Historia de la Brujería

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sin pastor y sin perro.

¿Qué encontraste, señor San Juan?

Encontré lobos y leonicos

brujicas y diablicos.

Las brujas de Cangas de Morrazo

Como consecuencia de un asalto de piratas berberiscos a Cangas de Morrazo (Pontevedra) en 1617, muchas mujeres adoptaron una extraña conducta. Interrogadas por la Inquisición, Catalina de la Iglesia de Coiro confesó haber estado en las juntas de la playa de Arenas Gordas, adonde iba untada con hierbas a adorar y tratar carnalmente con el demonio tras una serie de bailes obscenos, y que por el camino del mar llegaban otras compañeras en un barco guiado por el diablo en figura de cabrón.

El proceso dio como resultado diversas sentencias a la pena capital en la hoguera.

Una comisión de sesudos expertos de la corte de Felipe III, nombrada para el caso, acudió a redactar un informe que fue guardado en El Escorial, en el que se afirmaba haber visto volar a las mujeres montadas en sus escobas.


María de Soliño, también conocida como María Soliña

Se llegó a la conclusión de que los soliños, tenidos por descendientes de los judíos, se hallaban en relación con el gobernador musulmán de Argel y que proporcionaban a los piratas berberiscos, acertadas indicaciones para sus ataques a las costas gallegas. Esta apreciación refuerza la tesis de que frecuentemente la brujería se transformó en un asunto político religioso.

Como resultado de los interrogatorios, María de Soliño, quizás sospechosa por su apellido, a pesar de haberse quedado viuda por la muerte de su esposo en una lucha contra los piratas, fue quemada viva mientras que María de Bon y Catalina de la Iglesia y otras compañeras sufrieron diversas penas.

El auto de fe de Santiago de Compostela

Se celebró en 1655 y dio como resultado la condena perpetua en prisión de la viuda María Cardoso, quien tuvo que soportar el sambenito, así como la pérdida de bienes. Francisca Fernández, soltera, fue castigada a idéntica pena en medio de la mayor solemnidad y regocijo.

Viajes a los aquelarres

Cuentan que en Santa María do Cebreiro (Lugo) habían dos mujeres, madre e hija, meigas las dos. En cierta ocasión solicitaron los servicios de un sastre para que les confeccionase unos justillos. Por la noche le dieron acomodo detrás del fuego del hogar. Cuando creyeron que estaba dormido, sacaron un cacharro de ungüento que tenían a buen recaudo, se desnudaron y se untaron de pies a cabeza. Luego se agarraron a la gramallera que colgaba del burro y mascullaron:

Por riba das silvas e os silverales

Ó porto de Manzanales,

Val dos Rubiales

Por encima de las zarzas y los zarzales,

Al puerto de Manzanales,

Valle de los Rubiales

Acto seguido salieron volando raudas y veloces por los aires. Pero como el sastre estaba despierto, hizo lo propio, pero en lugar de decir “por encima”, dijo “por debajo de las zarzas y las matas” y al volver al suelo se hallaba cubierto de rasguños.

Divisó un grupo de baile, todo de brujas, que bailaban alrededor del macho cabrío (demonio). En cada vuelta, por turno, las mujeres le daban un beso en el trasero. El sastre que había divisado a las dos mujeres, se puso a bailar con ellas, pero en lugar de besar al diablo, lo pinchó profundamente con una aguja de coser que se había llevado consigo.

Satanás profirió un agudo grito de dolor y dijo: “Ese que acaba de entrar en el corro que baile lo que quiera, pero que no me bese”.


Representación medieval de brujas bailando en círculo

El que lejos va a casar,

tacha lleva o va a buscar

Hemos de advertir que los campesinos gallegos han preferido siempre la endogamia parroquial, para que las tierras que aportara la esposa como dote se encontraran cerca y se las pudiera trabajar sin desplazamientos onerosos.

