Elementos para una (re)interpretación de las convenciones internacionales de drogas

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Maywood Chemical ha sido la única empresa autorizada por el gobierno estadounidense para importar coca utilizada en la producción de Coca-Cola. El gobierno se interesó por mantener un suministro barato, estable y seguro de hojas y trabajó con Maywood y los productores de su agente saporífero con tal fin:

[…] durante cuatro décadas desde 1920 hasta 1960, reinó un pacto político entre Coca-Cola y la FBN relacionado con la coca y la cocaína. Esta fue una relación ampliamente documentada en los archivos del FBN. En esta área, el personal y las prácticas de Maywood y Coca-Cola se volvieron indistinguibles. [...] Los funcionarios de Maywood frecuentemente espiaban e informaban sobre los vendedores y compradores descarriados de coca. Coca-Cola y Maywood aprovecharon sus clientes extranjeros para recopilar datos sobre cultivos de coca o cambios de política codiciados por Anslinger, quien se convirtió en un gran conocedor de la cocaína peruana. Maywood trabajó para persuadir al Estado peruano de la sabiduría de las políticas de drogas al estilo estadounidense; mientras que los abogados de Coca-Cola participaban en conferencias mundiales de drogas y misiones andinas, ofreciendo asesoría técnica e inteligencia política sobre la evolución de los temas de la coca. [...] A cambio, el FBN de la era Anslinger prestó atención constante a las necesidades de Coca-Cola en su país y en el extranjero. (Gootenberg, 2008, p. 202).

Fue así como, por ejemplo, el FBN se opuso a los intentos peruanos por establecer un monopolio estatal de la coca, y “facilitó un buen estatus estratégico para Maywood y le asignó parte de los escasos recursos de transporte marino durante la Segunda Guerra Mundial, una era dramática para la expansión global de Coca-Cola” (Ibídem, p. 204). El interés de Coca-Cola quedó garantizado por el artículo 27 párrafo 1 de la Convención Única de 1961:

Las Partes podrán permitir el uso de hojas de coca para la preparación de un agente saporífero que no contenga ningún alcaloide y, en la medida necesaria para tal uso, podrán permitir la producción, importación, exportación, comercio y posesión de dichas hojas. (UNODC, 2013, p. 30).

Mientras tanto, Bolivia siguió un camino diferente. No producía “cocaína cruda” y sus exportaciones de coca fueron principalmente hacia zonas fronterizas con Argentina y Chile, donde residían comunidades que mascaban coca (Gootenberg, 2008, p. 117). La falta de exportaciones significativas fuera de la región hizo que la masticación de coca en el país fuera menos controvertida internacionalmente que la de Perú. Los gobiernos bolivianos reconocieron que la masticación representaba una forma en la que la coca había sido “domesticada” dentro de las comunidades amerindias y abogaron por la tolerancia de sus usos culturales tradicionales.

La postura audaz, pero desconocida de Bolivia en pro de la coca durante los fugaces debates sobre materias primas de la Sociedad de Naciones a mediados de la década de 1920 surgió del cabildeo de su elitista asociación de productores de coca, la Sociedad de Propietarios de Yungas (SPY). (Ibídem, p. 214).

El Congreso boliviano ratificó la Convención Internacional del Opio de 1925 con reservas que rechazaron los límites a la producción de coca y al uso de la coca entre la población indígena24. El consumo humano de coca fue tan importante para las comunidades campesinas y mineras que, en 1940, se incluyó en la lista de productos básicos del gobierno disponibles en los almacenes de las minas y en las estaciones ferroviarias (Quiroga, 1990, p. 12). “El lugar social de la hoja de coca en la cultura boliviana, tanto entonces como ahora, desafió los silogismos del control de drogas” (Gootenberg, 2008, p. 216).

A finales de la década de 1930, los países esperaban una nueva guerra y aumentaron la demanda de cocaína, lo cual se materializó al empezar la Segunda Guerra Mundial. No obstante, el bombardeo japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 puso fin a cualquier posible exportación legal peruana de cocaína hacia Alemania y Japón. A pesar de ello, durante los años 40, Perú experimentó un resurgimiento de las exportaciones de cocaína que alcanzó los 3.000 kilos en 1943. Para asegurar el suministro de cocaína en caso de guerra, Anslinger también promovió proyectos piloto de Maywood en Puerto Rico y Hawái (Gootenberg, 1999, p. 64; McAllister, 2000, pp. 130-131) aunque nunca se materializaron25.

