Historia de la Brujería

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En procesión los asistentes se acercaban al ídolo para besarle los miembros inferiores, mientras la que actuaba como dirigente abrazaba el falo y gimiendo simbolizaba que era poseída.

Después se pasaba al banquete, sentados por parejas con las viandas que habían traído, bebían vino, sidra y cerveza mezclados con unas hierbas especiales que les producían una irrefrenable excitación. A continuación, venía una excitante danza en círculo o espalda contra espalda cogiéndose de la mano y con la cabeza de lado para poder ver al vecino, cuyas evoluciones acababan en un vértigo imposible de describir. Entonces cambiaban continuamente de pareja, bailando y saltando sin un minuto de respiro, porque cuando descansaban (era un decir) sucedía lo que el lector está pensando.


“El Aquelarre” por Francisco de Goya

La ceremonia culminaba cuando la sacerdotisa se colocaba en el ara del altar y venía el momento de las ofrendas por parte de brujos y brujas entre las que se encontraban los propios cuerpos de los oficiantes. Algunas confesiones se referían a torturas sobre la sacerdotisa, la auténtica interpretación es evidente, no creemos que a una muchacha joven y virgen le gustara copular con treinta, cincuenta o cien individuos, uno detrás del otro, más las prácticas efectuadas con las mujeres.

Todo ello se efectuaba entre continuas invocaciones al demonio acompañadas de decapitaciones de erizos, ratas, etc.

La ceremonia se había iniciado bien entrada la noche y terminaba con las primeras luces del alba.

La Inquisición contraataca

Abrió fuego con su escrito Practica de Inquisitionis haereticae pravitatis, escrito hacia primer cuarto del siglo XIV por el inquisidor de Toulouse Bernardo Gui, el mismo que el escritor italiano Humberto Eco hace morir, tras una revuelta popular, en El nombre de la rosa. Pero, aunque ya había suficientes casos de brujería para que el autor se detuviera en ellos, lo cierto es que el núcleo de ella todavía son los cátaros, valdenses, begüinios y demás grupos herejes que pululaban por la Europa de entonces.

El papa Inocencio VIII se unió a la lucha con otro tratado que tituló Summis desiderantes affectibus. Pero hasta finales del último cuarto del siglo XV, la brujería era tratada como un caso más dentro de la cuestión más general de la invocación al demonio.

Hacia 1376 apareció el Directorium inquisitorum del dominico catalán Nicolás Aymerich que tuvo un gran éxito y se reimprimió varias veces en los siglos XVI y XVII. En el texto se menciona:

Algunas mujeres depravadas que siguen a Satanás, seducidas por ilusiones y engaños diabólicos, las cuales creen y están convencidas que en horas nocturnas van a caballo sobre ciertas bestias acompañando a Diana, diosa de los paganos, o con Herodias (la depravada mujer del rey Herodes) y una gran multitud de mujeres que atraviesan muchas tierras en silencio y en el corazón de la noche y obedecen sus mandamientos, como si fueran su mujer, y en ciertas noches le invocan a su servicio.

Se describe con todo detalle el mecanismo con el que el demonio se apoderaba del espíritu de la mujer:

Satanás en persona, que se transforma en ángel de luz cuando, mediante la infidelidad, la pérdida de la fe, se apodera del espíritu de una mujer y la subyuga, se transforma en imágenes y semblanzas de personas diversas y engaña al espíritu que tiene cautivo, presentándole en sueños, cosas tristes, cosas alegres, personas conocidas, personas desconocidas y la persona que ha perdido la fe, cree que todo esto presentado en la imaginación acontece en la realidad. Por lo tanto hay que anunciar públicamente que el que cree en estas cosas y en otras semejantes pierde la fe, y el que no la tiene bien orientada, no es sino del diablo.