Cuentan que otro zapatero (y es que en Galicia por el clima, el oficio de zapatero ha sido siempre muy apreciado) cortejaba a una guapa moza, huérfana de padre y que vivía con su madre, ya anciana, en una casa solitaria alejada de la aldea, municipio de Culleredo o de Carral, que las dos versiones han sido conservadas.

El joven zapatero como no era de aquellos lares, no conocía la mala fama de las dos mujeres. Además estaba muy enamorado, porque la hija tenía un cuerpo voluptuoso digno de encomio, era risueña como un ruiseñor y bailaba de maravilla. Pero claro, con sus antecedentes, nunca había tenido novio.

Ahora le había salido un pretendiente que no tenía ni idea de las aventuras de su amada. Sin embargo, algo sospechó, cuando estaban a la puerta de su casa, la madre, poco antes de las doce decía a su hija: “Ya es muy tarde, despide al muchacho que ya no son horas”. Y si la muchacha se retrasaba algo, la vieja se ponía de mil demonios.

El zapatero pensó entonces: “¿serán meigas?”, y quiso saberlo cuanto antes.

Una noche, cuando la madre llamó a su hija, hizo ver que se despedía y fingió marcharse para volver a los pocos minutos y ocultarse en el cobertizo.

Cuidando no hacer ruido, espió por la ventana de la cocina y vio cómo la vieja sacaba de un armario disimulado en la pared una cajita de ungüentos y acto seguido se untó a la vez que lo hizo la hija. Ambas montaron a caballo en una escoba mientras la vieja recitaba:

Camiño do demo,

voa, voa,

por riba da folla.

Camino del diablo,

vuela, vuela,

por encima de la hoja.

Y raudas como centellas desaparecieron las dos por la chimenea.

Dicho y hecho, el joven hizo lo propio y como no recordaba la invocación, improvisó:

Por riba dos matos,

por riba das pedras,

quero ir onda ellas.

Por encima de las matas,

por encima de las piedras,

quiero ir junto a ellas.

Igualmente salió volando, pero por encima de las plantas con pinchos y de las piedras, quedando hecho un Ecce Homo. Cuando llegó a la cima de un monte se encontró atrapado en el círculo de baile de las brujas alrededor del demonio y cuando le tocó el turno de besarle en el trasero en lugar de hacerlo le clavó la lezna que siempre llevaba consigo encolerizado por haber descubierto a su amada en aquellos menesteres.

“¡Aaaaag!”, se retorció el cabrón de dolor, “¿quién es esa que tiene esas barbas tan duras?”.

El espíritu de la meiga va al aquelarre,

el cuerpo se queda en casa

Por eso los maridos nunca saben de sus andanzas. Así le ocurrió a un hombre de Velle-Cesures (A Coruña), hasta que un amigo le reveló las aventuras de su cónyuge: “Vigila de noche a tu muller porque es meiga”.

No bien hubo oscurecido, el marido hizo ver que dormía; al momento la mujer le puso el trasero en la cara y dijo:

Bendígote meu home

cas cachas do meu cu,

que en canto vou a Sevilla

durmes tu.

Te bendigo marido

con las nalgas de mi culo,

que mientras voy a Sevilla

duermes tú.

El marido que ya tenía preparada una azada escondida para el caso, la agarró y le propinó una paliza tremenda mientras manifestaba:

Bendígote miña muller

co rabo de miña aixada,

para que no volvas a poñer

o cu na miña cara.

Te bendigo esposa mía

con el rabo de mi azada,

Para que no vuelvas a poner

el culo en mi cara.

Son pues los espíritus los que viajan, se creía así que había desdoblamiento de la personalidad de la meiga que al regresar volvía a juntarse cuerpo y espíritu. Por eso pueden salir por la chimenea o por un agujero cualquiera, incluso por el de una cerradura.