Los visitantes europeos a Perú, a finales del siglo XIX y principios del XX, tenían una opinión favorable sobre el hábito de masticar coca. Algunos lo consideraron “un estimulante indispensable para los indígenas de la sierra” (Gagliano, 1994, p. 117). Esta idea fue seguida por Carlos Monge, quien comenzó a estudiar la biología de zonas de gran altitud en la década de 1920 y “ganó reputación internacional por su teoría de que los habitantes de los Altos Andes representaban un nuevo tipo biológico” (Ibídem, p. 136). Monge identificó el síndrome clínico de enfermedad crónica de montaña o mal de altura, también conocido como enfermedad de Monge26. Además, “aunque dudaba que el uso de coca produjera una forma de adicción para la mayoría de los masticadores, sugirió que era más que probable su contribución a una aclimatación exitosa en altitudes andinas extremas” (Ibídem, p. 137).

Sin embargo, los estudios emblemáticos de Luis Sáenz en 1938 sobre la toxicomanía peruana “redujeron el consumo de coca en todas las formas a una intoxicación con alcaloides de la nación indígena” (Gootenberg, 1999, p. 66). Esto fue seguido por una serie de obras anticoca escritas por Carlos Gutiérrez-Noriega, que enfatizaron los efectos negativos de la coca y la cocaína, atrayendo elogios estadounidenses (Ibídem). Tanto Monge como Gutiérrez-Noriega formaron parte del movimiento indigenista que comenzó en la década de 1910 en Perú y Bolivia, cuyos miembros revalorizaron la cultura amerindia y promovieron su bienestar. Sin embargo, tenían posiciones opuestas hacia la coca y se convirtieron en los principales actores en el intenso debate nacional sobre las consecuencias de la masticación de coca en la población. El movimiento indigenista atrajo algunos de los escritores más conocidos de la primera mitad del siglo XX como Ciro Alegría, quien destacó el papel del uso de la coca como instrumento de explotación de los amerindios27. El movimiento indigenista fue formado casi exclusivamente por no indígenas educados, preocupados por sus terribles condiciones de vida social y económica.

La elección en Perú de José L. Bustamante como presidente con filiaciones de izquierda en 1945, con el apoyo del partido APRA28, abrió la puerta para que Monge siguiera su agenda y, en 1947, consiguió que el presidente solicitara una Comisión de las Naciones Unidas para hacer un estudio sobre las consecuencias de los usos de la hoja de coca en el país. Otra reforma del gobierno de Bustamante fue el decreto que otorgó al Estado peruano el monopolio del gobierno para fabricar, exportar y vender cocaína, sus sales y derivados. Sin embargo, las cosas cambiaron rápidamente cuando, el 27 de octubre de 1948, la derecha anti APRA y el general derechista pro estadounidense Manuel Arturo Odría lideraron un exitoso golpe militar contra el gobierno de Bustamante. En 1949, el Estado estableció el Estanco Nacional de la Coca con derechos exclusivos para exportar esta planta. Luego, justo después de que la Misión de las Naciones Unidas (la Comisión de Estudio sobre la Hoja de Coca) fuera programada para septiembre de 1949, el gobierno estableció una Comisión Peruana para el Estudio del Problema de la Coca para colaborar con la Comisión de las Naciones Unidas (Gootenberg, 1999, pp. 68-70). Así pues, nombró a Monge para dirigirla. El gobierno siguió los intentos de modernizar la industria de la cocaína y

[…] a finales de 1950 el monopolio estatal estaba finalmente en línea, respaldado por las Naciones Unidas y el artículo IV de la Convención para limitar la fabricación y reglamentar la distribución de estupefacientes de 1931. Perú finalmente estaba haciendo un auténtico clorhidrato de cocaína, en un local gubernamental deteriorado, [...] que podía exportar legalmente a todo el mundo. (Ibídem, p. 71).

