Entre arquitectos

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El arquitecto Bentín encuentra en la arquitectura de Enrique Seoane una búsqueda de valores regionales, presentes en diversas variables del objeto edificado:

Por valores regionales me refiero al uso de elementos recurrentes, no necesariamente decorativos, en la historia de la arquitectura peruana —desde las edificaciones preincaicas hasta las actuales— pasando por las incas, coloniales y republicanas del siglo xix. Estos motivos recurrentes pueden constituir elementos formales, como podrían ser las proporciones de altura, ancho y largo de los vanos; el ritmo con que estos se repiten alternándose con los espacios llenos; las proporciones de alturas entre los diferentes volúmenes de la edificación; el tratamiento de la puerta de ingreso; las plataformas aterrazándose [sic] como andenes en forma piramidal; la utilización de balcones de madera alternados o corridos, la pesadez descansada de las masas o de ciertos paramentos inclinados; y así sucesivamente. Otros elementos que aparecen repetitivamente podrían ser la forma de organizar los espacios conceptualmente y la repetición de sus proporciones, que concretamente se dan en el zaguán de ingreso, los patios con sus pórticos o arquerías, el salón principal, los corredores aporticados y la sucesión de espacios tanto abiertos como cerrados, entre otros (Bentín, 1989, p. 357).

El arquitecto Ledgard visualiza la convivencia de lo estereotómico y lo tectónico, describiendo volumen, espacio y material:

La utilización de materiales más ligeros como la madera, la estructura metálica y el vidrio generan variación y contraste con el peso del muro […] Creo que aquí hay una voluntad de entroncar con la tradición constructiva local (al menos la limeña). Lo importante es que no se trata de una simple retórica, sino de la propuesta de una concepción del espacio al mismo tiempo nueva y tradicional: la diferenciación entre ambientes principales claramente definidos y zonas de circulación se corresponde con diferencias en los materiales y en el sistema constructivo. Un ejemplo recurrente, por ejemplo, es un espacio de transición entre el interior y el exterior, espacio en el que el uso de materiales ligeros contrasta con el peso de los muros que delimitan el interior. Esta tensión entre estructuras lineales (madera) y estructuras portantes (muros) está muy arraigada en nuestro particular localismo; tiene antecedentes evidentes en toda la historia de la arquitectura peruana (Ledgard, 1994, p. 5).

El arquitecto Baracco, entrevistado por Pedro Belaunde, se expresa así respecto del espacio en la arquitectura local:

Los espacios que provienen de la tradición hispano-mozárabe heredada por la arquitectura colonial peruana […] es a partir de la imposibilidad estructural de resolver grandes luces con la albañilería que la tradición árabe desarrolló un modo de componer el espacio a base de sucesivos fragmentos, que son organizados por recorridos […] En esta estructura espacial el tema fundamental es el manejo de las transiciones y los ritmos espaciales que provocan los recorridos, donde el espectador tiene la sensación de penetración en lo sólido para descubrir qué es vacío […] hay un sentido ambivalente de estar dentro y afuera sucesivamente (Belaunde, 1988, pp. 111-112).

Finalmente, el arquitecto Burga, no a través de la palabra escrita, sino mediante sus dibujos, clasifica diversos elementos arquitectónicos con sus propias particularidades regionales. En la variable tipo están la cancha (inca) y el patio (colonial y republicano); en la variable espacial enumera zaguán, galería, alar y balcón; en la variable iluminación (cenital) menciona la farola y la teatina; y en la variable materialidad, adobe, piedra, madera y quincha (Burga, 2010).

Hablan los entrevistados

La mayoría de los entrevistados evita una respuesta directa respecto de la misma pregunta realizada a todos ellos: “¿Usted cree que la identidad en la arquitectura es una cuestión pertinente en la actualidad?”. Aquellos de filiación moderna (los arquitectos Ciriani, Cruchaga, Cooper) visualizan una identidad que podríamos definir como “abstracta”, y que puede interpretarse como alineada con esa dimensión, presente en los orígenes del movimiento moderno. El arquitecto Ciriani lo trata como algo “regional”, más que local, es decir, menos definido, y se identifica más con el mundo costeño (Chan Chan) que con el andino (Machu Picchu). El arquitecto Cruchaga prefiere evocar al primer premio Pritzker latinoamericano (Luis Barragán) como referente —nuevamente— regional, y a Teodoro Cron como referente local; expresándose más acerca de la personalidad de esos autores que de su arquitectura. El arquitecto Cooper denuncia una ausencia de identidad urbana, y señala, al igual que Cruchaga, a Teodoro Cron como autor de una arquitectura en que se fusionan pasado (tradición) y presente (modernidad) locales.

