de los supuestos, sino que también podrán llegar a repercutir en el planteamiento más preciso de la predicción.

Continuando con la situación señalada, la incertidumbre implícita en el diagnóstico –mercado competitivo o monopólico– podrá proyectarse a la hipótesis específica y así a la predicción teórica. Supóngase para ello que la industria x será objeto de un tributo específico y que la pregunta de interés se refiera a la incidencia de este en el precio del bien. Una predicción podrá señalar, por ejemplo, que dicho precio aumentará en el monto del impuesto, mientras que otra se contentará con proponer que a causa del tributo el precio de x se incrementará, sin precisar la magnitud. En el terreno teórico es fácil mostrar que el tributo implicará un costo y que este se trasladará íntegramente a precio en el caso competitivo, pero que en el caso monopólico esto además dependerá de la respectiva elasticidad del precio de la demanda, otro dato que eventualmente no ha sido observado. Entonces, si el analista quisiera poner a prueba la segunda predicción –el precio aumenta (a secas)–, en tal evento no incidirá mayormente si el modelo supone competencia o si se inclina por la presencia de poder monopólico. Pero, y en tanto la predicción fuese la de un traslado íntegro del tributo, se podrá sospechar que el analista ha elegido esta hipótesis específica, por cuanto, al estudiar el contexto en que se plantea el problema, de uno u otro modo ha alcanzado cierto convencimiento de que x se acerca bastante al concepto de industria competitiva. Por último, lo que no cabe ignorar es que las predicciones se refieren al largo plazo económico y este precio no coincidirá necesariamente con su trayectoria antes de alcanzar este equilibrio.

 

A modo de síntesis, digamos que se han mencionado tres razones que de acuerdo con F/53 debieran aconsejar prudencia en cuanto al realismo de los supuestos y a su importancia. Primero, si la información base es limitada –casi siempre lo será–, la discusión resulta un tanto inútil, ya que no hay cómo zanjarla. En segundo lugar está la misma capacidad de los conceptos para sintetizar la situación base. Tercero, también cabe preguntarse sobre la diferencia práctica de adherir a uno u otro supuesto, lo cual, a su vez, se combina con la selección de la hipótesis específica. Todos estos puntos son cuidadosamente discutidos en el artículo con el estilo franco y simple tan característico de un autor que no se anda con rodeos. Su síntesis breve y punzante es: los supuestos no son ni reales ni irreales, la cuestión importante es si ellos son conducentes a sustentar la hipótesis y, en particular, la predicción específica (no corresponde a sus palabras exactas).

1.2.3 Construcción de Economía. Extendiendo el ejemplo

A mayor conocimiento referente a una determinada situación, más precisa y específica podrá ser la hipótesis que en definitiva se someta a confirmación, asunto que F/53 ilustra con la incidencia de un tributo específico, ejemplo que ya fue mencionado en la sección previa, pero que aquí se extiende. La incidencia del tributo, en el terreno estrictamente conceptual, dependerá de la correspondiente elasticidad de la oferta. En tanto elástica, esto es, los productores actuales o potenciales proveen el bien a un precio que será independiente de la cantidad que se demande, la situación lleva a predecir una determinada incidencia. Por otra parte y en tanto el tributo sea absorbido solo parcialmente por consumidores, entonces la variación del precio podrá ser menor (oferta en algún grado inelástica).

Como se decía, un aspecto crítico es la evidencia previa, antecedente que jugará un rol, entre otros, a la hora de determinar la hipótesis específica. Supóngase dos caracterizaciones (parciales) de la evidencia previa: en un caso el investigador “infiere y por ende sabe” que la industria gravada está caracterizada por una oferta totalmente elástica, mientras que en el otro este solo dispone de antecedentes más generales, llegando a conjeturar que dicha elasticidad podrá ser positiva, pero sin conocer si ella es infinita o, tal vez, igual a uno o a dos.