Historia de las dos mujeres y el párroco

Había una vez dos meigas que se metían siempre para salir a hacer sus correrías por el agujero de una cerradura y por la chimenea. El párroco las visitaba todas las noches y siempre a cierta hora le decían que se marchase. Picado por la curiosidad, un día se escondió en cuanto le dijeron que se fuera y observó como se desnudaban y bien untaditas, su doble se escapaba por la chimenea.

El sacerdote decidió imitarlas. Por el camino sintieron sed (por lo visto, los espíritus también la sentían) y se metieron en una bodega. Allí se hartaron de vino hasta tal punto que cuando quisieron salir solamente lo hizo la primera, la segunda quedó atascada en medio del canuto de la chimenea, mientras el cura desde a bajo se desgañitaba a gritos:

¡Ay Jesús, comadre, que culo tiene, por culpa de

él, nos van a descubrir!

No sabemos lo que pasó. Existe una variante en San Mauro (A Coruña), en que el hombre no es un sacerdote, sino un vecino quien pide que un párroco les esconxure (exorcismo o conjuro contra las prácticas brujeriles).

Esconxuro da Quiemada de Foz

(Conjuro de la Queimada de Foz)

Lume, lume, lume

lume espallado ó vento

lume de cara ó mar

lume de cara a montaña,

lume que me has de alumar

Por Brate, pai de Breogán

arde a queimada despois do serán

Bardos que se inspiran alén das nubes

Druidas que rezan de xenollos nas lubres

Rapaza espida das Penas da Salsa

co peine de ouro bótalo cabelo a espalda.

Prombiña branca que representas a morte

apareces noi camiño cando chega a noite.

 

Rama de fruncho posta polo San Xoán

cacharela que de noite no chan.

Lume de entre as tebras

que as meigas contigo levas

Xarope de meu contento

bulen as meigas no meu pensamento.

Rebrincan as mozas

e xurden as fadas

ledas de que fuxan

as meigas malas

Erguede ben o cazo

Para remexela queimada,

Escádelle ben o alcohol

que non lle quede nada

Tede coidado co limón

que non vos pingüe ó caer

coas chamas da lumeirada

as roupas vos pode arder

Lume espallado ó vento

lume de cara ó mar.

lume de cara a montaña

lume que me has de alumar

Lume que abres as tebras

lume que as meigas contigo levas.

Aguardente de festa enxebre,

non hai galego que non te celebre.

Aguardente das ledicias,

Faime na gorxa as túas caricias.

Fuxide meigas da cachola de trapo

fuxide co vento que ahí vos ben baco

Pola augardente do vagazo

feita con agarimona alquitara

bebe desta queimada

e non deixedes nada

Por Brito e por Brigo

polos Baluros e Tuba de Oretón,

bótadele un grolo de queimada

e non vos fagades remolóns.

Meigas fóra.

Meigas fóra

e bebede desta queimada

que xa vai sendo hora.

Fuego, fuego, fuego

fuego esparcido al viento,

fuego de cara al mar,

fuego de cara a la montaña

fuego que me has de alumbrar.

Por Brate, padre de Breogán

arde la queimada después del atardecer.

Bardos que se inspiran allende las nubes,

Druidas que rezan de rodillas en las lubres.

Muchacha desnuda de las Penas da Salsa

con el peine de oro te echas el pelo atrás.

Palomita blanca que representas a la muerte,

apareces en el camino cuando llega la noche.

Rama de hinojo puesta por San Juan

hoguera que arde de noche en el suelo.

Fuego de entre las tinieblas

que las meigas contigo te llevas.

Jarabe de mi contento;

bullen las meigas en mi pensamiento.

Retozan las chicas

y emergen las hadas

alegres de que huyan

las meigas malas.

Levantad bien el cazo

para remover la queimada

sacadle bien el alcohol

que no le quede nada.

Tened cuidado con el limón

que no gotee al caer

con las llamas de la lumbrada

la ropa os puede arder.