En el Directorium emerge con gran claridad la imagen de la mujer entregada al demonio, con supuestos poderes especiales sobre las personas y las cosas, dotada de la facultad de viajar por el aire por la noche y de inspirar miedo a quien caiga bajo su influencia: la futura clásica bruja. Es necesario hacer notar que el texto no contiene ninguna alusión al maleficio, a la potestad de hacer mal. Se recalca sobre todo, la desviación de la fe que por sugestión diabólica experimenta el espíritu de la bruja. La persecución moderna de la bruja se originaba en el miedo de los males que supuestamente podían causar. Aquí se pone de relieve la desgracia en que cae la mujer a raíz de la pérdida o desviación de la ortodoxia. Se inclina por la debilidad del género femenino más vulnerable que el masculino a la sugestión diabólica, no en vano Eva es la que había caído en el Paraíso Terrenal a la tentación de la manzana. Primero se vio la bruja como una desgraciada, después como peligrosa. Pero en ambos puntos de vista, por influencia del demonio, la mujer se había desviado de la ortodoxia y había que castigarla.

Aymerich clasifica a las brujas en tres categorías:

1ª Las que dan a los demonios un culto divino, sacrificando, postrándose, cantando oraciones, encendiendo cirios, quemando incienso, etc.

2ª Las que se limitan a darle un culto como a los santos o a la Virgen, mezclando los nombres de los demonios con los de los santos, en las letanías, rogando que los demonios les hagan de mediadores ante Dios.

3ª Las que invocan a los demonios trazando figuras mágicas, colocando un niño en medio del círculo, utilizando una espada, un espejo, etc.

Aymerich distinguía a las que se dirigían al demonio diciendo “te mando”, “te ordeno”, “te exijo”. Consideraba entonces que la herejía no era bien patente, mientras que si lo hacían diciendo “yo te lo ruego”, “te pido”, etc. era manifiestamente herético porque las palabras eran de oración y llevaban implícito la adoración. En la actualidad semejante matiz semántico nos parece de una extrema nimiedad, pero entonces no.

Los teólogos distinguían dos clases de pactos, el primero, profesión tácita o pacto privado, por el cual se prometía obediencia a Satán, sirviendo una bruja de intermediaria; el segundo profesión expresa o pacto público solemne, que se efectuaba, bien durante la celebración de un sabbat ante todos los presentes o firmando con sangre un compromiso escrito con Satán. Fue esta forma la que desencadenó la persecución general contra las brujas, una guerra que duraría casi tres siglos, provocando innumerables víctimas.

Las persecuciones de Pedro de Berna

Tuvieron como epicentro Suiza, convirtiéndola durante la mayor parte del siglo XV en un río de sangre sin distinción de sexo, sobre todo, en la diócesis de Lausana. A las mujeres se les atribuía toda clase de sortilegios amatorios, en los que entraban como ingredientes habas y testículos de gallos, se les atribuía actos de antropofagia (invención de los inquisidores) y también raptos de niños, para cocerlos en calderas y fabricar ungüentos con las partes más sólidas y con las líquidas llenar botellas u otros recipientes que bebían para alcanzar el magisterio entre las brujas cuyo conjunto era tenido por una secta execrable.

Sin embargo, las durísimas persecuciones no terminaron con la brujería que se extendió por todo Alemania hasta el punto de que el papa Inocencio VIII hubo de promulgar una bula (¡otra más!) Summis desiderantes affectibus en la que se manifestaba:

En toda Alemania, cierto número de personas del uno y otro sexo, olvidando su propia salud y apartándose de la fe católica, se dan a los demonios íncubos (hijos de un diablo en forma de varón y una mujer) y súcubos (hijos de un diablo en forma de mujer y un varón) y por sus encantos, hechizos, conjuros, sortilegios, crímenes y actos infames, destruyen y matan el fruto del vientre de las mujeres, ganados y otros animales de especies diferentes, destruyen las cosechas, las vides, los huertos, los prados y pastos, los trigos, los granos y otras plantas y legumbres ; atormentan y afligen con males atroces a los seres humanos sin que las mujeres puedan concebir y los hombres engendrar; con boca sacrílega reniegan de la fe que han recibido en el Santo Bautismo, no temen cometer y perpetrar, a instancias del enemigo del género humano, otros muchos excesos y crímenes abominables con peligro de sus almas, desprecio de la Divina Majestad y peligroso escándalo de muchos.


La Inquisición y la caza de brujas en Europa

El martillo de las brujas

El Malleus Maleficarum o Martillo de las brujas fue obra de dos hermanos predicadores: Enrique Institor (Kraemer) y Jacob Sprenger, quienes a instancias del arzobispo de Estrasburgo fueron comisionados por el papa para realizar una campaña singular en la Europa Central contra las brujas, cuya actuación recopilaron por escrito en forma de enorme código, impreso por primera vez hacia 1486.

