Antequera, 1808-1812. De la crisis del Antiguo Régimen a la Ocupación Napoleónica

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La Iglesia local

A la vista de los numerosos establecimientos religiosos existentes en Antequera, no puede negarse su significación en el mundo de la Iglesia andaluza y aun española. La ciudad antequerana es, en el orden eclesiástico, el segundo enclave más notable de la diócesis de Málaga –tras la sede episcopal– porque en sus calles y plazas se asientan las pruebas de una nutrida representación del clero secular y regular. Jalona el casco urbano un conjunto patrimonial sacro que asciende a una iglesia colegial, cuatro iglesias parroquiales, dos ayudas de parroquias, doce conventos de frailes y ocho de monjas, además de varias ermitas y capillas.

El vértice de la Iglesia antequerana corresponde a la Real Colegiata, una institución erigida en virtud de Bula Pontificia de 8 de febrero de 1503 y Real Provisión de 17 de septiembre de 1504[30] , que fue trasladada desde las alturas de Santa María –su primitiva sede– a la parroquia de San Sebastián el 5 de junio de 1692[31] . Rige la institución colegial un cabildo, órgano pluripersonal compuesto por una dignidad con el título de prepósito, doce canónigos, ocho racioneros y siete medio racioneros[32] , todos prebendados con las rentas de la iglesia.

Los miembros del estado eclesiástico residentes en la Antequera de principios del siglo XIX se cuentan por cientos, pero las figuras más sobresalientes del clero local –así por talla intelectual como por rango– son quienes ocupan los cuatro destinos más cimeros del cabildo colegial de San Sebastián: Gaspar Carrasco y Alcoba, dignidad de prepósito y presidente del cabildo, un anciano casi octogenario y achacoso –había nacido el 21 de octubre de 1729 en Antequera–, doctor en Teología y Cánones por la Universidad de Osuna[33] , que llevaba más de veinte años en el cargo[34] y que había renunciado al obispado de Popayán[35] , diócesis de Colombia, acaso por su falta de ambición personal; Gabriel de Medina y Acedo, canónigo lectoral, un personaje natural de Jimena de la Frontera –había nacido el 1 de julio de 1759– que es doctor en Teología por la Universidad de Granada[36] y está en posesión de la canonjía antequerana desde el 11 de enero de 1793[37] ; Pedro Muñoz Arroyo, canónigo magistral, un hombre muy interesante por su pensamiento, como luego se verá, que había nacido el 7 de enero de 1775 en Benamocarra y es titular de la plaza por oposición desde el 7 de agosto de 1807[38] ; y Francisco de Paula Díaz y Rodríguez, canónigo doctoral por nombramiento del 24 de diciembre de 1805[39] , que había nacido en la localidad granadina de Gabia Grande el 18 de enero de 1769[40] y fue hasta entonces catedrático de Historia del Derecho de la Universidad de Granada[41] .

Otra personalidad importante de la iglesia local es Matías José Pérez de Hita, un presbítero de cerca de cincuenta años, antiguo alumno del Colegio de San Bartolomé y Santiago de Granada y canónigo de la colegiata antequerana desde el 18 de agosto de 1807[42] , que ejercía la dignidad de vicario eclesiástico.

El clero secular incluye a un buen número de presbíteros y entre ellos destacan los titulares o curas propios de las cuatro parroquias antequeranas: Miguel Jiménez, de Santa María; Francisco Galán, de San Sebastián; Pedro Ponce, de San Juan; y Francisco Martín, de San Pedro. Súmense también los correspondientes de las dos ayudas de parroquias: Juan Muñoz Pescador, de San Miguel; y Fernando Domínguez, de Santiago.

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El clero regular es, con diferencia, la entidad eclesiástica más presente en Antequera porque la mayoría de las órdenes religiosas tradicionales –tanto masculinas como femeninas– tienen casa en la ciudad. Franciscanos en sus profesiones observantes, terceros, capuchinos y alcantarinos; dominicos; mínimos; carmelitas en sus versiones calzados y descalzos; agustinos; y hospitalarios; tienen allí establecimientos por fundaciones pretéritas. De todos los inmuebles religiosos existentes en Antequera, hay algunos con un destacado protagonismo en la historia que se cuenta en las páginas siguientes, como es el caso del convento franciscano de San Zoilo, el hospital de San Juan de Dios y el monasterio de agustinas recoletas bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto.