El cuarto arquitecto moderno, Córdova, es más preciso acerca de las descripciones arquitectónicas, al resaltar el uso del patio (componente espacial) y el de la piedra (componente material) como sendas manifestaciones pertinentes de identidad. Ambos elementos se encuentran presentes en sus propios diseños, en una intencionada búsqueda de expresar la identidad arquitectónica local. Finalmente, el quinto entrevistado, Baracco, como arquitecto representativo de la posmodernidad, se refiere concretamente a temas precisos como espacio, luz, materiales y colores locales, así como a su participación personal (como docente y como diseñador) en los procesos ideológicos de afirmación de una identidad latinoamericana en las últimas décadas del siglo xx, habiendo protagonizado los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana.

Conclusiones

En tiempos de globalización, resulta pertinente el reforzamiento de la identidad local en todas las manifestaciones de la cultura, extendiendo, por supuesto, esta condición a la arquitectura.

Sobre la base de las descripciones anteriores (“Rasgos de identidad en la arquitectura limeña”), se concluye que en una arquitectura limeña se reconocen como rasgos de identidad las siguientes características en su “forma material”:

 Tipo: abstracciones de la casa patio y el rancho

 Volumen: mixto, estereotómico y tectónico a la vez (en el sentido que le otorga Campo Baeza)

 Espacio: organización central (en el sentido que le otorga Ching)

 Envolvente: semipermeable y calada

 Escala: humana (por oposición a monumental)

 Iluminación: natural cenital (además de lateral)

 Materiales: adobe, piedra, madera y quincha (visualmente expresados)

 Colores: tradicionales de la región (según especificadores Perú a Color de Munive, y ProLima)

Referencias

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Bentín, J. (1989). Enrique Seoane Ros. Una búsqueda de raíces peruanas. Lima: Universidad Nacional de Ingeniería.

Bonilla, E. (noviembre, 2014). La crítica arquitectónica peruana en el último tercio del siglo xx. Anales del IAA, [S.l.], 42(1), 77-942014. ISSN 2362-2024. Recuperado de http://www.iaa.fadu.uba.ar/ojs/index.php/anales/article/view/73

Burga, J. (2010). Arquitectura vernácula peruana: un análisis tipológico. Lima: Colegio de Arquitectos del Perú.

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Ledgard, R. (1994). ¿Existe una arquitectura peruana contemporánea? Revista Diseño de Espacios, 1(2), 4-5. Lima: José Beingolea Editor.

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TEMA 3: TEORÍA E HISTORIA

 

Convergencia entre la teoría y la historia de la arquitectura. Vías actuales de establecimiento

Milagros Antezano

Introducción

La teoría y la historia de la arquitectura son campos de conocimiento y reflexión en el quehacer arquitectónico. Desde que el humano de la prehistoria se volvió sedentario hace 12 000 años, ha producido diversas soluciones arquitectónicas que asombran por su complejidad formal, espacial y constructiva. Estas soluciones le han permitido expresar sus creencias, certezas y aspiraciones sobre cómo deben ser las edificaciones. Acerca de esto se ha escrito gran variedad de tratados y postulados sobre lo que debe ser la arquitectura.

El tratado de arquitectura más antiguo que se conoce en el mundo occidental es De Architectura libri decem, escrito por el arquitecto e ingeniero militar Marco Vitruvio Polión (siglo i a. C.), el cual aborda de una manera práctica una serie de consideraciones técnicas, compositivas y estéticas que se deben tener en cuenta en el proceso de diseño y construcción de una edificación. El estudio y conocimiento de este tratado se hace importante en la Italia del siglo xv y será el referente principal para los tratados que se escribieron en el Renacimiento. El primero de estos fue De re Aedificatoria de Leon Battista Alberti, escrito en 1454 en Florencia.

La historia de la arquitectura explica el objeto arquitectónico en todos los aspectos que lo determinan: geográficos, políticos, sociales, religiosos, técnicos, etcétera. También sustenta la base teórica de su producción. La actividad de conocer, revisar, identificar y contrastar información pertinente sobre la historia de la arquitectura nos permite motivar las ideas y la reflexión, para establecer conceptos que sirvan de sustento a la obra proyectada y ejecutada. Hobsbawm (2016) señala: “El sentido del pasado como un continuo de experiencias de carácter colectivo sigue siendo asombrosamente importante, incluso para los más partidarios de la innovación y de la creencia de que novedad equivale a mejora” (p. 34).