El Malleus Maleficarum tuvo un enorme éxito y se reimprimió muchas veces hasta fines del siglo XVII e incluso en la época presente ha salido a la luz en versiones alemana e inglesa para los estudiosos.

Consta de tres partes, basándose en que las acciones brujeriles eran reales, así como su pacto con el diablo, y no productos de una ensoñación en estado de vigilia. Por eso en la primera parte que se divide en diecisiete capítulos se afirma taxativamente la realidad de la colaboración con el demonio de la que únicamente pueden seguirse maleficios. Se ratifica la existencia de los denominados íncubos y súcubos que quizás hayan tenido mucho que ver en el nacimiento de las brujas, divididos en categorías. Los cuerpos celestes intervienen también en la multiplicación de los encantamientos que son en su mayor parte obra de mujeres, sobre todo los relativos a la vida sexual. Por medio de ellas el diablo incita al odio o al amor, impide la potencia generadora y el acto carnal provocando en el varón una sensación de castración.

 

Las brujas pueden convertir a los hombres en animales. Los autores apoyan sus asertos en muchas obras y ejemplos de la época (Haría falta hacer una interpretación objetiva e imparcial de estas).

En la segunda parte del Malleus se explica en dieciséis capítulos hasta dónde llega el poder de las brujas, así como la forma de combatir y destruir sus malas obras.

Para sus autores tanto los brujos como las brujas son tenidos como miembros de una secta. Señalan varias formas de ingreso, sencillas o solemnes. El demonio recibe en persona el acatamiento, después de la abjuración. Admiten una forma privada. Para conseguir seguidores, en especial, femeninos, les insufla un tedio especial, las tienta o las corrompe.

Poderes de las brujas según el Martillo

Existe una parte del Malleus muy descriptiva y pintoresca, en la que se describe la supuesta ciencia maléfica de las brujas, glosada con curiosos ejemplos. Comienza hablando de la capacidad de volar por los aires untadas con grasa de niños y de cabellos en escobas.

Refutación

Todo el que tenga una mente científica sabe que esto es imposible, pero como no hay humo sin fuego, debió de existir algo que dio lugar a semejante leyenda.

Las brujas practicaban un antiguo rito de fertilidad para conseguir que los cultivos crecieran y para eso necesitaban utilizar un palo, como el palo del caballito de madera y bailar alrededor del campo, mientras cantaban y saltaban. Repetían esto una y otra vez y los cultivos por ley natural crecían altos.

El palo sobre el que bailaban era un símbolo fálico y una bruja sobre un palo representaba los principios masculino y femenino. Debió de ser un precursor del palo de mayo que presidía las fiestas del inicio de ese mes, de origen celta consagrado a Beltaine, asociado a la fecundidad y al matrimonio, y conservado en el palo de la cucaña (fiesta que la Iglesia cristianizó con las Cruces de mayo).

Durante los días de la caza de brujas era peligroso tener en casa un palo de baile, pues ello podría significar la condena segura por lo que las brujas empezaron a utilizar palos de escoba que pasarían desapercibidos.

La palabra volar suele utilizarse en sentido figurado de correr o ir muy rápido. ¿No solemos decir: “voy volando o alguien pasó volando por la carretera”? De aquí a decir “vi a las brujas volando sobre sus palos de escoba”, media un paso.


Una de las primeras representaciones

de brujas volando sobre palos de escoba

Algunos han sugerido que las brujas hipnotizaban a los demás para que estos las vieran volando por el aire, como cualquier hipnotizador corriente, nada más falso. Una vez se dibujara volando una bruja sobre un palo de una escoba aquellas personas tan propensas a la sugestión creerían que la imagen era cierta, lo que les iba muy bien para los jueces acusadores.

Por otra parte, ¿no malefician los primitivos australianos con una especie de palo puntiagudo similar al de la escoba, que envía la muerte con solo apuntar en dirección a la víctima? Es como una especie de aguijón mágico que, de forma inexorable se clava en el alma del enemigo.