Justicia y delincuencia

La visión de la Antequera de principios del ochocientos quedaría incompleta sin atenderse a otro de los pilares fundamentales de la realidad local: la Justicia. Su administración corresponde en primera instancia al corregidor como justicia mayor de la

jurisdicción[43] , siempre con el asesoramiento del alcalde mayor y el concurso de una serie de instrumentos de carácter indagatorio y coercitivo. Las competencias del corregimiento llevan aparejadas la administración de justicia, que se extiende a toda la secuencia procesal desde la instrucción de la causa hasta la emisión de la sentencia, aunque con la obligatoriedad de ser elevada luego a la instancia superior –en este caso a la Real Chancillería de Granada– para la ratificación o no de la pena.

La actividad judicial en el juzgado antequerano es muy intensa durante aquellos primeros años del siglo porque se cuentan por decenas las causas incoadas, que están en curso de solución o pendientes de sustanciarse. Muchas de las sentencias del corregidor son confirmadas posteriormente por la Sala del Crimen de la Chancillería granadina, cuyos tribunales autorizan las ejecuciones de las condenas en la misma ciudad antequerana. Allí se consuman, al menos, dos penas de muerte durante esos años: Joaquín González, apodado el Tuerto y vecino de Antequera, ejecutado en garrote por muertes y robos conforme a sentencia definitiva del 21 de octubre de 1802; y Cristóbal de Montes, convicto de asesinato, ajusticiado en la horca por resolución firme del 9 de noviembre de 1803[44] .

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Es innegable el alto grado de delincuencia en las tierras antequeranas y a tenor de la cantidad de requisitorios –notificaciones circuladas por las autoridades judiciales de otras localidades– acumulados en aquel juzgado, bien puede hablarse de un auténtico universo criminal en la comarca. No cabe decir otra cosa cuando se comprueba que entre 1806 y 1809 pasan por el juzgado de Antequera las demandas de detención de ciento sesenta delincuentes en busca y captura, actuantes en solitarios o en cuadrillas y convictos o sospechosos del más completo repertorio de delitos: asesinatos, heridas, fugas, deserciones, asaltos, latrocinios, etc.[45] .

Gentes de mal vivir colman de peligro e inseguridad aquellos campos y entre los muchos malhechores que por allí andan deben incluirse a los cuatro sujetos, asociados en cuadrilla, que en abril de 1806 son reclamados por salteadores de camino[46] ; los dos facinerosos, llamados Antonio López y Andrés Escalera, requeridos en septiembre del mismo año por la justicia de Estepa como autores del robo y asesinato de un hortelano[47] ; y los siete delincuentes capitaneados por un tal Juan Pérez, alias Malos pelos, que habían perpetrado en abril de 1809 un sonado robo cerca de Archidona a viajeros tan insignes como el general Valentín Belvís de Moncada Pizarro, conde de Villariezo y capitán general del Reino de Granada, el brigadier Fernando Gómez de Butrón y el magistrado Vicente Cano Manuel[48] .

Cabe decir, por último, que la inseguridad que secularmente padecen las tierras de Antequera se agrava en 1808 con la ruptura definitiva del Antiguo Régimen y la Justicia, embotada por la crisis, no alcanza a controlar la delincuencia –lacra potenciada por la quiebra económica y social– pese al rigor de las sentencias.

[1]«... describir este país tan poco conocido entonces y tan interesante bajo muchos puntos de vista». Arnault, Antoine Vincent, Jay, Antoine, Jouy, Étienne de, et Norvins, Jacques. Biographie nouvelle des contemporains, ou Dictionnaire historique et raisonné de tous les hommes qui, depuis la Révolution française, ont acquis de la célébrité par leurs actions, leurs écrits, leurs erreurs ou leurs crimes, soit en France, soit dans les pays étrangers. Paris: Librairie Historique et des Arts et Métiers d´Émile Babeuf, 1820-1825. Tomo X. Pág. 206.