Fuego esparcido al viento,

fuego de cara al mar,

fuego de cara a la montaña,

fuego que me has de alumbrar.

Fuego que abres las tinieblas,

fuego que las meigas contigo te llevas.

Aguardiente de la fiesta popular,

no hay gallego que no te celebre.

Aguardiente de las delicias,

hazme en la garganta tus caricias.

Huid meigas de la cabeza de trapo,

huid con el viento que ahí llega baco.

Por el aguardiente del orujo

hecha con cariño en la alquitara

bebe de esta queimada

y no dejéis nada.

Por Brito y por Brigo,

por los Baluros y Tuba de Oretón,

echadle un trago a esta queimada

y no os hagáis los remolones.

Meigas fuera.

Meigas fuera

y bebed de esta queimada

que ya va siendo hora.

Maleficios de las meigas

La meiga es auxiliar del demonio y le ayuda en sus maleficios. Los aquelarres son las reuniones en que las meigas proyectan sus males dirigidas por el diablo, que es quien ordena y manda. Así echan el mal de ojo, secan los sembrados, arruinan las cosechas, enferman a las personas y a los animales, hacen que una vaca segregue sangre en lugar de leche, desorientan al viajero, arruinan la pesca.

Así por ejemplo, para que la cosecha de un campo se pierda, una meiga tira un puñado de grano en la finca y expresa su deseo de que se arruine la cosecha. En la cultura popular gallega, un puñado representa una cantidad mínima tal como dicen las coplas:

O pouco que Deus me deu

cabe nuha man cerrada,

o pouco con Deus é moito,

o moito sen Deus non é nada.

Pensas que moito te quero,

nin é moito nin é nada,

porque o amor que eu che teño

cabe nunha man pechada.

Lo poco que Dios me dio

cabe en una mano cerrada,

lo poco con Dios es mucho,

lo mucho sin Dios no es nada.

Piensas que mucho te quiero,

ni es mucho ni es nada,

porque el amor que yo te tengo

cabe en una mano cerrada.

Se creía que una clase especial de meigas llamadas nubeiras provocaban tormentas, truenos y granizo. Al igual que en otros lugares, la santa protectora contra las tormentas es Santa Bárbara, a ella va dirigida esta oración:

Santa Bárbara bendita

que nos ceos estás escrita,

en papel e auga bendita,

garda o pan e garda o viño

e garda a xente do perigo

e quítalle un ollo a esta nubeira

e levala ao mar coallado

onde non faga mal a nadia,

polo poder que Deus ten

e a Virxe María Amén.

Santa Bárbara bendita

que en los cielos estás escrita,

en papel y agua bendita,

guarda el pan y guarda el vino

y guarda a la gente del peligro

y quítale un ojo a esta nubeira

Y llévala a la mar cuajada

donde no haga mal a nadie,

por el poder que Dios tiene

y la Virgen María. Amén.

Se pensaba que algunas dolencias, incluida la posesión por el demonio, se contagiaban por beber vino o comer frutas o dulces contaminados. También la meiga pinchaba los alimentos con una aguja o alfiler embadurnados en sangre menstrual, flujo u orines. Por eso, algunos antropólogos opinan que la costumbre de bendecir los alimentos antes de tomarlos, además de ser un acto piadoso de agradecimiento al Señor, posee como finalidad descontaminarlos de posibles injerencias infernales.

He aquí un encantamento (meigallo) o embruxo:

Heiche de dar o meigallo

Heiche de dar o feitizo

Heiche de dar o meigallo

No pemento do chourizo

He de darte el maleficio

He de darte el hechizo;

He de darte el maleficio

En el pimiento del chorizo

¿Qué tendrá la jugosa manzana para haber sido arrebata con furia, tanto por la religión como por la mitología? En el Paraíso Terrenal, según la Biblia, es el fruto del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, en la mitología clásica existe el Jardín de las Hespérides con sus manzanas de oro. Una de ellas es la que debe dar Paris para consagrar a la diosa de la belleza y provocar con ello la Guerra de Troya, la mitología celta también se refiere a ella, Guillermo Tell tiene que acertar con una flecha una manzana puesta en la cabeza de su hijo para conseguir su libertad y en el cuento de Blancanieves, la malvada bruja está a punto de cometer un desaguisado al hacer comer a la protagonista una manzana envenenada. También las meigas gallegas preferían este fruto para contaminarlo y embrujar a las víctimas. ¿Será todo un reflejo del relato bíblico de la caída?