El misterioso ungüento

El famoso ungüento brujeril que según las leyendas las hacía volar montadas en sus escobas y también tenía la supuesta propiedad de transformarlas en animales no era confeccionado con grasa de niños como fueron acusadas, sino con acónito, belladona y mandrágora, plantas alucinógenas.

El acónito produce en la piel una sensación de frío que provoca la ilusión de hallarse volando entre vientos desatados, en tanto que la segunda excita en gran manera la fantasía, provocando delirios oníricos y espeluznantes visiones. Las brujas no solo se untaban ciertas partes del cuerpo, sino que tomaban ciertas pociones para adormecerse y volar en alas de su fantasía.

El misterio de la mandrágora

Pero quizás sea la planta alucinógena mandrágora, proveniente tanto de la región mediterránea como también del Himalaya y Grecia, la que más se asocie al mundo mágico, la más pasional, ya que tanto sus virtudes como su simple apariencia entran dentro del mundo mágico erótico. Sus raíces poseen la forma curiosa del macho y la hembra humanos, pegados uno a otro, y hay quien afirma que la mandrágora hembra separada de su macho posee la misma forma que el cuerpo femenino. Por lo que respecta a su aspecto externo, por si fuera poco, se asemeja a los testículos de los humanos. No era de extrañar que según las acusaciones, las brujas se restregaran la planta por sus genitales. Sus flores poseen un olor que recuerda al esperma masculino, aunque más pestilente.

Desde los tiempos medievales funcionaba tanto como sedante, como estimulante erótico por sus extraordinarios poderes afrodisiacos. Posee un alcaloide que se asemeja a la atropina. Sus propiedades alucinógenas, que estimulaban la imaginación, se encuentran tanto en las raíces, como en las hojas que usadas en poción servían para los imaginarios transportes a los aquelarres.


Representación medieval de la mandrágora

Aunque al parecer fue un hecho cierto,

pasó a ser un cuento

Érase una vez una bruja de la población de Waldshut en la diócesis de Constanza sobre el Rin que no habiendo sido invitada a la celebración de una boda por ser muy mala y detestada por las gentes de la región decidió vengarse. A tal efecto llamó al diablo, y una vez le hubo manifestado la causa de su enojo le pidió que desencadenase una tempestad para arruinar a fiesta a los novios y acompañantes. Satanás consintió en ello y la llevó a través de los aires a una colina próxima al pueblo. Allí al no disponer de agua que verter en un agujero, para lograr el maleficio, la bruja hizo un hoyo y depositó sus propios orines y después removió el líquido, lanzándolo a continuación al aire que se llenó de un nauseabundo olor provocando una tormenta de lluvia y pedrisco, que provocó la desbanda del festejo.

Al retornar a sus casas algunos comentaron haber visto llegar a la bruja con una risa sarcástica en su boca. Como había sido la única no invitada a la boda, la hizo especialmente sospechosa, se buscaron testimonios y no tardaron en aparecer unos pastores que confesaron haber presenciado la ceremonia de la colina. Se detuvo a la bruja y se le dio tormento y por este y otros maleficios fue condenada a la hoguera. ¿Conocieron esta historia Perrault o los hermanos Grimm?

Acusación, instrucción

de la causa y sentencia

En la tercera parte del Malleus parece que sus autores disfrutaron con fruición y morbosidad. Para iniciar una causa bastaba la acusación de un particular o la denuncia, sin pruebas, realizada por una persona envidiosa. Era corriente también abrirla por parte del juez, ante el rumor público. A veces basta el testimonio de un niño, así como el de algunos enemigos de la mujer acusada. Se recomendaba que el juicio fuera rápido, sencillo y definitivo. El juez se atribuía de plenos poderes hasta el punto de que era el único que decidía si un acusado tenía derecho a defenderse o no. Él es, asimismo, el que escogía el abogado defensor, poniendo tales condiciones que lo convertían en más acusador que otra cosa.

El tormento se debía usar libérrimamente y si todavía no se declaraba el reo culpable se acusaba al diablo de semejante situación. A finales del siglo XV no se admitía ya la ordalía y por desgracia, casi siempre el final es el mismo, la retractación y el arrepentimiento no libraban de la muerte al convicto. El brazo secular se apoderaba de él, cuando no es la misma justicia secular quien lo condenaba puesto que el crimen de brujería no era solamente religioso, sino también civil.