[2] «Esta ciudad está situada parte sobre una colina, parte en un llano, lo que la divide en ciudad alta y baja. Algunos han creído que fue edificada por los moros sobre las ruinas de la antigua Singilis, que no estaba lejana, aunque la mayoría de la gente la considera, con alguna probabilidad, como la Anticaria de los romanos. La ciudad se compone de cuestas y de bajadas; en la cima hay un castillo construido por los moros y que contiene el ayuntamiento y dos iglesias parroquiales, una de las cuales fue la sede de un cabildo colegial que ha sido trasladado a la ciudad baja. Ésta es llana, sin subidas ni bajadas, tiene un cabildo, dos iglesias parroquiales y varios conventos, aunque la ciudad alta está mejor habitada: la nobleza y la alta burguesía tiene allí su residencia. La ciudad baja está ocupada principalmente por labradores y artesanos. Antequera es la cabeza de un corregimiento: tiene un corregidor de capa y espada, un alcalde mayor y una población de alrededor de 14000 personas». Laborde, Alexandre de. Itinéraire descriptif de l´Espagne, et tableau élémentaire des différentes branches de l´administration et de l´industrie de ce Royaume. Paris: Nicolle, 1808. Tomo II. Pág. 96.

[3] Estrada, Juan Antonio de. Población general de España, sus reynos y provincias, ciudades, villas y pueblos, islas adjacentes, y presidios de África. Madrid: Imprenta de Andrés Ramírez, 1768. Tomo II. Págs. 21 y ss.

 

[4] Ponz, Antonio. Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella. Madrid: Imprenta de la viuda de Joaquín Ibarra, 1772-1794. Tomo XVIII. Págs. 147 y ss.

[5] Archivo Histórico Nacional. Estado. Legajo 62, G. «Contrata a favor de Guillermo Jacob para la importación de fusiles y municiones de guerra desde Inglaterra».

[6] «Sin embargo, la ciudad es muy grande y como parece ser de fundación antigua, abundan los edificios romanos y musulmanes, lo que le da una apariencia de gran esplendor. La fecha de su fundación es desconocida, pero se le menciona en los Itinerarios de Antoninus, [...]. El castillo [...] se encuentra en mejor estado de conservación que cualquier fortaleza musulmana de las que hemos visto hasta ahora y la entrada, llamada Arco de los Gigantes, es el modelo más hermoso que he visto de su arquitectura. [...]. Hay pocos lugares de Europa en los que los anticuarios, los botánicos y los geólogos encontrarían tantas cosas valiosas como en Antequera y sus alrededores». Jacob, William. Travels in the south of Spain, in letters written a. d. 1809 and 1810. London: Printed for J. Johnson and Co. St. Paul´s Church-Yard, and W. Miller, 1811. Págs. 311 y ss.

[7] Archives Départementales de la Sarthe. Conflans-sur-Anille. Cote 1 MI 1063 R3. Fol. 21 vto. Registres paroissiaux. Baptêmes, mariages et sépultures, 1781-1792. Acte 30 décembre 1784.

[8] Service Historique de la Défense. GR 2Yb-744. Fol. 76. «Cavalerie. 5e Régiment de dragons». 4e volume. An X-1814.

[9] «... llegamos a Antequera, ciudad grande, bien edificada y muy poblada, [...]. La ciudad, construida sobre la pendiente de una colina, me pareció extraordinaria por la conducción de las aguas, traídas desde lejos, de numerosos manantiales. Allí se desarrolla el sistema de acueductos subterráneos; lo he seguido a grandes distancias de Antequera, sin poder subir hasta las tomas de agua». Vanssay, Auguste Alexandre de. Fragments de mémoires inédits écrits en 1817 sous le titre de Souvenirs militaires d´un officier de dragons pendant les campagnes de la Grande Armée des années 1804 à 1811. Armée d´Espagne, 4e Corps. Mortagne: Typographie Daupeley frères, 1864. Pág. 46.

[10] Gallois, Léonard. Dictionnaire historique de tous les ministres, depuis la Révolution jusqu´à 1827. Paris: Béchet et Dupont, 1828. Págs. 330 y ss.

[11] Archives Départementales des Yvelines. Versailles. Cote 1112624. Fol. 10 vto. Paroisse de Saint-Louis. Baptêmes, 1762. Acte 9 février 1762.