Mal de ojo

Es una creencia universal según la cual algunas personas poseen en la mirada el poder para provocar daño.

Las meigas no se sustraían a este poder, y en gallego se conoce como ollo malo, mal ollo, mal de ollo, mala ollada, vista brava, ferida de ollo, ollo feridor. Todavía se dice en la actualidad “Dios nos libre de una mala mirada”.

Y como el mal de ojo procede del Maligno, los expertos curaban con esconxuros dicho mal:

Sae demo, sae da aí

vaite aos montes altos

onde non hai can nin gatos

nin oias galos cantar

nin cans ladrar

polo poder de Deus e de la Virxe María

Sal demonio, sal de ahí,

vete a los montes altos

donde no hay perros ni gatos

ni oigas gallos cantar

ni perros ladrar

Por el poder de Dios y de la Virgen

María.

He aquí otro esconxuro:

Sal salada

que naceches na mar salada,

apartádme agora mesmo

deste corpo fora

esta mala ollada,

así sexa de trescentos días dada.

con graza de Deus

e da Virxe María

Fulano queda san e salvo,

con sorte e fortuna e alegría

Sal salada

que naciste en la mar salada

apartadme ahora mismo

de este cuerpo fuera

este mal de ojo,

así sea de trescientos días dado.

con la gracia de Dios

y de la Virgen María

Fulano queda sano y salvo

con suerte y fortuna y alegría.

El bien contraataca

Vemos pues que ante los ataques del mal, los seres humanos, y en Galicia no es ninguna excepción, se han armado desde tiempo inmemorial. Así tenemos los denominados evangelios que son unos papeles impresos que contienen algunos párrafos de los evangelios, metidos en saquitos cerrados, más o menos lujosos, según el precio que todavía se venden en algunos conventos de monjas y en los puestos de las santeras en las romerías. Se han de colocar colgados en el cuello, o cosidos a la ropa interior.

También se utiliza la cruz, el ajo, la herradura, la piedra de ara, el agua bendita, el fuego, la sal, el pan, la castaña y la navaja. Vemos pues tres grupos de defensas bien definidos: los objetos sagrados, las armas, sean fabricadas por los hombres o armas de los animales, y los elementos purificadores, en especial, el agua y el fuego.

No pretendemos caer en herejía, pero el dualismo tradicional, no solo cristiano, sino de otras religiones, se halla muy patente. Existe Dios con unas fuerzas del bien y el Demonio con unas fuerzas del mal, entre ellas las brujas, llámense en este caso meigas.

Sin embargo, no se trata de una lucha maniquea entre dos principios eternos y equipotentes. Satán, el principio del mal, en Galicia es una criatura de Dios y se halla sometido a él hasta tal punto que vox populi, aunque se rebele y pretenda conquistar adeptos, auxiliado por sus seguidoras, las meigas, es frecuentemente vencible y hasta patético, a semejanza de la representación popular de Los Pastorcillos o Els Pastorets en los que siempre triunfan estos.

Capítulo V: La brujería en Asturias

y Cantabria

Seguimos con montaña y mar, como en Galicia, y con bosques y mucho ganado, terreno de difícil acceso, terreno propicio para la brujería, con más de 150 días de cielo cubierto y lluvias finas y persistentes, el orbayu (más variadas en Santander). Vamos a comenzar primero con el Principado de Asturias, después Cantabria y Santander.