Imagen medieval de la ordalía del hierro candente

¿Qué era una ordalía?

Es una serie de pruebas judiciales de carácter mágico o religioso destinadas a demostrar la culpabilidad o inocencia de un acusado. Tuvieron gran difusión y predicamento hasta el siglo XIV, entre ellas se hallaba la denominada prueba del agua para descubrir a las brujas. La sospechosa debía quedar inmovilizada de tal modo que no pudiese hacer movimiento alguno. Generalmente se le ataban conjuntamente pies y manos y era lanzada en laguna corriente de agua. En el caso de que flotase, quedaba patente su condición brujesca. Y entonces podía aguardar lo peor de sus jueces, incluso confesando plenamente y abjurando de sus errores en cuyo caso podía haber un resquicio para la esperanza.

Puede decirse que el Malleus desde que entró en vigor hasta muy entrado el siglo XVIII fue desarrollando su contenido con las aportaciones de los juristas (en su mayor parte protestantes) comenzando a ser rebatidos por médicos, filósofos y teólogos renovadores, que terminaron por ganar la partida a los que sustentaban gran parte de las patrañas que llevaron a la hoguera a miles y miles de inocentes, con excepción del tema de las denominadas misas negras, a las que más adelante, nos referiremos extensamente.

Capitulo IV: La brujería en España

Al tratar sobre la brujería española nos encontramos con una especie de determinismo geográfico que distingue la brujería de la zona húmeda: meigas gallegas, sorguiñas vascas, brujas pirenaicas a las que añadiremos las bruixes catalanas y la brujería de la zona de secano que comprende a las hechiceras castellanas cuyo mayor representante sería la Celestina, aragonesas, andaluzas y extremeñas. Comenzaremos nuestro recorrido como las borrascas atlánticas: por Galicia.

Las meigas gallegas

Se ha escrito hasta la saciedad que Galicia es una tierra fértil para la brujería. A ello ha contribuido la estructura rural y marinera que se conservó hasta la segunda mitad del siglo XX, mientras la revolución industrial transformaba la faz de la Europa occidental. Estadísticas nos hablan de que en 1960 todavía el 76% de la población gallega se dedicaba a las labores del campo y del mar.

Aunque desgraciadamente cada vez quedan menos campesinos o pescadores gallegos que recuerden historias de las meigas o de diablos, de un pasado que casi fue ayer, no han desaparecido las feiticeiras o curanderas del mal de ojo (como las fetilleras catalanas) en las parroquias más recónditas del bellísimo terruño gallego, y hasta se sigue hablando de poseídos por el demonio que van a buscar su curación a algún santuario.

En la Edad Media tales historias se denominaban exempla (ejemplos) ingeniosos y divertidos para hacerlos más comprensibles al pueblo llano, tal como las recopiló en gallego el propio rey Alfonso X el Sabio en el siglo XIII.

Nuevamente hemos de repetir el dicho gallego de que “en la actualidad nadie cree que existan las meigas, pero haberlas haylas”.

Una meiga arrepentida

Recoge una leyenda que en los tiempos en que Jesús predicaba entre nosotros vivía una meiga muy famosa por sus artes brujeriles. Se llamaba Comba y como de sus artes sabía todo y más y, naturalmente, Jesús también, resultó que cierto día llegaron a conocerse (no importa dónde, si a orillas del Jordán o del Sil). Jesús le preguntó a dónde se dirigía y ella le contestó, sin ambages: “A dedicarme a mi mal oficio”. Entonces Jesús le replicó: “Enmeigar, enmeigarás, pero no meu reino non entrarás”.

Comba recapacitó y arrepintiéndose de sus gordísimos pecados consiguió la gracia del Señor, que a pesar de todo, la perdonó. Cuentan que en su memoria se erigió una iglesia en Ourense, Santa Comba de Bande que todavía se conserva en estilo visigótico y prueba la mezcla de carácter sacro y profano de las leyendas antiguas.