[12] «Antequera, situada a la entrada de una llanura que se abre al norte, es una ciudad de mediano tamaño, agradablemente edificada. Se le calcula cerca de 5.000 vecinos o cabezas de familia que, multiplicados por 4, número que se le supone a la familia de la que el vecino es cabeza, dan alrededor de 20.000 habitantes. [...]. El castillo, al sur de la ciudad, es originariamente una obra de moros, aunque quedan pocos vestigios de su construcción. La mezquita ha sido convertida en iglesia con el título de San Salvador, [...]. La puerta del castillo es de fina arquitectura moderna e incluso se observa a la derecha de esta puerta un pedazo de obra al gusto italiano rematado por una hermosa logia, todo de muy buen estilo. [...]. Además de estos restos antiguos, se ve en las afueras de la ciudad, a la izquierda del camino que va a Granada, una gruta conocida con el nombre de Cueva de Menga. Se remonta la existencia de esta cueva a los tiempos más remotos». Miot, André François. Mémoires du comte Miot de Melito, ancien ministre, ambassadeur, conseiller d´État et membre de l´Institut. Paris: Michel Lévy, 1858. Tomo III. Págs. 120 y 121.

[13] Parejo Barranco, Antonio. Historia de Antequera. Antequera: Publicaciones de la Biblioteca Antequerana de la Caja de Ahorros, 1987. Pág. 71.

[14] Archivo General de Simancas. Catastro de Ensenada. Respuestas generales. Libro Nº 560. Fol. 202. «Ciudad de Antequera. Copia en extracto de sus respuestas generales».

[15] Había visto la luz en París el 9 de agosto de 1769. Archives Nationales de France. Légion d´Honneur. Dossier 553/55.

[16] «La vega de Antequera, o la planicie que forma su territorio, es sumamente rica y del aspecto más agradable. Está atravesada por el Guadalhorce o el río del pan, que se abre paso en las rocas a través de la Sierra de Abdalajís para llevar el tributo de sus aguas al océano». Clermont-Tonnerre, Gaspard de. L´expédition d´Espagne, 1808-1810. Paris: Librairie Académique Perrin, 1983. Pág. 361.

[17] Álvarez de Linera Benito, Antonio. «Reseña geognóstica y minera de la provincia de Málaga». Revista minera, periódico científico e industrial, redactado por una sociedad de ingenieros. Madrid: Imprenta de la viuda de Antonio Yenes, 1851. Tomo II. Pág. 206.

[18] García de Yegros, Alonso. Historia de la antigüedad y nobleza de la ciudad de Antequera, en la provincia de Andalucía. Antequera: Tipografía «El siglo XX», 1915. Pág. 11.

[19] Albi, Fernando. El corregidor en el municipio español bajo la monarquía absoluta. Madrid: Publicaciones del Instituto de estudios de la Administración Local, 1943. Págs. 231 y ss.

[20] Archivo Histórico Nacional. Órdenes Militares. Caballeros de Santiago. Expediente 1033. Fe de bautismo.

[21] Álvarez y Cañas, María Luisa. Corregidores y alcaldes mayores. La administración territorial andaluza en el siglo XVIII. Alicante: Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2012. Págs. 183 y 184.

[22] Archivo Municipal de Antequera. Fondo Municipal. Gobierno. Ayuntamiento pleno. Actas capitulares. Libro Nº 1796. Cabildo 17 diciembre 1805.

[23] Archivo Histórico Nacional. Universidades. Legajo Nº 507. Expediente 62. «Certificación de estudios en la Universidad de Alcalá de Salvador Vidal». Año 1793.

[24] Vilar y Pascual, Luis. Diccionario histórico, genealógico y heráldico de las familias ilustres de la monarquía española. Madrid: Imprenta de F. Sánchez, 1859-1866. Tomo IV. Págs. 229 y 242.

[25] Archivo Municipal de Antequera. Fondo Municipal. Gobierno. Ayuntamiento pleno. Actas capitulares. Libro Nº 1798. Cabildo 11 julio 1807.

[26] Archivo de la Real Chancillería de Granada. Caja 10906. Pieza Nº 13. «Antequera año de 1800. El Cavro Pror. Gral. de esta M. N. ciudd intento sobre que se doble la campana del Relox a la muerte de los cavros capitulares, según lo acordado». Instancia sin fecha.

[27] Archivo de la Real Chancillería de Granada. Caja 5171. Pieza Nº 41. Informe 22 mayo 1805.

[28] Archivo de la Real Chancillería de Granada. Caja 5171. Pieza Nº 41. Oficio 13 julio 1805.

[29] Archivo de la Real Chancillería de Granada. Caja 4327. Pieza Nº 33. Instancia 13 marzo 1808.