En 1955, ENACO reportó exportaciones entre 500 y 600 kilos, alrededor de una quinta parte de sus exportaciones durante los años de la Segunda Guerra Mundial y solo el 5% de sus exportaciones a principios de siglo. Esta actividad no fue rentable y ENACO cerró poco después (Ibídem).

6.2. El informe de la Comisión de estudio sobre la hoja de coca de 1950 de las Naciones Unidas

El propósito de la comisión solicitada por el presidente Bustamante aparentemente fue malinterpretado por las Naciones Unidas. La solicitud peruana enviada a las Naciones Unidas era para un estudio científico en el terreno, que debía incluir “un conjunto de rigurosos experimentos de laboratorio llevados a cabo por un equipo de científicos internacionales en laboratorios ubicados en las tierras altas andinas”. Como afirma Warren (2018, p. 9) este era el propósito original de la solicitud elaborada por Monge Medrano (1950, en Warren, 2018, p. 9). Esto implicaba realizar un estudio científico in situ, pero los funcionarios de las Naciones Unidas lo interpretaron como una “encuesta sobre el terreno”29. Como resultado, la comisión para el estudio decepcionó al grupo que le había vendido al presidente Bustamante la idea de hacer un estudio científico (Motta-Ochoa, 2018, p. 3). Sin embargo, Odría, el presidente que le sucedió y quien era de línea dura, estuvo de acuerdo con la “encuesta de campo” en lugar de la comisión científica propuesta por Carlos Monge y “encontró un aliado vociferante en Anslinger” (Gootenberg, 2008, p. 233).

 

Anslinger se mantenía oculto espiando para empujar la Misión de coca en una dirección prohibicionista. Esto no fue difícil, ya que su viejo amigo Howard B. Fonda [...] encabezó el grupo, e informaba a Anslinger con cartas a ‘mi querido Harry’ llenas de datos para localizar fábricas ilegales de cocaína. (Ibídem, p. 237).

De cualquier manera, la Comisión sobre la coca elaboró un informe similar a lo que se puede esperar de un organismo multilateral técnico y no de un centro de estudios académicos.

La comisión estaba compuesta por dos expertos en cuestiones administrativas y control internacional de narcóticos y dos expertos en cuestiones médicas30. La Comisión también contó con el apoyo del gobierno boliviano y visitó Perú y Bolivia del 11 de septiembre al 3 de diciembre de 1949. La Misión, encabezada por Fonda, parece haber subestimado la importancia del debate sobre la coca que se estaba llevando a cabo entre científicos, políticos e intelectuales peruanos:

[…] un grupo veía la coca como una causa de la mala salud, la baja capacidad mental y la degeneración generalizada entre los pueblos indígenas, mientras que el otro la concebía como una forma relativamente benigna, única y saludable de adaptación a las demandas de la vida a gran altitud para una población asociada estrechamente con la naturaleza. Irónicamente, a pesar de las formas de racismo implícito evidentes en ambas posiciones, cada grupo se veía a sí mismo como un defensor de los pueblos indígenas, interesado en su mejoría a través de la investigación científica y la intervención gubernamental. (Warren, 2018, p. 36-37).

La Comisión aterrizó mal. El día de su llegada, Fonda dio una entrevista al principal periódico del país y

[…] cuando se le preguntó si creía que la masticación de coca era perjudicial para la salud de los pueblos indígenas de las tierras altas Fonda respondió enfáticamente que masticar las hojas a diario no sólo perjudicaba su salud ‘sino que también es la causa de la degeneración racial en muchos núcleos de población y el declive que muchos habitantes indígenas e incluso mestizos exhiben visiblemente en ciertas zonas del Perú y Bolivia’. (El Comercio, 1949, citado en Warren, 2018, p. 37).

A pesar de que la posición final de la Comisión fue muy diferente, claramente dio la impresión de que había llegado con fuertes preconcepciones sobre el problema en cuestión. Tal vez involuntariamente, la Comisión terminó convirtiéndose en un actor activo en el debate nacional sobre la coca en Perú.