Características del demonio gallego

En Galicia, junto al Satanás malvado y siniestro, príncipe de las brujas, perseguido por la Inquisición, es creencia popular que existen otros demonios socarrones y divertidos, no del todo malos y hasta débiles, pues un pobre labriego con un poco de astucia sale airoso de ellos. El demonio posee en región histórica una gran variedad de nombres: demoño, democho, demoro, demóncaro, demoncre, demontre, demonche, demachino, dencho, déngaro, denllo, deño, diancre, diaño, diancho, diabro y diabo. Conserva los nombres propios de Lucifer, Luzbel y Belcebú. Perello, Perete o Perechose utilizan tanto para el diablo como para el trasgo (duende). Para evitar pronunciar su nombre, pues alguien puede creer que se toma como una invocación, se le conoce como Enemigo, Pecado, Maldito, Cornudo, Rabudo y Abelurio (persona molesta), Cachán (con el carácter de mujeriego) y Xuncras (como eufemismo de Judas).

 

El Padrenuestro de las meigas

Pai sodes noso escolhido

Para vos a gloria do.

Pai sodes noso soleante

Para a gloria vos a dar.

Pai sodes noso no xardín

Para a gloria nos a dar.

Amai vós este meu corpo

Para vosa alma consolar.

Amén.

Padre sois nuestro escogido

Para la gloria daros

Padre sois nuestro soleante

Para la gloria daros.

Padre sois nuestro en el jardín

Para la gloria darnos,

Amad vos este mi cuerpo

Para vuestra alma consolar.

Amén.

Como se llega a meiga

Como en tantos otros países, según los gallegos, las brujas nacen y se hacen. Adquiere esa condición la mujer que por voluntad propia, acude a una reunión de brujas en compañía de una madrina o protectora y recita el padre nuestro citado.

También llega a bruja la mujer que con ese fin da la mano a otra veterana en trance de muerte. En general las brujas son hijas de brujas. Es decir, la brujería se trasmite por herencia. Voluntarias o por nacimiento, las brujas reciben el poder del diablo. Se les reconoce por la señal que les marca en el ojo, un sapo o las patas les tiñe de amarillo azafrán las cejas, las marca con una uña en cierta parte del cuerpo y con la sangre vertida les hace reconocer en una cédula su dependencia en cuerpo y alma.

Al igual que las demás, las brujas gallegas han de besar el trasero de su amo, con esta acción simbolizan su acatamiento.

Historia del zapatero fisgón

Había una vez un zapatero que sospechaba de una de sus vecinas como practicante de la brujería, pues aunque la mujer intentaba taparse la cara, hiciera frío o calor, con el mantón que llevaba, en cierta ocasión dejó al descubierto el ojo izquierdo con una innegable marca de una pata de sapo.

El zapatero que era muy osado, deseoso de averiguar toda la verdad, la víspera de San Juan a medianoche se ocultó en la cocina de la meiga para fiscalizar todos sus movimientos. Así observó como aquella cogía de dentro de un armario un cuenco de barro y tras desnudarse se untó con un ungüento que se hallaba en el recipiente y acto seguido salió volando por la chimenea a caballo de una escoba.

Entonces el zapatero hizo lo propio y así mismo voló hasta donde lo había hecho su vecina. Allí asistió a una reunión de brujas que en círculo y por turno iban dando un beso en el trasero al cabrón.

El valiente remendón no deseaba ser descubierto y cuando llegó su turno, en lugar de besarle le clavó la lezna. El demonio pegó un horrible aullido mascullando: “¡Carallo, qué buenos dientes tienes!”.

Atributos de las meigas

Coinciden con los de su jefe: poseen cuernos, se las asocia con la tierra, con el aire enrarecido y con el humo en Galicia, son generalmente viejas, (lo cual no impide que puedan presentarse, según convenga, jóvenes y lozanas) nocturnas, negras, pestilentes, engañadoras y envidiosas. Por regla general, al igual que en otras partes, el carácter femenino de la brujería hace que predominen las brujas sobre los brujos.

En algunas aldeas se creía que eran los curas los únicos que podían verles los cuernos cuando al decir las misas en latín se volvían al pueblo para decir: “Dominus vobiscum”. Entonces también veían el humo que les salía de la cabeza.

Oración que contra las brujas

se recita la noche de San Juan

Todas as meigas levou

Peladas eran, peladas serán,

todas as meigas que andan polo chan,

peladas son, peladas eran,

todas as meigas que andan pola terra

Todas las meigas llevó

Peladas eran, peladas serán,

todas las meigas que andan por el suelo,

peladas son, peladas eran,

todas las meigas que andan por la tierra.