En el siglo xx muchos especialistas escribieron sobre la teoría y la historia de la arquitectura, con diversos enfoques, promoviendo variadas posibilidades de enfrentar la actividad arquitectónica. Pero creando también un escenario de incertidumbre e incomodidad al impeler al arquitecto a optar por un enfoque. Enrico Tedeschi afirma:

Por esto, la idea de una teoría de la arquitectura fue el primer paso hacia una separación que quitó al arquitecto un poco del espíritu de libertad y autonomía propio del artista, pero en cambio le dio una nueva conciencia de su tarea y produjo un esfuerzo nuevo para el florecimiento de la arquitectura (Tedeschi, 1982, p. 15).

La teoría y la historia de la arquitectura presentan múltiples vías de aproximación e interpretación del objeto arquitectónico, algunas complementarias y otras aparentemente divergentes. Se hace necesario revisar los objetivos de estos estudios, confrontarlos y resaltar las certezas comprobadas.

Los inicios de la teoría y la historia de la arquitectura

Desde las primeras experiencias arquitectónicas, es la historia de la arquitectura la encargada de explicar como disciplina rigurosa todas las posibles interpretaciones del objeto arquitectónico. Son muchos los especialistas que, con disposición crítica, exigente y perseverante, han puesto su intelecto al servicio de la arquitectura, enunciando por escrito conceptos y apreciaciones de interpretación arquitectónica no como un fin, sino como medio de expresión del pensamiento de una época. Sobre el pasado, explica Hobsbawm:

Ser miembro de cualquier comunidad humana significa adoptar una posición respecto al propio [a su] pasado, aunque esta sea de rechazo. El pasado es, por tanto, una dimensión permanente de la conciencia humana, un componente obligado de las instituciones, valores y demás elementos constitutivos de la sociedad humana (2016, p. 23).

Los tratados de arquitectura posteriores a Vitruvio se comenzaron a escribir casi 1500 años después. El primero de esta etapa, como mencionamos, fue De re aedificatoria, de Leon Battista Alberti, escrito en 1485 en Florencia. Al igual que Vitruvio, Alberti establece tres cualidades que debe cumplir toda edificación: firmeza, comodidad y hermosura. Para Vitruvio son utilidad, firmeza y belleza.

En el Renacimiento, el artista toma gran notoriedad en la sociedad por la tarea asumida, el desarrollo de un enfoque y la representatividad que este implica en el sistema social, equivalente al de los grandes gobernantes del mundo antiguo. André Chastel explica:

El siglo xv es uno de los grandes siglos de la técnica; por técnica hay que entender el juego preciso de los instrumentos y su completa explotación tanto en el acondicionamiento del espacio como en el terreno de la representación (Chastel et al, 1990, p. 232).

La producción arquitectónica en el lapso entre Vitruvio y Alberti en Europa creó un amplio espectro de tipos arquitectónicos. El estudio de estos motivó cuestionamientos sobre cómo deben ser las edificaciones. Durante los siglos xv y xvi, se escribieron en Italia diversos tratados de arquitectura. Los más destacables son Tutte l’opere d’architettura et prospettiva de Sebastiano Serlio (1475-1554), que se convirtió en el primer manual que presenta no solo soluciones teóricas escritas, sino explicadas gráficamente. De manera similar, Jacopo Barozzi da Vignola (1507-1573), con Regola delli cinque ordini d’architettura, en cuyo prólogo se señala:

Habiendo practicado durante muchos años el arte de la arquitectura en diversos países, he tenido el gusto de ejercitarme en el uso de sus ornatos, y de comprender el pensamiento de los autores que han escrito sobre la materia, en cuanto me los he podido proporcionar. Hecha después una comparación entre ellos y los monumentos antiguos, tal como existen hasta el día, me he esforzado por encontrar una regla en la que me fuera posible fijarme, como lo haría toda persona que tenga un conocimiento discreto de la arquitectura (Delagardette, 1988, p. v).

Es importante resaltar la teoría como resultado de la investigación propia de los monumentos; es decir, la teoría se vincula directamente con la experiencia del conocimiento del edificio, dando como resultado un tratado. Vignola manifiesta en su obra la convergencia de diferentes ramas de estudio de un edificio para poder producir una teoría.