[30] Escalante Jiménez, José. Miscelánea Histórica de Antequera. Antequera: Excmo. Ayuntamiento de Antequera, 2004. Pág. 150.

[31] García de Yegros, A. Op. cit. Pág. 378.

[32] Guía del estado eclesiástico seglar y regular, de España en particular, y de toda la Iglesia Católica en general, para el año de 1804. Madrid: Imprenta Real, 1804. Pág. 108.

[33] Rubio, María Soledad. El Colegio-Universidad de Osuna (1548-1824). Sevilla: Caja de San Fernando, 1976. Pág. 294.

[34] Había sido nombrado prepósito de la Colegiata de Antequera en octubre de 1787. Mercurio de España. Madrid: Imprenta Real, 1787. Pág. 138.

[35] Gómez Marín, Rafael. Geografía de la Iglesia de Málaga. Málaga: Ayuntamiento de Málaga y Confederación de Empresarios de Málaga, 2010. Tomo II. Pág. 125.

[36] Archivo de la Universidad de Granada. Legajo Nº 1460. «Relación de los méritos, grados, y exercicios literarios del doctor Don Gabriel de Medina y Azedo». Granada 15 abril 1789.

[37] Gazeta de Madrid. Viernes 11 enero 1793. Nº 4. Pág. 30.

[38] Moreno y Rodríguez, Agustín. Reseña histórico-geográfica de Vélez-Málaga y su partido. Málaga: Imprenta de M. Martínez Vieto, 1865. Págs. 168 y ss.

[39] Gazeta de Madrid. Martes 24 diciembre 1805. Nº 103. Pág. 1113.

[40] Archivo de la Universidad de Granada. Colegio de Santa Cruz. Libro Nº 22. Expediente 10. Fol. 318. «Informaciones hechas al Dr Dn Franco Díaz y Rodríguez de comisión de este Mr y Rl Colegio de Sta Cruz de la Feé y Sta Catalina mártyr de Granda. Año de 1805». Partida de bautismo 19 enero 1769.

[41] Archivo de la Universidad de Granada. Legajo Nº 1445. Pieza 183. Orden 3 septiembre 1799.

[42] Gazeta de Madrid. Martes 18 agosto 1807. Nº 74. Pág. 856

[43] Albi, F. Op. cit. Pág. 208.

[44] Archivo de la Real Chancillería de Granada. Libro Nº 324. «Libro de providencias definitivas en causas criminales, 1799-1815».

[45] Archivo Municipal de Antequera. Fondo Municipal. Servicios. Justicia. Pleitos y querellas. Legajos Nos 354 y 355.

[46] Archivo Municipal de Antequera. Fondo Municipal. Servicios. Justicia. Pleitos y querellas. Legajo Nº 355. Requisitorio 23 abril 1806.

[47] Archivo Municipal de Antequera. Fondo Municipal. Servicios. Justicia. Pleitos y querellas. Legajo Nº 355. Requisitorio 13 septiembre 1806.

[48] Archivo Municipal de Antequera. Fondo Municipal. Servicios. Justicia. Pleitos y querellas. Legajo Nº 354. Requisitorio 17 agosto 1809.

CAPÍTULO II
El año clave: 1808
Cuando todo comienza: proclamación de Fernando VII

La secuencia de acontecimientos nacionales, precipitada imparablemente durante la primavera de 1808, llega a Antequera como la onda expansiva de una explosión anunciada durante mucho tiempo y sus efectos van a conmocionar la vida local de una manera inimaginable. Todo comienza la mañana del sábado 26 de marzo de 1808, cuando el corregidor Joaquín Bernad y Vargas convoca al cabildo municipal en las casas capitulares del Coso de San Francisco para dar cuenta de una provisión del Consejo de Castilla, despachada en Madrid una semana antes, con un Real Decreto de Carlos IV que incluye una trascendental novedad en la monarquía borbónica:

 

«Como los achaques de que adolezco no me permiten soportar por más tiempo el grave peso del gobierno de mis Reynos, y me sea preciso para reparar mi salud gozar en clima más templado de la tranquilidad de la vida privada, he determinado, después de la más seria deliberación, abdicar mi corona en mi heredero y mi muy caro hijo el príncipe de Asturias. Por tanto es mi Real voluntad que sea reconocido y obedecido como Rey y Señor natural de todos mis Reynos y Dominios»[1] .