El orden del día de la Comisión fue muy intenso. Tuvo contactos con las autoridades centrales de ambos países, los funcionarios de enlace designados por esos gobiernos, las autoridades locales, cívicas y militares, la profesión médica, los farmacéuticos y académicos, los productores de hoja de coca y con la SPY en Bolivia, las autoridades religiosas y misioneras, los representantes de la opinión pública interesados en el problema de la hoja de coca, la Comisión Peruana y participaron en conferencias y en un simposio internacional sobre biología de gran altitud. La Comisión viajó extensamente principalmente a regiones cultivadoras y consumidoras de coca de ambos países.

El informe es muy completo. Explica las características de los quechuas y aimaras, los principales grupos étnicos de ambos países, sus condiciones higiénicas, vivienda, educación, acceso a la atención médica, nutrición, el estado de la investigación nutricional en ambos países y el papel de la asistencia extranjera. Además, contiene un extenso trabajo sobre la coca y su masticación: métodos de consumo, cantidades de coca masticada y de cocaína absorbida diariamente, y el uso de álcalis para aumentar la extracción de cocaína. Los efectos de la masticación incluyeron la concentración de cocaína en la sangre, la desintoxicación y excreción; la hoja de coca y la fatiga, el hambre y la sensibilidad; alteraciones físicas en la circulación sanguínea, alteraciones respiratorias de las membranas mucosas, piel y dientes, alteraciones físicas producidas especialmente por el abuso crónico de la masticación; degeneración de la raza, cretinismo, crecimiento, epilepsia, enfermedades hepáticas, alcoholismo y una discusión sobre si la masticación de hoja de coca era un hábito o una adicción.

Tratando de hacer frente a los debates políticos peruanos, la Comisión dedicó un capítulo a la conexión entre la masticación de hojas de coca y la vida a grandes altitudes que abarcaba la investigación médico-biológica, las condiciones fisiológicas generales del hombre andino residente en zonas altas en comparación con el hombre blanco aclimatado. Los temas estudiados abarcaron la fertilidad, el cambio de excitabilidad farmacológica, la adaptación del hombre andino a gran altitud y el papel de la coca en esa adaptación.

La Comisión examinó la relación entre la masticación de coca y las condiciones de vida de los mineros y los trabajadores agrícolas. Exploró las condiciones laborales, algunas de las creencias prevalecientes como la negativa de los trabajadores a trabajar a menos que se les diera coca, las costumbres de los indígenas con respecto al uso de la coca en las celebraciones navideñas, las muertes, las tareas agrícolas, las enfermedades y las prácticas mágicas.

La Comisión también trató de analizar los aspectos sociales y económicos de la masticación y se sorprendió por las terribles condiciones de vida de los nativos, identificó los efectos sociales nocivos de la masticación de coca y puso de relieve algunos aspectos económicos, como el aumento a corto plazo de la capacidad de trabajo, pero significativamente menor productividad a largo plazo generada por la falta de concentración y el aumento de los accidentes de trabajo.

También indagó cómo eran los sistemas utilizados para cultivar la coca, las leyes laborales pertinentes, el valor de la producción de coca, la posibilidad de encontrar cultivos sustitutivos y estableció algunos principios sobre los que podrían basarse la limitación de la producción de hoja de coca y el control de su distribución. La Comisión obtuvo varias conclusiones importantes:

En primer lugar, reconoció la complejidad del tema de la masticación de coca que debía considerarse no como un fenómeno aislado, sino como consecuencia de las condiciones sociales y económicas en las que vivían grandes sectores de la población de Perú y Bolivia. En segundo lugar, señaló que la cocaína hace que la masticación de coca sea riesgosa, pero “en la actualidad no parece que la masticación de la hoja de coca pueda considerarse una adicción a las drogas en el sentido médico” (ONU, 1950, p. 93). Esta conclusión se basó en la definición de adicción del Comité de Expertos de la OMS sobre Drogas Susceptibles de Producir Adicciones:

Definición de adicción a las drogas.

Habiendo examinado la solicitud de la Comisión de Estupefacientes, el Comité redactó la siguiente definición de ‘adicción a las drogas’:

La adicción a las drogas es un estado de intoxicación periódica o crónica perjudicial para el individuo y para la sociedad, producida por el consumo repetido de una droga (natural o sintética). Sus características incluyen:

1) Un deseo o necesidad abrumadora (compulsión) para seguir tomando el medicamento y obtenerlo por cualquier medio;

2) Tendencia a aumentar la dosis;

3) Una dependencia psíquica (psicológica) y a veces física de los efectos de la droga. (OMS, 1950).