Asturias

De “valles angostos y redondos collados como el pecho de una mujer”, según uno de los grandes pensadores españoles José Ortega y Gasset, “región femenina y plural, habitada por gente sensual, amante de la vida”.

Los habitantes del Principado, no solo no temen al aguasino que, a lo largo del tiempo, han ido poblado las brumas, las nieblas, los ríos y los manantiales del país de seres fabulosos reflejados en los cuentos infantiles, el Nuberu, elemento maligno y feo que también encontramos en Galicia, incluso femenino, que dirige las tempestades; las xanas, ninfas encantadas que guardan tesoros en la fuentes; el Culebre, serpiente alada gigantesca que custodia riquezas en el fondo negro de las cavernas; o los trasgos , duendes domésticos que ponen las casa patas arriba y, claro está, las brujas.

Todos los asturianos sabían que en su país las brujas no podían volar por los aires si no orinaban antes por el hogar de su casa, al tiempo que mascullaban la siguiente imprecación:

Sin Dios y sin Santa María,

¡por la chimenea arriba!

Por eso todavía en la actualidad se conserva la expresión popular, sin comentarios:

Si hallas el hogar mojado,

La bruja está en el tejado.

Variantes y semejanza en el

volar y otras zarandajas

Aunque seguían la tradición, montando en una escoba, preferían una pala que denominaban garía y también una especie de cazo de mango largo.

 

Al parecer, según la voz popular, sus reuniones no tenían la aparatosidad de otros lugares, aunque no faltaban las danzas locas, provocadas por ciertos untos con las denominadas hierbas frías como la cicuta o perejil de perro, la belladona o beleño.

Según algunas crónicas, las brujas asturianas conocían una especie de vudú que realizaban con muñequitas o figuras de cera. Convenientemente pinchadas provocaban en las víctimas quemaduras terribles en el interior de sus cuerpos.

La castaña de la bruja

Dejando a un lado las connotaciones eróticas que pueda sugerir, lo cierto es que en las fiestas de la castañada de los pueblos, cuando los muchachos del lugar asan las castañas en las denominadas magostas, dejaban entre las cenizas, en donde habían efectuado el asado campestre de las castañas, una castaña que simbolizaba el espíritu de la bruja, en este caso una bruja amiga. Los denominados magosteros, quemadores a granel de las castañas, para luego venderlas en el mercado nunca se olvidaban de dejar una porción para las brujas como símbolo de buena voluntad, ni más ni menos como los niños dejan comida en las fiestas señaladas para Papá Noel o para los Reyes Magos y sus camellos. Naturalmente, aquellas se consumían en la hoguera recordando un holocausto primitivo.

Se dice que en los tiempos antiguos, la castaña para la bruja era la de mejor calidad, con el tiempo, cuando las brujas perdieron valor y se convirtieron en cuentos ridículos, se dejaba la peor castaña y se estaba carcomida, mejor que mejor.

Lo propio se hacía en la puerta de las aldas dejando un pan recién horneado destinado a la bruja (suponemos que algunas se aprovechaban de esta circunstancia y daban buena cuenta de la hogaza).

Lo difícil es precisar que la hoguera que consumía las castañas recordase el castigo generalmente impuesto a las brujas, porque, al parecer, en Asturias no parece que haya habido autos de fe contra semejantes seres.

Así pues los asturianos no temían a las brujas y hasta decían que la llevaban dentro y por lo general, no siempre la perseguían y la detestaban. Frecuentemente, la transformaban en un símbolo, una imagen de algún extraño contenido guardado en lo más hondo del espíritu.

La voz popular conservaba el nombre de Paula la Lumiaga, tenida por bruja, por su carácter tímido y marginado, que con poco se conformaba, pero que de nada tenía miedo hasta el punto de fraguarse un dicho que afirmaba: “causa miedo, quien parece haberse despojado del miedo”.