El modelo abstracto es único, un esquema de oferta y demanda, pero las reglas de uso diferirán en ambos casos, generando así dos hipótesis específicas. Con la primera, sustentada en el conocimiento de que la oferta es elástica, podrá pronosticar y luego poner a prueba que el aumento de precio a causa del tributo será igual a la magnitud del impuesto, mientras que para la segunda –solo logra formarse la idea de que dicha elasticidad será positiva– la pregunta tal vez llegue a ser ¿en qué proporción aumentará el precio? Es decir, difiere la clase de fenómenos a que se refieren estas hipótesis, pues sus predicciones son distintas, tal como la evidencia adicional que el investigador deberá reunir para su corroboración o rechazo.

Volviendo ahora a la cuestión del realismo de los supuestos, supóngase que en el primer caso el investigador finalmente encuentra que el precio se ha incrementado en 20%, y que esto resulte ser menor que el monto del impuesto (para simplificar se trata de un tributo específico expresado como monto por unidad de producto). En tal evento la predicción de la hipótesis –precio sube en la misma magnitud del tributo– no calzaría con la evidencia con que se pretendía validarla. Sin embargo, de tal observación no sería posible deducir que sea falso el supuesto de una elasticidad de la oferta igual infinito. Alternativamente se podrá decir que el modelo general combinado con el supuesto de elasticidad infinita no se ha visto desautorizado. Entonces ¿qué podrá hacer nuestro economista?

Tal vez comience por revisar nuevamente la evidencia previa, pero, y para fines de esta ilustración, encuentra que no ve motivos para cambiar su diagnóstico inicial. Entonces, y pensando que la hipótesis lo siga convenciendo, podrá prestar más atención a las condiciones que dicha hipótesis mantiene constantes de manera implícita. Con el fin de seguir ilustrando el asunto, podría plantearse la siguiente posibilidad: la deducción de la hipótesis específica tal vez considere que tanto la oferta como la demanda no se alteran simultáneamente con la implantación del tributo específico, un considerando razonable para mantenerla simple. Sin embargo, imagínese que cambios coincidentes en precios de insumos, tecnología y/o demanda pudieran haber alterado la oferta, incluso, tal vez, manteniéndose su elasticidad. Eventualmente y en tanto el investigador hubiese explorado la evidencia previa con mayor detención, se habría percatado de que junto con implantarse el tributo se registraba un cambio en el precio de algún insumo relevante. Se ilustra así la importancia de conocer realmente el fenómeno que se está examinando y cómo ello llega a condicionar la hipótesis específica.

De modo que, y continuando con el ejemplo, imaginemos que el ejercicio de validación de la hipótesis específica llega a controlar estos aspectos, encontrándose que al explicitar la posibilidad de una variación en el precio de insumos y ponderando esta por la respectiva importancia en la estructura de costo, en dicho contexto el aumento del precio del bien coincide con la magnitud del tributo.

En tales circunstancias, ¿cabría inferir que es realista el supuesto de una elasticidad oferta igual a infinito? Por de pronto con este resultado –interpretación– el investigador tendrá mayor confianza en el conocimiento previo que ha logrado reunir, pero de ahí al realismo hay un trecho. La elasticidad en cuestión sigue siendo una construcción, un instrumento que ayuda en el análisis y, como tal, no tiene una contrapartida real propiamente tal.

Como se decía, el ejemplo subraya la importancia del conocimiento y del estudio previo que preceden a la hipótesis específica, pero ello no constituye antecedente para, retroactivamente, validar o rechazar el supuesto referente a la elasticidad. Otra sería la situación si previamente se hubiese estudiado la oferta de la industria en cuestión y que la medición hubiese arrojado este guarismo. El ejemplo también ilustra que la investigación empírica –aplicación, dirán algunos– no es lo mismo que el modelo abstracto, la cadena deductiva cerrada y completa. La economía de tiza y pizarrón, el libro de texto ponen toda su atención en el modelo abstracto, y eso está muy bien, es el instrumento imprescindible. F/53, sin embargo, no está hablando de la enseñanza de modelos; se dirige al lector que está en la etapa siguiente, una en que este ha elaborado o cuenta con el modelo general y está concentrado en los desafíos que de ahí en adelante se le plantean, ahora como investigador y usuario de la economía.