En tercer lugar, siguiendo la definición, la Comisión observó que “la masticación de la hoja de coca no es una adicción (toxicomanía), sino un hábito. Sin embargo, puede convertirse en una adicción, pero generalmente puede superarse” (ONU, 1950, p. 93).

En cuarto lugar, encontró efectos nocivos de la masticación de coca:

1) Inhibe la sensación de hambre y por lo tanto mantiene, por un círculo vicioso, un estado constante de desnutrición.

2) Induce cambios indeseables de carácter intelectual y moral en los individuos. Esto es especialmente claro en casos excepcionales, y se discute mucho hasta qué punto esto es general. Ciertamente dificulta las posibilidades del masticador de obtener un estándar social más alto.

3) Reduce el rendimiento económico del trabajo productivo y, por lo tanto, mantiene un bajo nivel de vida económico (Ibídem).

En quito lugar, identificó que la coca tiene vitaminas, pero:

[…] de ninguna manera sería aconsejable suministrar estas vitaminas por medio de la masticación de hojas de coca, es decir, junto con la sustancia tóxica, la cocaína. Por lo tanto, la masticación de hojas de coca no puede considerarse en modo alguno como un sustituto de una dieta adecuada. (Ibídem, p. 94).

En sexto lugar, descartó la necesidad de masticar coca a gran altitud tanto para los no nativos como para los amerindios, negando que hubiera evidencia de que formaran un fenotipo humano diferente. Argumentó que

[…] la solución del problema implica dos aspectos fundamentales y paralelos: en primer lugar, la necesidad de mejorar las condiciones de vida de las poblaciones entre las que masticar coca es un hábito generalizado; y en segundo lugar, la necesidad de iniciar simultáneamente una política gubernamental para limitar la producción de hoja de coca, a fin de controlar su distribución y erradicar la práctica de masticarla. (Ibídem).

En séptimo lugar, señaló que la masticación de coca podía ser erradicada si las condiciones en las que se originó el hábito se modificaban adecuadamente, pero

[…] en vista de la naturaleza social y económica de los factores que determinan la masticación de hoja de coca, no es posible una supresión inmediata y radical del hábito. En lugar de resolver el problema, tal supresión sólo agravaría la situación existente. Por consiguiente, la Comisión sólo prevé una supresión gradual del hábito, es decir, un proceso que, teniendo en cuenta la complejidad del problema, no debe ser tan largo como para permitir la continuación dañina del hábito ni tan corto como para afectar los intereses económicos en cuestión. (Ibídem).

Finalmente, la Comisión era optimista sobre la viabilidad de eliminar la masticación de coca y de encontrar fácilmente cultivos sustitutivos viables que produjeran ingresos iguales o mejores para los campesinos (Ibídem, p. 88).

6.3. Algunas características del informe

El informe no satisfizo a muchas de las Partes interesadas. Monge quedó muy decepcionado y escribió un ensayo controvertido para refutarlo (Comisión Peruana para el Estudio del Problema de la Coca, 1951), argumentando que la mayoría de las pruebas utilizadas eran impresionistas y no cumplían con los criterios científicos requeridos para obtener conclusiones. También defendió sus posiciones con respecto a la medicina de gran altura y los usos medicinales de la coca. Cabe señalar que el informe no examinó la cuestión de la medicina no occidental o los usos cuasi medicinales de la coca que implícitamente se consideraron ilegítimos.