Aunque en nuestro tiempo, quizás pasado de moda y controvertido, el que fuera gran novelista santanderino del siglo XIX, José María de Pereda (1833-1906) nos dejó en sus novelas de costumbres unos perfectos acabados de tipos de bruja montañesa. Así en Sotileza, la Sargueta y Carpia, su hija; en El Sabor de la tierruca, la Rámila infeliz a todas luces, en La Puchera, la lagartona criada La Galusa, de origen romano, quizás la más perversa. Por citar algunas.

Sea como fuere, el propio Pereda manifestará: “Las mujeres que he conocido y conozco calificadas de brujas en este país... todas se parecen y han vivido y viven solas, generalmente sin familia conocida ni procedencia claramente averiguada”.

Y seguidamente especificará: “Ciertamente, se las teme, pero no se las odia; se las respeta y se las consulta, y aunque según se crea, tengan familiaridades con el demonio, este les sirva como familiar, a veces, en opinión popular, ejercen benéficamente sus malas artes”.

Él mismo intervino en un asunto de tinte brujesco. Corría el año 1883 en plena Restauración de Alfonso XII, cuando se dirigió a Pedro Madrazo Consejero de Estado, en solicitud de indulto para una tal Policarpa Terices, natural y vecina de Polanco, cuna del escritor, condenada por la Audiencia Criminal de Santander a siete meses de prisión, a causa de las lesiones que había provocado a su convecina Manuela de Rivero.

La Policarpa había actuado con gran abnegación como nodriza de uno de los hijos del escritor que no se esconde en denominarla “modelo de mujeres honradas y trabajadoras, esposa y madre campesina ejemplar”. Sin embargo, uno de sus temores era la intervención de las brujas y en su caso atribuyó a maleficio la enfermedad de su hijo, perpetrado por Manuela Rivero, tenida por una de las mayores brujas de la vecindad. Solo por indicios, Policarpa propinó una solemne paliza a la bruja que quedó echa unos zorros.

Así pues en Cantabria, la bruja era tenida por una pobre desgraciada sobre la cual recaía las culpas de todos los males infligidos a sus convencidos convecinos y muchas veces, sin pruebas, ni fundamentos convincentes.

La brujería peninsular fue exclusivamente rural

Sus lugares de reunión para realizar los sabbats o aquelarres pueden mencionarse como auténticos santuarios. Las meigas gallegas lo hacían en Coiro cerca de Cangas (provincia de Pontevedra); las asturianas y leonesas en el monasterio de Hermo y en la Veiga del Palo, y se contaba que en ocasiones volaban junto a las meigas gallegas, al arenal de Sevilla para reunirse con las brujas andaluzas que también lo hacían en Lanjarón (Sierra Nevada - Granada); las castellanas se concentraban en Cernégula (Burgos) y las extremeñas en Barahona (Soria), una cualidad más para el dicho “Soria pura, cabeza de Extremadura, como alusión al avance de la frontera (una extremadura)” durante la reconquista. Las aragonesas llenaban el castillo de Trasmoz (Zaragoza) y las catalanas tenían sus conventículos en Llers, Altafulla, Mirabet, Cervera, el Pedraforca, entre otros.

En cuanto al antiguo reino de Navarra en el siglo XVII, las reuniones de brujas llenaban casi la mitad de su escenario geográfico, singularmente en los montes Larrun y Mendaur en la sierra de Uli, en los valles del Baztán, Salazar, Roncal y Araiz, en los términos municipales de Valcarlos, Ituren, Burguete, Ciordia, Anocíbar, Goizueta, Arrayoz, Ochagavia, Esparza, Olagüe, Elogiarra y, sobre todo, en Zugarramurdi en el valle del Baztán, del que por su importancia, nos ocuparemos más extensamente. A todos ellos hemos de añadir los escenarios vascongados de Ondarribia, Rentería, Cebeiro, Araya, Maestu, Amézaga, etc.