Los tratados del siglo xvi se diferencian en el enfoque y en la dirección. Así, tenemos I Quattro libri dell’architettura de Andrea Palladio, publicado en 1570 en Venecia. En este tratado, Palladio da una serie de recomendaciones sobre el diseño y la construcción, haciendo énfasis en la práctica y la tradición. En el proemio del primer libro indica:

Me ha parecido cosa digna de hombre (que no debe nacer para sí solo, sino también para utilidad de los otros hombres) dar a luz los diseños de dichos edificios, que con tanto tiempo y peligros míos recogí, y notar brevemente lo que en ellos tuve por más digno de consideración: y además de esto, las reglas que en el edificar tengo observadas y observo, para que los que leyeren estos mis libros puedan aprovecharse de lo bueno que contengan, y suplir aquellas cosas (que seguramente no faltaran) que yo no hubiese alcanzado (Palladio, 2003, p. 1).

Palladio muestra disposición a la crítica posterior a la publicación y deja abierta la posibilidad de retroalimentar sus postulados. Fueron los arquitectos del Renacimiento, a través de sus edificios y tratados, los que demostraron que es posible hacer teoría de la arquitectura. En los siguientes siglos los diferentes escritos teóricos abordan la arquitectura desde diferentes enfoques, alentando de esta manera también la crítica a los escritos y edificios precedentes.

En el siglo xviii, destaca en Francia la publicación del jesuita Marc-Antoine Laugier, quien escribió Essai sur l’architecture en pleno periodo de la Ilustración que se caracterizó por enfocarse en el fin práctico de todas las acciones políticas, sociales y económicas. Es en este contexto que el tratado de Laugier presenta una nueva manera de enfrentar la arquitectura. En el prefacio comenta:

Así evoluciona la naturaleza, siendo la imitación de su proceder lo que da origen al nacimiento del arte. La pequeña cabaña rústica que acabo de describir es el modelo a partir del cual se han imaginado todas las magnificencias de la arquitectura. Acercándonos, en la realización, a la simplicidad de este primer modelo, es como evitamos todos los defectos esenciales, como alcanzamos la verdadera perfección (Laugier, 1999, p. 10).

El planteamiento de Laugier de reducir la arquitectura a la esencia de “cabaña rústica” es una afirmación totalitaria que se basa en una manera de hacer arquitectura en la Europa mediterránea, pero que no es absoluta, como lo demuestran los restos de diferentes asentamientos del neolítico. Posterior a Laugier, aparecen otros enfoques que no necesariamente se oponen, sino que se complementan. En el siglo xix en Alemania surgen propuestas de análisis de la obra de arte basadas en el positivismo científico, destacando el arquitecto Gottfried Semper, que, en su obra construida y escrita, hace énfasis en la estrecha relación entre el material y la técnica constructiva que determinan “el estilo”.

Los siglos xix y xx presentan diversas propuestas de análisis teórico, gran parte de ellas concentradas en el estudio del arte. Estas van dan paso en la primera mitad del siglo xx a una arquitectura con una nueva expresión espacial y constructiva. Bruno Zevi (1959) señala que el surgimiento de esta arquitectura moderna se debe a cuatro tipos de justificaciones: la evolución natural del gusto, a causa del progreso técnico y científico de las construcciones, las nuevas teorías de visión estética “ismos” y el resultado de una radical transformación social.

Zevi pone en evidencia lo complejo que puede ser una explicación teórica de esta nueva forma de hacer arquitectura. Esta complejidad es producto de las relaciones de los sistemas sociales, culturales y técnicos que determinaron grandes cambios en la arquitectura del siglo pasado.


Hombre, pasado y futuro

Los contextos como determinantes de una teoría

Las motivaciones intelectuales, filosóficas y espirituales han permitido que un grupo humano utilice el arte para expresar sus aspiraciones como comunidad. Estas motivaciones son alimentadas por diferentes situaciones que se dan en un determinado tiempo y lugar.

Las situaciones no son estáticas, sino siempre variables: la organización política de la sociedad cambia, las coyunturas económicas oscilan y el clima casi nunca ofrece condiciones constantes. Estas fluctuaciones están sujetas a las predicciones y al control del hombre, y el arquitecto tiene que participar en un planeamiento que asegure estabilidad a través de los cambios (Norberg-Schulz, 1979, p. 15).