F/53 le habla al economista interesado en explorar el funcionamiento del mundo, dejando entrever que el aprendizaje de este arte se adquiere “por experiencia”, o sea, investigando directamente u observando cómo lo están haciendo terceros con sus aciertos y errores. Nótese, aunque F/53 no lo exprese explícitamente, que este aprendizaje es igualmente pertinente, mutatis mutandis, para el investigador científico, digamos el académico, como para el economista profesional que tiene interés directo en la evolución, tal vez de una empresa o de un estado, para así mencionar a un economista que seguramente no estará preocupado de la aceptación de su trabajo en alguna revista, sino que su interés primordial es resolver con éxito un desafío práctico.

El criterio de F/53 es drástico: los supuestos no son reales o falsos y tampoco, como se insiste más adelante, obedecen a criterio valórico alguno; son instrumentos para poder avanzar en la generación de una hipótesis productiva, sin perjuicio de que la confianza en el supuesto no será independiente de su rol y desempeño en investigaciones previas. El supuesto en esta perspectiva es un instrumento, parte de la caja de herramientas de que dispone el economista.

Economía: ¿cómo entender la disciplina?

La economía es un método de análisis, “una máquina para pensar” como solían decir autores del XIX, o sea, un conjunto de herramientas que permite organizar, comprender y finalmente “ver” el confuso cuadro que emerge al contemplar la realidad social, el mundo “de lo que es”. Esta economía, entonces, corresponde a lo que Keynes (1891) denomina economía positiva, una terminología a la que también adhiere F/53. Aunque mucho ha cambiado en el ínterin, sigue en pie la idea de que se trata de un método, siendo el objetivo de la presente sección, precisamente, delinear esta perspectiva.

Motor para pensar, ordenar y explorar

Mientras y como señala la sección previa, la metodología sea los conceptos, teorías y principios básicos de razonamiento, es decir, las ideas y procedimientos que permiten jerarquizar hipótesis diversas para explicar un mismo fenómeno, entonces, ¿qué se podrá entender por método? La respuesta breve es que el término apunta a una manera de aproximarse al examen de fenómenos específicos, de modo que el método se expresa por medio de los instrumentos de la disciplina, incluyendo los conceptos, axiomas básicos, teorías y reglas de procedimiento que se emplean en la construcción de conocimiento económico. O sea, economía es método, mientras que la metodología de la disciplina corresponde a los criterios con que esta evalúa la validez de las explicaciones que ofrece al explorar fenómenos específicos.

Si bien la distinción entre método y metodología es fundamental en la presente discusión, en ocasiones, tal vez con el fin de simplificar la comunicación, se podrá optar por una sola expresión para referirse a ambas. Entonces, por ejemplo, al decir que la economía es método se estaría subentendiendo que la disciplina es instrumentos, técnicas, procedimientos, etc. y, a la vez, metodología, o sea, criterios para evaluar explicaciones. Lo importante es no perder de vista estos dos aspectos, de modo que en esta nota y al hacer referencia al término “economía” o “disciplina” lo que finalmente se tiene en mente abarca ambas dimensiones.

Se podrá decir también que se trata de un método para explorar problemas económicos; sin embargo, en tal evento correspondería reconocer que la descripción de método que así se obtiene no es enteramente independiente, ya que el fenómeno específico, o sea, el problema económico no es estrictamente exógeno. Al señalar que una determinada situación plantea un problema económico, el mismo método ha cooperado para otorgarle al problema su contenido esencial. Se trata de un asunto que podrá parecer confuso a primera vista, posiblemente por la costumbre de visualizar al mundo que nos rodea como algo dado y totalmente exógeno, un enfoque plausible en muchas ocasiones21. Sin embargo, el problema económico constituirá un “problema”, un puzzle, desafío o irregularidad, que surge al observar una determinada realidad a través del lente de la teoría y/o de la experiencia económica. En tal caso se tiene un observador inspirado en un punto de vista, por ende con una identificación del problema, que será dependiente de la economía, o sea, del mismo conjunto de instrumentos con que se podrá explorar el asunto. Entonces, llegar a visualizar un problema económico representa más bien una primera y muy valiosa etapa del análisis, más que una manera convincente de definir o describir la disciplina.