Las consecuencias de los efectos anoréxicos de la masticación de coca fueron interpretadas por los bandos en conflicto de dos maneras contradictorias. Algunos defendieron que el problema se debía a la pobreza extrema de muchos indígenas quienes no tenían suficientes recursos para comer y, en ese sentido, la masticación de coca les ayudaba a sentir menos hambre. Mientras los otros sostuvieron que la inhibición del hambre llevaba a que las personas evitaran los alimentos y, en consecuencia, se generaba la desnutrición. Por supuesto, ambas posiciones pueden haber reflejado situaciones reales diferentes que requerían distintas soluciones. Al respecto, el informe era ambivalente y apoyaba a ambas partes. El hecho de que la Comisión recomendara que era necesario eliminar la masticación de coca porque contribuía a la desnutrición, hizo que fuera rechazado por el primer grupo. Sin embargo, también reconoció la importancia de las cuestiones sociales como factores determinantes en el hábito de la masticación y concluyó que no representaba una adicción típica. Por ese motivo, hizo hincapié en las malas condiciones de vida como la razón principal por la que se mastica coca y propuso una disminución gradual del hábito. Estos hallazgos y recomendaciones molestaron tanto a Anslinger quien quería una rápida eliminación de la coca, como a los peruanos que consideraban la coca como un obstáculo importante para el desarrollo económico del país. Además, también fue insatisfactoria para ese grupo de peruanos la conclusión de que el aumento de la nutrición erradicaría el hábito de la masticación de coca y que ésta en sí misma, no era responsable de la “degeneración” de la raza amerindia.

 

El objetivo de eliminar la masticación, incluso si se trataba de un proceso gradual, decepcionó al poderoso lobby boliviano pro-coca:

En 1949, Bolivia cooperó con la gira de la ONU, adoptando una postura oficial concordante con la peruana, presumiblemente debido a los estudios de los científicos peruanos. Sin embargo, tras bambalinas, la SPY renovó su protesta perenne ‘que la coca no es un narcótico’. Esta vez, sin embargo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia no transmitió el mensaje vital del SPY a la ONU. (Gootenberg, 2008, p. 239).

La Comisión se reunió con la SPY y con campesinos cultivadores de coca, pero el informe no consideró los usos tradicionales en rituales y festividades religiosas y sociales de manera análoga a los del alcohol y el tabaco en el mundo occidental. Como señala Gootenberg (2008, p. 238): “la ONU aún no había descubierto la ‘cultura’ (indígena o de otro tipo) como un obstáculo o un aliado en su visión”. Los consumidores de coca eran en su mayoría analfabetos y no estaban organizados y el informe no reconoció el significado de la masticación entre las comunidades como símbolo de identidad, ni su papel en la cohesión social. Como resultado, el informe excluyó a un grupo de interés muy relevante.

El documento se redactó justo después del final de la Segunda Guerra Mundial cuando los artífices de la política confiaban en su capacidad para implementarla. Los objetivos de eliminar la masticación de coca como parte de un objetivo de desarrollo para incorporar a los amerindios a la era moderna y encontrar productos agrícolas para sustituir las plantaciones de coca parecían razonables a los ojos de los políticos, expertos y académicos. Además, los mercados ilegales de cocaína eran muy pequeños y nadie podía haber predicho el crecimiento de la demanda a comienzos de los 70, por lo tanto, esas conclusiones optimistas del informe eran plausibles en ese momento.

7. El final de la Sociedad de Naciones y los protocolos de 1948 y 1953

Durante los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial las tensiones internacionales fueron grandes y las cuestiones relacionadas con las drogas perdieron importancia en la agenda política de los países que habían promovido el SICD. Las drogas tuvieron relevancia solo en cuanto estaban relacionadas con la seguridad nacional. Los gobiernos que previeron la nueva guerra trataron de acumular suficiente morfina, heroína y cocaína para usos médicos y cáñamo principalmente con el propósito de abastecer su necesidad de sogas. Estados Unidos promovió la producción con esos fines e incluyó algunos experimentos con plantaciones de coca en Puerto Rico (McAllister, 2000, pp. 130-131).

La guerra fortaleció la posición de Anslinger, quien continuó abogando por una política de control de la oferta. Decidió dónde comprar morfina y cocaína y presionó a los países para que cumplieran con las convenciones:

Durante 1940, prohibió las exportaciones a México hasta que las autoridades suspendieran un programa experimental de tratamiento ambulatorio que implicaba la distribución gratuita de morfina a los adictos registrados. Cuando Chile comenzó la producción nacional de opio, en 1942, el Comisionado embargó las exportaciones de drogas y engatusó a Gran Bretaña en una acción similar. Anslinger presionó al gigante farmacéutico Hoffmann-LaRoche para asegurarse de que su filial argentina no vendiera medicamentos a las potencias del eje o a sus intermediarios. (Ibídem, p. 145).