La arquitectura no es ajena a estas situaciones o contextos. Son estos los que determinan y encaminan la manera de hacer y condicionan la arquitectura. El desarrollo de los sistemas administrativos de la sociedad y el avance de la ciencia a lo largo del siglo xx han creado nuevas posibilidades de conocer y entender la arquitectura.

Las condiciones desde las que se puede abordar la arquitectura son complejas, tal vez más que en cualquier obra de arte. Hay por un lado condiciones físicas, impuestas por el mundo natural y su funcionamiento: espacio y materia, tiempo, gravedad, clima, luz…, así como condiciones políticas de carácter más voluble, que son resultado de las interacciones entre los seres humanos, individualmente y en sociedad (Unwin, 2003, p. 17).

El territorio ha sido siempre una condición importante. Tedeschi afirma: “El arquitecto no puede pensar en el edificio que proyecta sin vincularlo al terreno, sus formas y colores, a su constitución y resistencia” (Tedeschi, 1982, p. 27). Por otro lado, los contextos no siempre son inmediatos al hecho arquitectónico, como por ejemplo la biografía de los artistas y arquitectos. Giorgio Vasari, al inicio de Las vidas, dirige una carta a Cosme de Médicis explicando el fin de sus escritos:

(...) pienso, por tanto, que le será igualmente grato mi esfuerzo por escribir las vidas, las obras, los estilos y las condiciones de todos aquellos que, estando todas estas artes extintas, primero las resucitaron y poco a poco, aumentadas y adornadas con el paso del tiempo, alcanzaron por fin ese grado de belleza y de majestad que poseen en nuestros días (Vasari & Ávila, 2013, p. 15).

 

Con Vasari, el contexto de la producción artística y arquitectónica amplía sus variables, introduciendo la biografía del autor como condición importante. Este enfoque de Vasari, que más adelante va a pertenecer a la historiografía, se va a mantener vigente. Una publicación importante en la segunda mitad del siglo xx es Nacidos bajo el signo de Saturno de Rudolf y Margot Wittkower. Ellos con un enfoque psicoanalítico presentan el genio y temperamento de autores desde la Antigüedad hasta la Revolución francesa. Este enfoque alimenta la investigación de las obras artísticas y arquitectónicas, haciendo posible reforzar las teorías en las que se basan la interpretación, colaborando así a un mejor conocimiento.

La definición de contextos es una actividad permanente de la historia y la teoría de la arquitectura. En la actualidad las herramientas tecnológicas permiten conocer de manera precisa el comportamiento del medioambiente, el cual define una condición de la arquitectura que no solo se enfoca en el usuario, sino también en la repercusión de la arquitectura en el cuidado del ecosistema.

La historia y la teoría de la arquitectura en el Perú

La producción arquitectónica en el Perú tiene registros milenarios. El esfuerzo de los primeros pobladores por dominar el territorio les permitió desarrollar estrategias de control y conocimiento que se han puesto de manifiesto en obras de ingeniería y arquitectura de gran complejidad. Posteriormente, con la llegada de los españoles, el Perú prehispánico sufrió un difícil proceso de colonización que no solo tuvo consecuencias sociales y económicas, sino que también modificó la producción artística y arquitectónica prehispánica, la cual fue desestimada y alterada por los colonizadores. La colonia española determinó una arquitectura con fuerte influencia del renacimiento y barroco español. Luego, en la República, García Bryce explica:

La escisión entre la tradición arquitectónica propia viva todavía en la arquitectura vernácula, y la arquitectura señorial y oficial de la alta burguesía y de los edificios estatales o institucionales se acentuó a partir de esta época, en que aumentó la polaridad entre esta tradición y la influencia europea y, más tarde, la norteamericana (García Bryce, 1980, p. 118).

La segunda mitad del siglo xix es una época muy compleja para el Perú. En el prólogo de Lecciones de arquitectura (Elmore, 2014), Ludeña nos explica el panorama de la época:

El Perú de la bonanza guanera, el primer ciclo de expansión económica del periodo republicano, permitió que el Estado se planteara por primera vez —más allá de los resultados finales y la escandalosa corrupción que procreó como mal nacional— una especie de política de desarrollo basado en la noción de progreso material y modernización del aparato productivo (articulación ferroviaria, construcción de caminos, irrigaciones, explotación agrícola, minería, gestión racional del territorio, modernización de la infraestructura urbana) (p. xxii).