Otra fórmula para identificar la disciplina podrá consistir en solicitar una descripción de su quehacer a los respectivos practicantes. Frente a la pregunta concisa ¿qué hace un, una economista?, y aunque en principio cabe una gama amplia de respuestas, no sería tan extraño obtener como respuesta un simple y seco: “economía”22. Emerge así un cuadro en que tanto el planteamiento de problemas como el método de indagación empleado y los resultados generados, su evaluación y validez, en breve la producción económica del individuo, deberán mostrar características compatibles con los cánones fundamentales imperantes en el gremio, evaluación que seguramente requerirá de otro iniciado.

Lo que distingue al trabajo de el o la economista es el hecho de emplear el método económico para identificar, describir, examinar y concluir respecto de algún tema de su interés, donde, y siempre que corresponda, se incluye también la etapa de confrontación de las predicciones con evidencia pertinente. Además, en cualquier evaluación de esta naturaleza también pesará el empleo apropiado del método y de los demás procedimientos, de modo que en este sentido podrá haber buena y mala economía, donde la segunda posiblemente ni siquiera califique de tal.

 

Lo anterior no implica que tal reconocimiento llegue en forma instantánea, o que todos sus practicantes acojan una determinada innovación sin mayor oposición. La historia del pensamiento suele tener una preferencia marcada por seguir la pista de los casos exitosos, de aquellas innovaciones que llegan a tener un impacto duradero en la disciplina, pero ellas seguramente representan solo una fracción del total inicial. Por lo demás, el período para la incorporación más definitiva de una innovación a la disciplina podrá demorar más o menos tiempo, en ocasiones más de una generación. En este proceso habrá ganadores y perdedores; además del innovador propiamente tal, habrá quienes adhieran y defiendan tempranamente la nueva idea y otros que se opongan a ella. Se trata de un proceso de iniciativas descentralizadas, y en este sentido amplio, de una competencia o torneo, un proceso que, al menos en principio, registraría ganadores y perdedores, pero donde, curiosamente, ambos cumplen un rol. Gracias a los esfuerzos de todos estos actores la innovación inicial podrá ser pulida, su argumentación refinada, clarificada su relación con el stock de conocimiento existente, simplemente eliminada, etc. En rigor, se trata de un proceso que no tiene un término establecido, sin perjuicio que de facto exista en cada momento mucha teoría y conocimiento que, y para casi todos los fines prácticos, constituirá el conocimiento establecido.23

Método económico: Hipótesis general y una ilustración

El método económico, y aunque esto tenga mucho de simplificación, se asocia a una hipótesis de trabajo de carácter general presente en el trasfondo de teorías e hipótesis específicas; a menudo figura cerca de la superficie y en otras ocasiones está más escondida. Se trata de un instrumento diseñado para explorar y así entender comportamientos, donde estos se visualizan como el resultado de un proceso de decisión. Para visualizar el contexto y el desafío que enfrenta la hipótesis general, se recurre a la caricatura que sigue.

Una persona va caminando por una larga calle y el observador que sigue su comportamiento desde la distancia percibe que al llegar a cierto punto ella se detiene, un contexto que aquel sintetiza en dos situaciones posibles: en cualquier momento del tiempo la persona en cuestión (i) camina, o (ii) se detiene, situaciones que el mencionado observador asocia a otras tantas interrogantes: en el primer caso ¿por qué continúa caminando?, y en el segundo, ¿por qué se detuvo? El observador es imaginativo y podrá producir una infinidad de respuestas, aunque y dada su actual posición, no ve cómo distinguir una de otra. Así, por ejemplo, se le podrá ocurrir que el caminante llegó a una esquina y que la luz roja lo detuvo (aunque no vea ni esquina ni luz). O bien, el caminante, al percatarse de la presencia de nubes amenazadoras (que no distingue el observador) se detiene para evaluar si resulta prudente volver a casa, o, quizás, para tener mejor vista de una dama que venía en dirección contraria. El punto es que tempranamente la economía comenzó a mirar el mundo en estos términos; por ejemplo, comprar un abrigo, por un lado, no comprarlo por el otro; invertir parte del ingreso en construir una casa o no hacerlo; por otra parte, enviar al hijo al colegio básico u optar por mantenerlo en casa, etc.