Durante la guerra, el uso del opio y sus analgésicos derivados constituyó el principal problema de drogas psicoactivas para los países involucrados. La utilización no médica de la marihuana y la cocaína no representó un problema importante en América del Norte, Europa y China y no atrajo la atención de los artífices de política.

Estados Unidos fue uno de los principales países que apoyó a los órganos de drogas de la Sociedad de Naciones a pesar de que no era miembro de ella y, durante la Segunda Guerra Mundial, financió el traslado de esos órganos a Nueva York, Princeton y Washington D. C. para proteger el SICD. El fin de la guerra acabó con la Sociedad de Naciones, pero Estados Unidos continuó financiando la operación de sus órganos de drogas. Algunos países siguieron presentando estimaciones y, al menos formalmente, el SICD siguió funcionando.

La guerra debilitó a Alemania y otros países europeos que tenían grandes intereses farmacéuticos y que se oponían a la propuesta estadounidense de generar políticas más restrictivas. Al mismo tiempo, Anslinger articuló un equipo de profesionales bajo su mando que estaban convencidos de los beneficios de las políticas prohibicionistas y que estaban dispuestos a promover esa agenda política. La primera tarea consistió en reorganizar y fortalecer el SICD, un objetivo alcanzado rápidamente por el Protocolo de Lake Success, firmado el 16 de diciembre de 1946 y que entró en vigor en octubre de 1947. Este Protocolo situó al SICD bajo el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) y estableció la CND como el organismo de formulación de políticas de drogas en reemplazo del CAO. El OFE y el PCOB, ahora en el marco de las Naciones Unidas, continuaron supervisando el cumplimiento de los convenios y las funciones de la Sección del Opio en la recolección de estimaciones de cultivos y producción de drogas fueron asumidas por una nueva División de Drogas Narcóticas (Sinha, 2001, p. 17; UNODC, 2008, p. 137).

Este fue el primer protocolo de las Naciones Unidas después del que estableció la estructura organizativa y las finanzas de este organismo, y precedió a la Declaración Universal de Derechos Humanos. Esto demuestra que, al comienzo de la Guerra Fría, fue más fácil llegar a un acuerdo internacional sobre drogas que sobre otras cuestiones internacionales (Thoumi, 2015, p. 243).

A pesar del rápido éxito en la creación de una estructura de control de drogas en las Naciones Unidas, hubo choques entre varios países y grupos de países con respecto a los objetivos, medios y otras características de los controles. Estos

[…] derivaron de una triangulación de tres bloques internacionales de control de drogas: Estados defensores del control, liderados por Estados Unidos; Estados productores y sus aliados no intervencionistas, liderados por Turquía y la Unión Soviética; y países manufactureros y consumidores moderados, liderados por el Reino Unido. En este proceso de triangulación, el Reino Unido y Estados Unidos siguieron siendo los principales actores internacionales y representaron las dos líneas principales de política dentro del sistema: regulación y prohibición respectivamente. (Collins, 2015, p. 3).

El desarrollo farmacéutico durante las décadas de 1930 y 1940 trajo como consecuencia la necesidad de expandir los controles internacionales a las nuevas drogas sintéticas. Estas drogas generaron recelos de una revolución en el uso de las drogas. Se temía que las nuevas sustancias vendrían a sustituir a los fármacos existentes, que si estaban controlados por las convenciones sobre drogas (Ibídem, pp. 178-179). Esto motivó a la CND, en 1948, a redactar

[…] un acuerdo separado (‘protocolo’) que exigía a los Estados que sometieran las nuevas sustancias a las mismas disposiciones sobre estimaciones de necesidad y presentación de informes estadísticos que se aplicaban a los narcóticos existentes basados en el opio. El OFE y el PCOB podrían entonces supervisar el comercio de estupefacientes sintéticos de la manera establecida. El Protocolo de Drogas Sintéticos de 1948 rápidamente obtuvo una amplia aceptación y entró en vigor sólo un año después. [...] La aplicación del Protocolo de 1948 catalogó catorce nuevas sustancias bajo control internacional para 1951 y otras seis para 1954. (UNODC, 2008, p. 197).