También en el Perú surgieron importantes teóricos. Destaca la obra anteriormente mencionada, Lecciones de Arquitectura de Teodoro Elmore, ingeniero formado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El tratado de Elmore se organiza en dos partes: en la primera se desarrolla una serie de criterios que se deben tener en cuenta en la composición arquitectónica y en la segunda parte se muestran los procesos constructivos y las propiedades de los materiales de construcción.

Por otro lado, fue importante la participación de un grupo de profesionales de élite formados en el extranjero que vinieron al Perú motivados por el movimiento económico que produjo la comercialización del guano. Esto permitió que se divulgaran nuevas formas de hacer arquitectura. García Bryce indica:

Los nuevos edificios y la transformación de la ciudad formaron parte del proceso de modernización del país que adquirió impulso después de las dos primeras décadas de vida nacional precaria y desordenada y se apoyó en los mayores ingresos que se derivaron de la explotación del guano y los nitratos (García Bryce, 1980, p. 102).

Las obras de esta etapa son influenciadas por la escuela de Beaux Arts. En el siglo xix y a principios del xx se adoptaron con frecuencia formas más grandilocuentes que las de la fase precedente (García Bryce, 1980, p. 121). En la primera mitad del siglo xx destaca el tratado de Héctor Velarde Nociones y elementos de arquitectura, publicado en 1933. En las notas del prólogo, Ludeña argumenta: “Durante la primera mitad del siglo xx, personalidades como Ricardo de Jaxa Malachowski y Paul Linder, arquitectos que emigraron al Perú en momentos diferentes, tuvieron una extraordinaria producción no solo teórica, sino también proyectual” (Velarde, 2014, p. xi).

La arquitectura de las primeras décadas del siglo xx se caracteriza también por la búsqueda de nuevas maneras de expresión formal, específicamente peruana, dando como resultados los estilos neocolonial, neoperuano y neoprehispánico, que García Bryce explica como “manifestaciones románticas tardías del interés por lo nacional, su pasado y sus expresiones de arte y cultura” (García Bryce, 1980, p. 144). Para el arquitecto Manuel Cuadra la arquitectura indigenista

se diferenció claramente de otras formas artísticas y culturales […] una tendencia que había ganado fuerza con la crisis profunda del país después de la guerra del salitre y que buscaba la renovación del país recordando la sociedad precolonial y su cultura. Para los intelectuales de la época, además, la identificación del indigenismo con un desarrollo socialista de la sociedad y del hispanismo con una posición conservadora era obvia (Cuadra, 2010, p. 68).

El arquitecto José Bentín Diez Canseco, en su libro sobre la obra de Enrique Seoane (1989), destaca que sus primeros trabajos se realizaron en pleno apogeo del estilo neocolonial. “Identificar las características resaltantes, por ejemplo: el neoperuano y el neocolonial no son excluyentes entre sí: será neocolonial si usa solo elementos de la época virreinal, y será neoperuano en la medida en que introduzca más elementos de la arquitectura inca y prehispánica” (Bentín Diez Canseco, 1989, p. 48).

Las diferentes circunstancias políticas y económicas de una república joven como el Perú, que en 1879 afrontó una guerra con penosas consecuencias, que se manifestaron en el avance lento hacia la modernidad, determinaron diferentes posibilidades de asumir retos arquitectónicos. La arquitectura de las primeras décadas del siglo xx también ha sido objeto de estudios. Algunos de estos se centran en la obra de arquitectos y otros en las tipologías arquitectónicas por regiones. Cabe mencionar que sobre la arquitectura prehispánica hay escasas publicaciones. Los descubrimientos arqueológicos en las últimas décadas del siglo xx y el uso de nuevas tecnologías en la investigación hicieron posible publicar importantes hallazgos.

La historia y la teoría de la arquitectura en el Perú ofrecen interesantes campos de estudio. El conocimiento histórico plantea nuevos paradigmas que buscan enfoques más próximos al objeto de estudio, como, por ejemplo, la microhistoria, el cuidado del medioambiente, las políticas de vivienda, el psicoanálisis, entre otros.

Sin embargo, no hay que olvidar que la historia nos permite entender cuál es la relación entre la arquitectura y su época. Ledgard (2015) explica: “Los valores culturales y las técnicas constructivas de cada periodo definen de manera determinante el hecho arquitectónico; entendemos así cuál es nuestra propia relación con la realidad en la que vivimos” (p. 217).

Los entrevistados: sobre la utilidad de la teoría y la historia de la arquitectura en el ejercicio profesional

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