La disciplina también llegó a establecer que la negativa a innovar, esto es, seguir caminando por la calle, no comprar el abrigo, no enviar el niño a básica, puede apreciarse más que en términos de una negación, como una expresión a favor de algo más bien positivo: poder observar a la dama en el caso del caminante que se detiene, eventualmente comprar zapatos en vez del abrigo, poner a trabajar al niño en casa en vez de llevarlo al colegio. El enfoque económico, entonces, observa comportamientos para luego proponer que ellos responden a una elección, es decir, a una decisión.

Paralelamente comienza a tomar forma la idea de que tales decisiones podían ser conceptualizadas en términos de un proceso de búsqueda de algo que le interesa a todo el mundo, una ventaja personal: la del ente que decide. Entonces, y considerando que más es preferible a menos, podrá haber surgido la noción de maximizar dicha ventaja, o sea, y siguiendo con los ejemplos, el caminante se detuvo para observar a la dama por cuanto esto le genera más beneficio que, digamos, llegar a tiempo a su trabajo (no detenerse). Después de todo, un nuevo par de zapatos, podrá pensar el agente, me reporta más que el abrigo, o tener al niño en casa significaría más beneficio que teniéndolo en el colegio. En esta última circunstancia nótese que el mayor beneficio puede ser tanto el trabajo que el niño realizará en casa, por ejemplo, cuidando ovejas, las que el padre después venderá para gastarse el producto en la taberna, como también aquel en que los padres optan por no enviarlo al colegio para así educarlo en casa “como es debido”, incluso incurriendo en un sacrificio, por ejemplo reduciendo su propia jornada de trabajo, digamos en una empresa, y por ende su ingreso comercial. En este último caso, los padres valoran, o sea, derivan un beneficio personal de la educación del hijo, el que para ellos es suficientemente grande como para compensar la parte de ingreso comercial a la cual se ven obligados a renunciar por no contar con la capacidad de estar simultáneamente en casa dedicados a la educación y en la empresa dedicados a resolver temas propios de esta (ingreso comercial).

Para incorporar al escenario el ingrediente siguiente se supone que la disciplina comienza a tomar forma solo en los últimos siglos, una ficción, por cuanto todo lo humano tiene raíces en situaciones previas. Pero el truco es útil para transmitir la idea central, esto es, que en la selección entre explicaciones competitivas para los comportamientos observados, la economía tuvo una ventaja importante, esto respecto del observador del caminante de la caricatura inicial. La sabiduría acumulada por milenios indicaba que variaciones de precio podían ser entendidas como señales de un eventual cambio de comportamiento y que tal vez una mala cosecha –caída en el ingreso– podría hacer otro tanto. Suerte, dirán algunos; ingenio para aprovechar el conocimiento acumulado, argumentarán otros, pero la cuestión es que la economía, al poder reducir el espectro de explicaciones, pudo efectivamente desarrollar teorías que “funcionaron” tempranamente, es decir, permitieron argumentar a favor de explicaciones que daban lugar a pronósticos que no resultaba demasiado difícil confirmar con nueva evidencia, una ventaja que otras ciencias sociales no tuvieron en su fase más temprana.

El término moderno que la disciplina emplea para referirse a esta herramienta de análisis es “decisión racional”, donde el comportamiento es entendido en términos de procesos de decisión, balanceando pros y contras, esto es, costos y beneficios, haciendo esto teniendo en mente maximizar la ventaja personal, o sea, la utilidad del individuo que decide, donde esta utilidad considera el valor hedónico asociado a la decisión. En ocasiones, este instrumento analítico se conoce también como maximización de utilidad sujeto a restricciones. La manera específica de plantear el asunto dependerá del tema, del tipo de situaciones, donde comportamientos de consumo, de inversión, de producción, empleo, etc., se podrán traducir en hipótesis específicas distintas, aunque todas en su base más profunda construyen sobre la noción de decisión racional.