Queda clara la relación de las brujas con la tierra, y para defenderse de su ataque se clavaba una navaja en el suelo para que por el agujero se metieran en la tierra y una vez tapado no volvieran a salir.

En cuanto a lo de peladas, lo son por el hecho de que emplean sus propios pelos (sobre todo los del pubis) para la confección de hechizos. Así las enfermedades y los embrujamientos son expulsados con frecuencia en forma de pelos.

Escenarios y fiestas de las meigas

Las brujas gallegas prefieren los montes como el Faro o el de Fontevecha junto a Valga. Las de Mondoñedo disfrutan en el Padornelo, en la parroquia de Lindín, a las doce de la noche a caballo de sus escobas vuelan hasta el Xustral, donde se reúnen con las que llegan de O Valadouro, Viveiro, Vilalba, Meira y O Condado.

Los aquelarres tenían lugar de noche pues los demonios y brujas preferían la oscuridad, después de ponerse el sol hasta el amanecer tal como conserva la voz popular: “lá vai o demo revolto depois do sol posto”. El canto del gallo anuncia el final de sus correrías.

El día de la semana preferido o mejor, la noche, es la de viernes a sábado quizás como rechazo del día de la pasión de Cristo. Pero el máximo odio lo concentran en domingo.

Historia del jorobado

Se cuenta que en el pueblo de Culleredo (provincia de A Coruña) vivía un jorobado pobre que malvivía solicitando una caridad a cambio de un trabajito. Una tarde cortando leña para calentarse del crudo invierno se le echó la noche encima y el desgraciado se perdió. Tras muchas vueltas sin rumbo, divisó a lo lejos una luz. Hasta llegar a ella se llenó de cardenales y arañazos del espinoso matorral que tuvo que atravesar. La luz se desprendía de dentro de una palloza de doble piso. Entreabrió la puerta y creyó escuchar cánticos en la dependencia superior.

Cuál no sería su sorpresa cuando al entreabrir la puerta de la dependencia se encontró a una serie de mujeres que cogidas de la mano giraban en círculo cantando:

Lunes y martes y miércoles tres;

Lunes y martes y miércoles tres.

Le gustó el canto y como era muy bromista, sin ninguna clase de temor les contestó: “Jueves y viernes y sábado seis”.

Tanto les gustó a las brujas la contestación que bailaron con él hasta el amanecer y contentas quitaron al compañero la joroba transformándolo en un guapo mozo, además de regarle un saquito de monedas de oro.

Cuando regresó al pueblo, trabajos tuvo para ser reconocido. Llevando desde entonces una vida mucho más desahogada.

Y sucedió que un vecino suyo, también jorobado, muerto de envidia quiso saber qué le había pasado a su compadre y tras insistir e insistir, aquel se lo contó. Dicho y hecho, el segundo jorobado corrió a casa de las brujas a las que encontró cantando:

Lunes y martes y miércoles tres;

Jueves y viernes y sábado seis.

Y muy equivocadamente, creyendo que todavía obtendría mayor beneficio, les dijo:

Esta canción se termina así: “Y domingo siete”.

¿Qué había dicho? Las brujas todas a una le saltaron encima y le molieron a palos con sus escobas dejándolo por muerto. Cuando se recuperó a la mañana siguiente, se palpó y con la mayor sorpresa y desanimo, comprobó que en lugar de una joroba, ¡tenía dos!

Otras fiestas brujeriles

En Galicia las brujas celebraban sus reuniones multitudinarias, la noche de San Silvestre, la víspera de San Pedro y sobre todo, la noche de San Juan en la que se trasladaban al Arenal de Sevilla y regresaban al alba. He aquí una oración para ahuyentarlas la noche del solsticio de verano:

San Xoán esclarecido.

que en Lisboa foi nacido,

con hábito de Jan,

con cordón de espartán

gárdame o gando do pan,

sin pastor e sen can.

¿Que atropaches, señor san Xoán?

Topei lobos e leonicos,

bruxicas e diablicos.

San Juan esclarecido,

que en Lisboa fue nacido,

con hábito de lana,

con cordón de esparto,

guárdame el ganado de los campos de trigo,