Este Real Decreto que oficializa el advenimiento de Fernando VII al trono de España, decreto tan políticamente correcto en las formas, está colmado de mentiras porque el proceso abdicatorio no había sido tan deliberado como dice su letra, sino que fue forzado por las intrigantes disputas cortesanas declaradas en el Motín de Aranjuez.

La municipalidad antequerana recibe la noticia con cierta sorpresa, pese a no desconocer los problemas crónicos de la corte, y los capitulares asistentes al cabildo, más numerosos que de costumbre, no parece que muestren un especial júbilo por la coronación de Fernando VII, según se colige del laconismo con el que se despacha el asunto en el acta correspondiente: «La Ciudad queda entendida y acuerda que por su parte se cumpla y execute en los términos que se manda»[2] .

¿Acaso el ayuntamiento antequerano es de inclinación godoísta y no celebra, con la alegría que pudiera esperarse, el ascenso del nuevo monarca porque ello ha supuesto la caída del valido Godoy?

*****

El advenimiento real exige el formulismo inmutable del Antiguo Régimen en cuanto a las solemnidades como gestos de vasallaje y bienvenida, y el cabildo municipal acuerda en la sesión del 12 de abril de 1808 agilizar los preparativos para la ceremonia de proclamación que se impone desde Madrid[3] . De inmediato se activa el protocolo históricamente dispuesto para tales casos:

«... respecto a que el señor marqués de la Vega de Armijo, conde de Bobadilla, como alférez mayor de este Ayuntamiento toca y corresponde el ceremonial de la próxima proclama, llevar y enarbolar el pendón en ella, se le pase el aviso consiguiente por medio de carta misiva certificada que se le dirija a la ciudad de Málaga, donde tiene fija residencia por ahora»[4] .

Sin embargo, la noticia no entusiasma a José de Aguilar y Narváez, marqués de la Vega de Armijo y conde de Bobadilla, heredero del privilegio histórico de tremolar el pendón durante los actos de proclamación regia en Antequera. ¿Por qué será? Se ignoran los motivos, aunque parece que en su decisión de excusarse de la ceremonia subyace algo más que el pretexto de la enfermedad, como arguye. Delega de una forma tan ligera el alto compromiso en «la persona que quiera prestarse a dicha solemnidad»[5] , que su negativa sospechosamente parece rechazo a cualquier protagonismo en los actos.

La celebración de advenimiento real en Antequera se demora hasta el 1 de junio de 1808[6] , pero entonces se hace por todo lo alto porque las presuntas devociones godoístas de la municipalidad se habían esfumado como por arte de magia. Godoy nada pinta ya en el panorama político nacional y tras su traumática caída hay que aparentar, por una mera cuestión de supervivencia, la mayor adhesión al poder absoluto de Fernando VII.

La proclamación regia se reviste de toda solemnidad y los actos comienzan con una marcha procesional de las autoridades y la nobleza, bajo la escolta de tropas, hacia el Convento de los Remedios para recoger dos banderas del Regimiento Provincial, depositadas en su capilla mayor, que van a pasearse en manos del regidor decano José María Peñuela y del conde de la Camorra.

Posteriormente, la comitiva se encamina hacia la casa del regidor Diego Vicente Casasola, situada en lo alto de la calle San Agustín, para tomar un retrato de Fernando VII e incorporarlo a la procesión, flanqueado por las dos principales figuras de la municipalidad: el corregidor Bernad y el alcalde mayor Vidal. El cortejo, que sigue el recorrido urbano entre un numeroso gentío y los sones de una banda de música, gana en religiosidad a su paso por la calle Estepa con la imagen de la Virgen del Rosario en unas andas portadas a hombro. El desfile continúa por las calles antequeranas hasta las casas capitulares del Coso de San Francisco, en cuyo balcón central queda expuesto el retrato del monarca entre las dos banderas[7] .

La ceremonia de proclamación alcanza todo su carácter cuando el regidor decano José María Peñuela, que sustituye al marqués de la Vega de Armijo en las funciones de alférez mayor, tremola el pendón real en las alturas de la «Torre del Reloj» y en el balcón del ayuntamiento al grito de: «Antequera, Antequera, Antequera, por el Rey Nuestro Señor Dn Fernando VII, que Dios guarde»[8] .

Tres noches de luminarias en los principales edificios públicos de la ciudad completan las celebraciones por el advenimiento regio. Antequera luce como la población más fernandina de España.